Las Noticias de hoy 13 Marzo 2023

Enviado por adminideas el Lun, 13/03/2023 - 12:34

110 Frases sobre la familia que no puedes perderte | Recursos de Autoayuda

Ideas Claras

DE INTERES PARA HOY    lunes, 13 de marzo de 2023  

Indice:

ROME REPORTS

Francisco: Por mis 10 años como Papa, regálenme la paz

El Papa: Solidaridad con los que sufren la guerra, no olvidar a la martirizada Ucrania

Francisco: “El Señor, el Maestro, el que habla me pide de beber"

La paz de Francisco se funda en el respeto a las personas

DOCILIDAD Y BUENAS DISPOSICIONES PARA ENCONTRAR A JESÚS : Francisco Fernandez Carbajal

Evangelio del lunes: acoger la palabra de Jesús

“Penitencia es atender a los que sufren” : San Josemaria

Matrimonio y familia

Sociedad sin familia : LUIS APARICIO DÍAZ

Una sociedad natural anterior al Estado

Cuna de las civilizaciones

La dictadura del relativismo : Jaime Nubiola

No nos impongas tu moral, impongamos la mía : Aceprensa

Literatura, cultura y fe: un reto para el siglo XXI : Juan Manuel de Prada

Una ONG promueve el aborto en casa a través de vídeos explicativos : Julio Tudela,  Paloma Aznar

Cuaresma: un llamado de Dios al corazón : LaFamilia.info

5 retos que tienen los padres de niñas : Natalia Posada - LaFamilia.info

Que muchos lo consideran como un derecho : Jesús D Mez Madrid

En defensa de la vida : José Morales Martín

Defender la familia : Jesús Martínez Madrid

Defender la vida: JD Mez Madrid

7 Puntos claves para no perder la paciencia con los hijos . LaFamilia.info

 

 

ROME REPORTS

 

 

Francisco: Por mis 10 años como Papa, regálenme la paz

Los medios de comunicación vaticanos presentan "Popecast", un podcast en el que el Papa ofrece una mirada sobre estos diez años de Pontificado.

Salvatore Cernuzio - Ciudad del Vaticano

"La primera palabra que me viene es que parece que fue ayer...".

Santa Marta, a última hora de la tarde. No es una entrevista, ya tantas sobre este acontecimiento. Son pensamientos que atan el hilo de un intenso periodo eclesial, su pontificado. Diez años: vividos en "tensión", dice, en un tiempo que es más grande que el espacio y en el que se han sucedido encuentros, viajes, rostros.

Francisco espera de pie en la puerta, agarrado a su bastón. Como siempre... Sonríe al micrófono con el logotipo de los medios de comunicación vaticanos y pregunta: "¿Un podcast? ¿Qué es?" "Qué bien, hagámoslo", es la reacción tras la explicación. Después, la pregunta: “¿Qué siente que está compartiendo con el mundo con motivo de este hito para su vida y su ministerio?”.

Escucha el informe sobre el podcast en español

“El tiempo es presuroso, no sé si se dice pressuroso o pressante en italiano, tiene prisa. Y cuando quieres agarrar hoy, ya es ayer. Y si quieres coger el mañana, todavía no ha llegado. Y te quedas en esta tensión de un hoy que es ayer y no mañana. Vivir así es algo nuevo. Estos diez años creo que han sido así... hoy pensando en mis diez años: sí, sí, pero es este estado, ¡vamos! Una tensión, vivir en tensión”.

De las miles de audiencias, los cientos de visitas a diócesis y parroquias, y los cuarenta viajes apostólicos a todos los rincones del planeta, el Papa guarda un recuerdo preciso en su corazón. Lo identifica como "el momento más hermoso": "El encuentro en la Plaza de San Pedro con los ancianos", la audiencia, es decir, con los abuelos de todo el mundo el 28 de septiembre de 2014.

“Los ancianos son sabiduría y me ayudan mucho. Yo también soy viejo, ¿no? Pero los ancianos son como el buen vino que tiene esa historia añeja. Los encuentros con ancianos me renuevan y me rejuvenecen, no sé por qué... Son momentos hermosos, preciosos”.

Sin embargo, ha habido varios momentos dolorosos, y todos relacionados con el horror de la guerra. Primero las visitas a los cementerios militares de Redipuglia y Anzio, la conmemoración del desembarco de Normandía, luego la vigilia para evitar la guerra en Siria y ahora la barbarie que se vive desde hace más de un año en Ucrania. “Detrás de las guerras está la industria armamentística, esto es diabólico”, dice Francisco.

'No esperaba que él, un obispo venido del fin del mundo, fuera el Papa que dirigiera la Iglesia universal en tiempos de la Tercera Guerra Mundial. Pensaba que lo de Siria era algo singular, luego vinieron los demás'.

“Me duele ver a los muertos, jóvenes -sean rusos o ucranianos, me da igual- que no vuelven. Es duro”.

Jorge Mario Bergoglio no tiene dudas, por tanto, sobre qué pedir al mundo como regalo para este importante aniversario:

"Paz, necesitamos paz".

Luego, comparte tres palabras que corresponden a los “tres sueños” del Papa para la Iglesia, para el mundo y para los que gobiernan el mundo, para la humanidad.

“Tres palabras: fraternidad, llanto, sonrisa... Fraternidad humana, todos somos hermanos, reconstruir la fraternidad. Aprender a no tener miedo de llorar y sonreír: cuando una persona tiene miedo de llorar y sonreír, es una persona que tiene los pies en el suelo y la mirada en el horizonte del futuro. Si uno se olvida de llorar, algo va mal. Y si uno se olvida de sonreír, es aún peor”.

 

El Papa: Solidaridad con los que sufren la guerra, no olvidar a la martirizada Ucrania

Al final del Ángelus, Francisco recordó el Acto de consagración de Rusia y Ucrania al Corazón Inmaculado de María, el 25 de marzo de 2022: "Que no decaiga nuestra confianza, que no vacile nuestra esperanza, el Señor escucha siempre las súplicas de su pueblo". El Pontífice invita a unirse a las "24 horas para el Señor", "una iniciativa de oración y reconciliación que vuelve a las diócesis de todo el mundo los días 17 y 18 de marzo. El Papa la celebrará en una parroquia romana

Salvatore Cernuzio - Ciudad del Vaticano

Un año después del acto universal de consagración de Rusia y Ucrania al Corazón Inmaculado de María, para que se apagara el odio y se aplacara toda violencia, Francisco llama de nuevo a los fieles del mundo a utilizar el arma de la oración para pedir a Dios la paz.

“Permanezcamos unidos en la fe y en la solidaridad por nuestros hermanos y hermanas que sufren a causa de la guerra, sin olvidar especialmente al martirizado pueblo ucraniano”

Las "24 horas para el Señor"

Al final del Ángelus en la Plaza de San Pedro, el Papa invitó a la iniciativa "24 horas para el Señor" que tendrá lugar el viernes 17 de marzo y el sábado 18 de marzo. Se trata del momento cuaresmal de oración y reconciliación querido por el propio Francisco en 2013 y que siempre ha visto al Papa confesar y confesarse, que llega a su décima edición. El evento se celebra en las diócesis de todo el mundo en la víspera del cuarto domingo de Cuaresma: todas las iglesias permanecerán abiertas durante un día entero, para ofrecer a los fieles y peregrinos la oportunidad de detenerse en adoración y confesarse. "Un tiempo dedicado a la oración de adoración y al sacramento de la reconciliación", afirma el Papa.

El Papa se confiesa durante las "24 horas para el Señor" (foto de archivo)

El acto de consagración a María

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12/03/2023

Francisco: “El Señor, el Maestro, el que habla me pide de beber"

El año pasado, al final de las "24 horas", tuvo lugar el acto mariano de consagración de Rusia y Ucrania. El Papa lo recuerda desde la ventana del Palacio Apostólico.

“Hace un año, en ese contexto, hicimos el solemne acto de consagración al Corazón Inmaculado de María, invocando el don de la paz. Que no desfallezca nuestra encomienda, que no decaiga nuestra esperanza, que el Señor escuche siempre las súplicas que su pueblo le dirige por intercesión de su Madre”

La invitación a la oración

Este año, para caracterizar aún más su presencia en las comunidades parroquiales, Francisco visitará una parroquia de Roma, Santa Maria delle Grazie al Trionfale, a pocos kilómetros de San Pedro. La celebración tendrá lugar el 17 de marzo a las 16.30 horas y todos los fieles que lo deseen podrán recibir el sacramento de la reconciliación. La invitación a participar procede, por tanto, del mismo Papa, junto con la petición habitual, siempre repetida a lo largo de estos diez años de pontificado, que se celebrará mañana 13 de marzo:

 

 

Francisco: “El Señor, el Maestro, el que habla me pide de beber"

Al comentar el Evangelio de este III domingo de Cuaresma, y antes de rezar el Ángelus, el Papa dijo que al igual que con la samaritana, Jesús se acerca a nuestra vida cotidiana, comparte nuestra sed y nos promete el agua viva de la que brota la vida eterna. Recordó además que “dame de beber” es el grito de tantos hermanos que carecen de agua para vivir, mientras seguimos contaminando y arruinando nuestra casa común que, agotada y reseca, también tiene sed

 

Vatican News

Antes de rezar el Ángelus de este tercer domingo de Cuaresma, con los fieles y peregrinos que se dieron cita a mediodía en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco comentó el Evangelio propuesto por la liturgia del día, que nos presenta el encuentro de Jesús con la mujer samaritana cuando los discípulos se habían detenido con él cerca de un pozo de Samaria.

Tal como lo relata san Juan en su Evangelio (4, 5-42), la escena describe a Jesús sediento y cansado, que se encuentra en el pozo con la samaritana, en la hora más calurosa, a mediodía, y como un mendigo le pide que le dé de beber.

El Santo Padre explicó, con esta imagen del abajamiento de Dios, que “en Jesús, Dios se hizo uno de nosotros; sediento como nosotros, sufre la misma sed que nosotros”. Por esta razón, al contemplar esta escena, cada uno de nosotros puede decir: el Señor, el Maestro, "me pide de beber".

Primo Mazzolari

El Obispo de Roma citó al conocido sacerdote y párroco italiano Primo Mazzolari (fallecido en 1959) autor de numerosos libros de apologética y algunos referentes a la Doctrina Social de la Iglesia, entre los cuales el titulado, precisamente, “La Samaritana”, del que glosó un párrafo en el que se lee acerca del Señor:

“Por tanto, tiene sed como yo. Él tiene mi sed. Tú estás realmente cerca de mí, Señor. Estás unido a mi pobreza... Me has tomado desde abajo, desde lo más bajo de mí mismo, donde nadie puede alcanzarme”

"Tengo sed"

Además, el Papa dijo que la sed de Jesús “no es sólo física, sino que expresa lo más profundo de nuestra vida: es sobre todo sed de nuestro amor”. Y añadió que esta sed “aflorará en el momento culminante de la pasión, en la cruz; allí, antes de morir”, cuando Jesús dirá: "Tengo sed".

“Pero el Señor, que pide de beber, es el que da de beber: al encontrarse con la samaritana, le habla del agua viva del Espíritu Santo, y desde la cruz derrama sangre y agua de su costado traspasado”

Jesús, sediento de amor

Francisco prosiguió afirmando que “Jesús, sediento de amor, sacia nuestra sed con el amor. Y hace con nosotros como con la samaritana: se acerca a nosotros en nuestra vida cotidiana, comparte nuestra sed, nos promete el agua viva que hace brotar en nosotros la vida eterna”.

El Pontífice abordó asimismo un segundo aspecto de la frase “dame de beber”. Y dijo que estas palabras no son sólo la petición de Jesús a la samaritana, sino un llamamiento – a veces silencioso – que nos alcanza cada día y nos pide que nos hagamos cargo de la sed de los demás”.

Encontrar en la Iglesia un oasis donde beber

Dame de beber nos dice cuántos – en la familia, en el trabajo, en los demás lugares que frecuentamos – tienen sed de cercanía, de atención, de escucha; los que tienen sed de la Palabra de Dios y necesitan encontrar en la Iglesia un oasis donde beber. Dame de beber es el llamamiento de nuestra sociedad, donde la prisa, la carrera por el consumo y sobre todo la indiferencia, esta cultura de la indiferencia generan aridez y vacío interior.

Y no lo olvidemos, añadió Francisco:

“Dame de beber es el grito de tantos hermanos y hermanas que carecen de agua para vivir, mientras seguimos contaminando y arruinando nuestra casa común; y también ella, agotada y reseca, ‘tiene sed’”

Por esta razón y frente a estos desafíos, el Santo Padre afirmó que este Evangelio “nos ofrece a cada uno de nosotros el agua viva que puede convertirnos en fuente de refrigerio para los demás”.

Saciar la sed de los demás

“Y entonces, como la samaritana, que dejó su ánfora en el pozo y fue a llamar a la gente de la aldea, también nosotros ya no pensaremos sólo en saciar nuestra sed, sino que, con la alegría de haber encontrado al Señor, podremos saciar la sed de los demás; podremos comprender su sed y compartir el amor que Él nos ha dado”.

Antes de invocar a la Madre de Dios para que interceda por nosotros y nos sostenga en nuestro camino, el Papa nos dejó su invitación:

“¿Somos capaces de comprender la sed de los demás? ¿La sed de la gente, la sed de tantos en mi familia, en mi barrio? Hoy podemos preguntarnos: ¿tengo sed de Dios, y me doy cuenta de que necesito su amor como el agua para vivir? Yo que tengo sed, ¿me preocupo de la sed de los demás? ¿Sed espiritual, sed material?”

 

 

La paz de Francisco se funda en el respeto a las personas

“Habíamos pensado en una lección de paz y recibimos una lección de vida. Habíamos preparado preguntas y nos felicitó "por la concreción". El Coordinador nacional de la "Mesa de Paz” recuerda el primer encuentro con el Papa Francisco, junto a siete mil alumnos y profesores en el Aula Pablo VI, de mayo del 2017

 

Por Flavio Lotti*

"Digan la palabra ustedes, que son la escuela de la paz, que el mundo está en guerra". A menudo recuerdo estas palabras del Papa Francisco. Era un sábado, el 6 de mayo de 2017. Estábamos con siete mil alumnos y profesores en el Aula Pablo VI. Queríamos agradecerle sus gestos y palabras de paz y él acabó agradeciéndonos lo que hacíamos. Habíamos pensado en una lección de paz y recibimos una lección de vida. Habíamos preparado preguntas y nos felicitó "por la concreción".

Queríamos preguntarle acerca de la razón de tantas guerras y grandes tragedias, y nos habló de una creciente cultura de la destrucción, pero también de una televisión que oculta las muchas cosas positivas que hay; de un mundo que arde, pero también de tanta gente que quema su vida por los demás; del dios dinero que ha sustituido al hombre y a la mujer, que alimenta el tráfico de armas, drogas y seres humanos.

Calificó de "pecado mortal" la explotación del trabajo humano, de "vergonzoso" llamar bomba a una madre, de "terrorista" a quien usa la lengua para insultar y calumniar.

El pasado 28 de noviembre, en la misma sala del Vaticano, con otros tantos estudiantes y profesores, pero también con administradores locales, periodistas y representantes de la sociedad civil, tuve la oportunidad de revivir la alegría de aquel encuentro con un hombre que, como ningún otro, intenta conducir a la humanidad por el camino de la paz.

¡Atención! No cualquier paz. No la paz que confundimos con nuestra tranquilidad personal. Ni la paz de los cementerios que separa una guerra de otra. No la "paz negativa" sin cualidades que, como denunció Norberto Bobbio, se agota en lo contrario de la guerra. La paz de la que el Papa Francisco se ha hecho auténtico intérprete e incansable promotor es otra: una "paz positiva" fundada "no en grandes manifiestos o conferencias internacionales", sino en el respeto de la dignidad y de los derechos fundamentales de cada persona y fundada en la misericordia.

Una paz que es a la vez un "don" de Dios y el fruto posible del trabajo de los hombres y mujeres que deben hacer crecer ese "don". No un "producto industrial", subrayó varias veces, sino un "trabajo artesanal que requiere pasión, paciencia, experiencia y tenacidad". "Un trabajo que hay que realizar cada día, paso a paso, sin cansarse nunca".

Gracias al Papa Francisco, en todos estos años difíciles, nuestro camino hacia la paz ha sido más seguro. Su constante inmersión en la realidad (que muchos todavía prefieren mirar desde el balcón) nos ha ayudado a leer nuestro tiempo, a afrontar sin miedo incluso los peores dramas, a construir conciencia y responsabilidad, a reconocer – un hecho decisivo – "la primacía de la realidad sobre la idea". Su visión, siempre amplia y universal, ha acrecentado nuestro sentimiento de pertenencia a la familia humana. Su ser "glocal", siempre "con" y no sólo "por", ha cambiado definitivamente la postura de nuestro compromiso.

Su discurso directo e inclusivo, genuino y concreto, esencial y sustancial nos ha acompañado en el redescubrimiento y regeneración de muchas palabras sanadoras. Siguiendo sus pasos, excavando en su mina de pedagogía, día tras día, hemos concebido y puesto en marcha iniciativas y procesos de compromiso civil, formación y educación que han contado con el protagonismo de muchos jóvenes, profesores, gestores locales, asociaciones y ciudadanos. Durante años ha sido una lucha continua contra la globalización de la indiferencia y del sentimiento de impotencia.

Después la realidad se encargó de barrer tantos falsos relatos y reordenar las prioridades humanas. Y la voz del Papa venido desde lejos resonó aún más fuerte. Los que no querían oír siguieron su camino. Pero a nosotros nos resultó fácil decidir de qué lado estábamos:

“Con el Papa Francisco, contra la guerra para construir la paz”

Desde el 26 de enero de 2022, primera Jornada de Oración por la Paz en Ucrania, su sincero compromiso personal por la paz se ha convertido en una lumbre en la noche.

Como San Juan XXIII hace sesenta años ante la pesadilla del estallido de la guerra atómica, hoy el Papa Francisco no pierde ocasión para animar a todos los responsables políticos, nacionales e internacionales, a hacer todo lo que esté en su mano para detener la guerra y su escalada. Pero su propuesta de conversión es más amplia y radical y nos responsabiliza a todos. Junto a la oposición a la guerra y a las armas, a su construcción y venta ("la mayor plaga"), éste es el momento en que debemos crecer en nuestra capacidad de cuidar de los demás y al planeta. "Con el gesto sencillo y esencial de su caminar – nos escribió un día – han afirmado que la cultura del cuidado es un camino, es más, es el camino maestro que conduce a la paz".

*Coordinador nacional de la "Mesa de Paz”

 

 

DOCILIDAD Y BUENAS DISPOSICIONES PARA ENCONTRAR A JESÚS

— Fe y correspondencia a la gracia. Purificar nuestra alma para ver a Jesús.

— La curación de Naamán. Docilidad y humildad.

— Docilidad en la dirección espiritual.

I. Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón salta de gozo por el Dios vivo, leemos en la Antífona de entrada de la Misa1. Y para penetrar en la morada de Dios es necesario tener un alma limpia y humilde; para ver a Jesús hacen falta buenas disposiciones. Nos lo muestra, una vez más, el Evangelio de la Misa.

El Señor, después de un tiempo de predicación por las aldeas y ciudades de Galilea, vuelve a Nazaret, donde se había criado. Allí todos le conocen: es el hijo de José y de María. El sábado asistió a la sinagoga, según era su costumbre2. Jesús se levantó para la lectura del texto sagrado, y escogió un pasaje mesiánico del profeta Isaías. San Lucas recoge la extraordinaria expectación que había en el ambiente: enrollando el libro se lo devolvió al ministro, y se sentó; todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Habían oído maravillas del hijo de María y esperaban ver cosas más extraordinarias en Nazaret.

Sin embargo, aunque al principio todos daban testimonio a favor de Él, y se admiraban de las palabras de gracia que procedían de sus labios3, no tienen fe. Jesús les explica que los planes de Dios no se fundan en razones de patria o de parentesco: no basta con haber convivido con Él. Es necesaria una fe grande.

Utiliza algunos ejemplos del Antiguo Testamento: Muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio. Se conceden las gracias del Cielo, sin limitaciones por parte de Dios, sin tener en cuenta la raza –Naamán no pertenecía al pueblo judío–, la edad o la posición social. Pero Jesús no encontró buenas disposiciones en los oyentes, en la tierra donde se había criado, y por esto no hizo allí ningún milagro. Aquellas gentes solo vieron en Él al hijo de José, el que les hacía las mesas y les arreglaba las puertas. ¿No es este el hijo de José?, se preguntaban4. No supieron ver más allá. No descubrieron al Mesías que les visitaba.

Nosotros, para contemplar al Señor, también debemos purificar nuestra alma. «Ese Cristo, que tú ves, no es Jesús. —Será, en todo caso, la triste imagen que pueden formar tus ojos turbios... —Purifícate. Clarifica tu mirada con la humildad y la penitencia. Luego... no te faltarán las limpias luces del Amor. Y tendrás una visión perfecta. Tu imagen será realmente la suya: ¡Él!»5.

La Cuaresma es buena ocasión para intensificar nuestro amor con obras de penitencia que disponen el alma a recibir las luces de Dios.

II. En la Primera lectura de la Misa se nos narra la curación de Naamán, general del ejército del rey de Siria6, al que hace referencia el Señor en el Evangelio. Este enfermo de lepra oyó decir a una esclava hebrea que en Israel vivía un Profeta con poder para curarle de su mal. Y después de un largo viaje llegó Naamán con sus caballos y sus carros, y se paró ante Eliseo. Y el profeta le mandó un mensajero diciendo: ve, y lávate siete veces en el Jordán y tu carne recobrará la salud y quedarás limpio.

Pero Naamán no entendió estos caminos de Dios, tan distintos de los que él había imaginado. Yo creía -dice- que saldría a mí, y puesto en pie invocaría el nombre de Yahvé, su Dios, y tocaría con su mano el lugar de la lepra y me curaría. Pues qué, ¿no son mejores el Abana y el Farfar, ríos de Damasco, que todas las aguas de Israel, para lavarme en ellas y limpiarme?

El general sirio quería curarse y había recorrido un largo camino para esto, pero llevaba su propia solución sobre el modo de ser curado. Y cuando ya regresaba, dando como inútil el viaje, sus servidores le decían: aunque el profeta te hubiese mandado una cosa difícil debieras hacerla. Cuanto más habiéndote dicho lávate y serás limpio.

Naamán reflexionó sobre las palabras de sus acompañantes y volvió con humildad a cumplir lo que le había dicho el Profeta Eliseo. Marchó, pues, y se lavó siete veces en el Jordán, conforme a las palabras del varón de Dios, y su carne se volvió como la de un niño, y quedó limpio. Recibió con humildad y docilidad un buen consejo que humanamente podía parecer inútil y quedó curado. Sus disposiciones interiores hicieron eficaz la oración de Eliseo.

También nosotros andamos con frecuencia enfermos del alma, con errores y defectos que no acabamos de arrancar. El Señor espera que seamos humildes y dóciles a las indicaciones y consejos de aquellas personas que Dios ha puesto para ayudarnos a buscar la santidad en medio de nuestro trabajo y en nuestra familia. No tengamos soluciones propias cuando el Señor nos indica otras, quizá contrarias a nuestros gustos y deseos. En lo que se refiere al alma, no somos buenos consejeros de nosotros mismos, ni buenos médicos. De ordinario, el Señor se vale de otras personas. «También a San Pablo le llamó Cristo por sí mismo y le habló. Mas, pudiendo revelarle en el acto el camino de la santidad, prefirió encaminarlo a Ananías y le ordenó que aprendiera de sus labios la verdad: levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que has de hacer»7. San Pablo se dejará guiar. Su fuerte personalidad, manifestada de tantos modos y en tantas ocasiones, le sirve ahora para ser dócil. Primero sus compañeros de viaje le llevaron a Damasco; luego Ananías le devolverá la vista y será ya un hombre útil para pelear las batallas del Señor.

En la dirección espiritual el alma se dispone para encontrar al Señor y reconocerle en lo ordinario.

III. La fe en los medios que el Señor nos da, obra milagros. En una ocasión el Señor pidió a un hombre que hiciera algo de lo que tenía sobrada experiencia que no podía realizar: extender una mano «seca», sin movimiento. Y la docilidad, muestra de una fe operativa, hizo posible el milagro: la extendió y quedó tan sana como la otra8. A nosotros nos pedirán a veces cosas de las que nos sentimos incapaces, pero que serán posibles si dejamos que la gracia de Dios actúe en nosotros. Gracia que, con gran frecuencia, nos llegará como consecuencia de la docilidad en la dirección espiritual.

A nosotros nos pide el Señor no tener solo un apoyo humano, que nos llevaría al pesimismo, sino una confianza sobrenatural. Nos pide ser sobrenaturalmente realistas, que es contar con Él, sabiendo que Jesucristo sigue actuando en nuestra vida.

Diez hombres encuentran su curación porque son dóciles. Jesucristo solo les dice9: —Id, mostraos a los sacerdotes. Y mientras iban, quedaron curados.

En otra ocasión, el Señor se compadeció de un mendigo ciego de nacimiento10 y, nos dice San Juan, Jesús escupió en tierra e hizo lodo con la saliva, y con este barro le untó sus ojos y le dijo: ve, lávate en la piscina de Siloé. El mendigo no lo dudó un instante. Fue, pues, y se lavó allí, y volvió con vista.

«¡Qué ejemplo de fe segura nos ofrece este ciego! Una fe viva, operativa (...). ¿Qué poder encerraba el agua, para que al humedecer los ojos fueran curados? Hubiera sido más apropiado un misterioso colirio, una preciosa medicina preparada en el laboratorio de un sabio alquimista. Pero aquel hombre cree; pone por obra el mandato de Dios, y vuelve con los ojos llenos de claridad»11.

La ceguera, los defectos, las flaquezas son males que tienen remedio. Nosotros no podemos nada, pero Jesucristo es omnipotente. El agua de aquella piscina siguió siendo agua, y el barro, barro. Pero el ciego recuperó la vista, y después, además, una fe más viva en el Señor. Y así, tantas veces a lo largo del Evangelio, se nos muestra la fe de los que tratan a Jesús. Sin docilidad la dirección espiritual quedaría sin frutos. Y no podrá ser dócil quien se empeñe en ser tozudo, obstinado, incapaz de asimilar una idea distinta de la que ya tiene o de la que le dicta una experiencia negativa porque no contó con la ayuda de la gracia. El soberbio es incapaz de ser dócil, porque para aprender hay que estar convencido de que aún hay cosas que desconocemos y de que es necesario que alguien nos enseñe. Y para mejorar espiritualmente, debemos estar convencidos de que no somos todo lo buenos que Dios espera de nosotros.

En asuntos de la propia vida interior debemos estar prevenidos con una prudente desconfianza en el propio juicio, para poder aceptar otro criterio distinto u opuesto al nuestro. Y dejaremos que Dios nos haga y nos rehaga a través de acontecimientos e inspiraciones, a través de las luces recibidas en la dirección espiritual. Con la docilidad del barro en las manos del alfarero. Sin poner resistencias, con visión sobrenatural, oyendo a Cristo en aquella persona. Así nos dice la Sagrada Escritura: Bajé a casa del alfarero, y hallé que estaba trabajando sobre la rueda. Y la vasija de barro que estaba haciendo se deshizo entre sus manos; y al instante volvió a formar del mismo barro otra vasija de la forma que le plugo (...). Sabed que lo que es el barro en manos del alfarero eso sois vosotros en mis manos12. Disponibilidad, docilidad, dejarnos hacer y rehacer por Dios cuantas veces sea necesario. Este puede ser el propósito de nuestra oración de hoy, que llevaremos a cabo con la ayuda de la Virgen.

1 Antífona de entrada. Sal 83, 3. — 2 Lc 2, 16. — 3 Lc 4, 22. — 4 Ibídem. — 5 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 212. — 6 Cfr. 2 Rey 5, 1-15. — 7 Casiano, Colaciones, 2. — 8 Cfr. Mt 12, 9 ss. — 9 Lc 17, 11-19. — 10 Jn 9, 1 ss.  11 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 193. — 12 Jer 18, 1-7.

 

Evangelio del lunes: acoger la palabra de Jesús

Comentario del lunes de la 3.ª semana de Cuaresma. “Pasando por medio de ellos, se marchó”. El Señor quiere que le acojamos con libertad, con el corazón y la inteligencia abiertos a la verdad.

13/03/2023​

Evangelio (Lc 4, 24-30)

Y añadió [Jesús]:

—En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Os digo de verdad que muchas viudas había en Israel en tiempos de Elías, cuando durante tres años y seis meses se cerró el cielo y hubo gran hambre por toda la tierra; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. Muchos leprosos había también en Israel en tiempo del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue curado, más que Naamán el Sirio.

Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira y se levantaron, le echaron fuera de la ciudad y lo llevaron hasta la cima del monte sobre el que estaba edificada su ciudad para despeñarle. Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.


Comentario

Jesús pronuncia estas palabras en la sinagoga de Nazaret. La conocía muy bien por los muchos años en los que asistió acompañado de María y de José para rezar y escuchar la Palabra de Dios.

Su presencia en la Sinagoga en esta ocasión es diferente. Ha llegado el momento de darse a conocer y lo hace como profeta: “ningún profeta es bien recibido en su tierra”.

Quienes le escuchaban estaban familiarizados con la historia de Israel y les pone el ejemplo de Elías y la viuda de Sarepta y el ejemplo del profeta Eliseo y Naamán el Sirio.

Los oyentes se revuelven contra Jesús, llenos de ira. No aceptan un profeta, un mesías que fuera de la humilde condición de Jesús. Buscaban un mesías que les liberara del yugo de los romanos. No tenían un corazón realmente abierto a la verdad. Parece que estaban llenos de prejuicios que siempre entorpecen la riqueza de la Palabra y su acción salvadora.

Tratan de matarle, pero no pueden. Jesús se marcha, pasando en medio de ellos. No ha llegado el momento de la Cruz y sólo el Padre es quien ha determinado el momento de la muerte de Jesús en la cruz.

Leemos este pasaje del Evangelio en medio del tiempo de Cuaresma. Una vez más vemos a Jesús que es rechazado por parte de su pueblo. Él que ha venido a llenar a las almas de alegría verdadera no es comprendido ni aceptado.

Este tiempo de Cuaresma es una buena ocasión para que meditemos en cómo acogemos la palabra de Jesús. La que nos resulta más agradable y la que nos cuesta un poco más aceptar.

 

 

“Penitencia es atender a los que sufren”

Esta es la receta para tu camino de cristiano: oración, penitencia, trabajo sin descanso, con un cumplimiento amoroso del deber. (Forja, 65)

13 de marzo

Y por si no se te ocurre ahora cómo responder concretamente a los requerimientos divinos que golpean en tu corazón, óyeme bien.

Penitencia es el cumplimiento exacto del horario que te has fijado, aunque el cuerpo se resista o la mente pretenda evadirse con ensueños quiméricos. Penitencia es levantarse a la hora. Y también, no dejar para más tarde, sin un motivo justificado, esa tarea que te resulta más difícil o costosa.

La penitencia está en saber compaginar tus obligaciones con Dios, con los demás y contigo mismo, exigiéndote de modo que logres encontrar el tiempo que cada cosa necesita. Eres penitente cuando te sujetas amorosamente a tu plan de oración, a pesar de que estés rendido, desganado o frío. (Amigos de Dios, 138)

 

 

Matrimonio y familia

Textos referidos a la predicación de San Josemaría sobre la familia extraídos del libro "Como las manos de Dios" de Antonio Vázquez (editado en Palabra).

"Como las manos de Dios", textos referidos a la predicación de San Josemaría sobre la familia.

15/06/2006

Nos proponemos presentar algunos aspectos de lo que han significado las enseñanzas del Fundador del Opus Dei acerca del matrimonio y la familia. El tema puede abordarse desde múltiples vertientes, pero si buscamos ir a la fuente es imprescindible afirmar inmediatamente que toda su catequesis es esencialmente cristocéntrica. San Josemaría vivió unido íntimamente a Jesús, enamorado por completo de Él. Su palabra y sus escritos, la insondable riqueza de su interioridad, el vigor infatigable de su espíritu, su amor desbordante por todos los hombres, nacen de su identificación con Cristo, de la penetración en su modo de mirar a cada persona como si fuera única. De meterse en Dios para hacer suya esa perspectiva divina: "¡Que vea con tus ojos, Cristo mío! ¡Jesús de mi alma"! De ahí que sus palabras calaran en hombres y mujeres, solteros y casados, padres e hijos, jóvenes y ancianos, de cualquier raza o cultura. A todos quería exhortar con el Apóstol: Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús .

Con la rotunda evidencia de que todo don procede de Dios, su más vivo deseo era que todos recibieran de ahí su alimento, al que solía referirse -para hacerlo más próximo- como un "puchero" acogedor, cálido y reconfortante, para que cualquiera pudiera acercarse a tomar fuerza, cuantas veces necesitara.

El Padre -como le llaman millones de personas en todo el mundo- no pretendió en su catequesis hacer un desarrollo sistemático de determinados temas. Sus enseñanzas no son ni un tratado teórico, ni un prontuario de buenas maneras del espíritu. Contienen doctrina vivida, donde la hondura del teólogo va unida a la trasparencia del pastor de almas . Su pensamiento y sus palabras están tejidos con el conocimiento asiduo y amoroso de la Palabra de Dios. Olvidado de sí, lo que pretende es colocar a cada alma cara a Dios, allí donde se encuentre y como se encuentre.

Sería una ardua tarea, y siempre incompleta, recoger en estas páginas sus enseñanzas dirigidas especialmente a los matrimonios para hablarles de su vida familiar. Empequeñecería su mensaje tomar muestras de frases originales o deslumbrantes. Hay que repasar sus biografías para intentar atisbar algo de su modo de abordar los acontecimientos grandes y pequeños, la forma de sugerir, el gracejo al estimular, la delicada fortaleza al corregir, su inimitable arte de educador o su cálido amor de Padre. Cada gesto supone un toque de campana que nos alerta el alma en los múltiples quehaceres de nuestra vida cotidiana, allí donde nos encontremos. No busca impresionar pero lo logra. Sus hechos gritan. Lo que sus palabras anuncian, viene avalado por la vida. El esforzado trabajar y contemplar de cada jornada se hace parábola en su voz.

Por designio divino, que preparaba su instrumento, san Josemaría nació y creció en una familia cristiana, bendecida con el signo de la Cruz. Desde su infancia, vio aparecer repetidamente en su hogar uno de los golpes más lacerantes: la muerte de un hijo. Su hermana Rosario muere a los pocos meses, Lolita a los cinco años y Asunción a los ocho. Tres hijos en tres años. Él mismo cae enfermo y cuando ya es desahuciado por los médicos a la edad de dos años, le ofrecieron a nuestra Señora si curaba de su enfermedad: por eso, después, le llevaron en peregrinación a la ermita de Torreciudad.

Cuando no se han repuesto viene la ruina del negocio familiar, y el cabeza de familia ha de tomar decisiones que superan los deberes de justicia; el traslado de ciudad en busca de un trabajo, muy por debajo del nivel que le correspondía, es un peldaño más para dar la talla de su entereza. Josemaría, el único varón que humanamente es la esperanza, percibe la llamada de Dios a una vida de entrega, y decide hacerse sacerdote. Su padre entiende, comprende y acepta. Antes ha utilizado la prudencia para hacerle ver lo que deja atrás y las exigencias futuras de lo que se propone. Al constatar la firmeza de Josemaría, D. José, su padre, pone todos los medios, con notable esfuerzo, para que se cumpla lo que Dios ha dispuesto y su hijo ha acogido con dilección. Por su parte sigue con puntualidad el trabajo diario, pero Dios adelanta el reloj y se lo lleva pronto. Era el día 27 de noviembre de 1924, festividad de la Medalla Milagrosa.

A partir de ese momento, Josemaría tendrá que sacar a su familia adelante con la abnegación heroica que supone seguir puntualmente los requerimientos divinos, sin dejar de atender a los de su sangre, y pasar por alto las incomprensiones muy dolorosas de algunos parientes. Ordenado sacerdote, el Señor lo trae de acá para allá. Son cambios de domicilio frecuentes, en los que su madre, Doña Dolores, Carmen, su hermana mayor, y Santiago, todavía muy niño, han de empezar de nuevo a configurar el hogar con la sobria elegancia que producen la escasez de medios materiales y la aristocracia del espíritu, al darse la mano. La contienda civil española separa durante dos años a la familia. Al terminar hay que volver a empezar de cero. En lo material, Doña Dolores ya lo ha dado todo.

Este rápido recorrido por la familia del Padre tiene su significado. Cada episodio familiar alimentaba la fragua en la que Dios forjaba su alma. Sólo el cariño filial y el deber de justicia de un buen hijo le llevó, en contadas ocasiones, a desvelar un poco la intimidad de su familia. Sin embargo nos ha servido de prueba para saber que cuando el Padre hablaba a los matrimonios de los avatares de la vida, se refería a algo que había aprendido y vivido en un hogar de hondas raíces cristianas como el de sus padres. De estos sucesos nos serviremos en ocasiones para ilustrar sus palabras.

Si Dios había querido para su Obra, como una de las notas esenciales, que se configurara como una familia, el Fundador tenía esa referencia entre los de su sangre.

El autor de estas páginas no pretende hacer un estudio o comentario teológico de las enseñanzas de san Josemaría Escrivá de Balaguer sobre el matrimonio y la familia, bien lejos de su alcance y su propósito. Sólo intenta mostrar el testimonio personal de cómo algunos aspectos de la vida y las enseñanzas de san Josemaría han servido a millares de hombres y de mujeres, gente de la calle, para esforzarse en convertir su vida matrimonial y familiar en obra de Dios, Opus Dei. En ocasiones aparecerán hechos o palabras que se producirán en distintos contextos, quizá ajenos a la vida del matrimonio, pero se recogen aquí porque han sido asidero y estímulo vivo para cualquier persona empeñada en vivir cara a Dios, en sus circunstancias concretas.

Se descubrirán perspectivas sobre la vida matrimonial como una auténtica vocación sobrenatural, la forma de materializar ese querer divino, y los modos de mantener una unión íntima con Dios, mientras realizamos nuestros deberes familiares. Nos detendremos en las posibilidades y los obstáculos de la vida conyugal, para potenciar unas y superar otros; miraremos a los hijos como una prueba de confianza divina, y recorreremos los puntos esenciales de su formación humana y sobrenatural; aparecerá el amor, el dolor y la alegría como ingredientes inseparables de la vida del hogar. Contemplaremos la familia como el primer campo de nuestra acción apostólica.

Tengo la certeza de que muchos lectores encontrarán innumerables lagunas; es posible que haya olvidado lo más importante. Eso es lo que cada uno ha de encontrar en la lectura sosegada de la vida y obra de san Josemaría Escrivá.

 

 

Sociedad sin familia

Vale la pena recordar con Concepción Arenal que sin familia la sociedad sería, "primero un lupanar, después un cementerio y, por fin un desierto"

Dice el diccionario de la RAE que por feminismo pueden entenderse dos cosas: principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre; y también el movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo, esto es, la realización efectiva del principio de igualdad de derechos de hombre y mujer. Cuesta trabajo pensar que hoy haya quien pueda no ser en este sentido feminista.

El título de este artículo y su contenido traen a colación el pensamiento de quien probablemente sea la primera feminista de este país: Concepción Arenal. Una autora que, curiosamente, parece que se ha leído y estudiado con una especie de anteojeras intelectuales que permitiría excluir aquello que no resultara políticamente correcto. Sobre todo porque Arenal se refiere a la familia formada por un hombre, una mujer y sus hijos.

Tiene Concepción Arenal una carta dentro de La cuestión social titulada De la familia. El género humano no puede existir sin ella, en la que parte de considerar que "el hombre es un animal cuya especie se extingue si no forma familia". Destacando, al respecto, dos cuestiones esenciales: la infancia prolongada del ser humano y su necesidad de protección; y la relativa mayor debilidad (física) de la mujer respecto del varón, que exigen del hombre el apoyo, el auxilio y la defensa de su mujer para la salvaguardia de sus hijos. Dos puntos que podrían ser objeto hoy de escarnio público y causa hasta de anatema.

Las claves de la actualidad semanal, por Lola Quero, directora de Granada Hoy

Sigue la visitadora de cárceles afirmando, incluso, que "la familia es una condición de existencia para el hombre". Y, en tal sentido, entiende que el hombre y la mujer necesitan "vivir en familia, imponerse grandes penalidades por largo tiempo para que su prole no perezca, o lo que es lo mismo, amar y sacrificarse; es decir, que la abnegación y el amor son necesarios en toda circunstancia, en cualquier estado, y que la elevación que supone es la indispensable compañera del hombre, aun reducido a la mayor indignidad, y considerado únicamente como un animal que perpetúa su raza. Si la especie humana existe, es porque ha habido en ella familia, amor, espíritu de sacrificio. Familia, amor, espíritu de sacrificio…" conceptos que resultan hoy casi proscritos en el espacio público.

Por otra parte, dice también Concepción Arenal algo que seguramente en el siglo XIX debió sonar muy peregrino, pero que hoy parece algo evidente. Y es que "suprimida la familia, la ley del amor será el gusto, y la belleza física recibirá únicamente homenajes, culto y ofrendas". El amor regido por la ley del gusto. La belleza física recibiendo culto y ofrendas…

Al final de la carta, Concepción Arenal refiere que "sin familia, con la general y extrema licencia de costumbres, el número de nacimientos sería muy escaso, y la tierra se despoblaría, porque el vicio ya se sabe que no es fecundo". Ahí están los catastróficos resultados que anualmente nos traslada el CIS sobre natalidad y crecimiento vegetativo en España. O también cuando escuchamos los ecos de la existencia de esa España vacía de pueblos y grandes extensiones de territorio que se despueblan sin remedio. Evidentemente por razones no sólo relacionadas con la familia… ¿o quizá también?

También refiere Concepción Arenal que "rotos los lazos de la familia y el freno de la religión y de la moral, la corrupción alcanzaría proporciones nunca vistas, y la despoblación en igual medida". Corrupción y despoblación cuya existencia a nadie escandaliza hoy. Aunque sí puede escandalizar que este resultado se anude a la ruptura de los lazos de familia y los frenos de la religión y la moral. Términos estos últimos tan vilipendiados y menospreciados que a unos les sonroja de vergüenza y a otros les escandaliza cuando surgen en el ámbito público.

Termina esta excelsa autora concluyendo que "el progreso de la industria y de las artes, si hay retroceso en la moral, es un cáncer en la vida de las naciones, que las arruina, las despuebla, las mata". A veces, ciertamente, parece que nuestra sociedad padece este cáncer y que cunde el desánimo. Pero la buena noticia es que, gracias a los avances de la medicina, ese cáncer no tiene metástasis y además no es incurable. Pero vale la pena recordar con Arenal que sin familia la sociedad sería, "primero un lupanar, después un cementerio y, por fin, un desierto".

 

Una sociedad natural anterior al Estado

No es el Estado el que está en el origen de la familia, sino al contrario: la familia, semilla del cuerpo social, puede subsistir sin el Estado, pero éste no se mantiene sin aquella. «La base de las sociedades civiles —enseña el papa León XIII— es la familia, y en gran parte, en el hogar doméstico se prepara el porvenir de los Estados» (Encíclica Sapientia Christianae, nº 29)

Retrato de niños con pajarito y perro, Louis Krevek

 

 

Cuando la familia se desorganiza, sobreviene la inestabilidad de la sociedad y la falencia del Estado. Fue lo que ocurrió en el año 476 con la caída del Imperio Romano de Occidente. La disolución de la familia incentivó la decadencia moral y la depravación de las costumbres. Con la invasión de los bárbaros, como la de Atila en los siglos IV y V, ese Imperio, entonces corrupto y debilitado, se disgregó, estableciéndose una anarquía generalizada.

Después de cuatro siglos, en el ocaso del Imperio de Carlomagno, otra catástrofe se abatió sobre la humanidad: nuevas invasiones. Esta vez, hordas de normandos, húngaros y sarracenos obligaron a las poblaciones a huir para no ser masacradas.

El Imperio carolingio se desmanteló y fue alrededor de lo que restaba de institución familiar –la cual, en esa época, estaba bien constituida– que se organizaron naturalmente los Estados. Bajo el aliento de la Iglesia Católica se consolidó la Civilización Cristiana, la cual alcanzó un gran esplendor en la Edad Media. Es lo que describe el célebre escritor Frantz Funck-Brentano, miembro del Instituto de Francia, en su famosa obra L´Ancien Régime (El Antiguo Régimen). De ella extrajimos los trechos que vienen a continuación:

“En el transcurso de los siglos IX y X, la sucesión de las invasiones de los bárbaros, normandos, húngaros y sarracenos había sumergido el país en una anarquía en la que se habían hundido todas las instituciones. El campesino abandonaba sus campos arrasados, para huir de la violencia; el pueblo se cobijaba en lo más intrincado de las selvas o en landas inaccesibles, o se refugiaba en elevadas montañas. Los lazos que servían para unir a los habitantes del país se rompieron; las reglas consuetudinarias o legislativas se quebraron también; nada gobernaba ya a la sociedad.

Ya en la época de Carlos, el Calvo (siglo IX), nieto de Carlomagno (en la miniatura), el Imperio carolingio comenzó a disgregarse, y la institución de la familia fue substituyendo al Estado, convulsionado por las múltiples invasiones.

 

La única fuerza intacta

“En esta anarquía es donde se realizaba el trabajo de la reconstrucción social, con la única fuerza organizadora que permaneciera intacta, y bajo el único refugio que nada puede derrumbar, pues tiene sus cimientos en el corazón humano: la familia.

“En medio de la tormenta la familia resiste, se fortalece y toma una mayor cohesión. Obligada a subvenir a sus necesidades, crea los órganos que le son necesarios para el trabajo mecánico y agrícola, y para la defensa a  mano armada. Ya no existe el Estado, la familia ha ocupado su lugar, la vida social se estrecha en torno al hogar; la vida común se limita por las fronteras de la casa y del finage [circunscripción territorial], o sea se encierra en la casa y su recinto.

Pequeña sociedad ésta, vecina de otras pequeñas sociedades semejantes constituidas sobre el mismo modelo, pero aislada de ellas a la vez.

La Familia: semilla de la Patria

“Al comienzo de nuestra historia, el jefe de la familia recuerda al paterfamilias antiguo. Manda al grupo que se forma en torno suyo y que lleva su nombre, organiza la defensa común, reparte el trabajo conforme a la capacidad y a las necesidades  de cada uno. Reina –esta palabra la encontramos en textos de la época– como amo absoluto. Se llama sire. A su mujer, la madre de familia, la llama dame, (domina) [señora].

“La familia vive en su residencia fortificada. El hombre padece, ama, trabaja y muere en el lugar donde ha nacido. El jefe de la familia es a ratos guerrero y a ratos agricultor. Como los héroes de Homero. Las tierras que cultiva se  concentran alrededor de su vivienda.

“La familia, bajo la dirección del jefe, es capaz de edificar su albergue, construir ganchos y arados. En el patio interior reluce el fuego de la fragua, donde se forjan las armas sobre el yunque sonoro. Las mujeres tejen y tiñen las telas.

Familia romana: Valentiniana, Honorio y Galla Placidia(izquierda). San León Magno detiene a Atila (abajo).

 

“La familia llegó, pues, a ser para el hombre una patria y los textos de la época la designan con la palabra latina patria [la tierra del pater, del padre]. Se la ama con una ternura mucho mayor por tenerla ahí, viva y concreta, ante los ojos de cada cual. Inmediatamente hace sentir su poder y también su dulzura; amada y fuerte armadura, protección necesaria... Sin la familia, el hombre no podría subsistir. Así se han formado los sentimientos de solidaridad que unieron entre sí a los miembros de la familia, sentimientos que bajo el impulso de una tradición soberana, irán desenvolviéndose y concretándose” (Frantz Funck-Brentano, El Antiguo Régimen, Ediciones Destino, Barcelona, 1953, pp. 12-14).     

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuna de las civilizaciones

Al estudiar el nacimiento de las civilizaciones, siempre nos encontramos con una familia o grupo de familias en su origen —incluso en las más remotas eras de la Historia— y constatamos que un recto desarrollo civilizador depende de la buena constitución de la sociedad familiar.

 

Fustel de Coulanges

 

 

En el artículo anterior de esta sección (Tesoros de la Fe, nº 26, febrero del 2003), hemos trascrito pasajes de la obra El Antiguo Régimen, del renombrado historiador francés Funck-Brentano, que describen el papel central de la familia en el origen de la sociedad feudal y en la consolidación de la Civilización Cristiana en la Edad Media. En el presente artículo nos remontaremos a una época aún más remota. Ya en la Antigüedad (período histórico que se inicia con las más antiguas civilizaciones, y que se extiende hasta la caída del Imperio Romano de Occidente, en el siglo V) la familia fue una semilla del Estado y estuvo en el origen de las primitivas ciudades que surgieron en la Grecia y Roma arcaicas.

Familia, base del Estado

Sin la familia, no sólo las ciudades no se formarían, sino las civilizaciones no se desarrollarían, una vez que ellas no se sustentan sin la institución familiar, como un árbol no se sustenta sin sus raíces.

La Ciudad Antigua es el título del famoso libro de otro historiador francés, Fustel de Coulanges (1830-89), profesor de Historia Medieval en la Sorbona, la célebre universidad de París. En dicha obra el autor demuestra que en la antigua Grecia, así como en la Italia de la civilización romana, siguiendo un proceso de gestación natural las ciudades y más tarde los Estados nacieron de la sociedad familiar, confirmando la tesis de que la familia es anterior al Estado.

Este ilustre autor, después de constatar que en el mundo antiguo las personas se reunían alrededor del pater familias (autoridad venerada que podía ser un padre de familia o el jefe del clan familiar), pasa a describir cómo las familias dieron origen a las tribus, a las ciudades y a las naciones:

“Cada fratria o curia [en la antigua Grecia, se denominaba fratria a cada uno de los grupos de familias en que se subdividían las tribus atenienses, y entre los romanos, curia] tenía un jefe, fratiarca o curión, cuya principal función era la de presidir los sacrificios. Tal vez, originalmente sus atribuciones hubiesen sido más amplias. La fratria se reunía en asambleas donde tomaba sus deliberaciones y podía promulgar decretos. En la fratria, como en la familia, había un dios, un culto, un sacerdocio, una justicia, un gobierno. Era una pequeña sociedad modelada exactamente sobre la familia.

“La asociación continuó creciendo naturalmente, y según el mismo sistema. Muchas curias o fratrias se agruparon y formaron una tribu.

“La tribu, como la fratria, tenía asambleas y promulgaba decretos, a los cuales todos sus miembros deberían someterse. Tenía un tribunal y derecho de justicia sobre sus miembros. Tenía un jefe tribunusphylobasileus.

Familia de la antigua Grecia

 
 

El nacimiento de las ciudades

“La tribu, como la familia y la fratria, se constituye para ser un cuerpo independiente, ya que ella tenía un culto especial del cual el extranjero estaba excluido. Una vez formada, ninguna otra familia podía ser en ella admitida. Dos tribus de ningún modo podían fundirse en una sola; su religión a esto se oponía. Pero, así como muchas fratrias se habían reunido en una tribu, muchas tribus pudieron asociarse entre sí, con la condición de que el culto de cada una de ellas fuese respetado. El día en que se hizo esta alianza, nació la ciudad.

“Poco importa encontrar la causa que determinó la unión de muchas tribus vecinas. En unos casos la unión fue voluntaria, en otros impuesta por la fuerza superior de una tribu, o por la voluntad poderosa de un hombre. Lo que es cierto, es que el vínculo de la nueva asociación fue aún un culto. Las tribus que se agruparon para formar una ciudad no dejaron nunca de encender un fuego sagrado y de instituir una religión común.

 

“Así la sociedad humana, en esta materia, no creció a la manera de un círculo, que se ampliase poco a poco, avanzando progresivamente. Son, por el contrario, pequeños grupos que, constituidos desde mucho tiempo atrás, se juntan unos a otros. Muchas familias formaron la fratria, muchas fratrias la tribu, y muchas tribus la ciudad. Familia, fratria, tribu, ciudad, son por lo tanto sociedades perfectamente semejantes entre sí y nacidas unas de las otras, a través de una serie de federaciones.

Alteridad y no masificación

“Es necesario dejar en claro que, a medida que estos diferentes grupos entre ellos así se asociaban, nadie perdía sin embargo ni su individualidad ni su independencia. Si bien que muchas familias se reuniesen en una sola fratria, cada una de ellas se mantenía constituida como en la época de su aislamiento; nada cambiaba en ella, ni su culto, ni su sacerdocio, ni su derecho de propiedad, ni su justicia interna. Seguidamente, se asociaba a las curias, pero cada una continuaba con su culto, sus reuniones, sus fiestas, su jefe. De la tribu se pasó a la ciudad, pero las tribus no fueron por ese motivo disueltas, y cada una de ellas continuó formando un cuerpo, casi como si la ciudad no existiese. [...]

“Así, la ciudad no es un agregado de individuos, sino una confederación de muchos grupos ya anteriormente constituidos, y que la ciudad deja subsistir. Vemos en los oradores áticos que cada ateniense forma parte al mismo tiempo de cuatro sociedades diferentes: es miembro de una familia, de una fratria, de una tribu y de una ciudad... ”     

 


* La Cité Antique, Librairie Hachette, París, 1957, Libro III, pp. 134-135 y 143-145.

 

 

La dictadura del relativismo

 

Hace unas pocas semanas, en la misa previa al cónclave en el que había de ser elegido el nuevo papa, el entonces cardenal Ratzinger denunciaba con fuerza los vientos de relativismo que azotan nuestra sociedad occidental en las últimas décadas. El relativismo se ha convertido en una actitud de moda, mientras que "tener una fe clara según el credo de la Iglesia católica" es despachado a menudo como fundamentalismo. "Se va constituyendo –concluía– una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja sólo como medida última al propio yo y sus apetencias". La expresión que acabo de subrayar, "dictadura del relativismo", llamó de inmediato la atención tanto de la audiencia como de la prensa, pues mostraba de manera bien gráfica la formidable capacidad poética del futuro papa que con sólo tres palabras diagnosticaba la enfermedad de la sociedad europea.

 

 

 

Algún periodista nacional consideró que esa expresión era un concepto absurdo, una contradicción in terminis, sin caer en la cuenta de que la combinación de esas dos palabras compone una figura literaria de enorme fuerza expresiva. Como es sabido, se trata de la figura denominada oxímoron, (del griego oxys, agudo, y moros, romo, estúpido), en la que mediante la yuxtaposición de dos palabras de significado opuesto se logra expresar un nuevo sentido, un contraste difícilmente alcanzable de otra manera: todos hemos empleado expresiones como "silencio atronador", "luminosa oscuridad", "graciosa torpeza" y tantas otras expresiones parecidas que llenan de sentido y viveza nuestra comunicación. Cuando el futuro Benedicto XVI hablaba de la dictadura del relativismo lo que estaba expresando con brillantez poética es que en nuestra avanzada cultura democrática se está imponiendo por vía de fuerza el principio de que todas las opiniones valen lo mismo, y por tanto, que nada valen en sí mismas, sino sólo en función de los votos que las respaldan.

Aquel mismo periodista argumentaba que "el relativismo es el alma viva del conocimiento científico". Y, exhibiendo un notable desconocimiento de la efectiva práctica científica, añadía: "Sólo quien duda de la exactitud de sus ideas puede sentirse impelido a ponerlas a prueba y, llegado el caso a descartarlas, o a restringir su campo de validez, abriendo paso a ideas nuevas, ellas mismas cuestionables". Nada más alejado de la realidad de la ciencia que esta caricatura. El científico no es nunca un relativista, no piensa que su opinión valga lo mismo que cualquier otra, y, si es un científico honrado, está deseoso de someter su parecer al escrutinio de sus iguales y de contrastarlo con los datos experimentales disponibles. El buen científico está persuadido de que su opinión es verdadera, que es la mejor verdad que ha logrado alcanzar, a veces con mucho esfuerzo. El científico sabe también que su opinión no agota la realidad, sino que casi siempre puede ser rectificada y mejorada con más trabajo suyo y con la ayuda de los demás.

En contraste con el periodista español, una conocida columnista del New York Times descalificaba al nuevo Papa como un absolutista, como "un archiconservador del Jurásico que desdeña la cultura del \\’si te parece bien, hazlo\\’ y las tendencias revolucionarias nacidas en los años 60 en favor de la diversidad y la apertura cultural". Maureen Dowd en su artículo aliaba al nuevo Benedicto XVI con el vicepresidente Dick Cheney en la batalla contra el progresismo liberal norteamericano, del que el New York Times es quizá su portaestandarte. Esta visión muestra bien el localismo miope de la prensa norteamericana, pero sugiere también que el relativismo que denunciaba el cardenal Ratzinger no ha afectado a los Estados Unidos tan profundamente como a Europa. Como reconocía la propia Dowd, citando al profesor de Utah, Bruce Landesman, "quienes sostienen posiciones progresistas no son relativistas. Simplemente están en desacuerdo con los conservadores acerca de qué es lo bueno y lo malo".

Efectivamente, en el corazón de la sociedad americana se encuentra la convicción de que la democracia es una concepción ética, presidida por un uso comunitario de la razón. En una democracia los asuntos se discuten hasta la saciedad y si no se llega a un acuerdo razonable son finalmente los jueces quienes deciden acerca de la moralidad de un determinado modo de proceder. En una organización democrática la noción de verdad ha de estar en el centro de la vida pública. Si no hay verdad, no es posible el debate porque la discusión deja de ser un proceso de búsqueda y se transforma meramente en una tramoya del poder. Si no hay verdad, si todas las opiniones valen lo mismo, pierde todo su sentido el pluralismo democrático.

No es verdad que todas las opiniones merezcan el mismo respeto. Quienes merecen todo el respeto del mundo son las personas, pero no sus opiniones. Al contrario, tenemos la obligación de ayudar a los demás a mejorar sus opiniones, a cambiar sus convicciones, exhibiendo las razones que asisten a nuestras posiciones morales y sociales para permitirles que se pasen, si lo desean, a nuestro lado. En este sentido, es importantísimo distinguir con claridad entre pluralismo y relativismo. Mientras que el relativista no tiene interés en escuchar las opiniones de los demás, quien ama el pluralismo no sólo afirma que caben diversas maneras de pensar acerca de las cosas, sino que sostiene además que entre ellas hay –en expresión de Stanley Cavell– maneras mejores y peores, y que mediante el contraste con la experiencia y el diálogo los seres humanos somos capaces casi siempre de reconocer la superioridad de una opinión sobre otra y de adherirnos a ella.

En última instancia, un relativismo como el que crece actualmente en Europa corroe la democracia, porque clausura el diálogo y acaba con el pluralismo. Precisamente un día antes del fallecimiento de Juan Pablo II, el entonces cardenal Ratzinger afirmaba en Subiaco que "Europa ha desarrollado una cultura que, de modo desconocido antes de ahora para la humanidad, excluye a Dios de la consciencia pública". Y añadía: "En Europa se ha desarrollado una cultura que constituye en absoluto la contradicción más radical no sólo del cristianismo, sino de las tradiciones religiosas y morales de la humanidad". En sus palabras se advertía de manera luminosa que el relativismo de nuestro tiempo, hijo bastardo de la Ilustración, era el punto de partida de la cancelación de Dios en la vida pública.

El contraste –aquí meramente apuntado– entre el pluralismo norteamericano (In God we trust) y el relativismo europeo es sólo una caricatura, pero ayuda a entender bien aquel sugerente oxímoron de la "dictadura del relativismo" del que hablaba con preocupación el cardenal Ratzinger en la víspera del cónclave. El relativismo es probablemente la enfermedad más grave de la sociedad europea en el momento presente y considerar la enfermedad como algo saludable es en verdad la peor de las dictaduras.

Por Jaime Nubiola

 

No nos impongas tu moral, impongamos la mía

 

 

A menudo, el menor indicio de que una postura sobre cierta ley controvertida se inspira en determinadas convicciones éticas o religiosas basta para descalificarla acusando a quienes la sostienen de pretender «imponer su moral» a los demás. Este argumento es una falacia, explica el filósofo norteamericano Edward Feser, autor de un libro sobre Robert Nozick, en «Tech Central Station» (www.techcentralstation.com, 31 mayo 2005).

 

 

Se trata, dice Feser, de una petición de principio y una manera tendenciosa de describir la postura rival. Pues todo el mundo tiene sus particulares convicciones morales, que no por serlo quedan descartadas como candidatas a inspirar la legislación. Así se comprueba cuando se hace el experimento de emplear el argumento contra quienes suelen esgrimirlo. Supongamos que alguien acusara a los partidarios de la discriminación positiva de «querer imponer sus ‘opiniones personales’ a todos los demás». Replicarían que «no es ‘simplemente’ su disgusto personal y subjetivo lo que les motiva, sino más bien su compromiso con la igualdad como ideal moral objetivo». Análogamente, si alguien se opone a «la pornografía o el matrimonio homosexual, eso no quiere necesariamente decir que se oponga porque tales cosas le resulten repugnantes; su rechazo puede estar basado en un principio moral objetivo y racionalmente defendible».

Feser llama al truco dialéctico que describe «la falacia anti-conservadora», porque suele esgrimirse contra los conservadores por parte de liberales, socialistas o feministas. La falacia consiste en atribuir las posturas morales del adversario a meras preferencias personales, sin conceder la posibilidad de que sus preferencias deriven de juicios que pueden ser verdaderos y, por tanto, universalmente válidos. Así se descartan los argumentos del contrario sin debatirlos, y se da por supuesto lo que habría que demostrar: que el otro no tiene razones para justificar su postura.

Relativismo aparente

Otra formulación de la falacia es que los contrarios pretenden «imponer la moral por ley» o «legislar sobre moral». Pero también «liberales y libertarios apelan a ciertos principios morales para defender las políticas de su preferencia. ¿Cómo entonces pueden, sin incurrir en incoherencia, criticar a los conservadores por hacer lo mismo? ¿No pretende el liberal ‘legislar sobre moral’ cuando defiende la redistribución de la riqueza en nombre de la justicia? ¿No está en tal caso ‘imponiendo sus opiniones morales’ a los ricos? ¿No tratan también los libertarios de ‘imponer sus opiniones morales’ a los liberales cuando pretenden detener tal redistribución?».

«En realidad, la tesis de que ‘no debemos imponer a otros nuestras personales opiniones morales’ es muy curiosa. Parece implicar la idea de que todas las opiniones morales son ‘meramente’ personales en el sentido de que no reflejan más que gustos o preferencias individuales, y por tanto no se puede justificar ‘imponerlas’ a quienes no comparten esos gustos o preferencias. La continua invocación de esta idea en las críticas a las políticas conservadoras es, probablemente, la razón principal por la que liberales y libertarios resultan a menudo sospechosos de relativismo moral. Pero como, según ya hemos visto, liberales y libertarios pueden ser perfectos absolutistas con respecto a sus propias creencias morales, y nada reacios a decir a los demás que deberían atenerse a ellas, es evidente que sus opiniones de ningún modo son genuinamente relativistas. De hecho, la misma idea de que ‘no debemos imponer a otros nuestras personales opiniones morales’ suena a imperativo moral absoluto».

Un recurso retórico

Por tanto, la verdadera cuestión no es una general sobre la «imposición» de posturas morales, sino una particular sobre la «validez» de determinada postura. Los usuarios habituales de la falacia deberían, pues, formular sus críticas «de manera más franca; pero eso sería a costa de perder eficacia retórica». En efecto, «si un liberal o libertario dijera: ‘Mis opiniones son genuinas opiniones morales, y las conservadoras son meras expresiones de preferencias personales’, o ‘Mis opiniones morales son correctas, y las conservadoras no’, resultaría obvio que no estaría haciendo más que afirmaciones no justificadas y muy discutibles. Mucho mejor, entonces, decir algo así como: ‘Nadie debe imponer a otros sus personales opiniones morales’. De ese modo, el liberal o libertario ‘parece’ estar diciendo algo evidentemente verdadero (que nadie debe imponer a otros sus peculiares y subjetivos gustos personales), cuando en realidad está declarando una tesis extremadamente discutible para la que no ha ofrecido justificación alguna (que se debe permitir a las opiniones morales liberales o libertarias, pero no a las conservadoras, inspirar las leyes)».

El recurso frecuente a esta falacia, concluye Feser, adultera el debate público, fomentando el simplismo. «No todos los principios morales deben ser impuestos por el poder del estado, pero casi todo lo que hace el estado se basa en algún principio moral. Es una frivolidad, por tanto, sostener que ‘no se debe legislar sobre moral’, si eso significa que las leyes no deberían inspirarse en principios morales controvertidos. Y casi todos los principios morales son controvertidos en medida significativa: aun si la gente concuerda en que el asesinato está mal, a menudo discrepa con respecto a qué debe ‘considerarse’ asesinato, como atestiguan las disputas sobre aborto, eutanasia e incluso el sacrificio de animales. La cuestión, pues, no es ‘si’ principios morales discutidos deben informar nuestras leyes, sino más bien ‘qué’ principios morales discutidos –liberales, conservadores, libertarios o los que sean– deberían informarlas».

Aceprensa

 

 

Literatura, cultura y fe: un reto para el siglo XXI

Por Juan Manuel de Prada, escritor y articulista español

Soljenitzin decía que Europa, después de las dos guerras mundiales, había enfermado con un ímpetu de automutilación y, ciertamente, si analizamos la historia de Europa en las últimas décadas nos damos cuenta cómo los síntomas de esta enfermedad, de esta curiosa enfermedad de automutilación se multiplican.

Vemos cómo Europa ha perdido confianza a través de manifestaciones tan claras como por ejemplo el descenso de la natalidad. Vemos cómo ha perdido la confianza a través de fenómenos tan evidentes como la pérdida de fe, en el sentido religioso de la palabra. Vemos la pérdida de capacidad para concederle a la vida una visión trascendente; vemos también cómo el bienestar económico, la prosperidad, ha provocado también una especie, digámoslo así, de relajación en los espíritus, de desgana, de apatía, de hastío; es un hastío metafísico, casi podríamos decir. Y en líneas generales, yo creo que a Occidente, y repito, más concretamente a Europa, parece como si le hubiese atacado un síndrome, una especie de gangrena que la paraliza y que, sobre todo, no le concede capacidad de reacción.

En este caldo de cultivo ha florecido lo que a mi modo de ver es la gran lepra de nuestro tiempo; una lepra que se está extendiendo a velocidad galopante en estos albores del siglo XXI, que es lo que se ha dado en denominar relativismo. Es un concepto, como la propia palabra indica, suficientemente difuso para que uno no sepa exactamente a lo que se refiere, pero que aquí trataremos de diseccionar.

El relativismo nace de la falta de fe en el futuro. Hemos dejado de creer en la posibilidad de una renovación material-espiritual. Estamos conformes con este bienestar del que disfrutamos, y esto hace que cunda entre nosotros una suerte de escepticismo, una especie de satisfacción un poco cetrina con los bienes materiales, con las comodidades que nuestra sociedad ha alcanzado a través del progreso, y eso ha hecho que esos progresos espirituales, que también son necesarios para la humanidad, hayan dejado de interesarnos.

Al dejar de tener confianza en el futuro, en las posibilidades del futuro, surge también una especie de desconfianza hacia lo que podríamos llamar la persecución de la verdad. Todo sistema filosófico, toda escuela de vida persigue algún tipo de verdad. Naturalmente, nadie está en esta posesión de la verdad, y quienes creen estarlo son los fanáticos, pero quien no aspira a encontrar la verdad ha dejado de ser hombre.

Yo creo que una de las fatalidades de nuestra época precisamente es esta: que no solamente hemos dejado de creer en la existencia de una verdad, de un absoluto, sino que incluso hemos llegado a concebir la idea -la monstruosa idea- de que la labor de buscar la verdad es en sí misma una labor fundamentalista, integrista, de tal manera que, al avergonzarnos de la posibilidad de que exista una verdad, todo deja automáticamente de tener sentido, todo automáticamente es discutible, todo automáticamente puede entrar en controversia, y ya no sólo en controversia, sino también en cambalache, en trueque. Las ideas se convierten en algo fungible, son como una calderilla que pasa de unas manos a otras, y dejan de tener esa solemnidad, esa grandeza que tenían cuando perseguían la existencia de una verdad. Ésta, como digo, es una de las características evidentes de nuestra época.

Y cuando a una sociedad espiritualmente empieza a corromperle esta enfermedad, cuando deja de creer en el futuro y deja de creer en la posibilidad de alcanzar una verdad, naturalmente surgen todo tipo de mistificaciones.

A la cultura occidental, a lo que podríamos llamar cultura cristiana (aunque esto ya prácticamente estaría mal visto decirlo, dado el estado de las cosas), de repente le han surgido una serie de conflictos interiores que tienen que ver precisamente con esta incapacidad para intentar alcanzar la verdad. Y así, por ejemplo, hemos empezado a avergonzarnos de nuestras conquistas en el plano cultural, en el plano ideológico, en el plano social, en el plano político. Hemos dejado de tener la capacidad de considerar que esos frutos de nuestra cultura, esos frutos ideológicos, esos frutos de pensamiento, tienen un valor intrínseco, un valor verdadero.

En cierto modo, empieza surgir en nuestras sociedades una especie de complejo de culpa, que ya no sólo se extiende a una necesaria consideración de los males que nuestra cultura haya podido infligir a otras culturas, sino que incluso llega a considerar que nuestra cultura es peor que otras culturas precisamente porque ha cometido esos errores, siendo incapaz de distinguir que, junto a esos errores, existen otros muchos beneficios que nuestra cultura ha logrado exportar, porque son creaciones propias de Occidente, creaciones eminentes que han hecho que la vida sea algo mejor en líneas generales. Éste, como digo, el estado de las cosas en Europa, a mi modo de ver. Ante una situación como ésta, surgen lo que podríamos denominar los problemas de la desvinculación.

Desde el momento en el que dejamos de creer en la cultura en la que hemos crecido, en la cultura que nos justifica, en la cultura que es, en cierto modo, nuestra genealogía espiritual, e incluso nos avergonzamos de ella porque pensamos que es una cultura sometedora, engreída e infatuada, surge en las sociedades europeas un curioso fenómeno que podríamos denominar fenómeno de desvinculación.

Por este fenómeno, las personas dejan de sentirse como eslabones de una cadena, como herederas de una tradición y portadoras de una llama que se proyecta hacia el futuro (antes decíamos que hemos dejado de creer -de tener confianza- en el futuro). Desde ese momento en el que estamos desvinculados del pasado e incapaces de afrontar el futuro, nuestra existencia se convierte en un caos banal, en una sucesión de días sin mayor sentido, o con un sentido puramente utilitario.

Tratamos de llenar nuestros días satisfaciendo una serie de gustos, de apetencias; tratamos, sobre todo, de espantar la zozobra de ese vacío que nosotros mismos nos hemos creado. Todo ello convierte nuestra vida en una especie de aguachirle; todo es muy blando todo es muy inconsistente. Creo que este es el fenómeno fundamental del relativismo, que se aprecia en todos los ámbitos de la vida.

Si nos fijamos, por ejemplo, en el ámbito educativo, observaremos cómo aquellas disciplinas que tienen más que ver con la explicación de nuestra genealogía espiritual dejan de tener protagonismo. Se retraen, como caracoles en su concha, hasta convertirse casi en unos vagos rudimentos que dejan en sí mismos de tener valor y que, poco a poco, se van mistificando, hasta el extremo de que al final la historia se convierte en una especie de zurriburri, visto desde los ojos de nuestro tiempo. Así, los actos del pasado se condenan desde la mirada de nuestro tiempo, lo cual es una aberración absoluta desde el punto de vista intelectual. Pero es algo que se impone.

Todas estas disciplinas que tienen que ver con nuestra genealogía espiritual son gibarizadas, por emplear un término metafórico. Esto ocurre en general con todas las humanidades, de forma especialmente lastimosa con disciplinas que, a mi modo de ver, constituyen la médula de nuestra cultura, como puede ser, por ejemplo, el latín. Y ocurre, claro está, con la religión.

La religión, no olvidemos, nace de un acontecimiento trascendente que requiere para su comprensión de la fe. Pero no olvidemos tampoco que la religión es un hecho cultural, y que ese acontecimiento trascendente, desligado de esa tradición cultural, de las aportaciones culturales que han tratado de explicarlo, de alabarlo o de engrandecerlo a través del arte y a lo largo de los siglos, resulta ininteligible. De tal manera que nuestros niños, nuestros jóvenes, al ser despojados de esa tradición cultural, al ser saqueados, en cierto modo se convierten en huérfanos, son arrojados a la intemperie, que es lo que yo creo que persigue esta sibilina degeneración educativa que estamos sufriendo.

Este fenómeno de desvinculación, como decía, se aprecia en muchos ámbitos de la vida, no sólo en los citados hasta ahora. Lo estamos viendo también en la que es una de las células primordiales de la sociedad y, desde luego, en una de las instituciones jurídicas sobre las que se levanta el edificio social, que es la familia.

Evidentemente, la familia es un baluarte contra el relativismo, porque nosotros nacemos y crecemos en una familia, y la familia nos concede esa perspectiva de la que hablaba antes. Nos enseña que nuestro paso por la tierra tiene un sentido, y otorga una duración a nuestra vida que va más allá de las fronteras puramente físicas de ésta, porque nos muestra cómo antes que nosotros estaban nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros bisabuelos… Cobramos conciencia de esa transmisión, de que somos eslabones de una cadena. Naturalmente, la familia es además un impulso hacia el futuro; es -digámoslo así- el invernadero donde se fortalecen nuestras facultades para que el futuro vuelva a ser algo que verdaderamente tiene sentido.

Por supuesto, la familia es el gran enemigo del relativismo que hoy en día triunfa. Y así, vemos cómo la familia es atacada por todos los flancos. En primer lugar, proponiendo nuevas formas de organización familiar. En segundo lugar, intentando demostrar lo que ya se llama "familia tradicional", como si pudiera existir una familia que no fuera tradicional, cuando la familia trata precisamente de convertir la vida en una tradición, en un paso (utilizando el término traditio etimológicamente).Evidentemente, no puede existir una familia que no sea tradicional.

De manera que -como se puede observar- los ataques del relativismo a lo que podrían ser los baluartes transmisores de una cultura que dé significación a nuestra vida y que nos permita contemplar el futuro con confianza, son muy variados.

Otro de estos ataques, que creo que es especialmente pernicioso y que -en cierto modo- está ligado con los ya mencionados (pues el relativismo, a pesar de que es un gran aguachirle en el que parece que nada tiene sentido, también obra con unas intenciones aviesas, escondidas pero plenamente significadas) es lo que podríamos denominar la destrucción del derecho. Este fenómeno es muy peligroso, y quizá estemos asistiendo a él sin prestarle la atención que merece.

El derecho se expresa de forma nítida a través de unas leyes positivas, de unas leyes plasmadas por el legislador sobre el papel, de unas leyes que se aplican en nuestras relaciones diarias; y el derecho, desde un punto de vista positivo, lo que busca es regular las relaciones sociales en busca de un bien, de un bien individual y colectivo. Pero, naturalmente, este derecho solamente tiene sentido si está vinculado a un derecho inmanente, a un derecho que es previo al derecho positivo e incluso previo a la organización social. Un derecho que, en cierto modo, tiene que ver con esa verdad de la que hablábamos al principio y que, repito, no es una posesión, sino algo que perseguimos.

Naturalmente, el relativismo no soporta la idea de que las leyes estén fundadas en un derecho natural, en un derecho previo a la organización política, porque el relativismo busca un nuevo absolutismo, un nuevo totalitarismo, en el cual esa verdad deja de existir y es sustituida por la voluntad de la mayoría o, al menos, de quienes creen que ostentan la mayoría. Y está claro que ésta es otra de las manifestaciones más evidentes de este relativismo que hoy en día nos corrompe.

Desde el momento en que este derecho que deja de tener su base en lo que podríamos llamar un ordenamiento inmanente, en algo que está ahí, que es una verdad que existe previamente a las leyes y a la organización social, esas leyes pueden volverse incluso contra el Derecho con mayúscula. Y así, estamos asistiendo a fenómenos en los cuales, a través de las leyes, podemos destruir el orden moral previo al derecho, bien destruyendo la familia, bien destruyendo la vida, o bien vendiéndole a la gente esa idea quimérica y absurda de que ellos son los amos absolutos de su vida porque no existe una instancia superior que merezca mayor crédito que la propia voluntad del individuo. Todos estos fenómenos tienen mucho que ver con el relativismo, con la desvinculación del hombre de una tradición cultural, intelectual y moral que lo precede.

De manera que hemos visto ya tres manifestaciones muy evidentes, muy sibilinas, pero que se están introduciendo en nuestra vida sin que nos demos cuenta y contra las cuales parece que no tenemos armas para combatir…

Pero yo creo que sí las tenemos. Una de esas armas –yo diría que la fundamental- es el apetito que siempre ha sentido el hombre por algo que lo desborda. Yo creo que si algo nos explica a los seres humanos es precisamente que (quizá en nuestro afán de perdurar, quizá en nuestra insatisfacción porque no podemos entender que todos nuestros afanes, nuestros desvelos, las grandes obras que queremos hacer a lo largo de nuestra vida perezcan con nosotros) desde el principio de los tiempos hemos alumbrado una llama sagrada que nos obliga a ser inmortales, y nos obliga porque está inscrito en nuestra naturaleza. El hombre necesita ser inmortal. Y, naturalmente, cuando surge este deseo de ser inmortal, esos pilares movedizos, esos pilares de falsa solidez sobre los que se apoya el relativismo, se empiezan a derrumbar.

Tengo el absoluto convencimiento de que si en esta batalla en sordina –no cruenta como las de antaño, sino silenciosa e invisible, pero cada día más presente en nuestra sociedad- que se está produciendo hoy en Europa entre el relativismo y la posibilidad de una vida volcada hacia la trascendencia, algún día el relativismo cae derrotado, será precisamente porque los europeos cobremos conciencia de que ese hecho trascendente, que ilumina y da impulso nuestra vida, tiene un sentido más fuerte y, además, una tradición cultural fuerte, frente a esta tradición cultural débil surgida de la nada, que es la que se nos vende en nuestra época.

Creo esto porque creo el cristianismo –y a esto vamos tratando de ahondar en el asunto que da título a esta conferencia- nos aporta, en primer lugar, una justificación a esa llama de la que hablaba antes que alumbra dentro de nosotros, pero además nos aporta también una justificación que tiene mucho que ver con nuestra propia cultura, que nos enseña a aceptarla y a sentirnos orgullosos de ella.

Hay una serie de conquistas a las que me refería antes – de tipo social, ideológico, político- de las que con frecuencia los europeos nos avergonzamos. Todas estas conquistas, en contra de lo que se quiera decir hoy en día, tienen su raíz y han sido modeladas precisamente por la tradición cultural cristiana, lo cual se suele olvidar. Así ocurre, por ejemplo, cuando se apela a la dignidad del hombre.

El concepto de dignidad del hombre, al igual que el reconocimiento de los derechos del hombre, se nos vende muchas veces como un concepto propio de la Ilustración, de la Revolución Francesa, etc. Esto es absolutamente falso. Naturalmente, el concepto de dignidad del hombre sólo podía darse en una cultura en la cual Dios se hace hombre, y desde el momento en que Dios se hace hombre, al convertirse el hombre, digámoslo así, en recipiente de la divinidad, alcanza la dignidad máxima. Por tanto, el concepto de dignidad del hombre solamente podía tener sentido en una cultura como la cristiana. Esto es algo que suele manipularse, presentándose la evolución de los derechos humanos como algo desgajado de nuestra tradición cristiana, lo cual, como digo, es algo absolutamente falso.

Grandes logros de orden social y político que ha logrado Europa no serían comprensibles sin esta tradición cristiana. Pensemos, por ejemplo, en lo que es la separación entre Iglesia y Estado. Es algo que, evidentemente, malinterpretó el cristianismo durante siglos, pero esa idea está ya presente en los Evangelios. Lo que ocurre es que, en nuestra época, esta idea que tan fructífera puede ser tanto para la Iglesia como para el Estado, ha sido malinterpretada. Así, en Europa se llama separación entre Iglesia y Estado a algo que es totalmente distinto, que es la separación entre política y moral.

En Europa, la separación entre política y moral se disfraza de separación entre Iglesia y Estado, y son cosas muy distintas. Naturalmente, la separación entre Iglesia y Estado es deseable, pero me parece muy indeseable, y un fenómeno muy propio del relativismo, la separación entre política y moral.

Chesterton tenía una definición maravillosa de los Estados Unidos. Decía que eran una nación con el alma de una iglesia. Si nos fijamos en el nacimiento de los Estados Unidos resulta muy interesante, porque ya surgen, a diferencia de Europa, con el concepto de la separación entre Iglesia y Estado; es decir: jamás el Estado ha tenido una vinculación con ninguna de las múltiples iglesias que allí se asentaron desde su fundación. Sin embargo, desde el comienzo de su nacimiento, en los Estados Unidos tuvieron muy claro que la política no podía estar separada de la moral, porque esa política no tendría sentido. Por eso Chesterton dice que es una nación con el alma de una iglesia: porque, a pesar de que allí haya decenas o cientos de iglesias, todos los ciudadanos están íntimamente unidos en esa convicción de que la ordenación política de la sociedad tiene que tener una inspiración de tipo moral o religioso, en el amplio sentido de la palabra.

En Europa, por el contrario, durante muchos siglos no estuvieron separados Iglesia y Estado, pero cuando se separaron, creo que lo hicieron del modo más nefasto posible: creando esa escisión entre política y moral. De esta manera, al ser la política algo absolutamente ajeno a una serie de conceptos morales previos, creo que poco a poco ha ido degenerando en esta situación de la que estoy hablando.

No quiero ser excesivamente pesimista y pintarles un cuadro demasiado negro de nuestra situación, pues creo que no sería justo, entre otras razones porque creo que sí hay motivos para la esperanza.

Hay una frase extraordinaria –por volver a citar a Chesterton- que habla de cómo lo religioso irrumpe en su vida, de cómo al principio lo religioso se convierte en él en una mera curiosidad intelectual. Él incluso llega a mencionar que siente atracción hacia la religión católica, a la cual terminaría convirtiéndose cuando empezó a ver cómo los intelectuales de su época, tan enfrentados casi siempre por razones de tipo estético, de tipo ideológico, en cambio coincidían todos en el varapalo a la Iglesia Católica. Eso le incitó a él, por curiosidad al principio y luego por fascinación, a intentar defenderla, en vez de atacarla.

Chesterton nos cuenta cómo durante este periodo de curiosidad intenta desmontar un poco esa especie de gran marasmo en el que la crítica a la Iglesia católica se había convertido en moneda de curso frecuente, y además, moneda que daba prestigio en los ambientes intelectuales de la época. Como se puede ver los ambientes intelectuales de aquella época y de ésta han cambiado muy poco.

Después de esa fase de curiosidad, él siente en un determinado momento que, al irse aproximando a la Iglesia católica, siente una fascinación de tipo intelectual, de tipo cultural. Y, claro, frente a una religión como es la anglicana -que es una religión que prácticamente surge por conveniencias políticas y que tiene una tradición muy pobre-, de repente, alguien que ha sido educado en ella experimenta el deslumbramiento de la tradición cultural católica. Experimenta esa fascinación absoluta que a cualquier persona con una mínima sensibilidad estética le produce todo el arte en sus más variadas manifestaciones, que ha sido creado como una ofrenda a Dios en la religión católica.

Todo esto, produce en él una extraordinaria conmoción. Él nos dice que, en su proceso de aproximación al catolicismo, llegará a un momento en el que se siente como un niño que retoza en un prado y que, cada día, descubre en sus retozos una flor nueva, un animal que no conocía, un paisaje distinto.

Esta impresión de alborozo que nos muestra Chesterton es algo que yo también he sentido al descubrir, ya no solamente la religión como acontecimiento de fe, sino también la religión como hecho cultural. En una época como la nuestra, en la que nos sentimos huérfanos, desasistidos, como moléculas en un universo inabarcable; en una época en la que, en definitiva, nos sentimos desvinculados de una tradición y condenados a ese zurriburri del relativismo; en una época como ésta, yo creo que el cristianismo nos ofrece una tradición cultural extraordinariamente rica que explica nuestra genealogía espiritual y que, desde luego, fortalece nuestra confianza en el futuro.

Durante muchos siglos, el cristianismo fue el motor, el impulsor de las artes. Pensemos en las grandes catedrales góticas, esas catedrales que cantaba Víctor Hugo en Nuestra Señora de Paris. En un capítulo prodigioso, cuenta que esas catedrales dejaron de ser construidas el día que el hombre dejó de creer en lo que esas catedrales significaban y, en cierto modo, él explicaba la decadencia de Occidente porque esas catedrales habían dejado de ser construidas.

Desde esas grandes catedrales góticas hasta la Divina Comedia de Dante, pasando por el mejor arte de los grandes maestros, todo eso ha existido, existe, y seguirá existiendo única y exclusivamente gracias al cristianismo. Creo que tenemos que ser conscientes de que cuando se produjo una ruptura entre la cultura, el arte y la religión, tenemos que reconocer –a mi modo de ver- que el arte entró en una fase de decadencia. Esto quizá ocurrió porque el arte también dejó de creer en la existencia de una verdad. Desde ese momento quizá dejó de creer en el fin último de toda belleza. Así, el arte se convirtió en un admirable pasatiempo, en un juego más o menos virtuoso. Creo que el arte perdió su esencia, lo que verdaderamente lo justifica. Esta es mi impresión.

Al desvincularse el arte de esa búsqueda de una verdad, termina convirtiéndose en arte decorativa. Yo creo que una de las grandes tragedias de nuestra literatura contemporánea, de nuestro arte contemporáneo, es que –en líneas generales- lo que busca es una especie de complacencia de tipo estético, proporcionar un entretenimiento, pero nada más. Detrás de ese velo, de esa apariencia más o menos agradable, no hay nada, y creo sinceramente que ese vacío que se oculta detrás del arte contemporáneo está también el hastío de nuestra época. Naturalmente, estoy generalizando: no quiero decir con esto que todo se una porquería, que nada valga nada.

Hemos dejado de creer en la posibilidad de una verdad y, por tanto, también nuestras manifestaciones artísticas son lánguidas, son débiles, no tienen detrás una idea fuerte que las sostenga. Yo creo que ese es uno de los grandes dramas de nuestro tiempo. Por eso creo que es muy importante que intentemos recuperar esa tradición cultural, que entendamos que esa tradición cultural sigue estando vigente, sigue siendo válida para nuestro tiempo, y que intentemos que, a través de ella, nuestra época cambie (primero, desde luego, en el aspecto artístico, en el aspecto intelectual, pero luego también en el aspecto social).

Creo que Europa no volverá a recuperar su brío mientras no asuma que tiene que volver la mirada a Dios, que tiene que volver la mirada a su tradición cultural. Y en el momento en el que deje de renegar de lo que íntimamente es, en el momento en el que acepte esa tradición cultural, creo que Europa podrá volver a ser lo que en algún momento fue.

Naturalmente, cuando se exponen estas ideas así, desnudamente, como se las estoy exponiendo yo a ustedes, automáticamente es tildado uno de toda la artillería de insultos y vituperios que nuestra época suele destinar a quienes se atreven a decir esta cosas. Naturalmente, te conviertes en un retrógrado, en un reaccionario, incluso te conviertes en un fascista. Digamos que todos estos piropos son los que el pensamiento dominante y los repartidores de bulas dispendan a quienes se atreven a mencionar estos asuntos.

Está claro que mencionar estos asuntos es difícil, precisamente porque uno de los efectos del relativismo -que quienes lo sufren lo toman por un efecto benéfico pero que, en realidad, es un efecto anestesiante- es que infunde en las personas un sentimiento de satisfacción, de complacencia. Por ello es tan difícil el combate contra el relativismo, porque las personas se sienten a gusto con lo que tienen, precisamente porque han sido desligadas de una tradición y, por tanto, han sido desligadas de la capacidad para afrontar esa búsqueda de la verdad a la que nos referíamos antes. Desde ese momento, las personas se sienten satisfechas en lo que son; no saben exactamente lo que son, pero se sienten cómodas.

Yo creo que el éxito de todos los totalitarismos se explica precisamente porque conceden un simulacro de bienestar a sus súbditos, les da una idea de que esa sociedad en la que viven es la mejor posible. Y, naturalmente, la inteligencia del relativismo es que convierte en tirano al individuo, a diferencia de los totalitarismos clásicos, en donde existía un tirano paternal que trataba de que sus hijos no se le desmandasen.

El individuo se siente como un monarca absoluto de sí mismo, siente que puede hacer con su vida lo que le dé la gana. No hay ningún tipo de trabas, no hay ningún tipo de cortapisas, todo es extraordinariamente amoral, de tal manera que uno puede hacer lo que quiere. Esto, naturalmente, complace a la sociedad. No sólo le complace, sino que además la sociedad está dispuesta a luchar por eso, porque se cree que ese es el estado idílico del ser humano.

Naturalmente, denunciar esta situación te convierte en un proscrito, te condena al ostracismo. Pero creo que nuestra misión, a fin de cuentas, es tratar de ser divulgadores de la verdad; de la verdad –repito- no como posesión, sino como un fin que nos permita romper las cadenas. Por eso a mí me gusta hablar de estos temas, que son temas bastante antipáticos y que me están dando muy mala fama. Pero, sinceramente, creo que el único destino noble de una persona en nuestro tiempo, es la intemperie, es el ostracismo. Ese otro destino en el redil, ese destino gregario al que nos quiere imponer nuestra época, es el destino más triste y más esclavizado que pueda hoy en día asumir una persona.

A través de mi trabajo de escritor, he tenido ocasión de reflexionar sobre estos asuntos y de descubrir un poco su fondo de verdad. Yo creo que en el mundo en el que yo me muevo –en el mundo de los escritores, de los artistas- , esta lepra de nuestra época que es el relativismo, triunfa de una forma especialmente galopante.

¿Por qué? Porque, evidentemente, en esta especie de gran zurriburri que es el relativismo, un arte, una literatura sin ideas de fondo, sin ideas fuertes, garantiza una de las características de nuestro tiempo, que es eso que he dicho antes de que el hombre se convierte en un monarca absoluto. Pues bien, en el arte, el artista se convierte en un monarca absoluto: todo vale, todo tiene, de repente, el mismo valor. El mismo valor tiene una persona con un conocimiento de las figuras retóricas y que, por tanto, domina los secretos del lenguaje y puede crear belleza a través de esas figuras, que quien las ignora por completo y se limita a redactar o a soltar lo que se le pasa por la cabeza sin demasiado orden ni concierto…

Todo tiene el mismo valor y, naturalmente, cuando todo tiene el mismo valor, nada tiene valor. Este es uno de los graves problemas de nuestro tiempo desde el punto de vista artístico, intelectual, cultural.

Cuando nada tiene valor, se entroniza y se convierte en modelo lo más absurdo, lo más disparatado, lo más pedestre, a veces, lo más abyecto. Y esto creo que está muy presente en nuestra época. Cuando uno coge un suplemento cultural y lee la lista de libros más vendidos y se encuentra con los libros que hoy en día la gente devora con fruición, se queda verdaderamente asustado, porque se da cuenta de que ninguno de esos libros le ofrecen a la gente nada, más que un entretenimiento rastrero, pedestre. Esas personas cierran esos libros y su vida sigue siendo exactamente la misma, esos libros no han inmutado para nada su vida, cuando la verdadera misión del arte es arañarnos, trastornarnos, introducir en nuestra vida un componente de desasosiego, de búsqueda, de duda, que la transforme. Cuando el arte no nos proporciona eso, el arte es puro pasatiempo y, por tanto, no es arte.

Contra esta situación, creo que solamente es posible esto que he dicho: una recuperación de nuestra tradición cultural, que no tiene que ser una recuperación nostálgica sino que, por el contrario, tiene que ser una recuperación en el sentido con el que comentaba antes estas palabras: volcada hacia el futuro, una recuperación renovadora.

Esa tradición de siglos no puede morir. Desde luego, los apóstoles del relativismo quieren que muera, quieren verla sepultada. Pero quienes no somos del todo relativistas, siempre hemos creído en la posibilidad de la resurrección. Muchas gracias a todos por su atención.

 

 

Una ONG promueve el aborto en casa a través de vídeos explicativos

los fármacos que se explica en los vídeos, puede considerarse una conducta delictiva. Las secuelas asociadas al uso de los fármacos abortivos son muchas y graves, a diferencia de lo que se afirma, ofreciendo una falsa sensación de seguridad que puede inducir a las mujeres a prácticas de riesgo inasumibles.

La Federación Internacional de Planificación Familiar (IPPF), una organización no gubernamental de ámbito mundial que tiene como objetivos generales la promoción de la salud reproductiva y la salud sexual, así como la defensa del acceso al aborto inducido y el libre acceso a los métodos anticonceptivos como medios de planificación familiar,  ha publicado una serie de videos online que explican cómo usar en casa las píldoras abortivas en embarazos de hasta 13 semanas de gestación. Estos videos han contado con la colaboración de la organización Médicos Sin Fronteras y de la página web HowToUseAbortionPill.org, formada por “personas anónimas sin ánimo de lucro” que reconocen haber contado con la participación de la Federación Americana abortista Planned Parenthhood.

Dosis sin control

Los videos mencionados son de libre acceso, para cualquier edad, incluso en aquellos países donde el aborto es ilegal. El curso online presenta 8 lecciones dividas en videos de unos 3 minutos aproximadamente donde explican cómo saber que estás

embarazada y calcular la semana de gestación, cómo funcionan las píldoras abortivas mifepristona y misoprostol en el organismo, cómo tomárselas, qué síntomas puedes notar durante el aborto y cómo saber si se ha llevado a cabo, entre otros aspectos.

Como justificación de la difusión de estos videos, los creadores del contenido explican que así “se defiende la autonomía de las personas y se les ayuda a tomar decisiones para su propio cuidado”.

Por un lado, el video explica que si se diese alguna complicación en el aborto en casa y fuera necesario acudir al hospital, “no necesitaría decir que usó medicamentos si no quiere hacerlo. Puede decir que está teniendo un aborto espontáneo. Cuando el misoprostol se toma debajo de la lengua o por la boca, no se puede detectar en la sangre ni en ninguna otra parte del cuerpo”, tal como se afirma literalmente en uno de los vídeos. Se indica igualmente que “si no está seguro de que el aborto ha funcionado, ponga 4 pastillas más de misoprostol debajo de la lengua”.

En la presentación de los videos, Médicos Sin Fronteras afirma que “un aborto autogestionado puede ser tan seguro y efectivo como el realizado en centros médicos.  Es barato, fácil de usar y tan fiable que la mayoría de las personas pueden tomar las píldoras en casa sin ningún problema”. No obstante, a pie de página, la organización afirma que “bajo ninguna circunstancia www.howtouseabortionpill.org será responsable de ningún tipo de pérdida o daño, incluidos los daños personales, resultantes del contenido publicado. Su uso o confianza en dichos materiales es bajo su propio riesgo.”

Sin prescripción médica

En relación con el tema tratado, como publicamos recientemente en el Observatorio, Joe Biden, presidente de los Estados Unidos, ha modificado las condiciones de acceso a la píldora abortiva, suprimiendo la necesidad de presentar una prescripción médica.

Donna Harrison, obstetra y ginecóloga pionera en el área de investigación sobre la mortalidad materna relacionada con la mifepristona, ha mostrado su posicionamiento en contra de esta medida. La doctora afirma que “la hormona tiene efectos en todo el cuerpo, en su cerebro, en sus senos, y no tenemos idea de las consecuencias a largo plazo de este mecanismo, especialmente en adolescentes. Concluido el efecto de la mifepristona, comenzaría el del misoprostol, que hace que concluya el embarazo acompañado de hemorragias masivas”, así como del aumento de riesgo de infección, al deprimirse el sistema inmunitario, o de predisponer al ingreso hospitalario poniendo en riesgo la vida de gestante.

Harrison muestra su preocupación por aquellas personas que están “tan ciegamente comprometidas con el aborto, que se niegan a ver los efectos reales de este medicamento”.

Valoración bioética

El uso de mifepristona y misoprostol como fármacos abortivos, entraña numerosos riesgos asociados, algunos de ellos graves que requieren con cierta frecuencia ingreso hospitalario. Promover el uso descontrolado de estos fármacos sin supervisión médica ni farmacéutica abandonando a las mujeres a prácticas de riesgo que pueden lesionar gravemente su salud, es exactamente lo contrario de lo que anuncia la IPPF cuando afirma literalmente que “la anticoncepción es una cuestión de salud y es nuestro derecho”.

El aborto nunca puede considerarse como promotor de salud. Desde luego no lo es para la vida del embrión con la que se termina, pero tampoco para la mujer gestante en la que los efectos secundarios tras un aborto han sido bien descritos. Además, el que desde esta organización se anime a las mujeres a mentir cuando acuden a un hospital con complicaciones tras la toma de estos fármacos, constituye un atentado intolerable contra la autonomía de las mujeres y el respeto a su dignidad. El uso propuesto de estos fármacos que se explica en los vídeos mencionados puede considerarse una conducta delictiva porque promueve el aumento de dosis sin control alguno en el caso de que no funcione en el primer intento. Las secuelas asociadas al uso de los fármacos abortivos son muchas y graves, a diferencia de lo que afirma la Federación Internacional de Planificación Familiar, que ofrece una falsa sensación de seguridad que puede inducir a las mujeres a prácticas de riesgo inasumibles.

 

Julio Tudela

Paloma Aznar

Instituto Ciencias de la Vida

 

 

Cuaresma: un llamado de Dios al corazón

Por LaFamilia.info

Foto: Freepik-Jcomp 

La Cuaresma es tiempo de conversión. Uno de sus propósitos es el cambio personal. Es la oportunidad de hacer una mirada interior para renunciar a todo lo que nos contamina el espíritu y el corazón, y que en últimas nos aleja del amor.

A veces nos preocupa mucho el mundo en que vivimos, la vida de los demás, los errores que otros comenten, la sociedad que nos rodea... ¿Y nuestra situación personal? ¿Cómo está nuestro corazón? ¿Contaminado o limpio? ¿Cómo son nuestras acciones? ¿Nuestros pensamientos? ¿Lastimamos a otros con nuestras actitudes?

La Cuaresma es tiempo de purificación, en el cual se nos recuerda la tentación al egoísmo, el poder, el odio, los juicios, el orgullo, la soberbia, las palabras que destruyen, la mentira, la envidia, la ira… Y es que como ser humanos que somos, podemos caer en las debilidades pero al mismo tiempo poseemos una maravillosa herramienta que es el discernimiento, es decir, la conciencia para reconocer lo que está incorrecto en nuestras vidas y lo que nos hace daño a nosotros y a las personas cercanas.

De modo que la Cuaresma es el momento para “dejar morir en nosotros todo aquello que nos aleja de Dios y de los demás, que nos impide abrazar su voluntad y construirla en nuestras vidas. (…) Por eso Dios quiere que examinemos nuestro corazón y dejemos que su Espíritu lo llene, para poder vivir como Él enseña, para poder realizar su Proyecto.” *Buenasnuevas.com

De igual modo, el Obispo David L. Ricken, aconseja: “Atrevámonos a ver quiénes somos, cómo estamos viviendo nuestra existencia. Abramos nuestro corazón de par en par. No permitamos que nuestro corazón acabe siendo el sediento y hambriento por cerrado en sí mismo. Podemos acabar siendo nosotros, auténticos hambrientos y sedientos, y estar Cristo tocando a nuestras puertas y sin embargo cerramos el corazón.”

Para que ese cambio sea verdadero, el Señor nos invita a ayunar, es decir, a renunciar de aquello que nos contamina (odio, rencor, envidia, egoísmo, indolencia…) y que nos alejan de su modo de vida. La Cuaresma es también una buena ocasión para ejercitar el autocontrol en aspectos que nos cuesten esfuerzo.

Así pues, de diferentes formas recibimos un mensaje persistente en el tiempo de Cuaresma: ser mejores seres humanos, lo cual se logra viviendo a imagen y semejanza de Dios, y de este modo, seremos felices. Esto implica dejar que sea Dios sea nuestra guía, nuestra luz, y sea Él el que trace nuestras acciones, sentimientos, actitudes, valores y pensamientos.

Como recomendación final, traemos a colación estas palabras: “Durante la Cuaresma, cuando nos enfrentamos a nuestras propias debilidades, la tentación es sentirnos molestos y frustrados. "¡Qué mala persona soy!" Pero esa es una lección errónea. Dios nos llama a ser pacientes y a vernos como Él nos ve, con un amor incondicional.” *Obispo David L. Ricken en usccb.org

Preguntas de reflexión

- ¿Qué actitudes, situaciones, realidades de tu vida endurecen tu corazón y lo hacen insensible a los demás?

- ¿Qué es lo que verdaderamente importa para Dios? Revisa tu vida a partir de estas enseñanzas.

- Cuando encuentro algo en mi corazón que contraría el plan de Dios en Mi, ¿acudo al Sacramento de la reconciliación?

 

5 retos que tienen los padres de niñas

Por Natalia Posada - LaFamilia.info


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Educar hijos varones no es lo mismo que educar chicas. Hombres y mujeres tienen diferentes necesidades educativas, cada uno en su naturaleza lleva marcadas unas características propias.

Así que esta vez en LaFamilia.info hablaremos de los retos que tienen los padres en la educación de las mujeres, aprovechando la celebración de su día, el 8 de marzo.

En cuanto a la educación afectiva de las hijas, debes tener especial atención en los siguientes aspectos:

1. Refuérzale su autoestima y seguridad desde pequeña

La naturaleza femenina lleva marcada la necesidad de vigorizar el autoconcepto y la seguridad en sí misma, de ahí que la mujer solicite la aceptación de los otros y algunas veces reclame más atención de lo que conviene. Hay que trabajar por lo tanto en el amor propio para que ellas se acepten tal como son, y así evitar que caigan en situaciones desfavorables como desórdenes alimenticios, adicciones, entre otros; y de esta manera le hagan frente al bombardeo publicitario al que son sometidas desde muy pequeñas, lo que fomenta aún más sus inseguridades. 

No olvidemos que un proceso educativo exitoso es aquel que comienza a aplicarse de manera preventiva, por eso la autoestima debe ser prioridad desde la niñez en la formación de las niñas. Un buen trabajo en la infancia, hará que la adolescencia sea llevada dentro de los parámetros normales.

(Te puede interesar también: La autoestima de tu hija: claves para fomentarla)

2. Transmítele un adecuado concepto de vanidad y belleza

Si hay algo que determina la identidad femenina, es la belleza y la sensibilidad hacia lo estético. La mujer es bella en sí misma, por eso, estos dos aspectos no han ser catalogados como “buenos” o “malos”, lo importante es encontrar el punto medio entre el cultivo de la belleza física y la espiritual.

Asimismo, los padres deben transmitir a sus hijas -desde niñas-, la idea que la belleza interior prima sobre toda estética externa. Quien no es feliz, no irradia belleza. Por eso se debe reforzar la enseñanza de valores y virtudes como contra respuesta a las falsas fuentes de felicidad.

3. Enséñale que el manejo de su cuerpo comunica muchas cosas...

La coquetería es un arma estupenda exclusiva de la mujer, pero cuando pasa a ser insinuación ya hablamos a otras instancias… Insinuarse con las miradas, con los gestos, con el vestido, con las palabras, no son adecuadas ni propias de su feminidad. “Hay que enseñarle a la hija a prevenir una coquetería excesiva, que le lleve a pretender llamar la atención todo el día... Pero no debemos quedarnos sólo en eso: hay que llegar al fondo y demostrarle que ser mujer es un don, un privilegio, y que ella puede y debe desarrollar su talento y genio femenino, pues los tiene en abundancia.” *Del artículo “Femineidad: Mujercitas” publicado en Encuentra.

4. Dale las herramientas para controlar sus emociones

La sensibilidad y los sentimientos que caracterizan a la mujer, son puntos que pueden aprovecharse a su favor o convertirse en su "talón de Aquiles", en especial en las relaciones interpersonales. Es clave enseñarles por tanto, a construir buenas amistades, a superar las situaciones, a evitar ser el centro de atención, a dramatizar las emociones, a no cultivar sentimientos negativos, y en cambio reforzar el perdón, la empatía, la comprensión. En pocas palabras: ¡enséñale inteligencia emocional!

5. Muéstrale lo maravilloso de la maternidad

Es una tarea que pertenece a la madre. Incentivar en su hija el amor por la maternidad, tan esquiva en este momento donde priman otros intereses -formación académica, competitividad laboral, prestigio, independencia económica, culto al cuerpo, etc.- ayudan a que ella tome conciencia del regalo tan grande que implica el hecho de poder engendrar vida.

*Por Natalia Posada - Editora LaFamilia.info

 

Que muchos lo consideran como un derecho

Tras trece años de aprobado el aborto, se podría discernir prudencialmente en cada caso cómo lograr actuar en favor de la vida en medio de situaciones que nunca deberían ser tomadas a la ligera, pero eliminar la vida de un inocente no admite eufemismos. Al final es algo que va contra la praxis médica habitual, y se concreta en el horror de sacar a trozos un feto del vientre de la madre, dejando unas secuelas de las que a menudo no se habla, como ha dicho el ginecólogo José Ignacio Sánchez Méndez.

En el aborto se elimina la vida de un ser humano inocente que va a nacer. Como sociedad no cabe sino hablar de fracaso colectivo en cada uno de los casos. Por eso hay que construir una nueva cultura de la vida, de modo que un día no lejano sea posible dar la vuelta a la tragedia de la aceptación social del aborto, que ha llevado a que muchos lo consideren, hasta con cierta naturalidad, como un derecho.

Jesús D Mez Madrid

 

En defensa de la vida

Las confesiones religiosas mayoritarias en España firmaron en Madrid una declaración común sobre el respeto a la vida humana, mostrando así su unidad esencial en defensa de lo humano, un testimonio elocuente en una sociedad confusa sobre el valor y la dignidad de toda vida humana sea cual sea su circunstancia.

Dicha declaración la firmaron en la víspera de la aprobación de la nueva ley del aborto, que supone un giro de tuerca de la que el Constitucional acabó de validar, convirtiendo al aborto en un derecho, la Comisión Islámica de España, la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España, las Iglesias Ortodoxas de Rumanía y Rusia, la Comunión Anglicana y la Iglesia Católica han querido transmitir un mensaje unánime recordando que “la dignidad humana no depende de sus circunstancias vitales ni del consenso social, sino que es una cualidad intrínseca de todo ser humano, cuyos derechos han de ser respetados siempre”.

José Morales Martín

 

Defender la familia

Sabemos muy bien que los pequeños problemas se pueden dar en la familia nuclear y que, por lo tanto, hay que estar muy atentos, cuidando lo principal, sabiendo lo mucho que hay en juego, porque hay que bordar, ante todo, las cuestiones de la propia casa, el cuidado del marido, de la esposa y, ya no digamos, cuando van llegando los niños. No es fácil que salga solo, porque puede haber descuidos, porque un día han surgido ciertas tensiones en casa, y puede existir cierta tendencia al desahogo con el hermano o la hermana, que me comprende perfectamente.

“Vosotros dos sois lo más importante el uno para el otro. No me cansaré de repetirlo. Por eso, la atención a la familia de origen debe ser también algo que se pase por el filtro del otro, y ha de verse el modo de seguir atendiendo a vuestros padres sin estorbar el ritmo de vuestra nueva familia, que, insisto, sois vosotros dos. con generosidad, por supuesto que sí…, pero sin olvidar que vuestra familia nuclear, por pequeña y reciente que sea, es lo primero”(p. 104). Si esto debe ser así siempre, mucho más en el momento en que llegan los hijos.

Cuando hay unos abuelos muy disponibles existe el peligro de colocarles a los niños con demasiada frecuencia. Los abuelos, normalmente, no se van a quejar porque en general están encantados de tenerlos con ellos, pero para la educación correcta de los niños deben estar, habitualmente, con los padres. No hay que olvidar que, se mire como se mire, los abuelos tienden a consentir muchos caprichos.

Esto supone, como tantas veces se repite, que los padres deben tener tiempo en casa. Hay que estar en casa, haya o no haya niños, porque hay que hacer familia y eso lleva tiempo. Muy mala cosa es dar más importancia al trabajo que a la familia.

Jesús Martínez Madrid

 

Defender la vida

Tras el rechazo del Constitucional al recurso que el Partido Popular presentó en 2010 contra la Ley de aborto, Alberto Núñez Feijóo habría podido simplemente acatar la doctrina del Alto Tribunal y anunciar una política de promoción de la maternidad coherente con el discurso de su partido a lo largo de los años. Sin embargo, en su intento de captar votos procedentes del PSOE, Feijóo ha formulado un grave giro, al mostrar su complacencia con una ley profundamente injusta que el PP impugnó con decisión en sus aspectos nucleares hace doce años.

Es cierto que en estos años una parte importante de la sociedad española ha evolucionado en la dirección de normalizar la práctica del aborto, y este es un factor sustancial de la grave crisis antropológica de todas las sociedades occidentales. Para el PP éste siempre ha sido un asunto incómodo, ya que dentro de su electorado conviven posiciones enfrentadas sobre la cuestión, pero la vía de Feijóo representa una quiebra con la tradición de su partido y envía el mensaje de que éste ya no es un espacio en el que puedan moverse con amplitud quienes entienden que la defensa de la vida y de la maternidad debe ser un eje de la acción política.

JD Mez Madrid

 

 

7 Puntos claves para no perder la paciencia con los hijos

Por LaFamilia.info

Foto: peoplecreations

Dentro de todo lo maravilloso que implica educar un hijo, también surgen momentos difíciles que nos retan a nosotros los adultos y ponen a prueba nuestra formación como padres.

Por eso, de un momento de descontrol emocional y falta de paciencia, pueden salir palabras y actos desafortunados que afectan tanto a los hijos como a los padres. 

“Al corregir hay que dominar la ira, o por lo menos dominarla. Mantener sereno el espíritu, evitar la dureza o el desprecio en la mirada, y las palabras hirientes”, señala el autor Javier Abad Gómez en uno de sus escritos. Y es que el cansancio, el estrés, los problemas, el desconocimiento de la labor educativa, las limitaciones del carácter; son algunos de los factores que nos hacen vulnerables a los padres.

Por eso es importante cultivar la paciencia, la cual provee el autodominio cuando no se puede controlar una situación determinada. Así que por el bien de los hijos y de los padres, se debe evitar perder la paciencia, las siguientes tácticas nos ayudan en este propósito:

1. Sé paciente contigo mismo 

Para ser paciente con los demás, primero hay que ser paciente uno mismo. Esto implica aprender a auto-regularse, es decir, a respirar profundo y actuar de manera calmada y respetuosa.

2. Firmeza pero no violencia

Una autoridad asertiva es aquella que siempre parte del respeto; sin gritos, palmadas ni malas palabras. La firmeza es la facultad que tenemos los padres para lograr una respuesta adecuada por parte de los hijos. Un tono serio al emitir una orden y sostenerse en la decisión tomada, son algunos ejemplos.

3. Señala el comportamiento, no la persona

Es diferente decir: “eres muy desordenado” a decir “tu habitación está desordenada”. Cuando continuamente se le señalan las faltas a los hijos de forma negativa, ellos terminan aceptando ese comportamiento como parte de su personalidad sin la necesidad de cambiar ese mal hábito.

4. Los hijos saben cuando sus padres han perdido los estribos

Saben que pueden desestabilizarlos y así logran su objetivo. “Cuanto más lenta y plácidamente nos expliquemos, mayor atención captaremos”. Sugieren Pedro García Aguado y Francisco Castaño, escritores del libro «Aprender a Educar» en entrevista con ABC Familia. Los autores también aconsejan no perseguir nunca al niño por la casa gritándole, sino situarnos delante de él y explicarle lo que esperamos de él.

5. Tratar de reducir la tensión 

Un momento acalorado puede finalizar muy mal si no se ejerce el autocontrol que se necesita en ese instante. Por eso existen técnicas que ayudan a bajar la tensión como por ejemplo frenar la conversación, contar hasta diez y respirar profundo, tomar asiento y bajarse a la estatura del niño para lograr un contacto visual. En el caso de los hijos adolescentes, es importante analizar la situación, bajar el tono de voz y “saber escuchar” su estado de ánimo. Los chicos a esta edad, les cuesta expresar adecuadamente sus emociones, de ahí que los padres debamos ser más maduros que ellos, no “igualarnos” a su comportamiento y así lograr captar sus emociones.

6. Identifica un acto caprichoso de uno real

A algunos padres les cuesta apartarse al ritmo de aprendizaje, especialmente en la infancia. Por ejemplo, es normal que un niño de dos años se tarde para comer o para ir al baño. Sin embargo, también hay momentos que no quieren comer y se vuelven juguetones. Así que identificar cuándo es real y cuándo es capricho, es fundamental para saber cómo actuar.

7. Cambia por ellos y para ellos

El amor paternal es tan poderoso que puede ser el impulsor de un cambio importante en la personalidad, haciendo que las limitaciones se conviertan en fortalezas. Si este es tu caso, no dudes en comenzar cuanto antes a trabajar en este buen propósito, ¡verás maravillosos resultados en tu vida y en la de tu familia! 

¿Qué tal te parecen estas claves? ¿Te animas a aplicarlas?