Ideas Claras
DE INTERES PARA HOY martes, 11 de abril de 2023
Indice:
El Papa: “Anuncia al Señor y lo encontrarás”
Veinticinco años del llamado «Acuerdo de Viernes Santo o de Belfast»
El Papa: Jesucristo es la esperanza del mundo
Jesús dice: «He venido a salvaros, a serviros»
JESUCRISTO VIVE PARA SIEMPRE : Francisco Fernandez Carbajal
Evangelio del martes: bienaventurados los que lloran
Lunes santo: “Se consuma la vida de Jesús” : San Josemaria
Mensaje del Prelado (30 marzo 2023)
«Sembradores de paz y de alegría»: El carisma del Opus Dei en palabras de san Josemaría
Cristo ha resucitado ¡Aleluya!: Comentario P. Jorge Miró
Documentación de prensa sobre el Congreso general extraordinario del Opus Dei
Discernimiento del corazón : Ramiro Pellitero Iglesias
¿La desigualdad es un problema? : Ana Teresa López de Llergo
VIVAMOS LA FIESTA DE LA MISERICORDIA EN FAMILIA : Silvia Del Valle
DE MODELO A MONJA. AL EMPEZAR SEMANA SANTA : José Martínez Colín
Un nuevo proyecto para Europa : Jorge Hernández Mollar
EL SENTIDO PROFUNDO DE LA SEMANA SANTA : Raúl Espinoza
Domingo de Resurrección : Josefa Romo
«Me alejé del Señor, pero Él nunca se alejó de mí : Gerardo Ferrara
Reduce el papel de la mujer : José Morales Martín
Qué se entiende por “dignidad” : Jesús Martínez Madrid
«Los cristianos en Tierra Santa somos minoría en número, no en calidad» : Gerardo Ferrara
El Papa: “Anuncia al Señor y lo encontrarás”
Palabras del Santo Padre antes del Regina Coeli
Regina Coeli 10 abril 2023 © Vatican Media
Alas 12 del mediodía de hoy, 10 de abril 2023, lunes de ángel, el Santo Padre Francisco se asomó a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Regina Coeli con los fieles y peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro.
A continuación, siguen las palabras del Papa según la traducción oficial ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:
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Palabras antes del Regina Coeli
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy el Evangelio nos hace revivir el encuentro de las mujeres con Jesús resucitado en la mañana de Pascua. Nos recuerda así que fueron ellas, las discípulas, las primeras en verlo y encontrarlo.
Podríamos preguntarnos: ¿por qué ellas? Por una razón muy sencilla: porque fueron las primeras en ir al sepulcro. Como todos los discípulos, también ellas sufrían por el modo en que parecía haber terminado la historia de Jesús; pero, a diferencia de los demás, no se quedaron en casa paralizadas por la tristeza y el miedo: por la mañana temprano, al salir el sol, fueron a honrar el cuerpo de Jesús llevando ungüentos aromáticos. El sepulcro había sido sellado y se preguntan quién pudo quitar aquella piedra (cf. Mc 16,1-3), tan pesada. Pero su voluntad de realizar aquel gesto de amor prevalece por encima de todo. No se desaniman, salen de sus miedos y de sus angustias. Este es el camino para encontrar al Resucitado: salir de nuestros temores, salir de nuestras angustias.
Recorramos la escena descrita en el Evangelio: las mujeres llegan, ven el sepulcro vacío y, «con temor y gran alegría», corren -dice el texto- «a dar el anuncio a sus discípulos» (Mt 28,8). Ahora bien, justo cuando van a hacer este anuncio, Jesús sale a su encuentro. Fijémonos bien en esto: Jesús sale a su encuentro cuando van a anunciarlo. Esto es hermoso: Jesús las encuentra mientras van a anunciarlo. Cuando anunciamos al Señor, el Señor viene a nosotros. A veces pensamos que la manera de estar cerca de Dios es tenerlo estrechamente junto a nosotros; porque después, si nos exponemos y hablamos de esto, llegan los juicios, las críticas, tal vez no sabemos responder a ciertas preguntas o provocaciones, y entonces es mejor no hablar de esto y cerrarse: no, esto no es bueno. En cambio, el Señor viene cuando lo anunciamos. Tú siempre encuentras al Señor en el camino del anuncio. Anuncia al Señor y lo encontrarás. Busca al Señor y lo encontrarás. Siempre en camino, esto es lo que nos enseñan las mujeres: a Jesús se le encuentra dando testimonio de Él. Pongamos esto en el corazón: a Jesús se le encuentra dando testimonio de Él.
Pongamos un ejemplo. Nos habrá ocurrido alguna vez que recibimos una noticia maravillosa, como el nacimiento de un hijo. Entonces, una de las primeras cosas que hacemos es compartir este feliz anuncio con los amigos: “¿Sabes? He tenido un hijo… es hermoso”. Y al contárselo, también nos lo repetimos a nosotros mismos y, de alguna manera, hacemos que cobre aún más vida en nosotros. Si esto ocurre con una buena noticia, de todos los días o de algunos días importantes, ocurre infinitamente más con Jesús, que no sólo es una buena noticia, ni tampoco la mejor noticia de la vida, no, sino que Él es la vida misma, Él es «la resurrección y la vida» (Jn 11,25). Cada vez que lo proclamamos, no con propaganda o proselitismo, eso no. Anunciar es una cosa, hacer propaganda o proselitismo es otra. El cristiano anuncia. Quien tiene otros fines hace proselitismo y eso no está bien. Cada vez que lo anunciamos el Señor viene a nuestro encuentro. El viene sino con respeto y amor, como el don más hermoso para compartir. como el secreto de la alegría, entonces Jesús habita aún más en nosotros cada vez que lo anunciamos.
Pensemos una vez más en las mujeres del Evangelio: estaba la piedra sellada y, sin embargo, ellas van al sepulcro; toda la ciudad había visto a Jesús en la cruz y, no obstante eso, ellas van a la ciudad a anunciarlo vivo. Queridos hermanos y hermanas, cuando se encuentra a Jesús, ningún obstáculo puede impedirnos anunciarlo. En cambio, si nos guardamos solo para nosotros su alegría, tal vez sea porque todavía no lo hemos encontrado de verdad.
Hermanos, hermanas, ante la experiencia de las mujeres nos preguntamos: Dime, ¿Cuándo fue la última vez que di testimonio de Jesús? ¿Cuándo fue la última vez que yo di testimonio de Jesús? ¿Qué hago hoy para que las personas con que me encuentro reciban la alegría de su anuncio? Y aún más: ¿puede alguien decir, pensando en mí, “esta persona es serena, es feliz, es buena porque ha encontrado a Jesús”? ¿Da cada uno de nosotros, se puede decir esto? Pidamos a la Virgen que nos ayude a ser alegres anunciadores del Evangelio.
Veinticinco años del llamado «Acuerdo de Viernes Santo o de Belfast»
Palabras del Santo Padre después de la oración mariana
Regina Coeli 1 mayo 2022 © Vatican Media
Hoy se cumplen veinticinco años del llamado «Acuerdo de Viernes Santo o de Belfast», que puso fin a la violencia que había perturbado a Irlanda del Norte durante décadas. dijo el Papa al final del Regina Coeli, de este lunes del Ángel, 10 de abril de 2023.
Estas fueron las palabras del Papa Francisco después de la oración mariana, ofrecidas por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
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Palabras del Papa
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy se cumplen veinticinco años del llamado «Acuerdo de Viernes Santo o de Belfast», que puso fin a la violencia que había perturbado a Irlanda del Norte durante décadas. Con espíritu de gratitud, ruego al Dios de la paz que lo conseguido en aquel histórico paso se consolide en beneficio de todos los hombres y mujeres de la isla de Irlanda.
Renuevo mis deseos de una feliz Pascua a todos ustedes, romanos y peregrinos de diversos países: «Cristo ha resucitado; verdaderamente ha resucitado». Los saludo cordialmente, especialmente a los adolescentes de las parroquias de Vigevano, a los chicos de Pisa y a los de Appiano Gentile.
Doy las gracias a todos los que, en estos días, me han enviado expresiones de buenos deseos. Agradezco especialmente las oraciones. ¡Que por intercesión de la Virgen María, Dios recompense a cada uno con sus dones!
Y deseo a todos que pasen estos días de la Octava de Pascua, en los que se prolonga la celebración de la Resurrección de Cristo, en la alegría de la fe. Perseveremos invocando el don de la paz para el mundo entero, especialmente para la querida y atormentada Ucrania.
¡Feliz lunes del Ángel! Por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.
El Papa: Jesucristo es la esperanza del mundo
Bendición Urbi et Orbi
Urbi et Orbi © Vatican Media
Alas 12.00 horas, desde la Logia Central de la Basílica de San Pedro, el Santo Padre Francisco, dirigió a los fieles presentes en la Plaza de San Pedro y a quienes le escuchaban a través de la radio, la televisión y otros medios de comunicación, el Mensaje de Pascua.
A continuación, tras el anuncio de la concesión de la indulgencia por parte de Su Eminencia el Cardenal James Michael Harvey, Arcipreste de la Basílica Papal de San Pablo Extramuros, el Papa impartió la Bendición “Urbi et Orbi”.
Publicamos a continuación el Mensaje de Pascua del Santo Padre:
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Bendición del Papa
Queridos hermanos y hermanas: ¡Cristo ha resucitado!
Hoy proclamamos que Él, el Señor de nuestra vida, es «la resurrección y la vida» del mundo (cf. Jn 11,25). Es Pascua, que significa “paso”, porque en Jesús se realizó el paso decisivo de la humanidad: de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, del miedo a la confianza, de la desolación a la comunión. En Él, Señor del tiempo y de la historia, quisiera decirles a todos, con alegría en el corazón: ¡feliz Pascua!
Que sea para cada uno de ustedes, queridos hermanos y hermanas —en particular para los enfermos y los pobres, para los ancianos y los que están atravesando momentos de prueba y dificultad—, un paso de la tribulación a la consolación. No estamos solos, Jesús, el Viviente, está con nosotros para siempre. Que la Iglesia y el mundo se alegren, porque hoy nuestra esperanza ya no se estrella contra el muro de la muerte; el Señor nos ha abierto un puente hacia la vida. Sí, hermanos y hermanas, en Pascua el destino del mundo cambió; y hoy, que coincide además con la fecha más probable de la resurrección de Cristo, podemos alegrarnos de celebrar, por pura gracia, el día más importante y hermoso de la historia.
Cristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado, como se proclama en las Iglesias de Oriente: Christòs anesti! Ese verdaderamente nos dice que la esperanza no es una ilusión, ¡es verdad! Y que, a partir de la Pascua, el camino de la humanidad, marcado por la esperanza, avanza veloz. Nos lo muestran con su ejemplo los primeros testigos de la Resurrección. Los Evangelios describen la prisa con la que el día de Pascua «las mujeres corrieron a dar la noticia a los discípulos» (Mt 28,8). Y, después que María Magdalena «corrió al encuentro de Simón Pedro» (Jn 20,2), Juan y el mismo Pedro “corrieron los dos juntos” (cf. v. 4) para llegar al lugar donde Jesús había sido sepultado. Y después, la tarde de Pascua, habiendo encontrado al Resucitado en el camino de Emaús, dos discípulos “partieron sin demora” (cf. Lc 24,33) y se apresuraron para recorrer muchos kilómetros en subida y a oscuras, movidos por la alegría incontenible de la Pascua que ardía en sus corazones (cf. v. 32). Es la misma alegría por la que Pedro, viendo a Jesús resucitado a orillas del lago de Galilea, no pudo quedarse en la barca con los demás, sino que se tiró al agua de inmediato para nadar rápidamente hacia Él (cf. Jn 21,7). En definitiva, en Pascua el andar se acelera y se vuelve una carrera, porque la humanidad ve la meta de su camino, el sentido de su destino, Jesucristo, y está llamada a ir de prisa hacia Él, esperanza del mundo.
Apresurémonos también nosotros a crecer en un camino de confianza recíproca: confianza entre las personas, entre los pueblos y las naciones. Dejémonos sorprender por el gozoso anuncio de la Pascua, por la luz que ilumina las tinieblas y las oscuridades que se ciernen tantas veces sobre el mundo.
Apresurémonos a superar los conflictos y las divisiones, y a abrir nuestros corazones a quien más lo necesita. Apresurémonos a recorrer senderos de paz y de fraternidad. Alegrémonos por los signos concretos de esperanza que nos llegan de tantos países, empezando de aquellos que ofrecen asistencia y acogida a quienes huyen de la guerra y de la pobreza.
Pero a lo largo del camino todavía hay muchas piedras de tropiezo, que hacen arduo y fatigoso nuestro apresurarnos hacia el Resucitado. A Él dirijamos nuestra súplica: ¡ayúdanos a correr hacia Ti! ¡Ayúdanos a abrir nuestros corazones!
Ayuda al amado pueblo ucraniano en el camino hacia la paz e infunde la luz pascual sobre el pueblo ruso. Conforta a los heridos y a cuantos han perdido a sus seres queridos a causa de la guerra, y haz que los prisioneros puedan volver sanos y salvos con sus familias. Abre los corazones de toda la comunidad internacional para que se esfuerce por poner fin a esta guerra y a todos los conflictos que ensangrientan al mundo, comenzando por Siria, que aún espera la paz. Sostiene a cuantos han sido afectados por el violento terremoto en Turquía y en la misma Siria. Recemos por cuantos han perdido familiares y amigos, y se quedaron sin casa; que puedan recibir consuelo de Dios y ayuda de la familia de las naciones.
En este día te confiamos, Señor, la ciudad de Jerusalén, primer testigo de tu Resurrección. Expreso mi profunda preocupación por los ataques de estos últimos días, que amenazan el deseado clima de confianza y respeto recíproco, necesario para retomar el diálogo entre israelíes y palestinos, de modo que la paz reine en la Ciudad Santa y en toda la región.
Ayuda, Señor, al Líbano, todavía en busca de estabilidad y unidad, para que supere las divisiones y todos los ciudadanos trabajen juntos por el bien común del país.
No te olvides del querido pueblo de Túnez, en particular de los jóvenes y de aquellos que sufren a causa de los problemas sociales y económicos, para que no pierdan la esperanza y colaboren en la construcción de un futuro de paz y fraternidad.
Dirige tu mirada sobre Haití, que está sufriendo desde hace varios años una grave crisis sociopolítica y humanitaria, y sostiene el esfuerzo de los actores políticos y de la comunidad internacional en la búsqueda de una solución definitiva a los numerosos problemas que afligen a esa población tan atribulada.
Consolida los procesos de paz y reconciliación emprendidos en Etiopía y en Sudán del Sur, y haz que cese la violencia en la República Democrática del Congo.
Sostiene, Señor, a las comunidades cristianas que hoy celebran la Pascua en circunstancias particulares, como en Nicaragua y en Eritrea, y acuérdate de todos aquellos a quienes se les impide profesar libre y públicamente su fe. Concede consuelo a las víctimas del terrorismo internacional, especialmente en Burkina Faso, Malí, Mozambique y Nigeria.
Ayuda a Myanmar a recorrer caminos de paz e ilumina los corazones de los responsables para que los martirizados Rohinyá encuentren justicia.
Conforta a los refugiados, a los deportados, a los prisioneros políticos y a los migrantes, especialmente a los más vulnerables, así como a todos aquellos que sufren a causa del hambre, la pobreza y los nefastos efectos del narcotráfico, la trata de personas y toda forma de esclavitud. Inspira, Señor, a los responsables de las naciones, para que ningún hombre o mujer sea discriminado y pisoteado en su dignidad; para que en el pleno respeto de los derechos humanos y de la democracia se sanen esas heridas sociales, se busque siempre y solamente el bien común de los ciudadanos, se garantice la seguridad y las condiciones necesarias para el diálogo y la convivencia pacífica.
Hermanos, hermanas, encontremos también nosotros el gusto del camino, aceleremos el latido de la esperanza, saboreemos la belleza del cielo. Obtengamos hoy la fuerza para perseverar en el bien, hacia el encuentro del Bien que no defrauda. Y si, como escribió un Padre antiguo, «el mayor pecado es no creer en la fuerza de la Resurrección» (San Isaac de Nínive, Sermones ascéticos, I,5), hoy creemos y «sabemos que Cristo verdaderamente resucitó» (Secuencia de Pascua). Creemos en Ti, Señor Jesús, creemos que contigo la esperanza renace y el camino sigue. Tú, Señor de la vida, aliéntanos en nuestro caminar y repítenos, como a los discípulos la tarde de Pascua: «¡La paz esté con ustedes!» (Jn 20,19.21).
Jesús dice: «He venido a salvaros, a serviros»
Homilía del Papa, Misa de la Última Cena
Misa Jueves Santo © Vatican Media
Esta tarde el Santo Padre Francisco ha acudido al Instituto Penal Juvenil de «Casal del Marmo» para la celebración de la Santa Misa “in Coena Domini” con las personas allí recluidas.
A su llegada, el Papa se dirigió a la capilla donde presidió la Misa, concelebrada con el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias y Responsable de la Capilla Musical Pontificia, el arzobispo Diego Giovanni Ravelli. Junto a los jóvenes internos, una representación de los funcionarios y personal del Centro Penitenciario.
Tras la proclamación del Santo Evangelio, el Papa pronunció la homilía.
A continuación, como es costumbre, el Papa Francisco repitió el gesto de Jesús durante la Última Cena, cuando el Señor lavó los pies a sus discípulos como signo de amor llevado hasta el servicio y la humillación, hacia 12 internos, chicos y chicas de diferentes nacionalidades.
Al final de la Santa Misa, la Directora del Centro Penitenciario, Dra. Maria Teresa Iuliani, dirigió unas palabras de agradecimiento al Santo Padre.
Antes de abandonar el Instituto, el Papa bendijo la placa inaugural de la Capilla, dedicada al Beato Pino Puglisi. Después, mientras saludaba a algunos internos, el Papa Francisco recibió como regalo una cruz realizada por los chicos que siguen el curso de carpintería, unas galletas y un paquete de pasta, ambos elaborados en la fábrica de pasta recientemente instalada en el interior de la cárcel. A los jóvenes internos, al director y al personal, el Papa regaló algunos rosarios y huevos de chocolate.
Publicamos a continuación la homilía pronunciada por el Santo Padre:
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Homilía del Papa
Llama la atención cómo Jesús, el mismo día antes de ser crucificado, hace este gesto. Lavarse los pies, era costumbre en aquella época porque las calles estaban polvorientas, la gente venía de fuera y al entrar en una casa, antes del banquete, de la reunión, se lavaban los pies. Pero, ¿quién lavaba los pies? Los esclavos, porque era trabajo de esclavos. Imaginaos lo asombrados que se quedaron los discípulos cuando vieron que Jesús empezaba a hacer este gesto de esclavo. Pero lo hace para hacerles comprender el mensaje del día siguiente: que moriría como un esclavo, para pagar la deuda de todos nosotros. Si escucháramos estas cosas de Jesús, la vida sería tan buena porque nos apresuraríamos a ayudarnos unos a otros, en lugar de engañarnos unos a otros, de aprovecharnos unos de otros, como nos enseñan los listos. Es tan hermoso ayudarse unos a otros, echarse una mano: son gestos humanos, universales, pero que salen de un corazón noble. Y Jesús quiere enseñarnos esto hoy con esta celebración: la nobleza del corazón. Cada uno de nosotros puede decir: ‘Pero si el Papa supiera las cosas que tengo dentro…’. Pero Jesús las conoce y nos ama como somos, y nos lava los pies. Jesús nunca se asusta de nuestras debilidades, nunca se asusta porque ya ha pagado, sólo quiere acompañarnos, quiere llevarnos de la mano para que la vida no sea tan dura para nosotros. Voy a hacer el mismo gesto de lavar los pies, pero no es una cosa folclórica, no. Pensamos que es un gesto que anuncia cómo debemos ser, unos con otros. En la sociedad vemos cuánta gente se aprovecha de los demás, cuánta gente está acorralada y no puede salir. Cuántas injusticias, cuánta gente sin trabajo, cuánta gente que trabaja y cobra la mitad, cuánta gente que no tiene dinero para comprar medicinas, cuántas familias rotas, tantas cosas malas… Y ninguno de nosotros puede decir: «Doy gracias a Dios por no estar así, ¿sabes?» – «¡Si no estoy así es por la gracia de Dios!»; cada uno de nosotros puede resbalar, cada uno de nosotros. Y esta conciencia, esta certeza de que cada uno de nosotros puede resbalar es lo que nos da la dignidad -escuchad la palabra: la «dignidad»- de ser pecadores. Y así nos quiere Jesús, y por eso quiso lavarnos los pies y decirnos: «He venido a salvaros, a serviros». Ahora yo haré lo mismo para recordar lo que Jesús nos enseñó: ayudarnos los unos a los otros. Y así la vida es más bella y podemos seguir así. Durante el lavatorio de los pies -espero pasar porque no puedo caminar bien- pero durante el lavatorio de los pies piensas: ‘Jesús me lavó los pies, Jesús me salvó, y ahora tengo esta dificultad’. Pero pasará, el Señor está siempre a tu lado, nunca te deja, nunca. Piensa en esto.
— El Señor se aparece a María Magdalena. Jesús en nuestra vida.
— Presencia de Cristo entre nosotros.
— Buscar a Cristo y tratarle. El ejemplo de María Magdalena nos enseña que quien busca con sinceridad al Señor acaba encontrándolo.
I. María de Magdala ha vuelto al sepulcro. Conmueven el cariño y la devoción de esta mujer por Jesús aun después de muerto. Ella había sido fiel en los momentos durísimos del Calvario, y el amor de la que estuvo poseída por siete demonios1 sigue siendo muy grande. La gracia había arraigado y fructificado en su corazón después de haber sido librada de tantos males.
María se queda fuera del sepulcro llorando. Unos ángeles, que ella no reconoce como tales, le preguntan por qué llora. Se han llevado a mi Señor, les dice, y no sé dónde lo han puesto2. Es lo único que le importa en el mundo. A nosotros también es lo único que nos interesa por encima de cualquier otra cosa.
Dicho esto –nos sigue narrando el Evangelio de la Misa–, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. María no ha dejado de llorar la ausencia del Señor. Y sus lágrimas no le dejan verlo cuando lo tiene tan cerca. Le dijo Jesús: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Vemos a Cristo resucitado sonriente, amable y acogedor. Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.
Bastó una sola palabra de Cristo para que sus ojos y su corazón se aclarasen. Jesús le dijo: ¡María! La palabra tiene esa inflexión única que Jesús da a cada nombre –también al nuestro– y que lleva aparejada una vocación, una amistad muy singular. Jesús nos llama por nuestros nombres, y su entonación es inconfundible.
La voz de Jesús no ha cambiado. Cristo resucitado conserva los rasgos humanos de Jesús pasible: la cadencia de su voz, el modo de partir el pan, los agujeros de los clavos en las manos y en los pies.
María se volvió, vio a Jesús, se arrojó a sus pies, y exclamó en arameo: ¡Rabbuni!, que quiere decir Maestro. Sus lágrimas, ahora incontenibles como río desbordado, son de alegría y de felicidad. San Juan ha querido dejarnos la palabra hebraica original –Rabbuni– con que tantas veces le llamaron. Es una palabra familiar, intocable. No es Jesús un «maestro», entre tantos, sino el Maestro, el único capaz de enseñar el sentido de la vida, el único que tiene palabras de vida eterna.
María fue a los Apóstoles a cumplir el encargo que le dio Jesús, y les dijo: ¡He visto al Señor! En sus palabras se transparenta una inmensa alegría. ¡Qué distinta su vida ahora que sabe que Cristo ha resucitado, de cuando solo buscaba honrar el Cuerpo muerto de Jesús!
¡Qué distinta también nuestra existencia cuando procuramos comportarnos según esta consoladora realidad: Jesucristo sigue entre nosotros! El mismo a quien aquella mañana María de Magdala confundió con el hortelano del lugar. «Cristo vive: Cristo no es una figura que pasó, que existió en un tiempo y que se fue, dejándonos un recuerdo y un ejemplo maravillosos (...).
»Su Resurrección nos revela que Dios no abandona a los suyos. ¿Puede la mujer olvidarse del fruto de su vientre, no compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvidare, yo no me olvidaré de ti (Is 49, 14-15), había prometido. Y ha cumplido su promesa. Dios sigue teniendo sus delicias entre los hijos de los hombres (Cfr. Prov 8, 31)»3.
Jesús nos llama muchas veces por nuestro nombre, con su acento inconfundible. Está muy cerca de cada uno. Que las circunstancias externas –quizá las lágrimas, como a María Magdalena, por el dolor, el fracaso, la decepción, las penas, el desconsuelo– no nos impidan ver a Jesús que nos llama. Que sepamos purificar todo aquello que pueda hacer turbia nuestra mirada.
II. Cristo Jesús, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, que se hizo hombre en el seno virginal de María, está en el Cielo con aquel mismo Cuerpo que asumió en la Encarnación, que murió en la Cruz y resucitó al tercer día. También nosotros, como María Magdalena, contemplaremos un día la Humanidad Santísima del Señor, y mientras tanto hemos de fomentar el deseo de verle: Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro». Tu rostro buscaré, Señor4. En el Cielo veremos a Jesús como es, sin imágenes oscuras; será el encuentro con quien nos conoce y a quien conocemos porque ya le hemos tratado en muchas ocasiones.
Además de estar en el Cielo, Cristo está realmente presente en la Sagrada Eucaristía. «La única e indivisible existencia de Cristo, el Señor glorioso en los cielos, no se multiplica, pero por el Sacramento se hace presente en varios lugares del orbe de la tierra, donde se realiza el sacrificio eucarístico. La misma existencia, después de celebrado el sacrificio, permanece presente en el Santísimo Sacramento, el cual, en el tabernáculo del altar, es como el corazón vivo de nuestros templos. Por lo cual estamos obligados, por obligación ciertamente suavísima, a honrar y a adorar en la Hostia Santa que nuestros ojos ven, al mismo Verbo encarnado que ellos no pueden ver, y que, sin embargo, se ha hecho presente delante de nosotros sin haber dejado los cielos»5. «La presencia de Jesús vivo en la Hostia Santa es la garantía, la raíz y la consumación de su presencia en el mundo»6.
Cristo vive, y está también presente con su virtud en los sacramentos; está en su Palabra, cuando en la Iglesia se lee la Sagrada Escritura; está presente cuando la Iglesia ora y se reúne en su nombre7. Vive en el cristiano de una manera íntima, profunda e inefable. Cumplió la promesa que hizo a los Apóstoles cuando se despedía de ellos en la Última Cena: Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada8. Dios habita en nuestra alma en gracia y ahí debemos buscarle, ahí debemos escucharle, pues nos habla, y le entenderemos, si tenemos el oído atento y el corazón limpio. A esa presencia se refiere San Pablo cuando afirma que cada uno de nosotros es templo del Espíritu Santo9.
San Agustín, al considerar la cercanía inefable de Dios en el alma, exclamaba: «¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!; he aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba (...). Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Me tenían lejos de Ti las cosas que, si no estuviesen en Ti, no serían. Tú me llamaste claramente y rompiste mi sordera; brillaste, resplandeciste y curaste mi ceguedad»10.
En el alma en gracia, el Señor está más cerca que cualquier persona que esté a nuestro lado, más cerca que el hijo o el hermano que tenéis en vuestros brazos o lleváis de la mano; está más presente que el propio corazón. No dejemos de tratarle.
III. Cristo vive, y de diversos modos está entre nosotros y aun dentro de nosotros. Por eso debemos salir a su encuentro, esforzarnos por tener más conciencia de esa presencia inefable para que, teniéndole más presente, le tratemos más, y su amor crezca en nosotros. «Hay que tratar a Cristo, en la Palabra y en el Pan, en la Eucaristía y en la Oración. Y tratarlo como se trata a un amigo, a un ser real y vivo como Cristo lo es, porque ha resucitado. Cristo, leemos en la epístola a los Hebreos, como siempre permanece, posee eternamente el sacerdocio. De aquí que puede perpetuamente salvar a los que por medio suyo se presentan a Dios, puesto que está siempre vivo para interceder por nosotros (Heb 7, 24-25).
»Cristo, Cristo resucitado, es el compañero, el Amigo. Un compañero que se deja ver solo entre sombras, pero cuya realidad llena toda nuestra vida, y que nos hace desear su compañía definitiva»11. Si contemplamos a Cristo resucitado, si nos esforzamos en mirarlo con mirada limpia, comprenderemos hondamente que también ahora es posible seguirle de cerca, vivir junto a Él nuestra vida, que entonces se engrandece y adquiere un sentido nuevo.
Con el tiempo, entre Jesús y nosotros se irá estableciendo una relación personal –una fe amorosa– que puede ser hoy, al cabo de veinte siglos, tan auténtica y cierta como la de aquellos que le contemplaron resucitado y glorioso con las señales de la Pasión en su Cuerpo. Notaremos que, cada vez con más naturalidad, vamos refiriendo al Señor todas las cosas de nuestra existencia, y que no podríamos vivir sin Él. Encontrar al Señor nos supondrá en ocasiones una paciente y laboriosa búsqueda, comenzar y recomenzar cada día, quizá con la impresión de que estamos en la vida interior como al principio. Sin embargo, si luchamos, siempre estaremos más cerca de Jesús. Pero es preciso no dejar jamás que penetre el desaliento en nuestra alma por posibles retrocesos, muchas veces aparentes.
El ejemplo de María Magdalena, que persevera en la fidelidad al Señor en momentos difíciles, nos enseña que quien busca con sinceridad y constancia a Jesucristo acaba encontrándolo. En cualquier circunstancia de nuestra vida le hallaremos mucho más fácilmente si iniciamos nuestra búsqueda de la mano de la Virgen, nuestra Madre, a quien le decimos en la Salve: muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
1 Cfr. Lc 8, 2. — 2 Jn 20, 13. — 3 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 102. — 4 Sal 26, 8. — 5 Pablo VI, Credo del pueblo de Dios. — 6 San Josemaría Escrivá, loc. cit. — 7 Cfr. Conc. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium, 7. — 8 Jn 14, 23. — 9 Cfr. 2 Cor 6, 16-17. — 10 San Agustín, Confesiones, 10, 27-38. — 11 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 116.
Evangelio del martes: bienaventurados los que lloran
Comentario del martes de Pascua. “Suéltame, que aún no he subido a mi Padre; pero vete donde están mis hermanos y diles: «Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios»”. La Magdalena ha visto al Señor porque nunca dejó de amarle. Por eso, está preparada para la misión apostólica. Ha merecido ser llamada “apóstola de los apóstoles”.
11/04/2023
Evangelio (Jn 20,11-18)
En aquel tiempo:
María estaba fuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y vio a dos ángeles de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies, donde había sido colocado el cuerpo de Jesús. Ellos dijeron:
—Mujer, ¿por qué lloras?
—Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto — les respondió.
Dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dijo Jesús:
—Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el hortelano, le dijo:
—Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.
Jesús le dijo:
—¡María!
Ella, volviéndose, exclamó en hebreo: — ¡ Rabbuni ! — que quiere decir: «Maestro».
Jesús le dijo:
—Suéltame, que aún no he subido a mi Padre; pero vete donde están mis hermanos y diles: «Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios».
Fue María Magdalena y anunció a los discípulos:
—¡He visto al Señor!, y me ha dicho estas cosas.
Comentario
Permanecemos muy atentos a esta escena evangélica. Respetamos la soledad y la tristeza de María de Magdala, pues intuimos que algo grande va a ocurrir. Ella ya había visto el sepulcro vacío y, pensando que se habían llevado el cuerpo del Señor, anunció la triste noticia a Pedro y al discípulo amado. Ellos acudieron, y luego se fueron; pero María permaneció junto al sepulcro vacío y estalló en llantos: no podía soportar haber perdido el cuerpo sin vida de su Señor. Tampoco reconoce a los ángeles como mensajeros de una gran noticia. Es tal su tristeza, que ni siquiera distingue la voz del Maestro que le interroga.
Pero el presunto “hortelano” insiste, esta vez llamando a la mujer por su nombre: “María”. La reacción es inmediata: “¡Maestro!”. Jesús había sido para María el Médico divino que la liberó de los siete demonios (cf. Lucas 8,2). Desde entonces fue su Maestro. Ahora, junto al sepulcro, es su Buen Pastor, el que “llama a sus propias ovejas por su nombre y las conduce fuera (...) y conocen su voz” (Juan 10,3.4). ¡Bienaventurada María que lloraba porque ha sido consolada! (cf. Mateo 5,4). Hasta el mismo Jesús tiene que frenar la fuerza de María que no quiere soltarle. Es más, tiene que irse para anunciar la gran noticia a los “hermanos” de Jesús. Antes había anunciado la falsa noticia del robo del cadáver de Cristo. Ahora ha de anunciar la verdad: ¡Ha visto al Señor vivo y le ha dicho que sube al Padre!
María es ejemplo de quien busca al Señor con afán, como la amada del Cantar: “En mi lecho, por las noches, busqué al que ama mi alma, y no lo encontré”. Pero superada la prueba, “encontré al que ama mi alma. Lo abracé y no lo soltaré” (Cantar de los cantares, 3,1.4). En un mundo en el que parece oculta la presencia de Dios, la actitud de María, perseverante en su búsqueda, es ejemplo para no desfallecer en las buenas obras de cada día, donde Jesús nos espera y nos llama, vivo y resucitado. Y así, con una fe renovada, somos, como la Magdalena, apóstoles. Ella fue la primera en anunciar la resurrección, verdad siempre nueva que ha de ser anunciada al mundo entero.
Lunes santo: “Se consuma la vida de Jesús”
Nuestros pecados fueron la causa de la Pasión: de aquella tortura que deformaba el semblante amabilísimo de Jesús, perfectus Deus, perfectus homo Y son también nuestras miserias las que ahora nos impiden contemplar al Señor, y nos presentan opaca y contrahecha su figura.
11 de abril
Cuando tenemos turbia la vista, cuando los ojos se nublan, necesitamos ir a la luz. Y Cristo ha dicho: ego sum lux mundi! (Ioh VIII,12), yo soy la luz del mundo. Y añade: el que me sigue no camina a oscuras, sino que tendrá la luz de la vida (Via Crucis, VI Estación, n. 1)
Esta semana, que tradicionalmente el pueblo cristiano llama santa, nos ofrece, una vez más, la ocasión de considerar –de revivir– los momentos en los que se consuma la vida de Jesús. Todo lo que a lo largo de estos días nos traen a la memoria las diversas manifestaciones de la piedad, se encamina ciertamente hacia la Resurrección, que es el fundamento de nuestra fe, como escribe San Pablo (Cfr. 1 Cor XV, 14.). No recorramos, sin embargo, demasiado de prisa ese camino; no dejemos caer en el olvido algo muy sencillo, que quizá, a veces, se nos escapa: no podremos participar de la Resurrección del Señor, si no nos unimos a su Pasión y a su Muerte (Cfr. Rom VIII, 17.). Para acompañar a Cristo en su gloria, al final de la Semana Santa, es necesario que penetremos antes en su holocausto, y que nos sintamos una sola cosa con Él, muerto sobre el Calvario (...).
Meditemos en el Señor herido de pies a cabeza por amor nuestro. Con frase que se acerca a la realidad, aunque no acaba de decirlo todo, podemos repetir con un autor de hace siglos: El cuerpo de Jesús es un retablo de dolores. A la vista de Cristo hecho un guiñapo, convertido en un cuerpo inerte bajado de la Cruz y confiado a su Madre; a la vista de ese Jesús destrozado, se podría concluir que esa escena es la muestra más clara de una derrota. ¿Dónde están las masas que lo seguían, y el Reino cuyo advenimiento anunciaba? Sin embargo, no es derrota, es victoria: ahora se encuentra más cerca que nunca del momento de la Resurrección, de la manifestación de la gloria que ha conquistado con su obediencia (Es Cristo que pasa, 95).
Mensaje del Prelado (30 marzo 2023)
El prelado del Opus Dei agradece la oración por los preparativos del próximo Congreso General Extraordinario e informa sobre algunos aspectos de su organización.
30/03/2023
Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
Como sabéis, en la semana de Pascua tendrá lugar el Congreso General Extraordinario para adaptar los Estatutos de la Prelatura al motu proprio Ad charisma tuendum. Os agradezco mucho vuestra contribución en estos meses, con la oración por esos trabajos y, también, con la preparación y el envío de las numerosas sugerencias que se han recibido. Os pido que sigáis rezando por los preparativos y el desarrollo de este Congreso General y por su resultado, que nos ha de ayudar a renovar el deseo de hacer el Opus Dei, en servicio de Dios y de la Iglesia en todo el mundo.
Las sugerencias se han estudiado en Roma, con la ayuda de expertas y expertos, para presentar propuestas concretas en el Congreso. Las que no eran aplicables a la petición de la Santa Sede contenida en el motu proprio se podrán tener en cuenta, como ya adelanté en mi mensaje de octubre, durante las próximas Semanas de trabajo, cuando se convoquen, y servirán para preparar el próximo Congreso General ordinario en 2025. Son un material muy valioso, que os quiero agradecer de nuevo.
Durante esos días, las reuniones de las congresistas y de los congresistas se realizarán en paralelo y participaré en ambas, junto con los Vicarios. Tendrán lugar en las sedes del Colegio Romano de Santa María y del Colegio Romano de la Santa Cruz. Las dos se iniciarán con una Santa Misa. En sucesivas sesiones, se estudiarán las propuestas elaboradas y lo que resulte como texto final se votará el último día. Terminaremos con la bendición con el Santísimo y el rezo del Te Deum.
A diferencia de otros Congresos Generales, ya sean electivos –donde se elige al Prelado– o sean ordinarios –donde se fijan algunas prioridades apostólicas–, en este caso no puede haber una comunicación inmediata del resultado final, pues se debe enviar al Dicasterio del Clero, para el estudio de la Santa Sede, a quien corresponde aprobarlo.
Todos los Congresos Generales son momentos muy especiales de unidad entre toda la Obra, y de la Obra con el Santo Padre y con el conjunto de la Iglesia. En estas semanas, deseamos que esté especialmente presente la aspiración de nuestro Padre: Omnes cum Petro ad Iesum per Mariam.
Con todo cariño, os bendice,
Vuestro Padre
Roma, 30 de marzo de 2023
«Sembradores de paz y de alegría»: El carisma del Opus Dei en palabras de san Josemaría
En este breve vídeo recogemos algunos rasgos del carisma del Opus Dei explicados por san Josemaría: hacer todo por amor, tener comprensión para todos, rezar por la Iglesia y por el Papa, compartir una misma vocación, ser familia, imitar a Jesucristo, ser en la calle el templo de la Trinidad Beatísima, santificar el trabajo.
03/04/2023
Transcripción de las palabras de san Josemaría
Yo tengo que decir que yo no he fundado el Opus Dei. El Opus Dei se fundó a pesar mío.
Ha sido una voluntad de Dios que se ha verificado y ya está. Yo soy un pobre hombre y no he hecho más que estorbar.
Santificación del trabajo
En el Opus Dei buscamos la santidad a través del trabajo: santificando el trabajo, santificándonos con el trabajo, santificando a los demás a través de nuestro trabajo profesional.
¿En qué sitios? ¿donde están los intelectuales? donde están los intelectuales.
¿Donde están los trabajadores que trabajan en cosas manuales? donde están los trabajadores que trabajan en cosas manuales. Y, ¿cuál es mejor de esos trabajos? y os diré, como todos los días os he dicho, es mejor aquel trabajo que se hace con más amor de Dios.
En todos los sitios donde una persona honrada puede vivir, ahí tenemos nosotros aire para respirar; ahí debemos de estar con nuestra alegría, con nuestra paz interior con nuestro afán de llevar las almas a Cristo.
Centralidad de Jesucristo
Si tratamos a Jesucristo con la frecuencia de sacramentos, con la charla diaria con él y constante, con la conversación, imitaremos a Jesucristo casi sin darnos cuenta. Y ¿qué corazón más grande que el de Cristo? ¿qué inmensidad más grande que la inmensidad de ese amor del Señor? ¡Ahí cabemos todos! ¡en un corazón así, cabemos todos!
Después cuando estás tú por la calle, en tu labor profesional, en tu hogar y no tienes el Sagrario tú mismo eres el templo de la Trinidad Beatísima. El Espíritu Santo se pone de asiento en nuestra alma y hace que nuestra vida se convierta en vida de cristianos, en vida sobrenatural. Él actúa, Él nos concede su gracia.
Una sola vocación
Nuestra vocación es la misma. Yo tengo la vocación de todos vosotros: la vocación vuestra, hijas mías. Tengo la vocación también que puede tener un supernumerario que está en el campo trabajando. El Señor ha querido que no hubiera más que un solo fenómeno jurídico, ascético, teológico, uno solo. En el Opus Dei hay una vocación que se acomoda como un guante a la mano, a las necesidades y a las circunstancias de cada uno de los socios. He dicho siempre que no tenemos más que un "puchero" para todos, la comida espiritual es la misma.
Familia
Y el modo de tratar a Dios nuestro Señor es el mismo; y el amor que tenéis a vuestras mujeres o a vuestros maridos y a vuestros hijos y a vuestra familia no os quita el amor de Dios. Ni el amor de Dios os quita el empeño que tenéis que tener en sacar adelante a las personas queridas: a la familia vuestra, que es parte de vuestra vocación.
Unión con la Iglesia y con el Papa
Yo estoy con el Papa. Con el Papa con todo mi corazón, lo quiero con toda mi alma. Sin el Papa no estamos bien, no estamos con la Iglesia. Y con la jerarquía ordinaria. No tenemos derecho a juzgar al Papa. Tenemos que amarlo, ¿está esto claro? Oremus pro Beatissimo Papa nostro Paolo (VI). Dilo tú con el corazón, cuando te ocurra cualquier cosa y cuando veas que es necesario pedir por la Iglesia. Y así pides por la iglesia entera. Porque en él, en su corazón de padre, estamos metidos todos los fieles.
Amistad personal
Hemos de tener compasión, cariño. No hemos de distinguir entre gentes de este lado y del otro, de delante y de atrás. Hemos de tener corazón para todos, comprensión para todos. Ya tiene bastantes dificultades la vida ¿por qué vosotros y yo vamos a poner más dificultades a las almas? Facilidades: hemos de ayudar a la gente a acercarse a Jesucristo. Él no rechaza. Él no rechaza porque es el que viene a dar la salud.
En la vida hay que hacerlo todo por amor. El amor tiene alas. Y verás que unas veces vuelas más abajo, otras más alta. Y por lo tanto, las perspectivas del día siendo parecidas unas a otras, son siempre distintas.
Juventud de espíritu
En el Opus Dei somos jóvenes siempre. Vamos a Dios, a ese Dios que alegra nuestra juventud, que nunca se acaba. Los hijos de esta gran familia se quieren, y cuando traen a otros que no son de esta gran familia, se les pega la locura divina, la locura de paz, de comprensión, de convivencia de amor, de dispensarse, de disculparse, de quererse.
Lo dijo en un solemne documento la Santa Sede hace muchos años: somos en el Opus Dei sembradores de paz y de alegría.
Cristo ha resucitado ¡Aleluya!: Comentario P. Jorge Miró
Domingo, 9 de abril de 2023
Resurrección© Cathopic
El padre Jorge Miró comparte con los lectores de Exaudi su comentario sobre el Evangelio de hoy, 9 de abril de 2023, titulado “Cristo ha resucitado ¡Aleluya!”.
***
¡Aleluya! Alabad al Señor, dadle gracias porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Celebramos hoy la Resurrección del Señor, celebramos que Jesucristo ha vencido a la muerte, que ha resucitado y que está con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos.
Hoy contemplamos en todo su esplendor el misterio del amor de Dios, que es el hilo conductor de nuestra fe. Dios te ama tanto que te ha creado para vivir con Él para siempre, para toda la eternidad: no hay nada ni nadie que nos pueda separar del amor de Dios… ni siquiera la muerte (cf. Rom 8).
Hoy celebramos la vitoria de Jesucristo, que también puede ser la tuya, si la acoges en tu corazón, porque el Señor te regala la salvación: si crees, ¡verás la gloria de Dios! Si acoges en tu corazón está buena noticia y te la crees, también tú comenzarás a experimentar la salvación.
¿Qué quiere decir esto en tu vida concreta?
En primer lugar, es experimentar que no estás solo, que el Señor está contigo, camina contigo y actúa en tu vida todos los días. Vivirás en tu vida la presencia de Jesucristo Resucitado que, por el don del Espíritu Santo, lo hace todo nuevo. Por eso, el primer fruto que aparece es la alegría. En medio de las dificultades y problemas. Porque ahí, el Señor que derrama su Espíritu. Y podrás vivir en tu vida un milagro permanente, el milagro de la Pascua: el paso del Señor por tu vida, por tus problemas y te saca de la esclavitud y te lleva a la libertad.
Experimentarás la paz. No porque se haya acabado el combate, sino porque en medio del combate aparece Jesucristo Resucitado que te regala la victoria. Y eso es lo que te da la paz: que mi fuerza y mi poder es el Señor.
Esto es lo que estamos llamados a vivir. El que cree, el que se encuentra con Jesucristo, experimenta una vida nueva, experimenta que vive “iluminado”.
Lo significamos en la Vigilia Pascual con el lucernario y durante toda la Pascua con el Cirio Pascual. El hombre, herido por el pecado original, vive en la oscuridad y necesita ser iluminado por Aquél que es la luz del mundo: Jesucristo.
El que está “iluminado” no es el que se quiere apropiar de la luz para hacer con ella lo que le place. No, El que está “iluminado” es el que cada día se deja iluminar por el Señor, por su Palabra, y tiene luz, tiene discernimiento, tiene los mismos sentimientos y actitudes que Cristo Jesús (cf. Flp 2).
El que está “iluminado” puede “saborear” la vida, porque tiene la sabiduría del Espíritu. Y por eso, puede vivir en la bendición y en la alabanza, en todo tiempo, porque todo lo vive con el Señor.
El que está “iluminado” vive buscando los bienes de arriba, porque sabe que su vida está con Cristo escondida en Dios.
Jesucristo ha resucitado, ¡Cristo vive! Este la gran noticia de la Pascua. Este es el anuncio sorprendente que nos hace hoy la Palabra de Dios: A Jesús lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios. Jesucristo vive, y vive para siempre.
Esto es lo que el Señor te quiere regalar: una vida nueva. ¡Ánimo! Si todavía no has tenido este encuentro con Jesucristo Resucitado, ¡pídeselo! Si ya te has encontrado con Él, ¡disfrútalo! Y con tu testimonio de vida ayuda a que otros se puedan encontrar con Él.
Si crees, ¡verás la gloria de Dios!
¡¡Feliz Pascua, Feliz Encuentro con el Resucitado!! ¡Feliz Domingo! ¡Feliz Eucaristía!
Documentación de prensa sobre el Congreso general extraordinario del Opus Dei
Ofrecemos diferentes textos sobre el próximo Congreso general extraordinario del Opus Dei, que se desarrollará del 12 al 16 de abril en Roma.
07/04/2023
► PDF Documentación de prensa sobre el Congreso general extraordinario: Español - Inglés
Sumario
1. Opus Dei: carisma y datos informativos
1.1 Mensaje
1.2 Resumen histórico
1.3 Datos actuales
1.4 Algunas noticias recientes sobre la Prelatura del Opus Dei
1.5 Selección de iniciativas sociales y educativas
2. El Congreso general extraordinario
2.1 Breve descripción
2.2 Motu proprio
2.3 Cronología
2.4 Carta del Prelado del 30-III-2023
3. Preguntas y respuestas
3.1 Sobre el Congreso general extraordinario
3.2 Sobre el motu proprio ‘Ad charisma tuendum’
3.3 El Papa Francisco, el Opus Dei y ‘Ad charisma tuendum’
4. Documentación
4.1 Material informativo en www.opusdei.org
4.2 Fotografías
4.3 Vídeos
4.4 Personas de contacto
4.5 Infográfico
La catequesis del Papa sobre el discernimiento (que tuvo lugar en las audiencias del 28 de septiembre de 2022 al 4 de enero de 2023) se ha centrado en la reflexión que corresponde a cada uno hacer personalmente en su vida espiritual.
Ha prestado una atención especial a la importancia de los afectos en el examen de conciencia y en la oración. No se refiere, por tanto, al papel del acompañamiento o a la dirección espiritual, excepto en la última audiencia general; y tampoco al discernimiento en otros niveles sociales o eclesiales.
Todos necesitamos saber discernir para tomar las decisiones correctas. Es lo propio de la virtud de la prudencia, aunque este término hoy ha adquirido un sentido reductivo de cautela o precaución. Pero en sí la prudencia es “la recta razón en el obrar”, y, por tanto, también puede llevarnos a actuar sin demora y con generosidad.
Desde el punto de vista cristiano, además, el discernimiento requiere tener en cuenta nuestra condición de hijos de Dios, la amistad y el trato personal con Jesucristo, y la acción del Espíritu Santo.
El Papa animó a saber reconocer las señales con las que Dios se hace encontrar en las situaciones imprevistas, incluso desagradables; y, también, a saber percibir algo que puede hacernos empeorar en el camino, aunque se presente de modo atractivo.
Elementos del discernimiento
En una primera parte de sus catequesis (hasta el 19 de octubre incluido) el papa Francisco señaló cuatro elementos principales de este discernimiento espiritual que podríamos llamar “individual”.
En primer lugar, la amistad o familiaridad con el Señor: hablar con Él en la oración, con cercanía y confianza, porque Él nunca nos abandona.
Segundo, el conocimiento propio, que no es fácil; porque tendemos, por una parte, a escondernos –incluso de nosotros mismos– y, por otra, nos dejamos llevar fácilmente por modas o eslóganes superficiales.
Para todo ello nos ayuda el hacer examen de conciencia. Y no se refiere el Papa aquí al examen previo a la confesión sacramental (para descubrir los pecados de los que nos hemos de acusar), sino al examen de conciencia general al final de la jornada. «Examen de conciencia general de la jornada: ¿qué ha sucedido en mi corazón en este día? Han pasado muchas cosas… ¿Cuáles? ¿Por qué? ¿Qué huellas dejaron en el corazón?».
El tercer ‘ingrediente’ del discernimiento sería conocer cuáles y cómo son nuestros deseos, y cuidar que sean deseos grandes y operativos, porque a veces nos quedamos en las quejas (cfr. Jn 5 ,6 ss), que más bien empequeñecen o atrofian el deseo.
En cuarto lugar, nos aconseja leer o interpretar la propia historia. Si lo vamos haciendo, un poco cada día, podremos detectar tantos elementos tóxicos o pesimistas que nos frenan (no valgo nada, todo me va mal, etc.), quizá con la ayuda de alguien que nos ayude a reconocer también nuestras cualidades, las cosas buenas que Dios siembra en nosotros.
Audiencia del papa Francisco el 28 de septiembre de 2022. Fuente: Vatican News.
Desolación y consolación
En una segunda parte de la catequesis (hasta el 23 de noviembre), se centró en el binomio desolación-consolación.
Primero, la desolación o tristeza espiritual. Esta tristeza no tiene por qué ser mala en sí misma. A veces es resultado de un remordimiento por haber hecho algo mal, pero otras veces es sencillamente como un “dolor del alma”, un semáforo en rojo, que nos invita a detenernos, para ver qué va mal; otras veces puede ser una tentación de desánimo, que nos envía el demonio para detenernos en el camino del bien.
En todo caso, conviene preguntarse de dónde viene esa tristeza, sin olvidar que Dios nunca nos abandona, y que con Él podemos vencer cualquier tentación como nos enseñó Jesús (cfr. Mt 3,14-15; 4, 11-11; 16, 21-23).
El Papa insiste en que a veces esa desolación puede ser buena. «De hecho –advierte–, si no hay un poco de insatisfacción, un poco de tristeza saludable, una sana capacidad de vivir la soledad y estar con nosotros mismos sin huir, corremos el riesgo de permanecer siempre en la superficie de las cosas, y no entrar nunca en contacto con el centro de nuestra existencia. Es buena una cierta ‘sana inquietud’ como han tenido los santos».
Y explica que la desolación nos da la posibilidad de crecer, de madurar en la capacidad de darnos a los demás con gratuidad, sin buscar nuestro propio interés o nuestro simple bienestar. Por ejemplo, en la oración puede que estemos secos o nos sintamos vacíos o tentados de abandonarla. Pero hay que aprender a estar con el Señor, mientras seguimos buscándole, quizá en medio de esa tentación, o de ese vacío que experimentamos. Pero sin dejar la oración, porque su respuesta llega siempre.
También llegan las ‘consolaciones’ en la vida espiritual, las alegrías. Pero hay que saber distinguir las verdaderas de las falsas consolaciones. Las primeras nos llevan a seguir buscando al Señor, agradecidos por lo que nos da. Las segundas son las que nos llevan a buscarnos a nosotros mismos, a evadirnos de nuestros deberes o a maltratar a los demás.
Controlar nuestro camino
En la última parte de las catequesis (desde el 7 de diciembre) Francisco invitó a fijarse en la fase posterior a la toma de decisiones, para verificar si han sido adecuadas o no. Como signos de que han sido buenas decisiones, señaló: la paz interior y la alegría, la preocupación por las necesidades de los demás, el «sentirse en el propio sitio», el crecimiento en el orden, en la unidad y en la energía de nuestra vida espiritual.
Añadió la importancia de la vigilancia: no adormecerse, no acostumbrarse, no dejarse llevar por la rutina (cfr. Lc 12, 35-37). Algo necesario, para asegurar la perseverancia, la coherencia y el buen fruto de nuestras decisiones.
La razón es porque el que se vuelve demasiado seguro de sí mismo, pierde la humildad y por falta de vigilancia del corazón puede dejar entrar de nuevo al maligno (cfr. Mt 12, 44 ss). Si no se vigila, crecen las malas hierbas: el orgullo, la presunción de ser buenos, la comodidad de estar a gusto, la excesiva confianza en uno mismo… En una palabra, la falta de humildad… y se acaba perdiendo todo.
Este es el consejo: «Vigilar el corazón, porque la vigilancia es señal de sabiduría, es señal sobre todo de humildad, porque tenemos miedo de caer y la humildad es el camino maestro de la vida cristiana».
Ayudas para el discernimiento
Más tarde el Papa señaló algunas ayudas para el discernimiento. Se refirió principalmente a la Palabra de Dios y la doctrina de la Iglesia. La Palabra de Dios la encontramos en la Sagrada Escritura (sobre todo en la lectura asidua de los Evangelios) con la ayuda del Espíritu Santo.
Por eso insiste, como otras veces, Francisco: «Tomemos el Evangelio, tomemos la Biblia en la mano: cinco minutos al día, no más. Lleva un Evangelio de bolsillo, en el bolso, y cuando viajes, tómalo y lee un poco durante el día, dejando que la Palabra de Dios se acerque a tu corazón».
Aludió también, de acuerdo con la experiencia de los santos, a la importancia de contemplar la pasión del Señor y verlo en el Crucifijo; al recurso a la Virgen María; a pedir luces al Espíritu Santo (que es «el discernimiento en acción») y tratarlo con confianza, junto con el Padre y el Hijo.
En la última catequesis (cfr. Audiencia general del 4 de enero de 2023) Francisco señaló la importancia del guía espiritual y de darse a conocer para conocerse a sí mismo y caminar en la vida espiritual.
Don Ramiro Pellitero Iglesias
Profesor de Teología pastoral de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra.
¿La desigualdad es un problema?
Al responder cualquier pregunta conviene pensar cuál es el punto de vista de quien pregunta, cómo va a aplicar la respuesta y algunas otras dudas escondidas tras ese cuestionamiento, o cómo se relacionará con otros temas. Y quien responde ha de examinar sus conocimientos y aconsejar a quiénes más han de acudir para ampliar los datos.
Tal vez huimos de la desigualdad o la combatimos, debido al modo de entenderla desde la política. Incluso, un político puede atraer si promete erradicarla. Sin embargo, hay muchas preguntas que responder antes de apoyar la desaparición de la desigualdad. Además, no todas las desigualdades son malas, ni todas pueden desaparecer. Basta observar y pensar.
El problema no está en la desigualdad misma, sino en el origen y en el tratamiento dado a ella.
Respecto al origen podemos hablar de desigualdad natural y desigualdad inducida, ésta última depende totalmente de la finalidad buscada.
La desigualdad natural es evidente, basta ver la variedad de especies en la naturaleza, y las diferencias entre los sujetos de la misma especie. Es imposible combatirla. En los seres humanos la desigualdad es palpable. Es motivo de orgullo el sabernos únicos e irrepetibles. El molde de cada persona se destruye cuando estamos terminados. Hay parecido, pero no igualdad. Si se complementan las desigualdades hay enriquecimiento, basta ver la ayuda entre distintos profesionistas.
En la educación este aspecto es muy importante. Se aprovecha para saber estimular y solidificar lo bueno, para combatir las malas inclinaciones, para adquirir lo factible, para minimizar lo que resulta difícil de quitar. Este es el modo de respetar a cada persona, ayudarla a conocerse, impulsarla a desarrollarse, enseñarle a convivir.
La desigualdad inducida en cuanto al trato a cada persona puede considerarse buena si respeta el modo de ser de cada quien y sus específicas necesidades. La desigualdad inducida puede ser mala si se privilegia a unos y se desconoce a otros. En el desconocimiento o rechazo, notoriamente aparece una falta de respeto a la dignidad de las personas.
Además de detectar la desigualdad en lo personal, es necesario verla en la familia y en la sociedad.
En la familia el trato de desigualdad ha de apoyarse en el conocimiento más profundo que se tiene por motivo natural, por la cercanía, por la espontaneidad, por la intimidad. En esa cercanía e intimidad se dan diferencias de edad -padres e hijos, también abuelos- y de ocupaciones, etcétera. Esa desigualdad logra enriquecimiento si hay apertura e inclusión. Sería negativa si fomenta la exclusión, las preferencias o descartes.
En la sociedad las desigualdades son más notorias por los distintos estratos, cultura, educación, ocupaciones. Se proliferan las diferencias y si se aprende a buscar a los demás con apertura y comprensión, incluso pasando por alto las irresolubles que pueden ser muy profundas y molestas.
El modo natural de afrontarlas es el adecuado. Es aceptarlas tal como son y buscar el modo de compatibilizarlas. El buen modo inducido de aprovechar la desigualdad en las sociedades consistirá en apoyar las características de cada persona y hacer sinergias de complementariedad.
El mal modo inducido de ver la desigualdad en las sociedades consiste en aplicar estrategias de uniformidad de modo que se ejerzan presiones sobre las personas para forzarlas a ser y actuar de otra manera. Incluso con la aplicación de tácticas psicológicas que les violentan desde lo más íntimo. La finalidad es conseguir la uniformidad prometida en los discursos políticos, cargados de emotividad pero alejados del realismo.
Estar atentos, pues esos modos provienen de la ideologización de la desigualdad que buscan erradicar a como dé lugar. Son promesas basadas en utopías. Esos son los planteamientos de las teorías marxistas.
La desigualdad en el marxismo depende de la economía y no de la naturaleza humana. Como toda ideología hay un punto de vista a partir de una teoría y no de la realidad. El punto de partida entonces será la distribución del capital y solamente se considera la oposición entre trabajadores y capitalistas. El motor será la pugna entre esos dos sectores.
Un convencido marxista lógicamente se dedicará a promover la pugna, todo es lucha y no hay reconciliación. La meta es la aniquilación de los malos y el triunfo de los buenos. En este caso los buenos son los trabajadores, los malos los capitalistas. La meta emotivista es lograr la permanencia de sólo los buenos. En este caso sólo los trabajadores.
Automáticamente desaparecerán las desigualdades, habrá igualdad en la pertenencia a un solo estrato. Ese estrato bueno será el del ideólogo.
La realidad es otra, la experiencia nos enseña que la división de buenos y malos es falsa. Todos tenemos capacidad para el bien y para el mal. El esfuerzo es personal y la meta es acrecentar el bien y esforzarse por minimizar el mal. El proceso adecuado será una educación que capacite para practicar las virtudes.
Sin embargo, no es nada fácil cambiar a un ideólogo porque está enamorado de su idea y le importa muy poco la realidad. Como ideólogo es el líder, el creativo, el autor de su mundo, el que dicta lo que debe ser. Su palabra es la ley.
VIVAMOS LA FIESTA DE LA MISERICORDIA EN FAMILIA
Silvia Del Valle
Es hermoso ver que Jesús no deja de darnos regalos espirituales para que podamos alcanzar la salvación fácilmente.
En plena octava de Pascua tenemos la fiesta de la Divina Misericordia donde Jesús nos dice que nos da su Amor para justificarnos, pero nos pide que nosotros le consolemos con nuestras acciones conforme a su Voluntad.
En este sentido nosotros debemos enseñar a nuestros hijos a ser misericordiosos como Jesús lo es con nosotros. Aquí te dejo mis 5Tips para lograrlo.
PRIMERO. Que sean empáticos.
Para poder ser misericordiosos primero debemos sentir con el otro, y para lograrlo es necesario conocer nuestros sentimientos para reconocerlos en nosotros mismos y después en los demás.
Tenemos muchos recursos que nos pueden ayudar a educar en la inteligencia emocional a nuestros hijos, videos, materiales didácticos, etc, pero no debemos olivar que la mejor estrategia es que nosotros les expliquemos cómo se siente en cada etapa que viven y que le pongamos nombre a eso que sienten, sobre todo cuando están pequeños.
Cuando nuestros hijos son más grandes, podemos sentarnos a platicar con ellos para que ubiquen con claridad lo que sienten y que puedan gestionarlo ya que en la adolescencia esto se vuelve complicado por el exceso de hormonas y la cantidad de sentimientos nuevos que se les presentan.
Otra forma eficaz es que también nosotros les digamos cómo nos sentimos y que vean que todos tenemos sentimientos positivos y negativos y que es necesario aprender a gestionarlos.
SEGUNDO. Que conozcan las obras de Misericordia.
Es necesario que las tengamos claras como familia para que después podamos ponerlas en práctica.
Con mucha claridad debemos saber que existen dos tipos de obras de misericordia, unas corporales y otras espirituales.
Las corporales son:
Dar de comer al hambriento
Dar de beber al sediento
Dar posada al necesitado
Vestir al desnudo
Visitar al enfermo
Socorrer a los presos
Enterrar a los muertos
Las espirituales son:
Enseñar al que no sabe
Dar buen consejo al que lo necesita
Corregir al que está en error
Perdonar las injurias
Consolar al triste
Sufrir con paciencia los defectos de los demás
Rogar a Dios por vivos y muertos
Es bueno que las entendamos para hacerlas vida en nuestra familia.
TERCERO. Haz un plan familiar.
Cada familia tenemos costumbres distintas y por lo mismo podemos aterrizar de forma particular cada una de las obras de misericordia, por eso es bueno ponernos de acuerdo desde antes para lograrlo.
Nuestros hijos que ya tienen edad para comprender pueden ayudarnos con las propuestas de formas concretas para llevarlas a la práctica y los hijos pequeños nos pueden acompañar haciendo dibujos de lo que están escuchando y de cómo pueden ayudar ellos.
El plan debemos ponerlo en un lugar visible para que todos lo tengamos presente y si le podemos poner fechas y parámetros medibles será mucho mejor porque podemos ver cómo vamos avanzando.
CUARTO. Comencemos por la familia.
Es muy común que pensemos que las obras de misericordia las debemos hacer hacia afuera, con los que menos tienen, pero muchas veces, los más necesitados son los que tenemos cerca, en nuestra familia.
Si como papás hacemos un análisis de las necesidades que nuestros hijos tienen, podremos ver qué obras de misericordia podemos aplicar con ellos; y luego hacer el mismo ejercicio entre hermanos para que todos estemos en sintonía y trabajemos para conseguir lo que nos proponemos.
Que lindo es ver a la familia unida para hacer lo posible para que cada uno de sus miembros estén de lo mejor.
Y QUINTO. Sigamos celebrando la alegría de la Pascua y la Misericordia que Jesús nos regala.
Una forma muy bella de celebrar y compartir la alegría de la Pascua es haciendo obras de misericordia y compartiendo la gran noticia de la Resurrección con todos los que nos rodean, porque la Resurrección también fue un Don inmerecido de la Misericordia que Dios nos tiene.
Recordemos que la fiesta de la Pascua dura 50 días y que la alegría de la Pascua se nos debe notar.
DE MODELO A MONJA. AL EMPEZAR SEMANA SANTA
José Martínez Colín
1) Para saber
“Un corazón alegre es el resultado normal de un corazón ardiente de amor” (Santa Madre Teresa de Calcuta). En estos últimos días de la Cuaresma hay sentimientos encontrados, pues aunque nos dirigimos hacia los dolorosos episodios de la Pasión y Muerte de Jesucristo, también hay alegría al recordar su entrada festiva a Jerusalén; alegría que se verá colmada con su Resurrección. La entrada del Domingo de Ramos es una bella escena, dice el Papa Francisco, llena de luz —la luz del amor de Jesús, de su corazón—, de alegría, de paz, de fiesta. Es por el corazón ardiente de Jesús que nos llena de alegría, la alegría de ser amados.
En la Misa del Domingo de Ramos, se repite el gesto de agitar las palmas expresando la alegría de acompañar a Jesús, de sentirlo cercano, como un amigo y también como rey, es decir, como faro luminoso de nuestra vida.
2) Para pensar
Una noticia sorprendió: Una joven, modelo, de las pasarelas decidió ingresar a un convento.
Joven y guapa, Patricia soñaba con llegar lejos, al teatro, aparecer en las revistas, ganar mucho dinero y ser alabada por el mundo. Vivía entre viajes, moda, sesiones fotográficas, modelar en pasarelas: “Desde muy pequeñita ya estaba acostumbrada a subirme al escenario. Todo aquello me fascinaba: las luces, aplausos, flashes, el teatro. En el escenario todo parecía funcionar bien, pero en verdad, tenía un gran vacío, estaba falta de sentido… Yo había idealizado el mundo bohemio, de personas “libres”, pero me iba absorbiendo y “deshumanizando” ya que, si quieres triunfar, has de pasar por encima de todo, incluso de valores fundamentales. Sólo importa la imagen que ofreces. El corazón, los sentimientos, todo queda anulado”, reveló Patricia.
Una amiga ingresó en un convento de clausura, y fue a visitarla. Una pregunta le surgió: “¿Quién está realmente prisionera, ellas o yo? Esas mujeres dentro de las rejas eran libres, felices y alegres”. Entonces se le abrieron los ojos: “Comprendí que sólo había alguien que podía llenar mi vida y todos mis anhelos de libertad: Dios”. Hoy Patricia es hermana de la orden de San Francisco y Santa Clara, y vive feliz en un pueblecito de Burgos. Confiesa: “Lo que puedo decir es que no vale la pena vivir llenando el corazón de sucedáneos. Todo se acaba. Lo único que permanece es el Amor de Cristo, que transforma y abre horizontes inmensos. Que no vale la pena ser conocido por los hombres si uno no se deja conocer por Dios. ¡Él es el único que no pasa!”
3) Para vivir
La verdadera alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona: a Jesús. Nace de saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en momentos difíciles. No podemos ser nunca hombres y mujeres tristes, ni desanimarnos: un cristiano jamás puede serlo, señala el Papa Francisco. Nosotros acompañamos a Jesús, pero sobre todo sabemos que él nos acompaña: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que nos trae Jesús y que hemos de llevar al mundo.
La Virgen María nos enseña el gozo del encuentro con Cristo, el amor con el que debemos mirarlo al pie de la cruz, el entusiasmo del corazón joven con el que hemos de seguirlo en esta Semana Santa y durante toda nuestra vida.
¿Se está alterando la identidad social, cultural y religiosa de Europa ante los movimientos migratorios?
Europa está evolucionando bajo una fuerte presión en sus cimientos demográficos, sociales, políticos o religiosos.. Según una proyección de Eurostat, el porcentaje de personas de 80 años o más en la población de la Unión Europea se multiplicará por 2,5 entre 2019 y 2100 y pasará del 5,8% al 14,6%, lo que indica que el envejecimiento es creciente.
Sin embargo, estamos observando cómo la población más joven, de origen migrante, ocupa cada vez mayores puestos de trabajo y de responsabilidad en sectores como la política, el deporte, la seguridad, servicios etc. En Gran Bretaña, por ejemplo, el primer ministro es de origen hindú, el Alcalde de Londres de origen pakistaní, al igual que el primer ministro de Escocia también es musulmán. En Francia o en España, cada vez se incrementa más la presencia de nacionales de origen marroquí o argelino en los cuerpos policiales o incluso en el ejército o en la política. Otro tanto se puede decir en el ámbito del deporte, las tecnologías, turismo, agricultura etc. donde la participación de estos ciudadanos en el conjunto de la Unión Europea, es cada vez mayor.
Es evidente que en Europa se está produciendo una integración generacional de la población que legalmente se ha venido asentado procedente de terceros países, llegando a alcanzar puestos de máxima responsabilidad, a la vez que son un elemento imprescindible para garantizar nuestro sistema productivo e incluso el de la seguridad social. ¿Se está alterando la original identidad cultural y religiosa de Europa ante este imparable movimiento migratorio…? El problema surge en los Estados miembros que, como España, arrastran graves problemas en su demografía, productividad y endeudamiento, lo que la sitúan en el vagón de cola de la Unión Europea.
Recientemente en un encuentro con la primera ministra de Italia, Pedro Sánchez, volvió a utilizar el lenguaje recurrente, ampuloso y vacuo para referirse al grave problema de la emigración, como que “ya se acepta que es un problema común” (desde las cumbre de Tampere de 1999 se viene diciendo lo mismo) o de la “necesidad de apoyar a los países de origen y tránsito”, vieja cantinela que se repite en las diferentes cumbres, foros y encuentros sobre la cuestión migratoria. y que solo sirve para engrosar con millones de euros a países que, como Marruecos, utilizan la emigración como un arma de presión sobre nuestras fronteras.
Lo cierto es que nuestras costas del sur de Europa, especialmente las de Andalucía, Canarias, o las de Italia siguen convirtiéndose con frecuencia, en el trágico cementerio de miles de seres humanos que huyen de la miseria, de la pobreza y de la escasez de oportunidades que les ofrecen sus países subsaharianos o del norte de África.
Si a esto le añadimos la gran incertidumbre que provoca la guerra de Ucrania que ha sorprendido a la Unión Europea sin una política exterior y de defensa comunes, se hace evidente que los Estados miembros de la Unión deben articular un nuevo proyecto político para afrontar, junto a los nuevos retos de seguridad y defensa, los cambios demográficos, sociales o culturales que son ya una realidad.
Jorge Hernández Mollar
EL SENTIDO PROFUNDO DE LA SEMANA SANTA
Raúl Espinoza
Siempre me han impresionado aquellas entrañables palabras que Jesús les pronunció a sus Apóstoles en la Última Cena, justo en la víspera de ser crucificado: “Nadie tiene aprecio más grande que el que da la vida por sus amigos”.
Hay innumerables maneras de manifestar el afecto: con acciones concretas, con diversas manifestaciones de estima, etc. Hay una canción de un conocido grupo musical de Australia, los “Bee Gees”, que se titula: “¿Qué tan grande es tu amor?” Y me parece que resulta todo un reto para corresponder al inmenso amor que Dios nos tiene.
Recuerdo a un sacerdote, de edad madura, que decía sobre este tema: “Si juntáramos el corazón y el cariño de los padres y las madres de la tierra entera por sus hijos, no podría compararse con el inmenso amor que Dios tiene a cada una y a cada uno de nosotros, que es muy superior, enorme y profundo.
Me recuerda la anécdota de aquella madre que contemplaba con su hijo el cielo cuajado de estrellas y embelesada con aquella maravillosa escena nocturna, le preguntó a su pequeño:
-“¿Qué tanto me quieres?”
Y el chiquitín le responde:
-“¡De aquí hasta la luna!”
Y aquella madre cariñosa le replica:
“-¿Tan poquito?”
Y el niño pensándolo con calma le dice de nuevo:
“Bueno, ¡de aquí a aquel planeta que me dijiste que se llamaba Venus!”
Y la buena madre le vuelve a insistir:
“Me sigue pareciendo poco.”
Y el niño, le respondió con prontitud:
“¡Te quiero de aquí hasta la estrella más lejana y que casi no podemos ver!”
Y la madre complacida le dice:
“Así está mejor. Yo también te quiero muchísimo-y le da un afectuoso beso.
Quise seleccionar este diálogo de la vida cotidiana, aparentemente sin entidad, pero muy real y significativo.
Pienso que en esa frase de Cristo “dar la vida por los amigos” que implicaba sufrir hasta derramar la última gota de su Sangre está condensado el gran amor del Redentor por sus Elegidos -que fueron los primeros Obispos- y, por extensión, a las personas que habrían de venir con el paso de los siglos hasta el final de los tiempos, de toda raza, lengua, condición social y de cualquier continente.
A la vez que, el hecho de ponerse a continuación lavar los pies de cada uno, pone el ejemplo de cómo se debe amar a cada uno de nuestros semejantes: con humildad y espíritu de servicio, sin esperar recibir nada a cambio ni ambicionar ser el primero. Nos enseñó a perdonar hasta “setenta veces siete”, si hiciera falta. Y comprendemos por experiencia propia que, muchas veces, es necesario tener ese comportamiento. Por ejemplo, uno de sus Apóstolos, Judas Iscariote, lo traicionó y lo vendió por 30 monedas de plata a quienes lo odiaban. En el Huerto de los Olivos, mientras Jesús oraba intensamente con el resto de sus Discípulos somnolientos, Judas encabezaba la tropa que habría de apresarlo, todavía el Maestro le pregunta: “¿A qué has venido, amigo?”, como esperando su conversión. Aquí aparece otra importante faceta del Salvador, cuando en su Crucifixión, exclama a Dios Padre: “Perdónales porque no saben lo que hacen”.
En otras palabras, la caridad no debe ser simplemente generosa, sino que también comprensiva, que disculpe las agresiones y, además, debe durar toda la vida, pase lo que pase. Sin el perdón y el olvido de la ofensa, no hay verdadera caridad. Porque el rencor y los resentimientos son la escoria del egoísmo y desagradables al Creador. Y resuenan con fuerza aquellas palabras de San Pablo: ”Me amó y se entregó hasta la muerte por mí”. Son conmovedoras porque este Apóstol porque no emplea la forma plural y no escribe: “Se entregó a la muerte por nosotros”, sino que nos dice a cada ser humano que era tanto su amor por mí que se dejó clavar en una Cruz por el cariño que tiene a cada persona.
¡Qué responsabilidad tenemos para saber corresponder a esta entrega sin límites, sufrió dolores tremendos, fue rey de burlas, y no paró hasta entregar su cuerpo para ser crucificado! Como escribe San Josemaría Escrivá de Balaguer: “¿Quieres saber cómo agradecer al Señor lo que ha hecho por nosotros?… ¡Con amor! No hay otro camino. Amor con amor se paga. Pero la certeza del cariño la da el sacrificio. De modo que ¡ánimo!: Niégate y toma su Cruz. Entonces estarás seguro de devolverle amor con Amor” (“Vía Crucis”).
Pero no hay que olvidar que al final del camino de la Pasión y Muerte de Jesucristo, vino su gloriosa Resurrección, nos abrió las puertas del Cielo, nos dejó los 7 Sacramentos, instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio para que mediante la Santa Misa, nunca nos faltara ese Pan de los Ángeles. Ésta ha sido la gran revolución cristiana que transformó la historia de la Humanidad y abrió un hondo camino de luz y alegría en los cristianos, pero de un gozo que este mundo no puede dar.
Este año, la Semana Santa con sus procesiones, ha sido muy concurrida: días primaverales de sol espléndido sin frío ni excesivo calor. Día de gozo, el Domingo de Resurrección, el más importante de la liturgia cristiana, que, como Navidad, se prolonga en una octava, la “Octava de Pascua”.
Meditar en la Resurrección del Señor, ensancha el corazón de los que han contemplado interiormente a Cristo en su Pasión y Muerte. Escribió San Pablo, el perseguidor de los cristianos que se convirtió en uno de ellos al encontrarse con Jesús camino de Damasco: “ si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe; pero, como resucitó, somos los más dichosos de los hombres”.
Insólito: la tumba de Cristo vacía y su cuerpo resucitado. Lo habían visto morir y contemplado las señales inequívocas de su muerte. Tras pasar tres días en el sepulcro, sus seguidores lo contemplaron vivo, y pudieron comer y conversar con Él, e, incluso, tocarlo. Se trata de un hecho histórico. Sus amigos más íntimos, a partir de estos acontecimientos, experimentaron una gran transformación en su vida: de cobardes, se volvieron valientes; de ignorantes, se convirtieron en sabios, y comenzaron a predicar sin miedo al martirio, que, el Maestro, Jesucristo, les había anunciado.
La resurrección de Cristo nos alienta a los cristianos. Sabemos que la muerte no tiene la última palabra: si Cristo resucitó, y así fue, también nosotros resucitaremos.
Si nuestra Fe se detuviera en la Pasión y Muerte de Cristo, y nuestro horizonte fuera la muerte, no podríamos decir que somos los más afortunados de los hombres. Nuestra Esperanza es cierta: la muerte sólo es un paso hacia la vida eterna en espera de nuestra posterior resurrección, cuando alma y cuerpo revivido se encuentren para nunca más morir. Una cosa no hemos de olvidar: nuestra resurrección será gloriosa si en nuestra vida mortal hemos amado a Dios y al prójimo; o si, arrepentidos, nos hemos acogido a la Divina Misericordia, aunque sea en el último instante de nuestra vida terrena. Nos dicen las Sagradas Escrituras que “Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. Por su parte, no queda. Pero, ¡cuidado!, no seamos presuntuosos sino prudentes: se dice que “según es la vida, así la muerte”.
Josefa Romo
«Me alejé del Señor, pero Él nunca se alejó de mí
«Mi prioridad era el placer. Tenía dinero para mis vicios y libertad de movimientos, pero había algo que me dejaba insatisfecho y no me dejaba tranquilo. Un 11 de abril, día de la Divina Misericordia, decidió abrir su corazón a Jesús y a su conversión a Él». Ahora es novicio de los Siervos del Hogar de la Madre y se prepara para ser sacerdote mientras estudia gracias a la Fundación CARF.
Un testimonio de conversión en una infancia tranquila en una familia cristiana
Davide cuenta su testimonio de conversión: nació en Brescia, al norte de Italia, en 1999. Sus padres le educaron en la fe desde la infancia y frecuentaban ambientes católicos. Guarda muy buenos recuerdos de su niñez: «la catequesis, la Misa dominical donde ayudaba como monaguillo y los numerosos partidos de fútbol en el campo de la parroquia. Gracias a Dios puedo decir que tuve una buena infancia».
En 2013 su madre comenzó a asistir a unos encuentros semanales que ofrecían las Siervas del Hogar de la Madre –que habían llegado a la parroquia en 2010– y donde había muchos testimonios de conversión. A partir de estos encuentros el clima espiritual en casa empezó a crecer. Ese mismo año se organizó el primer encuentro con las Siervas abierto a los jóvenes. Fue el primero de muchos que se sucedieron a lo largo de los años.
La amargura de alejarse de Dios
A los quince años empezó a alejarse de la vida de la gracia, lo que le llevó a tomar decisiones no muy acertadas. Además, la inmadurez típica de la edad no ayudaba. Dejándose llevar por algunos de sus compañeros de clase, empezó a odiar a Dios y a Nuestra Madre: «empecé a blasfemar y a no ir a Misa los domingos sin que se enterasen mis padres». Su rendimiento escolar empezó a bajar. «Llegué a mediados de marzo con 6 de 11 asignaturas suspendidas. Pasé de ser un chico alegre y despreocupado a experimentar una profunda tristeza y amargura, que se convertía fácilmente en ira. Una ira que a menudo descargaba contra las personas que más me querían: mis padres». Sin embargo, la cercanía de sus progenitores fue decisiva. Le ofrecieron una oportunidad que influiría en su futuro para siempre.
Tocado por la gracia: un testimonio de conversión
En 2015 sus padres le invitaron a pasar una temporada en Las Presillas (España) con los Siervos del Hogar de la Madre. Aceptó la propuesta como una alternativa mejor a tener que pasarse el verano estudiando. «Me encontré viviendo en una casa con 7 religiosos, y puedo asegurar que no fue fácil: estaba en un país extranjero, cuyo idioma desconocía, ajeno a su forma de vida, no apreciaba la comida y en los ratos de oración aprovechaba para dormirme o pensar en las musarañas».
De repente, la gracia de Dios tocó su corazón. Empezó a ver lo hermoso que era vivir en esta comunidad, a apreciar la Misa y las horas santas diarias, a rezar el rosario por la Virgen con gusto y amor, y a disfrutar de la alegría de la vida comunitaria. Al volver al vivir en gracia, «regresaron a mi corazón la paz, la serenidad y el entusiasmo. Etimológicamente, entusiasmo significa “vivir en Dios”. Abriéndome al Señor y a Nuestra Madre, empecé a sentirme cada vez más atraído por esta forma de vivir. El precio de lo que tenía que dejar me parecía menos importante que lo que estaba adquiriendo».
Después de cuatro meses regresó a Italia convencido de haber descubierto lo que de verdad quería hacer en la vida. Sin embargo, su testimonio de conversión no acaba aquí. «Cometí el error de creer que podía vivir como el Señor quería, pero sin el Señor. No entendí lo que Jesús nos recuerda en el Evangelio, que sin Él no podemos hacer nada. Así fue como emprendí un camino que volvió a alejarme de Dios».
Mi prioridad era el placer
Poco a poco fue dejando la oración y dejando que le absorbieran las propuestas del mundo. A los 17 años empezó a fumar hachís y marihuana. El efecto de estas sustancias desataba en él la alegría que siempre había querido experimentar. Pero pronto pasó de ser una forma de divertirse en las fiestas a una necesidad. Al cumplir los 18 ya podría beber sin problemas en los bares. «Vivía esperando el fin de semana para poder divertirme con mis amigos». A pesar de todo, nunca dejó de asistir a los encuentros de los Siervos del Hogar de la Madre. Aunque no quería admitirlo, su alma anhelaba descansar en el Señor.
Con este estilo de vida, «mi prioridad era el placer». El estudio pasó a un segundo plano. Volvió a suspender y sus padres volvieron a tomar cartas en el asunto. Le enviaron a trabajar durante la mayor parte del verano a una fábrica como obrero, con la esperanza de que la experiencia le ayudara a madurar. En septiembre volvió al colegio y finalmente se graduó el 17 de junio de 2020. El 6 de julio ya estaba trabajando. «Me gustaba el trabajo y había buen ambiente entre los compañeros. Tenía todo lo que había deseado durante años: dinero para mis vicios y libertad de movimientos y horarios. Sin embargo, había algo que me dejaba insatisfecho. Constantemente tenía la sensación de que me faltaba algo, y este pensamiento se volvía cada vez más molesto. No me dejaba tranquilo».
La ayuda de la Divina Misericordia
El 11 de abril de 2021, día de la Divina Misericordia, cansado de esta situación interior que se prolongaba desde hacía meses, «tomé la decisión más importante de mi vida: abrir mi corazón a Jesús. Así comencé un camino de discernimiento con un sacerdote que conocía desde hacía años. Mi prioridad pasó entonces a volver a relacionarme con Dios y con Nuestra Madre: retomé la Misa diaria, la oración personal –especialmente el Rosario–, y la lectura de libros que pudieran ayudarme a crecer espiritualmente».
«Sin embargo, el texto que más me ayudó fue El Tratado de la Verdadera Devoción a María de san Luis María Grignion de Monfort. También tuvo mucha influencia en mi conversión la vida y vocación de la hermana Clare Crocket, de los Siervos, y los videos vocacionales y para jóvenes de nuestra televisión HM TV, de la Fundación EUK Mamie. Este cambio me permitió describir lo que Dios quería para mi vida: ser Siervo del Hogar de la Madre».
El 2 de octubre de 2021, a la edad de veintiún años, Davide entró como postulante en los Siervos.
Una vida sin Dios es una vida que no vale la pena vivir.
«Ahora cada día experimento una alegría y una exultación en el Espíritu inconmensurables. Es casi imposible encontrar las palabras adecuadas. Este es mi testimonio de conversión. No es un camino fácil, pero es feliz, como diría san Pablo VI. Sólo puedo aconsejar a todos que nunca dejen a Dios fuera de sus planes. Sólo en Él hay alegría y esperanza. Una vida sin Dios es una vida que no vale la pena vivir».
Gerardo Ferrara
Licenciado en Historia y en Ciencias Políticas, especializado en Oriente Medio.
Reduce el papel de la mujer
Centrar la gestión política para lograr la igualdad, tan justa como deseable, en todos los ámbitos de la sociedad, a los aspectos sexuales, reduce el papel de la mujer a unos límites que ni los más fervientes detractores de la consecución de esa igualdad (que haberlos ahílos) se habrían atrevido a plantear y que amenaza con perpetuar injusticias aborrecibles y que todos deberían contribuir a desterrar de forma inmediata.
Cuando son patentes las desigualdades que sufre la mujer en todos los ámbitos de las sociedad moderna y que van desde los aspectos sociales más elementales, a los detalles más significativos en materia laboral, jurídica e incluso de violencia física, es cuando menos decepcionante y desde luego criticable que grupúsculos que se dicen feministas, centren sus “obsesiones” políticas y, quién sabe si personales, en el sexo y se muestren incapaces de ir más allá.
En ese contexto no es de extrañar que circule en medios políticos un rumor sobre una gestora pública de la que se dice que cuando era pequeña y le preguntaban qué quería ser de mayor, contestaba invariablemente: yo, cajera de un sex shop. Evidentemente se trata de un rumor sin ningún fundamento.
José Morales Martín
Qué se entiende por “dignidad”
Hombre y mujer tienen la misma dignidad: cuanto atente contra esta afirmación obtendrá mi rechazo. Las discrepancias comienzan por qué se entiende por “dignidad”, porque para algunos es libertad de elegir el sexo, o primar en algún sentido a la mujer por el hecho de serlo con independencia de la valía profesional.
La paridad en puestos directivos puede ser una medida coyuntural, pero yo defiendo que se elija a las personas en función de su valía y méritos, no por ser hombre o mujer: si lo merecen más mujeres, más mujeres, no paridad. Sé que, en algunas empresas, ser mujer y dejar abierta la posibilidad de ser madre, en la práctica sigue llevando a discriminaciones intolerables.
Soy de los que piensan que, para equiparar de verdad y en la práctica a hombres y mujeres, no se debe dejar exclusivamente a las mujeres la reivindicación de la dignidad femenina, que es el feminismo que defiendo. No equivale a afirmar que los hombres hemos de diseñar y defender el feminismo, como si las mujeres estuvieran limitadas incluso en esa tarea: hombres y mujeres unidos en esa mejora real de los derechos y reconocimientos de la dignidad femenina.
Un claro ejemplo lo son las tareas domésticas, el trabajo del hogar: muchas veces la mujer se multiplica en el trabajo del hogar y en otro que libremente asume, mientras el hombre casi se desentiende, o reduce su aportación a acompañar a su mujer a la compra semanal, o a comprar el pan los sábados, por poner unos ejemplos que no son imaginarios. Pero hemos avanzado: los hombres han entrado en las tareas domésticas, cada vez más. Es un claro avance cultural: no tiene casi nada que ver un hombre de 30 años que uno de 65 en lo que atañe a implicarse en las tareas domésticas.
La educación, la historia, la cultura, las cualidades físicas y psíquicas, todo un conjunto de variables pueden explicar costumbres, opciones, mayor facilidad para ciertas tareas por parte de la mujer o del hombre. Explicar no es justificar ni validar. Sin sectarismos, depuremos con valentía y razones cuanto atenta a la dignidad femenina.
Jesús Martínez Madrid
«Los cristianos en Tierra Santa somos minoría en número, no en calidad»
De padre ortodoxo, madre católica y bautizado melquita, fue educado en una escuela anglicana. Sin embargo, Father Marwan acabó ordenándose sacerdote franciscano. Después de servir como párroco en la basílica de la Anunciación en Nazareth, empezó a interesarse por la comunicación institucional para ayudar a los cristianos en Tierra Santa. Estudia en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma gracias a la Fundación CARF.
— Un gusto saludarte, querido padre Marwan, especialmente en estos días en los que de nuevo estamos viendo en la tele y leyendo en los periódicos sobre los conflictos que sacuden Jerusalén y Tierra Santa. Hablar con alguien que está comprometido con la comunicación institucional y los cristianos en Tierra Santa, nos ayuda a comprender cuán grande es la complejidad de esa parte del mundo. Y tú eres un ejemplo de esta complejidad.
¡Pues sí! Nací en Jerusalén en 1974 en una familia ecuménica. Mi padre era de la Iglesia Ortodoxa y mi madre es de la Iglesia Latina. Como ya anticipaste, fui bautizado por los melquitas, porque un tío de mi madre era sacerdote melquita. Cuando nací, les pidió a mis padres poder bautizarme él mismo, y lo hizo conforme a su rito. Después de esto, mis padres quisieron que fuera a una de las mejores escuelas que tenemos en Jerusalén. Así que me matricularon en la escuela de los anglicanos. Y al final, con padre ortodoxo, madre latina, bautizado por los melquitas y educado por los anglicanos, finalmente entré en el convento de los franciscanos de Tierra Santa.
La complejidad de los cristianos de Tierra Santa
— Pues algo muy fascinante pero no muy fácil de comprender para quien no viva en Oriente y no conozca esa complejidad…
¡Claro! Y fíjate que mi primer contacto con la fe fue, de hecho, en la Iglesia Anglicana. En la escuela acudíamos a la iglesia para rezar, obviamente según el rito anglicano. Al mismo tiempo, mis padres me enviaban al oratorio de la iglesia parroquial, que era una parroquia latina. Iba una vez a la semana y las veces que podía. En ese tiempo conocí a unos amigos jóvenes, no de la escuela sino del barrio, que formaban parte de la Juventud Franciscana de la Ciudad Vieja de Jerusalén. Me uní a ellos porque me gustaba cómo se reunían para rezar meditando la palabra de Dios. Poco a poco fui conociendo más a los frailes franciscanos y empecé a sentir el llamado de Dios a formar parte de esta fraternidad franciscana.
Al final de mi último año de bachillerato ya había decidido entrar en el convento para hacer una prueba de vida franciscana con los frailes de la Custodia de Tierra Santa. Mis padres se opusieron de una manera muy fuerte. Sin embargo, después de tanta insistencia por mi parte, me permitieron ingresar en el convento.
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— Ciudadano israelí, de etnia árabe-palestina, de fe cristiana y, además, criado entre varias confesiones y ritos. Un auténtico jerosolimitano. ¿Cómo vives esta identidad tan compleja?
Ciertamente, como palestino nativo de Jerusalén, que de hecho está en Israel, un país de tantas etnias, con un trasfondo eclesial realmente diverso, no ha sido y ni sigue siendo nada fácil… Pues, fíjate que en Jerusalén todo el mundo querría tener un pequeño lugar.
Y no ha sido fácil, en primer lugar, porque en Tierra Santa una persona tiene que adaptarse a tantas mentalidades y tantas formas de existir. Y no hablo sólo de árabes ciudadanos israelíes, sino también de las muchas y distintas mentalidades de tantos peregrinos que visitan Tierra Santa todo el tiempo, y a menudo de tantos extranjeros que viven allí. Por un lado, su presencia puede suponer un reto; por otro, es también una riqueza. Un reto porque hay que tener a la vez un espíritu ecuménico y una apertura interreligiosa. La riqueza reside en saber captar y valorar los mejores mensajes de todas estas culturas.
Cuántos cristianos hay en Tierra Santa
— ¿Cuántos cristianos hay en Tierra Santa, de qué confesión y cuáles son sus necesidades particulares?
Los cristianos de Tierra Santa somos de muchas iglesias diferentes. Está la Iglesia Católica, la Anglicana, la Protestante, así como las Iglesias Ortodoxas. Sin embargo, los cristianos vivimos juntos con gran armonía de fe, debido a que creemos en el mismo Dios y salvador Jesucristo. Nuestra necesidad absoluta es afirmar nuestra existencia y presencia, como un cuerpo unido, porque somos menos del 2 % de la población de Tierra Santa (solamente el Estado de Israel tiene casi 9 millones y medio de habitantes). Así que somos realmente una minoría.
Es normal que exista esta necesidad de autoafirmación y de decir que estamos realmente presentes. De hecho, estamos presentes desde el punto de vista científico y educativo, administrativo en el mundo del trabajo y de la empresa y también desde el punto de vista de la fe.
Diálogo interreligioso
— Y este aspecto de la fe y del diálogo es muy importante, ya que sabemos que los cristianos desempeñan un papel especial en las conversaciones de paz, gracias a poseer las mejores escuelas del país. Estadísticamente, son los que más éxito tienen en sus estudios, sobre todo en ámbitos como la medicina. Y son un verdadero factor de unión nacional, aunque estén apretados entre las dos grandes confesiones mayoritarias: el judaísmo y el islam.
Efectivamente. Somos uno de los componentes que conforman la sociedad que vive en Tierra Santa, entre cristianos, musulmanes, judíos, drusos y otros. Lo que sucede a nivel sociopolítico en toda la sociedad, nos sucede también a nosotros. Y lo que puedan experimentar los demás, también lo experimentamos nosotros. Pero estar en minoría implica que somos firmes. Estamos presentes, de hecho, en muchos ámbitos, como bien has dicho. También somos influyentes gracias al apoyo de la Iglesia.
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Evangelización a través de los medios de comunicación de Tierra Santa
— En estos momentos estudias Comunicación institucional en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz. Cuando finalices tus estudios, ¿cuáles serán tus objetivos apostólicos? Nos gustaría que nos contarás también algo de tu trayectoria antes de llegar a Roma.
He estado muy involucrado en el apostolado y la formación pedagógica. Fui director de una escuela durante 15 años y también fui párroco tanto en la ciudad de Belén como en la parroquia de la ciudad de Nazaret. Además, trabajé en diversos ámbitos educativos y pastorales, como en la “Casa del Fanciullo”, un centro para niños con trastornos particulares, tanto físicos como sociales. Ahora mi rumbo está cambiando, en un sentido del método de mi trabajo. Sin embargo, el objetivo sigue y siempre seguirá siendo servir a la palabra de Dios, promover y proclamar su mensaje de salvación. Evangelización es la palabra clave de mi estudio.
Por esta razón, en estos momentos me estoy formando con vistas a regresar y trabajar en el Christian Media Centre de Jerusalén, donde podré evangelizar a través de los medios de comunicación de mi país. Me gustaría transmitir la voz de los cristianos en Tierra Santa a nivel nacional e internacional, porque nuestra voz deja claro que somos las piedras vivas de la Tierra de Jesús, y nuestra vida es una misión, una vocación para perseverar en la fe. Representar la verdadera identidad de los cristianos de Tierra Santa es un deber, y si realmente quiero hacerlo, tengo que saber cómo hacerlo, por eso elegí estudiar Comunicación social e institucional en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma.
La ayuda decisiva de los benefactores de la Fundación CARF
— Y en este sentido, también es importante la contribución de nuestros benefactores, que te ayudan a ti y a otros estudiantes de todo el mundo a formarse adecuadamente para poder servir a cada uno en su realidad particular…
¡Claro! En árabe se dice que la palabra ‘sí’ es una palabra bendecida por el Señor, porque muestra adhesión a su plan, y la adhesión a su vez muestra fe. Vosotros, queridos benefactores de la Fundación CARF, habéis dado un testimonio de fe adhiriéndoos a la petición de ayuda realizada por nuestra Universidad Pontificia de la Santa Cruz, que está formando a personas que podrán, gracias a esta preparación, trabajar mejor en el campo del Señor, por lo que vuestro ‘sí’ es verdaderamente bendecido por el Señor. Os traerá a todos sus bendiciones, porque de una manera indirecta habéis participado en la difusión de la palabra de Dios en el mensaje de salvación. Sois nuestros socios en la evangelización. Por ello, os doy las gracias y rezo por vosotros, y el Señor sabrá recompensaros por vuestra generosidad.
— Muchas gracias, querido padre Marwan… Y como se dice en Tierra Santa… ¡Shalóm, Salám!
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Gerardo Ferrara
Licenciado en Historia y en Ciencias Políticas, especializado en Oriente Medio.
Responsable de alumnado en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma.
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