Las Noticias de hoy 27 Mayo 2023

Enviado por adminideas el Sáb, 27/05/2023 - 11:41

Cosas" que hacer en Mayo: Mes de María

Ideas Claras

DE INTERES PARA HOY    sábado, 27 de mayo de 2023      

Indice:

ROME REPORTS

Delante del Padre hay alguien que le enseña las llagas e intercede

El Papa renueva su llamamiento a deponer las armas y su cercanía al pueblo ucraniano

El Papa: “En la Iglesia es más importante lo que se testimonia que lo que se predica”

Papa Francisco a los periodistas: «Estén al servicio de la verdad y del bien común»

EL ESPÍRITU SANTO Y MARÍA : Francisco Fernandez Carbajal

Evangelio del sábado: acudir a Cristo, la fuente inagotable de vida

“Reina de la paz, ruega por nosotros” : San Josemaria

Mensaje del Prelado (25 mayo 2023)

Santa María, Madre de la Iglesia

Consagración al Espíritu Santo

Ve y haz tú lo mismo (II): Un solo corazón y una sola alma

Pentecostés 2023 : Josefa Romo Garlito

LAS “ALIANZAS” DE LA BODA. EL ANILLO EN EL DEDO ANULAR : José Martínez Colín

Seamos una familia en salida, una familia misionera en los tiempos modernos : Silvia del Valle Márquez

Robando la inocencia : La hija de Cortés

Plasticidad neuronal: José Luis Velayos

Peregrina al corazón de la cristiandad : Fundación CARF

¿Paz y remordimiento de conciencia? : Ana Teresa López de Llergo

Lo útil y lo valioso : Lucía Legorreta

El sentido y el sinsentido: Jesús Martínez Madrid

Los laicos debemos ser protagonistas : José Morales Martín

Amistades históricas y la fe según Ratzinger : Santiago Leyra Curiá

 

 

ROME REPORTS

 

Delante del Padre hay alguien que le enseña las llagas e intercede

Palabras del Santo Padre antes del Regina Coeli

Regina Coeli 21 mayo 2023 © Vatican Media

Alas 12 del mediodía de hoy, VII Domingo de Pascua, el Santo Padre Francisco se asomó a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Regina Coeli con los fieles y peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro.

En la Ascensión de Jesús, Francisco afirmó que desde el Cielo, Jesús le presenta sus llagas al Padre para interceder por nosotros. Le dice al Padre: «Esto es lo que sufrí por los hombres, ¡haz algo!», dijo el Papa y de esta manera le hace ver el precio de la redención, el Padre se conmueve. «Así reza Jesús», es como le gusta pensar al Papa Francisco sobre este momento

Estas son las palabras del Papa al introducir la oración mariana:

***

Palabras del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy en Italia y en muchos otros países se celebra la Ascensión del Señor. Es una fiesta que conocemos bien, pero que puede hacer surgir algunas preguntas, al menos dos. La primera: ¿por qué celebrar la partida de Jesús de la tierra? ¡Parecería que su despedida sea un momento triste, no precisamente algo por lo que estar alegre! ¿Por qué celebrar una partida? Primera pregunta. Segunda pregunta: ¿qué hace ahora en el cielo? Primera pregunta: ¿por qué celebrar? Segunda pregunta: ¿qué hace Jesús en el cielo?

Por qué celebramos. Porque con la Ascensión sucedió algo nuevo y hermoso: Jesús ha llevado nuestra humanidad, nuestra carne al cielo – ¡es la primera vez! – es decir la ha llevado a Dios. Esa humanidad, que había tomado en la tierra, no se ha quedado aquí. Jesús resucitado no era un espíritu, no, tenía su cuerpo humano, la carne, los huesos, todo, y ahí, en Dios, estará para siempre. Podemos decir que desde el día de la Ascensión Dios mismo ha “cambiado”: ¡desde entonces ya no es solo espíritu, sino que por todo lo que nos ama lleva en sí nuestra misma carne, nuestra humanidad! El lugar que nos espera está indicado, nuestro destino está ahí. Así escribía un antiguo Padre en la fe: «¡Espléndida noticia! Aquel que se ha hecho hombre por nosotros […], para hacernos sus hermanos, se presenta como hombre delante del Padre, para llevar consigo a todos aquellos que están unidos a él» (S. Gregorio de Nisa, Discurso sobre la resurrección de Cristo, 1). Hoy celebramos “la conquista del cielo”: Jesús que vuelve al Padre, pero con nuestra humanidad. Y así el cielo es ya un poco nuestro. Jesús ha abierto la puerta y su cuerpo está ahí.

La segunda pregunta: ¿qué hace Jesús en el cielo? Él está por nosotros delante del Padre, le muestra continuamente nuestra humanidad, muestra las llagas. A mí me gusta pensar que Jesús, delante del Padre, reza así, enseñándole las llagas. “Esto es lo que he sufrido por los hombres: ¡haz algo!”. Le enseña el precio de la redención, y el Padre se conmueve. Esto es algo que me gusta pensar. Así reza Jesús. Él no nos ha dejado solos. De hecho, antes de ascender nos dijo, como dice el Evangelio hoy: «Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final del mundo» (Mt 28,20). Está siempre con nosotros, nos mira, está «siempre vivo para interceder» (Hb 7,25) en nuestro favor. Para enseñar las llagas al Padre, por nosotros. En una palabra, Jesús intercede; está en el mejor “lugar”, delante del Padre suyo y nuestro, para interceder por nosotros.

La intercesión es fundamental. También nos ayuda a nosotros esta fe: nos ayuda a no perder la esperanza, a no desanimarnos. Delante del Padre hay alguien que le enseña las llagas e intercede. La Reina del cielo nos ayude a interceder con la fuerza de la oración.

 

 

El Papa renueva su llamamiento a deponer las armas y su cercanía al pueblo ucraniano

Palabras del Santo Padre después de la oración mariana

 

© Vatican Media

Tras la oración del Regina Coeli, de este Domingo de la Ascensión del Señor, el pensamiento de Francisco se dirigió a la grave situación en Sudán, renovando su llamamiento a deponer las armas. Y expresó de nuevo su cercanía al martirizado pueblo ucraniano.

Estas fueron las palabras del Papa después de la oración mariana, ofrecidas por la Oficina de Prensa de la Santa Sede: 

***

Palabras del Papa

¡Queridos hermanos y hermanas!

Es triste pero, un mes después del estallido de la violencia en Sudán, la situación sigue siendo grave. Al alentar los acuerdos parciales alcanzados hasta ahora, renuevo mi sentido llamamiento a que se depongan las armas, y pido a la comunidad internacional que no escatime esfuerzos para hacer prevalecer el diálogo y aliviar el sufrimiento de la población. Por favor, no nos acostumbremos a los conflictos y a la violencia. ¡No nos acostumbremos a la guerra! Y sigamos estando cerca del martirizado pueblo ucraniano.

Se celebra hoy la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, sobre el tema Hablar con el corazón. Es el corazón el que nos mueve a una comunicación abierta y acogedora. Saludo a los periodistas y a los trabajadores de la comunicación aquí presentes, les doy las gracias por su trabajo y deseo que estén siempre al servicio de la verdad y del bien común. ¡Un aplauso a todos los periodistas!

 

 

El Papa: “En la Iglesia es más importante lo que se testimonia que lo que se predica”

Peregrinos italianos de Spoleto-Norcia, con motivo del Año Jubilar

 

Vatican Media

Este sábado, 20 de mayo de 2023, en el Aula Pablo VI, el Santo Padre Francisco recibió en audiencia a los peregrinos de la Archidiócesis de Spoleto-Norcia, que están celebrando el año jubilar por la dedicación de la catedral de Spoleto y les dirigió el discurso que publicamos a continuación:

***

Discurso del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, ¡bienvenidos!

Me complace encontrarme con vosotros con ocasión de vuestro 38º Capítulo general, en los aniversarios del nacimiento y de la canonización de vuestro Fundador. Celebrando más de tres siglos de vida y de servicio, habéis elegido como tema de vuestros trabajos el lema: «Atreverse a arriesgar por Dios y por la humanidad. Nuestra fidelidad creativa». Cierto, no es una fidelidad momificada, ¡es creativa! Son palabras que recuerdan bien los valores que animaban a San Luis María Grignion de Montfort al principio de vuestra historia.

Vivió en una época marcada por retos exigentes para la Iglesia y la sociedad: llamada la «época de los racionalistas y de los libertinos» y al mismo tiempo la «cuna del jansenismo». Frente a estas provocaciones, San Luis María se preguntó en primer lugar cuál era la raíz común, y la identificó en una excesiva confianza de los hombres en la sabiduría del mundo en detrimento de la primacía de la Sabiduría de Dios. Por eso se lanzó a una intensa actividad de predicación, con creatividad y sin miedo, tropezando incluso con incomprensiones dentro y fuera de la Iglesia: esto ocurre siempre. Y nunca se rindió, continuando la predicación y promoviendo el amor a la verdadera Sabiduría, a través de la devoción a María, hasta su muerte, con sólo cuarenta y tres años, en la Vendée, durante una misión. De su valentía dan testimonio los frutos: presente en treinta y tres países, con más de setecientos religiosos, junto con los Hermanos de San Gabriel, las Hijas de la Sabiduría y los Laicos Asociados. ¡Esto es hermoso!

Aún hoy no faltan los desafíos pastorales: por ejemplo, el individualismo que encierra a cada uno en su pequeño mundo, el relativismo y el hedonismo que hacen del placer o del provecho personal el criterio de toda elección, el egoísmo consumista que marchita el corazón de los ricos y crea desigualdades injustas en detrimento de los pobres.

Frente a todo esto, San Luis María os dejó un programa de vida y de acción siempre actual: «buscar, contemplar, revelar la Sabiduría en el corazón del mundo y denunciar su falsa sabiduría» (Regla de Vida, Introducción), y esto siguiendo el ejemplo de María y con su ayuda. Quisiera destacar tres valores que considero importantes y actuales, los suyos: acogida, internacionalidad y ternura.

El Evangelio nos muestra a María como aquella que, para acoger en sí a Jesús, Sabiduría del Padre, aceptó valientemente cambiar por completo su vida, sus costumbres, sus sueños y sus opciones. Así conservó y entregó a sus hermanos el amor recibido, en Nazaret, en el Calvario y en el Cenáculo donde, a la luz de la Pascua, compartió humildemente la vida de la primera comunidad. La hospitalidad -que es lo primero de lo que quiero hablar- fue una dimensión fundamental de la existencia de María y de su misión. Siguiendo su ejemplo, os exhorto también a vosotros a ejercitarla en vuestras casas y hacia las personas que Dios os confía. Nuestro mundo está muy necesitado de acogida, y en la acogida se necesita creatividad, que nos haga cercanos a todos, incluso en situaciones nuevas, que requieren respuestas urgentes. Acoger con el corazón abierto para recibir.

Para usted, este valor se enriquece, como atestigua su presencia aquí, con los colores de la internacionalidad, la multiculturalidad y el diálogo intergeneracional. En un documento reciente habéis escrito que el rostro vivo de san Luis María tiene hoy en vosotros «los rasgos bien marcados de Europa, con acentos resplandecientes del Caribe, de América Latina, de África y de Asia» (Carta de los Capitulares a los Hermanos, Roma, 20 de mayo de 2017): es verdad, es bien-musical, esto, es así; y que está enriquecido con la sonrisa, las lágrimas, los ojos y la boca de todas las hermanas y hermanos esparcidos por el mundo (cf. ibíd.). Y quizás algunos canonistas os digan: ‘Pero esto no sirve, esto no es una definición canónica de lo que es un instituto’: es una definición viva y eso me gusta. Es una bella imagen de una comunidad evangélica, ¡un verdadero regalo para todos! Atesoradla, cultivadla y difundidla con vuestro testimonio.

Por último, quisiera recordar que las virtudes de las que hemos hablado florecen, a todos los niveles, cuando las personas se sienten amadas y respetadas. Montfort nos lo enseñó señalándonos los tiernos brazos de María, que nos acoge a todos como hijos suyos (cf. Tratado de la verdadera devoción a María, n. 48). Dejaos abrazar por su abrazo materno y, con la misma ternura, abrazaos los unos a los otros. Esto os ayudará a vosotros y a las personas que encontréis a sacar y compartir lo mejor de vosotros mismos y, a la luz de ese compartir, a discernir lo que el Señor os pide para vuestro futuro. Así que, si quieres ser valiente y creativo, haz tuya la ternura de María y dásela a todos, ¡siempre! Pero la ternura no es un dulce que se pueda comprar, la ternura es dulce, pero es fuerte. Tener un corazón tierno indica fuerza en el corazón para llegar a ser tierno. No olvides que la ternura es uno de los tres rasgos de Dios. Dios es cercano, tierno y compasivo. Ternura, compasión y cercanía. Haz examen de conciencia con esto: «¿Hoy he sido cercano o me he defendido un poco? ¿He sido compasivo o he condenado a medio mundo? ¿He sido tierno?». Poned de manifiesto estos tres rasgos de Dios: cercanía, compasión y ternura.

Así lo atestiguó el padre Olivier Maire, misionero monfortiano, que murió por acoger en la comunidad a un hombre que había obrado mal, una persona muy atribulada, a la que, sin embargo, quiso dar un techo y una esperanza de futuro. Su generosidad y valentía le costaron la vida, por un gesto loco e inexplicable, y mientras abrazo a sus padres y familiares, aquí presentes, os invito a todos a atesorar su ejemplo: acogió a un hermano perdonando su pasado y abrazándolo sin hacer cálculos, queriendo sólo darle amor, con ternura. Necesitamos tanto aprender a amar así, crecer en este amor, ser cercanos, compasivos y tiernos.

Por eso, el año pasado quise consagrar la Iglesia y el mundo entero, especialmente Ucrania y Rusia, al Corazón Inmaculado de María. Y a vosotros, que sois la Compañía de María, os pido que renovéis este acto de consagración y esta súplica. Que la Madre celestial nos ayude a todos a buscar con valentía y creatividad caminos de perdón, de diálogo, de acogida y de paz para toda la humanidad. Os bendigo de corazón y os pido, por favor, que recéis por mí.

 

Papa Francisco a los periodistas: «Estén al servicio de la verdad y del bien común»

 

Rueda de prensa con periodistas en vuelo de regreso de Malta, 3 abril 2022 © Vatican Media

Presente también en el «Regina Caeli» se encontraba una delegación de la Ucsi, Unione Cattolica Stampa Italiana (Unión Católica de Prensa Italiana), que esta mañana ha participado en una misa en el cercano Centro San Lorenzo y que en los últimos días ha puesto en marcha diversas iniciativas para celebrar la jornada.

Hablar con el corazón

En su mensaje difundido el 24 de enero, Francisco afirmó que “la llamada a hablar con el corazón interpela radicalmente nuestro tiempo, tan propenso a la indiferencia y a la indignación”. “En el dramático contexto del conflicto global que estamos viviendo, es urgente afirmar una comunicación no hostil. Necesitamos comunicadores dispuestos a dialogar, comprometidos a favorecer un desarme integral y que se esfuercen por desmantelar la psicosis bélica que se anida en nuestros corazones”. Fuerte es la invitación a ir contracorriente para apoyar las aspiraciones de paz siguiendo el ejemplo de San Francisco de Sales: “Su actitud apacible, su humanidad, su disposición a dialogar pacientemente con todos, especialmente con quien lo contradecía, lo convirtieron en un testigo extraordinario del amor misericordioso de Dios”.

 

 

EL ESPÍRITU SANTO Y MARÍA

— Esperar la llegada del Paráclito junto a la Virgen Santísima.

— El Espíritu Santo en la vida de María.

— La Virgen María, «corazón de la Iglesia naciente», colabora activamente en la acción del Espíritu Santo en las almas.

I. Mientras dura la espera de la venida del Espíritu Santo prometido, todos perseveraban unánimemente en la oración juntamente con las mujeres y con María, la Madre de Jesús...1. Todos están en un mismo lugar, en el Cenáculo, animados de un mismo amor y de una sola esperanza. En el centro de ellos se encuentra la Madre de Dios. La tradición, al meditar esta escena, ha visto la maternidad espiritual de María sobre toda la Iglesia. «La era de la Iglesia empezó con la “venida”, es decir, con la bajada del Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos en el Cenáculo de Jerusalén junto con María, la Madre del Señor»2.

Nuestra Señora vive como un segundo Adviento, una espera, que prepara la comunicación plena del Espíritu Santo y de sus dones a la naciente Iglesia. Este Adviento es a la vez muy semejante y muy diferente al primero, el que preparó el nacimiento de Jesús. Muy parecido porque en ambos se da la oración, el recogimiento, la fe en la promesa, el deseo ardiente de que esta se realice. María, llevando a Jesús oculto en su seno, permanecía en el silencio de su contemplación. Ahora, Nuestra Señora vive profundamente unida a su Hijo glorificado3.

Esta segunda espera es muy diferente a la primera. En el primer Adviento, la Virgen es la única que vive la promesa realizada en su seno; aquí, aguarda en compañía de los Apóstoles y de las santas mujeres. Es esta una espera compartida, la de la Iglesia que está a punto de manifestarse públicamente alrededor de nuestra Señora: «María, que concibió a Cristo por obra del Espíritu Santo, el amor de Dios vivo, preside el nacimiento de la Iglesia el día de Pentecostés, cuando el mismo Espíritu Santo desciende sobre los discípulos y vivifica en la unidad y en la caridad el Cuerpo místico de los cristianos»4.

El propósito de nuestra oración de hoy, víspera de la gran solemnidad de Pentecostés, es esperar la llegada del Paráclito muy unidos a nuestra Madre, «que implora con sus oraciones el don del Espíritu Santo, que en la Anunciación ya la había cubierto a Ella con su sombra»5, convirtiéndola en el nuevo Tabernáculo de Dios. Antes, en los comienzos de la Redención, nos dio a su Hijo; ahora, «por medio de sus eficacísimas súplicas, consiguió que el Espíritu del divino Redentor, otorgado ya en la Cruz, se comunicara con sus prodigiosos dones a la Iglesia, recién nacida el día de Pentecostés»6.

«Quien nos transmite ese dato es San Lucas, el evangelista que ha narrado con más extensión la infancia de Jesús. Parece como si quisiera darnos a entender que, así como María tuvo un papel de primer plano en la Encarnación del Verbo, de una manera análoga estuvo presente también en los orígenes de la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo»7.

Para estar bien dispuestos a una mayor intimidad con el Paráclito, para ser más dóciles a sus inspiraciones, el camino es Nuestra Señora. Los Apóstoles lo entendieron así; por eso los vemos junto a María en el Cenáculo.

Examinemos cómo es nuestro trato habitual con Nuestra Señora; concretemos para el día de hoy algún propósito: cuidemos mejor el rezo del Santo Rosario, contemplando sus misterios; ofrezcámosle alguna pequeña mortificación distinta a las que acostumbramos durante la semana; cuidemos mejor el saludarla a través de sus imágenes, que encontraremos en la calle, en la habitación...

II. La Virgen Santísima recibió el Espíritu Santo con una plenitud única el día de Pentecostés, porque su corazón era el más puro, el más desprendido, el que de modo incomparable amaba más a la Trinidad Beatísima. El Paráclito descendió sobre el alma de la Virgen y la inundó de una manera nueva. Es el «dulce Huésped» del alma de María. Nuestro Señor había prometido al que ame a Dios: Vendremos sobre él y en él haremos nuestra morada8. Esta promesa se realiza, ante todo, en Nuestra Señora.

Ella, «la obra maestra de Dios»9, había sido preparada con inmensos cuidados por el Espíritu Santo para ser tabernáculo vivo del Hijo de Dios. Por eso el Ángel la saluda: Salve, llena de gracia10. Y ya poseída por el Espíritu Santo y llena de su gracia, recibió todavía una nueva y singular plenitud de ella: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra11. «Redimida de modo eminente, en previsión de los méritos de su Hijo, y unida a Él con un vínculo estrecho e indisoluble, está enriquecida con la suma prerrogativa y dignidad de ser la Madre de Dios Hijo y, por eso, Hija predilecta del Padre y Sagrario del Espíritu Santo; con el don de una gracia tan extraordinaria que aventaja con creces a todas las criaturas, celestiales y terrenas»12.

Durante su vida, Nuestra Señora fue creciendo en amor a Dios Padre, a Dios Hijo (su Hijo Jesús), a Dios Espíritu Santo. Ella correspondió a todas las inspiraciones y mociones del Paráclito, y cada vez que era dócil a estas inspiraciones recibía nuevas gracias. En ningún momento opuso la más pequeña resistencia, nunca negó nada a Dios; el crecimiento en las virtudes sobrenaturales y humanas (que estaban bajo una especial influencia de la gracia) fue continuo.

Los que son movidos por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios13. Ninguna criatura se dejó llevar y guiar por el Espíritu Santo como nuestra Madre Santa María: ninguna vivió la filiación divina como Ella.

El Espíritu Santo, que ha habitado en María desde el misterio de su Concepción Inmaculada, en el día de Pentecostés vino a fijar en Ella su morada, de una manera nueva. Todas las promesas que Jesús había realizado acerca del Paráclito se cumplen plenamente en el alma de la Virgen: Él os recordará todas las cosas14Él os guiará a la verdad completa15.

La Virgen es la Criatura más amada de Dios. Pues si a nosotros, a pesar de tantas ofensas, nos recibe como el padre al hijo pródigo; si a nosotros, siendo pecadores, nos ama con amor infinito y nos llena de bienes cada vez que correspondemos a sus gracias, «si procede así con el que le ha ofendido, ¿qué hará para honrar a su Madre, inmaculada, Virgo fidelis, Virgen Santísima, siempre fiel?

»Si el amor de Dios se muestra tan grande cuando la cabida del corazón humano –traidor, con frecuencia– es tan poca, ¿qué será en el Corazón de María, que nunca puso el más mínimo obstáculo a la Voluntad de Dios?»16.

III. Todo cuanto se ha hecho en la Iglesia desde su nacimiento hasta nuestros días, es obra del Espíritu Santo: la evangelización del mundo, las conversiones, la fortaleza de los mártires, la santidad de sus miembros... «Lo que el alma es al cuerpo del hombre –enseña San Agustín–, eso es el Espíritu Santo en el Cuerpo de Jesucristo que es la Iglesia. El Espíritu Santo hace en la Iglesia lo que el alma hace en los miembros de un cuerpo»17, le da vida, la desarrolla, es su principio de unidad... Por Él vivimos la vida misma de Cristo Nuestro Señor en unión con Santa María, con todos los ángeles y los santos del Cielo, con quienes se preparan en el Purgatorio y los que peregrinan aún en la tierra.

El Espíritu Santo es también el santificador de nuestra alma. Todas las obras buenas, las inspiraciones y deseos que nos impulsan a ser mejores, las ayudas necesarias para llevarlas a cabo... Todo es obra del Paráclito. «Este divino Maestro pone su escuela en el interior de las almas que se lo piden y ardientemente desean tenerle por Maestro»18. «Su actuación en el alma es suave, su experiencia es agradable y placentera, y su yugo es levísimo. Su venida va precedida de los rayos brillantes de su luz y de su ciencia. Viene con la verdad del genuino protector; pues viene a salvar, a curar, a enseñar, a aconsejar, a fortalecer, a consolar, a iluminar, en primer lugar la mente del que lo recibe y después, por las obras de este, la mente de los demás»19.

Y del mismo modo que el que se hallaba en tinieblas, al salir el sol, recibe su luz en los ojos del cuerpo y contempla con toda claridad lo que antes no veía, así también al que es hallado digno del don del Espíritu Santo se le ilumina el alma y, levantado por encima de su razón natural, ve lo que antes ignoraba.

Después de Pentecostés la Virgen es «como el corazón de la Iglesia naciente»20. El Espíritu Santo, que la había preparado para ser Madre de Dios, ahora, en Pentecostés, la dispone para ser Madre de la Iglesia y de cada uno de nosotros.

El Espíritu Santo no cesa de actuar en la Iglesia, haciendo surgir por todas partes nuevos deseos de santidad, nuevos hijos y a la vez mejores hijos de Dios, que tienen en Jesucristo el Modelo acabado, pues es el primogénito de muchos hermanos. Nuestra Señora, colaborando activamente con el Espíritu Santo en las almas, ejerce su maternidad sobre todos sus hijos. Por eso es proclamada con el título de Madre de la Iglesia, «es decir, Madre de todo el Pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los Pastores, que la llaman Madre amorosa, y queremos –proclamaba Pablo VI– que de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título»21.

Santa María, Madre de la Iglesia, ruega por nosotros y ayúdanos a preparar la venida del Paráclito a nuestras almas.

1 Hech 1, 14. — 2 Juan Pablo II, Enc. Dominum et vivificantem, 18-V-1986, 25. — 3 Cfr. M. D. Philippe, Misterio de María, Rialp, Madrid 1986, pp. 348-349. — 4 Pablo VI, Discurso, 25-X-1969. — 5 Conc. Vat. II, Const. Lumen Gentium, 59. — 6 Pío XII, Enc. Mystici Corporis, 29-VI-1943. — 7 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 141. — 8 Jn 14, 23. — 9 Cfr. San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 292. — 10 Lc 1, 28. — 11 Lc 1, 35. — 12 Conc. Vat. II, loc. cit., 53. — 13 Rom 8, 14. — 14 Cfr. Jn 14, 26. — 15 Cfr. Jn 16, 13. — 16 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 178. — 17 San Agustín, Sermón 267. — 18 Francisca Javiera del Valle, Decenario al Espíritu Santo, de la consideración para el día 4º. — 19 San Cirilo de Jerusalén, Catequesis 16, sobre el Espíritu Santo, 1.  20 R. Garrigou-Lagrange, La Madre del Salvador, Rialp, Madrid 1976, p. 144. — 21 Pablo VI, Discurso al Concilio, 2-lX-1964.

 

 

Evangelio del sábado: acudir a Cristo, la fuente inagotable de vida

Comentario del sábado de la 7.ª semana de Pascua. “Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús”. Profundizar en la persona de Jesucristo hasta dejarle que se convierta en el centro de nuestra vida es una tarea gozosa de todo cristiano.

27/05/2023​

Evangelio (Jn 21,20-25)

En aquel tiempo, volviéndose Pedro vio que le seguía aquel discípulo a quién Jesús amaba, que además durante la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?». Viéndole Pedro, dice a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?». Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme». Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: «No morirá», sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga».

Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran.


Comentario

Después de considerar ayer la figura de san Pedro y cómo el Señor le confirmó en la misión de apacentar sus ovejas (cfr. Jn 21,17), en continuidad con este mismo pasaje, la Iglesia nos invita a considerar hoy los últimos versículos del Evangelio de san Juan.

Y es que, ante la pregunta de san Pedro sobre qué será de Juan, Jesús le responde de un modo un tanto enigmático (vv. 21-22). Será el propio discípulo y evangelista quién aportará más luz a esas palabras del Señor, explicando su sentido (v. 23).

Sin embargo, hoy ponemos el foco en los dos últimos versículos del evangelio: en cómo se acude al testimonio de su propio autor, "el discípulo al que Jesús amaba (v.20), como garantía de que lo escrito en el evangelio es verdad.

San Juan escribió su evangelio, inspirado por el Espíritu Santo, para fortalecer nuestra fe en Jesucristo, en lo que hizo y en lo que nos enseñó.

Precisamente, esta profundización en la Persona de Jesucristo, hasta dejarle ser el centro de nuestra vida, es a la que nos invitaba Mons. Fernando Ocáriz en su primera carta pastoral[1], tras ser elegido prelado del Opus Dei. Este trato cada vez más profundo con Jesucristo siempre constituirá una fuente inagotable para la vida interior de las personas de todos los tiempos.

Así lo expresaba san Pablo VI: «cuando comienza uno a interesarse por Jesucristo ya no le puede dejar. Siempre queda algo que saber, algo que decir; queda lo más importante. San Juan Evangelista termina su Evangelio precisamente así (Jn 21,25). Es tan grande la riqueza de las cosas que se refieren a Cristo, tanta la profundidad que hemos de explorar y tratar de comprender (…), tanta la luz, la fuerza, la alegría, el anhelo que de Él brotan, tan reales son la experiencia y la vida que de Él nos viene, que parece inconveniente, anticientífico, irreverente, dar por terminada la reflexión que su venida al mundo, su presencia en la historia, en la cultura, y en la hipótesis, por no decir la realidad de su relación vital con nuestra propia conciencia, exigen honestamente de nosotros»[2].


[1] Cfr. F. Ocáriz, Carta pastoral 14-II-2017, n. 8.

[2] Beato Pablo VI, Audiencia general, 20-II-1974

 

 

“Reina de la paz, ruega por nosotros”

Santa María es –así la invoca la Iglesia– la Reina de la paz. Por eso, cuando se alborota tu alma, el ambiente familiar o el profesional, la convivencia en la sociedad o entre los pueblos, no ceses de aclamarla con ese título: «Regina pacis, ora pro nobis!» –Reina de la paz, ¡ruega por nosotros! ¿Has probado, al menos, cuando pierdes la tranquilidad?... –Te sorprenderás de su inmediata eficacia. (Surco, 874)

27 de mayo

No hay paz en muchos corazones, que intentan vanamente compensar la intranquilidad del alma con el ajetreo continuo, con la pequeña satisfacción de bienes que no sacian, porque dejan siempre el amargo regusto de la tristeza. (...)

Cristo, que es nuestra paz, es también el Camino (Ioh XIV, 6.). Si queremos la paz, hemos de seguir sus pasos. La paz es consecuencia de la guerra, de la lucha, de esa lucha ascética, íntima, que cada cristiano debe sostener contra todo lo que, en su vida, no es de Dios: contra la soberbia, la sensualidad, el egoísmo, la superficialidad, la estrechez de corazón. Es inútil clamar por el sosiego exterior si falta tranquilidad en las conciencias, en el fondo del alma, porque del corazón es de donde salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias (Mt XV, 19.). (Es Cristo que pasa, 73)

 

Mensaje del Prelado (25 mayo 2023)

Mons. Fernando Ocáriz invita a abandonar en las manos de la Virgen María nuestras intenciones y las del mundo entero.

25/05/2023​

Queridísimos, ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!

En este mes que, en la Obra, queremos llenar de romerías por todo el mundo, me viene al corazón una honda acción de gracias, confiado en los frutos que vendrán a través de la intercesión de nuestra Madre, al abandonar tantas intenciones en sus manos.

Esos frutos, ciertamente, Dios los da cuando quiere y como quiere y, en primer lugar, nos los concede a nosotros mismos, ya que nuestra oración –aunque sea frágil– nos capacita para recibir tantos dones que el Señor nos quiere regalar: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá (Mt 7, 7). Imploremos del cielo en nuestras romerías, audazmente, muchas gracias de paz en el mundo, de conversión personal, de vocaciones. Esta actitud nos ayuda a crecer en la certeza de que necesitamos a Dios, y eso ya es un primer fruto: alimenta nuestra conciencia de que es él quien saca todo adelante. Y, para ayudarnos a sentirnos acogidos, nos ofrece un camino llano, una vía suave, la Virgen Santísima: A Jesús siempre se va y se “vuelve” por María (Camino, 495).

En esta misión en el mundo que Jesucristo ha querido compartir con nosotros – yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo (Mt 28, 20) –, con su cercanía, nos transmite su alegría. Podemos cultivar, cada vez que vayamos a visitar con cariño a su madre Santísima, el deseo de vivir en todo momento, en cada circunstancia de nuestro día, ante dificultades y alegrías, sabiendo que no estamos solos: la Reina de los apóstoles, como estaba junto a ellos en los primeros pasos de la Iglesia (cfr. Hch 1, 12-14), no nos abandona nunca. Después de que el Maestro, mientras asciende a la diestra de Dios Padre, les ha dicho: “id y predicad a todas las gentes”, se han quedado los discípulos con paz. Pero aún tienen dudas: no saben qué hacer, y se reúnen con María, Reina de los Apóstoles, para convertirse en celosos pregoneros de la Verdad que salvará al mundo (Surco, 232).

No dejéis de uniros a mi oración por los veinticinco nuevos sacerdotes de la Prelatura que recibieron la ordenación el pasado día 20 en Roma.

Con la alegría de la Pascua y con todo cariño, os bendice

vuestro Padre

Roma, 25 de mayo de 2023

 

Santa María, Madre de la Iglesia

El lunes después de Pentecostés la Iglesia celebra la Memoria de “María, Madre de la Iglesia”. Ofrecemos algunos textos para considerar esa fiesta litúrgica.

Icono de María Madre de la Iglesia (Mater Ecclesiae), en la plaza de san Pedro (Roma).

29/05/2023

∙ Decreto sobre la celebración de la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, en el Calendario Romano General (descargar en PDF)

∙ Comentario “La memoria de María, Madre de la Iglesia”, de Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos (descargar en PDF)

∙ Comentario del Evangelio.

∙ Meditación del día.

∙ Textos de san Josemaría.


La historia del mosaico de María, Mater Ecclesiae

Uno de los elementos arquitectónicos más recientes en la plaza de San Pedro es el mosaico dedicado a María "Mater Ecclesiae" junto con el texto Totus Tuus, una muestra más del cariño a la Virgen de san Juan Pablo II.

l mosaico (inspirado en la Madonna della colonna que procedía de la basílica constantiniana) fue colocado el 7 de diciembre de 1981.El mosaico (inspirado en la Madonna della colonna que procedía de la basílica constantiniana) fue colocado el 7 de diciembre de 1981.


Audiencia del Papa Francisco (23 de octubre de 2013)

Me gustaría mirar a María como imagen y modelo de la Iglesia. Y lo hago recuperando una expresión del Concilio Vaticano II. Dice la constitución Lumen gentium: “Como enseñaba san Ambrosio, la Madre de Dios es una figura de la Iglesia en el orden de la fe, la caridad y de la perfecta unión con Cristo” (n. 63).

MARÍA VIVIÓ LA FE EN LA SENCILLEZ DE LAS MILES DE OCUPACIONES Y PREOCUPACIONES COTIDIANAS DE CADA MADRE

Partamos desde el primer aspecto, María como modelo de fe. ¿En qué sentido María es un modelo para la fe de la Iglesia? Pensemos en quién fue la Virgen María: una joven judía, que esperaba con todo el corazón la redención de su pueblo. Pero en aquel corazón de joven hija de Israel, había un secreto que ella misma aún no lo sabía: en el designio del amor de Dios estaba destinada a convertirse en la Madre del Redentor. En la Anunciación, el mensajero de Dios la llama “llena de gracia” y le revela este proyecto. María responde “sí”, y desde ese momento la fe de María recibe una nueva luz: se concentra en Jesús, el Hijo de Dios que se hizo carne en ella y en quien se cumplen las promesas de toda la historia de la salvación. La fe de María es el cumplimiento de la fe de Israel, en ella realmente está reunido todo el camino, la vía de aquel pueblo que esperaba la redención, y en este sentido es el modelo de la fe de la Iglesia, que tiene como centro a Cristo, la encarnación del amor infinito de Dios.

¿Cómo ha vivido María esta fe? La vivió en la sencillez de las miles de ocupaciones y preocupaciones cotidianas de cada madre, en cómo ofrecer los alimentos, la ropa, la atención en el hogar… Esta misma existencia normal de la Virgen fue el terreno donde se desarrolla una relación singular y un diálogo profundo entre ella y Dios, entre ella y su hijo. El “sí” de María, ya perfecto al principio, creció hasta la hora de la Cruz. Allí, su maternidad se ha extendido abrazando a cada uno de nosotros, nuestra vida, para guiarnos a su Hijo. María siempre ha vivido inmersa en el misterio del Dios hecho hombre, como su primera y perfecta discípula, meditando cada cosa en su corazón a la luz del Espíritu Santo, para entender y poner en práctica toda la voluntad de Dios.

Podemos hacernos una pregunta: ¿nos dejamos iluminar por la fe de María, que es Madre nuestra? ¿O la creemos lejana, muy diferente a nosotros? En tiempos de dificultad, de prueba, de oscuridad, la vemos a ella como un modelo de confianza en Dios, que quiere siempre y solamente nuestro bien? Pensemos en ello, ¡tal vez nos hará bien reencontrar a María como modelo y figura de la Iglesia por esta fe que ella tenía!

Llegamos al segundo aspecto: María, modelo de caridad. ¿De qué modo María es para la Iglesia ejemplo viviente del amor? Pensemos en su disponibilidad hacia su prima Isabel. Visitándola, la Virgen María no solo le llevó ayuda material, también eso, pero le llevó a Jesús, quien ya vivía en su vientre. Llevar a Jesús en dicha casa significaba llevar la alegría, la alegría plena. Isabel y Zacarías estaban contentos por el embarazo que parecía imposible a su edad, pero es la joven María la que les lleva el gozo pleno, aquel que viene de Jesús y del Espíritu Santo, y que se expresa en la caridad gratuita, en el compartir, en el ayudarse, en el comprenderse.

Nuestra Señora quiere traernos a todos el gran regalo que es Jesús; y con Él nos trae su amor, su paz, su alegría. Así, la Iglesia es como María, la Iglesia no es un negocio, no es un organismo humanitario, la Iglesia no es una ONG, la Iglesia tiene que llevar a todos hacia Cristo y su evangelio; no se ofrece a sí misma –así sea pequeña, grande, fuerte o débil- la Iglesia lleva a Jesús y debe ser como María cuando fue a visitar a Isabel. ¿Qué llevaba María? A Jesús. La Iglesia lleva a Jesús: ¡este el centro de la Iglesia, llevar a Jesús! Si hipotéticamente, alguna vez sucediera que la Iglesia no lleva a Jesús, ¡esta sería una Iglesia muerta! La Iglesia debe llevar la caridad de Jesús, el amor de Jesús, la caridad de Jesús.

Hemos hablado de María, de Jesús. ¿Qué pasa con nosotros? ¿Con nosotros que somos la Iglesia? ¿Cuál es el amor que llevamos a los demás? Es el amor de Jesús que comparte, que perdona, que acompaña, ¿o es un amor aguado, como se alarga al vino que parece agua? ¿Es un amor fuerte, o débil, al punto que busca las simpatías, que quiere una contrapartida, un amor interesado?

MARÍA REZABA, TRABAJABA, IBA A LA SINAGOGA… PERO CADA ACCIÓN SE REALIZABA SIEMPRE EN PERFECTA UNIÓN CON JESÚS

Otra pregunta: ¿a Jesús le gusta el amor interesado? No, no le gusta, porque el amor debe ser gratuito, como el suyo. ¿Cómo son las relaciones en nuestras parroquias, en nuestras comunidades? ¿Nos tratamos unos a otros como hermanos y hermanas? ¿O nos juzgamos, hablamos mal de los demás, cuidamos cada uno nuestro “patio trasero”? O nos cuidamos unos a otros? ¡Estas son preguntas de la caridad!

Y un último punto brevemente: María, modelo de unión con Cristo. La vida de la Virgen fue la vida de una mujer de su pueblo: María rezaba, trabajaba, iba a la sinagoga… Pero cada acción se realizaba siempre en perfecta unión con Jesús. Esta unión alcanza su culmen en el Calvario: aquí María se une al Hijo en el martirio del corazón y en la ofrenda de la vida al Padre para la salvación de la humanidad. Nuestra Madre ha abrazado el dolor del Hijo y ha aceptado con Él la voluntad del Padre, en aquella obediencia que da fruto, que trae la verdadera victoria sobre el mal y sobre la muerte.

Es hermosa esta realidad que María nos enseña: estar siempre unidos a Jesús. Podemos preguntarnos: ¿Nos acordamos de Jesús sólo cuando algo está mal y tenemos una necesidad? ¿O tenemos una relación constante, una profunda amistad, incluso cuando se trata de seguirlo en el camino de la cruz?

Pidamos al Señor que nos dé su gracia, su fuerza, para que en nuestra vida y en la vida de cada comunidad eclesial se refleje el modelo de María, Madre de la Iglesia.


San Josemaría, ‘El fin sobrenatural de la Iglesia’en Amar a la Iglesia (28-V-1972)

Hace falta que meditemos con frecuencia, para que no se vaya de la cabeza, que la Iglesia es un misterio grande, profundo. No puede ser nunca abarcado en esta tierra. Si la razón intentara explicarlo por sí sola, vería únicamente la reunión de gentes que cumplen ciertos preceptos, que piensan de forma parecida. Pero eso no sería la Santa Iglesia.

En la Santa Iglesia los católicos encontramos nuestra fe, nuestras normas de conducta, nuestra oración, el sentido de la fraternidad, la comunión con todos los hermanos que ya desaparecieron y que se purifican en el Purgatorio —Iglesia purgante—, o con los que gozan ya —Iglesia triunfante— de la visión beatífica, amando eternamente al Dios tres veces Santo. Es la Iglesia que permanece aquí y, al mismo tiempo, trasciende la historia. La Iglesia, que nació bajo el manto de Santa María, y continúa —en la tierra y en el cielo— alabándola como Madre (.


DIOS NOS LA ENTREGA COMO MADRE DE TODOS LOS REGENERADOS EN EL BAUTISMO, Y CONVERTIDOS EN MIEMBROS DE CRISTO: MADRE DE LA IGLESIA ENTERA

San Josemaría, Es Cristo que pasa (139, 3)

Seguramente también vosotros, al ver en estos días a tantos cristianos que expresan de mil formas diversas su cariño a la Virgen Santa María, os sentís más dentro de la Iglesia, más hermanos de todos esos hermanos vuestros. Es como una reunión de familia, cuando los hijos mayores, que la vida ha separado, vuelven a encontrarse junto a su Madre, con ocasión de alguna fiesta. Y, si alguna vez han discutido entre sí y se han tratado mal, aquel día no; aquel día se sienten unidos, se reconocen todos en el afecto común.


San Josemaría, Amigos de Dios (155, 2)

 Alzo en este momento mi corazón a Dios y pido, por mediación de la Virgen Santísima -que está en la Iglesia, pero sobre la Iglesia: entre Cristo y la Iglesia, para proteger, para reinar, para ser Madre de los hombres, como lo es de Jesús Señor Nuestro-; pido que nos conceda esa prudencia a todos, y especialmente a los que, metidos en el torrente circulatorio de la sociedad, deseamos trabajar por Dios: verdaderamente nos conviene aprender a ser prudentes ().


 San Josemaría, Amigos de Dios (281-283)

Me gusta volver con la imaginación a aquellos años en los que Jesús permaneció junto a su Madre, que abarcan casi toda la vida de Nuestro Señor en este mundo. Verle pequeño, cuando María lo cuida y lo besa y lo entretiene. Verle crecer, ante los ojos enamorados de su Madre y de José, su padre en la tierra. Con cuánta ternura y con cuánta delicadeza María y el Santo Patriarca se preocuparían de Jesús durante su infancia y, en silencio, aprenderían mucho y constantemente de Él. Sus almas se irían haciendo al alma de aquel Hijo, Hombre y Dios. Por eso la Madre —y, después de Ella, José— conoce como nadie los sentimientos del Corazón de Cristo, y los dos son el camino mejor, afirmaría que el único, para llegar al Salvador.

Que en cada uno de vosotros, escribía San Ambrosio, esté el alma de María, para alabar al Señor; que en cada uno esté el espíritu de María, para gozarse en Dios. Y este Padre de la iglesia añade unas consideraciones que a primera vista resultan atrevidas, pero que tienen un sentido espiritual claro para la vida del cristiano. Según la carne, una sola es la Madre de Cristo; según la fe, Cristo es fruto de todos nosotros[1].

Si nos identificamos con María, si imitamos sus virtudes, podremos lograr que Cristo nazca, por la gracia, en el alma de muchos que se identificarán con El por la acción del Espíritu Santo. Si imitamos a María, de alguna manera participaremos en su maternidad espiritual. En silencio, como Nuestra Señora; sin que se note, casi sin palabras, con el testimonio íntegro y coherente de una conducta cristiana, con la generosidad de repetir sin cesar un fiat que se renueva como algo íntimo entre nosotros y Dios.

Su mucho amor a Nuestra Señora y su falta de cultura teológica llevó, a un buen cristiano, a hacerme conocer cierta anécdota que voy a narraros, porque —con toda su ingenuidad— es lógica en persona de pocas letras.

Tómelo —me decía— como un desahogo: comprenda mi tristeza ante algunas cosas que suceden en estos tiempos. Durante la preparación y el desarrollo del actual Concilio, se ha propuesto incluir el tema de la Virgen. Así: el tema. ¿Hablan de ese modo los hijos? ¿Es ésa la fe que han profesado siempre los fieles? ¿Desde cuándo el amor a la Virgen es un tema, sobre el que se admita entablar una disputa a propósito de su conveniencia?

LA MADRE DE DIOS Y, POR ESO, MADRE DE TODOS LOS CRISTIANOS, ¿NO SERÁ MADRE DE LA IGLESIA, QUE ES LA REUNIÓN DE LOS QUE HAN SIDO BAUTIZADOS Y HAN RENACIDO EN CRISTO?

Si algo está reñido con el amor, es la cicatería. No me importa ser muy claro; si no lo fuera —continuaba— me parecería una ofensa a Nuestra Madre Santa. Se ha discutido si era o no oportuno llamar a María Madre de la Iglesia. Me molesta descender a más detalles. Pero la Madre de Dios y, por eso, Madre de todos los cristianos, ¿no será Madre de la Iglesia, que es la reunión de los que han sido bautizados y han renacido en Cristo, hijo de María?

No me explico —seguía— de dónde nace la mezquindad de escatimar ese título en alabanza de Nuestra Señora. ¡Qué diferente es la fe de la Iglesia! El tema de la Virgen. ¿Pretenden los hijos plantear el tema del amor a su madre? La quieren y basta. La querrán mucho, si son buenos hijos. Del tema —o del esquema— hablan los extraños, los que estudian el caso con la frialdad del enunciado de un problema. Hasta aquí el desahogo recto y piadoso, pero injusto, de aquella alma simple y devotísima.

Sigamos nosotros ahora considerando este misterio de la Maternidad divina de María, en una oración callada, afirmando desde el fondo del alma: Virgen, Madre de Dios: Aquel a quien los Cielos no pueden contener, se ha encerrado en tu seno para tomar la carne de hombre[2].

Mirad lo que nos hace recitar hoy la liturgia: bienaventuradas sean las entrañas de la Virgen María, que acogieron al Hijo del Padre eterno[3]. Una exclamación vieja y nueva, humana y divina. Es decir al Señor, como se usa en algunos sitios para ensalzar a una persona: ¡bendita sea la madre que te trajo al mundo!


La Virgen del Pilar

Viendo Jesús a María y al discípulo amado, que estaba allí, se dirige a su Madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después habla con el discípulo: ahí tienes a tu Madre. Desde aquel momento la recibió el discípulo por suya. Y nosotros por nuestra. Dios nos la entrega como Madre de todos los regenerados en el Bautismo, y convertidos en miembros de Cristo: Madre de la Iglesia entera. Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros unidos a otros miembros, escribe San Pablo. La que es Madre del Cuerpo es Madre de todos los que se incorporan a Cristo, desde el primer brote de la vida sobrenatural, que se inicia en el Bautismo y se robustece con el crecimiento de los dones del Espíritu Santo (Artículo titulado ‘La Virgen del Pilar’. Publicado en Libro de Aragón, por la CAMP de Zaragoza, Aragón y Rioja, 1976). También se recoge en Por las sendas de la fe (ed. J. A. Loarte) ed. Cristiandad.

 

 

Consagración al Espíritu Santo

En 1971, San Josemaría acudió al Espíritu Santo para que ayudase a todos los fieles del Opus Dei. Desde entonces, esa consagración se repite en los centros del Opus Dei todos los años el día de Pentecostés.

16/05/2023

El 30 de mayo de 1971, San Josemaría quiso consagrar el Opus Dei al Espíritu Santo, pensando en la particular necesidad que tenía la Iglesia de la santidad de todos sus miembros.

Él mismo compuso la oración, que después se ha renovado cada año en todos los centros del Opus Dei en la solemnidad de Pentecostés.

En épocas anteriores, ante situaciones que le llevaron a recurrir a Dios de modo especial, había realizado la consagración del Opus Dei al Dulcísimo Corazón de María, al Corazón de Jesús y a la Sagrada Familia.

Andrés Vázquez de Prada lo relata así en la biografía de san Josemaría:


A las locuciones de 1970, que tanto le ayudaron en su perseverante oración por la Iglesia, siguió pronto un “descubrimiento”: la acción, la efusión del Espíritu Santo en la Misa. Con ello se ensanchó la visión apostólica del Padre para contemplar cómo, por bondad divina, se había dado el florecer del Opus Dei en almas de toda raza, lengua y nación.

No era amigo de proponer devociones particulares, pero sintió la necesidad de que toda la familia del Opus Dei hiciese juntamente una Consagración. Ofrecería la Obra al Espíritu Santo para que siempre fuese instrumento fiel al servicio de la Iglesia.

El día de Pentecostés, 30 de mayo de 1971, a las doce y media de la mañana, hizo la Consagración al Espíritu Santo en el oratorio del Consejo General. Detrás del altar, una gran vidriera iluminada reproducía la escena de la Pentecostés. Durante la ceremonia leyó don Álvaro el texto de la Consagración. Se imploraban los dones del Espíritu Santo, para que los derramase entre sus fieles, uno a uno: el don de entendimiento; el don de sabiduría; el don de ciencia; y el de consejo; y el de temor; y el de fortaleza, «que nos haga firmes en la fe, constantes en la lucha y fielmente perseverantes en la Obra de Dios». Y, finalmente, el don de piedad, «que nos dé el sentido de nuestra filiación divina, la conciencia gozosa y sobrenatural de ser hijos de Dios y, en Jesucristo, hermanos de todos los hombres».

No faltaba la petición por el Pueblo de Dios y sus pastores, cuya situación era causa de tantas lágrimas:

«Te rogamos que asistas siempre a tu Iglesia, y en particular al Romano Pontífice para que nos guíe con su palabra y con su ejemplo, y para que alcance la vida eterna junto con el rebaño que le ha sido confiado; que nunca falten los buenos pastores y que, sirviéndote todos los fieles con santidad de vida y entereza en la fe, lleguemos a la gloria del cielo».

Para la ceremonia de la Consagración, que se renovaría todos los años en los centros de la Obra, compuso el Padre un texto que pasó a don Álvaro, por si quería hacer alguna observación. Al texto original se añadió una referencia al Fundador, para subrayar la fidelidad que siempre deberían manifestarle sus hijos. El Padre hubiera preferido pasar inadvertido; y esa razón de humildad fue la que le llevó a pedir a don Álvaro leer el texto, que en ese pasaje dice actualmente: «Conserva siempre en tu Obra los dones espirituales que le has otorgado, para que, según tu voluntad amabilísima, indisolublemente unidos a nuestro Padre, al Padre y a todos nuestros hermanos, cor unum et anima una, seamos santos y fermento eficaz de santidad entre todos los hombres. Haz que seamos siempre fieles al espíritu que has confiado a nuestro Fundador, y que sepamos conservarlo y transmitirlo en toda su divina integridad» (PR vol. XVII, Documenta Vol. II, Opus Dei (Consagraciones), p. 17).

Aquellas lágrimas de dolor de amor trajeron consigo una lluvia de gracias. El clama, ne cesses! despertó en el alma del Padre un nuevo espíritu de vigilia, que le mantenía atento, siempre pendiente de Dios. Cada locución divina era un paso adelante, un peldaño en la escalada, un juego silencioso entre Dios y el alma. Las palabras estampadas en su espíritu, a fuego, indelebles, abrían cauces insospechados de amor.

Bajo el impulso del Espíritu Santo, buscó refugio en el Corazón Sacratísimo de Jesús, tabernáculo de la misericordia divina. Cuando a primeros de septiembre de 1971 regresó de Caglio, aconsejó a sus hijos recitar con frecuencia una jaculatoria: Cor Iesu Sacratissimum et Misericors, dona nobis pacem!

Así, por parcelas, fragmentariamente, el Padre iba descubriendo a sus hijos algo de la acción del Espíritu Santo en su alma. De ello tomaban éstos nota puntual, después de las meditaciones o de las tertulias en que salía a relucir alguna nueva incidencia espiritual. En octubre de 1971, por ejemplo, les hablaba del acto de abandono que había compuesto:

Señor, Dios mío: en tus manos abandono lo pasado y lo presente y lo futuro, lo pequeño y lo grande, lo poco y lo mucho, lo temporal y lo eterno.

Y, a continuación, pensativamente les comentaba: Para llegar a este acto de abandono, hay que dejarse el pellejo.

Las locuciones divinas impulsaban al Padre al desasimiento. A poco del clama, ne cesses! decía con sencillez a sus hijos: yo estoy siempre pendiente de Dios; estoy más fuera de la tierra que en la tierra. Estas locuciones reconducían su vida interior, metiéndola por cauces nuevos de Amor, hacia los sentimientos misericordiosos del Corazón de Jesús. Pero el Padre se lamentaba, no obstante, de que su correspondencia a la gracia fuese insatisfactoria: En cualquier profesión —exclamaba con desconsuelo—, después de tantos años, sería ya un maestro. En el amor de Dios soy siempre un aprendiz.

Eran las locuciones breves toques de la gracia, que avivaban su alma y le sostenían en la lucha constante contra el desconsuelo. Eran escuetas pinceladas del artista divino, que provocaban respuestas heroicas en el Fundador. Por entonces poseía ya el Padre más que suficiente experiencia para apreciar ese “algo” inconfundible que tienen las palabras de Dios. En su caso particular, describía la nota característica y distintiva de las locuciones diciendo que ese “algo” era breve, concreto, sin oír por el oído... y sin buscarlo.

 

 

Ve y haz tú lo mismo (II): Un solo corazón y una sola alma

Los cristianos formamos parte del Cuerpo de Cristo, su Iglesia. Esta realidad, presente desde la época apostólica, es una guía segura para actuar con iniciativa y responsabilidad, viendo en todos los hombres a hermanos cuya identidad nos interpela.

24/05/2023

Desde el comienzo, los discípulos de Cristo vivían en una relación de comunión tanto en lo espiritual como en lo material. En los Hechos de los Apóstoles se recoge que «perseveraban asiduamente en la doctrina de los Apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones» (Hch 2,42); «todos los creyentes estaban unidos y tenían todas las cosas en común» (Hch 2,44), y «partían el pan en las casas y comían juntos con alegría y sencillez de corazón» (Hechos 2,46).

Esa actitud de los primeros cristianos se extendía en actos de solidaridad tanto con los hermanos como con personas cercanas que padecían necesidad. Los Hechos citan la atención a huérfanos y viudas, el reparto de bienes a los necesitados, las curaciones milagrosas. Así como Jesús había dedicado gran parte de su ministerio a la curación de paralíticos, ciegos o leprosos, a resucitar muertos, alimentar a hambrientos o liberar a los poseídos, también sus discípulos, empujados por la caridad del Espíritu Santo, trataron de imitar el corazón misericordioso de Cristo y de reconocerle en los pobres, enfermos y cautivos.

Al madurar y extenderse, la Iglesia incorporó de forma institucional la atención a las necesidades materiales y espirituales de hombres y mujeres. San Justino, hacia el año 150, describe la reunión dominical de los fieles (la Misa). La asamblea empieza con recuerdos y la lectura de los apóstoles o de los profetas, seguida de una exhortación de quien preside la liturgia y de preces; se ofrece a continuación el pan y el vino y tras la consagración de la acción de gracias se distribuyen a los asistentes; y por último tiene lugar lo que ahora llamaríamos colecta: «los que tienen y quieren, cada uno según su libre determinación, da lo que bien le parece, y lo recogido se entrega al presidente y él socorre con ello a huérfanos y viudas, a los que por enfermedad o por otra causa están necesitados, a los que están en las cárceles, a los forasteros de paso»[1]. Más adelante, esta atención individual cuajó en instituciones como hospitales, orfanatos, escuelas para familias sin recursos o universidades.

Una llamada a cuidar

El papa Francisco y sus predecesores insisten en que no permanezcamos indiferentes ante quien tiene más necesidad y nos impulsan a crear estructuras sociales que contribuyan a que los más desfavorecidos se desarrollen dignamente[2]. Pero, ¿por qué debo ocuparme de los pobres o, si yo mismo lo soy, de quien tiene más necesidad que yo? Para ser un cristiano coherente, ¿no basta con que la vida individual y privada de cada uno sea honesta cara a Dios? Benedicto XVI nos anticipa la respuesta: «el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado»[3], es más, «la unión con Cristo es al mismo tiempo unión con todos los demás a los que él se entrega. No puedo tener a Cristo sólo para mí; únicamente puedo pertenecerle en unión con todos los que son suyos o lo serán»[4].

Ya el Génesis pone, al principio de la historia de la humanidad, la pregunta de Dios por el “otro”: «Caín, ¿dónde está tu hermano Abel?». La respuesta de Caín, «¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?», esconde tras el rechazo de esa responsabilidad la culpa del homicidio (cfr. Gn 4,9). La pregunta de Dios, explica el Papa Francisco, quiere poner en evidencia que no podemos «justificar la indiferencia como única respuesta» y abre la puerta a «crear una cultura diferente que nos oriente a superar las enemistades y a cuidarnos unos a otros»[5]. Aquí están recogidas las dos grandes tentaciones que solemos tener respecto al otro: la frialdad de la indiferencia y la exacerbación de la diferencia.

Adán, Cristo y toda la humanidad

La dimensión social, relacional, de la persona ha quedado empañada en las últimas décadas, especialmente en algunas culturas, por el individualismo, el consumismo, la desaparición de vínculos o el ensalzamiento de la subjetividad.

No era así en la Iglesia primitiva. La mentalidad judía, que caracterizaba también a los primeros cristianos, difería de la nuestra en un aspecto clave: para ellos, Adán (y sobre todo Cristo, como segundo Adán) no era solamente un hombre singular, sino también un ser colectivo que contenía, en su cuerpo, a toda la humanidad. En su significado semita, el hombre no “tiene” un cuerpo, sino que “es” un cuerpo[6]. En hebreo el término basar significa carne, pero también ser vivo –carne animada– y ser humano, incluida el alma. Se usa en la Sagrada Escritura con distintos significados, y en griego se traduce tanto por sarx (carne) como por sôma (cuerpo). El sentido hebreo incluye la unidad entre los seres humanos por su naturaleza compartida y su relación mutua: por eso Eva es “carne de su carne” respecto a Adán. En cambio, sôma remite solamente al individuo, y en este sentido resalta la distinción: más que “tenemos la misma carne (naturaleza)”, tiene el sentido de “mi carne (y, por tanto, mi vida) es distinta de la tuya". Occidente ha heredado esta última acepción.

Cuando la Sagrada Escritura habla de Adán, se está refiriendo también a todo el género humano contenido, de algún modo, en su cuerpo. «Todo el género humano es en Adán "como el cuerpo único de un único hombre")»[7], explica el Catecismo, citando a santo Tomás. Por eso, todo acto bueno de alguno de los miembros favorece la unidad de todo el cuerpo y toda infidelidad, en cambio, la desgaja, provocando la división de la humanidad. El pecado original, al haber sido cometido por Adán, pasa a ser universal, como lo es también la salvación obrada por Cristo. Pablo habla del “hombre viejo” que hay en cada uno de nosotros, por pertenecer al género humano, que queda sepultado por el bautismo, cuando renacemos a una nueva vida en Cristo[8].

En esos primeros siglos, los Padres de la Iglesia ya manifiestan su concepción de la humanidad como un todo, un único cuerpo. Comprenden que, cuando Adán peca, es toda la humanidad la que peca: «llevamos todos su nombre», afirma san Irineo de Lyon[9];«todos salimos del Paraíso junto con Adán, que lo dejó a sus espaldas», escribe san Efrén[10]. Cristo viene a restaurar la unidad perdida en el cuerpo de Adán, a reagrupar el género humano: así como en Babel la humanidad sufre una fuerte división, en Cristo recibimos el Espíritu Santo, que hace que, incluso hablando diversas lenguas, los cristianos podamos entendernos, en una nueva Pentecostés[11].

La Iglesia, cuerpo de Cristo

Llaman la atención las palabras de Jesús cuando se aparece a Saulo, camino a Damasco: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? […] Yo soy Jesús, a quien tú persigues» (Hch 9,4-5). Jesús resucitado identifica a sus discípulos consigo mismo, y Saulo comprende que entre Jesús y la Iglesia hay una unión tan estrecha que forman una unidad, de modo que perseguir a los discípulos significa perseguir al mismo Jesús. Esta identificación de la Iglesia con el cuerpo de Cristo significa que, si yo puedo identificarme con Cristo, y mis hermanos en la fe también, la unión entre nosotros es un vínculo mucho más fuerte que en cualquier institución humana.

Como buen hebreo, para Pablo la noción de cuerpo se refiere a una unidad que trasciende la individualidad del hombre. En Cristo, «por la naturaleza del cuerpo que ha hecho suyo, se contiene de algún modo el conjunto de todo el género humano»[12]. Al encarnarse, Él no sólo toma un cuerpo humano, individual, sino que en cierta manera nos asume a todos, junto a sí, en su cuerpo. Así es como Cristo dirige su salvación a toda la humanidad, de modo que toda ella está llamada y habilitada a formar parte de su cuerpo, la Iglesia. Ésta no es católica, universal, por estar extendida por toda la tierra; ya era católica el día de Pentecostés[13]. La Iglesia es católica porque va dirigida a toda la humanidad, que forma un solo cuerpo, el de Adán, desgajado por el pecado.

De aquí proviene la irrenunciable dimensión social de la Iglesia: es orgánicamente una. Es un cuerpo, el de Cristo (cfr. 1 Cor 12,27), y no una federación de asambleas locales. Por eso si un miembro de la Iglesia sufre en algo, con él sufren los demás[14]. Esto significa que comprenderemos qué significa ser cristiano de modo verdadero y pleno en la medida en que hagamos nuestro este carácter social y vivamos de acuerdo con él. En cambio, cuando lo ignoramos dejamos de mostrar el verdadero rostro de la Iglesia.

La tentación del rechazo

Aunque comprendemos esta realidad –todos somos hermanos como descendientes de Adán, en nuestra humanidad, y como parte del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, por el bautismo-, en nuestro día a día, muchas veces no reconocemos al otro como tal. A veces son primeras impresiones las que nos distancian, otras veces un juicio elaborado a partir de una experiencia continuada; en ocasiones la defensa de un bien o una verdad nos hace duros o sarcásticos; en otras ocasiones la fragilidad o el error en la vida de otros nos molestan. Entre católicos, opciones legítimas pueden acabar convirtiendo a personas rectas, buenas, comprometidas, en enemigos de bandos opuestos, sea por el modo de participar en la Misa, sea por las elecciones vinculadas a la educación de los hijos, sea por los autores a los que se sigue con más frecuencia. A veces hace falta muy poco para que los cristianos olvidemos que lo que nos une es algo mucho más fuerte y profundo de lo que puede ser motivo de división: defectos de carácter, modos de reaccionar ante un mal moral o social, divergencia de opiniones sobre el mejor modo de evangelizar, la opinión en cuestiones de política, etc.

Lo expresa C. S. Lewis de forma muy gráfica, en el conocido libro “Cartas del diablo a su sobrino”, donde el demonio experimentado explica al aprendiz precisamente que la iglesia visible puede ser una “tentación” por la que los cristianos nos dejamos llevar con asombrosa facilidad. Da algunos ejemplos, llenos de agudeza y buen humor, de cómo al “paciente”, un hombre recién convertido al catolicismo, le cuesta entender el tesoro de la comunión en la diversidad incluso durante las ceremonias litúrgicas: «Tu paciente, gracias a Nuestro Padre de las Profundidades, es un insensato, y con tal de que alguno de esos vecinos desafine al cantar, o lleve botas que crujan, o tenga papada, o vista de modo extravagante, el paciente creerá con facilidad que, por tanto, su religión tiene que ser, en algún sentido, ridícula»[15].

En este sentido, las relaciones entre los cristianos pueden aprender mucho de la fraternidad humana. Es una experiencia universal para quien tiene hermanos que, a pesar de posibles enfrentamientos, la presencia de un problema externo (acoso escolar, la enfermedad de uno de los padres, la muerte de un ser querido…) suele tener como reacción inmediata el olvido de conflictos menores, que da paso al apoyo, el cariño y la defensa recíproca. También personas en extremos opuestos en cuanto a sus ideas recuperan la humanidad del otro a veces, precisamente, por motivos de este tipo: porque su marido está enfermo de cáncer, porque se ha quedado sin trabajo, porque su hija ha nacido prematura. Estas situaciones, en las que enfrentamos el dolor, son muchas veces ocasión para que abramos los ojos y veamos que “somos corresponsables de cuidar el mundo, estableciendo relaciones fundadas en la caridad, la justicia y el respeto, especialmente superando la enfermedad de la indiferencia”[16].

Responsabilidad personal en la salvación de todos

Al considerar la humanidad como una unidad, el cristianismo también hereda del judaísmo su concepción comunitaria de salvación[17]. Es decir, la fe no se reduce a «una opción individual que se hace en la intimidad del creyente […] Por su misma naturaleza, se abre al “nosotros”, se da siempre dentro de la comunión de la Iglesia […] Por eso, quien cree nunca está solo»[18]. Los demás hombres y mujeres forman parte de la propia vida y pasan a formar parte también de la propia responsabilidad personal, al pertenecer todos al mismo cuerpo. Son hermanos por los que velamos, con los que nos reconciliamos, a los que amamos. Ser cristiano no queda reducido a la conciencia individual de cada fiel.

Nuestra personalidad será tanto más fuerte cuanto más sólida sea nuestra pertenencia al cuerpo de Cristo. No podemos caer en la comodidad de pensar que es la Iglesia, como institución, la responsable de velar por los hermanos, a través de sus organismos caritativos, asistenciales, educativos, etc., y que a mí, bautizado de a pie, me corresponde solamente sacar a adelante mi propia vida y la de los más allegados. «Ningún alma, ¡ninguna!, puede resultarte indiferente», afirma con rotundidad san Josemaría[19].

El modo en que comprendemos la fe, también en su dimensión social, incide directamente en nuestro actuar. Por tanto, plantear la propia vida al margen de los demás no es coherente con la dimensión social de la humanidad, asumida por Cristo.

Esto tiene consecuencias prácticas directas: ¿Me siento responsable de los demás, de que sean más felices, se sientan acogidos y comprendidos, acompañados hacia Cristo, Camino, Verdad y Vida? ¿Al defender mis opiniones, lo hago siempre con una mirada y un tono que reconocen al otro en su humanidad? ¿Veo en los demás hermanos con los que construir la Iglesia?

Una familia fuerte

La falta de unidad en la Iglesia, sea por indiferencia o por discrepancia, puede recordarnos a la torre de Babel. Esta vez el problema no se da necesariamente entre vecinos, sino quizás en redes sociales, a través de publicaciones en medios de comunicación, ataques desde cuentas anónimas o escritos que ponen en ridículo otras formas de pensar, etc. Tras dos milenios de expansión y crecimiento de la Iglesia, se han fortalecido algunos aspectos (teología, pastoral, evangelización…), pero encontramos divisiones, muchas veces dentro de una misma comunidad. Entre quienes prefieren un modo u otro de celebrar los actos litúrgicos, quienes votan distintos partidos políticos o quienes defienden modos diversos de llevar a cabo la evangelización se puede levantar la bandera de “esta es la opción verdaderamente católica”. San Josemaría alertaba: «Me parece oír gritar a San Pablo, cuando dice a los de Corinto: (…) ¿acaso Cristo está dividido?; ¿por ventura Pablo ha sido crucificado por vosotros, o habéis sido bautizados en su nombre, para que vayáis diciendo: yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, o yo de Cristo?»[20].

Las heridas del cuerpo de Cristo duelen, porque es una fractura en lo más íntimo de la identidad cristiana: estamos llamados a ser miembros de un Cuerpo, piedras vivas que edifiquen la Iglesia… y la misión de evangelizar se ve afectada por divisiones entre quienes deberíamos colaborar con alegría. Por este motivo, la Iglesia no deja de animarnos a cuidar este aspecto, recordándonos que estamos llamados a ser «fuerzas de unidad dentro del Cuerpo de Cristo (...). Con gran humildad y confianza pidamos al Espíritu que cada día nos haga capaces de crecer en la santidad que nos hará piedras vivas del templo que Él está levantando justamente ahora en el mundo. Si tenemos que ser auténticas fuerzas de unidad, (...) perdonemos las ofensas padecidas y dominemos todo sentimiento de rabia y de enfrentamiento»[21].

Al preocuparnos por los demás, fortalecemos a la Iglesia y a toda la humanidad, y, sobre todo, contribuimos a construir la Iglesia, haciendo posible su misión de llevar el mensaje de Cristo a quienes están a nuestro alrededor, como hicieron los primeros cristianos: «todos quedaron llenos del Espíritu Santo y anunciaban decididamente la Palabra de Dios» (Hechos 4,31), ya que «la multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma» (Hechos 4,32).


[1] San Justino, I Apología, 67.

[2] Cfr. Francisco, Fratelli Tutti, 116, 137, 168-169, 179, 183, 186.

[3] Benedicto XVI, Sacramentum caritatis, 83.

[4] Benedicto XVI, Deus caritas est, 14.

[5] Francisco, Fratelli Tutti, 57.

[6] Cfr. Rom 12,4-5; 1 Cor 10,17; 1 Cor 12,13.

[7] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 404; cfr. Santo Tomás de Aquino, Quaestiones disputatae de malo, 4,1.

[8] Cfr. Francisco, Audiencia 9.V.2018; Ef 4, 20-24.

[9] San Irineo, Contra herejes, III, 23, 2.

[10] San Efrén el Sirio, Himno 49.

[11] Cfr. Juan Pablo II, Audiencia general, 29.VII.1998.

[12] Cfr. Hilario de Poitiers, In Mt. IV 12.

[13] Cfr. De Lubac, Catolicismo, 37-38.

[14] Cfr. Lumen Gentium, 7.

[15] C. S. Lewis, Cartas del diablo a su sobrino, Rialp, Madrid, 2015, 20-21.

[16] Fernando Ocáriz, “Agrandar el corazón” en Be to care, 29.IX.2022.

[17] Cfr. De Lubac, Catolicismo, 46.

[18] Francisco, Lumen Fidei, 39.

[19] San Josemaría, Forja, 951.

[20] San Josemaría, Carta n. 4, n. 19 (1Co 1,13).

[21] Benedicto XVI, Homilía 19.IV.2008.

 

Pentecostés 2023

Judíos y cristianos celebran la fiesta de Pentecostés; si bien, con distinto sentido. Los judíos conmemoran la entrega de la Ley ( los Diez Mandamientos) a Moisés en el monte Sinaí, cincuenta días después de la salida de Egipto, hecho que dio lugar al nacimiento de la religión judía.

Pentecostés, para lo cristianos, es la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, que sucedió cincuenta días después de la Resurrección del Señor. Con la venida del Espíritu Santo, se realizó la Promesa de Jesús a los Apóstoles: mientras comía con ellos, ya resucitado, les ordenó: “Permaneced en Jerusalén hasta que seáis revestidos de la fortaleza de lo Alto (...) . Seréis bautizados en Espíritu Santo. Él os enseñará todo lo que Yo os he dicho y seréis mis testigos en Judea, Samaria y hasta los confines de la Tierra” (Hechos, 1: 4-8). Reunidos “con María la Madre de Jesús y algunas mujeres” en el Cenáculo, el Espíritu Santo se manifestó como “lenguas de fuego que se posaban sobre cada uno”, y se oyó un ruido estremecedor. A partir de ese momento, comprendieron las enseñanzas de Jesús y comenzaron a predicar con valentía, dando testimonio de la Resurrección de Cristo, perdido el miedo que les retenía “con las puertas cerradas por miedo a los judíos” (natural, pues habían matado al Maestro). Todos recibieron un martirio cruento, excepto Juan, que, como la Virgen, había sufrido el martirio de ver a Jesús morir en la Cruz.

El Espíritu Santo es Dios, la Tercera persona de la Santísima Trinidad. Su atributo esencial es el AMOR. En la Iglesia, es el Santificador. También, se le llama PARÁCLITO ( Consolador). Es el que nos inspira o ilumina, nos impulsa a realizar buenas obras, y nos da ánimo.

La Iglesia Católica celebra la Vigilia de Pentecostés; los cristianos de la Renovación Carismática, además, el QUINARIO. En la actualidad y con distintos nombres, se realizan Retiros Carismáticos, con innumerables conversiones y sanaciones físicas y espirituales por la acción del Santo Espíritu. Muy interesante esta oración al Espíritu Santo ( la recomiendo especialmente a los políticos, profesores y jueces  ): “Espíritu Santo...,  apura para mí el tiempo de una vida llena de tu Espíritu. (...); que ninguna fuerza humana me impida hacer honor a mi vocación cristiana; que ningún interés, por descuido mío, vaya contra la justicia; que ningún egoísmo reduzca en mí los espacios infinitos del amor. Todo sea grande en mí; también, el culto a la verdad y el cumplimiento de mi deber hasta la muerte. Que la efusión de tu Espíritu de amor venga sobre mí, sobre la Iglesia y sobre el mundo entero. Así sea” (San Juan XXIII).

 

Josefa Romo Garlito

 

 

LAS “ALIANZAS” DE LA BODA. EL ANILLO EN EL DEDO ANULAR

José Martínez Colín

1)  Para saber

En una familia los padres hablaban del ya inminente nacimiento de su nuevo hijo. El padre comentó que habría que mudarse de casa. Entonces el hijo pequeño que escuchaba atento comentó: “Será inútil, de todas maneras nos encontrará”. Como alguien ha dicho, un hijo no es un problema, sino un regalo, un don, un bien.

Con motivo del Día Internacional de las Familias, que se celebra cada 15 de mayo, el papa Francisco declaró que “la familia es el principal antídoto contra el problema del invierno demográfico”, e hizo un llamado a nivel internacional a promover políticas “amigas de la familia” que acojan la vida.

Para el papa Francisco, la familia es el principal antídoto contra la pobreza, material y espiritual. Y a pesar de los momentos difíciles que atraviesan, hay una alegría que proviene de ser familia, percibida como un regalo, con un íntimo sentido de gratitud.

2)  Para pensar

Una familia está bien consolidada en la alianza que establecen los esposos entre ellos. Ello está significado en los anillos que se intercambian el día de su boda. Un sacerdote español, el padre Bronchalo, explicaba por qué esos anillos se ponen en el dedo anular. Se puede recordar que tiene que ver etimológicamente con ‘anulado’, es decir, algo que es descartado por débil, pues es difícil levantar sólo ese dedo con el puño cerrado. Tener el anillo en el dedo anular es un recordatorio a los esposos que es en la debilidad donde más necesitan amarse, pues la debilidad propia nos va a acompañar toda la vida. Por ello se prometen ser fieles en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y amarse y respetarse todos los días de su vida. El Matrimonio es una Alianza para siempre. Es la razón por la que a los anillos de boda se les llama Alianzas.

A veces se quiere a alguien por sus buenas cualidades: fuerza, simpatía, belleza o generosidad. Pero sólo quien ama de verdad lo hará con todas sus debilidades, defectos y miserias. El Matrimonio, siendo algo serio para toda la vida, requiere de un amor firme en donde se acepten las debilidades.

Recomienda el padre Bronchalo a los esposos que cuando tengan una dificultad y les cueste quererse se besen mutuamente el dedo anular con el anillo en señal de veneración y amor. Así es posible, con la ayuda de Dios, que el amor sea para toda la vida.

3)  Para vivir

Es común desear a los recién casados, que sean muy felices toda la vida. Recordaba el papa Francisco que la alegría de ser una familia no significa que todo vaya bien, ni que no haya problemas, pues suele haberlos, hay periodos más serenos y otros más difíciles. Pero hay una alegría que no obstante las dificultades, proviene de verse a sí misma como un don, un regalo de Dios. Así brotará un íntimo sentido de gratitud a Dios y a nuestros antepasados. Y no se trata de familias especiales, sino de cualquiera.

Por último, el papa pidió a las familias dedicar tiempo a la oración, al diálogo con los hijos, y a la vida comunitaria en la Iglesia.

 

 

Seamos una familia en salida, una familia misionera en los tiempos modernos

Actualmente, la sociedad nos invita a quedarnos en el yo, es decir, a buscar solo nuestro bien, nuestra comodidad y olvidarnos de las complicaciones que implica el estar en salida, el ir hacia el otro para ayudarle y darle un poco de nosotros mismos.

Nuestras familias también se contagian de esta tendencia y muchas veces solo buscamos quedarnos en casa, sin complicarnos mucho, aunque esto implique que nos volvamos un poco antisociales.

En otros casos, lo que buscamos más bien es proteger a nuestros hijos de estas ideologías, pero nos olvidamos que nuestro testimonio en la sociedad puede ser luz para otras familias que se encuentran más confundidas o que se sienten perdidas en la vida cotidiana.

Es por esto que debemos ser valientes y buscar ser una familia en salida misionera y así tratar de ayudar a otras familias para caminar juntas por el camino que lleva a la salvación, por eso aquí te dejo mis 5Tips para lograrlo.

PRIMERO. Una buena comunicación es básica.

Nadie da lo que no tiene, por eso debemos saber comunicar correctamente lo que pensamos y sentimos, primero con nuestra familia y después con las otras familias y con la sociedad. A esto se le llama dar testimonio.

Es necesario establecer canales claros de comunicación entre cada uno de los miembros de nuestra familia para que exista confianza y podamos establecer un estilo de vida familiar, que será lo que comuniquemos a los demás después.

Esta comunicación debe ser personal, abierta, oportuna, empática y siempre buscando el bien mayor para todos.

Mamá y papá debemos estar siempre dispuestos y abiertos a escuchar a los hijos, sus gritos, preocupaciones, sentimientos y emociones para poder ayudarles de forma oportuna y adecuada.

Una buena comunicación puede hacer la diferencia en la vida de nuestros hijos y esto es lo que les dará la seguridad para buscar dar testimonio con los demás.

SEGUNDO. La generosidad debe ser un valor familiar.

Un corazón generoso solo puede pensar en darse a los demás, es así que debemos educar a nuestros hijos para que no tengan miedo de compartir lo que tienen, ya sea material o sus talentos, con los que menos tienen o los que más necesitan de su ayuda y comprensión.

La generosidad se alimenta del amor de Dios y por lo mismo debemos buscar compartirlo con los que no lo pueden sentir.

Y siempre es mejor que la generosidad sea un estilo de vida familiar para que se pueda dar testimonio de ella.

TERCERO. Que todos, como familia, se den cuenta de todo lo bueno que tienen.

Y es que solo el que se sabe amado, bendecido y lleno puede estar dispuesto a darse a los demás, a vaciarse para que los otros se puedan llenar de las bendiciones que Dios le concede.

Este ejercicio es necesario hacerlo constantemente en nuestra familia ya que es muy fácil que nuestros hijos se sientan merecedores de lo que les vamos dando con gran esfuerzo y con la ayuda de Dios, pero si los enseñamos a ser agradecidos, a darse cuenta de que todo lo que tenemos es pura gracia y don de Dios, entonces estarán dispuestos a compartir todo esto con los demás.

Solo un corazón agradecido puede darse por amor a los que lo necesitan, sin buscar nada a cambio.

CUARTO. Hay que poner los talentos al servicio de los más necesitados.

Es muy bueno que nuestros hijos, desde pequeños, ubiquen que los talentos o dones que Dios les ha dado no son para que se los queden ellos y nada más, sino que son para que los hagan crecer y puedan beneficiar con ellos a los que los rodean.

Si cada uno pone sus talentos en favor de la familia, entonces tendremos una gran diversidad de talentos de los que podremos echar mano para hacer la vida más bella y sencilla a la vez.

Esto también lo podemos aplicar para con las otras familias, esas que nos rodean ya sea en la escuela, en la parroquia, en el deporte o en la sociedad en general.

Que nuestro testimonio de amor y servicio sea tan grande que contagie a los que están más alejados de Dios para acercarse y ver qué es lo que se necesita para vivir tan alegre y libremente.

Y QUINTO. Trabajemos la empatía.

Para lograr salir de uno mismo es necesario sentir lo que el otro siente, sentir con el otro: sus necesidades, angustias, alegrías y tristezas; de esta forma seremos capaces de hacer un esfuerzo extra para salir de nuestra comodidad, de nuestra hermosa vida familiar y buscar compartirla con los que no viven igual, con los que necesitan de nosotros para seguir adelante y tomar mejores decisiones en sus propias vidas.

La empatía es una herramienta muy necesaria que se trabaja en nuestros hijos desde muy pequeños haciéndoles conciencia de que no solo ellos necesitan cosas, no solo ellos sienten dolor, no solo ellos están cansados sino que, quizá el de al lado está más enfermo que ellos, quizá tiene menos comida que ellos y esto los tienen que sensibilizar para que sean capaces de sentir lo que los demás sienten y se mueva su corazón para ir al encuentro del otro y compartir todo lo que, por gracia de Dios, hay de bueno en su corazón.

Si logramos que este estilo de vida sea de toda la familia podremos decir que somos una familia misionera, porque llevamos el Amor de Dios a los que no lo conocen.

 

 

Robando la inocencia

Hace un par de meses corrieron ríos de tinta, tanto para denunciar que la ONU estaba promoviendo la despenalización de la pedofilia, como para desmentir dicha noticia. Lo cierto es, que en el documento: “Los Principios del 8 de marzo para un enfoque del derecho penal basado en los derechos humanos que proscribe conductas asociadas con el sexo, la reproducción, el consumo de drogas, el VIH y la falta de vivienda y pobreza” dice en el Principio 16 sobre Conducta Sexual Consensual: “La conducta sexual consentida, independientemente del tipo de actividad sexual, el sexo/género, la orientación sexual, la identidad de género o la expresión de género de las personas implicadas o su estado civil, no podrá ser tipificada como delito en ningún caso. Las relaciones sexuales consensuadas entre personas del mismo sexo, así como las relaciones sexuales consensuales entre sexos diferentes, o las relaciones sexuales consensuadas con o entre personas trans, no binarias y otras personas de género diverso, o fuera del matrimonio, ya sea prematrimonial o extramatrimonial no pueden ser criminalizadas. Con respecto a la aplicación de la ley penal, cualquier edad mínima prescrita para el consentimiento sexual debe aplicarse de manera no discriminatoria. La ejecución no puede estar vinculada al sexo/género de los participantes o la edad de consentimiento para el matrimonio. Además, la conducta sexual en la que participen personas menores de la edad mínima de consentimiento para las relaciones sexuales prescrita en el país puede ser consentida de hecho, si no de derecho. En este contexto, la aplicación de la ley penal debe reflejar los derechos y la capacidad de las personas menores de 18 años para tomar decisiones sobre la participación en conductas sexuales consensuales y su derecho a ser escuchados en la materia. De acuerdo con sus capacidades evolutivas y su autonomía progresiva, las personas menores de 18 años deben participar en las decisiones que les afecten, teniendo debidamente en cuenta su edad, madurez e interés superior, y con especial atención a las garantías de no discriminación.” (1)

A pesar de lo escandaloso del texto, la mayoría de los grandes medios de comunicación consiguieron apaciguar el alboroto alegando que se trataba de una tergiversación y que dichos principios se referían a “adolescentes de edades similares para actividad sexual consensuada entre ellos”. Sin embargo, en dicho documento, no se define explícitamente que dicha relación tenga que ser con alguien de edad similar.

El revuelo, que parecía calmado, volvió a principios de mayo cuando el autor y periodista holandés David Sorensen, fundador de la Plataforma StopWorldControl (2) declaró que las Naciones Unidas (ONU) en unión con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el apoyo de otras organizaciones como Planned Parenthood y la Fundación Bill & Melinda Gates; están trabajando para la normalización de la pedofilia a nivel mundial. Su bien documentada investigación demuestra, cómo varias organizaciones internacionales están promoviendo la sexualización de la infancia al derribar, a través de la llamada educación sexual, los sistemas de defensa naturales de los niños; dejándolos, vulnerables ante los depredadores sexuales. Estas organizaciones parten de la falacia de que el niño es un ser sexual prácticamente desde su nacimiento lo que hace necesario que éste, desde la más tierna infancia, conozca y comprenda su sexualidad a fin de que pueda desarrollar relaciones sociales y sexuales respetuosas. 

Si la “Educación Sexual Integral” promovida por la ONU, insta a los educadores a que enseñen al niño, a partir de los nueve años, a proporcionarse placer a sí mismo; los “Estándares para la Educación Sexual en Europa”, de la OMS, son aún más pérfidos pues aconsejan a los educadores a animar a los niños, de cero a cuatro años, a descubrir el “disfrute y el placer de tocarse”. El “sexo en los medios” es el tema por tratar entre los niños de seis a nueve años y para los niños de nueve a doce años, la OMS aconseja a los educadores que permitan a los niños tomar una “decisión consciente” sobre si desean tener experiencias sexuales o no.

Por otro lado, la Fundación Rutgers, financiada por la Fundación Bill y Melinda Gates y estrechamente relacionada con la OMS, la ONU y Planned Parenthood; imparte “educación sexual” en 27 países. En su informe, Sorensen demuestra que su más reciente plan de estudios de educación sexual, Spring Fever (fiebre de primavera) “promueve, a través de historietas con imágenes, las relaciones sexuales entre niños de al menos 9 años y siempre y cuando, claro está, que éstas sean “consensuadas”. Además, en dichas historietas, se incluyen las prácticas homosexuales a través de varias imágenes de; dos niños o dos niñas que dicen ser “pareja y algo más”. Por si fuese poco, las historietas dirigidas a los menores de edad también promueven todo tipo de perversidades sexuales.

¿Nos sorprenden estos datos? No deberían, puesto que desde hace ya algunos años es, cada vez más frecuente: la presencia de los llamados “drag queens” (travestidos) en innumerables escuelas, bibliotecas y hasta lugares de ocio; los padres indignados al enterarse que sus hijos tienen acceso a la más abyecta pornografía, mas no a escondidas, sino como parte de la asignatura escolar; los políticos que afirman que los niños pueden tener relaciones sexuales con quienes deseen; los programas y la música que presentan todo tipo de perversiones y obscenidades.

Estamos, en apariencia, librando un combate terriblemente desigual en la que nos jugamos, no solamente la salud mental y la integridad física de nuestros hijos, sino sus mismas almas. Nuestra batalla no es cultural, sino espiritual. No es nuestra lucha contra la sangre y la carne sino contra los principados, contra las potestades, contra los grandes poderes de este mundo, contra los espíritus del mal. Mas, para tan descomunal batalla contamos, como nos recuerda san Pablo; con la armadura de Dios, con la coraza de la justicia, con el Evangelio de la paz, el escudo de la fe y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Y además, contamos con toda suerte de oraciones y plegarias, en especial el santo rosario. Recordemos que los cristianos hemos librado nuestras mejores batallas, espada en mano y de rodillas. Y digamos como Donoso Cortes: “Toda mi doctrina está aquí: el triunfo natural del mal sobre el bien, y el triunfo sobrenatural de Dios sobre el mal. Aquí está la condenación de todos los sistemas progresistas y perfecciones con que los modernos filósofos, embaucadores de profesión, han intentado adormecer a los pueblos, esos niños inmortales”.

 

Plasticidad neuronal

Hablar de los conceptos de personeidad y personalidad, que estableció  Zubiri  (de los que hoy se hacen eco numerosos autores [1]), obliga a hablar de plasticidad neural, lo que implica que cada ser humano es siempre el mismo pero no siempre lo mismo.

Por la personeidad, el ser humano mantiene su identidad personal desde la concepción hasta la muerte, durante toda su vida. En cambio, la personalidad va unida al despliegue de las potencialidades, viniendo a ser el punto de llegada, en cierto sentido, la meta de la realidad humana.

El cerebro con el que nacemos va cambiando, se va moldeando, al compás del acontecer vital. Es la base orgánica, biológica, de la formación de la personalidad. Es el soporte biológico de la capacidad de aprender, de reaccionar de distinta forma ante los eventos, de ilusionarse, de razonar, de memorizar, etc. Y hay que añadir el hecho de que persisten unas pocas células madre en el cerebro adulto.

Los gemelos univitelinos son cada uno distinto del otro, cada cual con su propia personalidad.

El materialismo explica de forma "dogmática" que lo inmaterial procede de lo material. Por otra parte, el idealismo declara que todo es inmaterial. Pero el hombre es una unidad alma-cuerpo, en que lo somático va en perfecta sintonía con lo espiritual: por ejemplo, una preocupación puede originar elevación de la tensión arterial; el optimismo ayuda en la terapia de las alteraciones orgánicas; un día soleado provoca alegría, fomenta la ilusión.

Las tres habitudes radicales de que habla Zubiri (nutrirse, sentir, inteligir) se relacionan entre sí. Todo habla de unidad, de co-principios entrelazados unitariamente, en que la materia está formalizada, y la mente a su vez es influida por el soma. A este respecto, Zubiri, al igual que San Juan Pablo II y muchos otros autores, hablan de una unidad en el hombre, en que se entrelazan lo espiritual, lo mental, lo psíquico (sustantividad psíquica), con una realidad orgánica, biológica, múltiple (con millones de sustancias materiales), constituyendo así una unidad estructural. Esto explica que lo mental es biológico, y lo biológico es mental.

Decía Cajal 2 que cada ser humano puede ser escultor de su propio cerebro: "La corteza cerebral se parece a un jardín poblado de numerosos árboles (las células piramidales), que gracias a un cultivo inteligente pueden multiplicar sus ramas, profundizar en sus raíces y producir flores y frutos, cada vez más variados y exquisitos"

 

El cerebro no es estático.

    La plasticidad en el cerebro consiste en la capacidad de producirse en el mismo cambios físicos, sinápticos, moleculares, en la expresión genética, etc. A este respecto, Cajal decía que la información se acumula en el cerebro mediante cambios anatómicos neuronales. 

(Y la plasticidad no significa que el cerebro masculino se torne en femenino, y a la inversa)

Ejemplos de plasticidad 3 :

Hay un aumento del ARN de las neuronas cuando se incrementa la actividad neuronal.

   Plasticidad sináptica: La repetición de conexiones refuerza las sinapsis. Sherrington hablaba de plasticidad sináptica para explicar los cambios funcionales de las sinapsis.

   Plasticidad en la neurogénesis (en el desarrollo): En el encéfalo adulto existen células madre. La muerte súbita neuronal desencadena la neurogénesis a partir de tales células madre.

   Procesamiento funcional compensatorio: Los ancianos entrenados usan las mismas áreas cerebrales que los jóvenes, y se activan más áreas  e incluso en los dos hemisferios.

   La plasticidad adaptativa se da sobre todo en los procesos de aprendizaje y memoria, en que se generan o modifican circuitos neuronales, como proceso de adaptación.

La plasticidad reactiva se da cuando se producen ajustes metabólicos ante cambios de corta duración, como por ejemplo una falta de oxígeno temporal.

La plasticidad reconstructiva hace que el cerebro recupere parcial o totalmente funciones perdidas por una lesión.

La plasticidad evolutiva es el proceso que ocurre en el cerebro en su maduración, por la que el ambiente, la educación, pueden hacer que cambien los patrones de conectividad.

Memoria y plasticidad: Los cambios sinápticos fundamentales en la memoria se dan en el hipocampo. La fijación de los recuerdos produce modificación en las sinapsis de esta estructura. El aprendizaje incrementa la actividad de la corteza prefrontal.

Trastornos psiquiátricos y plasticidad: Defectos en los mecanismos de plasticidad sináptica en la corteza prefrontal podrían intervenir en los mecanismos de trastornos psiquiátricos, tales como la esquizofrenia, la drogadicción, alteraciones del estado del ánimo, la enfermedad de Alzheimer.

Diferentes regiones cerebrales, si es necesario, pueden  realizar diferentes tareas, como ocurre en pacientes que por un accidente cerebral han perdido el habla o la motilidad de un miembro. Por otra parte, en las lesiones cerebrales se observan cambios significativos en la topografía de los mapas somatomotores de la corteza cerebral. Con entrenamiento y ejercicio puede llegarse a recuperar la función. La reorganización funcional del área lesionada va con la participación de áreas vecinas homólogas del hemisferio contralateral, con incremento de la actividad en vías paralelas a la zona lesionada.

   Se observa recuperación motora con el tiempo en enfermos hemisferectomizados (con extirpación de un hemisferio cerebral).

Los violinistas tienen un gran desarrollo de las áreas cerebrales correspondientes a  los dedos de la mano izquierda. Los ciegos que leen Braille tienen una representación mayor de los dedos índices en las cortezas motoras y sensitivas (y también se activan zonas visuales).  

Es muy difícil emular, de forma artificial, la plasticidad cerebral.

Los juegos interactivos favorecen la plasticidad neuronal, pero el uso excesivo de las modernas técnicas electrónicas (Internet, teléfono móvil, vídeos, música, etc.), sin negar los evidentes beneficios que aportan, afecta de forma negativa a los mecanismos cerebrales del aprendizaje, de la memoria y de la atención (Carr 4).

[1] Sólo en la bibliografía sobre Xavier Zubiri recibida en la Fundacion que lleva su nombre entre 1993 y noviembre de 2004 figuran más de 100 autores. Por poner algunos ejemplos, podemos destacar en España a Pedro Laín Entralgo, Mariano Yela, Blanca Castilla o Rafael Lazcano, quien publica en la The Xabier Zubiri Foundation of North America, Wasihington D.C.

 

2 Ramón y Cajal, S. 1981. Recuerdos de mi vida: Historia de mi labor científica. AlianzaEditorial. Madrid.

 

 3 Consultar últimas ediciones de textos de Neurociencias:

Neurociencia. Purves, D., Augustune, G., Fitzpatrick, D., Hall, W. C., Lamnatia, A. – S., Williams, S. M. Ed. Médica Panamericana. Madrid

Principios de Neurociencia. D. E. Haines. Ed. Elsevier Science

El sistema nervioso central humano (dos tomos).  R. Nieuwenhuys, J. Voog y C. van Huijzen. Ed. Médica Panamericana

 Neurociencia. La exploración del cerebro. M. F. Bear, B. Connors y M. Paradiso. Wolters
Kluver – Lippincott – Williams & Wilkins

Neuroanatomía Clínica. R. S. Snell. Ed. Médica Panamericana

Principles of Neuroscience. E. R. Kandel. Ed. McGraw Hill

4 Carr, R ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Superficiales. Taurus Pensamiento.  Prisa Ediciones. 2014

 

 

Peregrina al corazón de la cristiandad

Visita Roma con la Fundación CARF, y la descubrirás desde otra perspectiva.

¡Lanzamos la edición 2023!

Reserva ahora

 

Peregrina a Roma y al Vaticano CARF arrow down white

Descubre Roma desde otra perspectiva

Muy cerca de la plaza de san Pedro, vivirás una experiencia inolvidable alojado a pocos metros de donde vive y trabaja el santo padre Francisco.

Hoteles en los que nos alojaremos:

La asignación de hotel se realizará en función del orden de reserva de plaza.

Roma: alojamiento junto al Vaticano

Desayunos, 4 comidas y 1 cena

17 al 22 de octubre de 2023

¿Quieres vivir una experiencia inolvidable?

Reserva ahora

Papa Francisco-Roma - Vaticano - Peregrinaciones y viajes religiosos con CARF

Audiencia con el papa Francisco

Audiencia pública con el papa Francisco en la plaza san Pedro, la tradicional de todos los miércoles.

El papa recorre la plaza para saludar a los peregrinos desde un vehículo descubierto. Luego, durante el encuentro se hacen lecturas y cánticos, y el santo padre imparte su bendición a los asistentes al terminar el encuentro.

Necrópolis Vaticana - Roma - Vaticano - Peregrinaciones y viajes religiosos con CARF Vaticano

Visita a la necrópolis vaticana
(scavi vatican)

Esta impresionante necrópolis, ubicada bajo la basílica, y donde se encuentra la tumba de san Pedro, será uno de los puntos destacados del viaje a Roma. Es de acceso extremadamente restringido por cuestiones de conservación, pero la Fundación CARF asegura el acceso a los participantes. Una visita histórico-detectivesca de 90 minutos que se hace con un guía en español. También visitaremos los jardines vaticanos y la embajada más antigua del mundo: la embajada de España ante la Santa Sede, en la plaza de España (pendiente de confirmación). 

Capilla Sixtina

Visita a los museos vaticanos

Desde la impresionante Capilla Sixtina, lugar de los cónclaves, disfrutando de la escalera de Bramante o las estancias de Rafael, hasta la galería de los mapas, la pinacoteca, el museo pío-clementino, la galería de los tapices o el museo gregoriano-egipcio, el museo etrusco, el pabellón de las carrozas, explicados todos por un guía experto y sin tener que hacer colas para entrar. Caravaggio, Leonardo, Giotto, Fra Angelico, Rafael, Dalí, Kandinsky, Picasso, Matisse, Chillida, Gauguin, Van Gogh, Bacon, Chagall son algunos de los grandes nombres del arte ahí contenidos.

 

Piazza Navona - Plaza Navona - Roma - Vaticano - Peregrinaciones y viajes religiosos con CARF - Vaticano

Cena en Piazza Navona

Entre las actividades previstas, se incluye una cena inolvidable en la terraza de un mítico restaurante de la plaza Navona o del Campo dei Fiori. Pendiente de determinar.

Piazza Navona, en italiano, es uno de los espacios urbanos más destacados de Roma, que reúne esculturas, fuentes y edificios de gran valor, y supone un epicentro de la vida de la ciudad. Este espacio ha constituido un emplazamiento de importancia desde la antigua Roma, en la que se levantaba allí un estadio para competiciones deportivas y combates de gladiadores hasta la actualidad.

Villa Tevere - Roma - Vaticano - Peregrinaciones y viajes religiosos con CARF - Vaticano

Visita a Villa Tevere

Sede central del Opus Dei, donde se encuentra santa María de la Paz: la advocación mariana a la que está dedicada la iglesia prelaticia del Opus Dei en Roma. En su altar mayor reposan los sagrados restos de san Josemaría Escrivá de Balaguer, su fundador. En una pequeña cripta bajo la iglesia, el beato Álvaro del Portillo y don Javier Echevarría, primer y segundo sucesor de san Josemaría.

Además de conocer este emblemático lugar, tendrás una oportunidad única de participar en un encuentro íntimo con Mons. Fernando Ocáriz actual prelado del Opus Dei y gran Canciller de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz.

Formación sacerdotal en Roma - Roma - Vaticano - Peregrinaciones y viajes religiosos con CARF - Vaticano

La formación de sacerdotes y la Fundación CARF

Cientos de sacerdotes y seminaristas venidos de todos los rincones del mundo, realizan su formación sacerdotal en Roma. Tendremos la oportunidad de conocerles a ellos y a sus historias en tres actividades:

  1. Universidad Pontificia de la Santa Cruz: el viernes asistiremos a dos conferencias y compartiremos la comida con alumnos y profesores.
  2. Seminario Sedes Sapientiae: el sábado visitaremos a los casi 100 seminaristas de este centro, compartiendo con ellos la Santa Misa, la comida y la tertulia.
  3. Residencia Sacerdotal Altomonte: el domingo, por la mañana y antes del ángelus en la plaza san Pedro, visitaremos esta residencia y viviremos la Santa Misa concelebrada por todos los sacerdotes residentes.

Itinerario

Haz tu próximo viaje en peregrinación a Roma con una planificación muy cuidada. Tiempo para rezar, para pasear, para disfrutar.

¿Quieres vivir una experiencia inolvidable?

Reserva ahora

Día 1: Vuelo a Roma

13:15 h. Presentación en el aeropuerto de Madrid–Barajas Adolfo Suárez para los trámites de facturación y embarque con destino a Roma.

15:45 h. Salida del vuelo IB236 de Iberia con destino Roma Fiumicino.

18:20 h. Llegada a Roma y traslado al hotel.

Tiempo y cena libre.

Día 2: Basílica de san Pedro - Audiencia con el Papa - Roma

Día 3: Roma - Museos Vaticanos

Día 4: Villa Tevere - Universidad Pontifica de la Santa Cruz

Día 5: Colegio Eclesiástico Internacional Sedes Sapientiae - Trastévere

Día 6: Colegio Sacerdotal Altomonte - Regreso

Información del viaje

Salidas desde Madrid. Plazas limitadas.

Del 17 al 22 de octubre de 2023.

  • Precio/persona, para 50 pax., 1.390 €
  • Precio/persona, para 40 pax. 1.420 €.
  • Precio/persona, para 35 pax. 1.450 €.
  • Precio/persona, para 30 pax. 1.490 €.
  • Suplemento por habitación de uso individual: 435 €.
  • Seguro: 38 € por persona. No obligatorio, pero muy recomendable para cubrir posibles incidencias de cancelación del viaje. Sin gastos de cancelación hasta el 4 de septiembre.
  • Reserva y señalización de 600 € obligatoria con la inscripción al viaje mediante formulario y recibo de la transferencia. Resto del pago, antes del 30 de septiembre.

El precio incluye:

  • Vuelos de ida y vuelta con tasas incluidas con franquicia de equipaje 23 kg. y 1 pieza de mano.
  • Traslados al aeropuerto y durante el viaje en autobús privado.
  • Alojamiento y desayuno en hotel de cuatro estrellas, cuatro comidas y una cena de despedida.
  • Entradas de las visitas y monumentos, con coordinador y guía español apoyado con audífonos.
  • Seguro básico de viaje, con posibilidad de ampliar la cobertura.

El precio no incluye:

  • Segunda bebidas en las comidas/cenas (agua con gas, vino, refrescos, etc.).
  • Entradas a sitios no mencionados en el programa.
  • Gastos personales.
  • Tasas turísticas locales del ayuntamiento de Roma (30 €).
  • Nada que no aparezca en el apartado incluye.

Más información:

  • Forma de pago: Ingreso en cuenta IBERCAJA de la Fundación CARF – ES75 2085 9513 7103 3034 5348.
  • La vigencia mínima de la documentación: DNI en vigor.
  • Sin la transferencia bancaria, su inscripción no tiene valor alguno como reserva de plaza. Según vaya pagando cada peregrino, se asegura su viaje hasta completar el cupo de plazas máximo.
  • Para cualquier duda relativa al viaje: vuelos, alojamiento, circunstancias especiales, etc. contactar con José Carlos de Nicolás de Ideatur (uno@ideatur.es y teléfono:+34 91 401 50 00).

 

 

¿Paz y remordimiento de conciencia?

Hablamos mucho de paz. Es lógico. Experimentamos la paz en muchas ocasiones y deseamos conservar siempre esa vivencia. También experimentamos la falta de paz cuando el futuro es incierto o debido a nuestras respuestas propiciamos disgusto, confrontaciones y debilitamos las relaciones. En el último caso, aunque procuremos rectificar, sembramos malestar.

Por eso, podemos hablar de una paz externa y otra interna. En ambas podemos influir. En la externa, aunque seamos pieza clave, hay muchas variables e influir en las decisiones de los demás está sujeta a la buena voluntad del prójimo y pueden escucharnos e inclinarse al buen consejo, pero también reciben otros consejos inconvenientes y acaban siguiéndolos. De todos modos, estas experiencias no han de desanimar porque la meta es incomparable.

En el ámbito interno personal es donde tenemos máxima responsabilidad. Y hemos de tomar más en serio nuestro protagonismo ante la paz del alma. El termómetro lo marca nuestra conciencia. Hemos de estar atentos a sus dictados y no buscar excusas. La conciencia es el centinela más certero, nos señala con toda claridad el bien y el mal que hacemos.

Es un reducto al que no queremos escuchar porque nos dice la verdad, y a veces, cuando no actuamos bien, no queremos reconocer nuestra mezquindad. Sin embargo, el remordimiento lo sentimos y ese estado interior es una llamada de atención para movernos a clasificar nuestras acciones y a continuación para corregirlas.

La conciencia tiene el papel de juez íntimo. Si no deformamos sus mensajes, si los admitimos con buena voluntad y ponemos medios para corregir esos señalamientos, la paz interior nos acompañará.

Si evadimos a nuestra conciencia, indudablemente tejeremos una maraña y la inquietud se adueñará de nuestra vida. Lo más grave está en la deformación de nuestra intimidad cuyo resultado es la pérdida de claridad en nuestros juicios, el debilitamiento de la voluntad para actual bien, y finalmente la injusticia de culpar a otros del mal estar que nos hemos procurado. Esto acabará dándonos una conducta errática y llena de remordimientos. En síntesis, este es el modelo de una persona conflictiva, evasiva e injusta en las relaciones humanas. Una persona así no promueve la paz, es un manojo de incongruencias.   

Generalmente una persona conflictiva va por el mundo provocando pleitos. Las pequeñas o grandes pugnas son lo contrario a la paz, siembran la discordia y los malos entendidos. La paz, en una persona así, no tiene cabida. Y si este estado se generaliza en más personas, se proliferarán las agresiones, el mal trato, las enemistades. Y eso no lo queremos.

No es agradable vivir con remordimiento de conciencia y quien lo tiene y ha perdido el hábito de combatirlo, empeora su situación acudiendo a la evasión. Entonces adopta el uso de estupefacientes que de momento producen un pseudo estado de relajamiento.

Sin embargo, la conciencia, aunque inexorable, es un vínculo permanente de luz y ruta hacia nuestra salvación. La medicina puede disgustar, pero siempre es eficaz, personalizada, certera. Hayamos caído en lo más bajo, este reducto nos acompañará siempre. Por esta razón, la esperanza nunca desaparece.

La solidez inexorable de la conciencia está en su misma razón de ser. La persona que la posee puede arrinconarla y silenciar su voz, Pero nunca podrá arrojarla de sí y aunque se encuentre debilitada nunca rompe el vínculo con el auténtico bien y con la capacidad de mostrar el camino recto y salvador. Esto es el fundamento de la afortunada frase de que “la esperanza nunca muere”. Sea como haya sido nuestra vida, la conciencia está para recuperarnos.

Este es otro motivo para fundamentar la dignidad de toda persona, nadie es desechable mientras tenga vida. Ninguna privación, ningún robo arranca este poder íntimo y poderosísimo de cada quien. Por esta razón, si alguien rectifica, después de haber causado muchos daños puede ser nuevamente un reconstructor.

Sin embargo, alguien que sale de una mala vida, requiere de la fuerza de la solidaridad. Necesita de la fortaleza y ayuda de los demás. El ambiente y la conducta de los demás ha de facilitarle las buenas acciones. Es un crimen imputable a los demás, cuando no ayudan a quienes deciden reemprende el buen camino.

Esta es una de las razones para sanear los ambientes, en este caso se trata de contar con medidas correctivas que impidan las malas inclinaciones. Esta es una de las principales responsabilidades de quienes tiene delegado algún cargo de autoridad civil.

Y la buena conducta, el dar buen ejemplo y el frenar en otros el deseo de hacer el mal, nos corresponde a todos. Nadie puede ser tan inconsciente que olvide la responsabilidad de velar por los demás, aunque no sean íntimos, son alguien más como uno mismo. Porta el valor de la vida humana.

No podemos ni debemos desentendernos de los demás. Si es fortuito un encuentro y compartimos en ese momento un problema social, será necesario colaborar en la medida de las propias posibilidades. Siempre las hay. Así mejora el sentido de pertenencia a la sociedad humana.

No teóricamente, sino prácticamente hemos de convencernos de la importancia de la paz, y cuánto bien nos proporciona. En el mundo tenemos ejemplos de lo contrario: egoísmos, guerras, intereses de algunos que socavan los de los demás. El injusto deseo de poder desgraciadamente provoca rupturas internacionales. Somos testigos de consecuencias tremendas en las personas, en sus bienes, en las infraestructuras y en el entorno natural.

Señalar los desmanes es un modo accesible para educar en la paz. Y forjar personas que íntimamente cultiven en sí el tesoro de la paz y crezcan en fraternidad. Tendrán una conciencia libre de remordimientos.

 

 

Lo útil y lo valioso

Quizá una de las cosas que más necesitamos es aprender a distinguir lo útil de lo valioso.

Útil proviene del latín utilis: significa que produce provecho, fruto o interés, que sirve y se aprovecha de algún modo.

Valioso es una palabra que viene del verbo valeo; vales, con el significado de fuerte, y del sufijo oso que indica abundancia.  Por lo tanto, el concepto original es la abundancia de poder, tener fuerza, valer.

Se aplica también a la persona que posee cualidades morales e intelectuales destacadas. Una persona que vale es alguien íntegro, honesto, coherente e inteligente, en quien se puede confiar ampliamente.

Comparto esta reflexión contigo que me gustó al comparar lo que últil y lo que es valioso.

Un sacacorchos es útil. Un abrazo es valioso. Una puerta es útil. Ver un atardecer es valioso.  Un encendedor es útil. Una amistad es algo valioso.

Casi siempre, lo útil es más caro que lo valioso. De hecho, lo valioso rara vez cuesta dinero. Y esto ocurre porque el dinero es útil, pero no es valioso. Lo valioso genera mucha más felicidad a largo plazo que lo útil.

Y sin embargo, a menudo, valoramos más lo útil que lo valioso.

Los mejores momentos de la vida no cuestan dinero. Ver nacer a un hijo, el primer beso, sentir que vuelas de la mano de alguien… Los momentos que se nos pasan por la cabeza justo antes de abandonar este mundo no costaron dinero. Esos momentos son lo más valioso que tenemos.

Cuando te asalte una preocupación, párate a pensar si lo que buscas es útil o es valioso. Aprende a distinguir, y te darás cuenta de que vivir bien no es tan caro como te habían contado”.

Vivimos presionados por comprar y llenarnos de cosas útiles; de tener y tener más cada día, y dejamos pasar aquello realmente valioso que no cuesta; un beso, un abrazo, una amistad.

Te invito a pensar qué tanto tiempo y dinero le dedicas a lo útil, que tarde o temprano no son tan útiles. Mejor enfócate en lo verdaderamente valioso de la vida, que además de que no cuesta, es lo que realmente te hará feliz.

 

El sentido y el sinsentido

Si pretendemos que la RAE (Real Academia…) nos aporte alguna idea sobre lo que es el “sentido” nos encontramos con que la primera acepción es “sentido, da”. Curioso. Es indudable que el significado más habitual entre personas normalitas es bastante distinto. Puede uno pensar en “qué sentido debo coger” al tomar una autopista, o algo parecido. Esta acepción frecuente solo aparece en el diccionario en el número 12.

Es preocupante porque es muy fácil encontrarse con muchas personas que viven sin sentido. No saben a dónde van, para qué es su vida. Sí hay muchos que en lo que piensan, su meta, es tener mucho dinero, es poder tener un chalé con piscina en la sierra, o cosas por el estilo. Es muy distinto tener un sentido último, definitivo, y esto es poco frecuente, abunda más el sinsentido.

En seguida nos damos cuenta de que si no hay un sentido no hay un camino. Si lo único que busco es una meta del tipo ganar mucho dinero, entonces el modo de obrar tiende a ser fácilmente egoísta. Voy a lo mío. Pretendo tener un título importante, un reconocimiento profesional, y entonces tengo que irme una temporada, unos años, al extranjero, a la facultad de tal o cual universidad.

Jesús Martínez Madrid

 

 

Los laicos debemos ser protagonistas

Ante unas inmediatas elecciones, antes de votar pienso que los laicos hemos de ser protagonistas y plantearnos a quien votar, hemos de tener en cuenta la misión que través de una cultura plasmada por el Evangelio hemos de desarrollar: con la propuesta de la familia como fuente de vida y cohesión social; con la promoción de un sistema educativo que respete la libertad de los padres; con la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, integrando en el ámbito de la defensa de la vida humana el cuidado de las personas que llegan a nuestras fronteras, la mayoría de las veces en condiciones trágicas. En medio de muchas dificultades, se constata cada vez con más fuerza un anhelo de Dios entre nuestros coetáneos. Y eso supone un enorme desafío a la hora de anunciar el Evangelio y de ofrecer el hogar de la Iglesia en todo tiempo y lugar.

José Morales Martín

 

 

Amistades históricas y la fe según Ratzinger

Hay muchos ejemplos de amistades emblemáticas a lo largo de la historia y también en la literatura. La fe, en esencia, es lo mismo: confianza en alguien a quien se quiere.

24 de mayo de 2023·Tiempo de lectura: 3 minutos

Fe

David y Jonatán ©CC

RELACIONADASNoticias Relacionadas“En Indonesia somos pocos católicos, pero con fe ardiente”Noticias Relacionadas"Fratelli Tutti": Amistad y fraternidad, diálogo y encuentro

La historia y la literatura registran grandes amistades en el plano humano.

Una de las más conocidas es la de David y Jonatán. A esta entrañable amistad, probablemente el mejor ejemplo de amistad en el Antiguo Testamento, se enfrentó Saúl, el padre de Jonatán, que envidió a David hasta el punto de ordenar asesinarle, por lo que David tuvo que huir de la corte. Cuando lo supo, Jonatán -hijo mayor y heredero de Saúl- se puso del lado de su amigo David.

Saúl, desechado por Dios y muerto en el campo de batalla contra los filisteos, perdió el trono, que pasó a David, el nuevo rey.

Otra célebre amistad es la de Pílades y Orestes. Clitemnestra, esposa infiel de Agamenón, envió a su hijo Orestes -para que no fuese testigo de su infidelidad- al cuidado del rey Estrofio, de Fócide. Orestes creció allí en amistad con Pílades, hijo del rey. A su regreso de Troya, Agamenón fue asesinado por Egisto, el amante de su esposa.

Orestes, con la ayuda de Pílades, mató a Clitemnestra y a Egisto, tras lo cual se fueron los dos navegando hasta los límites de la Escitia. Al llegar al país de Tauros, Orestes cayó al suelo afectado por su habitual locura quedando tendido en el suelo; Pílades le limpiaba la espuma y cuidaba de su cuerpo.

Cada uno de ellos se ofreció para salvar la vida del otro. Al final, se salvaron los dos, y Orestes reinó en Micenas y Pílades en Electra.

Otras amistades entrañables fueron las vividas entre Rolando y Oliveros y entre Amis y Amilis, ya en los tiempos de Carlomagno.

Más cerca de nosotros, Ratzinger nos ha dejado unas luminosas ideas sobre la fe, como una forma superior de amor, en muchas de sus obras, entre otras en su Introducción al cristianismo. Y me gustaría recordar aquí algunas de esas ideas que no han perdido actualidad.

En la plomiza soledad de un mundo huérfano de Dios, en su aburrimiento interior, ha resurgido la búsqueda de lo divino. Frente al éxtasis sombrío y asolador de la droga, de los ritmos asfixiantes, del ruido y de la embriaguez, se encuentra la luz diáfana y el hallazgo admirable del sol de Dios.

El futuro se construye donde los hombres se encuentran mutuamente con convicciones capaces de configurar la vida. Y el buen futuro crece donde estas convicciones vienen de la verdad y a ella llevan.

Hay, sin embargo, unos escándalos para la vida de la fe hoy:

–La distancia entre lo visible (lo que nos rodea, la realidad palpable) y lo invisible (Dios, la fe).

– La distancia entre el progreso (lo que impulsa hacia el futuro) y la tradición (la fe como algo del pasado, incluso en las vestimentas de los religiosos).

Cada persona humana tiene que tomar postura de algún modo en el terreno de las decisiones fundamentales, y esto solo puede hacerse en forma de fe. Hay un terreno en el que no cabe otra respuesta que la de la fe, a la que nadie puede sustraerse. Todo ser humano tiene que creer de algún modo.

Pero ¿qué es propiamente la fe?

La fe es una forma de situarse el ser humano ante toda la realidad.

El hombre no solo vive del pan de lo factible; vive de la palabra, del amor, del sentido. El sentido es el pan del que se alimenta el hombre en lo más íntimo de su ser. Huérfano de palabra, de sentido y de amor cae en la “ya no vale la pena vivir”, aunque se viva en un confort extraordinario.

Creer en Cristo “significa confiarse al sentido, que me sostiene a mí y al mundo, considerado como el fundamento firme sobre el que puedo permanecer sin miedo alguno”.

Por eso, no puede negarse que la fe cristiana constituya una doble afrenta a la actitud predominante hoy en el mundo… El primado de lo invisible sobre lo visible y del recibir sobre el hacer, discurre en sentido totalmente opuesto a esa situación predominante hoy.

Pero la fe no significa ponerse a ojos cerrados en manos de lo irracional. Al contrario, es acercarse al “logos”, a la ratio, al sentido y, por tanto, a la verdad misma.

La fe cristiana es mucho más que una opción a favor del fundamento espiritual del mundo. Su enunciado clave no dice creo en algo, sino “creo en ti”, en el carácter inmediato y vigoroso de su unión… con el Padre, en Jesús, el testigo de Dios, por quien lo intangible se hace tangible y lo lejano cercano; no es un puro y simple testigo… es la presencia de lo eterno en este mundo. En su vida, en la entrega sin reservas de su ser a los hombres, se hace presente el sentido del mundo.

“¿Eres tú realmente…?”. La honradez del pensamiento nos obliga a hacernos estas preguntas aunque a muy pocos se les manifiesta lo divino de una forma evidente.