Las Noticias de hoy 23 Junio 2022

Enviado por adminideas el Jue, 23/06/2022 - 12:45

Se inicia hoy en Roma el X Encuentro Mundial de Familias - AICA.org

Ideas Claras

DE INTERES PARA HOY    jueves, 23 de junio de 2022       

Indice:

ROME REPORTS

El Papa exhortó a las familias a dejarse transformar por el Señor

El Papa: el final de la vida debe ser “un final de vida de discípulos"

El Papa: el mundo digital debe ser habitado por cristianos con una adecuada formación

FRUTOS DE LA MISA : Francisco Fernandez Carbajal

23 de junio: natividad de san Juan Bautista

“Jesús, en tu nombre, buscaré almas” : San Josemaria

Aprender a despedirse: la sabiduría de los ancianos

Recuerdos de san Josemaría

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

El alma baila: cansancio y descanso :  Wenceslao Vial - Carlos Ayxelà

VIVIR EL AMOR FAMILIAR CON “EL TODO INCLUIDO” : Alberto García-Mina Freire.

Los obispos españoles piden movilizarse en defensa de la vida... el domingo, gran manifestación

Así pienso yo sobre el género : Sheila Morataya

Conflictos conyugales: causas y efectos : Pasquale Ionata

Los políticos católicos frente al aborto. Un caso concreto.: Javier Algara.

Gracias Andalucía : Jorge Hernández Mollar

Por qué debes permitir que tu hijo se aburra : Consumer.es 

Educar razón y sentimiento : Jesús Martínez Madrid

Corpus Christi 2022 : Josefa Romo

La cifra de matrimonios forzosos : Pedro García

¿Crisis alimentaria? : Juan García. 

“Elegir la dictadura” : Antonio García Fuentes

 

ROME REPORTS

El Papa exhortó a las familias a dejarse transformar por el Señor

Entrelazando sus palabras con algunos testimonios, el Papa subrayó que las familias tienen una misión que cumplir en el mundo. Les exhorta a caminar juntos: "juntos como esposos, junto a otras familias, junto a la Iglesia". Que la Iglesia, dijo, sea como el buen samaritano, que se les acerque y les ayude a seguir su camino.

 

Amedeo Lomonaco-Ciudad del Vaticano

El Festival de las Familias es "una partitura" en la que se alternan música, experiencias de vida, espacios de reflexión y oración. Tras los impactantes acontecimientos, primero la pandemia y ahora la guerra en Europa que se suma a otros conflictos, las palabras del Papa Francisco pueden acompañar por fin la apertura del X Encuentro Mundial de las Familias. El Santo Padre agradeció los testimonios de las familias en el Festival, y les dijo que “han sido “amplificadores”, dando voz a la experiencia de muchas otras familias en el mundo”, que, como ellas, experimentan “las mismas alegrías, inquietudes, sufrimientos y esperanzas”.

El Papa exhortó a las familias a dejarse transformar por el Señor, a "vivir con la mirada puesta en el Cielo" afrontando los trabajos y las alegrías de la vida "mirando siempre hacia arriba desde el techo", como decían a sus hijos los beatos María y Luigi Beltrame Quattrocchi. El Pontífice se dirigió a las familias presentes en el Aula Pablo VI, entre ellas una de la atormentada Ucrania, y a las dispersas en todas las regiones del planeta. Roma es la sede principal, pero es el mundo entero el que está escuchando, compartiendo ansiedades y esperanzas.

Seguidamente, el Pontífice, mencionó la parábola del buen samaritano, que encuentra a un hombre herido en la calle, se acerca a él, se hace cargo y le ayuda a seguir su camino. Y pidió que sea la Iglesia para las familias, como el Buen Samaritano, que se les acerca, les ayuda a seguir su camino y a dar “un paso más”, aunque sea pequeño.

El Papa alentó a todas las familias del mundo, diciéndoles que partan de su situación real, y desde “allí, caminar juntos, juntos como esposos, juntos en vuestra familia, juntos con las demás familias, juntos con la Iglesia”. E indicó estos "pasos adicionales" que deben darse juntos.

Festival de las familias

"Un paso más" hacia el matrimonio

El amor conyugal no es un camino que se hace solo, sino junto al Señor. Recordando la experiencia de Luigi y Serena y su miedo a casarse, el Papa subrayó que "la vida familiar no es una misión imposible". "Con la gracia del sacramento, Dios hace que sea un viaje maravilloso que se hace junto a Él, nunca solo.

Podemos decir que cuando un hombre y una mujer se enamoran, Dios les ofrece un regalo: el matrimonio. Un don maravilloso, que tiene en sí la fuerza del amor divino: fuerte, duradero, fiel, capaz de recuperarse después de cada fracaso o fragilidad. El matrimonio no es una formalidad que hay que cumplir. Uno no se casa para ser católico "con etiqueta", para obedecer una regla, o porque la Iglesia lo dice; uno se casa porque quiere basar el matrimonio en el amor de Cristo, que es firme como una roca. En el matrimonio, Cristo se entrega a ustedes, para que tengan la fuerza de entregarse el uno al otro.

También afirmó que debemos convertirnos y caminar como Iglesia, para que nuestras diócesis y parroquias sean cada vez más “comunidades que sostienen a todos con los brazos abiertos”. ¡Es indispensable! Y ustedes, les dijo, providencialmente, han encontrado apoyo en otras familias, que son, de hecho, pequeñas iglesias.        

“Un paso más” para abrazar la cruz

Todo el mundo puede recorrer el camino de la santidad. Al testimonio de los padres de Chiara Corbella, cuyo testimonio de fe profunda llevó en 2018 a la apertura de la causa de beatificación, Francisco yuxtapone un camino, el de la cruz, que puede abrir ventanas a la eternidad.

Nos han hablado de la cruz, que forma parte de la vida de cada persona y de cada familia. Y han dado testimonio de que la dura cruz de la enfermedad y la muerte de Clara no destruyó a la familia y no quitó la serenidad y la paz de sus corazones. Y se en su aspecto, señaló el Papa, no son personas abatidas, desesperadas y enfadadas con la vida. Al contrario. Se percibe una gran serenidad y fe. Dijeron: "La serenidad de Chiara nos ha abierto una ventana a la eternidad. Ver cómo vivió la prueba de la enfermedad nos ayudó a mirar hacia arriba y a no quedarnos prisioneros del dolor, sino a abrrirnos a algo más grande: los misteriosos designios de Dios, la eternidad, el Cielo.

Festival de las familias

“Un paso más” hacia el perdón

El perdón cura todas las heridas. A continuación, la pareja Paul y Germaine, de la República Democrática del Congo, relataron la crisis que vivieron en su matrimonio: "la falta de sinceridad, la infidelidad, el mal uso del dinero, los ídolos del poder y la carrera, el resentimiento creciente y el endurecimiento del corazón". "Ver la ruptura de una familia –afirmó el Papa- es un drama que no puede dejar indiferente. Pero la historia de estos dos recién casados "transmite esperanza":

“Pablo dijo que, en el momento más oscuro de la crisis, el Señor respondió al deseo más profundo de su corazón y salvó su matrimonio. Esto es así. El deseo que hay en lo más profundo del corazón de todos es que el amor no se acabe, que la historia construida junto a la persona amada no llegue a su fin, que los frutos que ha generado no se desperdicien. Todo el mundo tiene este deseo. Nadie desea un amor "a corto plazo" o "a plazo fijo". Y por eso se sufre mucho cuando los fallos, la negligencia y los pecados humanos arruinan un matrimonio. Pero incluso en medio de la tormenta, Dios ve lo que hay en el corazón”.

Francisco añadió que todos hemos revivido la experiencia de dolor que se experimenta frente a situaciones similares de familias divididas. Ver a una familia que se rompe es un drama que no puede dejarnos indiferentes, dijo y agregó que consecuencia de ello es que: “la sonrisa de los cónyuges desaparece, los hijos están confundidos, la serenidad de todos se desvanece. Y la mayoría de las veces no se sabe qué hacer”.

“Un paso más” hacia la acogida

Al momento de mencionar el testimonio de Iryna y Sofía, el Pontífice recordó que ellas dieron voz a tantas personas cuyas vidas se han visto afectadas por la guerra en Ucrania. Vemos en ustedes, les dijo, los rostros y las historias de tantos hombres y mujeres que tuvieron que huir de su tierra. Les agradeció, porque ellas no perdieron la confianza en la Providencia, y vieron, señaló el Papa, cómo Dios obra en su favor también por medio de personas concretas que les ha hecho encontrar: familias acogedoras, médicos que les ayudaron y tantos otros hombres de buen corazón:

"La guerra las puso frente al cinismo y a la brutalidad humana, pero también han encontrado personas de gran humanidad. ¡Lo peor y lo mejor del hombre! Es importante para todos no quedarse fijados en lo peor, sino valorar lo mejor, el mucho bien que es capaz de hacer todo ser humano, y volver a partir de allí".

Palabras de agradecimiento también a Pietro y Erika, por haber contado su historia y por la generosidad con la que acogieron a Iryna y Sofía en su ya tan numerosa familia. Ellos afirmaron que han acogido a esta familia ucraniana por gratitud a Dios y con un espíritu de fe, como una llamada del Señor. Para Erika, esta acogida ha sido una “bendición del cielo”. En efecto, dijo el Papa, la acogida es precisamente un “carisma” de las familias, ¡y sobre todo de las numerosas!:

"Se piensa que en una casa donde ya son muchos sea más difícil acoger a otros; en cambio, en la realidad no es así, porque las familias con muchos hijos están entrenadas para hacer espacio a los demás".

Esta es la dinámica de la familia, recordó Francisco, "una sociedad", "se volvería fría e invivible sin familias acogedoras". En la familia se vive una dinámica de acogida, porque sobre todo los esposos se han acogido el uno al otro, como se lo dijeron mutuamente el día del matrimonio: “Yo te recibo a ti”. Y después, añadió el Papa, trayendo hijos al mundo, han acogido la vida de nuevas criaturas. En cambio, Francisco afirmó que en contextos anónimos, se rechaza al más débil, en las familias, en cambio, es natural acogerlo:

"un hijo con discapacidad, una persona anciana que necesita cuidados, un pariente en dificultad que no tiene a nadie. Esto da esperanza. Las familias son lugares de acogida y qué problema sería si faltaran. Una sociedad sin familias acogedoras se volvería fría e invivible.

Festival de las familias. Testimonios de parejas ofrecidos al Papa

“Un paso más” hacia la fraternidad

En la familia aprendemos a ser hermanos. El testimonio de Zakia Seddiki, viuda del embajador Luca Attanasio, asesinado en 2021 en el Congo, se refleja en un amor auténtico que permanece siempre vivo. "En Zakia y Luca -dice el Papa- encontramos la belleza del amor humano, la pasión por la vida, el altruismo y también la fidelidad al propio credo y a la tradición religiosa, fuente de inspiración y de fuerza interior.

El ideal de la fraternidad se expresa en su familia. Además de ser esposos, han vivido como hermanos en humanidad, como hermanos en experiencias religiosas diferentes, como hermanos en el compromiso social. Esta también es una escuela que se aprende en la familia. Conviviendo con los que son diferentes a mí, en la familia se aprende a ser hermanos. Se aprende a superar las divisiones, los prejuicios, las cerrazones y a construir juntos algo grande y hermoso, partiendo de lo que tenemos en común. Los ejemplos vividos de fraternidad, como el de Lucas y Zakia, nos dan esperanza y nos hacen mirar con más confianza nuestro mundo desgarrado por las divisiones y las enemistades. ¡Gracias por este ejemplo de fraternidad!

Las palabras del Papa Francisco fueron precedidas por un discurso de saludo del cardenal Kevin Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. La familia, dijo el cardenal, es "la confluencia de retos y problemas que en la vida cotidiana de los novios, los cónyuges y los hijos parecen a veces insuperables". Es precisamente esta realidad "la que la Iglesia quiere cuidar, con valentía, misericordia y preocupación maternal".

 

El Papa: el final de la vida debe ser “un final de vida de discípulos"

La sabiduría de los ancianos, afirmó el Papa en su catequesis, reside en el aprender a despedirse “bien” y "siempre siguiendo a Jesús": "a pie, corriendo, lentamente, en silla de ruedas, ¡siempre!". Con la enfermedad y la vejez crece la dependencia de los demás, pero también “madura la fe" y "brota esa riqueza de la fe bien vivida en el camino de la vida”. Es hermoso cuando un anciano puede decir esto: "He vivido la vida, he sido un pecador, pero también hecho el bien".

 

Vatican News

“Siempre seguir a Jesús, a pie, corriendo, lentamente, en silla de ruedas, pero siempre seguirlo”. El Papa Francisco, este miércoles 21 de junio en su catequesis sobre la vejez, lo recomendó a cada uno de nosotros, incluyéndose él mismo. Su reflexión se centró en el diálogo entre Jesús resucitado y Pedro al finalizar el Evangelio de Juan (21,15-23). Un diálogo conmovedor - afirmó el Santo Padre- en el que se refleja todo el amor de Jesús por sus discípulos, y también la sublime humanidad de su relación con ellos, en particular con Pedro: una relación tierna, pero no simple, directa, fuerte, libre, abierta.

Una relación de hombres y en la verdad.

¿Cómo es nuestra relación con Jesús?

La pregunta arriba escrita propuesta por el Papa Francisco a los fieles, es parte de una serie de preguntas que presentó a partir de la relación del Maestro con los discípulos: Jesús mantenía con ellos un estilo abierto, franco, directo y “humanamente real”. El “Verbo de Dios hecho hombre”, dijo el Santo Padre, “se comporta como hombre”, “nos habla como hombre”, como “Dios-hombre”. Y lo hace con ternura, con amistad y cercanía: 

Jesús no es como esa imagen “azucarada” de las estampitas, no: Jesús está a la mano, está cerca nuestro. 

A pie, corriendo, lentamente, en silla de ruedas, ¡siempre seguir de Jesús!

“Así como en la vida, también en la muerte debemos dar testimonio de discípulos de Jesús”. Recordando estas palabras de San Ignacio de Loyola, el Papa afirmó que “el final de la vida debe ser un final de vida de discípulos”. Lo dijo pensando el momento en que Jesús advierte a Pedro sobre la autosuficiencia en la juventud y la dependencia en la vejez (Jn 21, 18). El seguimiento de Jesús debe “aprender”, tal como enseña el Evangelio, a “dejarse instruir y plasmar” por la fragilidad, la impotencia, la dependencia de los demás “incluso en el vestirse, en el caminar”, añadió el Papa, recordando también lo que pide Jesús: "Tú sígueme”.

La vida es así: con la vejez te vienen todas estas enfermedades y debemos aceptarlas como vienen ¿no? ¡No tenemos la fuerza de los jóvenes! Y tu testimonio también irá acompañado de esta debilidad. […] El seguimiento de Jesús va siempre adelante, con buena salud, con no buena salud, autosuficiente, no autosuficiente físicamente, pero el seguimiento de Jesús es importante: siempre seguir a Jesús, a pie, corriendo, lentamente, en silla de ruedas, pero siempre seguirlo.

«Señor, tú sabes que te quiero» 

El coloquio entre Jesús y Pedro “contiene una enseñanza valiosa” para todos los discípulos, para todos nosotros los creyentes, “y también para todos los ancianos”, destacó el Santo Padre, porque "con la enfermedad y la vejez", “ya no somos tan autosuficientes”: crece la dependencia, pero ahí también “madura la fe, ahí también está Jesús con nosotros, ahí también brota esa riqueza de la fe bien vivida en el camino de la vida”. Es hermoso, para el Papa, seguir a Jesús “llenos de vida”, como esos ancianos con “los ojos brillantes” que “te hablan más que las palabras”, y que son “el testimonio de una vida”. 

Esto es hermoso, debemos mantenerlo hasta el final. 

No es fácil alejarse del protagonismo

Las preguntas que propuso el Papa para reflexionar a continuación fueron: “¿disponemos de una espiritualidad realmente capaz de interpretar la época - hoy en día larga y extendida - de este tiempo de nuestra debilidad confiada a los demás, más que al poder de nuestra autonomía? ¿Cómo permanecer fieles a la secuela vivida, al amor prometido, a la justicia buscada en el tiempo de nuestra capacidad de iniciativa, en el tiempo de la fragilidad, en el tiempo de la dependencia, en el tiempo de alejarse del protagonismo de nuestra vida?”

En esta estación de la vida no es fácil, constató, “alejarse del ser protagonista”. De hecho, la vejez es “un tiempo de prueba, que comienza con esa tentación del conservar el protagonismo”. Es necesario aceptar, en cambio, que la vejez “te abaja como protagonista”, “pero que tendrás – animó el Santo Padre dirigiéndose directamente a los ancianos - otra forma de expresarte, otra forma de participar en la familia, en la sociedad, en el grupo de amigos”. 

Presta atención a tu vida

Otra enseñanza de este diálogo franco y sincero entre Jesús y Pedro es la que sigue a “la curiosidad que le viene a Pedro”, que pregunta haciendo referencia a Juan: «Señor, ¿y qué será de este?». La respuesta de Jesús, dijo el Papa, “es franca e incluso áspera”: «¿Qué te importa? Tú sígueme».

“Tú, - amplió Francisco para explicar – presta atención a tu vida, a tu situación actual y no metas la nariz en la vida de los demás”. “Tú sígueme”, dice Jesús. Es eso lo “importante”: seguir a Jesús en la vida y en la muerte, en la salud y en la enfermedad, en la vida cuando es próspera con tantos éxitos y en la vida también difícil, con tantos malos momentos de caídas. «¿Qué te importa? Tú sígueme».

Cuando queremos meternos en la vida de los demás, Jesús nos responde: "¿Qué te importa? Tú sígueme". Hermoso. Los ancianos no deberíamos tener envidia de los jóvenes que toman su camino, que ocupan nuestro lugar, que duran más que nosotros.

Aprender a despedirse

La sabiduría de los mayores, afirmó el Papa, reside en el aprender a despedirse “bien”, “atentamente”, “con la sonrisa”. Es hermoso – añadió - cuando un anciano puede decir esto: 

'He vivido la vida, esta es mi familia; he vivido la vida, he sido un pecador, pero también he hecho el bien'.

Finalizando la catequesis, una vez más el Obispo de Roma pidió “mirar a los ancianos” y ayudarles “para que puedan vivir y expresar su sabiduría de vida”. Para que puedan darnos lo que es bello y bueno en ellos. “Mirémoslos, escuchémoslos”, exhortó. Y concluyó:  

Y nosotros, los ancianos, miremos a los jóvenes, y siempre una sonrisa a los jóvenes: ellos seguirán el camino, llevarán adelante lo que hemos sembrado, incluso lo que no hemos sembrado porque no hemos tenido el valor o la oportunidad: ellos lo llevarán adelante. […] Un anciano no puede ser feliz sin mirar a los jóvenes y los jóvenes no pueden seguir en la vida sin mirar a los ancianos. 

Al final de la audiencia, el pensamiento del Papa en los afectados por el terremoto en Afganistán, y, por supuesto en Ucrania: “no perdamos la memoria del sufrimiento de este pueblo martirizado”, pidió. Consternación también del Sumo Pontífice por la violencia en México, y dolor por el asesinato de dos religiosos jesuitas, sus hermanos, y de un laico: la violencia nunca resuelve los problemas, sino que aumenta los sufrimientos innecesarios, dijo. 

 

El Papa: el mundo digital debe ser habitado por cristianos con una adecuada formación

Francisco escribe el prefacio del libro "La Iglesia en el mundo digital", de Fabio Bolzetta, presidente de la Asociación Italiana de Webmasters Católicos (WeCa), y habla de la importancia de una formación adecuada para trabajar con los medios digitales dentro de la Iglesia, también por "los riesgos que conlleva el uso de estas herramientas".

Andressa Collet - Vatican News

¿Cómo vivir "La Iglesia en el mundo digital"? (traducción libre de "La Chiesa nel digitale") de Fabio Bolzetta, editor y presidente de la Asociación Italiana de Webmasters Católicos (WeCa), presenta herramientas y propuestas para desmitificar este camino en un libro producido por la editorial Tau y con el impulso del Papa Francisco, que ha escrito el prefacio de la obra, la primera guía práctica para los católicos en la web.

La obra en italiano, dirigida a párrocos, sacerdotes, religiosos, seminaristas y laicos que trabajan en el sector de la comunicación, remite al lector al periodo crucial de la pandemia del Covid-19, como bien recuerda el Pontífice al principio del prefacio, un periodo que "nos hizo darnos cuenta de lo útiles que pueden ser las herramientas tecnológicas y las redes sociales". 

Lo vimos durante los periodos de encierro, cuando ya no era posible encontrarse, celebrar la Eucaristía juntos, estar cerca de nuestros seres queridos enfermos, unirse en oración junto a un familiar o amigo que nos ha dejado. Es como si todo lo que dábamos por sentado nos hubiera sido arrebatado, enfrentándonos a nuestra constitutiva fragilidad.

A continuación, el Papa menciona en el prefacio a los sacerdotes que, "con creatividad", "han hecho un buen uso de las tecnologías y de las redes sociales" para mantener a los fieles en contacto con la Palabra de Dios, ofreciéndoles la posibilidad de asistir a la misa o incluso involucrándolos en acciones caritativas. No han faltado los "errores y excesos", comenta Francisco, "pero cuando estos intentos se centraron en el mensaje a comunicar, y no en el protagonismo del comunicador, debemos reconocer que han sido útiles."

Estos años han sido una fase "ciertamente excepcional", afirma el Pontífice en el texto, "sobre todo en lo que respecta a la experiencia de la transmisión en línea de las celebraciones".

El encuentro virtual no sustituye ni puede sustituir nunca al presencial. Estar físicamente presentes en la fracción del pan eucarístico y del pan de la caridad, mirarse a los ojos, abrazarse, estar uno al lado del otro sirviendo a Jesús en los pobres, estrechar la mano a los enfermos, son experiencias que pertenecen a nuestra experiencia cotidiana y que ninguna tecnología o red social podrá sustituir.

Medios digitales: la importancia de la formación

Una experiencia, pues, de crecimiento constante que ahora debe ir "acompañada de una nueva conciencia", advierte el Papa. A través de una selección de vídeos de la Asociación Weca dedicados a los sacerdotes y producidos en los dos últimos años de emergencias sanitarias, el libro pretende ofrecer un adecuado acompañamiento de la formación:

En efecto, hay mucho que hacer para aprender a escuchar; y para implicar y formar a jóvenes, nativos digitales, que sean capaces de revitalizar los sitios web de las parroquias. La web y las redes sociales pueden ser habitadas por quienes dan testimonio de la belleza de la fe cristiana, por quienes proponen historias de fe y caridad vividas, por quienes comunican la extraordinaria novedad del Evangelio en el lenguaje de hoy, y por quienes escuchan como los apóstoles y los discípulos aprendieron a hacerlo de Jesús.

La contribución de este libro, añade el Papa, es de gran valor para hacer crecer la conciencia, especialmente entre los más jóvenes, sobre el mejor uso del espacio virtual que no debe sustituir sino ayudar a "nuestras relaciones sociales de carne y hueso".

Sabemos, porque lo hemos experimentado, que sólo un encuentro personal y no anónimo con Jesús cambia la vida. Sabemos, porque es nuestra experiencia cotidiana, que el amor hay que cultivarlo frecuentando, escuchando y conviviendo a diario. Sabemos que lo virtual nunca podrá sustituir la belleza de los encuentros cara a cara. Pero el mundo digital está habitado y debe ser habitado por los cristianos. Porque incluso también la web, un territorio en el que a veces parecen prevalecer la voz más alta y la contaminación de las noticias falsas, puede convertirse en un espacio de encuentro y escucha. 

Presentación del libro

El libro "La Iglesia en el mundo digital: instrumentos y propuestas" fue presentado el lunes 20 por la mañana en la Sala Marconi del Palacio Pío, sede de las redacciones de Radio Vaticano/Vatican News en Roma. En el encuentro participaron el autor, Fabio Bolzetta; Paolo Ruffini, prefecto del Dicasterio para la Comunicación; Sor Alessandra Smerilli, secretaria del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral; el padre Paolo Padrini, párroco de la diócesis de Tortona y autor de la aplicación "iBreviary"; así como Vincenzo Corrado, director de la Oficina Nacional para la Comunicación Social de la Conferencia Episcopal Italiana.

La obra nace de la experiencia de 150 videotutoriales de la Asociación Italiana de Webmasters Católicos y ofrece un camino en cuatro pasos para reflexionar, descubrir, compartir en las redes sociales y publicar en la web la experiencia de una Iglesia que también está presente en el mundo digital. El libro presenta respuestas prácticas sobre cómo crear un sitio web para la parroquia y cómo utilizar los medios sociales para el trabajo pastoral. La misma portada del libro es "interactiva", ya que cuenta con un código QR que acompaña y enriquece la lectura con aportaciones multimedia que se actualizan constantemente.

 

FRUTOS DE LA MISA

— Los frutos de la Misa. El sacrificio eucarístico y la vida ordinaria del cristiano.

— Participación consciente, activa y piadosa. Nuestra participación en la Santa Misa debe ser oración personal, unión con Jesucristo, Sacerdote y Víctima.

— Preparación para asistir a la Misa. El apostolado y el sacrificio eucarístico.

I. El Concilio Vaticano II «nos recuerda que el sacrificio de la cruz y su renovación sacramental en la Misa constituyen una misma y única realidad, excepción hecha del modo diverso de ofrecer (...) y que, consiguientemente, la Misa es al mismo tiempo sacrificio de alabanza, de acción de gracias, propiciatorio y satisfactorio»1. Suelen sintetizarse en estos cuatro los fines que el Salvador dio a su sacrificio en la Cruz.

Estos cuatro fines de la Santa Misa se logran en distinta medida y manera. Los fines que directamente se refieren a Dios, como son la adoración o alabanza, y la acción de gracias, se producen siempre infalible y plenamente con su infinito valor, aun sin nuestro concurso, aunque no asista a la celebración de la Misa ni un solo fiel, o asista distraído. Cada vez que se celebra el sacrificio eucarístico se alaba sin límites a Dios Nuestro Señor y se ofrece una acción de gracias que satisface plenamente a Dios. Esta oblación, dice Santo Tomás, agrada a Dios más de lo que le ofenden todos los pecados del mundo2, pues Cristo mismo es el Sacerdote principal de cada Misa y también la Víctima que se ofrece en todas ellas.

Sin embargo, los otros dos fines del sacrificio eucarístico (propiciación y petición), que revierten en favor de los hombres y que se llaman frutos de la Misa, no siempre alcanzan de hecho la plenitud que de suyo podrían conseguir. Los frutos de reconciliación con Dios y de obtención de lo que pedimos a su benevolencia podrían también ser infinitos, porque se basan en los méritos de Cristo, pero de hecho nunca los recibimos en tal grado porque se nos aplican según las disposiciones personales. Nuestra mejor participación en el Santo Sacrificio del Altar logra una mayor aplicación de estos frutos de propiciación y petición. La misma oración de Cristo multiplica el valor de nuestra oración en la medida en que, en la Misa, unimos nuestras peticiones y desagravios a los suyos.

Para recibir los frutos de la Misa, la Iglesia nos invita a unirnos al sacrificio de Cristo, a participar, por tanto, en la alabanza, acción de gracias, expiación e impetración de Jesucristo. El mismo rito externo de la Misa (las acciones y ceremonias), a la vez que significa el sacrificio interior de Jesucristo, es signo de la entrega y oblación de los fieles unidos a Él3. Esta entrega de todo nuestro ser, del quehacer diario, es un motivo más para realizarlo con perfección humana y rectitud de intención. «Todas sus obras, sus oraciones e iniciativas apostólicas –señala el Concilio Vaticano II–, la vida conyugal y familiar, el cotidiano trabajo, el descanso del alma y del cuerpo, si se hacen en el Espíritu, e incluso las mismas pruebas de la vida, si se sobrellevan pacientemente, se convierten en sacrificios espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo (cfr. 1 Pdr 2, 5), que en la celebración de la Eucaristía se ofrecen piadosísimamente al Padre junto con el Cuerpo del Señor»4. Todas nuestras obras y la propia vida adquieren un nuevo valor, porque todo gira entonces alrededor de la Santa Misa, que es el centro del día, al que se dirigen todos nuestros pensamientos y acciones, y la fuente de la que manan todas las gracias necesarias para santificar nuestro paso por la tierra.

II. Para que obtengamos cada vez más fruto de la Santa Misa, nuestra Madre la Iglesia quiere que asistamos, no como «extraños y mudos espectadores», sino tratando de comprenderla cada vez mejor, a través de los ritos y oraciones, participando de la acción sagrada de modo consciente, piadoso y activo, con recta disposición de ánimo, poniendo el alma en consonancia con la voz y colaborando con la gracia divina5. Prestaremos delicada atención a los diálogos, a las aclamaciones, haremos actos de fe y de amor en los silencios previstos: en la Consagración, en el momento de recibir al Señor... Lo principal es la participación interna, nuestra unión con Jesucristo que se ofrece a Sí mismo, pero nos será de gran provecho ayudarnos de esos elementos externos que también forman parte de la liturgia: las posturas (de rodillas, de pie, sentados), la recitación o canto de partes en común (el Gloria, el Credo, el Sanctus, el Padrenuestro...), etc.

En muchas ocasiones nos resultará de gran ayuda leer en el propio misal las oraciones del celebrante. El empeño por vivir la puntualidad –llegar al menos unos minutos antes del comienzo–, nos ayudará a prepararnos mejor y será una delicada atención con Cristo, con el sacerdote que celebra la Misa y con quienes van a participar de ella. El Señor agradece que también en esto seamos ejemplares. ¿Acaso no llegaríamos con la suficiente antelación si se tratase de una importante audiencia? Nada existe en el mundo más importante que la Santa Misa.

La participación interna consiste principalmente en el ejercicio de las virtudes: actos de fe, de esperanza y de amor. En el momento de la Consagración podemos repetir, con el Apóstol Tomás, aquellas palabras llenas de fe y de amor: Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás presente sobre el altar..., u otras que nuestra piedad nos sugiera.

Nuestra participación en la Santa Misa debe ser, ante todo, oración personal, en la que culmina nuestro diálogo habitual con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Esta oración, «en cuanto a cada uno es posible, es condición indispensable para una auténtica y consciente participación litúrgica. Y no solo eso; ella es también el fruto, la consecuencia de tal participación (...). Es necesario hoy y siempre, pero hoy más que nunca, mantener un espíritu y una práctica de oración personal... Sin una propia íntima y continua vida interior de oración, de fe, de caridad, no podemos mantenernos cristianos; no se puede, de una manera útil y provechosa, participar en el renacimiento litúrgico; no se puede eficazmente dar testimonio de aquella autenticidad cristiana de que tanto se habla; no se puede pensar, respirar, actuar, sufrir y esperar plenamente con la Iglesia viva y peregrina... A todos os decimos: orad, hermanos: orate, fratres. No os canséis de intentar que surja del fondo de vuestro espíritu, con vuestra íntima voz, este ¡Tú! dirigido al Dios inefable, a ese misterioso Otro que os observa, os espera, os ama. Y ciertamente no quedaréis desilusionados o abandonados, sino que probaréis la alegría nueva de una respuesta embriagadora: Ecce adsum, he aquí que estoy contigo»6. De modo muy particular tenemos a Dios junto a nosotros y en nosotros en el momento de la Comunión, donde la participación en la Santa Misa llega a su momento culminante. «El efecto propio de este sacramento –enseña Santo Tomas de Aquino– es la conversión del hombre en Cristo, para que diga con el Apóstol: Vivo, no yo, sino que Cristo vive en mí»7.

III. Antes de la Santa Misa hemos de disponer nuestra alma para acercarnos al acontecimiento más importante que cada día sucede en el mundo. La Misa celebrada por cualquier sacerdote, en el lugar más recóndito, es lo más grande que en ese momento está sucediendo sobre la tierra; aunque no asista ni una sola persona. Es lo más grato a Dios que podemos ofrecerle los hombres; es la ocasión por excelencia para darle gracias por los muchos beneficios que recibimos, para pedirle perdón por tantos pecados y faltas de amor... y tantas cosas (espirituales y materiales) como necesitamos. «¿Quién no tiene cosas que pedir? Señor, esa enfermedad... Señor, esta tristeza... Señor, aquella humillación que no sé soportar por tu amor... Queremos el bien, la felicidad y la alegría de las personas de nuestra casa; nos oprime el corazón la suerte de los que padecen hambre y sed de pan y de justicia; de los que experimentan la amargura de la soledad; de los que, al término de sus días, no reciben una mirada de cariño ni un gesto de ayuda.

»Pero la gran miseria que nos hace sufrir, la gran necesidad a la que queremos poner remedio es el pecado, el alejamiento de Dios, el riesgo de que las almas se pierdan para toda la eternidad. Llevar a los hombres a la gloria eterna en el amor de Dios: esa es nuestra aspiración fundamental al celebrar la Misa, como fue la de Cristo al entregar su vida en el Calvario»8. De esta manera, nuestro apostolado se dirige hacia la Santa Misa y de ella sale fortalecido.

Los minutos de acción de gracias después de la Misa completarán esos momentos tan importantes del día, y tendrán una influencia directa en el trabajo, en la familia, en la alegría con que tratamos a todos, en la seguridad y confianza con que vivimos el resto de la jornada. La Misa así vivida nunca será un acto aislado; será alimento de todas nuestras acciones y les dará unas características peculiares...

Y en la Santa Misa encontramos siempre a nuestra Madre Santa María. «¿Cómo podríamos tomar parte en el sacrificio sin recordar e invocar a la Madre del Soberano Sacerdote y de la Víctima? Nuestra Señora ha participado muy íntimamente en el sacerdocio de su Hijo durante su vida terrestre, para que esté ligada para siempre al ejercicio de su sacerdocio. Como estaba presente en el Calvario, está presente en la Misa, que es una prolongación del Calvario. En la Cruz asistía a su Hijo ofreciéndole al Padre; en el altar, asiste a la Iglesia que se ofrece a sí misma con su Cabeza cuyo sacrificio renueva. Ofrezcámonos a Jesús por medio de Nuestra Señora»9. Procuremos tener presente en la Santa Misa a nuestra Madre Santa María, y Ella nos ayudará a estar con mayor piedad y recogimiento.

1 Misal Romano, Ordenación general, Proemio, 2. — 2 Cfr. Santo Tomás, Suma Teológicas, 3, q. 48, a. 2. — 3 Cfr. Pío XII, Enc. Mediator Dei, 20-XI-1947. — 4 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 34. — 5 Cfr. Conc. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium, 11; 48. — 6 Pablo VI, Alocución 14-VIII-1969. — 7 Santo Tomás, IV Libro de las sentencias, d. 12, q. 2, a. 1.  8 San Josemaría Escrivá, Amar a la Iglesia, pp. 79-80. — 9 P. Bernadot, La Virgen en mi vida, Barcelona 1947, p. 233.

 

 

23 de junio: natividad de san Juan Bautista

Comentario de la solemnidad de la Natividad de san Juan Bautista. “Y él, pidiendo una tablilla, escribió: «Juan es su nombre»”. Detrás de la actitud, podemos adivinar el deseo de Zacarías y de Isabel de ofrecer su hijo a Dios, amando la misión para la que el Señor lo mandó al mundo.

23/06/2022

Evangelio (Lc 1,57-66.80)

Entretanto le llegó a Isabel el tiempo del parto, y dio a luz un hijo. Y sus vecinos y parientes oyeron que el Señor había agrandado su misericordia con ella y se congratulaban con ella. El día octavo fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías. Pero su madre dijo:

—De ninguna manera, sino que se llamará Juan.

Y le dijeron:

—No hay nadie en tu familia que tenga este nombre. Al mismo tiempo preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Y él, pidiendo una tablilla, escribió: «Juan es su nombre». Lo cual llenó a todos de admiración. En aquel momento recobró el habla, se soltó su lengua y hablaba bendiciendo a Dios. Y se apoderó de todos sus vecinos el temor y se comentaban estos acontecimientos por toda la montaña de Judea; y cuantos los oían los grababan en su corazón, diciendo:

—¿Qué va a ser, entonces, este niño?

Porque la mano del Señor estaba con él.

Mientras tanto el niño iba creciendo y se fortalecía en el espíritu, y habitaba en el desierto hasta el tiempo en que debía darse a conocer a Israel.


Comentario

Entre los israelitas, el acto de imponer el nombre estaba reservado para el padre del niño. Era un modo en que se reconocía la paternidad sobre el recién nacido. Por eso, tocaba a Zacarías decir cuál era el nombre del bebé, aunque le resultaba complicado expresarse en esos momentos, porque se había quedado mudo por su incredulidad.

Los padres de san Juan Bautista reconocían que Dios los había bendecido mandándoles un niño cuando parecía que ya no tenían ninguna razón para esperar. El modo extraordinario en que vino al mundo les recordaba que ese hijo era un don del Señor. El ángel le había dicho a Zacarías que su ese hijo traería mucha felicidad no solo para sus padres, sino para una multitud de personas: «Será para ti gozo y alegría; y muchos se alegrarán con su nacimiento» (Lucas 1,14). San Juan, ese hijo tan esperado, tenía una misión de cara a todo el pueblo: «convertirá a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios» (Lucas 1,16).

Isabel y Zacarías insisten en ponerle al niño el nombre que el ángel había indicado. Detrás de esta actitud, podemos adivinar el deseo de ofrecer ese hijo a Dios. Ellos no quieren dominar sobre su vida, ni buscan afirmarse a través de su paternidad. De hecho, Zacarías renuncia a ponerle su mismo nombre, mientras que a los demás les parecía lo más lógico. Sin embargo, para Isabel y su marido, lo más importante es que su hijo cumpla la misión para la que ha venido al mundo.

Después de que Zacarías hubiera escrito «Juan es su nombre» su lengua se desató y empezó a alabar a Dios. Es la alegría de un padre generoso, que pone a su hijo en las manos del Señor y se entusiasma con la misión que ha recibido.

En los padres de san Juan Bautista encontramos un ejemplo maravilloso para todos los padres. Al Señor le agrada que nos alegremos con el don de los hijos. Al mismo tiempo, nos invita a respetar y amar “el nombre” que Él les ha dado: es decir, el propio temperamento, los talentos y, sobre todo, su vocación. Los padres se convierten entonces en los promotores de la personalidad de sus hijos y en una gran ayuda para que abracen la misión que el Señor les ha concedido.

 

Jesús, en tu nombre, buscaré almas”

“Duc in altum”. –¡Mar adentro! –Rechaza el pesimismo que te hace cobarde. “Et laxate retia vestra in capturam” –y echa tus redes para pescar. ¿No ves que puedes decir, como Pedro: “in nomine tuo, laxabo rete” –Jesús, en tu nombre, buscaré almas? (Camino, 792)

23 de junio

Vamos a acompañar a Cristo en esta pesca divina. Jesús está junto al lago de Genesaret y las gentes se agolpan a su alrededor, ansiosas de escuchar la palabra de Dios. ¡Como hoy! ¿No lo veis? Están deseando oír el mensaje de Dios, aunque externamente lo disimulen. Quizá algunos han olvidado la doctrina de Cristo; otros -sin culpa de su parte- no la aprendieron nunca, y piensan en la religión como en algo extraño. Pero, convenceos de una realidad siempre actual: llega siempre un momento en el que el alma no puede más, no le bastan las explicaciones habituales, no le satisfacen las mentiras de los falsos profetas. Y, aunque no lo admitan entonces, esas personas sienten hambre de saciar su inquietud con la enseñanza del Señor. (Amigos de Dios, nn. 260)

 

Aprender a despedirse: la sabiduría de los ancianos

El Papa Francisco ha continuado el ciclo de catequesis dedicado a la ancianidad a partir del relato evangélico del diálogo entre Jesús resucitado y Pedro.

22/06/2022

Queridos hermanos y hermanas:

En nuestro recorrido de catequesis sobre la vejez, hoy meditamos sobre el diálogo entre Jesús resucitado y Pedro al final del Evangelio de Juan (21,15-23). 

Es un diálogo conmovedor, en el que se refleja todo el amor de Jesús por sus discípulos, y también la sublime humanidad de su relación con ellos, en particular con Pedro: una relación tierna, pero no empalagosa, directa, fuerte, libre, abierta. Una relación de hombres y en la verdad

Así, el Evangelio de Juan, tan espiritual, tan elevado, se cierra con una vehemente petición y ofrenda de amor entre Jesús y Pedro, que se entrelaza, con toda naturalidad, con una discusión entre ambos. El evangelista nos advierte: da testimonio de la verdad de los hechos (cf. Jn 21, 24). Y es en ellos donde hay que buscar la verdad.

Podemos preguntarnos: ¿somos capaces nosotros de custodiar el tenor de esta relación de Jesús con los discípulos, según su estilo tan abierto, tan franco, tan directo, tan humanamente real? ¿Cómo es nuestra relación con Jesús? ¿Es así, como la de los apóstoles con Él? ¿No estamos, sin embargo, muy a menudo tentados a encerrar el testimonio del Evangelio en la crisálida de una revelación “azucarada”, a la que añadimos nuestra veneración de circunstancia? 

Esta actitud, que parece de respeto, en realidad nos aleja del verdadero Jesús, e incluso se convierte en ocasión para un camino de fe muy abstracto, muy autorreferencial, muy mundano, que no es el camino de Jesús. Jesús es el Verbo de Dios hecho hombre, y Él se comporta como hombre, Él nos habla como hombre, Dios-hombre. Con esta ternura, con esta amistad, con esta cercanía. Jesús no es como esa imagen azucarada de las estampitas, no: Jesús está a la mano, está cerca de nosotros.

En el transcurso de la discusión de Jesús con Pedro, encontramos dos pasajes que se refieren precisamente a la vejez y a la duración del tiempo: el tiempo del testimonio, el tiempo de la vida. 

El primer paso es la advertencia de Jesús a Pedro: cuando eras joven eras autosuficiente, cuando seas viejo ya no serás tan dueño de ti y de tu vida. Dímelo a mí que tengo que ir en silla de ruedas, ¡eh! Pero es así, la vida es así: con la vejez te vienen todas estas enfermedades y debemos aceptarlas como vienen, ¿no? ¡No tenemos la fuerza de los jóvenes! Y también tu testimonio —dice Jesús— irá acompañado de esta debilidad. Tú debes ser testigo de Jesús también en la debilidad, en la enfermedad y en la muerte. 

Hay un pasaje hermoso de san Ignacio de Loyola que dice: “Así como en la vida, también en la muerte debemos dar testimonio de discípulos de Jesús”. El final de la vida debe ser un final de vida de discípulos: de discípulos de Jesús, porque el Señor nos habla siempre según la edad que tenemos. 

El Evangelista añade su comentario, explicando que Jesús aludía al testimonio extremo, el del martirio y de la muerte. Pero podemos comprender bien el sentido de esta advertencia de forma más general: tu seguimiento deberá aprender a dejarse instruir y plasmar por tu fragilidad, tu impotencia, tu dependencia de los demás, incluso en el vestirse, en el caminar. Pero tú «sígueme» (v. 19). 

El seguimiento de Jesús sigue adelante, con buena salud, con no buena salud, con autosuficiencia y con no autosuficiencia física, pero el seguimiento de Jesús es importante: seguir a Jesús siempre, a pie, corriendo, lentamente, en silla de ruedas, pero seguirle siempre. 

La sabiduría del seguimiento debe encontrar el camino para permanecer en su profesión de fe —así responde Pedro: «Señor, tú sabes que te quiero» (vv. 15.16.17)—, también en las condiciones limitadas de la debilidad y de la vejez. A mí me gusta hablar con los ancianos mirándolos a los ojos: tienen esos ojos brillantes, esos ojos que te hablan más que las palabras, el testimonio de una vida. Y esto es hermoso, debemos conservarlo hasta el final. Seguir a Jesús así, llenos de vida.

Este coloquio entre Jesús y Pedro contiene una enseñanza valiosa para todos los discípulos, para todos nosotros creyentes. Y también para todos los ancianos. Aprender de nuestra fragilidad y expresar la coherencia de nuestro testimonio de vida en las condiciones de una vida ampliamente confiada a otros, ampliamente dependiente de la iniciativa de otros. 

Con la enfermedad, con la vejez la dependencia crece y ya no somos autosuficientes como antes; crece la dependencia de los otros y también ahí madura la fe, también ahí está Jesús con nosotros, también ahí brota esa riqueza de la fe bien vivida durante el camino de la vida.

Pero de nuevo debemos preguntarnos: ¿disponemos de una espiritualidad realmente capaz de interpretar el período—ahora largo y extendido—de este tiempo de nuestra debilidad confiada a los demás, más que al poder de nuestra autonomía? ¿Cómo permanecer fieles al seguimiento vivido, al amor prometido, a la justicia buscada cuando éramos capaces de tomar iniciativas, en el tiempo de la fragilidad, en el tiempo de la dependencia, de la despedida, en el tiempo de alejarse del protagonismo de nuestra vida? No es fácil alejarse del ser protagonista, no es fácil.

Este nuevo tiempo es también un tiempo de prueba, ciertamente. Empezando por la tentación —muy humana, sin duda, pero también muy insidiosa— de conservar nuestro protagonismo. Y a veces el protagonismo debe disminuir, debe abajarse, aceptar que la vejez te disminuye como protagonista. Pero tendrás otra forma de expresarte, otra forma de participar en la familia, en la sociedad, en el grupo de los amigos. 

Y es la curiosidad que le viene a Pedro: “¿Y él?”, dice Pedro, viendo al discípulo amado que los seguía (cf. vv. 20-21). Meter la nariz en la vida de los otros. Pues, no. Jesús le dice: “¡Cállate!”. ¿Realmente tiene que estar en “mi” seguimiento? ¿Acaso debe ocupar “mi” espacio? ¿Será mi sucesor? Son preguntas que no sirven, que no ayudan. ¿Debe durar más que yo y tomar mi lugar? Y la respuesta de Jesús es franca e incluso áspera: «¿Qué te importa? Tú, sígueme» (v. 22). Como diciendo: cuida de tu vida, de tu situación actual y no metas la nariz en la vida de los otros. Tú sígueme. 

Esto sí, es importante: el seguimiento de Jesús, seguir a Jesús en la vida y en la muerte, en la salud y en la enfermedad, en la vida cuando es próspera con muchos éxitos y también en la vida difícil con tantos momentos duros de caída. Y cuando queremos meternos en la vida de los otros, Jesús responde: “¿A ti qué te importa? Tú sígueme”. Hermoso. 

Nosotros ancianos no deberíamos tener envidia de los jóvenes que toman su camino, que ocupan nuestro lugar, que duran más que nosotros. El honor de nuestra fidelidad al amor jurado, la fidelidad al seguimiento de la fe que hemos creído, incluso en las condiciones que nos acercan a la despedida de la vida, son nuestro título de admiración para las generaciones venideras y de reconocimiento agradecido por parte del Señor. 

Aprender a despedirse: esta es la sabiduría de los ancianos. Pero despedirse bien, con la sonrisa; aprender a despedirse en sociedad, a despedirse con los otros. La vida del anciano es una despedida, lenta, lenta, pero una despedida alegre: he vivido la vida, he conservado mi fe. Esto es hermoso, cuando un anciano puede decir esto: “He vivido la vida, esta es mi familia; he vivido la vida, he sido un pecador, pero también he hecho el bien”. Y esta paz que viene, esta es la despedida del anciano.

Incluso el seguimiento forzosamente inactivo, hecho de contemplación emocionada y de escucha extasiada de la palabra del Señor —como la de María, hermana de Lázaro— se convertirá en la mejor parte de su vida, de la vida de nosotros los ancianos. Que nunca esta parte nos será quitada, nunca (cf. Lc 10,42). 

Miremos a los ancianos, mirémoslos, y ayudémosles para que puedan vivir y expresar su sabiduría de vida, que puedan darnos lo que tienen de hermoso y de bueno. Mirémoslos, escuchémoslos. Y nosotros ancianos, miremos a los jóvenes siempre con una sonrisa: ellos seguirán el camino, ellos llevarán adelante lo que hemos sembrado, también lo que nosotros no hemos sembrado porque no hemos tenido la valentía o la oportunidad: ellos lo llevarán adelante. Pero siempre con esta relación de reciprocidad: un anciano no puede ser feliz sin mirar a los jóvenes y los jóvenes no pueden ir adelante en la vida sin mirar a los ancianos.

 

Recuerdos de san Josemaría

“​Te has hecho esperar mucho, hijo mío”. Con esta cariñosa frase conoció don Iñaki Celaya al fundador del Opus Dei el 11 de marzo de 1954. Hoy publicamos algunos recuerdos sobre los veinte años en los que coincidió con san Josemaría en Roma.

Recuerdos sobre san Josemaría Escrivá de BalaguerDon Iñaki Celaya junto a san Josemaría

20/06/2022

Introducción

Como un personaje más

Tomar un helado con un santo

La escuela del dolor

Desvelos de hijo, desvelos de Padre

Confianza, optimismo

Fortaleza de fundador

"Se me hace de noche"


Introducción

Como ya conté en mis recuerdos sobre el beato Álvaro del Portillo, conocí a san Josemaría Escrivá de Balaguer el día 11 de marzo de 1954, entre los andamios de las obras de Villa Tevere, donde se encuentra la sede central del Opus Dei en Roma. 

Recuerdo perfectamente las palabras que me dirigió nada más verme: "te has hecho esperar mucho, hijo mío". Efectivamente, se esperaba que hubiera llegado a finales de diciembre o primeros de enero, pero por cuestiones militares había tardado casi tres meses en arreglar el pasaporte.

El saludo y el cariño del Padre me dieron la impresión de que me conociera desde siempre. Muchas personas me han transmitido una idéntica impresión, tras haberlo visto por primera vez, y comprobar cómo san Josemaría ya les conocía, mediante la oración y mortificación por ellos, mucho antes de encontrarse personalmente con cada uno.

En los veintiún años largos que viví cerca de monseñor Escrivá de Balaguer, he sido testigo de su entrega y sus virtudes. Muy en particular, durante mis años de estancia en el Colegio Romano de la Santa Cruz —desde 1954 hasta la fecha del fallecimiento de san Josemaría— he sido testigo de sus desvelos hacia este centro de formación internacional. Veía su proyección en el tiempo, lo que supondría para toda la Obra el que saliera cada año un grupo de todos los países —muchos de ellos sacerdotes—, bien preparados espiritual y científicamente. Quería que su estancia en Roma fuera una etapa de formación ascética e intelectual y una ocasión para romanizarse más: con un gran amor a la Iglesia y al Papa, con corazón católico, universal. Para lograrlo, no escatimó ningún medio: en primer lugar su oración y su mortificación personal, y la que pedía a tantas personas. Al marcharse de Roma cada promoción, les pedía que siempre rezaran mucho, e hicieran rezar por el Colegio Romano, que tuvieran constantemente el corazón en Roma. Al mismo tiempo se dedicó sin tregua a la formación directa de los alumnos.

Cuando llegué a Roma era ya tarde —marzo— para matricularme en la universidad. Solamente pude hacer algunas materias de Teología, y hasta septiembre me dediqué fundamentalmente a formar el coro, a ayudar en las obras de la casa y a hacer turnos de atención de la portería. El rector del Colegio Romano era un entusiasta de la música y dedicándole tiempo logramos un buen coro, que se estrenó en Pascua y actuó varias veces. Recuerdo que cantamos una polifonía —Haec dies quam fecit Dominus— a ocho voces, que resultó ser un gran éxito.

Conservo muchos recuerdos de san Josemaría, notas de su predicación y de las tertulias con él a las que tuve la suerte de asistir. No pretendo hacer ahora una relación exhaustiva de ese material que, gracias a Dios está recogido y en parte publicado, sino algo semejante a lo que escribí hace algunos meses con los recuerdos sobre mis años de trabajo junto al beato Álvaro del Portillo: poner un poco de orden en mis papeles y animar a todos los que no le trataron personalmente a profundizar en su ejemplo y acudir a su intercesión.

Don Iñaki acompaña a san Josemaría, junto a algunos alumnos del Colegio Romano de la Santa Cruz

Como un personaje más

Poco después de llegar a Roma, durante el curso de retiro que tuvimos en la semana del 11 al 18 de abril, san Josemaría nos dio dos meditaciones diarias. Cualquiera que conozca con detalle la biografía de monseñor Escrivá de Balaguer quizá recuerde que en esos días su diabetes estaba en una fase particularmente grave, que culminó con un shock anafiláctico el 27 de abril de 1954. A los que escuchábamos su predicación no se nos pasaba por la cabeza que estuviese enfermo; de hecho, no sabíamos que lo estaba. Sus palabras llegaban hasta el fondo del alma y nos removían interiormente. Revivía el Evangelio: se metía en las escenas del texto sagrado como si fuera un personaje más, y nos ayudaba a hacerlo a quienes le escuchábamos.

A partir de entonces le escuché predicar muchas veces: cursos de retiro, retiros, meditaciones, pláticas, homilías, etc. Además de otras ocasiones en las que nos abría su alma, en tertulias y otros ratos de conversación. Si debo subrayar una nota característica de toda su enseñanza me quedo, sin duda, con la confiada esperanza en Dios con la que deseaba que lucháramos en nuestra vida interior. Nos inculcaba una seguridad total en Dios, a la vez que nos pedía la correspondencia personal a la gracia, traducida en una lucha interior constante en lo pequeño, en lo ordinario de cada día.

Nos hacía ver que las pequeñas derrotas —y aun las grandes— no debían desanimarnos, sino llevarnos a una humildad mayor, a la sinceridad y a recomenzar la lucha con mayor alegría, Y aun para los momentos que podrían parecemos más difíciles —por dificultades interiores o exteriores— nos llenaba de un optimismo que no puede desvanecerse nunca si nos apoyamos en Dios. En 1962 anoté estas palabras suyas: "aunque alguna vez parezca que todo se viene abajo, no se viene abajo nada, porque Dios no pierde batallas". Nos hacía ver que, con la gracia de Dios, no hay nada irremediablemente perdido: todo tiene arreglo menos la muerte, comentaba a veces con un dicho popular, y añadía: "y para nosotros, la muerte es Vida".

Cifraba nuestra alegría y nuestra seguridad en el sentido de la filiación divina, al que correspondemos con nuestra pelea interior: "estaremos tristes —le oí comentar muchas veces con estas palabras o con otras semejantes— el día en que dejemos de luchar"; "no olvidéis que nuestra alegría tiene sus raíces en forma de Cruz".

Escuchar su predicación ayudaba a renovarse interiormente. Conseguía despertar un deseo eficaz y práctico de mayor entrega a Dios, de servicio a todos los hombres, de vivir para amar y servir a Dios y a la humanidad entera. Tengo que decir que ya había tenido yo esta convicción en los años 49 a 54, antes de conocer personalmente a san Josemaría, al escuchar en Bilbao los ejercicios espirituales predicados por sus hijos sacerdotes, a quienes él mismo había formado.

Después de ser alumno del colegio romano, fui subdirector, director de estudios, director espiritual y, del 63 al 75, rector. Más de un millar de personas de 45 países pasaron en esos años por ese centro de formación, en el que monseñor Escrivá de Balaguer llevaba el peso de toda la labor formativa, al mismo tiempo que nos enseñaba a formar, con indicaciones concretas.

Tomar un helado con un santo

Al subrayar la calidad de su predicación o la cercanía con las que nos ayudaba a aprender a servir a las almas, se puede tener la impresión de que san Josemaría se dirigía a nosotros siempre desde un púlpito o que solamente hablaba de teología. Nada más lejos. El cariño por sus hijos le llevaba a conocerlos y a quererlos uno a uno: procuraba tener con todos delicadezas de padre y de madre.

Muchas de las veces en que salía en coche a Roma, por motivos de trabajo, etc., invitaba a uno o dos alumnos para que le acompañaran junto con el beato Álvaro, o con quien conducía el coche o le acompañase a la gestión de que se tratase. Yo salí una vez con él y me fue enseñando la ciudad a medida que la recorríamos. Al final me preguntó si me gustaría llegar hasta Ostia. Por supuesto dije que sí y allí nos fuimos. Al llegar dimos un paseo muy breve, y allí quiso que compráramos unos helados. Durante el camino cantamos muchas canciones que le gustaban ("coplas de amor humano a lo divino", como nos diría tantas veces), entre ellas la titulada "Solamente una vez". Monseñor Escrivá de Balaguer cantaba con brío, se sabía toda la letra y he de decir que tenía una voz muy agradable, con tono baritonal cálido y muy buen timbre. También recuerdo cómo fue invitando en pequeños grupos a todos los alumnos para que vieran algún programa de televisión en la habitación de don Álvaro, cuando sólo había un aparato en toda la casa: el Padre se olvidaba de sí mismo, preocupado de que todos vieran bien, de traducirles del italiano si no se manejaban bien en esa lengua, hacer comentarios, etc.

En el reparto de zonas de seguimiento de las obras de la casa, me tocó en suerte la entrada que da la calle Bruno Buozzi, 73. Seguir consistía en preocuparme de que no se retrasaran los pequeños detalles, impulsar el trabajo de los obreros, comprar algunos objetos que faltaban, etc. Varias veces tuve que comentar a san Josemaría retrasos y fallos. Con este motivo, nos explicaba que teníamos que hacer ver a los interesados los defectos con claridad y con delicadeza —irascimini et nolite peccare, (textualmente "enfadaos, pero no pequéis") nos recordaba con el salmo y su buen humor—, de modo que haya autoridad acompañada de rectitud, caridad, etc. Fue una regla de oro que me sirvió mucho en toda mi vida.

Terminadas las obras de aquella zona, en diciembre del 54, entré en el turno de atención de la portería. Monseñor Escrivá de Balaguer bajaba una o dos veces por la mañana y por la tarde y nos iba dando pequeñas indicaciones: cómo atender a las visitas, ventilar, limpiar las barandillas, etc. Le pasábamos nuestras experiencias por escrito, y luego nos devolvía esas notas con correcciones y comentarios, que permitieron al cabo de unos meses escribir unas experiencias de la atención de la portería que pudieran servir a quienes atendieran ese encargo en el futuro. Una vez hecho esto, se espaciaban mucho más sus bajadas a la portería.

Sobre la atención de la portería y la elaboración de las experiencias —algo que, lógicamente también hacía con otros encargos—, tengo grabada una escena que tuvo lugar unos años más tarde, el 17 de octubre de 1959: el rector del Colegio Romano estaba dando unos avisos a los alumnos recién llegados para ayudarles a manejarse por la casa: se indicaban todos los años algunas advertencias que parecían prudentes para mejorar el orden y la eficacia del trabajo de todos. En esas estaban, cuando entró monseñor Escrivá de Balaguer y comentó: "haced lo que os dé la gana; actuad con sentido común y visión sobrenatural, y dejaréis contento a Dios; daréis alegría al Padre y al rector: haced lo que os dé la gana".

Un acontecimiento mundial, una película, el relato de una anécdota por parte de alguno de nosotros, le llevaban con toda naturalidad a Dios y a pensar en las almas. Por ejemplo, un día nos comentó que cuando algunas noches veía el Telegiornale, al aparecer en el televisor la bola del mundo con la que comenzaba, se acordaba de pedir por la paz del mundo. En otra ocasión, durante el intervalo de la proyección de una película ambientada en la leprosería de Molokai comentó el peligro de que tantas personas buenas se dejasen contagiar por la lepra de la falta de doctrina... O en una tertulia en la que le hablaron de un amigo que había ganado un campeonato de lanzamiento de peso sin apenas entrenamiento, añadía que para levantar el edificio de nuestra santidad a pesar de nuestras miserias, hemos de entrenar cada día.

"Yo quisiera —nos comentaba un día a un grupo poco numeroso— que, cerrando los ojos de la carne, contemplarais la vida de Cristo como en una película: que fuerais actores de su vida, estando con los Apóstoles y con las Santas Mujeres, más cerca de Jesús que Juan". No es que todas sus consideraciones tuvieran ese tono: hablábamos con él de los acontecimientos del día, de nuestras preocupaciones grandes y de las pequeñeces del día a día; pero se notaba que su oración era constante, y que en todo momento procuraba transmitirnos su experiencia vital en detalles pequeños.

En otra ocasión nos habló del amor a la Trinidad Beatísima, haciéndonos ver cómo llega un momento en que Dios concede al alma el trato diferenciado con las tres Personas Divinas, y que esto acaba siendo una necesidad para el alma. Estas son las palabras que anoté el día 18 de diciembre de 1959: "Tenemos que seguir a Jesús en su vida, en su muerte y en su Resurrección; y cuando se va a los cielos y nos quedamos nosotros abajo, alegres porque ha ido junto al Padre y tristes porque parece que nos deja solos. Pero no nos deja solos: se queda en la Eucaristía, y nos habla del Paráclito: Ego rogabo Patrem, et alium Paraclitum dabit vobis... (yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito...) Tenéis que tratar a la Santísima Trinidad. Es una necesidad cuando pasa algún tiempo; y se percibe la distinción en la unidad, el modo de obrar propio del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Y su presencia, porque allí donde está el Hijo, allí están el Padre y el Espíritu Santo". Hasta en detalles muy pequeños, como era, por ejemplo, anotar un número para hacer un sorteo de algún objeto entre nosotros, se advertía que, con buen humor, siempre elegía múltiplos de tres, por devoción a la Trinidad.

El autor junto al fundador del Opus Dei, en 1975

La escuela del dolor

En junio de 1957 falleció en Roma su hermana, Carmen Escrivá de Balaguer, poco antes de cumplir los 58 años. Se le notaba que había llorado y estaba visiblemente afectado esos días, como cuando recibía la noticia del fallecimiento o la enfermedad de personas de la Obra. Estaba habituado al dolor. En una tertulia de ese mismo año nos decía: "Hijos míos, no sabéis lo que es la soledad. No lo podéis saber. Yo sí lo sé por experiencia: ¡tremendo! Quizá el Señor haya permitido que yo la conociera, para que mis hijos no se sintieran solos. Pero si, por un momento siquiera, sentís ese vacío absoluto, ese sentirse desamparado y conociéndose miserable, ¡torpe!, ¡inepto!, ¡inhábil!... En esos momentos en que ni siquiera se sabe cuál es la Voluntad de Dios, y uno protesta: ¡Señor, ¡cómo puedes querer esto, que es malo, que es abominable ab intrinseco! —como la Humanidad de Cristo se quejaba en el Huerto de los Olivos—, cuando parece que la cabeza enloquece y el corazón se rompe... Si alguna vez sentís este caer en el vacío, os aconsejo aquella oración que yo repetí muchas veces junto a la tumba de una persona amada: Fiat, adimpleatur, laudetur atque in aeternum superexaltetur iustissima atque amabilissima voluntas Dei super omnia. Amen. Amen. (Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima voluntad de Dios sobre todas las cosas. Amén. Amén)

En las Navidades del año 1959 tuve ocasión de aprender muy de cerca cómo vivía y compartía las penas de sus hijos, arropándolos con su cariño humano y sobrenatural a la vez, paterno y materno. En uno de estos días —quizá el 28 de diciembre— se recibió una llamada de México comunicando que había habido un accidente de coche en el que habían muerto varios miembros de la familia de un alumno del Colegio Romano. Monseñor Escrivá de Balaguer, en cuanto supo la noticia, lo llamó y estuvo un buen rato con él, consolándolo y dándole serenidad y unión con la Voluntad de Dios. También le indicó que fuese unos días a México para atender a su familia. San Josemaría me señaló algunos detalles concretos de delicadeza y cariño que debíamos tener con él: desde la conveniencia de llevarle a dar un paseo por Roma para distraerle un poco, hasta la posibilidad de ayudarle a dormir esa noche con alguna medicina. Al día siguiente, antes de marchar, le dirigió en la tertulia las siguientes palabras: "te encomendaremos mucho, y tú ten mucha paz. No dejéis de encomendar a la familia de este hermano vuestro. La única salida cuando vienen cosas de estas —que alguna vez en la vida ocurren a todos— es ver la mano de Dios, que no es un tirano, que nos quiere: no está a la expectativa, como un cazador... No lo entendemos, pero es bueno lo que hace, y es el momento de rezar aquella oración: 'Fiat adimpleatur...", decirle que es justísima y amabilísima la Voluntad de Dios, cuando estamos como locos... Y es entonces la mejor hora de rezar, el momento bueno de ser hijos de Dios, de poner la confianza en Él. Lo digo para vuestra vida y para cuando tengáis que dirigir almas".

Esta preocupación la he visto muchas otras veces en años sucesivos, en situaciones parecidas. En otro caso concreto, en que se recibió por la noche la noticia del fallecimiento del padre de un alumno, me aconsejó que, para evitarle un disgusto innecesario y una noche de insomnio, no se lo comunicara hasta la mañana siguiente, antes de la santa Misa, para que pudiera ofrecer el Santo Sacrificio por el alma de su padre. O cuando tuvo lugar un fuerte terremoto en Guatemala y tardaban en llegarnos noticias acerca de si había que lamentar desgracias personales entre los de la Obra que ya estaban en ese país: "nosotros tenemos corazón —nos dijo en la tertulia—, si no, no seríamos humanos. Y yo sufro". También era notable la delicadeza y la puntualidad con las que recibía a los padres de algún alumno del Colegio Romano que estaban de paso por Roma y pedían saludarle. Organizaba las cosas para recibirlos personalmente, que fueran a Misa en Villa Tevere, desayunasen, diesen una vuelta por la casa... En el oratorio dedicado a la Sagrada Familia leían el texto de la consagración de las familias de los fieles de la Obra a la Sagrada Familia de Nazaret, que está grabado allí en una lápida.

Tenía una importante fortaleza ante los dolores físicos. Es algo que tardé en percibir porque no era habitual que hablase de sus problemas de salud. Conforme pasó el tiempo y aumentaron mis responsabilidades en la casa empecé a enterarme de dolores de muelas, insomnios, jaquecas... o de las serias molestias que sufrió durante largo tiempo por un herpes zoster en la cintura.

Recuerdo un domingo en que estaba san Josemaría enfermo, guardando cama: tenía una gripe, frecuente en Roma, que aunque no tenga gran importancia, cansa y abate bastante. Nos llamó a dos a su cuarto para que le diéramos conversación y estuviéramos un rato con él: nada más entrar en el dormitorio, casi antes de que le preguntáramos cómo estaba, comenzó a darnos conversación y a bromear con nosotros. Cuando nos marchamos, pasados veinte o treinta minutos, caímos en la cuenta de que había sido él quien nos había entretenido en una tertulia divertida, como si se encontrara perfectamente de salud.

No se piense, por todo esto, que san Josemaría no ponía los medios para quitar la enfermedad o el dolor físico. Al contrario, decía: "el dolor físico, cuando se puede quitar, se quita, ¡bastantes sufrimientos hay en la vida!, y cuando no se puede quitar, se ofrece" (del 1 de enero de 1969). Así, insistía a los enfermos, en primer lugar, en que lo dijeran cuanto antes, que no era razonable sentirse mal y no informar al médico; y después, que obedecieran en todo y se dejaran cuidar. Cada vez que había una epidemia de gripe, nos preguntaba si habíamos tomado todas las medidas oportunas y cuando, a partir de 1970, comenzó a comercializarse una vacuna contra la gripe, cada año, a primeros de octubre, nos recordaba que debíamos vacunarnos todos los del centro.

Al terminar estos cursos, en junio de cada año, advertíamos todos el cariño paterno, humano y sobrenatural, que tenía por sus hijos, en unas tertulias entrañables con los que se marchaban de Roma. Era una escena de familia que se repetía cada año. Concretamente, en junio de 1956 ante el primer grupo grande de hijos suyos que se iban a diversos países, san Josemaría estaba visiblemente emocionado —se le saltaban las lágrimas—, a la vez que nos ayudaba a llevar los sentimientos al plano sobrenatural, haciéndonos ver que nosotros no nos separamos nunca, ni nos decimos adiós, porque estamos siempre unidos por la Comunión de los Santos.

Nos decía con frecuencia que él no tenía un corazón para amar a Dios y otro para querer a sus hijos y a todos los hombres; que amaba al Señor con el mismo corazón con que amaba a sus padres y a nosotros. En ocasiones nos decía que nos quería con cuerpo y alma, como una madre no ama solamente las almitas de sus hijos, sino también el cuerpo. Pude comprobar, por ejemplo, cómo se preocupaba de que comiéramos bien: en algunas fiestas nos preguntaba si habíamos tenido buena comida. Le he visto preocuparse por alguno que estaba perdiendo peso —se fijaba como una madre— o porque otro estaba demasiado gordo.

Igualmente se fijaba en nuestro modo de vestir; quería que fuésemos elegantes y bien; muchas veces, a alguno que tenía cerca en la tertulia, le arreglaba el nudo de la corbata, que la llevaba descuidada. El 1 de octubre de 1970, por ejemplo, mientras estábamos escuchándole en uno de los patios interiores de Villa Tevere, en medio de una conversación sobre sinceridad, amor de Dios, etc., se fijó en dos o tres que tenían los zapatos demasiado viejos y les sugirió que se compraran otros. En varias ocasiones observó por pequeños detalles que algunos necesitaban gafas, o cambiar las que tenían; o aconsejaba a otro ir al dentista.

Cuando algún alumno se encontraba enfermo, su preocupación y su atención eran aún mayores. Recuerdo cómo se interesaba por los que guardaban cama en la enfermería: varias veces le acompañé a visitarlos y recogí las sugerencias que luego nos hacía para atenderlos mejor: que tuvieran dos almohadas, mantas suficientes, el vaso de noche cerca, etc.; sobre la comida, ventilación y temperatura de la habitación, la forma de ayudarles a cumplir las normas de piedad que pudieran hacer... A la vez, los divertía con su conversación y los enseñaba a vivir con sentido sobrenatural su situación y a ofrecer las molestias. En febrero de 1971, uno se rompió una clavícula durante un partido de fútbol; san Josemaría estuvo especialmente pendiente de él mientras le reducían la fractura y en los días sucesivos, en todas las ocasiones en que le veía, le preguntaba por su estado de salud. Incluso años después solía hacerle alusión al accidente.

Durante esos años internaron a varios alumnos en una clínica para distintas operaciones: monseñor Escrivá de Balaguer seguía al minuto el curso de las operaciones y las consiguientes convalecencias. Preguntaba por teléfono, los visitaba, etc. Por ejemplo, durante las Navidades de 1966 estuvo con un venezolano recién operado de estómago en una clínica. Después de enterarse bien de todos los detalles de atención médica y decirle que ofreciera sus dolores por la labor apostólica de Venezuela, por la Obra y por la Iglesia entera, estuvo entreteniéndole largo rato con buen humor; pero se dio cuenta de que al enfermo le dolía la herida al reírse, y evitó los comentarios y bromas que le produjeran risa.

Esta preocupación de san Josemaría por sus hijos estaba bien lejos de la blandenguería: era su cariño, verdaderamente materno, el que le hacía fijarse en esos detalles, poniendo los medios humanos a su alcance para evitar la enfermedad, a la vez que enseñaba a vivir el dolor con la alegría del que lo considera una caricia de Dios. En una ocasión vimos con él una película de cine en la que se narraba la desesperación de dos paralíticos que se resistían a aceptar su enfermedad: en el descanso, san Josemaría no se sentó un rato, como acostumbraba, sino que mientras paseaba nos habló con energía de la falta de sentido cristiano que aquello significaba. Nos habló de la alegría en el dolor y de los muchos enfermos que había tratado que llevaban sus sufrimientos con una dignidad maravillosa. Estaba claro que, además de referirse a otros, él tenía experiencia personal de ese hecho.

El mismo espíritu se veía cuando fallecía un hijo suyo. Se quejaba filialmente a Dios sobre todo cuando se llevaba a alguno joven. Sufría en esas ocasiones, porque tenía gran corazón, lloraba y, a la vez, se identificaba plenamente con la voluntad de su Padre Dios, que sabe más. Así lo vi cuando Dios se llevó a tía Carmen (1957), como he relatado ya; cuando tuvo noticia de un accidente de automóvil en el que fallecieron algunos hijos suyos; ante el fallecimiento de don José María Albareda, etc. Y en el curso 72-73, de modo particular cuando falleció don José María Hernández Garnica, el 6 de diciembre. La tertulia del día 8 de ese mes la dedicó íntegra a hablarnos de ese hijo suyo y de su muerte: de su fidelidad, de la alegría con que había llevado todos los sufrimientos; de las atenciones y delicadezas con las que lo rodearon hasta el último momento; del amor que nos une en la Obra en vida y después de muertos; del sufrimiento de su corazón de padre. "Es lógico que sufra, hijos míos: el Señor me ha dado para vosotros corazón de padre y de madre", nos dijo, y terminó: "y cuando el Señor me llame a mí, lo mismo. ¿Está claro? No quiero ni una corbata negra".

San Josemaría y don Iñaki Celaya durante un rato de tertulia (1975)

Desvelos de hijo, desvelos de Padre

En los años que duraron las sesiones del Concilio Vaticano II, monseñor Escrivá de Balaguer estuvo muy frecuentemente de tertulia con nosotros. Era patente la intensidad con la que vivió en este tiempo el desarrollo del Concilio, su oración por los frutos de esa gran asamblea eclesial, su preocupación por dar criterio a sus hijos en los puntos que se debatían y su amor a la Iglesia.

Quizá fue en el año 63 cuando comencé a darme cuenta en profundidad de lo que sufría san Josemaría por la situación de la Iglesia. Es sabido que, mientras duraban las sesiones del Concilio Ecuménico —como ha sucedido en otros casos de la historia de la Iglesia—, se difundían doctrinas y prácticas contrarias a la fe y a la moral: no era raro enterarse de personas que se dedicaban a atacar a la Iglesia Santa y al Papa en conferencias, folletos, prensa, etc. Se ponían en duda verdades dogmáticas definidas por el Magisterio, se presionaba a los padres conciliares e incluso se presentaban como conclusiones aprobadas las más dudosas elucubraciones dogmáticas y disciplinares.

Monseñor Escrivá de Balaguer sufría porque "no nos es ajeno nada de todo lo que toca a la Iglesia, Esposa de Cristo, a la que queremos servir". Padecía porque la Iglesia estaba siendo maltratada, por los sufrimientos del Romano Pontífice y por la desorientación que suponía para las almas. Por estas razones, nos pedía que rezáramos más; especialmente recuerdo sus palabras del 11 de mayo de 1965, en las que nos pedía que rezásemos para que Dios iluminase a los padres conciliares y concediera al Papa la fortaleza necesaria para que se presentasen de forma clara y atractiva todos los puntos referentes a la fe y a la moral. En esa tertulia, el fundador del Opus Dei utilizó varias veces para designar al Papa la expresión de santa Catalina de Siena il dolce Cristo in terra y nos habló muy elogiosamente de él, que merecía y necesitaba todo nuestro cariño y nuestra oración.

Al mismo tiempo que sufría y rezaba y hacía rezar, tenía la certeza de la asistencia del Espíritu Santo a la Iglesia: cada vez que nos hablaba del tema, terminaba diciéndonos que confiaba en la divinidad de los frutos del Concilio. Optimismo, serenidad y mayor amor a la Iglesia y al Papa eran la constante en su conversación: cuando nos aclaraba puntos de doctrina sobre los que se estaba sembrando el error, siempre añadía: "sacad de esta conversación más amor, más fidelidad, más unidad, más obediencia, más sujeción al Magisterio eclesiástico y al Romano Pontífice".

Puedo asegurar, con la experiencia de cientos de personas que pasaron por el Colegio Romano esos años, que las palabras de san Josemaría produjeron frutos sobrenaturales de mayor fortaleza en la fe; no recuerdo ni un solo caso de alguien a quien quedara un resabio de amargura o pesimismo, ni menos de prejuicios hacia alguna persona o situación.

Pienso que es de justicia detenerme un poco más en describir el amor al Papa que tenía y nos transmitió el fundador: amor sobrenatural y humano lleno de veneración y obediencia. Por ejemplo, el día 24 de junio de 1957, en un sencillo acto que tuvimos en el Aula Magna en presencia de monseñor Samoré, para comunicarnos que la Santa Sede había confiado a la Obra la Prelatura de Yauyos, san Josemaría dijo que si siempre habla servido a la Iglesia y al Papa con alegría, "ahora que nos ha mirado el Santo Padre, lo haremos con mucha más alegría".

Este espíritu lo vi manifestado en pequeños detalles: cada vez que era recibido en audiencia por el Papa, al volver nos llamaba para comunicárnoslo y pedía que se preparase un extraordinario en la comida para celebrarlo; y casi siempre, el mismo día, bajaba a vernos para transmitirnos la bendición y el cariño del Romano Pontífice, a la vez que nos contaba algún detalle externo de la audiencia. El 26 de octubre de 1958, mientras se celebraba el Cónclave para la elección de un nuevo Papa tras la muerte de Pío XII, nos pedía oraciones por el futuro Papa con las siguientes palabras: "Después de Jesús y de María, el Papa; quienquiera que sea. Ya le queremos al nuevo Romano Pontífice y estamos dispuestos a servirle ex toto corde, ex tota anima... (con todo el corazón y toda el alma) Rezad... y ofreced hasta la respiración". El día 28, nada más conocer que había fumata blanca, le oímos rezar el Oremus pro beatissimo Papa nostro... sin saber aún quién era; y al día siguiente celebramos con gran fiesta la elección de Juan XXIII. Lo mismo sucedería el 23 de junio del 63 cuando fue elegido Pablo VI. Estas palabras suyas del 26 de octubre del 58 resumen su vida en este punto: "cuando seáis viejos y yo haya ido a rendir cuentas a Dios, diréis a vuestros hermanos cómo el Padre amaba al Papa, con toda el alma, con todas sus fuerzas".

Muchas veces supe, por ejemplo, que no había dormido nada o casi nada durante la noche entera por su preocupación por la Iglesia: en ocasiones lo advertíamos porque se le veía cansado; un día, en concreto, el 6 de noviembre del 71, me llamó por teléfono a las 7:15 de la mañana para indicarme que pidiera a todos que ofrecieran la Santa Misa por una intención suya: me dijo que había pasado la noche en vela, rezando para que no se confirmasen unos rumores acerca de lo que se iba a decidir con ocasión de Sínodo de los Obispos que se estaba celebrando y que terminaba precisamente en ese día.

En concreto, en ese momento sufría por los ataques que se producían contra el celibato sacerdotal. Era grande, en efecto, el amor del fundador a este don divino, que consideraba corona del sacerdocio y de la Iglesia: no podía admitir que se tratara este tema con ligereza sin sufrir y rezar. Al mismo tiempo, nos advertía que era un tesoro que debíamos cuidar con amor, poniendo todos los medios que la Iglesia había aconsejado desde siempre: piedad, delicadeza, prudencia, etc. Con sentido sobrenatural y sentido común, nos hacía ver cómo el comportamiento externo en algunos casos podía llevar al enfriamiento del amor a Dios del sacerdote. Y de modo positivo, nos insistía con vehemencia en la necesidad de enamorarse del Señor, especialmente tratándole en la Eucaristía.

Su fe era muy fuerte. Con la convicción de que esta virtud es sobrenatural, nos invitaba a pedirla continuamente al Señor, con la jaculatoria adauge nobis fidem (auméntanos la fe). No le gustaba usar el verbo creer para expresar una opinión: en esos casos preferían decir pienso que... o me parece que... "Creer es una palabra maravillosa, divina. Yo la escribiría siempre con mayúscula, no me gusta emplear esa palabra cuando no es necesario", solía decir en algunas ocasiones, añadiendo "creer es algo muy importante; yo creo lo que manda la Santa Madre Iglesia, y eso con todas mis fuerzas".

Su amor y fe en nuestra Madre la Iglesia como Esposa de Cristo, sin mancha ni arruga, Custodio infalible del depósito de la fe, fue inquebrantable. No consentía el mínimo resquicio. Por esta razón, cuando especialmente durante sus últimos años de vida, se extendieron algunas doctrinas que enturbiaban el carácter sobrenatural de la Iglesia o ponían en peligro su unidad —por ejemplo, a finales de los años 60 con la polémica sobre iglesia carismática e iglesia jerárquica—, san Josemaría nos reafirmó continuamente con su actitud y su palabra en la verdadera fe: haciéndonos ver con energía la unidad inseparable de esas dos características de la Iglesia, su fin sobrenatural, etc.

Fueron años, sobre todo a partir de 1965, en los que vivió con gran intensidad su amor a la Iglesia: ante los muchos ataques que sufría, tuvo la fortaleza de afirmarnos en la fe. Diría que en todas las tertulias de esos años, sacaba este tema de una forma u otra para llenarnos de optimismo y confianza en Dios, cuando a menudo trataban de rebajar la Iglesia a un plano humano, sembrando confusión y desconfianza hacia la Esposa de Cristo y la eficacia salvífica de los medios sobrenaturales de los que Nuestro Señor la dotó: "No tenemos derecho a dudar de Dios; y dudar de la Iglesia, de la eficacia salvadora de su predicación, de sus Sacramentos, es dudar de Dios mismo", nos dijo en Pentecostés de 1969.

Igualmente, en las conversaciones que le oí sobre estos temas, jamás había el menor asomo de crítica personal —"yo no conozco ningún sacerdote malo", le oí decir cientos de veces—. Cuando alguna vez tenía que contarnos algún hecho público menos edificante objetivamente, lo hacía en la presencia de Dios, urgido por la obligación de formarnos y prevenirnos contra posibles peligros para nuestra fe; y se limitaba en esos casos a hablar lo justo.

El beato Álvaro del Portillo y san Josemaría Escrivá, durante un rato de tertulia (1965)

Confianza, optimismo

Desde Roma, seguíamos de cerca las iniciativas apostólicas que promovía el Opus Dei en todo el mundo. Por ejemplo, san Josemaría nos pedía oración y sacrificios por el apostolado en Kenia, Japón o Nigeria, o por los frutos de nuevas facultades de la Universidad de Navarra incluso antes de que se pusieran en marcha. No pedía esfuerzos extraordinarios, sino que ofreciéramos el trabajo, la piedad, la sonrisa... y eran intenciones que mantenía a veces durante años. Con frecuencia nos subrayaba que en los años romanos de estudio y formación tal vez tendríamos pocas ocasiones de hacer apostolado directamente con amigos y compañeros, por lo que teníamos que ser entonces como un poderoso motor sobrenatural que enviara fuerza a todas partes.

Del mismo modo, nos hacía valorar los frutos apostólicos con un metro sobrenatural: no le importaban los logros humanos si no eran instrumento y ocasión de acercarse a Dios y de acercar otras almas a Dios. El 11 de marzo del 56 anoté: "yo mido y veo la eficacia de las obras por la santidad de los que en ellas trabajan. No quiero ninguna labor si los hombres que en ella trabajan no se hacen mejores. ¡No me interesa! Todo eso es transeúnte, y nosotros vamos detrás de lo permanente".

Recuerdo que cuando Pablo VI publicó la Encíclica Mysterium fidei, san Josemaría me llamó para indicarme que en todos los círculos próximos se hablara de ella y afirmáramos la fe y la devoción a la Santísima Eucaristía: el día 28 de junio de 1965 cumplimos esa indicación. En todo este tiempo se desveló para que sus hijos tuviéramos fe viva y viviéramos con la mayor piedad posible la santa Misa: el mejor modo era, desde luego, tener la dicha de asistir a la celebrada por él: tuve esa suerte varias veces, tanto en el oratorio de la Santísima Trinidad, donde celebraba habitualmente con muy pocas personas, como en el oratorio de la Sagrada Familia en Navidad de 1956 y en el de Santa María de la Paz, bastantes veces, con los alumnos del Colegio Romano. Siempre quedé impresionarlo, al verle tan metido en Dios, tan identificado con Cristo; se nos pasaba el tiempo de su Misa en un abrir y cerrar de ojos y, al terminar, era mejor seguir gustando en silencio aquel rato y dar gracias a Dios. En esos momentos resultaba fácil entender lo que nos dijo en varias ocasiones: cómo veía claro que celebrar la santa Misa era Opus Dei, trabajo divino, y cómo terminaba cansado identificándose con Cristo. A los sacerdotes nos pedía especialmente que renováramos cada día la intención expresa de renovar in persona Christi el divino sacrificio del Calvario al consagrar el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo. Nos recordó en muchas ocasiones, de palabra y por escrito, detalles de piedad y de devoción que debíamos vivir, a la vez que nos repetía que teníamos que obedecer hasta el detalle a todas las indicaciones litúrgicas de la autoridad competente.

La confianza en Dios que vivió y nos transmitió le daban un optimismo contagioso que no decaía en ninguna situación. Muy lejos de toda ingenuidad, o de desconocer la realidad de las dificultades, se apoyaba firmemente en la filiación divina y en la Omnipotencia de Dios. Cuando algunas veces nos contaba dificultades o situaciones humanamente preocupantes, en las que se encontraba algún hijo suyo, siempre dejaba claro que Dios sacaría bienes de todo aquello si éramos fieles. Durante mis años romanos hubo, como es natural, momentos de preocupación de diverso tipo. San Josemaría se enteraba de todo —además, nos insistía en que no dejáramos de informarle de las dificultades— y nos tranquilizaba con sentido sobrenatural y siempre con buen humor.

San Josemaría en Cavabianca (Roma, 1975)

Fortaleza de fundador

Al mismo tiempo que seguía todos los trabajos y nos formaba en tertulias y conversaciones, llenas de tono humano y sobrenatural, le veíamos pendiente de fijar y consolidar el espíritu de la Obra y los detalles de nuestra vida en familia. Así, en Navidad de 1955, a raíz de unas tertulias llenas de intimidad y de naturalidad, surgió la costumbre de leer el pasaje del Evangelio de san Lucas 2, 1-21 delante del Nacimiento, la Nochebuena. En la tertulia de esa noche el fundador del Opus Dei pidió a alumnos de distintos países que contasen costumbres y tradiciones de Navidad de sus respectivas naciones. Relataron cómo en Alemania era popular la tradición de leer ese pasaje del Evangelio la noche de Navidad. A monseñor Escrivá de Balaguer le gustó y nos preguntó: "¿os parece bien que vivamos esta costumbre cristiana en el Colegio Romano?". Contestamos afirmativamente y desde ese año pasó a ser parte de la vida en familia de este centro durante la Navidad. De modo análogo estableció —más bien, nos comunicó— algo que tenía muy dentro del corazón y vivía desde siempre: su preocupación por la santidad de los sacerdotes. Un día de diciembre de 1954, después de hablarnos de este tema, nos dijo: "¿Y si introdujéramos la costumbre, por lo menos en esta casa, de momento, de ofrecer todos una mortificación por los sacerdotes de todo el mundo en la época de las ordenaciones sacerdotales, en las Témporas? Por los sacerdotes de todo el mundo y especialmente por los del Opus Dei. En este tiempo hermoso de las ordenaciones de las promociones sacerdotales, ¿Os parece bien?" La costumbre quedó fijada para toda la Obra: años más tarde, debido a los cambios litúrgicos, la trasladó a otros días del año, siempre con el mismo contenido de rezar y mortificarse por los sacerdotes.

Me interesa subrayar la naturalidad con la que se planteaban todas estas cuestiones, que a veces se incorporaban a la vida de la Obra y otras veces no. Tengo bien grabado el recuerdo de la tertulia del 19 de marzo de 1955. Alguien le preguntó sobre la conveniencia de utilizar industrias humanas para mantener la presencia de Dios durante el día. El que hacía la pregunta sabía que san Josemaría habla en Camino y en otros lugares de industrias humanas para referirse a los medios humanos que se pueden usar como recordatorio para mantener la presencia de Dios durante el día: San Josemaría respondió comparando esas industrias humanas a las muletas que conviene utilizar de vez en cuando, aunque no siempre se han de usar. Y nos explicó cómo las había usado él durante muchos años para tener presencia de Dios a lo largo de la semana:

-los domingos, procuraba pensar en la Santísima Trinidad repitiendo muchas veces "Gloria al Padre, al Hijo...": así le alababa —decía— como lo hacen los Ángeles en el Cielo;

-los lunes, en las Ánimas del Purgatorio, repitiendo "miles de veces" (concretó), "Requiem aeternam...", "Lux aeterna luceat eis, Domine...", etc.;

-los martes, en los Ángeles Custodios, repitiendo la oración que le había enseñado su madre, y la de "Sancti Angeli Custodes nostri defendite nos in proelio ut non pereamus in tremendo iudicio" (Santos Ángeles Custodios nuestros, defendednos en el combate, para que no perezcamos en el temible juicio);

-los miércoles buscaba la presencia de Dios a través de san José, al que decía muchas veces una poesía que compuso, que (decía san Josemaría) "era horrible", pero dicha con mucho cariño;

-los jueves, decía, eran una Comunión continua: comuniones espirituales, desagravio y perdón por las veces que pudiendo no comulgó; visitas... Añadió que tal vez nacía de aquí la costumbre de asaltar sagrarios (cfr. Camino, 876);

-los viernes, en la Pasión del Señor; algún pasaje concreto y muchas jaculatorias;

-los sábados, en la Virgen, diciendo: "Señora, más que Tú, solo Dios", "Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa de Dios Espíritu Santo".

En bastantes ocasiones durante estos años, vi cómo vivía y nos inculcaba la devoción a los Ángeles y a los santos. Pues bien: estos detalles de su piedad personal ligados a los días de la semana no han quedado como costumbre de la Obra. Contestó a la pregunta porque se la había hecho un hijo suyo y por si a alguno le servía su experiencia, pero no para todos.

En los primeros años míos romanos, ya he dicho que uno de mis encargos era lo relacionado con la música. Junto con Erramun Eguía, otro vasco que estaba en Roma que tenía un oído musical extraordinario pero escasos conocimientos de solfeo. Tampoco es que yo tuviera una específica gran preparación: me sirvieron mucho los cursos de armonía que había hecho, y mi experiencia en los coros en Bilbao; por lo demás fui haciéndome poco a poco, comprando algunos libros y partituras, escribiendo algunas armonizaciones a canciones, etc. Formamos varios coros, adquirimos algunos pianos y fuimos preparando acompañamiento musical para ceremonias litúrgicas y otros acontecimientos festivos.

En esos mismos cursos (de septiembre del 54 a junio del 56) hice la licenciatura de Derecho Canónico en el Angelicum: todas las mañanas íbamos a la universidad, casi siempre andando (unos 35 minutos), porque no había dinero para el transporte, ni para tabaco... ni para casi nada.

En este clima ordinario de privaciones tuvo lugar un sucedido del que recuerdo bien las fechas, pues dedicamos bastante tiempo a preparar la Misa en la que recibió la primera comunión Marco Castelli, hijo del constructor de Villa Tevere, al que san Josemaría quería agradecer su colaboración en las obras de la casa. Le pasamos un guion de cómo y qué cantaríamos en los distintos momentos de la ceremonia; lo aprobó con un comentario: que el tiempo restante sonara siempre el órgano.

Hay que decir que el órgano era uno de los primeros marca Hamond, que estaba en el coro de uno de los oratorios de la casa y que tenía altavoces en algún otro oratorio, el aula magna, etc. Reconozco que era horrible, pero hizo su servicio, hicimos multitud de chapuzas con el aparato: acompañar desde allí al coro que cantaba en el aula; usar dos teléfonos para seguir al coro en otros lugares, etc.

El día de la primera comunión de Marco salieron bien los cantos, pero a la hora de sonar el órgano, se estropeó y no pudimos hacer lo que se nos había pedido. Al final, nos llamó a Erramun y a mí y nos hizo ver nuestro fallo por no haberlo probado antes de la ceremonia. Después de recibir callados la reprimenda, cambió de expresión para preguntarnos si teníamos hambre. Antes de oír nuestra respuesta estaba llamando a la Administración, las mujeres encargadas de la atención de la casa, para decir "sacad, por favor, algo de comer para darlo a unos leones que tengo aquí" (yo tenía 24 años, Erramun era uno o dos años mayor que yo y aunque ya lo he dicho no me resisto a repetir que ambos éramos de Bilbao). Pronto llegó una bandeja surtida de embutidos baratos pero sustanciosos y alguna bebida. San Josemaría no probó nada mientras, animados por él, íbamos arramplando con todo, hasta que, cuando iba a desaparecer la última loncha, comentó: "¿no os parece que podríamos hacer alguna pequeña mortificación?".

Por cierto, recuerdo que san Josemaría no dio la primera comunión a Marco, ya que vino a celebrar un tío del chico que era obispo. Antes de dar la comunión, dirigió este buen obispo unas palabras en la que manifestó su emoción. Más o menos dijo: "estoy muy contento de darte tu primera comunión y espero también tener la alegría de poder darte la última". Una declaración que dejó asombrados a los parientes y amigos que asistían a la ceremonia... yo incluido.

En esas mismas fechas de la primavera del 56, nos hizo ver el desorden que podía suponer que quienes ya disponían de comida sana y abundante, tomasen media mañana sin una prescripción médica al respecto. Igualmente, en algunas ocasiones, para celebrar determinadas fechas, pedía para nosotros algún licor después de comer.

"Se me hace de noche"

Vivió exclusivamente para el Señor: era evidente que no tenía otro fin que el de conocerle, amarle y servirle, y que esta atracción divina crecía impetuosamente en los últimos años de su vida. Tenía puesta su mirada en la vida eterna, perspectiva desde la que valoraba todos los aspectos de la existencia: muchas veces le oí decir que hemos de tener la cabeza en el cielo y los pies bien asentados en la tierra, indicándonos que hemos de buscar la santidad, la unión con Dios, a través de las realidades de esta vida.

Con relativa frecuencia le oí hablar del Cielo, que el Señor nos dará si somos fieles; nos dejaba muy claro que esta fidelidad, y en particular la perseverancia final, es don de Dios que no podemos merecer, por lo que se hace necesario acudir a la misericordia de Dios y a los medios sobrenaturales. Recuerdo haberle escuchado decir que ninguno tenemos asegurada la perseverancia y que veía en esto un gran amor de Dios a cada uno y a su libertad, pero que no debía intranquilizarnos sino llevarnos a considerar la misericordia divina.

A partir de los años 60 le oí repetir la jaculatoria del salmo Vultum tuum, Domine, requiram, (tu rostro, Señor, buscaré) y era frecuente que nos hablara del rostro amabilísimo del Señor, que veremos en el Cielo. En una tertulia del 3 de mayo de 1967 le escuché, quizá por primera vez, estas palabras: "se me hace de noche", hablándonos con toda naturalidad del amor de Dios que nos espera. El año anterior, en una tertulia, cantamos una canción que se había hecho popular en Italia, titulada Aprite le finestre al nuovo sole; le gustó mucho, y en varias ocasiones nos decía que querría que se la cantásemos a la hora de su muerte. En esa misma tertulia, canturreó una canción que dice "yo soy para ti el atardecer, y tú eres para mí el amanecer", y terminó comentando: "la esperanza es un día con una luz que no se apagará jamás".

A la vez nos recordaba que no es propio del espíritu del Opus Dei desear morir, sino —aceptando siempre la voluntad de Dios— desear vivir, para trabajar mucho y morir estrujados como un limón"hay que de desear vivir mucho, porque el Señor tiene pocos amigos en la tierra".

Su seguridad en la fe no tenía un carácter de seguridad presuntuosa. No se consideraba superior a nadie, sino que se apoyaba exclusivamente en Dios. Siempre que hablaba de polémicas doctrinales, de la necesidad de ser fieles a la doctrina de la Iglesia, terminaba diciéndonos que pidiéramos a Dios que no nos dejara de su mano, porque nosotros podíamos caer más bajo que cualquiera. Esta fue su enseñanza y su ejemplo: una humildad sincera y práctica, apoyada en un hondo conocimiento propio: nos decía con frecuencia que él se veía "capaz de todos los errores y de todos los horrores del hombre más vil", y que por eso comprendía las flaquezas humanas. Muchas veces le oí repetir una frase de un autor francés: "yo no sé cómo será el corazón de un criminal, pero me asomé al de un hombre de bien y me asusté". Este conocimiento del alma humana le llevaba a una actitud de contrición continua, que le llenaba de paz y serenidad.

No quiero terminar estas páginas sin dejar constancia de otra característica del talante de san Josemaría: era extraordinariamente agradecido. Cualquier cosa que hicieras por él la consideraba inmerecida y le llevaba a dar gracias. Lo comprobé en multitud de detalles: cada vez que me llamaba para encargar algo, siempre lo hacía con un por favor, y luego daba las gracias, y si se trataba de algo más personal, como pedir que estuviera listo el coche porque iba a hacer una salida, pedía excusas por molestar, preguntaba si había alguna dificultad, etc. Cuando se celebraba su santo o su cumpleaños, solíamos preparar algún programa de canciones: nunca dejó de agradecer cariñosamente lo que hacíamos. En alguna ocasión en que me dio un encargo algo particular me lo agradeció varias veces cuando me veía. A don José Luis Pastor, que durante años fue su médico, en todas las tertulias le agradecía públicamente lo que hacía por él, etc.

Teníamos una gran ilusión en que viera terminadas las obras y pudiera vivir en Cavabianca (la sede definitiva del Colegio Romano, a la que me trasladé en 1974). Cada vez que mencionábamos el asunto se ponía de manifiesto su desprendimiento hacia algo que él mismo había seguido con tanto interés, y su disponibilidad ante la Voluntad de Dios: pensaba siempre en que lo importante era servir a "los que vendrán después", sin dar importancia a lo que él pudiera llegar a ver en vida. Al acabar una de las últimas tertulias que tuvimos con él en Cavabianca, el 24 de abril de 1975 a las siete de la tarde, cuando estaba ya en el coche para marcharse, le dijimos que estaba quedando todo muy bonito, y casi sin dar importancia a este tema, nos respondió que no le interesaban los edificios sino los que los ocupábamos. Unas semanas más tarde, el 7 de junio, mientras íbamos todos con él hacia la ermita de la Santa Cruz (una de las construcciones que hay dentro de Cavabianca), le insinué que podíamos acercarnos a ver una plaza que había quedado muy bonita; me respondió con humor, mientras se apoyaba en mi brazo: "tampoco en tu tierra se comen un ternero de una vez... Ya la veré si Dios quiere".

El día 22 de junio de 1975, cuatro días antes de que entregara su alma a Dios, lo vi y saludé por última vez. Como siempre que venía a Cavabianca hacía indicaciones para completar la decoración, mejorar detalles, etc., y al mismo tiempo alababa y animaba a los arquitectos. Nada más verme me preguntó: "cómo va eso?". Tardé en reaccionar porque no me imaginaba que pudiera acordarse de que yo tenía un pequeño herpes labial, que ya estaba prácticamente curado.

Ese día le acompañé en el paseo que dio por distintas zonas de Cavabianca, que terminó con una tertulia en la sala de lectura. Me pareció que estaba cansado, al menos al final de la visita, que duró casi dos horas. Pienso que fue para todos la última lección que nos dio en su vida terrena: la ilusión y el empeño en el trabajo —sus indicaciones a los que estaban pintando, a los arquitectos...—, la rectitud de intención y el afán de almas que le movían, su unión con Dios mientras veía las cosas, su preocupación y cariño por sus hijos, su gracia y su buen humor.

 

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

El Sagrado Corazón de Jesús

 

El viernes siguiente al segundo domingo después de Pentecostés, la Iglesia dirige la mirada al costado abierto de Cristo en la Cruz, expresión del amor infinito de Dios por los hombres y manantial del que brotan sus sacramentos.

La contemplación de esta escena ha alimentado la devoción de los cristianos desde los primeros siglos, pues ahí han encontrado una fuente continua de paz y seguridad en las dificultades.

La mística cristiana nos invita a abrirnos al Corazón del Verbo Encarnado:

«Que Cristo habite en vuestros corazones por la fe, para que, arraigados y fundamentados en la caridad, podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad; y conocer también el amor de Cristo, que supera todo conocimiento, para que os llenéis por completo de toda la plenitud de Dios» Ef 3, 17-19.

La piedad popular del bajo medioevo desarrolló una veneración profunda y expresiva de la Humanidad Santísima de Cristo sufriente en la Cruz. Se difundió así el culto a la corona de espinas, los clavos, las llagas… y al Corazón abierto, síntesis de todos los padecimientos del Salvador por amor a nosotros.

Estas formas de piedad dejaron su impronta en la Iglesia, de modo que en el siglo XVII nació la celebración litúrgica de la solemnidad del Sagrado Corazón.

El 20 de octubre de 1672 un sacerdote normando, san Juan Eudes, celebró por vez primera una misa propia del Sagrado Corazón y, a partir de 1673, se fueron difundiendo por Europa las visiones de santa Margarita María Alacoque sobre la expansión de este culto. Finalmente, Pío IX extendió oficialmente a la Iglesia latina esta fiesta.

 

La liturgia del día desarrolla los dos pilares teológicos de la devoción: las riquezas insondables del misterio de amor desplegado en Cristo, y la contemplación reparadora de su corazón traspasado. Los recogen las dos oraciones colecta que el Misal Romano ofrece:

«al celebrar la solemnidad del Corazón de tu Hijo unigénito, recordamos los beneficios de su amor para con nosotros; concédenos recibir de esta fuente divina una inagotable abundancia de gracia»; «en el Corazón de tu Hijo, herido por nuestros pecados, has depositado infinitos tesoros de caridad; te pedimos que, al rendirle el homenaje de nuestro amor, le ofrezcamos una cumplida reparación».

La consideración del abismo de ternura del Señor por las almas es también una invitación a conformar el propio corazón al suyo, a unir al afán reparador el deseo eficaz de acercar más almas a Él:

«Nos hemos asomado un poco al fuego del Amor de Dios; dejemos que su impulso mueva nuestras vidas, sintamos la ilusión de llevar el fuego divino de un extremo a otro del mundo, de darlo a conocer a quienes nos rodean: para que también ellos conozcan la paz de Cristo y, con ella, encuentren la felicidad» San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 170

Magisterio papal más reciente

Desde que el papa Pío XII publicó su encíclica Haurietis aquas, varios de sus sucesores han tratado del culto al sagrado corazón de Jesús. El papa Pablo VI, en su carta apostólica titulada Las innumerables riquezas de Cristo (6 de febrero de 1965), recomendaba esta devoción como un medio excelente de honrar al mismo Jesús, y hacía notar la relación íntima entre esta devoción y el misterio eucarístico:

“Deseamos especialmente que el corazón de Jesús sea honrado por una participación más intensa en el sacramento del altar, puesto que el mayor de sus dones es la eucaristía”.

Pablo VI contaba esta devoción entre las fórmulas populares de piedad que el concilio Vaticano II quería promover, porque no podía por menos de alimentar una piedad auténtica hacia la persona de Cristo. Estaba, además, en armonía con la liturgia, porque precisamente en el corazón de Jesús tiene la liturgia su origen y su vida; desde ese corazón el sacrificio de expiación se elevó hacia el Padre eterno.

Juan Pablo II, en su primera encíclica, Redemptor hominis (4 de marzo de 1979), que trata del misterio de la redención, tiene la siguiente expresión:

“La redención del mundo -este tremendo misterio de amor en el cual la creación se renueva- es en su raíz más profunda la plenitud de la justicia en un corazón humano, el corazón del Hijo primogénito, para que pueda ser justicia en el corazón de muchos seres humanos, predestinados desde la eternidad en el Hijo primogénito a ser hijos de Dios y llamados a la gracia y al amor”.

En una audiencia general, el 20 de junio del mismo año, habló abundantemente de la devoción al sagrado corazón, cuya fiesta estaba a punto de celebrarse. “Hoy, anticipando la fiesta de ese día, junto con vosotros, deseo volver los ojos de nuestros corazones hacia el misterio de ese corazón. Me ha hablado desde mi juventud. Cada año vuelvo a este misterio en el ritmo litúrgico del tiempo de la Iglesia”.

Es característico del papa Juan Pablo hablar del corazón de Cristo asociándolo con todo corazónhumano. Es un caso de “cor ad cor loquitur”, “el corazón habla al corazón”. El corazón es un símbolo que habla del hombre interior y espiritual. El corazón humano, iluminado por la gracia, está llamado a comprender las “insondables riquezas” del corazón de Cristo.

San Juan el apóstol, san Pablo y los místicos de todos los tiempos, han descubierto por sí mismos y han compartido con otros esas mismas riquezas espirituales. Pero Jesús atrae a todos hacia su corazón, se revela a ellos, les habla al corazón, vive en sus corazones por la fe y quiere ser rey de ellos no por el ejercicio de la fuerza, sino con suavidad y amor.

Por fin, en una nota litúrgica, el papa explica cómo esta fiesta incluye y resume el ciclo litúrgico:

“Así, al final de este ciclo fundamental de la Iglesia, la fiesta del sagrado corazón de Jesús se presenta discretamente. Todo el ciclo está incluido definitivamente en él: en el corazón del Hombre-Dios. De él irradia también cada año la vida entera de la Iglesia”.

 

El alma baila: cansancio y descanso

Sentido común, buen humor y apertura a los demás: con esta clave se abordan, en esta segunda parte, algunos aspectos del descanso, tan necesario en nuestra vida como el trabajo.

16/01/2017

«Quando il corpo sta bene, l’anima balla –Cuando el cuerpo está bien, el alma baila». La primera vez que san Josemaría oyó este proverbio italiano, no le gustó: tantas veces, él había conocido a personas que, aun en medio de un gran sufrimiento físico, estaban llenas de alegría y de paz: «el cuerpo está bien –aunque esté enfermo– y el alma baila, si se tiene sentido sobre la vida sobrenatural», decía en una ocasión[1]. Con todo, llegó a apreciar la sabiduría que recoge este refrán: el ser humano es, inseparablemente, cuerpo y espíritu; y, lo mismo que el espíritu, según sea su ánimo, puede remolcar el cuerpo o abatirlo, el cuerpo puede ser altavoz del espíritu cuando está sano, pero también puede ser sordina, cuando la salud se quiebra.

Si más vale prevenir que curar, el descanso es una de las mejores medidas de prevención. Como en todo lo demás de nuestra vida, también aquí Dios cuenta con nuestro buen hacer ordinario: se trata de equilibrar la solicitud por nuestras obligaciones con la responsabilidad de recuperar las fuerzas necesarias para seguir atendiéndolas. Descansar, por eso, no es un lujo ni una forma de egoísmo; es una necesidad, un deber. «Cuídate», se dice a veces entre amigos y familiares, al despedirse: nos recordamos mutuamente que nuestra salud es un don de Dios. Un don para servir a los demás, que es necesario proteger, sin dramatismos, pero con decisión. El Papa lo recuerda también con aquel sabio y paternal consejo del Sirácide[2]: «Hijo, en la medida en que puedas, procúrate el bien (…). No te prives de un día feliz» (Si 14,11.14).

Con sentido común y buen humor

«CUÍDATE», SE DICE A VECES ENTRE AMIGOS Y FAMILIARES: NOS RECORDAMOS QUE NUESTRA SALUD ES UN DON DE DIOS, Y QUE ES NECESARIO PROTEGERLA, SIN DRAMATISMOS, PERO CON DECISIÓN

«Dame, Señor, una buena digestión, y también algo que digerir. Dame un cuerpo sano, Señor, con el sentido común necesario para cuidarlo. Dame, Señor, un alma sencilla, que sepa atesorar todo lo que es bueno y puro, y que no se asuste fácilmente ante el mal, sino que encuentre el modo de poner las cosas de nuevo en su lugar. Dame un alma que no conozca el aburrimiento, las murmuraciones, los suspiros y los lamentos, y no permitas que esa cosa pesada que se llama “Yo” me preocupe demasiado. Dame, Señor, sentido del humor. Dame la gracia de comprender una broma, y de descubrir un poco de alegría en esta vida y comunicarla a los demás. Así sea»[3].

En esta oración, que se suele atribuir a santo Tomás Moro, se dibuja con sencillez y precisión el tono del descanso de un hijo, de una hija de Dios. Sin duda, este santo experimentó el cansancio, porque a sus responsabilidades profesionales y a su vida familiar, que cuidaba con esmero, se sumaba una viva inquietud intelectual y una correspondencia incesante con amigos y colegas; pero procuraba salir al paso de la fatiga con sentido común y buen humor, porque tan necesario es dar importancia a nuestro reposo como quitar peso al cansancio. Por eso, san Pablo aconseja a «los que lloran» a vivir «como si no llorasen», y a «los que se alegran, como si no se alegrasen» (1 Co 7,30). Es verdad que necesitamos descansar, y que a veces es irresponsable esperar a caer agotado, porque entretanto nuestra salud se va resintiendo. Sin embargo, tampoco se trata de tener unas expectativas irreales, porque viviríamos en la ansiedad de no poder alcanzarlas.

EL MEJOR REPOSO ES EL QUE SE DOSIFICA GOTA A GOTA, PORQUE NOS AYUDA MÁS EL RIEGO CONTINUO QUE UN AGUACERO PUNTUAL ENTRE MUCHOS DÍAS DE SEQUÍA

Es bueno descubrir el descanso también en las pequeñas cosas de la vida de cada día: el mejor reposo es el que se dosifica gota a gota, porque nos ayuda más el riego continuo que un aguacero puntual entre muchos días de sequía. Decía san Josemaría que descansar «no es no hacer nada: es distraernos en actividades que exigen menos esfuerzo»[4]. De ordinario, si evitamos llegar al agotamiento, podremos descansar así. Y, con un poco de creatividad y de orden, habrá veces en que incluso el trabajo mismo será un motivo de reposo: «mientras trabajas en una cosa, descansas de la otra. Ése es el espíritu del Opus Dei»[5]. Cuando se pone ilusión en lo que se hace, aunque humanamente parezca poco atractivo, resulta más fácil disfrutar con la tarea; se consiguen entonces mejores resultados y se descansa trabajando.

La higiene del descanso

Del griego hygieinos, saludable, la higiene es un conjunto de medidas que permite conservar la salud. La higiene del sueño, como se sabe, es un principio elemental del descanso: el cuerpo humano necesita dormir. Cuando le pedimos que prescinda de ese reposo, hace horas extra, saca energías de donde puede. Pero abusar de esa flexibilidad podría causar una deformación difícil de revertir, como le sucede a una goma elástica a la que se ha pedido más elasticidad de la que verdaderamente tenía. La necesidad de cuidarse en este aspecto va más allá del corto plazo: no se trata simplemente de que tras una noche sin dormir se pierda lucidez y energías, sino de que, con el tiempo, la falta acumulada de sueño genera desequilibrios, y la salud se vuelve quebradiza. Aquí rige, como en tantas cosas, aquel aforismo universal: «pan para hoy, hambre para mañana».

Con todo, puede ocurrir que, a pesar de procurar dormir con regularidad, se experimente dificultad para conciliar el sueño, para que se prolongue durante la noche, o para que sea verdaderamente reparador. El insomnio no es en sí mismo una enfermedad, sino un síntoma. Cuando se presenta, hay que buscar sus causas, en ocasiones con la ayuda de un especialista. Los factores pueden ser externos o ambientales, como el calor o el frío, los ruidos, el exceso de luz; o internos, como una preocupación que hace sufrir, un proyecto en marcha, un problema respiratorio o fisiológico, etc. Como en otros aspectos de la salud, a veces no se podrá solucionar el problema. Además de seguir buscando alternativas de tratamiento, será una ocasión más para abandonarse con serenidad en las manos de Dios.

El cansancio es habitualmente el resultado de una tensión continuada. El término estrés, aunque ha venido a designar un estado en el que la persona se ve sobrepasada por la acumulación de trabajo o por una situación agobiante, se deriva de hecho del verbo stress, que no tiene de por sí connotación de crisis, sino simplemente de enfatizar, presionar, esforzar. El trabajo tenaz y constante no es, en sí mismo, malo para la salud: lo que puede lesionarla es la carencia de relajación o una motivación equivocada. «Más vale un puñado con reposo, dice el Eclesiastés, que dos puñados con trabajo y empeño vano» (Qo 3,6). Uno puede cansarse innecesariamente a fuerza de no detenerse, de querer resolver todo de inmediato, de agobiarse con las tareas pendientes; el trabajo tiene entonces mucho de «empeño vano». Pero también se vuelve anodino y pesado el trabajo concebido como fin en sí mismo, cuando uno pierde de vista que se debe a los demás.

A VECES SURGEN PEQUEÑOS CONFLICTOS CON LAS PERSONAS CON LAS QUE VIVIMOS O TRABAJAMOS, QUE SE DISUELVEN EN CUANTO PASAMOS UNAS HORAS CON ELLAS, FUERA DEL ÁMBITO HABITUAL

La tensión muscular que acumulamos a lo largo del día se puede deber también a veces a las prisas. La inmediatez de la comunicación electrónica y la velocidad de los medios de transporte tienden a transferirse a todos los ámbitos de la vida, y puede llevarnos a vivir siempre corriendo, a ir por la vida con cara de prisa. Por eso, en la medida en que dependa de cada uno, es muy conveniente habituarse a equilibrar la tenacidad con la calma. Salir con tiempo para llegar con tiempo a las citas con otras personas, procurar escuchar a los demás sin pensar en lo siguiente que vamos a hacer, tener paciencia con los retrasos… Si hasta el modo en que respiramos incide en el sosiego y la distensión del cuerpo, una adecuada respiración del alma nos conserva la serenidad y las energías para poder resolver los problemas, o para convivir con las preocupaciones, con nuestra imperfección y la de los demás. Estos hábitos nos proporcionan gradualmente un descanso sano y sencillo, y nos permiten ser oasis para los demás: hombro sobre el que apoyarse, oído al que confiarse.

La relajación del cuerpo y del alma se logra también con el ejercicio físico. Todo son ventajas en el hábito de caminar un rato cada día, aprovechando los desplazamientos, al ir y volver del trabajo, al recoger de la escuela los hijos. A la vez, mientras la edad lo permita, es útil el deporte, como medio de diversión y esfuerzo alegre: nos viene muy bien someter al cuerpo a desafíos razonables, sin imprudencias, que pueden ser ocasión de compartir el descanso con otros. Estas y otras medidas sencillas, que cada cual puede integrar en su vida diaria, conforman una correcta higiene del descanso en el trabajo, que nos hace más alegres y eficaces.

Renovar el aire

El descanso, en sus múltiples formas, es un cambio de aires. Así como el ambiente de una habitación cerrada se carga al cabo del tiempo y necesita ventilación, la vida cotidiana, incluso cuando no trae consigo grandes turbulencias, cansa: si no procuramos airearnos, se introduce fácilmente el hastío o la rutina.

Cambio de aires no significa necesariamente ausentarse varios días, porque muchas veces nuestras responsabilidades no nos lo permitirán. Un rato de deporte o un paseo, o una excursión al campo, a la montaña, a visitar algún lugar distinto, despeja la cabeza y permite volver renovados a la vida normal. En ocasiones, por ejemplo, surgen pequeños conflictos con las personas con las que vivimos o trabajamos, que se disuelven en cuanto pasamos unas horas con ellas, fuera del ámbito habitual; otras veces, tenemos entre manos cuestiones que no logramos enfocar bien y que requieren tomar un poco de distancia, pasar por el colador del descanso. La ficción, a través de la lectura o del cine, la poesía, el arte, apartan también un poco de los problemas cotidianos, y refrescan; dan un cambio de perspectiva, que permite reenfocar la realidad y descubrir la belleza en las pequeñas cosas.

EL ASPECTO LÚDICO Y FESTIVO FORMA PARTE DEL REPOSO, PERO NO CONVIENE CONFUNDIR LA FIESTA CON EL EXCESO; FESTEJAR EVITANDO LA SACIEDAD AYUDA A DISFRUTAR MÁS DE LAS COSAS

El verdadero descanso no es, sin embargo, evasión: se trata de separarse un poco de la realidad cotidiana para volver renovado; no de huir ansiosamente de ella. A la vista de las formas que toma la desconexión en los fines de semana de algunas personas, y del estado lamentable en que les deja, se diría que si volvemos del descanso peor de como fuimos, se trató de un descanso ficticio. A veces uno cree necesitar ciertos desahogos quizá porque está a disgusto con su vida cotidiana, porque huye de sí mismo. Conviene por eso atreverse a identificar, en la propia vida, el entretenimiento que evade pero que no descansa verdaderamente, o que incluso hace daño. La sobriedad es, en ese sentido, una buena piedra de toque del descanso de calidad. Sin duda, el aspecto lúdico y festivo forma parte del reposo; pero no conviene confundir la fiesta con el exceso, aunque se haya extendido ese modo de ver. Resulta muy sabio en esto también el consejo de «darle un poco menos de lo justo» al cuerpo[6]: festejar evitando la saciedad ayuda a disfrutar más de las cosas. La sobriedad nos quita la ansiedad, que lleva a vivir mendigando evasiones constantemente, y sufriendo cada vez que hay que dejarlas. Por eso es bueno, por ejemplo, prescindir a veces de la música, aunque tengamos posibilidad técnica de oírla todo el tiempo; olvidarnos por un rato de nuestra conexión a internet, para conectar con quienes nos rodean, para estar pendientes de ellos; cuestionarse, en definitiva, ciertos «imperativos» a los que nos somete una constante oferta de posibilidades de ocio, que a veces podría quitarnos la libertad de un descanso sencillo y alegre.

Un descanso abierto

El cultivo de aficiones y de intereses culturales enriquece la vida familiar, y es también una alternativa al deporte, que se puede ver impedido por el tiempo, por la enfermedad o la edad. Uno no es joven toda la vida, y si hiciera girar todo su descanso en torno a deportes de gran intensidad, llegado a una cierta edad se aburriría, y sería un peso para sí mismo y para los demás. Por eso conviene no esperar a ese momento para desarrollar otras formas de descanso. Aunque algunas no requieren siempre compañía, un hijo de Dios las concibe siempre desde la apertura a quienes le rodean: considera el propio descanso como parte de su vida con los demás y para los demás, y no como una cuestión meramente privada. Vistos así, la lectura y el cine, por ejemplo, alimentan las conversaciones, dan que hablar; la pintura, la jardinería o el bricolaje hacen amable el hogar; el talento musical de cada quien –aunque no sea grande–, la creatividad en la cocina, la originalidad a la hora de una celebración, amenizan la vida.

El buen descanso está abierto a la familia y a los amigos: no tendría sentido que llegara el fin de semana y uno se cerrara en su cascarón. El descanso individualista acaba por no aliviar verdaderamente, y produce una extraña ansiedad por escaparse, que suele ser sintomática de una tensión con la propia identidad de padre, madre, hermano, marido, hija. Una cosa son, en ese sentido, las ganas de descansar, y otra la ansiedad por descansar; el descanso abierto es sereno y flexible, y despliega nuestra identidad: nos ayuda a ser quienes somos.

En la exhortación de san Pablo, «alter alterius onera portate, llevad los unos las cargas de los otros y así cumpliréis la ley de Cristo» (Gal 6,2), podemos ver una invitación a cuidar del reposo de los demás, a descansar haciéndoles descansar. Hacerse a los gustos de quienes nos rodean forma parte del día a día de una familia: el padre con los hijos, la mujer con el marido, los nietos con los abuelos... Y comprender: alivia y aligera mucho querer y saberse querido, tener alrededor gente que nos escucha, que nos comprende, que se hace cargo de todo lo nuestro. «Si ponéis cariño, cada una de nuestras casas será el hogar que yo quiero para mis hijos. Vuestros hermanos tendrán un hambre santa de llegar a casa, después de la jornada de trabajo; y tendrán también ganas de salir a la calle –descansados, serenos–, a la guerra de paz y de amor que el Señor nos pide»[7].

El descanso encuentra, en fin, su fuente más profunda y su horizonte último en el Señor. «Dios mío: descanso en ti», anotaba san Josemaría en el margen del Decenario al Espíritu Santo; «Señor Dios –rezaba san Agustín– danos la paz, puesto que nos has dado todas las cosas; la paz del descanso, la paz del sábado, la paz sin ocaso»[8]. Si a veces nos quedamos abobados viendo el paisaje desde un alto, las olas del mar que van y vienen, el fuego que crepita en la chimenea, los niños que juegan, ¿cómo no vamos a encontrar nuestro reposo en la oración, en la intimidad con el Dios que siempre nos escucha y llena de sentido lo que hacemos? «El Señor Dios es sol y escudo» (Sal 84 [83],12): Él ilumina nuestro cansancio y nuestro descanso. Si el alma enmudece cuando le pierde de vista, canta y baila al recuperarle. «Descansa en la filiación divina. Dios es un Padre –¡tu Padre!– lleno de ternura, de infinito amor. –Llámale Padre muchas veces, y dile –a solas– que le quieres, ¡que le quieres muchísimo!: que sientes el orgullo y la fuerza de ser hijo suyo»[9].

Wenceslao Vial - Carlos Ayxelà


[1] San Josemaría, Notas de una reunión familiar, 29-IV-1969 (citado en Camino, edición crítico-histórica, 3ª ed., Rialp, Madrid 2004, 337, nota 60).

[2] Cfr. Francisco, Ex. Ap. Evangelii gaudium (24-XI-2013), 4.

[3] De entre las variantes de esta oración, se traduce aquí la versión inglesa citada en el discurso del Papa Francisco del 22-XII-2014.

[4] Camino, 357.

[5] San Josemaría, Notas de una reunión familiar, 7-VII-1974.

[6] Cfr. Camino, 196.

[7] San Josemaría, Notas de una reunión familiar, 29-III-1956 (citado en A. Sastre, Tiempo de Caminar, Rialp, Madrid 1989, 182-183).

[8] San Agustín, Confesiones, XIII.35.50.

[9] San Josemaría, Forja, 331.

 

VIVIR EL AMOR FAMILIAR CON “EL TODO INCLUIDO”

Este mes de junio está sembrado de fiestas para los hijos de la gran familia de la Iglesia. Comenzamos con el domingo 5, Pentecostés; el 10, la santísima Trinidad; el 17, el Corpus Christi; el jueves 23, la Natividad de san Juan Bautista1; el viernes 24, el Sagrado Corazón de Jesús y el martes 29, san Pedro y san Pablo. Pero este año hay un extra... el domingo 26 será la conclusión del Año “Familia Amoris laetitia”, un año dedicado especialmente a la familia, con el X Encuentro Mundial de las Familias en Roma con el Santo Padre.

Refresquemos la memoria. El motivo para celebrar este Año de la Familia fue el 5o aniversario de la publicación de la exhortación apostólica Amoris Laetitia sobre la belleza y la alegría del amor familiar, promulgada el 19 de marzo de 2016. Por eso, Francisco inauguró el Año “Familia Amoris Laetitia” en la Solemnidad del san José, custodio de la Sagrada Familia, del año 2021. Han transcurrido los meses... a lo mejor no lo hemos tenido presente. En cualquier caso, siempre estamos a tiempo de redescubrir la belleza y la alegría del amor familiar a la luz del Evangelio, con las enseñanzas del Papa Francisco.

La intención de oración del Papa para junio está dedicado a la familia: “Recemos por las familias cristianas de todo el mundo, por cada una y por todas las familias, para que, con gestos concretos, vivan la gratuidad del amor y la santidad en la vida cotidiana”. Concretemos esa oración diaria; nos servirá de despertador para crecer en el amor familiar. En el video de presentación2 producido por la red Mundial de oración del Papa, Francisco recuerda que “el amor en la familia es un camino personal de santidad para cada uno de nosotros”. Centro la charla en el amor en la familia, en concreto en la ayuda de Dios para lograrlo.

Vivir la vida familiar con el “todo incluido”

“A principios del XX, una familia del sur de Italia emigra a los Estados Unidos. Como carecen de suficiente dinero para pagar las comidas en el restaurante, llevan consigo vianda para el viaje: pan y queso. Con el paso de los días y de las semanas el pan se endurece y el queso enmohece; en cierto momento, el hijo no lo aguanta más y no hace más que llorar. Entonces sus padres sacan la poca calderilla que les queda y se la dan para que disfrute de una buena comida en el restaurante. El hijo va, come y vuelve a sus padres bañado en lágrimas. <¿Cómo? Hemos gastado todo para pagarte un almuerzo, ¿y sigues llorando?>. <Lloro porque he descubierto que una comida al día en el restaurante estaba incluida en el precio, ¡y hemos pasado todo el tiempo a pan y queso!>”. Esta historia3 la contaba el padre Catalamesa; concluía el relato con la siguiente lección: “Muchos cristianos realizan la travesía de la vida «a pan y queso», sin alegría, sin entusiasmo, cuando podrían, espiritualmente hablando, disfrutar cada día de todo «bien de Dios», todo «incluido en el precio» de ser cristianos”.

Vivir la vida familiar, con el “todo incluido”, supone no olvidarse de Dios y de lo que ha regalado a la familia

4
a través de Cristo. “En Nazaret, la familia humana tuvo una segunda oportunidad, un nuevo comienzo” . Dios

es el primer interesado en que a la familia, en especial a la de sus hijos, le vaya bien. Por eso, además de las gracias propias del cristiano, que nos llegan a través de la Palabra de Dios, de la oración y los sacramentos, de las buenas obras hechas por amor, previó unas gracias propias para los esposos. Propongo revisarlas para hacer uso de ellas y así vivir con el “todo incluido”.

La Trinidad y la familia

Santa Teresa de Calcuta encontró un día a una anciana en una calle, cubierta de llagas, así que empezó a

limpiarla. En un momento dado, la anciana preguntó: <¿Por qué estás haciendo esto? La gente no hace cosas

como esta. ¿Quién te enseñó?> Ella respondió: <Mi Dios me enseñó>. La anciana replicó: <¿Quién es este

Dios?>. Y la madre Teresa dijo con sencillez: <Tú conoces a mi Dios. Mi Dios se llama amor>. “Nuestro Dios,

en su misterio más íntimo, no es una soledad, sino una familia, puesto que lleva en sí mismo paternidad,

5
filiación y la esencia de la familia, que es el amor” . Por eso “Dios es amor” (1 Juan 4, 16). Y por eso crea al ser

1 Aunque la fiesta es el 24, al coincidir con el Sagrado Corazón de Jesús, se adelanta su celebración litúrgica. 2 Puedes verlo en https://thepopevideo.org/?lang=es . La duración es 1,49 minutos.
3 Padre Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, comentario a la Liturgia de Pentecostés (9.05.2008). 4 Scott Hahn, Lo primero es el Amor, p. 63.

5 San Juan Pablo II, catequesis (28.01.1979).

1

humano por amor, y lo llama al mismo tiempo al amor, para vivir en el amor y en familia; el hombre y la 6

mujer “solo se realiza plenamente existiendo con alguien o, más exactamente, para alguien” .

Es el proyecto originario de Dios. En el Génesis, como coronación del relato de la creación, se dice: “Dios creó

al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó... Por eso abandonará el varón a su

padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne” (Génesis 1, 27; 2, 24). Esta revelación de

la Sagrada Escritura señala a la unión conyugal del hombre y de la mujer como imagen de Dios, no solo el

hombre en su individualidad, ni solo la mujer. Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, viven desde siempre y para

siempre en una unidad perfecta de amor; así serán marido y mujer una sola carne, “una única vida, un 7

“nosotros” en la comunión del amor con Jesús, vivo y presente en cada momento de su existencia” . Dios

confía la creación a la alianza de amor matrimonial. Será en la familia donde la persona humana aprenda

amar al ser amado como Dios le ama. “Dios, por decirlo así, se <refleja> en los esposos, imprime en ellos los 8

propios rasgos y el carácter indeleble de su amor. El matrimonio es la imagen del amor de Dios por nosotros” . Por eso la victoria del amor familiar es tan decisiva para la alegría del mundo y la felicidad de las personas.

La luz que la Trinidad brinda para descubrir qué consiste el amor familiar es una gracia. Cristo nos ha abierto

la entrada a la intimidad de la familia divina para educarnos en el amor. El Papa hacía un resumen de esa

enseñanza: “la Trinidad nos enseña que no se puede estar nunca sin el otro. No somos islas, estamos en el

mundo para vivir a imagen de Dios: abiertos, necesitados de los demás y necesitados de ayudar a los demás.

¿Soy un reflejo de la Trinidad en la vida de todos los días? ¿Creo verdaderamente que para vivir necesito a los

demás, necesito entregarme a los demás, necesito servir a los demás? ¿Lo afirmo de palabra o lo afirmo con

la vida? La señal de la cruz que hago cada día —Padre e Hijo y Espíritu Santo—, ¿se queda en un mero gesto

9 ocioso o inspira mi manera de hablar, conocer, responder, juzgar, perdonar?” .

El matrimonio, sacramentum magnum

Juan Pablo I10 contaba una historia a los recién casados para recalcar los bienes espirituales que habían recibido al contraer matrimonio. El siglo pasado había en Francia un profesor insigne, Federico Ozanam; enseñaba en la Sorbona, era elocuente, estupendo. Tenía un amigo, Lacordaire, sacerdote, que solía decir: <¡Este hombre es tan estupendo y tan bueno que se hará sacerdote y llegará a ser todo un obispo!> Pero no. Encontró a una señorita excelente y se casaron. A Lacordaire no le sentó bien y dijo: <¡Pobre Ozanam! ¡También él ha caído en la trampa!>. Dos años después, Lacordaire vino a Roma y fue recibido por Pío IX; <Venga, venga, padre, —le dijo— yo siempre había oído decir que Jesús instituyó siete sacramentos: ahora viene Ud., me revuelve las cartas y me dice que ha instituido seis sacramentos y una trampa. No, padre, el matrimonio no es una trampa, es un sacramento muy grande>.

Es san Pablo quien acuñó esa expresión en su carta a los Efesios (Efesios 5, 32). “Inspirado por el Espíritu Santo,

Pablo afirma que el amor entre los cónyuges es imagen del amor entre Cristo y la Iglesia. Una dignidad

impensable. Pero en realidad está inscrita en el designio creador de Dios, y con la gracia de Cristo

11

Cristo. Y anunciar a todos la belleza y la grandeza de este proyecto humano y divino.
Cristo, redentor del hombre, vino a salvarnos, y re-creo el matrimonio para llevar a plenitud la realidad

natural del matrimonio de El Principio. El mal que experimentamos en el corazón se manifiesta en nuestras

6 San Juan Pablo II, catequesis (9.I.1980).
7 Francisco, Carta a los Matrimonios con ocasión del Año “Familia Amoris Laetitia” en la fiesta de la sagrada familia(26.12.2021). 8 Francisco, catequesis (2.04.2014).
9 Francisco, Angelus (12.06.2022).
10 Juan Pablo I, catequesis (13.09.1978). Será beatificado el próximo 4 de septiembre. Federico Ozanan fue beatificado en 1997. 11 Francisco, catequesis (6.05.2015).

. Qué importante papel tienen los esposos cristianos: su amor conyugal es una actualización real y verdadera, no solo figurativa, de la alianza de amor entre Cristo y la Iglesia; su amor hace presente entre los hombres el amor redentor de Cristo. Para que sea así en la sencillez y también en la fragilidad de la condición humana, es necesario la gracia del sacramento y la ayuda de la Iglesia. Esa es la misión de la familia cristiana, iglesia doméstica; hoy especialmente necesaria, para ser ejemplo de las jóvenes generaciones, para acompañar con ternura a otras familias, sin dejar de lado a las familias heridas, y ayudarlas a construir su vida familiar sobre la roca firme de

innumerables parejas cristianas, incluso con sus límites, sus pecados, la hicieron realidad”

2

relaciones, también en la familia, por eso “la unión del hombre y la mujer vive amenazada por la discordia, el 12

espíritudedominio,lainfidelidad,loscelosyconflictosquepuedenconducirhastaelodioylaruptura” .

Cristo sano las heridas del pecado y doto al matrimonio de gracias propias. Lo elevó a la dignidad de

sacramento, es decir, de signo eficaz y comunicación de la gracia13 para que esa unión matrimonial cause

gracia para vivir con plenitud como esposo y como esposa todos los momentos de su existencia. Ya lo decía

una canción popular francesa: “si partes para la guerra, reza una oración; si vas por mar incierta, reza dos

oraciones; pero cuando celebres tus bodas, reza lo más que puedas”, y es que los que fundan un hogar

necesitan una especial asistencia divina, que deben solicitar en la oración y esperar siempre por el

sacramento del Matrimonio. Cristo bendice el matrimonio y bendice el mundo a través de él. “¡El futuro de 14

la humanidad se fragua en la familia!” .

¡No están solos!

“La vocación al matrimonio es una llamada a conducir un barco incierto —pero seguro por la realidad del sacramento— en un mar a veces agitado... Dios los acompaña, los ama incondicionalmente. ¡No están

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solos!” . Estas palabras del Papa en una carta a los matrimonios nos recuerdan la clave para no naufragar

en el viaje de la vida: los esposos cuentan con el amor fiel e incondicional de Dios. Al hilo de la escena de la tempestad calmada, Francisco recordaba el grito de auxilio de los apóstoles a Jesús, dormido sobre un cabezal, ante el peligro de naufragar por la fuerza de las olas: “Lo despertaron, diciéndole: <Maestro, ¿no te importa que perezcamos?>” (Marcos 4, 38). “No olvidemos que a través del sacramento del matrimonio Jesús está presente en esa barca. Él se preocupa por ustedes, permanece con ustedes en todo momento en el vaivén de la barca agitada por el mar” (ídem). Y concluía: “Es importante que juntos mantengan la mirada fija en Jesús. Sólo así encontrarán la paz, superarán los conflictos y encontrarán soluciones a muchos de sus problemas. No porque estos vayan a desaparecer, sino porque podrán verlos desde otra perspectiva” (ídem).

Repetidas veces el Papa recuerda que “no existe la familia perfecta. Siempre hay <peros>. Pero no pasa nada.

16

. Somos personas con defectos y fragilidades. Podemos y debemos mejorar, pero en lo esencial no cambiamos. Amamos tal y como somos, como mejor podemos, con imperfecciones y límites. No existen familias ideales, sino reales, necesitadas de la ayuda del Cielo y de ser acompañadas por otras familias, y a su vez acompañar a otras. Los matrimonios necesitan formarse y compartir con otros sus ilusiones, sus fracasos, sus buenos momentos y sus dificultades... reclaman apoyarse en personas que les quieran bien y en quien confiarse. La experiencia de los especialistas muestra que las principales causas por las que hoy se rompen muchas familias no son en

realidad irreparables.

Fe y familia están en el mismo barco

No hay que tenerle miedo a los errores; hay que aprender de ellos para seguir adelante”

Si se deteriora la fe, si no invitamos a Jesús a subir a la barca, la familia entra en estado de fragilidad y

17

viceversa. Es lo que expone Mary Eberstadt

. Lo explica sirviéndose de la estructura del ADN: “La religión y

la familia son la doble hélice de la sociedad: una depende de la vitalidad de la otra para reproducirse”. Se

trata, pues, de un proceso en doble sentido: al igual que el factor religioso proporciona un ambiente que

transforma los valores de una familia, el factor familiar actúa como una fuerza poderosa sobre el estado de

las creencias y la práctica religiosa de una sociedad. “El analfabetismo familiar crea analfabetismo religioso”.

Como exponía Francisco en su primera encíclica: “El primer ámbito que la fe ilumina en la ciudad de los

hombres es la familia... Prometer un amor para siempre es posible cuando se descubre un plan que sobrepasa

los propios proyectos, que nos sostiene y nos permite entregar totalmente nuestro futuro a la persona

18
amada” . Vivir sin Dios o como si Dios no existiera supone quedarse solo en la travesía, sin la compañía del

garante de nuestro éxito, sin la luz y las fuerzas extras que el diseñador del viaje desea darnos para que

12 Catecismo de la Iglesia n. 1606.
13 Ref. Catecismo de la Iglesia n. 1617.
14 San Juan Pablo II, exhortación apostólica Familiaris Consortio n. 86.
15 Francisco, Carta a los Matrimonios con ocasión del Año “Familia Amoris Laetitia” en la fiesta de la sagrada familia(26.12.2021)
16 Francisco, presentación de la oración del Papa de junio.
17 Mary Eberstadt, investigadora del Hoover Institute y del Ethics and Public Policy Center en Washington, tenida en EE.UU. como una de las analistas culturales más sugerentes, en su ensayo: “Cómo el mundo occidental perdió realmente a Dios”.
18 Francisco, encíclica La luz de la fe n. 52.

3

lleguemos a puerto seguro. Por eso, si queremos ayudarnos y ayudar a los demás en su proyecto familiar hemos de recuperar a Dios en nuestras vidas.

En un viaje a Asís, en octubre del 2014, en el encuentro de Francisco con los jóvenes, la primera pregunta se la hicieron unos recién casados; le plantearon las dificultades para formar un hogar, y les contestó: “Pensemos en nuestros padres, en nuestros abuelos o bisabuelos: se casaron en condiciones mucho más pobres que las nuestras, algunos en tiempo de guerra, o en la posguerra; algunos emigraron, como mis padres. ¿Dónde encontraban la fuerza? La encontraban en la certeza de que el Señor estaba con ellos, de que la familia está bendecida por Dios en el Sacramento del matrimonio, y de que es bendita la misión de tener hijos y de educarlos. Con estas certezas superaron incluso las pruebas más duras. Eran certezas simples, pero verdaderas, formaban columnas que sostenían su amor. Su vida no era fácil: había problemas, tantos problemas. Pero estas certezas simples les ayudaban a ir hacia delante. Y lograron hacer una bella familia, a dar vida, a hacer crecer sus hijos”. Es una pena que muchos cristianos olviden esta bendición divina que les da el título permanente de acreedores de Dios, y no actualicen a diario su fe en el sacramento del matrimonio, reclamando filialmente a Dios las gracias que les ha prometido conceder desde el momento de su unión, a diario, hasta que “la muerte les separe”. La falta de acogida de esas gracias, el relegar a Dios de su unión arrinconándole de la vida cotidiana familiar, en definitiva olvidarse de que se han “casado en el Señor”, en palabras de san Pablo, es una de las causas determinantes del colapso de no pocas familias.

Lo que el mundo y la Iglesia espera y necesita: matrimonios comprometidos con la santidad

Las familias son la tierra que hay que regar y al mismo tiempo la semilla que hay que sembrar para enriquecer

el mundo con verdaderos testigos creíbles de la belleza del amor. Que sea restablecida la santidad, en

especial en los matrimonios cristianos: he ahí la esperanza. “Son –estos hombres y estas mujeres tan

valientes– un recurso esencial para la Iglesia, también para todo el mundo. Que Dios los bendiga mil veces

19
por esto” . Recemos y trabajemos por esa primavera de familias cristianas, comprometidas con la santidad,

en y a través de su matrimonio y su familia, nunca en paralelo, o a pesar de.... “Estamos llamados a ser santos

precisamente viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio cristiano en las ocupaciones de cada día. Y

cada uno en las condiciones y en el estado de vida en el que se encuentra... ¿Estás casado? Sé santo amando

y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia... ¿Eres padre o abuelo? Sé santo

20 enseñandoconpasiónaloshijosoalosnietosaconoceryaseguiraJesús” ...ElPapaponemásejemplos,

que llama “pasos de santidad”, en los que nos espera Dios: “Es la invitación a compartir la alegría del Señor, a vivir y a entregar con gozo cada momento de nuestra vida, convirtiéndolo al mismo tiempo en un don de amor para las personas que están a nuestro alrededor. Si comprendemos esto, todo cambia y adquiere un significado nuevo, un significado hermoso, un significado comenzando por las pequeñas cosas de cada día”.

En ese hacerse santo, el marido estará apoyado en la mujer y la mujer en el marido, y los dos apoyados en Dios, en esa gracia propia del sacramento del Matrimonio que les ha regalado. Forma parte de la propia y personal santificación de ambos esposos, como una exigencia interior del mismo amor matrimonial: “velar” por la santificación de su cónyuge y de sus hijos, como instrumento de Dios y como mediador ante Dios. La familia es una especial comunión de los santos; Dios cuenta con cada uno de ellos para que su amor por el cónyuge y los hijos sea fuente y uno de los cauces principales del amor de Dios por ellos, y así lleguen al cielo.

Por esto recemos diariamente en unión con el Papa, para que crezcan en número los matrimonios cristianos 21

queluchanpor“santificarelhogardíaadía,crear,conelcariño,unauténticoambientedefamilia” .Para que la Iglesia les ayude más y mejor a ser auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas iglesias domésticas. Y en colaboración con ellas, acompañen a todas las familias, sin excluir las familias en crisis, a los novios, a los recién casados, a los separados, a los divorciados vueltos a casar, a los viudos, a los solteros. Para que a través de esa “belleza hecha vida” sea creíble el plan maravilloso de Dios sobre el amor conyugal y familiar.

4

19 Francisco, catequesis (6.05.2015).
20 Francisco, catequesis (19.04.2014).
21 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa n. 23.

 

 

Los obispos españoles piden movilizarse en defensa de la vida... el domingo, gran manifestación

La cabecera de la Marcha Sí a la Vida de marzo de 2022, y el 26 de julio la cultura provida vuelve a las calles de Madrid

P.J.G.

22 junio 2022 14:20

La manifestación provida del domingo 26 de junio en Madrid (web aquímanifiesto aquí) puede marcar un hito en la historia de la causa provida en España. La concentración saldrá de la Glorieta de Bilbao a las 12.00h y marchará hasta la Plaza de Colón.

El contexto es peculiar: leyes de eutanasia que amenazan la vida de los pacientes y al oficio médico mismo, acoso a la objeción de conciencia, aborto más fácil y ampliado a niñas sin avisar a sus padres, amenaza de multas a quien entregue información frente a centros abortistas, contexto de adoctrinamiento en sexo hedonista y, en Estados Unidos, el debate sobre la sentencia Roe vs. Wade que implantó el aborto en todo el país sin pasar por las urnas, debate que muchos abortistas allí abordan atacando centros provida con fuego o piedras y amenazando a los jueces con violencia. En España, hace 12 años que el Tribunal Constitucional debería haberse pronunciado sobre la ley de aborto de Rodríguez Zapatero.

Los obispos españoles no se han pronunciado explícitamente sobre la manifestación del domingo -excepto algunos aquí y allá- pero este miércoles la Subcomisión de Familia y Vida (compuesta por José Mazuelos, obispo de Canarias, y médico; Reig Pla, de Alcalá de Henares; Ángel Pérez, de Barbastro; Santos Montoya, de La Rioja, y Francisco Gil, emérito de Burgos) han difundido una nota titulada «Sí a la familia y sí a la vida» animando a los católicos a ser "creativos" y "movilizarse" en defensa de la vida y contra las leyes injustas.

Campaña provida de la ACdP en junio de 2022 en el metro de Madrid y marquesinas de ciudades de la región madrileña. 

La nota se refiere a la petición del Papa Francisco de celebrar el Encuentro de las Familias a nivel local o diocesano. "El Papa Francisco ha insistido reiteradas veces sobre el genuino valor del matrimonio y la familia cristiana; valor aún hoy más necesario, cuando constatamos que se va instaurando una cultura de la muerte", advierten los obispos.

"La familia es la célula de la cultura de la vida y de la civilización del amor. Por ello, invitamos a todos a participar en las diferentes celebraciones y actos proponiendo la maravilla de la familia cristiana y el respeto a la vida de todo ser humano desde su comienzo hasta su final", animan los obispos.

"Animamos a todos a promover el sí a la vida y expresamos nuestro apoyo:

- en favor de quienes tienen derecho a nacer y a ser acogidos por sus padres con amor;
- en favor de las madres, que tienen derecho a recibir el apoyo social y estatal necesario para evitar convertirse en víctimas del aborto;
- en favor de la libertad de los padres y de las escuelas que colaboran con ellos para dar a sus hijos una formación integral, que otorgue la necesaria importancia hoy a la educación afectiva y sexual, de acuerdo con unas convicciones morales que los preparen de verdad para ser padres y acoger el don de la vida;
- en favor de los cuidados paliativos y de la libertad de conciencia;
- denunciando las situaciones en las que se ve amenazada, como se sigue constatando en diversas formas de esclavitud, en la trata de personas o en las condiciones laborales abusivas", enumeran los obispos.

Y añade: "Alentamos a todos los católicos a promover la defensa de la vida, denunciando los proyectos legislativos que atentan contra ella y confunden la injusticia con el derecho. Animamos así, con todos los cauces que permite una sociedad democrática, a movilizarse en favor de la vida y a buscar con creatividad nuevos modos de instaurar esta necesaria cultura del cuidado que la promueva y proteja".

Así, sin mencionar la gran manifestación del domingo, animan a "movilizarse en favor de la vida".

En la región de Madrid, la web de la diócesis de Getafe ha publicado un manifiesto de laicos a favor de la manifestación del día 26. Y la web de la diócesis de Alcalá de Henares también recomienda la manifestación en su portada (aquí). En cambio, a cuatro días de celebrarse la manifestación, la web de la archidiócesis de Madrid no la menciona en ningún sitio.

Entre los convocantes hay asociaciones que no son específicamente cristianas (como la plataforma Cada Vida Importa, la Federación de Asociaciones Provida, la plataforma Neos, o el Foro de la Familia), pero otras sí que lo son, como la Asociación Católica de Propagandistas, E-Cristians o Cristianos en Democracia. En total, convocan unas 200 asociaciones, aunque muchas de ellas tienen sus sedes y núcleos de acción en regiones lejos de Madrid. Muchos vendrán de otras ciudades en autobús, pero los cristianos madrileños deberían sentirse especialmente llamados a salir a las calles el domingo en defensa de los más indefensos.

Carteles provida en marquesinas de Madrid de la ACdP en vísperas de la manifestación del 26 de junio.

Visibilizar el sentido común

En vísperas de la manifestación, la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) ha lanzado esta semana una campaña de anuncios en marquesinas en el metro de Madrid y autobuses de varias ciudades de la región de Madrid para señalar la incoherencia e injusticia del aborto.

Se muestran fotos de la vida de Miguel en cuatro momentos: adulto, niño, bebé... y en el seno materno. «Este es el único [momento] en el que puedes acabar con él legalmente», señala el texto. "Con estas marquesinas, la ACdP busca mostrar que la vida es una continuidad, y que una vez ha empezado -en el instante de la concepción- no se detiene. Por tanto, resulta incoherente que haya un momento en el que la ley permita acabar con la vida", afirma la ACdP en una nota.

La ACdP ya recurrió a las marquesinas en campañas anteriores: en enero, la ACdP comenzó la campaña titulada "Cancelados" con el lema "Rezar frente a una clínica abortista está genial". Efectivamente, muchos ayuntamientos en toda España ordenaron su retirada y 'cancelaron' su mensaje, sin más argumentación contra la libertad de expresión que "lo ordena el alcalde". La ACdP también ha lanzado campañas a favor del Día del Padre y, en Semana Santa, con la pregunta "¿Eres feliz?" para animar a reflexionar sobre la vida.

Pablo Velasco, secretario de comunicación de la ACdP, explica a ReligionEnLibertad que esta campaña provida apela "al sentido común, a un punto de encuentro con toda la sociedad: no tiene sentido que las leyes diferencien tu derecho a la vida según tu edad. Es la incoherencia del aborto. El aborto no se va a zanjar con tal o cual ley, porque en democracia el debate va a seguir".

El aborto vive de la banalidad del mal

Velasco admite que en el aborto se ve "la banalidad del mal", expresión de la estudiosa Hannah Arendt. Ella se refiere a gente normal, incluso honrada, agradable y cumplidora, que de forma rutinaria hace barbaridades, sin pensar en ellas, como por ejemplo gestionar la logística de un campo de la muerte.

"El aborto se ha instalado por una mezcla de cosas: por ideología, en parte por comodidad, también por falsa solidaridad. Hace invisible al niño, que es una persona que no tiene voz. También hace invisible a la mujer que está sola. A ella le ocultan que toda vida es un bien. El aborto se alimenta de mujeres solas y de matar niños", denuncia. Además, advierte, "el aborto promueve un individualismo extremo y rompe todo vínculo de familia y comunidad".

La web de la manifestación es Nos Jugamos la Vida.

Como comunicador cristiano, Velasco cree que "hay que decir las cosas con verdad y belleza, y la creatividad que piden los obispos entiendo que es sobre todo belleza, y la novedad de quien ha sentido su vida renovada por Cristo".

No cree que esta campaña sea cancelada como la de los carteles a favor de rezar ante clínicas abortistas porque "la hemos lanzado sólo en la región de Madrid, y lo que decimos es verdad y entra en la libertad de expresión". Pero también podía decirse eso de los carteles que hicieron retirar en febrero muchos alcaldes.

Por último, comenta que él ve "una nueva generación de jóvenes, que superan sesgos ideológicos y que hablan con más libertad; quizá antes lo ideológico pesaba más en el aborto. Vemos también un resurgimiento en multitud de asociaciones en defensa de la vida. Desde luego, el aborto no es un debate zanjado".

 

Así pienso yo sobre el género

«Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó.» (Génesis 1, 27)

Esto de la moda del género es algo que a mí me preocupa mucho cada vez más. Como la moda, hay algunas que perduran y otras que se van, pero ésta, el género, se quedó y sus pasos por la pasarela de la vida se dan cada vez más insólitos.

La verdad es que cuando yo escucho la palabra género, siento que no tengo identidad, es decir: no soy ni varón ni mujer.

El uso continuo de esta palabra pretende es que llegue a diluir de tal forma el varón o mujer al hablar sobre el sexo de cada uno, que cuando se pregunte por ello se llegue a decir: varón, mujer, gay, transexual ¿y qué más?

Es realmente un problema al que los cristianos comprometidos no tenemos que temer, ni quedarnos como simple espectadores de este desfile, sino meternos en él participar, opinar, llevar algo luz a la confusión.

El género está de moda, nos agrade o no.

Los hombres querían saber qué se siente ponerse aretes en las orejas y ahora se los ponen; y las mujeres declaran que también tienen derecho a enamorarse de alguien de su mismo sexo, y hoy con toda libertad lo hacen. Los hombres ahora se hacen luces en el cabello y las mujeres se rapan la cabeza.

Vivimos unos tiempos turbulentos en donde el ser humano parece hacer lo que se le ocurre, lo que siente, lo que lo infle de placer. La Virgen en Fátima lo advirtió: “No ofendan más a Dios que ya está muy ofendido”.

No somos desconocidos para Dios. «Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía» (Jeremías, 1 – 5). Nos ama infinitivamente y desea nuestra felicidad. Sabe que los santos son felices, por eso te pide la santidad, en la misericordia y el Amor.

Parece que hemos sacado a Dios de nuestras vidas. En algunas constituciones como la de España se decidió eliminar que el matrimonio es la unión que se da entre un hombre y una mujer. Y en Estados Unidos ahora ya son más los estados que se suman a dar el sí al matrimonio entre personas del mismo sexo.

Es importante a la hora de hablar de sexo considerar los valores de la persona, pues a la larga cuando uno da rienda suelta a sus pasiones y a sus instintos, hay un momento en que sin darse cuenta ya ha caído en un vacío existencial tremendo.

Permíteme decirte que en cuanto a violencia doméstica se refiere, los casos más tristes se dan entre aquellas parejas que son del mismo sexo. Personalmente han llegado a mi consulta, varios casos de parejas que son mujeres y que vienen porque el grado de golpes y maltratos entre ellas se ha hecho insoportable.

Es una triste realidad, las relaciones entre gente del mismo sexo lo que provoca es desorden en la psiquis y deja atolondrada el alma, triste, con un falso sentido de felicidad.

Estas relaciones hacen surgir fenómenos disfuncionales como lo celos que sufren ellos entre ellos y ellas entre ellas. Esto es así porque se produce un choque entre valores, algo que va contra la propia naturaleza.

Hasta hoy la biología señala dos sexos, es decir, no se ha encontrado un tercer gen que diga que existe la persona homosexual, un cuarto que hable del transgénero, etc. Sin embargo, la psicología sí dice que existe esta posibilidad.

El punto de vista teológico dice que cada uno es persona, esto quiere decir que tú eres alma, biología y neuronas. Pero no sólo eso, tú eres o varón o mujer. San Juan Pablo II no negó que un hombre o mujer puedan decir sentirse diferentes a su sexo pero dejó muy claro que esto es algo en lo que la persona, por ser inteligente y tener voluntad puede reflexionar, procesar, contemplar y después decidir desde su consciencia que camino quiere tomar en la vida.

Dentro de mi experiencia he visto en mi consulta homosexuales que desde muy pequeños se sintieron diferentes pero que al mismo tiempo me relatan el enorme sufrimiento que eso les trajo especialmente porque no hubo nadie que les pudiera orientar. ¿Dónde estaban esos padres? Por otro lado, también he conocido muchos hombres que después de haber sido violados decidieron que su preferencia sexual estaba en los hombres y que fue duro llegar a esta conclusión.

El sexo, ser varón o ser mujer es “constituyente” de la persona. Eres varón y mujer desde tu misma raíz, no sólo reflejado en tus órganos genitales, sino también en tu psicología, tu corazón y alma.

Como varón te realizas como varón: someter la tierra, ser proveedor, proteger; como mujer te realizas como mujer: portar la vida, llevar la ternura, crear la armonía. Es decir el varón debe aprender a ser realmente varón y la mujer debe aprender a ser realmente mujer.

Todo esto se aprende de unos referentes entregados, conscientes, atentos al desarrollo integral del niño. Es ideal que ellos sean papá y mamá, entre mayor consciencia tengan de la importancia de dicha responsabilidad estarán siempre dispuestos a educar, formar y ayudar afirmar la personalidad de un varón o de una hembra.

Como madre de una mujer siempre procuré dar un ejemplo vivo en áreas tales como la disciplina, la prudencia, la práctica de los valores en mi propia persona y con los demás.

La ausencia de estos valores profundos del alma, amenazan con destruir lo más valioso que poseemos: “la familia humana”.

Falta un ingrediente vital que no hemos mencionado: para lograr un verdadero y armónico desarrollo de la personalidad es necesario ejercitar la voluntad. Y la voluntad es esa facultad espiritual en el hombre que le ayuda a procurar hacer el bien, sobre todo, el bien de los demás. Ser justos, misericordiosos y buenos, es lo que le da sentido a nuestras vidas y nos marca para siempre.

Sheila Morataya

 

Conflictos conyugales: causas y efectos

Psicológicamente, los conflictos conyugales tienen con frecuencia razones relacionadas con la regresión a fases del desarrollo individual.

Psicológicamente, los conflictos conyugales tienen con frecuencia dos únicas razones, relacionadas con la regresión a dos fases del desarrollo individual: la simbiosis con la madre y el narcisismo. Por tanto, hay dos tipos de matrimonio particularmente condenados a la crisis: el matrimonio simbiótico y el matrimonio narcisista.

Por lo que se refiere al primer matrimonio, hay que subrayar que en la fase simbiótica el niño experimenta que él y la madre son una única realidad, y que es imposible para cada uno de ellos pasar sin el otro, en una relación de dependencia mutua. Quien, por un incidente psicológico infantil (frustraciones y carencia de gratificaciones), se quede en esta fase (que va de 0 a 2 años), al casarse, lo hará con una figura materna de la que pretenderá una dedicación absoluta e irreal. O sea, considerará a su pareja como una parte de sí mismo y sufrirá cada vez que esa disponibilidad excesiva no se dé. Hay mujeres que se ofenden por cada momento que el marido pasa con sus colegas, amigos, parientes o incluso hijos, o si el marido vuelve a casa y se pone a leer el periódico. Y también hay maridos que se quejan porque la cena no está nunca preparada cuando vuelven a casa, porque la mujer juega a las cartas con las amigas en vez de pasar la tarde con él, o porque hace su vida o se dedica demasiado al hijo, prefiriéndolo al cónyuge. Son ejemplos clásicos del modo equivocado de considerar al otro como a la madre cuando se era un bebé, ejemplos del llamado matrimonio simbiótico. En este matrimonio el simbolismo de «serán los dos una sola carne» se toma de forma literal y exagerada, y en el inconsciente de al menos uno de los dos no existe el «yo y el otro», sino una unión de los dos, o mejor, la pretendida sumisión completa del otro a uno mismo. En el matrimonio simbiótico se niega uno a reconocer que su pareja tiene un mecanismo operativo separado que funciona según un ritmo propio; es decir, existe la pretensión de que el reloj del otro coincida siempre y en cualquier situación con el de uno. El problema surge cada vez que un cónyuge dice: «Mi mujer (o mi marido) no me comprende». Esta expresión suena como un timbre de alarma: indica la pretensión de que el otro tenga que conocer los pensamientos de uno, evidentemente porque lo vive como parte de sí mismo, como alguien que debería comprender sin palabras.

Otro tipo de matrimonio condenado al fracaso es el contraído de resultas de persistentes exigencias narcisistas. El narcisismo es un momento del desarrollo individual (de 2 a 4 años) en el que el niño adquiere conciencia de que las necesidades se satisfacen desde fuera; por eso considera a los demás únicamente como personas que sirven para satisfacer sus necesidades. Todo ser humano experimenta personalmente el narcisismo durante la infancia. El niño goza con las frecuentes y habituales aprobaciones que recibe. El mismo goce vuelve a aparecer en la adolescencia, especialmente en los sujetos con dotes estéticas especiales.

Los que fanatizan este narcisismo, que a niveles medios es normal, necesitan ser amados más que amar, demostrando así una burda inmadurez. Se dan cuenta o creen tener un físico muy atractivo que les garantiza ser admirados y cortejados, haciendo aparentemente más fáciles y gratificantes todas las relaciones sociales. Entonces, pueden permanecer perezosamente en esta postura y escoger como estilo de vida la actitud de quien no tiene nada que conquistar sino que lo único que tiene que hacer es dejarse conquistar. Por algo la palabra se deriva del nombre de un personaje mitológico de la antigua Grecia, el joven Narciso, que, enamorado de sí mismo, quería admirar su imagen reflejada en una fuente.

Desgraciadamente, muchos adultos se han quedado estancados en esta fase evolutiva infantil que debería ser transitoria en el desarrollo de la capacidad de relación con los demás. Y cuando se casan, buscan un instrumento más que una persona; es decir, se busca al otro no por lo que «es», sino porque «tiene» algo que sirve para compensar lagunas más o menos graves de madurez personal. Quien ha experimentado variados arrebatos, ejemplos clásicos de narcisismo fatuo, puede reconocerse fácilmente en este tipo de inmadurez, que se puede identificar con el egocentrismo más exasperado. Muchas infidelidades conyugales hallan su verdadera motivación en el haber contraído un matrimonio narcisista. Quien se queda en la fase narcisista sigue dividiendo a las personas en dos clases: buenas y malas, y seguirá buscando personas buenas, que abandonará al primer desengaño, para buscar otras nuevas durante toda la vida.

En la infancia, la fase narcisista cesa cuando el niño se da cuenta de que tanto las experiencias agradables como las desagradables son producidas por la misma persona; o sea, cuando recibe una bofetada de su madre, va a llorar al regazo de la madre, y en este momento nos hacemos maduros para unirnos a una persona que humanamente podrá defraudarnos, pero sin justificar por ello evasiones ni infidelidades.

Entre los múltiples motivos que pueden provocar crisis en un matrimonio están:

Expectativas exageradas: a veces esperamos y pretendemos demasiado del otro, pidiendo cosas que bastarían para hacer huir a todos nuestros amigos si nos mostráramos con ellos tan exigentes.

Falta de diálogo: a veces el diálogo cesa por miedo, miedo a herir o a ser heridos. Antes o después todos los esposos se preguntan: «No sé si me querría igual si tuviera el valor de decirle abiertamente lo que pienso o siento dentro».

Deseo de cambiar al otro: al parecer, la mayor parte de los casados empiezan a hacerlo al poco de casarse y se empeñan en modelar a la pareja según sus categorías. Y se lucha y se pelea por culpa de las mismas cualidades que nos habían hecho escoger a la otra persona. Pero cuando nos percatamos de que él o ella tienen intención de hacernos cambiar, protestamos y nos rebelamos. Sentimos que no somos aceptados por lo que somos, y, por consiguiente, nos resultará imposible poder amar con ternura y autenticidad.

El primer niño: a menudo el primer peligro verdadero para la paz del matrimonio llega con el primer hijo, y el test, en tal ocasión, es si la mujer (y a veces también el marido) pone en el niño todo su interés, ignorando al otro cónyuge. ¿Podrán entender los padres que la paternidad y la maternidad se pueden transmitir mientras la unidad matrimonial continúe? ¿Llegarán los padres a darse cuenta de que sólo podrán garantizar a su niño amor, seguridad, aceptación y calor humano si siguen creciendo en su amor de marido y mujer? Con la llegada de los hijos el peligro lo corre sobre todo la mujer, con el riesgo de convertirse exclusivamente en madre. Por su parte, el padre podría pensar más en cómo aumentar los ingresos mensuales que en cultivar la relación de pareja.

Cuando faltan las pequeñas muestras de amor: descuidar las pequeñas atenciones cotidianas una vez casados, cosas que durante el noviazgo eran la regla: detalles, palabras dulces, muestras concretas de afecto, mimos, caricias, etc. No olvidemos que el amor erótico-sexual se basa exclusivamente en la ternura; en caso contrario llegan las neurosis sexuales.

Cuando no ve tiene tiempo para estar juntos: los matrimonios entran en crisis porque no tienen tiempo para estar juntos, para mirarse a la cara, para hablarse, para salir juntos ellos solos. Nada podrá sustituir nunca el tiempo de estar juntos. Ni el dinero, ni los nuevos electrodomésticos, ni las joyas, ni las pieles, ni una casa más bonita, ni una cuenta bancaria más abultada, etc. podrán sustituir el tiempo pasado juntos escuchándose, amándose, compartiéndolo, etc..

Pero aparte de las causas de crisis, de las causas psíquicas que crean conflictos conyugales, hay que preguntarse: ¿cuáles son los síntomas más frecuentes de la crisis conyugal, los signos que nos dicen que estamos en crisis?

– Dificultad creciente de comunicar o, peor, no hablar nada durante días enteros.

– Sensación de que el amor va y viene, con días en que uno siente que ama a su pareja y otros días en que uno está seguro de no haber amado al otro nunca.

– Sensación de que es el otro quien pone en crisis el matrimonio, no nosotros, sino él o ella, sin duda.

– Nos limitamos a existir uno junto al otro, aplastado cada uno por una enorme soledad que nos lleva a la idea de la incompatibilidad y de que no vale la pena hacer nada para superar esa crisis: «¡Somos incompatibles, y basta!» Y cada cual empieza a ir por su cuenta, comunicando poco, nos vamos a nuestro rincón a cultivar nuestras aficiones, lecturas, juegos con amigos, etc.

– Tener dudas serias, en el sentido de que nos preguntamos si no valdrá la pena volver a empezar con otra persona, y entonces miramos alrededor y vemos gente feliz y sentimos poco a poco el deseo de otro campañero. Conocemos en el trabajo o en otro lugar a alguien que tiene nuestros problemas y nos sale espontáneo hablar con esa persona, y en un santiamén nos arrojamos uno en brazos del otro. He aquí la infidelidad, que hoy está tan de moda. He aquí la muerte del matrimonio, y el divorcio se convierte en la solución para todo. Ironías de la vida, a menudo la nueva pareja tiene las mismas características que la antigua, de la que nos hemos separado; y todo vuelve a empezar desde el principio. Muchas veces las segundas nupcias funcionan, pero puedo aseguraros que es porque nos hemos puesto a trabajar en nosotros mismos y hemos puesto en el nuevo matrimonio la comprensión que debíamos haber puesto en el primero.

– Luego están los problemas sexuales: el marido se lamenta de que la mujer es frígida; ésta replica que no se siente amada, etc.

– Por último, no olvidemos que un gran sufrimiento es buena señal en la pareja, porque mientras logremos «sufrir» significa que todavía queremos al otro, y hay un hilo de esperanza. El amor está muerto y sepultado cuando ya nada nos importa.

Aquí conviene decir que la esperanza es siempre lo último que muere, incluso en los conflictos conyugales.

Pero aparte de este detallado aunque sucinto análisis de las causas psíquicas de los matrimonios abocados al fracaso, sería útil ahora saber a qué fuentes hay que recurrir para lograr un matrimonio exitoso. Después de años de experiencia psicoterapéutica, puedo afirmar modestamente que lo que necesita una familia sana no es ni bienestar material, ni una excesiva sexualidad de los padres, ni unos hijos «majos», ni una casa amplia o apoyos externos: sólo se requiere un poco de buena voluntad para mirar con toda honradez a la cara a todas las diferencias que antes de casarse ni se soñaba que existieran. Y comprendemos que tenemos que vivir juntos y amarnos a pesar de todas las diferencias que encontramos. Durante el noviazgo se pone el acento en lo que nos une. En el matrimonio, en cambio, afloran las diferencias, a menudo de forma dramática. Hemos aprendido. es verdad, que el matrimonio no es siempre, o sólo, dos personas que avanzan cogidas de la mano; sino que es también un ir adelante juntos que requiere un gran esfuerzo para programar y compartir nuestra vida. Así se empieza a entender que es una unión que requiere mucho tesón si uno quiere que se mantenga en pie, que es necesario mirar adelante, reflexionar y dialogar. Y terminamos por concluir que el matrimonio funciona sólo si nos decidimos a hacer que funcione.

Un matrimonio no es nunca un bonito regalo que se entrega a los esposos al final de la ceremonia nupcial. Es algo que los cónyuges construyen con sus manos, día a día trabajando con dedicación y sacrificio. ¿De qué manera? Por experiencia puedo afirmar que dar amor sin esperar nada a cambio es el elemento esencial de un matrimonio logrado. En otros términos: se trata del amor incondicional, que a menudo se ve como algo costoso, difícil o borroso. Indicaré ahora algunos atributos del amor incondicional que merecen ser subrayados y sobre todo meditados por el lector:

1) «Renunciar a querer tener siempre razón». Es la única, inagotable fuente de problemas y de ruptura de relaciones: la necesidad de decirle al otro que se ha equivocado o, si se prefiere, la necesidad de tener siempre razón, de decir siempre la última palabra, de demostrar al otro que no sabe lo que dice, de imponerse como superior. Una pareja sana es una relación entre iguales: ninguno de los dos ha de sentirse equivocado. No existe un modo «acertado» o un argumento «vencedor»: cada uno tiene derecho a tener su punto de vista. Antes de negarle la razón al otro, hemos de poder detenernos a hablar con nosotros misms y decirnos simplemente: «Sé lo que pienso sobre este tema y sé que su opinión no coincide con la mía, pero no importa. Basta que yo lo sepa dentro de mí; no es necesario quitarle la razón».

2) «Dejar espacio a los demás». Cuando amamos a alguien por lo que es y no por cómo pensamos que debería ser, o porque nos satisface, surge espontáneo dejarle espacio. La actitud afectiva adecuada es permitir a cada uno ser él mismo. Y si eso comporta algún tiempo de alejamiento entre nosotros, entonces no sólo hay que aceptar la separación, sino facilitarla afectuosamente. Las relaciones demasiado estrechas (me refiero especialmente a los matrimonios simbióticos), destrozadas por los celos o la aprensión, son típicas de quien piensa tener derecho a imponer a los demás cómo deberían comportarse.

3) «Borrar la idea de posesión». Tratemos de gozar el uno del otro, no de poseernos mutuamente. Nadie quiere ser dominado. A nadie le gusta sentirse propiedad privada de otro, ni sujeto ni controlado. Todos nosotros tenemos en la vida una misión que cumplir, que resulta obstaculizada cada vez que otro ser humano intenta entrometerse. Querer poseer a los demás es, sin duda, el obstáculo mayor en la toma de conciencia de la propia misión.

4) «Saber que no es necesario comprender». No tenernos obligación de comprender por qué otro actúa o piensa de una manera determinada. Estar dispuestos a decir: «No entiendo, pero es igual» es la máxima comprensión que podemos ofrecer. Cada una de mis tres hijas tiene una personalidad y unos intereses propios. Además, muy a menudo lo que les interesa a ellas no tiene interés para mí, o viceversa. No siempre es fácil superar la convicción de que todos deberían pensar y comportarse como yo, pero intento frenarme y, cuando lo consigo, pienso: «Es su vida, han venido al mundo a través de mí, no para mí. Protégelos, presérvalos de actitudes autolesivas y destructivas, pero deja que vayan por su camino». Rara vez entiendo por qué ciertas cosas les apasionan, pero a menudo he conseguido pasar por alto la necesidad de entenderlo. En la pareja hay que superar la necesidad de entender por qué al otro le gustan determinados programas de televisión, por qué se acuesta a cierta hora, por qué come lo que come, lee lo que lee, se divierte con ciertas personas, le gustan determinadas películas o cualquier otra cosa.

Recordemos que dos están juntos no para entenderse, sino para ofrecerse ayuda mutua y realizar su misión de mejorar. Y una grandísima aportación a todo esto es el llamado «arte de la conversación», un arte que tiene cinco reglas: sintonizar el canal del otro; mostrar que estamos escuchando; no interrumpir; preguntar con perspicacia; tener diplomacia y tacto.

De estas reglas me parece importante detenernos en la escucha porque, parecerá raro, pero las parejas en crisis no saben escuchar; y en mi actividad profesional tengo que trabajar a menudo sobre cómo reactivar la atención y poner el acento en el proceso de escucha, pidiendo a cada uno que se concentre no en las palabras que se dicen sino en otra cosa. ¿Qué oye. por ejemplo. en la voz del que habla? ¿Está bien calibrada y suave. o es dura y agresiva? Lo mismo con el tono y la inflexión: ¿llana, metálica, monótona o excitada y contagiosa? A veces nos sorprendemos de mensajes totalmente nuevos o diferentes con respecto a las acostumbradas comunicaciones familiares, que se captan cuando uno deja de escuchar las palabras y presta atención a otros aspectos. Una actitud típica de la falta de escucha se tiene cuando se usan las siguientes palabras: «Sí,… pero». «si al menos…».

Me gustaría abrir un pequeño paréntesis sobre otras actitudes equivocadas en la pareja, que son las pretensiones. Por ejemplo, pretender que el otro tenga que amar a los padres y a la familia de uno. Digamos que me podría agradar que el otro trate a mi familia con respeto, pero no tiene que amarla obligatoriamente. O bien pensar que si uno te ama de verdad, tendría que saber lo que necesitas. Es lo que yo llamo «pretensiones de telepatía». por lo que quizá es útil declarar nuestros deseos de manera abierta y clara. Quien te ama de veras tiene derecho a que le pongas al corriente. Otra idea: es un error pensar que pedir disculpas lo borra todo. porque las disculpa son palabras. mientras que son mas importantes las acciones correctivas.

Pero volvamos a lo de saber escuchar. Todos hemos hecho la experiencia bonita y liberadora de estar en presencia de una persona tranquila que nos deja ser lo que somos, que no juzga, que no echa sermones, que se ensimisma en nuestras experiencias, que está con nosotros, totalmente presente; en una palabra, que se hace «uno» con nosotros. Pues bien, ésta es una persona que nos escucha. Si en cambio alguien empieza a juzgarnos, a darnos consejos, hay menos espacio para que surja algo verdadero e importante, quizá nuevo. En la pareja, que cada uno recuerde que la escucha debe ser pura, limpia, sin estar pensando qué va a decir después.

Para concluir, los signos del verdadero amor matrimonial son: aceptarse mutuamente como somos; el deseo de hacer lo que al otro le agrada; el estar dispuestos a allanar las diferencias conforme afloran; la conciencia de que se ha de construir la unidad matrimonial y no el orgullo personal y las propias razones; el esfuerzo de pensar en términos de «nosotros» y no de «yo»; la sensación de ser dos compañeros que trabajan juntos por la misma causa; la constante tensión hacia un estilo de vida que ya no es mi estilo o el tuyo, sino el de ambos, y que tiene sus raíces en un amor sobrenatural.

Para casarse bien, hay que ser tres: él, ella y el Amor.

Por Pasquale Ionata

 

Los políticos católicos frente al aborto. Un caso concreto.

Escrito por Javier Algara.

De aprobarse alguna ley en favor del aborto, ningún católico, ni nadie más, debería sentirse obligado a obedecerla, pues una ley intrínsecamente mala no es verdadera ley.

Nancy Pelosi es la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. El estado que ella representa es California. Y su distrito está comprendido dentro de la arquidiócesis de San Francisco, cuyo arzobispo es Monseñor Salvatore Cordileone. Ella es católica, pero como representante de su estado en el Congreso se ha convertido en una de las más ardorosas proponentes de la legalización del aborto, afirmando que se trata de un derecho de las mujeres. Hay, como es evidente, una clarísima contradicción entre lo que la señora Pelosi defiende como política y lo que enseña la fe que ella dice profesar. Siguiendo la enseñanza moral de la Iglesia y las directivas que esta última ha publicado respecto a los políticos católicos que defienden el aborto, el arzobispo Cordileone, luego de intentar infructuosamente convencer a la señora Pelosi de que se retractara de su postura pro aborto, le envió una carta donde le advierte que en adelante no se debe presentar a recibir la comunión durante la Misa. Por lo menos en tanto no se desdiga públicamente de su postura. Como era de esperarse, inmediatamente se escucharon voces que felicitaban al Arzobispo por su valentía al defender públicamente la santidad de la Eucaristía. Pero también se han oído muchas voces que critican al prelado, tachándolo de carente de sentimientos de humanidad hacia la legisladora y hacia las mujeres que desean detener sus embarazos.

La representante Pelosi, lamentablemente, no es la única funcionaria pública católica de su país, ni del mundo, que defiende y promueve el aborto. Esa contradicción parece ser una enfermedad contagiosa entre los políticos católicos. El más claro ejemplo es el mismísimo Presidente Joe Biden. La razón que los mueve -según lo explican ellos mismos- es que si bien como católicos reconocen la maldad intrínseca del aborto, y están de acuerdo en la postura moral católica en ese sentido, creen que como políticos no pueden forzar a sus conciudadanos a aceptar y obedecer una normativa procedente de la religión que ellos profesan. Tal postura en un político católico, constituye no sólo un desencuentro lamentable entre su fe y la forma como ejerce su profesión, sino que incluso desde el simple sentido común es un atentado contra su razón de ser como político.

En primer lugar, no se trata de imponer una norma moral católica a toda la ciudadanía. Incluso si la Iglesia no dijese palabra alguna al respecto, la biología y la filosofía han dejado en claro la inmoralidad del aborto. Esto es universalmente válido para todos los ciudadanos, para todos los hombres del mundo, sin distinción de creencias religiosas. Entonces, no se pueden acoger los políticos católicos a la nimia excusa de que no les corresponde imponer su fe sobre los demás. Los legisladores y demás funcionarios públicos legislan, o deben legislar, partiendo de la naturaleza humana, igual para hombres y mujeres de todos los continentes.

Por otra parte, veamos: cuando los políticos de algún partido se esfuerzan en crear alguna ley, que obligará - de ser aprobada- por igual a los ciudadanos de todos los partidos políticos y todas las formas de pensar, lo hacen porque están persuadidos de que es lo mejor para el bien común. Y tal persuasión, lógicamente, nace de su forma particular de ver el mundo, de sus idearios y principios morales y políticos. Los republicanos quieren leyes donde se apliquen los modelos republicanos de gobierno, y los demócratas quieren imponer modelos demócratas. Ninguno de ellos se abstiene de defender y proponer leyes por miedo a molestar a los ciudadanos de diferentes pensamientos políticos. Esa es su función como legisladores: tratar de hacer que todos los ciudadanos vivan de acuerdo a los principios que ellos defienden. Un político católico está ahí para tratar de hacer que el mundo se mueva con principios cristianos, porque piensa que es lo mejor. Si su postura, concretizada en una iniciativa de ley, supera a las demás al ser votada, sus principios obligarán a todos sus conciudadanos por igual, del mismo modo como él deberá respetar las leyes que sean aprobadas aunque hayan sido propuestas por sus adversarios. Esa es la democracia. Obviamente, de aprobarse alguna ley en favor del aborto, ningún católico, ni nadie más, debería sentirse obligado a obedecerla, pues una ley intrínsecamente mala no es verdadera ley.

Biden y los demás políticos católicos pro aborto deberían escoger excusas distintas, menos infantiles, al tratar de justificar su desencuentro con la moral católica.

 

Gracias Andalucía

“Os pido que ante esta contundente victoria, de toda Andalucía, seamos serenos y humildes…”

El último  artículo que publiqué sobre la campaña electoral, lo terminaba con este vaticinio: “el 19 de Junio hasta Juanma Moreno se sorprenderá, cuestión de olfato…” y es que todo los vientos soplaban a favor de los resultados electorales más espectaculares que se han vivido para el centro derecha en Andalucía desde la proclamación del Estatuto de Autonomía en diciembre de 1981.

Esos vientos tenían diversos componentes. Por un lado la suave brisa que ha inundado toda Andalucía desde que Juanma Moreno accedió a la presidencia de la Junta en enero de 2019  y que ha permitido limpiar el viciado aire de la corrupción de los ERES, el entramado de los cursos de formación, el apoderamiento desde el gobierno de la Junta  de las instituciones públicas y privadas o la convicción más absoluta de que el socialismo se había instaurado eternamente en el ADN de los andaluces, haciendo impensable un “gobierno de la derechas”.

Por otro lado el acierto de haber configurado un gobierno con un pacto leal, transparente y eficaz con Ciudadanos y con el apoyo parlamentario de Vox, retirado después por intereses partidistas, lo que le ha llevado, junto a otras estridencias, a la irrelevancia política. Unos Consejeros muy bien coordinados y con resultados muy positivos en sectores tan problemáticos como el de la sanidad para hacer frente a la pandemia, el empleo, impulsando políticas activas y de formación o el de crear un clima de confianza empresarial y de inversión con políticas fiscales dirigidas a tal fin, han sido muy bien valoradas por los andaluces. Estas y otras acertadas políticas, azuzaron aún más el viento de la confianza y de la normalidad en un gobierno de  coalición unido y sin fisuras.

 La amenaza del miedo propagada por los socialistas a un gobierno de centro derecha, se iba convirtiendo poco a poco en una sensación de tranquilidad y serenidad en las formas y en el acierto de sus decisiones. Ya solo quedaba hacer frente a la campaña electoral, con un equipo del Partido Popular nacional renovado y con su nuevo líder, Núñez Feijóo, curtido exitosamente en muchos lances electorales en  Galicia.  Su estrategia de “laissez faire, laissez passer,” aplicada en este caso al liderazgo regional de su partido en Andalucía, le ha permitido ser un valor añadido al candidato y acompañarle en ese mensaje de “serenidad y tranquilidad” que ha sido el leit motiv de todas y cada una de sus intervenciones.

Lo que no era predecible es el alto grado de rechazo que en estos momentos ha demostrado tener la sociedad andaluza hacia una izquierda talibán y rancia en lo ideológico e incompetente en la gobernabilidad nacional, como es la amalgama que representa Pedro Sánchez y sus aliados comunistas e independentistas. Su presencia en la campaña junto al bolivariano Zapatero, han contribuido a encrespar  a sus propios votantes y a muchos de ellos, incluso a buscar refugio en la normalidad y moderación de Juanma Moreno. Les queda una larga travesía en el desierto de la oposición en Andalucía…

Me parece importante resaltar, las palabras que dirigió a la multitud de simpatizantes y amigos que le rodeaban durante la celebración de la noche electoral en Sevilla: “Os pido que ante esta contundente victoria, de toda Andalucía, seamos serenos y humildes, porque esta es la forma de entender la política y la vida”. Tener sentido magnánimo y humilde de la política y de la vida reflejan virtudes imprescindibles para un  líder comprometido con su tierra como Juanma Moreno. Exigírselas es también un deber de quienes hemos depositado en él la confianza.

Jorge Hernández Mollar

 

 

Por qué debes permitir que tu hijo se aburra

Consumer.es 


foto: Freepik

“El tiempo no estructurado desarrolla la creatividad; por el contrario, estar siempre ocupado la aniquila”, asegura Teresa Belton, investigadora del área de Educación y Aprendizaje de la Universidad de East Anglia, de Reino Unido.

Lo cierto es que hoy existe cierta obsesión por lograr que los hijos estén siempre entretenidos, así lo revela un artículo publicado en la Revista Consumer.

Actualmente muchos niños están hiperestimulados a causa de la televisión, los teléfonos móviles o las videoconsolas, entre otros. Y cuando dan muestras de que están aburridos, los padres se afanan por distraerlos de la manera más rápida posible. Sin embargo, los expertos afirman que aburrirse tiene múltiples beneficios.

La investigadora Teresa Belton, asegura que el aburrimiento es fundamental para el desarrollo del aprendizaje y la creatividad. Una idea con la que coincide Mónica Dosil, psicóloga del ISEP Clínic Castelldefels (Barcelona), que asevera que "los menores necesitan momentos de soledad e introversión para poder generar nuevas ideas y pensamientos".

Cuando el niño se aburre

Cuando un niño empieza a mostrar signos de fastidio (resopla, se pone de mal humor, protesta, etc.), muchos padres optan por suministrarle juguetes o distracciones. "¿Por qué no juegas con la videoconsola?" o "¿quieres que te ponga la televisión?" son algunas recomendaciones que utilizan. En muchos casos, como señala Dosil, esta ansiedad por complacer y entretener a los hijos de forma tan rápida está causada por "el sentimiento de culpa por no tener tiempo para estar con ellos o por carecer de recursos personales para jugar con ellos".

Otro fenómeno habitual es que muchos de ellos tienen un número elevado de juguetes y muy fácil acceso a Internet, televisión, videoconsolas, etc. Viven en entornos que no les dejan espacio para que tengan que poner en marcha estrategias nuevas para divertirse. De este modo, se frena su creatividad. Dosil señala que los momentos en que los niños están aburridos "promueven que los pequeños construyan sus propios recursos de entretenimiento y puedan desarrollar la creatividad, generadora de la inteligencia emocional".

Alternar diversión y tedio

Es importante que los menores alternen momentos de actividad y de no actividad, de estimulación y de tedio. Carlos G. Torrico, psicólogo del centro ePsicología, en Leganés (Madrid), asegura que la principal característica del sistema nervioso de los niños es "la falta de inhibición cortical, lo que explica que no puedan parar quietos". Desarrollan esta inhibición a medida que crecen. Pero, para lograrlo, necesitan experimentar el aburrimiento, "porque les permite ejercitar este mecanismo de inhibición", añade.

Como bien conocen los progenitores, los pequeños no pueden parar quietos y toleran mal los momentos en los que están aburridos, ya que necesitan acción. Pero ese malestar es momentáneo. Cuando se aburren, muchos protestan o se sienten mal, pero luego, "en la mayoría de los casos, se adaptan y logran sacar provecho de esa situación", añade Torrico. Este estado de hastío, tan incómodo y agobiante al principio para los niños, no solo les ayuda a la generación de soluciones creativas, sino que "favorece la motivación, la autonomía, la resistencia a la frustración y el bienestar".

Fomentar un aburrimiento saludable

Pero, ¿cómo ayudarles a que se aburran? En primer lugar, hay que acostumbrarse a que se quejen cuando están aburridos. Además, como aconseja Torrico, "es necesario simplificar el entorno al máximo". Si uno tiene a mano la televisión, la videoconsola o un teléfono móvil, es probable que se enganche a ellos antes que ponerse a pensar un juego nuevo.

Fomentarles el tedio saludable no consiste en dejarlos en su habitación con un par de lápices y unas hojas blancas, y abandonados a su suerte. Si uno no está habituado a aburrirse, habrá que acompañarlo durante los primeros días en los que se le deje aburrirse.

Y, como recomienda Mónica Dosil, "se le pueden hacer preguntas para que él se haga responsable de la generación de ideas sobre lo que puede hacer". Es mejor opción "¿a qué te gustaría jugar?" que "¿por qué no juegas con estos muñequitos?". Si el pequeño no reacciona, los padres pueden enumerarle algunas alternativas, como: "aquí tienes muñequitos, colores y hojas y una pelota, ¿no te animas a jugar?".

Una elección que propone el especialista de ePsicología es "tener un tarro del aburrimiento, que tenga papelitos con multitud de actividades y juegos que se pueden hacer". El objetivo es que el menor se haga responsable de decidir qué hacer para jugar.

 

 

Educar razón y sentimiento

La educación no es solo la adquisición de un conjunto de conocimientos, siempre necesarios. Hay mucho que revisar también en los planes de estudio sobre la cantidad de materia que contienen. Los programas en España suelen ser demasiado amplios y poco profundos. Sería preferible acotar más para poder trabajar en profundidad lo importante. En cualquier caso, la buena enseñanza hace posible que los jóvenes puedan desarrollar su personalidad, que puedan estar en el mundo comprendiendo su complejidad y que adquieran conocimientos y habilidades para ello. Con este fin, los adultos realizan una importante labor, en casa y en el colegio, si facilitan la maduración en el uso del afecto y la razón para aprender. Porque el sentimiento y la razón, separados, no alcanzan su objetivo. En periodo de vacaciones en la que la convivencia con los padres y con familiares y amigos de la familia es más amplia es una buena ocasión para madurar en los afectos, los sentimientos y la razón y evitar que pasen muchas horas solos con los nuevos aparatos.

Jesús Martínez Madrid

 

Corpus Christi 2022

Pasadas las celebraciones de Pascua, hemos asistido al Corpus Christi, que, ahora, sólo en Toledo y escasas localidades se celebra en su día propio. Aprendimos del dicho popular: “Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol, Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión”.  

Este año, dejadas las restricciones del Covid, el Santísimo Sacramento ha vuelto a salir por nuestras calles y plazas en procesión bajo palio, alojado en preciosos ostensorios y acompañado de muchísimos fieles, especialmente de los niños de Primera Comunión.  Es la única procesión de obligación para la Iglesia, y la más ferviente. Era costumbre – debe serlo- arrodillarse al paso del Santísimo: la Fe nos dice que el pan consagrado en la Santa Misa, de pan sólo conserva la apariencia. La Eucaristía obra milagros, y los que tienen fe verdadera acuden al  Sagrario a adorar y acompañar al Dios hecho Hombre que no quiso dejarnos solos después de su Ascensión a los Cielos. El Sacramento eucarístico es un desbordarse del Amor de Dios, que sobrecoge: Jesucristo, con su Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad, está vivo en la Santa Hostia, y actúa con verdadera fuerza para sanar nuestras heridas y acompañarnos en nuestro camino hacia la Eternidad. Ante su gran Majestad, sólo cabe la adoración y el amor. El Cardenal Sarah escribe: “adorar es la actividad más noble del hombre”, y  “Occidente ya no puede mantenerse en pie porque ya no sabe arrodillarse” ( Catecismo de la vida  espiritual).

Josefa Romo

 

La cifra de matrimonios forzosos

La cifra de matrimonios forzosos que se producen en España se ha incrementado en un 60% en los últimos 7 años. Se trata, sin ninguna duda, de un problema grave que se suma a otras prácticas lesivas contra los derechos más elementales de niñas y mujeres. No hay tradición cultural o religiosa que pueda justificar un atentado contra la dignidad humana. Y no solo eso. En un país democrático como España no pueden consentirse prácticas de esta naturaleza. Proteger a las niñas y a las mujeres que corren el riesgo de verse forzadas a casarse es un deber de las autoridades. Por sí solas no pueden escapar de una perversa tradición que las condena a perder a sus familias y las obliga a vivir solas y aisladas.

Pedro García

 

¿Crisis alimentaria?

Ante la grave crisis en el abastecimiento de alimentos, especialmente de trigo, que ha provocado la guerra de Ucrania, la decisión de la India de prohibir sus exportaciones de trigo ha añadido una nueva alarma mundial a la situación bélica en Ucrania, que ya amenazaba con un desabastecimiento de cereales, hasta el punto de que se advierte del peligro de una crisis alimentaria global. Unos días antes de esta decisión, el primer ministro indio, Narendra Modi, había asegurado que su país estaba preparado para alimentar al mundo, como ha hecho cada vez que la humanidad se ha visto amenazada de hambre.

La primera consecuencia de tal anuncio ha sido la inmediata subida récord del precio del trigo en los mercados mundiales, que ya había aumentado en un cuarenta por ciento. Como explicación, las autoridades indias han alegado la perentoria necesidad de frenar la inflación, así como la especulación sobre los precios de este cereal, así como el temor de que peligre el abastecimiento interno.

Juan García. 

 

“Elegir la dictadura”

 

                                El mundo, “nuestro planeta”, fue organizado políticamente y así sigue, por aquella pequeña república, que nacida en la península Itálica, en un lugar denominado, “el Lacio”; y la que férreamente, se dedicó a conquistar y extenderse, desde siete siglos antes de Cristo, hasta que los turcos otomanos, acabaron con ella en Constantinopla (1453). Pero a pesar de ello, sus sistemas políticos son los que actualmente, “sostienen políticamente al mundo mundial” (Estado, provincia, parlamento-senado, municipio, pedanía, etc.) incluso tuvieron el acierto de crear, “el dictador”, palabra que no significa al “tirano” que hoy las masas consideran, sino al individuo que por su preparación, se considera idóneo para “dictar”, normas a cumplir a rajatabla, y con las que se solucionaron muchos episodios, que por sí mismos, aquel senado republicano no podía solucionar; y de ahí el nombrar “al dictador” con plenos poderes, pero sometido a dar cuentas de todos sus hechos, al cuerpo senatorial y sostenedor de las leyes que sostuvieron aquel enorme imperio cual fuera el Romano, y cuyas leyes y organizaciones, aún son de enseñanza obligatoria en todas las buenas universidades del planeta.

                                Bueno por los motivos que sean y que no son analizables por la complejidad de los mismos; en Andalucía (España), ayer domingo en la “autonomía” más extensa y poblada de España, ha sido elegido, “el dictador”; puesto que así puede obrar desde ese momento, el “jefe” del partido que ha ganado por mayoría absoluta, las elecciones convocadas.

                                No es que ello se pueda considerar como “un regalo o breva”, para cumplir la misión a que obliga esa condensación de poderes y aún en el límite autonómico (que no nacional) de un gobierno que tiene y como todos, los límites de las leyes llamadas a controlarlo.

                                Puesto que ese poder “dictatorial” ya no necesita, las complicidades o corrupciones de los partidos que quedan fuera del poder y que van a ser, meros comparsas o “pataleadores” del poder del dictador. No será necesario, el tan habitual chanchullo español, de por ejemplo… “yo votaré a favor de tu proyecto si me colocas en el dinero público tantos individuos como yo te exija”; que dicho sea de paso, es uno de los cánceres, que han llevado a España, a ser un tinglado inmenso de enchufados al dinero público, el que los políticos españoles, saquean y malversan impunemente, puesto que, “como cada año se renueva con los impuestos que nos imponen”. Consideran (insensatos) que ese es “un maná inagotable” y a disposición, libre de responsabilidades, de todos aquellos que “lo mangonean” y que consecuentemente, han creado, el Estado de pobreza, miseria e inexistencia de fuerza política internacionalmente hablando, que hoy asola a esta nación que aún se llama ESPAÑA.

                                Y esta es la situación que debe verse y analizarse, llamándoles la atención, a los que sin pensar mucho y menos analizar lo que les ha venido a las manos, “saltan y bailan de contentos por cuanto consideran que les ha tocado el gordo de la mayor de las loterías”; y no es así, ni mucho menos.

                                Y no es así, por cuanto no saben o quieren saber, que CARGO VIENE DE CARGA, Y QUE MIENTRAS MÁS PODER SE OBTIENE EN EL CARGO, MUCHA MÁS RESPONSABILIDAD HAY EN EL EJERCICIO DEL MISMO. Y lo que considero de la mayor importancia y que ya he reflejado muchas veces en mis artículos.

                 ESPAÑA SU PUEBLO Y LOS MALDITOS POLÍTICOS QUE LO HAN MANGONEADO SIEMPRE (DE AHÍ SU ATRASO): Creo recordar que fue José Ortega y Gasset el que dijo la lapidaria frase de que en España... "todo lo positivo lo había hecho el pueblo y como tal pueblo, nada habían hecho los demás". No es la frase así pero "más o menos viene a significar lo mismo". Pero hay que añadir que esa minoría positiva sigue siendo eso, una “minoría”; la mayoría del pueblo español, es indiferente a todo “menos a su panza y su bolsillo”; aún peor, son renegados de su propia patria, o peor aún, “destructivos de la misma”; lo dijo en otras palabras Otto von Bismark, “el canciller de hierro” y el unificador de Alemania, y a quién los alemanes, deben todo ello y más.

NOSOTROS EL PUEBLO: A nosotros, el pueblo, nos importan dos cojones, los políticos que sean; lo que queremos son verdaderos estadistas, o sea, hombres y mujeres de Estado, y que de verdad, vayan solucionando los verdaderos problemas de España, que no son de partido alguno; son de todos los españoles y eso se olvida totalmente.

 

“La verdad es la herida que más duele… y no cicatriza”.

 

 

Antonio García Fuentes

(Escritor y filósofo)

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