Las Noticias de hoy 12 Agosto 2023

Enviado por adminideas el Sáb, 12/08/2023 - 12:18

90 frases de fe, poderosas

IDEAS CLARAS

DE INTERES PARA HOY    sábado, 12 de agosto de 2023        

Indice:

ROME REPORTS

Papa Francisco: “La JMJ ha mostrado a todos que otro mundo es posible”

El Papa: “Una vida sin crisis no sirve para nada”

EL PODER DE LA FE  Francisco Fernandez Carbajal

Evangelio del sábado: el mundo necesita nuestra fe

“Ojala seas como un viejo sillar oculto” : San Josemaria

Mensaje del prelado del Opus Dei a propósito del Motu proprio sobre las prelaturas personales

La ternura de Dios (VII): Devuélveme la alegría de tu salvación : Carlos Ayxelà

El Prelado, en Filipinas: Todas las cosas cooperan para el bien

La Asunción de la Virgen María

¿Apuestan los científicos?… : Manuel Ribes

Los mandamientos y nuestra madurez : encuentra.com

El drama de la infidelidad matrimonial: ¿puede evitarse? : Miguel A. Fuentes, IVE

Clonación humana, ¿un progreso sin ética? : José Antonio García-Prieto Segura.

Amor conyugal : Ana Teresa López de Llergo

En el corazón de agosto : Pedro Paricio Aucejo

Vacaciones 2023 : Jesús Martínez Madrid

Lujo ante la conversión ecológica : Jesús Domingo Martínez

Promoción humana y desarrollo: Jesús D Mez Madrid

El silencio : Pedro García

Los ovnis y la Iglesia  : Mario Arroyo

 

 

ROME REPORTS

 

 

Papa Francisco: “La JMJ ha mostrado a todos que otro mundo es posible”

Catequesis sobre el 42º viaje apostólico a Portugal en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud 2023

 

 

“Mientras que en Ucrania y en otros lugares del mundo se combate, y mientras en ciertas salas escondidas se planifica la guerra – es feo esto, ¡se planifica la guerra! – la JMJ ha mostrado a todos que otro mundo es posible: un mundo de hermanos y hermanas, donde las banderas de todos los pueblos ondean juntas, una junto a la otra, ¡sin odio, sin miedo, sin cierres, sin armas!”, ha resaltado el Papa Francisco.

El Santo Padre ha presidido hoy, 9 de agosto de 2023 la primera Audiencia General en el Aula Pablo VI tras la pausa de verano que tiene lugar durante el mes de julio. El tema de su reflexión ha sido el 42º viaje apostólico a Portugal en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud 2023.

Francisco ha repasado los principales momentos vividos durante este encuentro con más de 1,5 millones de jóvenes: “Esta JMJ de Lisboa, celebrada después de la pandemia, ha sido sentida por todos como don de Dios, que ha vuelto a poner en movimiento los corazones y los pasos de los jóvenes, tantos jóvenes de todas las partes del mundo – ¡tantos! – para ir a encontrarse y encontrar a Jesús”, destacó.

A continuación, sigue el texto completo de la catequesis de audiencia general, el saludo del Pontífice a los hablantes de lengua española y sus palabras pronunciadas en esta lengua, ofrecidos por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

***

Catequesis. El Viaje apostólico a Portugal con motivo de la XXXVII Jornada Mundial de la Juventud

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En los días pasados fui a Portugal para la 37ª Jornada Mundial de la Juventud.

Esta JMJ de Lisboa, celebrada después de la pandemia, ha sido sentida por todos como don de Dios, que ha vuelto a poner en movimiento los corazones y los pasos de los jóvenes, tantos jóvenes de todas las partes del mundo – ¡tantos! – para ir a encontrarse y encontrar a Jesús.

Como bien sabemos, la pandemia ha tenido un fuerte impacto en los comportamientos sociales: el aislamiento a menudo ha degenerado en encierro, y los jóvenes se han visto particularmente afectados por él. Con esta Jornada Mundial de la Juventud, Dios ha dado un “empujón” en sentido contrario: esta ha marcado un nuevo inicio de la gran peregrinación de los jóvenes a través de los continentes, en nombre de Jesucristo. Y no es casualidad que haya sucedido en Lisboa, una ciudad que se asoma al océano, ciudad símbolo de las grandes exploraciones por mar.

Y entonces en la Jornada Mundial de la Juventud el Evangelio propuso a los jóvenes el modelo de la Virgen María. En su momento más crítico, [María] va a visitar a su prima Isabel. Dice el Evangelio: «Se levantó y partió sin demora» (Lc 1,39). A mí me gusta mucho invocar a la Virgen bajo este aspecto: la Virgen “apresurada”, que siempre hace las cosas apresurada, nunca nos hace esperar, porque Ella es la madre de todos. Así María hoy, en el tercer milenio, guía la peregrinación de los jóvenes tras las huellas de Jesús. Como hizo hace un siglo en Portugal, en Fátima, cuando se dirigió a tres niños encomendándoles un mensaje de fe y de esperanza para la Iglesia y el mundo. Por esto, en la JMJ, volví a Fátima, al lugar de las apariciones, y junto a algunos jóvenes enfermos recé a Dios para que sane al mundo de las enfermedades del alma: la soberbia, la mentira, la enemistad, la violencia – son enfermedades del alma y el mundo está enfermo de estas enfermedades. Y hemos renovado nuestra consagración, de Europa, del mundo al Corazón de María, al Corazón Inmaculado de María. He rezado por la paz, porque hay muchas guerras en todas las partes del mundo, mucha

Los jóvenes del mundo acudieron a Lisboa numerosos y con gran entusiasmo. Les encontré también en pequeños grupos, y algunos con muchos problemas; el grupo de jóvenes ucranianos llevaban historias que eran dolorosas. No eran unas vacaciones, un viaje turístico, y tampoco un evento espiritual fin en sí mismo; la Jornada Mundial de la Juventud es un encuentro con Cristo vivo a través de la Iglesia. Los jóvenes van a encontrar a Cristo. Es verdad, donde hay jóvenes hay alegría y hay un poco de todas estas cosas.

Mi visita a Portugal, con motivo de la JMJ, se benefició de su ambiente festivo, de esta ola de jóvenes. Doy gracias a Dios por ello, pensando especialmente en la Iglesia de Lisboa que, a cambio del gran esfuerzo realizado por la organización y la acogida, recibirá nuevas energías para continuar el nuevo camino, para echar de nuevo las redes con pasión apostólica. Los jóvenes en Portugal son ya hoy una presencia vital, y ahora, después de esta “transfusión” recibida por las Iglesias de todo el mundo, lo serán todavía más. Y muchos jóvenes, al regresar, han pasado por Roma, les estamos viendo también aquí, hay algunos que han participado en esta Jornada. ¡Ahí están! Donde están los jóvenes hay ruido, ¡saben hacerlo bien!

Mientras que en Ucrania y en otros lugares del mundo se combate, y mientras en ciertas salas escondidas se planifica la guerra – es feo esto, ¡se planifica la guerra! – la JMJ ha mostrado a todos que otro mundo es posible: un mundo de hermanos y hermanas, donde las banderas de todos los pueblos ondean juntas, una junto a la otra, ¡sin odio, sin miedo, sin cierres, sin armas! El mensaje de los jóvenes ha sido claro: ¿lo escucharán los “grandes de la tierra”? Me pregunto, ¿escucharán este entusiasmo juvenil que quiere paz? Es una parábola para nuestro tiempo, y todavía hoy Jesús dice: “¡El que tenga oídos, que oiga! ¡El que tenga ojos, que vea!”. Esperemos que todo el mundo escuche esta Jornada de la Juventud y mire esta belleza de los jóvenes yendo adelante.

Expreso nuevamente mi gratitud a Portugal, a Lisboa, al presidente de la República, que estuvo presente en todas las celebraciones, y a las otras autoridades civiles; al patriarca de Lisboa -¡que lo ha hecho bien! -, al presidente de la Conferencia Episcopal y al obispo coordinador de la Jornada Mundial de la Juventud, a todos los colaboradores y voluntarios. Pensad que los voluntarios – fui a encontrarles el último día, antes de volver – eran 25 mil: ¡esta Jornada ha tenido 25 mil voluntarios! ¡Gracias a todos! Por intercesión de la Virgen María, el Señor bendiga a los jóvenes del mundo entero y bendiga al pueblo portugués. Rezamos juntos a la Virgen, todos juntos, para que Ella bendiga al pueblo portugués.

[recita el Ave María]

Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Veo banderas mexicanas, colombianas, panameñas, argentinas, salvadoreñas. Un saludo a todos. Pidamos al Señor, por intercesión de Nuestra Señora de Fátima, que bendiga y fortalezca a todos los que han participado en la Jornada Mundial de la Juventud, para que lleven la alegría del Evangelio hasta los confines de la tierra. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Gracias.

Resumen leído por el Santo Padre en español

Queridos hermanos y hermanas:

El domingo pasado volví del viaje a Portugal, donde participé, junto a miles de jóvenes de distintos países, en la Jornada Mundial de la Juventud. Les agradezco a todos, tanto a las autoridades civiles y religiosas de ese país, como a los numerosos colaboradores y voluntarios. No quiero olvidar a los jóvenes peregrinos que llegaron a Lisboa de todas partes del mundo, así como a sus familias y sus comunidades que los han alentado y acogido, y a tantas personas que nos han acompañado con sus oraciones. Juntos han hecho posible la gran fiesta de la fe. ¡Gracias!

La Jornada Mundial de la Juventud es un encuentro con Cristo que vive en la Iglesia, un encuentro que toca el corazón, y donde muchos descubren la llamada de Dios para toda su vida: al matrimonio, a la vida consagrada, al sacerdocio. En esta ocasión nos guio especialmente la figura de la Virgen María. Ella nos transmite la alegría de saber que Dios nos llama por nuestro nombre, nos llama por nuestro nombre a todos; Dios nos convoca para formar parte de su Pueblo y nos envía para salir “sin demora” a anunciar que Él es nuestro Padre y ama a todos sus hijos.

 

 

El Papa: “Una vida sin crisis no sirve para nada”

Encuentro con los jóvenes de Scholas Occurrentes

 

Vatican Media

El Papa Francisco viajó de Lisboa a Cascais para reunirse con los chicos de Scholas Occurrentes que participaron en el proyecto «Vida entre los mundos», una iniciativa compuesta por personas de distintas nacionalidades y religiones, que se dedicaron a crear la obra artística de aproximadamente 3 km de longitud. Uno de los murales más grandes del mundo: «Es como la Capilla Sixtina», bromeó el Pontífice. Después hablando de la crisis dijo: «Una vida sin crisis no sirve para nada»

***

Saludos del Santo Padre

Pregunta 1 (POR)

Buenos días! ¡Scholas! ¡Scholas! ¡Scholas!

Cuando me lo presentaron, no tuve dudas en aceptarlo y abrazarlo porque es un espacio donde todos comparten sus emociones y sentimientos. Es un espacio donde cada uno aporta lo que tiene, de valores éticos y morales para el bienestar de la comunidad. Independientemente de su religión u origen. Yo soy guineana, de Guinea Bissau, y soy musulmana. Pero me siento, me siento en este espacio. Y como musulmán, siento la obligación y el deber de unirme y formar parte de este movimiento. Porque lo que el Islam también pide es una buena coexistencia entre creencias, entre diferentes creencias. Y pide y vela por el bienestar de la comunidad. Llama a lo que debemos hacer, al cuidado que debemos tener por nuestro prójimo. Y por eso, me gustaría preguntar, ¿por qué Scholas es un espacio donde todos se identifican y por qué tanta diversidad para tener una obra de arte? Gracias.

Respuesta PAPA (ESP)

Scholas posibilita esto, que cada uno se sienta interpretado por el gran respeto, pero es un respeto no estático, dinámico, que pone en marcha para hacer cosas, para expresarse haciendo, como es esta pintura que, como me decía Del Corral, es una “Capilla Sixtina” pintada por ustedes.

(Aplausos)

Scholas te pone en marcha, Scholas te hace respetar al otro y escuchar al otro que tiene algo que decirte y escucharte a vos porque tenés algo que decirle. Scholas te muestra el camino hacia adelante y, si por ahí te quedás, te levanta y te hace ir adelante. Scholas es un encuentro, caminando. Todos, del país que seas, de la religión que seas, solo mirar adelante y caminar juntos. Y eso es constructivo como los tres kilómetros y medio de mural que ustedes han hecho para llegar acá.

(Aplausos)

Pregunta 2 (POR)

Quería moverme un poco en la dirección de la diversidad para entrar en el tema que fue la base de nuestros dos meses de trabajo, que es el caos. Nosotros, como grupo, y yo también individualmente, tuvimos la oportunidad de visitar varias comunidades diferentes, varias personas diferentes, que son de diferentes religiones, son de diferentes culturas, y esto nos dio una gran oportunidad de profundizar más y más, no sólo dentro de la persona misma, sino también de toda la comunidad, que es descubrir el verdadero sentimiento que tenían; los verdaderos dolores que sentían; y con eso, darles la oportunidad de representar todo esto con una pincelada, con una línea en el mural. Darles la oportunidad de expresarse. Y esto, nos guste o no, nos afecta, nos toca el corazón, para pensar: ¿tenemos nosotros este sentimiento? ¿Son estos dolores parte de nosotros, de nuestra convivencia? Entonces, quería preguntar: ¿qué sería de nuestra existencia sin el caos original? Gracias.

Respuesta PAPA (ESP)

Vos decís “caos”. Está bien, es la crisis… ¿Sabés de dónde viene la palabra? Cuando se cosechaba el trigo, se va pasaba por una zaranda, se “cribaba”. Crisis – cribar. Y la crisis, en las personas, es eso: situaciones de la vida, acontecimientos, problemas orgánicos tuyos, o malhumor, o buen humor. Te hace cribar y vos tenés que elegir. Una vida sin crisis es una vida aséptica. ¿A vos te gusta tomar agua? ¿Te gusta? Si yo te doy agua destilada, vas a decir: “Es un asco”. Una vida sin crisis es como el agua destilada, no tiene sabor a nada, no sirve para nada, sino para guardarla en el ropero y cerrar la puerta.

Las crisis hay que asumirlas, hay que asumirlas y resolverlas, porque quedarse en la crisis tampoco es bueno porque es un suicidio continuo. Es como un estar girando y girando, ¿no? Las crisis hay que caminarlas, hay que asumirlas y raramente solo. Y eso también es importante en el grupo de Scholas: caminar juntos para enfrentar crisis juntos, resolver cosas juntos y seguir adelante, crecer juntos… Y bueno, ¡adelante! Aunque sea para comer una feijoada

(Aplausos)

Pregunta 3 (POR)

Estos dos últimos meses hemos trabajado duro para terminar el mural que habéis visto ahí fuera. Pero este mural representa realmente el caos. El caos que, muchas veces, cuando lo vivimos, y cuando lo vivimos de cerca, no entendemos y es un gran lío. Sólo aparecen líneas al azar. Pero lo cierto es que llega un punto en el que nos distanciamos. Y en esa distancia empiezas a ver formas, colores; empiezas a dar sentido a este caos, a pensar más allá de lo que a menudo sólo ves o sólo sientes, pero puedes expresarlo. Y para mí, por ejemplo, fue una experiencia muy grande porque yo también he vivido momentos de mucho caos en mi vida -y creo que todos lo hemos vivido- y la verdad es que escuchar la historia de otros, estar realmente abiertos a escuchar, a compartir, a acoger a todas estas personas que formaron parte de este mural fue un privilegio para nosotros, creo que más que para ellos, para nosotros que estamos aquí y facilitamos que esto haya sucedido. Y todo ello porque buscamos esa sensación, y todos buscamos esa sensación profunda de darnos cuenta de que es algo más grande que estar aquí. Y por eso queríamos preguntarte […] cuando pasaste por este mural; qué sentiste, qué pasaste durante esta experiencia hasta que llegaste aquí, al corazón, de este mural, y que realmente es simplemente para nosotros o el principio o el final. No lo sabemos

Y, antes de responder, nos gustaría también, en nombre de todos, ofrecerles un pincel. Este pincel que nos representa a todos.

Respuesta PAPA (ESP)

Es lindo lo que decís del caos. Había alguien que decía que la vida del hombre, nuestra vida humana, es hacer del caos un cosmos, o sea, de lo que no tiene sentido, de lo desordenado, lo caótico, hacer un cosmos, con sentido, abierto, invitador, complessivo. Yo no quiero ponerme acá catequista, ¿no?, pero si vemos la estructura del relato de la Creación, que es un relato mítico, ¿no es cierto? En el sentido verdadero de la palabra “mito”, porque “mito” es un modo de conocimiento. Entonces, usa esa historia, el que escribió el relato de la Creación. Entre paréntesis, eso se escribió mucho después que el pueblo judío tuvo la experiencia de su liberación. O sea, primero es toda la experiencia del éxodo del pueblo judío y después miran hacia atrás. ¿Y cómo empezó la historia? ¿Cómo se transformó el caos en cosmos? Y ahí está en un lenguaje poético cómo Dios, del caos un día hace la luz, otro día hace el hombre y va como creando cosas y transformando el caos en cosmos. Y en nuestra vida sucede lo mismo, eh: hay momentos de crisis -vuelvo a tomar la palabra-, que son caóticos, que vos no sabés dónde estás parado, y todos pasamos esos momentos, oscuros. Caos. Y ahí el trabajo personal de las personas que nos acompañan, de un grupo así, es transformar el cosmos. A mí me cuesta trabajo, en este caos de la Sixtina (risas), pensar que hay detrás un cosmos, porque el cosmos, ¿cuál es? Lo están armando ustedes en el mensaje que están llevando adelante, en el camino… No se olviden nunca esto: de un caos, transformar un cosmos. Y ese es el camino de cada uno, ¿no? Una vida que se queda en lo caótico es una vida fracasada y una vida que nunca sintió el caos es una vida destilada, todo perfecto, ¿no? Y las vidas destiladas no dan vida, se mueren en sí mismas. Es una vida que sintió la crisis como caos, que no entiende nada, y lentamente dentro de sí, y en la comunidad, fue transformando la vida personal o la vida relacional en un cosmos…Chapeau!

Una de las jóvenes de Scholas Ocurrentes, en español:

Muchas gracias, Papa Francisco, por tus palabras. Gracias.

Una joven en portugués: Es una alegría para nosotros concluir este viaje de esta manera. Pero aunque esta experiencia haya terminado, nos gustaría pensar que el trabajo realmente nunca termina. Por eso, hoy vamos a concluir empezando. Y así, cuando un camino se cierra, un nuevo camino se abre. Decidimos llamar a este proyecto «La vida entre los mundos». De hecho, todo el mural es una experiencia y una expresión de la vida que nace del encuentro de tantas realidades diferentes. Así que hoy vamos a dar un salto y a unir un mundo físico con un mundo virtual.

Una joven, en español: Vamos a pedirte, querido Francisco, que nos acompañes hasta la pared que tenés atrás, y nos regales la última pincelada de este mural, pero con un pincel muy particular, capaz de iniciar, al mismo tiempo, una misma obra virtual que va a conseguir reunir las diferentes comunidades de Scholas en todo el mundo.

José María del Corral [Presidente de Scholas Ocurrentes]Papa, Papa Francisco, el video, el pincel este, virtual, del que hablaba Eugenia, es un arma para la paz. Parece una pistola porque vas a gatillar acá, pero, en vez de matar, con esta pincelada que vas a dar en la pared, también vas a estar dándola en el mundo virtual. En estos momentos, hay chicos de Scholas en Mozambique, que tienen puesto un artefacto, en Mozambique, en Tofo, para ver tu pincelada, que vas a hacer ahora, y seguirla en el mundo virtual, porque los jóvenes quieren que seas vos el que una el mundo físico con el mundo virtual para que el mundo virtual nunca deje de ser concreto y comprometido con la realidad.

(Aplausos)

Pintamos la pared.

PAPAEste es el buen samaritano, y ninguno de nosotros está eximido de ser un buen samaritano. Es una obligación que todos tenemos. Cada uno tiene que buscarla en la vida, pero uno que termina su vida […] perdió como en la guerra. Resulta que el buen samaritano se encuentra a este tirado en el suelo, pero antes pasó un levita, pasó un sacerdote, y estaban apurados. No le dieron bolilla. Pero, además de que estaban apurados, no podían tocarlo porque había sangre […] Y, según la legislación de ese tiempo, el que tocaba la sangre quedaba impuro. No sé por cuánto tiempo se tenía que purificar, entonces eso le impedía cumplir sus deberes, no tocar… Morite, pero yo no te toco, impuro no me quedo. Morite, pero yo impuro no me quedo. No se olviden eso. ¡Cuántas veces puede pasar por nuestra mente: “Morite, pero yo impuro no me quedo”! ¡Cuántas veces se prefiere la “pureza ritual” a la cercanía humana! […] Los samaritanos, en la mentalidad de esa época, eran atorrantes, eran todos atorrantes y negociantes, no eran puros de mente, de corazón, eran marginados. Y este se para y lo ve y dice la historia que sintió compasión. “Morite, yo cuido mi pureza”. Sintió compasión. Les dejo la pregunta: ¿qué cosas a mí me hacen sentir compasión? ¿O vos tenés un corazón tan seco que ya no tiene compasión? Cada uno se responde. Y entonces, ¿qué sucede? Lo lleva a una posada y le consigue, en el hotel ahí, del pueblo ese, le consigue una pieza y le dice: “Mirá, yo voy a pasar dentro de tres días de vuelta”, le dice al hotelero. “Tomá, te pago esto y, si hace falta más, a la vuelta te lo pago”. Este atorrante era un buen pagador. Entonces, tenemos los ladrones que matan, el buen samaritano que lo cuida, el levita y el sacerdote que se van para no quedar impuros. Y Jesús dice: “En el Reino de los Cielos, este entra”, porque se movió a compasión. Piensen un poco en esta historia. ¿Dónde estoy yo acá? ¿Haciendo daño a la gente? ¿Dónde estoy yo acá? ¿Sacándole el cuerpo a las dificultades reales o me ensucio las manos? A veces, en la vida, hay que ensuciarse las manos para no ensuciar el corazón.

(Aplausos)

Una de las jóvenes, en español: Muchas gracias, querido Francisco, por tu regalo, una verdadera seña para seguir caminando juntos.

PAPA: Ahora les voy a dar la bendición, pero ustedes me prometen desearme bendición a mí después, y rezar y desear para que el Señor los bendiga.

(Bendición en portugués)

PAPA: Recen por mí, y el que de ustedes no reza porque no puede o porque no se siente, mándeme buena onda, eso sí…

 

EL PODER DE LA FE

— La fe capaz de trasladar montañas. Cada día tienen lugar en la Iglesia los milagros más grandes.

— Más gracias cuanto mayores son los obstáculos.

— Fe con obras.

I. Entre una inmensa muchedumbre que espera a Jesús, se adelantó un hombre y, puesto de rodillas, le suplicó: Señor, ten compasión de mi hijo...1. Es una oración humilde la de este padre, como reflejan su actitud y sus palabras. No apela al poder de Jesucristo sino a su compasión; no hace valer méritos propios, ni ofrece nada: se acoge a la misericordia de Jesús.

Acudir al Corazón misericordioso de Cristo es ser oídos siempre: el hijo quedará curado, cosa que no habían logrado anteriormente los Apóstoles. Más tarde, a solas, los discípulos preguntaron al Señor por qué ellos no habían logrado curar al muchacho endemoniado. Y Él les respondió: Por vuestra poca fe. Porque os digo que si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este monte: trasládate de aquí allá, y se trasladaría y nada os sería imposible.

Cuando la fe es profunda participamos de la Omnipotencia de Dios, hasta el punto de que Jesús llegará a decir en otro momento: el que cree en Mí, también hará las obras que Yo hago, y las hará mayores que estas, porque Yo voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si pidiereis algo en mi nombre, Yo lo haré2. Y comenta San Agustín: «No será mayor que yo el que en mí cree; sino que yo haré entonces cosas mayores que las que ahora hago; realizaré más por medio del que crea en mí, que lo que ahora realizo por mí mismo»3.

El Señor dice a los Apóstoles en este pasaje del Evangelio de la Misa que podrían «trasladar montañas» de un lugar a otro, empleando una expresión proverbial; entre tanto, la palabra del Señor se cumple todos los días en la Iglesia de un modo superior. Algunos Padres de la Iglesia señalan que se lleva a cabo el hecho de «trasladar una montaña» siempre que alguien, con la ayuda de la gracia, llega donde las fuerzas humanas no alcanzan. Así sucede en la obra de nuestra santificación personal, que el Espíritu Santo va realizando en el alma, y en el apostolado. Es un hecho más sublime que el de trasladar montañas y que se opera cada día en tantas almas santas, aunque pase inadvertido a la mayoría.

Los Apóstoles y muchos santos a lo largo de los siglos hicieron admirables milagros también en el orden físico; pero los milagros más grandes y más importantes han sido, son y serán los de las almas que, habiendo estado sumidas en la muerte del pecado y de la ignorancia, o en la mediocridad espiritual, renacen y crecen en la nueva vida de los hijos de Dios4. «“Si habueritis fidem, sicut granum sinapis!” -¡Si tuvierais fe tan grande como un granito de mostaza!...

»—¡Qué promesas encierra esa exclamación del Maestro!»5. Promesas para la vida sobrenatural de nuestra alma, para el apostolado, para todo aquello que nos es necesario...

II. Señor, ¿por qué no hemos podido curar al muchacho? ¿Por qué no hemos podido hacer el bien en tu nombre? San Marcos6, y muchos manuscritos en los que se recoge el texto de San Mateo, añade estas palabras del Señor: Esta especie (de demonios) no puede expulsarse sino por la oración y el ayuno.

Los Apóstoles no pudieron librar a este endemoniado por falta de la fe necesaria; una fe que había de expresarse en oración y mortificación. Y nosotros también nos encontramos con gentes que precisan de estos remedios sobrenaturales para que salgan de la postración del pecado, de la ignorancia religiosa... Ocurre con las almas algo semejante a lo que sucede con los metales, que funden a diversas temperaturas. La dureza interior de los corazones necesita, según los casos, mayores medios sobrenaturales cuanto más empecinados estén en el mal. No dejemos a las almas sin remover por falta de oración y de ayuno.

Una fe tan grande como un grano de mostaza es capaz de trasladar los montes, nos enseña el Señor. Pidamos muchas veces a lo largo del día de hoy, y en este momento de oración, esa fe que luego se traduce en abundancia de medios sobrenaturales y humanos. Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe7. «Ante ella caen los montes, los obstáculos más formidables que podamos encontrar en el camino, porque nuestro Dios no pierde batallas. Caminad, pues, in nomine Domini, con alegría y seguridad en el nombre del Señor. ¡Sin pesimismos! Si surgen dificultades, más abundante llega también la gracia de Dios; si aparecen más dificultades, del Cielo baja más gracia de Dios; si hay muchas dificultades, hay mucha gracia de Dios. La ayuda divina es proporcionada a los obstáculos que el mundo y el demonio opongan a la labor apostólica. Por eso, incluso me atrevería a afirmar que conviene que haya dificultades, porque de este modo tendremos más ayuda de Dios: donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (Rom 5, 20)»8.

Las mayores trabas a esos milagros que el Señor también quiere realizar ahora en las almas, con nuestra colaboración, pueden venir sobre todo de nosotros mismos: porque podemos, con visión humana, empequeñecer el horizonte que Dios abre continuamente en amigos, parientes, compañeros de trabajo o de estudio, o conocidos. No demos a nadie por imposible en la labor apostólica; como tantas veces han demostrado los santos, la palabra imposible no existe en el alma que vive de fe verdadera. «Dios es el de siempre. —Hombres de fe hacen falta: y se renovarán los prodigios que leemos en la Santa Escritura.

»—“Ecce non est abbreviata manus Domini” —El brazo de Dios, su poder, no se ha empequeñecido!»9. Sigue obrando hoy las maravillas de siempre.

III. «Jesucristo pone esta condición: que vivamos de la fe, porque después seremos capaces de remover los montes. Y hay tantas cosas que remover... en el mundo y, primero, en nuestro corazón. ¡Tantos obstáculos a la gracia! Fe, pues; fe con obras, fe con sacrificio, fe con humildad. Porque la fe nos convierte en criaturas omnipotentes: y todo cuanto pidiereis en la oración, como tengáis fe, lo alcanzaréis (Mt 21, 22)»10.

La fe es para ponerla en práctica en la vida corriente. Habéis de ser no solo oyentes de la palabra, sino hombres que la ponen en práctica: estote factores verbi et non auditores tantum11. Haced, realizad en vuestra vida la palabra de Dios y no os limitéis a escucharla, nos exhorta el Apóstol Santiago. No basta con asentir a la doctrina, sino que es necesario vivir esas verdades, practicarlas, llevarlas a cabo. La fe debe generar una vida de fe, que es manifestación de la amistad con Jesucristo. Hemos de ir a Dios con la vida, con las obras, con las penas y las alegrías... ¡con todo!12.

Las dificultades proceden o se agrandan con frecuencia por la falta de fe: valorar excesivamente las circunstancias del ambiente en que nos movemos o dar demasiada importancia a consideraciones de prudencia humana, que pueden proceder de poca rectitud de intención. «Nada hay, por fácil que sea, que nuestra tibieza no nos lo presente difícil y pesado; como nada hay tampoco tan difícil y penoso que no nos lo haga del todo fácil y llevadero nuestro fervor y determinación»13.

La vida de fe produce un sano «complejo de superioridad», que nace de una profunda humildad personal; y es que «la fe no es propia de los soberbios sino de los humildes», recuerda San Agustín14: responde a la convicción honda de saber que la eficacia viene de Dios y no de uno mismo. Esta confianza lleva al cristiano a afrontar los obstáculos que encuentra en su alma y en el apostolado con moral de victoria, aunque en ocasiones los frutos tarden en llegar. Con oración y mortificación, con el trato de amistad, con nuestra alegría habitual, podremos realizar esos milagros grandes en las almas. Seremos capaces de «trasladar montañas», de quitar las barreras que parecían insuperables, de acercar a nuestros amigos a la Confesión, de poner en el camino hacia el Señor a gentes que iban en dirección contraria. Esa fe capaz de trasladar montes se alimenta en el trato íntimo con Jesús en la oración y en los sacramentos.

Nuestra Madre Santa María nos enseñará a llenarnos de fe, de amor y de audacia ante el quehacer que Dios nos ha señalado en medio del mundo, pues Ella es «el buen instrumento que se identifica por completo con la misión recibida. Una vez conocidos los planes de Dios, Santa María los hace cosa propia; no son algo ajeno para Ella. En el cabal desempeño de tales proyectos compromete por entero su entendimiento, su voluntad y sus energías. En ningún momento se nos muestra la Santísima Virgen como una especie de marioneta inerte: ni cuando emprende, vivaz, el viaje a las montañas de Judea para visitar a Isabel; ni cuando, ejerciendo de verdad su papel de Madre, busca y encuentra a Jesús Niño en el templo de Jerusalén; ni cuando provoca el primer milagro del Señor; ni cuando aparece –sin necesidad de ser convocada– al pie de la Cruz en que muere su Hijo... Es Ella quien libremente, como al decir Hágase, pone en juego su personalidad entera para el cumplimiento de la tarea recibida: una tarea que de ningún modo le resulta extraña: los de Dios son los intereses personales de Santa María. No es ya solo que ninguna mira privada suya dificultase los planes del Señor: es que, además, aquellas miras propias eran exactamente estos planes»15.

1 Mt 17, 14-20.  2 Jn 14, 12-14.  3 San Agustín, Datado sobre el Evangelio de San Juan, 72, 1. — 4 Cfr. Sagrada Biblia, Santos Evangelios, EUNSA, Pamplona 1983, in loc. — 5 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 585. — 6 Mc 9, 29. — 7 1 Jn 5, 4. — 8 A. del Portillo, Carta pastoral 31-V-1987, n. 22. — 9 San Josemaría Escrivá, o. c., n. 586. — 10 ídem, Amigos de Dios, 203. — 11 Sant 1, 22. — 12 Cfr. P. Rodríguez, Fe y vida de fe, p. 173. — 13 San Juan Crisóstomo, De compunctione, 1, 5. — 14 San Agustín, cit. en Catena Aurea, vol. VI, p. 297. — 15 J. M. Pero-Sanz, La hora sexta, Rialp, Madrid 1978, p. 292.

 

Evangelio del sábado: el mundo necesita nuestra fe

Comentario del sábado de la 18.° semana del tiempo ordinario. “Luego los discípulos se acercaron a solas a Jesús y le dijeron: —¿Por qué nosotros no hemos podido expulsarlo? —Por vuestra poca fe” Muchas veces lo que necesitan las personas que están a nuestro alrededor es que les transmitamos una fe viva que lleva a confiar en Dios.

12/08/2023

Evangelio (Mt 17,14-20)

Al llegar donde la multitud, se acercó a él un hombre, se puso de rodillas y le suplicó:

—Señor, ten compasión de mi hijo, porque está lunático y sufre mucho; muchas veces se cae al fuego y otras al agua. Lo he traído a tus discípulos y no lo han podido curar.

Jesús contestó:

—¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmelo aquí.

Le increpó Jesús y salió de él el demonio, y quedó curado el muchacho desde aquel momento.

Luego los discípulos se acercaron a solas a Jesús y le dijeron:

—¿Por qué nosotros no hemos podido expulsarlo?

—Por vuestra poca fe —les dijo—. Porque os aseguro que si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este monte: «Trasládate de aquí allá», y se trasladaría, y nada os sería imposible.


Comentario

La escena del Evangelio de hoy tiene tonos dramáticos. Un padre se pone de rodillas ante Jesús para suplicarle que cure a su hijo poseído por el demonio. Ha intentado primero que lo curen sus seguidores, pero la tentativa acabó en un fracaso. Ahora prueba con el Maestro, y se realiza la liberación.

Jesús dice a sus discípulos que para expulsar a ese demonio necesitaban más fe. Para sanar al mundo, para curar los corazones, los cristianos tenemos que ser hombres y mujeres de fe. Hay cadenas que no las pueden romper las fuerzas humanas: odios profundos, vicios arraigados, falta de esperanza…

En ocasiones, personas cercanas a nosotros atraviesan por situaciones críticas. Intentamos ayudarles con gestiones, favores prácticos, etc. Pero con frecuencia llega un momento en que notamos que no podemos llegar más lejos, porque lo que se necesita es la acción de la gracia: una luz especial o una conversión profunda. De nuestra parte, queda transmitir una profunda confianza en Dios, y quizá rezar juntos para que sea el Señor el que cure sus heridas.

La oración llena de fe es la que sostiene al mundo. Por eso, hemos de recurrir al Señor con constancia, abandonándonos en sus manos. Nos puede servir de ayuda esta oración que recomienda san Josemaría: “Señor, Tú eres el de siempre. Dame la fe de aquellos varones que supieron corresponder a tu gracia y que obraron —en tu Nombre— grandes milagros, verdaderos prodigios (…) sé que los harás; pero, también me consta que quieres que se te pidan, que quieres que te busquemos, que llamemos fuertemente a las puertas de tu Corazón”.

 

“Ojala seas como un viejo sillar oculto”

No quieras ser como aquella veleta dorada del gran edificio: por mucho que brille y por alta que esté, no importa para la solidez de la obra. –Ojalá seas como un viejo sillar oculto en los cimientos, bajo tierra, donde nadie te vea: por ti no se derrumbará la casa. (Camino, 590)

12 de agosto

Déjame que te recuerde, entre otras, algunas señales evidentes de falta de humildad:

––pensar que lo que haces o dices está mejor hecho o dicho que lo de los demás; ––querer salirte siempre con la tuya; –disputar sin razón o –cuando la tienes– insistir con tozudez y de mala manera;

—dar tu parecer sin que te lo pidan, ni lo exija la caridad; —despreciar el punto de vista de los demás;

—no mirar todos tus dones y cualidades como prestados;

—no reconocer que eres indigno de toda honra y estima, incluso de la tierra que pisas y de las cosas que posees; —citarte a ti mismo como ejemplo en las conversaciones;

—hablar mal de ti mismo, para que formen un buen juicio de ti o te contradigan; —excusarte cuando se te reprende;

—encubrir al Director algunas faltas humillantes, para que no pierda el concepto que de ti tiene; —oír con complacencia que te alaben, o alegrarte de que hayan hablado bien de ti;

—dolerte de que otros sean más estimados que tú;

—negarte a desempeñar oficios inferiores;

—buscar o desear singularizarte;

—insinuar en la conversación palabras de alabanza propia o que dan a entender tu honradez, tu ingenio o destreza, tu prestigio profesional...;

—avergonzarte porque careces de ciertos bienes... (Surco, 263)

 

Mensaje del prelado del Opus Dei a propósito del Motu proprio sobre las prelaturas personales

El prelado del Opus Dei escribe estas palabras a propósito del Motu proprio del Papa Francisco sobre las prelaturas personales, del pasado 8 de agosto.

10/08/2023

Queridísimos, ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!

Como habréis visto, anteayer el Papa Francisco publicó una carta en forma de Motu proprio acerca de las prelaturas personales. En ella se introducen modificaciones en dos cánones del Código de Derecho Canónico, en continuidad con lo establecido en Praedicate evangelium, sobre la reforma de la Curia romana, y el Motu proprio Ad charisma tuendum.

Os escribo estas palabras para compartir con vosotros que acogemos con sincera obediencia filial esas disposiciones del Santo Padre, y para pediros que también en esto permanezcamos todas y todos muy unidos. Seguimos así el espíritu con el que vivieron san Josemaría y sus sucesores ante cualquier disposición del Papa relacionada con el Opus Dei. Siendo la Obra una realidad de Dios y de la Iglesia, el Espíritu Santo nos conduce en todo momento.

Por otro lado, y como es lógico, el Motu proprio del día 8 de agosto también deberá tenerse en cuenta en la adaptación y actualización de los estatutos de la Obra, que está en marcha desde hace un año. Por este motivo, renuevo ahora la petición de oraciones que ya os dirigí hace algunos meses, para que este trabajo llegue a buen puerto. Además, desearía que día a día se refuerce en nosotros, por la gracia de Dios, el sentirnos hijos de la Iglesia, hermanos y hermanas de una familia unida, que procuran encarnar en su vida el mensaje recibido por san Josemaría. Seamos apóstoles que siembran magnánimamente comprensión y caridad, con la alegría que da el encuentro con el Señor.

Las modificaciones establecidas en estos cánones se refieren al derecho general acerca de las prelaturas personales. En el añadido que se refiere a los laicos –razón de ser del Opus Dei: cristianos corrientes en medio del mundo, que buscan a Dios a través de su trabajo profesional y de su vida ordinaria–, se explicita la realidad de que son fieles de sus diócesis, como cualquier otro católico. En el caso de la Obra, además, miembros de esta familia sobrenatural, gracias a una específica llamada vocacional.

Por último, os aliento a continuar acompañándome en el viaje pastoral de los próximos días en Australia y Nueva Zelanda, como os transmití hace poco en otro mensaje, y a recurrir a la intercesión maternal de la Virgen, en la ya cercana solemnidad de la Asunción de María.

Con todo cariño, os bendice

Vuestro Padre

Sídney, 10 de agosto de 2023

 

La ternura de Dios (VII): Devuélveme la alegría de tu salvación

Para poder dar misericordia, necesitamos recibirla de Dios: mostrarle nuestras heridas, dejarnos curar, dejarnos querer. En un mundo «a menudo duro con el pecador e indulgente con el pecado», el salmo miserere –ten misericordia de mí– es la gran oración del perdón que libera el alma, que nos devuelve la alegría de estar en la casa del Padre.

07/10/2016

Miserere mei, Deus, secundum misericordiam tuam –«ten misericordia de mí, Dios mío, según tu bondad» (Sal 51 [50],3). Desde hace tres milenios, el salmo miserere ha alimentado la oración de cada generación del Pueblo de Dios. Las Laudes de la Liturgia de las horas lo recogen semanalmente, los viernes. San Josemaría, y sus sucesores, lo rezan cada noche[1], expresando con el cuerpo el tenor de las palabras que componen este «Magnificat de la misericordia», como lo ha llamado recientemente el Papa: «el Magnificat de un corazón contrito y humillado que, en su pecado, tiene la grandeza de confesar al Dios fiel que es más grande que el pecado»[2].

EN SU PRESENCIA TRANQUILIZAREMOS NUESTRO CORAZÓN, AUNQUE EL CORAZÓN NOS REPROCHE ALGO, PORQUE DIOS ES MÁS GRANDE QUE NUESTRO CORAZÓN Y CONOCE TODO.

El salmo miserere nos sumerge en «la más profunda meditación sobre la culpa y la gracia»[3]. La tradición de Israel lo pone en labios de David, cuando el profeta Natán le reprochó, de parte de Dios, el adulterio con Betsabé y el asesinato de Urías[4]. El profeta no echó directamente en cara al rey su pecado: se sirvió de una parábola[5], para que fuera el mismo David quien llegara a reconocerlo. Peccavi Domino, «pequé contra el Señor» (2 S 12,13): el miserere –ten misericordia, misericórdiame– que sale del corazón de David expresa también su desolación interior, y la conciencia del dolor que ha sembrado a su alrededor. La percepción del alcance de su pecado –Dios, los demás, él mismo– le lleva a buscar su refugio y su curación en el Señor, el único que puede arreglar las cosas: «en su presencia tranquilizaremos nuestro corazón, aunque el corazón nos reproche algo, porque Dios es más grande que nuestro corazón y conoce todo» (1 Jn 3,20).

Porque no saben lo que hacen

Del pecado vemos sobre todo, en un primer momento, la liberación que parece prometer: emanciparse de Dios, para ser verdaderamente nosotros mismos. Pero la aparente liberación –espejismo– se convierte muy poco después en una carga pesada. El hombre fuerte y autónomo, que creía poder silenciar su conciencia, llega tarde o temprano a un momento en que se desarma: el alma no puede más; «no le bastan las explicaciones habituales, no le satisfacen las mentiras de los falsos profetas»[6]. Es el inicio de la conversión, o de una de las «sucesivas conversiones» de nuestra vida, que son «más importantes aún y más difíciles»[7].

El proceso no es siempre tan rápido como en la historia del rey David. La ceguera que precede y acompaña al pecado, y que crece con el pecado mismo, puede prolongarse después; nos engañamos con justificaciones, nos decimos que la cosa no tiene tanta entidad… Es una situación que también nos encontramos con frecuencia a nuestro alrededor, «en un mundo a menudo duro con el pecador e indulgente con el pecado»[8]: duro con el pecador, porque en su conducta se percibe claramente lo corrosivo del pecado; pero indulgente con el pecado, porque reconocerlo como tal significaría prohibirse ciertas «libertades». Todos estamos expuestos a este riesgo: ver lo feo del pecado en los demás, sin condenar el pecado en nosotros mismos. No solo nos falta misericordia entonces: nos hacemos también incapaces de recibirla.

La ofuscación del pecado y de la tibieza tiene algo de autoengaño, de ceguera querida –queremos no ver, hacemos como que no vemos–, y por eso requiere el perdón de Dios. Jesús ve así el pecado cuando dice desde la Cruz: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). Perderíamos la profundidad de esta palabra del Señor si la viéramos como una mera disculpa amable, que ocultara el pecado. Cuando nos alejamos de Dios, sabemos y no sabemos lo que hacemos. Nos damos cuenta de que no obramos bien, pero olvidamos que por ahí no vamos a ninguna parte. El Señor se apiada de ambas cosas, y también de la profunda tristeza en la que nos quedamos después. San Pedro sabía y no sabía lo que hacía cuando negaba al Amigo. Después «lloró amargamente» (Mt 26,75), y las lágrimas le dieron una mirada más limpia, y más lúcida.

«La misericordia de Cristo no es una gracia barata; no implica trivializar el mal. Cristo lleva en su cuerpo y en su alma todo el peso del mal, toda su fuerza destructora. Quema y transforma el mal en el sufrimiento, en el fuego de su amor doliente»[9]. Su palabra de perdón desde la Cruz –«no saben lo que hacen»– deja entrever su proyecto misericordioso: que volvamos a la casa del Padre. Por eso también desde la Cruz nos confía a la protección de su Madre.

La nostalgia de la casa del Padre

«La vida humana es, en cierto modo, un constante volver hacia la casa de nuestro Padre»[10]. La conversión, y las conversiones, comienzan y recomienzan con la constatación de que nos hemos quedado de algún modo sin hogar. El hijo pródigo siente la «nostalgia por el pan recién horneado que los empleados de su casa, la casa de su padre, comen para el desayuno. La nostalgia es un sentimiento poderoso. Tiene que ver con la misericordia porque nos ensancha el alma (…). En este horizonte amplio de la nostalgia, este joven –dice el Evangelio– entró en sí y se sintió miserable. Y cada uno de nosotros puede buscar o dejarse llevar a ese punto donde se siente más miserable. Cada uno de nosotros tiene su secreto de miseria dentro... Hace falta pedir la gracia de encontrarlo»[11].

Fuera de la casa del padre –recapacita el hijo pródigo– está en realidad fuera de su misma casa. La redescubre: el lugar que se le antojaba como un obstáculo para su realización personal se revela como el hogar que nunca debió haber abandonado. También quienes están dentro de la casa del padre pueden estar con el corazón fuera. Así sucede con el hermano mayor de la parábola: aunque no se había ido, su corazón estaba lejos. Para él rigen también esas palabras del profeta Isaías, a las que Jesús se referirá en su predicación: «Este pueblo (…) me honra con sus labios pero su corazón está lejos de mí» (Is 29,13)[12]. El hermano mayor «no dice nunca “padre”, no dice nunca “hermano”; piensa sólo en sí mismo, hace alarde de haber permanecido siempre junto al padre y de haberlo servido (…) ¡Pobre padre! Un hijo se había marchado, y el otro nunca había sido verdaderamente cercano. El sufrimiento del padre es como el sufrimiento de Dios, el sufrimiento de Jesús cuando nosotros nos alejamos o porque nos marchamos lejos o porque estamos cerca sin ser cercanos»[13]. Habrá momentos de nuestra vida en que, aunque quizá no nos hayamos alejado como el hijo menor, percibiremos más fuertemente hasta qué punto somos como el hijo mayor. Son momentos en los que Dios nos da más luz: nos quiere más cerca de su corazón. Son momentos de nueva conversión.

CUANDO LA VIDA INTERIOR SE CLAUSURA EN LOS PROPIOS INTERESES, YA NO HAY ESPACIO PARA LOS DEMÁS (…), YA NO SE ESCUCHA LA VOZ DE DIOS.

En la conversación entre el hermano mayor y el padre[14], salta a la vista, frente a la ternura del corazón del padre, la dureza del corazón del hijo: su respuesta amarga deja adivinar cómo había perdido la alegría de estar en la casa de su padre. Por eso mismo había perdido la capacidad de alegrarse con él y con su hermano. Para uno y otro tenía solamente reproches: solo veía sus fallos. «Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás (…), ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente»[15].

El padre se sorprende también ante esa dureza, e intenta ablandar el corazón de aquel hijo que, aunque había permanecido con él, suspiraba –quizá sin ser él mismo muy consciente– por el egoísmo alocado del hermano pequeño; el suyo era un egoísmo más «razonable», más sutil, y quizá más peligroso. El padre intenta darle explicaciones: «había que celebrarlo y alegrarse, porque ese hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida» (Lc 15,32). Con fortaleza de padre y ternura de madre, le reconviene, como diciéndole: Hijo mío, deberías alegrarte: ¿qué te pasa en el corazón? «También él necesita descubrir la misericordia del padre»[16]: tiene necesidad de descubrir esa nostalgia de la casa del Padre, ese dolor suave que nos hace volver.

Devuélveme el gozo de tu salvación

Tibi, tibi soli peccavi et malum coram te feci, –«contra Ti, contra Ti solo he pecado, y he hecho lo que es malo a tus ojos» (Sal 51 [50],6). El Espíritu Santo, que «convencerá al mundo en lo referente al pecado»[17], es quien nos hace ver que esa nostalgia, ese malestar, no es solo un desequilibrio interior; tiene su origen más profundo en una relación herida: nos hemos alejado de Dios; le hemos dejado solo, y nos hemos dejado solos. «In multa defluximus»[18], escribe San Agustín: cuando nos apartamos de Dios, nos desparramamos en muchas cosas, y nuestra casa se queda desierta[19]. El Espíritu Santo es quien nos mueve a volver a Dios, que es el único que puede perdonar los pecados[20]. Como aleteaba sobre las aguas desde el inicio de la creación[21], así aletea ahora sobre las almas. Él movió a la mujer pecadora a acercarse, sin palabras, a Jesús; y la misericordia de Dios la acogió sin que los comensales entendieran el porqué de las lágrimas, el perfume, los cabellos[22]: Jesús, radiante, dijo de ella que se le había perdonado mucho porque había amado mucho[23].

La nostalgia de la casa del Padre es nostalgia de cercanía, de misericordia divina; necesidad de volver a poner «el corazón en carne viva, humana y divinamente transido por un amor recio, sacrificado, generoso»[24]. Si nos acercamos, como el hijo menor, hasta el regazo del Padre, allí comprendemos que la medicina para nuestras heridas es Él mismo, Dios mismo. Entra entonces en escena un «tercer hijo»: Jesús, que nos lava los pies, Jesús, que se ha hecho siervo por nosotros. Él es «el que «siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo» (Fil 2,6-7). ¡Este Hijo-Siervo es Jesús! Es la extensión de los brazos y del corazón del Padre: Él ha acogido al pródigo y ha lavado sus pies sucios; Él ha preparado el banquete para la fiesta del perdón»[25].

Cor mundum crea in me, Deus –«Crea en mí, Dios mío, un corazón puro» (Sal 50 [51],12). El salmo vuelve una y otra vez sobre la pureza del corazón[26]. No es cuestión de narcisismo, ni de escrúpulo, porque «el cristiano no es un maníaco coleccionista de una hoja de servicios inmaculada»[27]. Es cuestión de amor: el pecador arrepentido está dispuesto a hacer lo necesario para curar su corazón, para recuperar la alegría de vivir con Dios. Redde mihi laetitiam salutaris tui –«devuélveme el gozo de tu salvación» (Sal 51 [50],14): cuando se ven así las cosas, la confesión no es una cuestión fría, como una especie de trámite administrativo. «Puede hacernos bien preguntarnos: Después de confesarme, ¿festejo? ¿O paso rápido a otra cosa, como cuando después de ir al médico, uno ve que los análisis no dieron tan mal y los mete en el sobre y pasa a otra cosa?»[28].

Quien festeja, aprecia: agradece el perdón. Y ve entonces la penitencia como algo más que una mera diligencia para restablecer la justicia: la penitencia es una exigencia del corazón, que experimenta la necesidad de respaldar sus palabras –pequé, Señor pequé– con la vida. Por eso, san Josemaría aconsejaba a todos a tener «espíritu de penitencia»[29]. «Un corazón contrito y humillado» (Sal 51 [50],19) comprende que resulta necesario un camino de retorno, de reconciliación, que no se hace de la noche a la mañana. Como es el amor el que tiene que recomponerse, para adquirir una nueva madurez, es él mismo el remedio: «amor con amor se paga»[30]. La penitencia, pues, es el cariño que lleva a querer sufrir –alegres, sin darnos importancia, sin «cosas raras»[31]– por todo lo que hemos hecho sufrir a Dios y a los demás. Ese es el sentido de uno de los modos que el Ritual propone al sacerdote para despedirse del penitente tras la absolución; el confesor nos dice: «que el bien que hagas y el mal que puedas sufrir te sirvan como remedio de tus pecados»[32]. Además, «¡qué poco es una vida para reparar!»[33] La vida entera es alegre contrición: con un dolor confiado –sin angustias, sin escrúpulos– porque cor contritum et humiliatum, Deus, non despicies (Sal 51 [50],19) –«un corazón contrito y humillado, Dios mío, no lo desprecias».

Texto: Carlos Ayxelà

Fotos: Santiago González Barros


[1] Cfr. A. Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, tomo III, Rialp, Madrid 2003, p. 395.

[2] Francisco, 1ª meditación en el Jubileo de los sacerdotes, 2-VI-2016.

[3] San Juan Pablo II, Audiencia, 24-X-2001.

[4] Cfr. 2 S 11, 2 ss.

[5] Cfr. 2 S 12, 2-4.

[6] San Josemaría, Amigos de Dios, 260.

[7] San Josemaría, Es Cristo que pasa, 57.

[8] Francisco, Homilía, 24-XII-2015.

[9] Card. Joseph Ratzinger, Homilía, Missa pro eligendo pontifice, 18-IV-2005.

[10] Es Cristo que pasa, 64.

[11] Francisco, 1ª meditación en el Jubileo de los sacerdotes, 2-VI-2016.

[12] Cfr. Mt 15,8.

[13] Francisco, Audiencia, 11-V-2016.

[14] Cfr. Lc 15,28-32.

[15] Francisco, Ex. Ap. Evangelii gaudium (24-XI-2013), 2.

[16] Francisco, Audiencia, 11-V-2016.

[17] Cfr. Jn 16,8. Así traduce San Juan Pablo II estas palabras de la oración sacerdotal de Jesús, sobre las que meditó profundamente en la encíclica Dominum et vivificantem (18-V-1986), 27-48.

[18] San Agustín, Confesiones X.29.40.

[19] Cfr. Mt 23,38.

[20] Cfr. Lc 7,48.

[21] Cfr. Gen 1,2.

[22] Cfr. Lc 7,36-50.

[23] Cfr. Lc 7,47.

[24] Amigos de Dios, 232.

[25] Francisco, Angelus, 6-III-2016.

[26] Cfr. Sal 50 (51), 4, 9, 11, 12, 19.

[27] Es Cristo que pasa, 75.

[28] Francisco, Homilía, 24-III-2016.

[29] Cfr. San Josemaría, Forja, 784; Amigos de Dios, 138-140, acerca del espíritu de penitencia, y sus diversas manifestaciones.

[30] Forja, 442.

[31] Forja, 60.

[32] Ritual de la Penitencia, 104.

[33] San Josemaría, Vía Crucis, VII estación.

 

El Prelado, en Filipinas: Todas las cosas cooperan para el bien

El domingo 30 de julio de 2023, el prelado del Opus Dei tuvo un encuentro de una hora con un nutrido grupo de familias, miembros del Opus Dei y sus amigos en el Mall of Asia Arena.

04/08/2023 

30 de julio   28 de julio   27 de julio   26 de julio   25 de julio


30 de julio, domingo

El domingo 30 de julio de 2023, el prelado del Opus Dei tuvo un encuentro de una hora con un nutrido grupo de familias, miembros del Opus Dei y sus amigos en el Mall of Asia Arena.

El anuncio, hace más de un mes, de que el prelado del Opus Dei visitaría Filipinas suscitó la expectativa de un encuentro general con él, que pondría el broche de oro a su estancia de 12 días. El último viaje del Prelado a Filipinas tuvo lugar en 2008, cuando Mons. Javier Echevarría tuvo una tertulia general en el SMX Convention Center.

Las lluvias torrenciales intermitentes habían inundado partes de Metro Manila durante días, pero no mermaron el ánimo de las cerca de 7.000 personas que se congregaron en el Mall of Asia Arena en la mañana del 30 de julio.

“A pesar del tamaño del recinto y del número de personas, el ambiente era cálido y familiar”, comentó una mujer, compartiendo el sentir de todos.

La escenografía del escenario era la de un salón con sofás y sillas. A los lados había árboles autóctonos. El telón de fondo era una fotografía submarina de corales y peces en el mundialmente famoso arrecife de Tubattaha, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y situado en medio del mar de Sulu. El fondo aludía a uno de los pasajes evangélicos favoritos de san Josemaría Escrivá, en el que el Señor dice a Pedro y a los discípulos: Remad mar adentro (cf. Lc 5,4), una llamada a profundizar en la vida espiritual y apostólica.

Monseñor Fernando Ocáriz entró en la sala entre música folclórica filipina y expresiones de cariño.

La multitud se sentó y el Padre (como se le llama familiarmente en la Obra) comenzó reflexionando sobre el Evangelio de ese domingo. “¡Omnia in bonum! Todas las cosas cooperan para el bien”, dijo. A pesar del sufrimiento, de las dificultades y de nuestras debilidades personales, “descubramos que Dios está con nosotros y ésta será la fuente de nuestra felicidad”, afirmó.

En un signo de amor filial compartido con san Josemaría y sus sucesores, Mons. Ocáriz pidió a continuación a los asistentes que rezaran por el Papa Francisco. “No sabemos exactamente lo que tiene en su mente y en su corazón, pero podemos imaginar que lleva un gran peso sobre sus hombros”, reflexionó. Recordó las muchas veces que el Papa Francisco pide a la gente “¡Rezad por mí!”. “Él cuenta con las oraciones de cada uno”, dijo monseñor Ocáriz.

Santificar las actividades humanas

Ana, aficionada al deporte,explicó que sabía que el Padre jugaba al tenis. El prelado comentó que las actividades humanas como el deporte y el trabajo pueden transformarse en un diálogo con Dios.

“Es una cuestión de fe. Podemos ofrecer todo a Dios, incluso el deporte”, dijo. Y añadió: “Encontramos a Dios en la Eucaristía y en la oración, pero lo encontramos en todo. Dios está con nosotros y debemos esforzarnos por estar con Él, como Él está con nosotros”.

Fue entonces cuando un padre y su hijo subieron al escenario para regalarle una raqueta de tenis, ante la diversión de la multitud.

Empresario y marido

Ed, empresario, describió las dificultades por las que han pasado sus negocios en los últimos años: un incendio, la erupción volcánica, la pandemia y luego su mujer, que sufrió un derrame cerebral.

“Desde hace tres años, mi trabajo profesional consiste en cuidar de mi mujer, Corazón”, dijo Ed. Señalándola -se encontraba en una silla de ruedas a su lado-, continuó: “Ahora está conmigo y, gracias a Dios, está mejorando. Y nuestros negocios empiezan a recuperarse”.

Ed junto a su mujer, Corazón

Tras bendecirles desde el escenario, Mons. Ocáriz dijo que lo que le vino a la mente al escuchar la historia de Ed, fue la filiación divina. Sabernos hijas e hijos de Dios es la base del espíritu del Opus Dei y del mismo cristianismo.

El Prelado explicó que las dificultades y las pruebas nos hacen semejantes a Cristo en la Cruz, que eligió aceptar libremente el sufrimiento. “La filiación divina -añadió- nos ayuda a aceptar el sufrimiento con alegría”.

Un club de chicas como legado

Nora, que organiza las actividades del Rosas Girls Club, habló al Padre de este proyecto impulsado por una supernumeraria, ya fallecida. Su hijo y su hija siguen apoyando el club, que enseña a las niñas catecismo y habilidades para la vida.

A continuación, seis chicas jóvenes interpretaron una danza autóctona, llamada Itik-Itik, imitando a patitos (itik en filipino) que aletean alegremente. Como colofón de su actuación, se pusieron en fila para saludar al Padre apretando su mano contra la frente en el gesto “mano po" de respeto a los padres y los mayores.

Evangelización a través del cine y la televisión

Mel, una respetada guionista de televisión y cine, dijo que se esfuerza para reflejar en sus guiones los valores cristianos. Preguntó cómo los guionistas y otras personas creativas podían perseverar en su trabajo, nadando contra la corriente de una industria secularizada.

El Prelado le dijo que estaba implicada en algo muy importante. Le aconsejó que siguiera tratando personalmente con productores, directores y personas del sector

Abandono y oración

Al segundo bebé de Zita le diagnosticaron una enfermedad pulmonar y tenía dificultades para respirar. Tras meses de tratamiento médico, ella y su marido decidieron rezar al Beato Álvaro del Portillo por su curación.

Señalando al niño que gritaba en brazos de su padre, Zita le dijo: “Como ve, Padre, ya está muy bien”. Preguntó cómo estar serenos y unidos a Dios en medio de las pruebas.

Zita, junto a su marido y a su hijo

“Es una cuestión de fe. Omnia in bonum!”, respondió el prelado del Opus Dei. “Cristo dijo 'pedid y recibiréis'. Seguid rezando porque nada se pierde con la oración”, dijo. También le aconsejó que rezara a la Virgen cuando vengan dificultades, y que le pida que aumentara nuestra fe en que Dios está con nosotros. “Ella aumentará nuestra fe porque es nuestra Madre”.

Apostolado chino filipino

Ace, un chino filipino, habló primero en fukien y luego en inglés, diciendo que estaba muy contento de que el Padre estuviera aquí, añadiendo -para regocijo de la multitud- que debería “venir más a menudo”.

Habló del Frontier Development Group y de los retiros y clases mensuales que organizan en el barrio chino de Manila. Mencionó que, gracias a generosos benefactores, han estado cooperando para que sacerdotes de China continental puedan realizar sus estudios eclesiásticos en Filipinas, España y Roma. Mientras hablaba, el público prorrumpió en aplausos.

“Muy pronto tendremos un centro de actividades en Chinatown. Padre, hemos puesto el Mandatum Novum (Mandamiento Nuevo) en chino para ese futuro centro del Opus Dei. Nos gustaría que le pusiera el sello chino”, dijo Ace.

Ace (izquierda) y otros tres jóvenes del Frontier Development Group

Él y otros tres filipinos chinos trajeron entonces un pergamino con el Mandamiento Nuevo pintado en caligrafía china para que monseñor Ocáriz lo sellara con su firma en chino.

Luego cantaron la conmovedora canción popular china Yue liang dai biao wo de xin (La luna representa mi corazón). Ace explicó: “Queremos decirle que, sea cual sea la distancia entre nosotros aquí en Filipinas y usted en Roma, siempre habrá una luna que represente nuestro afecto por usted”. La canción emocionó a muchos.

Generosidad

Hablando de una reciente actividad de divulgación que sus amigos llevaron a cabo para ciegos, Jennifer dijo que valoró y se sintió agradecida por gozar de buena salud. Preguntó por el valor de la generosidad.

“La generosidad produce alegría”, dijo Mons. Ocáriz, animándola a perseverar en los actos de servicio, especialmente para los más necesitados. Le recordó lo que decía san Josemaría: “Lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado”.

Supercooperador y vocación

Raffy y su mujer son cooperadores del Opus Dei. Raffy comenzó su pregunta preguntando si podría ser un “supercooperador” de por vida (los cooperadores no son miembros del Opus Dei). Ese comentario provocó en muchos de los asistentes risas y aplausos.

“Bromas aparte, continuó Raffy, ¿cómo puede uno saber si el Señor le llama a ser supernumerario del Opus Dei?”.

El Prelado, Mons. Fernando Ocáriz, durante un momento del encuentro en Manila

En la respuesta, el Padre le explicó: “Todo el mundo tiene una vocación. Dios tiene un plan en su mente para cada persona”. “San Josemaría, les recordó, predicaba que todos estamos llamados a la santidad. Depende de cada uno descubrir el camino de santidad al que Dios le llama”.

El Prelado explicó que, a la hora de discernir la propia vocación, Dios permite algún elemento de incertidumbre, porque quiere que cada uno decida libremente; que dé un salto de fe para entregarle su vida con generosidad. Al oír esa llamada, cada uno debe dar ese salto de fe con inteligencia, con la ayuda de la oración y la guía de un director espiritual. “Todos tenemos una vocación y a lo que Dios nos llama es lo mejor para hacernos santos”, concluyó el Prelado.

Eres tú

El colofón de la animada mañana lo puso la actuación de los mundialmente conocidos Philippine Madrigal Singers.

Mark, director del grupo, habló de cómo conoció la Obra durante sus años universitarios. Expresó su agradecimiento por las amistades y la formación continua que ha recibido en la Obra desde los años ochenta.

Mark Carpio y los Philippine Madrigal Singers interpretaron tres canciones

La música, dijo al Padre, “está en cada filipino”. La música une y trae la paz, dijo, mientras presentaba al coro, que ofreció una serenata al Padre y al público con tres canciones memorables: “Eres tú” (It's you), “Kay Ganda ng Ating Musika” (en filipino, “Qué hermosa es nuestra música”) y “Permission to Dance” (originalmente del grupo coreano BTS), que hizo que muchos de los asistentes cantaran, aplaudieran y bailaran al ritmo de la canción.

Antes de que el Padre impartiera su bendición para finalizar la reunión, se hizo una foto de grupo, al más puro estilo filipino. Los fotógrafos se apresuraron a subir al escenario para hacer la foto de grupo con el Prelado y todo el público del MOA Arena de fondo. El Padre dio su bendición a todos y, visiblemente feliz, terminó diciendo: “¡Muchas gracias!”.

28 de julio, viernes

Mons. Ocariz visitó por la mañana a algunos fieles enfermos y ancianos de la Prelatura en sus casas. Antes celebró la Misa en una capilla dedicada a Santa María Stella Orientis.

27 de julio, jueves

Por la mañana, Mons. Ocáriz recibió a algunas familias en el centro de Nueva Manila. Las familias compartieron sus historias y le mostraron fotos, que él bendijo. Además, se reunió con 40 estudiantes de la escuela PAREF Southrige que estaban a punto de partir hacia Lisboa para participar en la Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar del 1 al 6 de agosto. Vinieron con su equipamiento para la ocasión, y le regalaron una chaqueta al prelado. Éste les dijo que practicaran la fraternidad entre ellos y con las personas de otros países con las que iban a convivir durante esos días. Les recordó que seguramente encontrarían algunas dificultades en el camino y que podrían ofrecerlas por el Papa. A continuación, les dio la bendición para el viaje.

Por la tarde, el Prelado estuvo de nuevo en la Universidad de Asia y el Pacífico para una reunión con estudiantes varones y jóvenes profesionales que asisten a las actividades de formación en los centros del Opus Dei. Les dijo que las actividades formativas del Opus Dei no están para hacer a uno personalmente “perfecto”, sino para permitirnos amar más a Jesús. Mons. Ocáriz respondió a sus preguntas sobre temas relacionados con la amistad, el apostolado, la oración y el discernimiento vocacional.

26 de julio, miércoles

En la agenda del Prelado para este día, y para el inicio de su viaje apostólico a Filipinas, figuraba en primer lugar una peregrinación al Santuario Nacional de Nuestra Señora del Carmen, en Nueva Manila. Mons. Álvaro del Portillo hizo exactamente lo mismo en 1987, así como Mons. Javier Echevarría en 1998.

El Superior de los Padres Carmelitas le dio la bienvenida al Santuario. Mons. Ocáriz rezó el Rosario con Julio Diéguez, Vicario Regional del Opus Dei en Filipinas. Un pequeño grupo de fieles -que se encontraban en la iglesia esa mañana- les acompañó, pidiendo por los frutos apostólicos de este viaje.

Por la tarde, Mons. Ocáriz tuvo un encuentro con unas trescientas jóvenes estudiantes y profesionales reunidas en la Universidad de Asia y el Pacífico (UA&P), que asisten regularmente a las actividades de formación organizadas por los centros del Opus Dei en el país.

El Prelado les lanzó el reto de tomarse en serio la formación que reciben. “Es una responsabilidad gozosa, porque Dios cuenta con vosotras", les dijo. Y añadió: “Con la fuerza de vuestra oración y de vuestro trabajo, estáis haciendo mucho. En un mundo que a veces parece hostil a las cosas de Dios, id adelante, sin miedo". Hubo preguntas, anécdotas y cantos durante la reunión familiar, que duró 45 minutos.

25 de julio, martes

El Prelado fue recibido por Julio Diéguez, Vicario Regional del Opus Dei en Filipinas, y por algunas familias que acudieron a saludarle. Ronnie y Richelle presentaron a sus cinco hijos (foto), así como Paul y Denice. A continuación se trasladó a Nueva Manila, Quezon City, donde residirá estos días.

Está previsto que los días 26 y 27 de julio tenga encuentros especiales con estudiantes de la Universidad de Asia y el Pacífico (UA&P). También se reunirá con jóvenes que reciben formación en los centros del Opus Dei y que se preparan para asistir a la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará del 1 al 6 de agosto en Lisboa (Portugal).

Mons. Ocariz también acudirá a visitar a enfermos y ancianos en diversos hogares de Manila. También conocerá dos centros de formación técnica impulsados por personas del Opus Dei, entre otros: Punlaan, situado en San Juan; y Dualtech, en Canlubang. Además, se reunirá con los responsables de los programas familiares Educhild y de las escuelas PAREF.

La tertulia general con familias filipinas será el domingo 30 de julio, a las 10.30 de la mañana, en el MOA Arena. Se esperan unas 9.000 personas.

A continuación, Mons. Ocariz volará a Cebú el 3 de agosto para estar con otras personas que reciben formación cristiana del Opus Dei. Visitará la Banilad School for Professional Development y el Center for Industrial Technology and Enterprise, escuelas técnicas para mujeres y hombres, respectivamente. Estos proyectos sociales han conseguido formar y dar empleo a jóvenes desfavorecidos de Bisayas y Mindanao.

El 5 de agosto, el Prelado volará primero a Indonesia, y después a Sydney y Nueva Zelanda.

 

La Asunción de la Virgen María

El 15 de agosto la Iglesia celebra que Cristo se llevó al Cielo a su Madre, dogma definido por Pío XII en 1950.

La Asunción de la Virgen (Santuario de Torreciudad)

12/08/2022

“El dogma de la Asunción -explicaba san Juan Pablo II- afirma que el cuerpo de María fue glorificado después de su muerte. En efecto, mientras para los demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo, para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio”.

En esa audiencia relató que “el 1 de noviembre de 1950, al definir el dogma de la Asunción, Pío XII no quiso usar el término «resurrección» y tomar posición con respecto a la cuestión de la muerte de la Virgen como verdad de fe. La bula Munificentissimus Deus se limita a afirmar la elevación del cuerpo de María a la gloria celeste, declarando esa verdad «dogma divinamente revelado»”.


1. “La Virgen Santa, causa de nuestra alegría”. Homilía pronunciada por san Josemaría Escrivá el 15-VIII-1961, fiesta de la Asunción de la Virgen María, y publicada en “Es Cristo que pasa”.

2. Comentario del evangelio de la solemnidad de la Asunción de la Virgen María. “Por aquellos días, María se levantó y marchó deprisa a la montaña”. Todo en María refleja la alegría de un amor diligente, humilde y desprendido de sí. San Josemaría gustaba de meditar esta escena y aprender de la naturalidad de María las virtudes cristianas.

3. Vida de María: Dormición y Asunción de la Virgen. Texto sobre este suceso y explicación del Magisterio, de algunos escritores, santos y Padres de la Iglesia.

4. Vídeo sobre el lugar en el que, según las tradiciones cristianas, sucedió la Dormición de la Virgen María.


Otros textos sobre la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María

5. Palabras del Papa Francisco en la Solemnidad de la Asunción (2021).

6. Homilía del Papa emérito Benedicto XVI sobre la relación de la Asunción de la Virgen y la vida cotidiana.

7. Audio de San Josemaría sobre el 4º misterio del Rosario, la Asunción de la Virgen María.

8. “Volvamos ininterrumpi­damente los ojos a nuestra Madre”. Mons. Álvaro del Portillo escribe con motivo de la fiesta de la Asunción de la Virgen María: “Pidamos que, como Ella, aspiremos sólo al premio eterno: el que Dios nos otorgará si nos mantenemos fieles en su servicio”.

9. ¿Qué significa la Asunción de la Virgen a los cielos? (Preguntas sobre la fe cristiana)


10. 15 de agosto de 1951: consagración de la Obra al Corazón Dulcísimo de María. Los años 50 fueron de mucho sufrimiento para san Josemaría, por incomprensiones y conflictos. En medio de estas dificultades, decidió ir a Loreto para ponerse al amparo de la Virgen..

 

¿Apuestan los científicos?…

Más de lo que usted piensa

 

© Pexels

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La duda es una característica esencial del avance científico que consiste en una constante reevaluación de hipótesis. Esa constante duda y propuesta de nuevas hipótesis lleva con frecuencia al colectivo investigador a la controversia y el conflicto. Y este es el marco que propicia el desarrollo de las apuestas entre científicos, que se plantean con cierta frecuencia. En la mayoría de los casos contribuyen a visualizar problemas de calado a los que la ciencia se enfrenta y por ello merece la pena detenerse en alguna de ellas.

La apuesta sobre el cerebro y la conciencia que sigue en pie

El pasado mes de junio tuvo lugar una multitudinaria reunión de la Asociación para el Estudio Científico de la Conciencia (ASSC) en Nueva York, donde más de 800 neurocientíficos, filósofos y curiosos abarrotaron un auditorio. Acudieron para conocer los primeros resultados de una ambiciosa investigación sobre una cuestión profunda: ¿Qué es la conciencia? En la reunión se dirimía el resultado de una apuesta cruzada entre el neurocientífico Christof Koch y el filósofo David Chalmers.

En junio de 1998, habían asistido a una conferencia en Bremen (Alemania) y acabaron hablando hasta altas horas de la noche en un bar local sobre la naturaleza de la conciencia. Koch retó a Chalmers a que antes de 2023 alguien descubriría el mecanismo por el que las neuronas del cerebro producen la conciencia. El Dr. Chalmers, que mantenía lo contrario, aceptó la apuesta. El premio serían unas cuantas botellas de buen vino.

En los 25 años transcurridos se han desarrollado potentes herramientas para sondear el cerebro y realizado numerosos experimentos para conocer el origen de la conciencia[1]. En la reunión de Nueva York se trataba de exponer los resultados de un experimento para medir la predictibilidad de dos de las principales hipótesis sobre las bases neuronales de la conciencia: la teoría de la información integrada (IIT) y la teoría del espacio de trabajo de la red global (GNWT). Estas teorías se supone que permiten cierta verificación sometiendo a individuos a determinados estímulos, observando las reacciones del cerebro.

Seis laboratorios independientes llevaron a cabo el experimento contradictorio entre las dos teorías, siguiendo un protocolo preestablecido y utilizando diversos métodos complementarios para medir la actividad cerebral. Pidieron a 256 voluntarios que miraran una serie de caras, letras y formas y luego pulsaran un botón en determinadas condiciones. Los resultados no fueron concluyentes, no permitiendo validar ninguna de ellas, confirmando que no se ha encontrado un correlato neuronal claro de la conciencia. El Dr. Koch terminó la velada llevando al escenario una caja de madera llena de vino. Sacó una botella de Madeira de 1978 y se la dio al Dr. Chalmers. Luego retó a su amigo a una nueva apuesta, esta vez doble o nada: un marcador cerebral de la conciencia para 2048. El Dr. Chalmers aceptó la apuesta al instante, añadiendo “espero perder, pero sospecho que ganaré”[2].

Una apuesta que propicia grandes resultados

Las apuestas entre científicos no son ninguna novedad. Vienen de antiguo. Una de las obras científicas más importantes de la historia, el Principia de Isaac Newton, surgió como respuesta a una apuesta.

Nos remontamos al año 1684 en el que tres celebridades se reunían a comer para tratar sus puntos de vista sobre el movimiento de los planetas. Se trataba de Christopher Wren, el arquitecto que había reconstruido medio Londres, incluida la catedral de San Pablo y más de 50 iglesias y que tenía gran afición por la astronomía; Robert Hooke, físico que había descubierto la ley que rige los resortes y que lleva su nombre; y Edmund Halley, el astrónomo que había calculado la órbita del cometa que nos visita cada 76 años y al que se bautizó con su nombre. Kepler había enunciado las leyes que rigen el movimiento de los planetas basándose exclusivamente en observaciones, por lo que representaban simplemente un hecho. Ellos pretendían relacionar matemáticamente las leyes de Kepler con una ley de fuerza inversa al cuadrado. Ante la dificultad que se les presentaba, Wren decidió lanzar un reto: 40 chelines (algo menos de 2.000 dólares actuales) a quien pudiera demostrar matemáticamente la naturaleza de esa fuerza invisible que atraía a los planetas, para lo que estableció un plazo de dos meses. Ni Hooke, ni Halley fueron capaces de abordar la cuestión. Pero Halley, que se había obsesionado con el problema, tuvo la feliz idea de recurrir a Isaac Newton del que sabía que era un ser extraño y excéntrico al tiempo que un matemático extraordinario.

Cuando Halley se reunió con Newton y le preguntó qué tipo de curva describirían los planetas suponiendo que la fuerza de atracción hacia el Sol fuera proporcional a la inversa de la distancia al cuadrado, la respuesta fue inmediata, una elipse. Hace tiempo que lo tengo calculado.  Newton no pudo aportar la solución escrita, porque muy probablemente no la tenía completa. El caso es que Halley, obsesionado como estaba con el asunto, le conminó a trabajar en ello. Newton, por su parte, se encerró en su estudio trabajando día y noche y al cabo de tres meses pudo enviarle a Halley unas notas, en las cuales presentaba su Ley de la Gravitación Universal y exponía sistemáticamente las reglas que rigen todos los cuerpos en movimiento. Pero Halley siguió presionando a Newton para que publicara su teoría en la que continuó trabajando con el mismo ahínco durante dos años. El resultado fue el innovador Principia Mathematica, tres tomos en los que no sólo propuso la ley de la gravedad y las tres leyes del movimiento, sino que también contribuyó a la creación del cálculo, estableciendo los fundamentos de la mecánica clásica.

Newton quedó tan extenuado con este trabajo que nunca más volvió a ocuparse en matemáticas o física. Puesto que la intención de Newton no parece que fuera la de publicar sus primeros trabajos, ni tampoco la de continuarlos, la apuesta de estos tres personajes y el consecuente empeño de Halley pudieron ser decisivos para este paso histórico en la ciencia. En cuanto a la recompensa ofrecida por Wren, no hubo lugar puesto que se sobrepasó en mucho el plazo impuesto en la misma.

Las apuestas científicas han proliferado en la segunda mitad del siglo XX

El fenómeno de las apuestas sobre el resultado de cuestiones científicas ha proliferado en el siglo XX sin que se conozca una razón concreta, aunque cabe pensar que esta costumbre diga algo sobre la investigación en sí misma. El filósofo de la ciencia de la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook, Robert P. Crease, afirma: «Las apuestas son interesantes, porque revelan la cualidad de juego con la que los científicos suelen abordar su trabajo».[3]

El caso es que en determinadas instituciones dedicadas a la investigación han llegado a establecerse como mecanismo habitual de incentivación. En el acelerador lineal de Stanford en California conservan un libro con el título “Registro oficial de apuestas del Grupo de Teoría del SLAC” que contiene 28 páginas de apuestas que datan de 1984. Así mismo, en los antiguos Laboratorios Bell, durante décadas hubo un «libro» de apuestas en la sala de té, donde los científicos se reunían para debatir todos los días a las 4 de la tarde.[4]

Las apuestas de Hawking

El científico, sin duda el más mediático de finales del siglo XX, Stephen Hawking, también es famoso por haber apostado repetidas veces, pero sobre todo por haber perdido todas sus apuestas.

Un agujero negro es un objeto astronómico con una fuerza gravitatoria tan fuerte que nada, ni siquiera la luz, puede escapar de él. Su existencia se deduce de las ecuaciones de campo de Einstein, pero éste nunca llegó a aceptar su existencia real en el universo. Fué Lemaître en 1933 la primera persona en comprender la naturaleza del horizonte de un agujero negro, mucho antes de que se le llamara agujero negro[5]. Pero a principios de los años setenta, cuando todavía eran los agujeros negros objetos muy desconocidos, se descubrió una potente fuente de rayos X en la constelación del Cisne y los científicos comenzaron a elucubrar que podía tratarse de un agujero negro. Ello dio pie a su primera, sonada, apuesta. Fue a finales de 1974 cuando apostó con el físico de Caltech Kip Thorne a que no había ningún agujero negro en el centro de la fuente de rayos X conocida como Cygnus X-1. Se firmó el acuerdo ante testigos y el documento quedó enmarcado en el despacho de Thorne. Pero unos años más tarde, a pesar de que los astrónomos aún no estaban seguros de que Cygnus X-1 fuera un agujero negro, Hawking cedió. Según relata Thorne, «A última hora de una noche de junio de 1990, mientras yo estaba en Moscú trabajando en una investigación con colegas soviéticos, Stephen y un séquito de familiares, enfermeras y amigos irrumpieron en mi despacho de Caltech, encontraron la apuesta enmarcada y escribieron en ella una nota de concesión con la huella del pulgar de Stephen.»[6] Y pagó el premio pactado, un año de suscripción a la revista Penthouse.

Unos años más tarde en 1997 Stephen Hawking y Kip Thorne se unieron en una apuesta contra el físico cuántico del Caltech John Preskill en relación con la llamada paradoja de la información de los agujeros negros. Los primeros afirmaban que la información se pierde por completo cuando algo cae en un agujero negro, mientras que John Preskill decía que eso no tenía sentido, ya que existe un requisito de la mecánica cuántica según el cual la información no puede destruirse.

En 2004, Hawking anunció que cedía en su apuesta y que ahora creía que los horizontes de los agujeros negros debían fluctuar y filtrar información. En 2013, parafraseando a Albert Einstein, afirmó que esa apuesta fue la mayor “metedura de pata” de su carrera. Hawking recompensó al ganador con una enciclopedia sobre béisbol, en cumplimiento de lo pactado.

No tardó mucho en volver a apostar. Así explicó el director del Instituto Perimeter, Neil Turok, cómo Hawking le retó en una nueva apuesta. «En 2001, di una charla proponiendo una nueva teoría del big bang según la cual el big bang era sólo el último de una serie infinita de big bangs, y el universo sería un universo cíclico.[7] Stephen, de forma típica, al final de la charla, dijo: «me apuesto lo que quieras a que el satélite Planck descubrirá la señal de ondas gravitacionales de la inflación, lo que refutaría inmediatamente tu teoría», porque la predicción de nuestra teoría era que no habría señal de ondas gravitacionales».[8]  En 2014 un equipo de investigación de Harvard, BICEP2 con sede en la Antártida anunció la detección de determinadas huellas de ondas gravitacionales primordiales y aunque en medios científicos se plantearon dudas sobre ese resultado, Hawking se apresuró a declararse vencedor de la apuesta. Pero unos meses más tarde el equipo BICEP2  reconoció que las señales captadas no correspondían a ondas gravitacionales primordiales. De hecho, seguimos sin detectarlas.

La última derrota de Hawking ha sido a manos de Gordon Kane, físico teórico de la Universidad de Michigan en relación con el descubrimiento del bosón de Higgs. Este bosón, es una partícula elemental que tiene un papel fundamental en el mecanismo por el que se origina la masa en el Universo. A principios de este siglo era la única partícula predicha por el Modelo Estándar de Física de Partículas que aún no había sido detectada y su descubrimiento era esencial para dar sentido a todo lo que sabemos sobre el comportamiento de la materia en sus niveles más elementales. Y por ello se estaban haciendo los máximos esfuerzos por verificar su existencia.

El 4 de julio de 2012, en una emocionante sesión, el CERN anunció la detección del bosón de Higgs. Hawking lo celebró con estas palabras en la BBC : «Parece que acabo de perder 100 dólares»[9]

Efectivamente, una década antes, en una reunión en Corea en la que estaban debatiendo en la misma mesa tanto Kane como Hawking junto con otros cuatro o cinco científicos, según relata Kane, «Stephen me interrumpió y me dijo que le gustaría apostar conmigo a que no existía el bosón de Higgs»[10], y allí mismo se formalizó la apuesta con un premio de 100 dólares.

El historial perdedor de Hawking ha llevado al comentarista científico de la BBC a bromear: La única apuesta que estoy seguro que Hawking ha ganado es la mano de póquer que jugó en «Star Trek: The Next Generation«[11].

Una apuesta multitudinaria

La simetría está en el corazón de las leyes de la naturaleza. La simetría en los sistemas físicos es un concepto más general que las simetrías que podemos observar en el aspecto de una mariposa. La simetría se refiere a todos los rasgos de un sistema físico que bajo ciertas transformaciones resultan invariantes. Emil Noether, al relacionar las simetrías con el principio de conservación ha permitido la construcción del Modelo Estándar de partículas, con el que se ha logrado un progreso asombroso en la simplificación del mundo con unos pocos ingredientes importantes y un pequeño conjunto de leyes naturales codificadas en simetrías.[12]

Durante las últimas cinco décadas, los físicos se han centrado en construir teorías que abarcan simetrías más grandes. El eje de este proceso lo constituye la supersimetría, denominada normalmente por su abreviatura SUSY, la teoría matemática que sugirió la existencia de una “superpartícula” asociada para cada partícula conocida, un concepto considerado elegante y que debía resolver algunos otros problemas teóricos, como por ejemplo la existencia de la materia oscura, que se supone es el constituyente fundamental del cosmos. Se trata de una idea hipotética que con el paso del tiempo va perdiendo adeptos.

En el año 2000 se hizo una apuesta multitudinaria sobre la existencia de la supersimetría. Y en agosto de 2016, 44 físicos se reunieron en Copenhague, en la Academia Internacional Niels Bohr para resolver la apuesta hecha 16 años antes. Veinte habían apostado a que, para entonces, el Gran Colisionador de Hadrones habría detectado pruebas de supersimetría; 24 apostaron en contra. Ganó el bando del no, en el verano de 2016 no había indicios de superpartículas. Cada uno de los ganadores recibió el premio consistente en una botella de buen cognac de un precio superior a 100 dólares.

Una apuesta divertida

El multiverso es una idea especulativa según la cual nuestro universo no es más que uno entre los innumerables existentes, cada uno de los cuales está controlado por diferentes parámetros en las leyes de la naturaleza. A esta idea se llega mediante varios modelos científicos diferentes. Resulta ser una idea popular en la física moderna, y aunque no se encuentran pruebas experimentales, continúa siendo objeto permanente de investigación y debate científico.

En un panel de discusión en la Universidad de Stanford en la que estaban presentes Andrei Linde, conocido por su teoría de la inflación cósmica, y Martin Rees, astrónomo y rector del Trinity College de Cambridge, un oyente les preguntó cuánto apostarían por el concepto del multiverso. A lo que Rees de manera imaginativa respondió que en una escala en la que situaría su pez dorado, su perro y su propia vida, apostaría por su perro. Andrei Linde, que llevaba 25 años defendiendo la inflación eterna, dijo que casi apostaría su vida.[13]

Pocos días después, el premio Nobel Steven Weinberg dio una conferencia en el Trinity College que cerró con estas palabras: “En el aeropuerto de Austin, de camino a esta reunión, vi a la venta el número de octubre de una revista llamada Astronomy, que tenía en portada el titular «Por qué usted vive en universos múltiples». En su interior encontré un reportaje sobre una discusión en una conferencia en Stanford, en la que Martin Rees dijo que tenía suficiente confianza en el multiverso como para apostar la vida de su perro por ello, mientras que Andrei Linde dijo que apostaría su propia vida. En cuanto a mí, tengo la suficiente confianza sobre el multiverso como para apostar las vidas tanto de Andrei Linde como del perro de Martin Rees.”[14]

Manuel Ribes

Instituto Ciencias de la Vida

Observatorio de Bioética

Universidad Católica de Valencia

 

Los mandamientos y nuestra madurez

 

Los mandamientos y nuestra madurez

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Si alguna vez escuchas que una persona madura no se deja manejar por nada ni por nadie y que, por eso, es inmadurez “atarse” a cualquier ley o a cualquier mandamiento, ¡no te tragues esa píldora! Me animo a decirte que la realidad es tan distinta de este slogan que llega a ser precisamente lo contrario. Porque, si has entendido lo que hemos dicho hasta aquí, comprenderás que todo proceso de auténtica maduración pasa por hacer carne lo que los mandamientos preceptúan. La inmadurez afectiva, psicológica y espiritual, siempre hunde sus raíces en la incomprensión de uno o más de uno de los mandamientos y, por tanto, en la ausencia de los bienes que ellos nos exigen mantener firmes en nuestra vida. Preguntemos, si no, a cualquier psiquiatra o psicólogo, cuáles son los tipos de inmadurez y nos responderá que corresponden a las personas que son incapaces de llevar adelante una vida familiar, o son incapaces de vivir la castidad propia de su estado, o aquellos que son inestables en sus compromisos, los que mezclan siempre la verdad con la mentira, los que son dependientes de cosas superfluas, los que no encuentran sentido a la vida, los que son incapaces de perdonar los ultrajes, los resentidos, los irremediablemente superfluos, etc. A todos estos le falta algún bien que podrían alcanzar si respetasen los mandamientos divinos.

¡Qué buen programa de educación para los padres, maestros, catequistas y sacerdotes, es el ayudar a comprender la Sabiduría de los mandamientos de Dios!

No me refiero sólo a que deberían enseñar cuáles son los mandamientos, sino a que deberían enseñar a vivirlos. A veces me preguntan: ¿qué cosas debemos tener en cuenta para formar a nuestros hijos, o a nuestros alumnos, o a nuestros dirigidos en el camino de la madurez o de la perfección? Pues hay que empezar por mirar a qué apuntan los mandamientos de Dios. Por ahí empezó Jesucristo. Al joven rico que se le acercó preguntándole: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?»…. Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». «¿Cuáles?» –le dice él. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mt 19,16-19). Los mandamientos, al inclinarnos sobre los bienes fundamentales se convierten en condiciones para adquirir las virtudes. Y sólo el hombre virtuoso es hombre en sentido auténtico, pleno y maduro.

Sin embargo, debo insistir en un tercer elemento. Se trata del hecho, muchas veces insuficientemente comprendido, de que los mandamientos deben ser observados en todo su conjunto. Es decir, o se observan ¡todos! o el edificio se desmorona. Ningún vendedor de propiedades nos ofrecería una casa diciendo: “Yo le recomiendo esta casa: es muy amplia, tiene dos pisos, terraza, vista al mar, gas natural y teléfono; es verdad que tiene una grieta que ya partió los cimientos y alguna de las vigas… pero no deja de ser muy cómoda”. ¡Todo derrumbe comienza por una grieta!

¿Qué pensar entonces cuando alguien nos dice que él es bueno porque no roba ni mata? A uno le dan ganas de decirle: ¡Seguí, te faltan sólo ocho cosas más!

El Papa Juan Pablo II lo ha dicho claramente haciendo referencia a los actuales crímenes contra la vida: “El conjunto de la Ley es, pues, lo que salvaguarda plenamente la vida del hombre. Esto explica lo difícil que es mantenerse fiel al no matarás cuando no se observan las otras palabras de vida (Hch 7,38), relacionadas con este mandamiento. Fuera de este horizonte, el mandamiento acaba por convertirse en una simple obligación extrínseca, de la que muy pronto se querrán ver límites y se buscarán atenuaciones o excepciones”[1].

Muchos que terminaron en auténticos desastres morales empezaron claudicando por algún mandamiento particular. Un pecado llama a otro pecado.

Si no cumplimos todos los mandamientos, no debemos engañarnos creyendo que cumplimos la ley de Dios. Por eso hay que insistir con todas las fuerzas: los padres y educadores no pueden contentarse con que los niños y jóvenes eviten lo peor –que no se droguen o no cometan delitos– sino que deben educarlos en todos los valores de la persona. ¡Cuántos padres ven que sus hijos se inician en el alcoholismo o en la droga después de haberles hecho tantas recomendaciones de que no lo hicieran! Sí, hicieron muchas recomendaciones, pero sólo en un sentido: el de la droga o del alcohol. Pero descuidaron educarlos en la castidad, en el pudor, en el dominio de sí, en la prudencia sobrenatural, en la modestia, en evitar la frivolidad, en la oración. ¡No se puede hacer un gran hombre ni una gran mujer sólo con un par de virtudes!

En el fondo debemos entender y hacer entender que hay una gigantesca verdad escondida en aquellas palabras de Cristo: El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama… Si alguno me ama, guardará mi Palabra… El que no me ama no guarda mis palabras (Jn 14-21-24). Digo “verdad escondida” porque muchos entienden esta frase de un modo que está bien, pero es incompleto. Piensan que Jesús está diciendo que el que quiere amarlo a Él acepta la condición de cumplir sus palabras o mandamientos. Pero Jesucristo también está diciendo que el mismo amor hacia Él los empujará a amar lo que contienen sus palabras o mandamientos. Para el que ama verdaderamente los mandamientos no son condiciones, u obligatorios, sino “atrayentes”; los mandamientos se les manifiestan como viae amoris, senderos del amor.

Para el que ama a Dios con corazón puro, la castidad, el respeto, la veracidad, y los demás bienes contenidos en los mandamientos, lo atraen, lo encandilan, lo enamoran. Para el duro de alma, en cambio, cumplir todos estos bienes son sólo una dura carga que debe transportar si no quiere  condenarse. Esta segunda visión de los mandamientos es la que tenían muchos hombres antes de la encarnación del Verbo. La primera es la que tienen los que pertenecen en espíritu al Nuevo Testamento, porque la gracia infundida en los corazones nos inclina por amor a lo mismo que mandan los mandamientos. Por eso dice Jesús: Mi yugo es suave y mi carga ligera (Mt 11,30).

Para el corazón duro y principiante, los mandamientos son como un turno con el dentista: vamos porque de lo contrario se nos caen los dientes, pero ¡con qué gusto huiríamos! Para el corazón amante lo que prescriben los mandamientos les suena igual que a un niño a quien le imponen la obligación de comer helado todos los días. ¡No creo que debamos repetírselo dos veces!

Muchas veces, los educadores (pienso en padres, maestros, profesores y catequistas) caen en este error. Enseñarle a los niños y a los jóvenes que hay que respetar al prójimo, que no hay que robar ni mentir, que hay que evitar las malas conversaciones y los actos impuros, que hay que ir a Misa todos los domingos, y no calumniar, etc., insistiendo sólo en la obligación, el deber, el castigo que merecen los que no cumplen esto, etc., es apuntar la educación hacia un rumbo equivocado.

¡Ojo, no quiero decir que esto no sea también necesario! Hay que ser realistas. Santo Tomás, comentando al viejo filósofo Aristóteles, decía: “las palabras persuasivas pueden incitar y mover al bien a muchos jóvenes generosos, que no se hallan sujetos a vicios y pasiones y que poseen nobles costumbres, en cuanto tienen aptitud para las acciones virtuosas”[2], pero “hay muchos hombres que no pueden ser incitados a ser buenos por las palabras, pues no obedecen a la vergüenza que teme la deshonestidad sino que más bien son refrenados por el temor de los castigos. En efecto, no se apartan de las malas acciones por la torpeza de las mismas sino porque temen a los castigos o penas, porque viven según las pasiones y no según la razón… y huyen de los dolores contrarios a los deleites buscados, los cuales dolores les son inferidos por los castigos. Pero no entienden lo que es verdaderamente bueno y deleitable, y tampoco pueden percibir o gustar su dulzura”[3].

Esto es cierto. Pero reducir toda la educación a esto es un error. No hay que olvidar que los propios padres comienzan a educar a sus hijos antes que cualquier pasión comience a dominarlos. Ellos sí pueden empezar a educarlos en el amor al bien y a los bienes mandados por Dios.

Por tanto, el principal énfasis que debe darse en la educación, es hacer brillar las virtudes ante los ojos de los niños y jóvenes. ¿Para qué? Para que se enamoren de ellas. El amor hará luego el resto.  ¡Claro que esto es mucho más exigente! Porque  no se puede enseñar a amar lo que uno no ama. Ni exigirles a los demás lo que uno mismo no hace en su vida. La primera enseñanza es la del ejemplo; pero muchos no se animan a dar ejemplo. A muchos les resulta comprometedor tratar de enamorar a sus hijos de bienes y valores tales como el ser fieles a Dios, la obediencia a la Iglesia, el amor por los pobres, la modestia y la castidad, el desprendimiento de las cosas, etc… Tienen miedo que sus hijos les pregunten:  “Pero, si esto es tan hermoso, ¿por qué vos no vivís así?”. Por eso, a los padres o catequistas que no quieren ser virtuosos, que no quieren ser santos, les resulta más cómodo enseñar los mandamientos como si fueran leyes de tránsito: “prohibido doblar en U”, “máxima 60”, “velocidad controlada por radar”, “mantenga la derecha”, “no sobrepase en las curvas”… El camino de la vida se hace muy difícil visto sólo desde ese punto; y por eso, en la primera crisis religiosa o moral, pisan el acelerador, aunque sepan que pueden chocar de frente con un camión.

Por tanto, resumiendo lo que he querido decir aquí:

       1º Todos los educadores deben prepararse mucho mejor en el conocimiento de la ley moral de Dios. Hay que saber que es una ley de virtudes, y que a esas virtudes apuntan los mandamientos; y que sólo se entiende la belleza de la ley divina cuando se la cumple toda entera. Si estás estudiando un profesorado, una carrera pedagógica, un magisterio, ten esto muy en cuenta.

2º Hay que interiorizarse con la Ley de Dios. Hay que conocerla de modo sabroso, meditado, interiorizado. Conociendo no sólo lo que manda sino el por qué se manda. Conocer el brillo propio de cada virtud.

3º Hay que conocer también a los grandes hombres y mujeres que han hecho brillar en sus vidas las virtudes, como Don Orione o la Madre Teresa de Calcuta la caridad con los rechazados, los innumerables mártires la fortaleza, el padre Miguel Pro la alegría y el humor en las pruebas, San Francisco Javier el celo misionero, María Goretti la virginidad hasta el martirio, Santa Teresita la fidelidad a las cosas pequeñas, etc.

4º Hay que tomarse el trabajo de hablar con los hijos o con nuestros alumnos y amigos sobre los mandamientos y las virtudes, y tomarse el tiempo para educarlos y enamorarlos de Dios. Hay que prepararlos para la vida y para las dificultades. El Padre Lebbe, que fue un misionero que llegó a China a principios del 1900, cuando recién terminaba la persecución de los Boxers que dio muchos mártires a la Iglesia, contaba en sus cartas emocionantes ejemplos de cómo los padres preparaban a sus hijos para que no abandonasen la fe en medio de los tormentos. Él cuenta de un padre que “advertido del peligro que corría, reunía diariamente a sus hijos exhortándoles a mantenerse valientemente hasta la muerte en la fe de Cristo. Este hombre preguntaba a su hijo menor: ‘Si los paganos te ofrecieran el perdón a cambio de renunciar a Cristo, ¿qué contestarías?’. Y el niño respondía: ‘Contestaría: Soy cristiano’. El padre continuaba: ‘Y si te amenazan con la muerte y cortan tus manitos o quieren arrancarte los ojos ¿qué contestarás?’. El muchachito repetía con dulce voz: ‘Que soy cristiano’. Este padre –añade el Padre Lebbe– sufrió el martirio y fue admirado incluso por los paganos por la paz y dicha que su rostro reflejaba”.

Esos eran padres que amaban más la virtud y la vida eterna de sus hijos que su vida o bienestar terreno. Mucho amaba a su hijo la madre del más pequeño de los mártires chinos canonizados, Andrés Wang Tianquing, de 9 años;  los paganos quisieron salvar al niño, pero a costa de su fe; en ese momento su madre dijo con voz firme: “Yo soy cristiana, mi hijo es cristiano. Tendréis que matarnos a los dos”. Y Andrés murió de rodillas mirando a su madre con una sonrisa; hoy los dos son santos.

Se podría decir mucho más acerca de este tema. Pero lo dicho creo que basta para mostrar la importancia de educar en las virtudes, apoyándonos en una visión más profunda de los mandamientos de Dios.

Quiero terminar con una antigua anécdota. Un rito de Iniciación de los niños judíos en la vida de la Sinagoga, a comienzos del 1600, tenía en su ceremonia este diálogo: el rabino, poniendo la punta del Rollo de la Ley en el pecho del niño preguntaba:

–¿Qué sientes? –Y el niño respondía:

–Siento un corazón que late. –Entonces el rabino replicaba:

–¡Es el Corazón de Dios! ¡Escucha su Palabra. Cumple su Ley!

La ley de Dios es el Corazón viviente de Dios. Quien pretenda arrancarte esta ley no quiere otra cosa que matarte el corazón.

*      *     *

El que no acepta una ley natural –o los mandamientos divinos– porque esto implica coartar su libertad, debería recordar que la libertad es un gran valor, pero también es un término análogo que puede aplicarse a cosas muy diversas, incluso perdiendo el sentido verdadero. No todo lo que lleva el nombre de libertad es realmente libertad, ni toda dependencia es una esclavitud. Si estás encerrado en una jaula y te escapas de ella, el acto de escaparte bien merece llamarse liberación y tu premio podrá denominarse libertad. Si estás dominado por la droga o por el alcohol y logras desprenderte de sus lazos, bien puedes llamar a esto liberación y tú serás realmente un hombre libre. Si has quedado encerrado en un ascensor, es liberación el salir de él y es libertad lo que experimentas al volver a respirar aire puro en la calle. Si estás agobiado por las penas y las enfermedades, te liberarás cuando te cures y serás libre al recuperar tu salud. Pero si al escalar una montaña resbalas en el hielo y quedas colgando en el vacío sostenido sólo por la soga de seguridad, no llamarás liberación al gesto de cortar la soga, ni podrás considerar libertad el convertirte en una mancha roja sobre el blanco glacial que te aguarda cientos de metros más abajo. Si te arrancas los tubos de oxígeno con que buceas a 80 metros de profundidad, no llamarás liberación a tal imbecilidad, ni te considerarás libre por flotar ahogado en el agua salada. Quitarse un peso de encima no siempre es libertad, como habrá comprendido muy bien la pobre María Antonieta el día que injustamente la guillotina la alivió del peso de su cabeza. Ni todo lazo que nos ata nos esclaviza verdaderamente, como podría decirte, si hablar pudiese, una marioneta para quien vivir es “estar colgado” del titiritero que le da vida en el mundo de un pequeño teatrito de juguete.

Hay, pues, libertades que son esclavitudes; y servidumbres que son independencias, como dice la Biblia cuando nos recuerda aquella sonora y hermosa sentencia: servir a Dios es reinar.

[1] Juan Pablo II, Evangelium vitae, 48.

 

[2] San Tomás, In Eth., n. 2140.

 

[3] San Tomás, In Eth., n. 2141.

 

 

El drama de la infidelidad matrimonial: ¿puede evitarse?

 

 

El drama de la infidelidad matrimonial: ¿puede evitarse?

 

 

 

 

Pregunta:

 

 

 

La consulta ha llegado desde México: Estimado Padre… el motivo que me lleva a escribirle es el deseo de recibir alguna información de su parte en relación al trabajo que estoy desarrollando. Concretamente estoy acompañando pastoralmente algunas parejas y estas presentan algo en común: la infidelidad matrimonial, más por parte del hombre… Quisiera sugerirle que dentro del cuadro ‘el teólogo responde’, presentara alguna reflexión sobre la ‘infidelidad’.

Respuesta:

Hay que reconocer la infidelidad matrimonial es uno de los dramas conyugales más graves (aunque no el único) que afectan, en nuestro tiempo, a la institución matrimonial. La infidelidad dentro del marco del matrimonio se denomina ‘adulterio’, como enseña en Catecismo de la Iglesia Católica: ‘El adulterio. Esta palabra designa la infidelidad conyugal. Cuando un hombre y una mujer, de los cuales al menos uno está casado, establecen una relación sexual, aunque ocasional, cometen un adulterio. Cristo condena incluso el deseo del adulterio’[1].

El adulterio es un pecado grave que transgrede la ley natural y la ley divina: ‘El sexto mandamiento y el Nuevo Testamento prohíben absolutamente el adulterio. Los profetas denuncian su gravedad; ven en el adulterio la imagen del pecado de idolatría. El adulterio es una injusticia. El que lo comete falta a sus compromisos. Lesiona el signo de la Alianza que es el vínculo matrimonial. Quebranta el derecho del otro cónyuge y atenta contra la institución del matrimonio, violando el contrato que le da origen. Compromete el bien de la generación humana y de los hijos, que necesitan la unión estable de los padres’[2].

A pesar de ello se está constituyendo en una de las muchas plagas que azotan la desasosegada nuestra cultura. Algunos datos estadísticos, que hay que tomar con pinzas, arrojan cifras estremecedoras: el diario La Nación, en su edición del 19 de marzo de 1997, bajo el título ‘Adulterio: nuevo furor sobre un viejo pecado’, cita el estudio realizado por Shere Hite utilizando un cuestionario impreso en ‘Penthouse y otras revistas para adultos’ (es decir, una encuesta realizada entre un público libertino); en este estudio el 66% de los hombres y el 54% de las mujeres de Estados Unidos consultadas afirmaban haber tenido al menos una aventura adulterina. Se cita también el sondeo -hecho con técnicas de muestreo más confiables- de NORC (año 1994, también en Estados Unidos); éste señalaba una praxis del adulterio en el 21,2% de los hombres y en el 11% de las mujeres[3].

Sean cuales sean los datos reales, la situación es una lógica consecuencia del brete cultural en que nos encontramos metidos. Entre muchas causas quiero destacar dos.

La primera es la mentalidad divorcista que ha sumergido la institución matrimonial en una crisis agudísima que amenaza con sofocarlo. La experiencia de 12 años de divorcio en Argentina es elocuente: el divorcio ha engendrado más divorcios y separaciones, menos matrimonios, más concubinatos, menos hijos por matrimonio, más hijos fuera del matrimonio (un estudio del INDEC establecía que en 1995 el 45% de los argentinos nacieron fuera del matrimonio) y envejecimiento poblacional[4]. La situación de los divorciados vueltos a casar, aunque sea dolorosa y pastoralmente merezcan un cuidado singular por parte de la Iglesia[5], es, sin embargo, una situación de adulterio; el hecho de que el fenómeno se extienda cada vez más debe preocuparnos seriamente.

La segunda causa debemos buscarla en la incomprensión -por parte de muchos católicos incluso teólogos y pastores- de la enseñanza de la Humanae vitae sobre el acto conyugal. Muy sabio fue Pablo VI al defender la indisolubilidad de los dos significados o dimensiones del acto conyugal[6]. Éste, por su íntima naturaleza, es al mismo tiempo unitivo y procreador. Mantener la unidad de ambos aspectos es condición esencial para respetar la ‘totalidad’ de la entrega matrimonial. El matrimonio es ‘uno con una para siempre’, para ‘darse totalmente cada vez que se entregan en su relación conyugal’. El no comprender este segundo elemento puede conducir a la postre a no entender el sentido del primero. El robarle un significado al acto conyugal, como ocurre en el fenómeno de la anticoncepción (en la que se le despoja voluntariamente del valor procreador), implica una donación mezquina, un amor a medias, un regalo truncado. Quien se acostumbra a este modo (parcial) de darse, puede terminar por preguntarse qué mal hay en reservarse parte de sus sentimientos para compartir con alguien distinto de su cónyuge legítimo. Esto no es una cosa nueva. El mismo Pablo VI advirtió en la Humanae vitae que el uso generalizado de anticonceptivos conduciría a ‘la infidelidad conyugal y a la generalizada degradación de la moralidad’, y asimismo que el hombre perdería el respeto hacia la mujer y ‘ya no le importaría su equilibrio físico y psicológico’, hasta el punto en que él la consideraría ‘como un mero instrumento de disfrute egoísta, y ya no como su respetada y amada compañera’[7]; lo único que cabe agregar es que el mismo fenómeno se da hoy en muchas mujeres respecto de sus esposos. La mentalidad hedonista, con su conceptos tergiversados del sexo seguro, de las relaciones prematrimoniales, de los matrimonios a prueba, con su desprecio de la virginidad, etc., propagados con la complicidad de los medios masivos de información y de auténticas ‘multinacionales’ del sexo, han extendido inquietantemente este modo ponderar el amor y la sexualidad.

¿Qué hacer para remontar este clima de infidelidad? En general, lo que está a nuestro alcance, es el preparar a los futuros esposos para vivir la fidelidad en todas sus dimensiones, y predicar eso mismo a los hombres y mujeres en general, especialmente a los ya casados[8].

El verdadero amor exige espontáneamente la exclusividad. El universo del amor tiene dos polos; el amor verdadero tiene como característica la ‘suficiencia intrínseca’, es decir, que los que se aman no necesiten de nadie más. Si necesitan de ‘alguien’ de afuera para dar plenitud a su corazón, lo que está fallando es el amor.

Pero no solamente el amor exige la fidelidad, sino que la fidelidad ‘protege’ al amor. Todo esfuerzo por ser fiel, especialmente en los momentos de tentación fuerte, repercuten aumentando, purificando y transformando el amor de los esposos.

Normalmente a la infidelidad -en el sentido de ‘engaño’ del cónyuge con otro amante- es algo que sucede porque se entiende la fidelidad conyugal en un sentido restrictivo. La verdadera fidelidad implica tres dimensiones: es la fidelidad cordial, mental y carnal. Lamentablemente, muchos la identifican exclusivamente con esta última; y esta última, sola -sin las otras- no puede mantenerse en pie.

1) Fidelidad cordial, del corazón, quiere decir reservar el corazón para el cónyuge, y renovar constantemente la entrega que se le ha hecho la vez primera en que se declaró su amor. Dice Gustave Thibon: ‘La verdadera fidelidad consiste en hacer renacer a cada instante lo que nació una vez: estas pobres semillas de eternidad depositadas por Dios en el tiempo, que la infidelidad rechaza y la falsa fidelidad momifica’. Charbonneau añade: ‘el marido que deja dormir su corazón ya es infiel’. Fidelidad implica, por tanto:

-como dimensión positiva: reiterar la entrega del corazón; los esposos están obligados, en virtud de amor, a ser afectivos entre sí; demostrarse el cariño. Flor que no se riega se marchita; corazón que no ese alimentado, busca comida en otros platos.

-como dimensión negativa: evitar todo trato imprudente con personas de otro sexo. Entiendo por trato imprudente aquellas manifestaciones de afecto (a veces puramente a nivel de amistad) que pueden empezar a ablandar el corazón. La persona con quien no se convive, la que es tratada sólo esporádicamente, siempre revela menos defectos que aquella que comparte el propio hogar… Y… el prado del vecino siempre parece más verde… por el solo hecho de mirarlo de lejos. Así, de los tratos reblandecidos (lo que no quiere decir que todos debemos ser corteses y cordiales con el prójimo) pueden ser inicio de enamoramientos.

2) Fidelidad mental: no sólo es adulterio e infidelidad el contacto carnal con la persona ajena al matrimonio, sino también el pensar en ella y desearla. La fidelidad exige castidad de pensamientos, memoria y deseos. El que maquina, imagina, sueña despierto, ‘aventuras’, aunque no tenga intención de vivirlas en la realidad, ya es infiel, y esto prepara el terreno para la infidelidad en los hechos. En este sentido, difícilmente guardará la fidelidad conyugal quien mira o lee revistas o películas pornográficas, o con algún contenido pornográfico; quien no cuida la vista ante otras mujeres u hombres; quien asiste o frecuenta ambientes donde no se tiene el mínimo pudor en el vestir o en el hablar. La castidad exige, para poder ser vivida, un ‘ambiente casto’. Esto no es puritanismo; esto es simplemente lo ‘normal’, lo adecuado a la norma. Considero que la falta de seriedad en esta dimensión es causa principal de las infidelidades matrimoniales, y no se puede poner remedio a este problema si no se empieza por cortar con el caldo de cultivo de toda infidelidad que es la falta de castidad en las miradas, en el pensamiento y en el deseo.

3) Fidelidad carnal: es bastante claro y evidente por sí. La infidelidad carnal es siempre una profanación del cónyuge inocente, porque el matrimonio ha hecho de ellos una sola carne (Mt 19,5); al entregarse uno de ellos a una persona ajena al matrimonio, ensucia y rebaja la persona el cónyuge.

Finalmente, hay que tener siempre en cuenta que la fidelidad es una gracia; como tal, los esposos deben pedirla, es decir, rezar pidiendo a Dios no faltar nunca a la palabra dada en el matrimonio. Especialmente quienes se encuentran en situaciones más difíciles, ya sea por el ambiente en que viven o por hábitos desordenados largo tiempo consentido, deben recordar que la Iglesia nos enseña a orar con San Agustín: Da quod iubes et iube quod vis (da lo que mandas y manda lo que quieras)[9]. El Concilio de Trento completó esta afirmación con una expresión magnífica: ‘Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y a pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas’[10].

P. Miguel A. Fuentes, IVE


[1] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2380.

[2] Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2380-2381.

[3] Cf. La Nación, 19/03/1997; p. 17.

[4] Véase el estudio de Jorge Scala, Sociología de diez años de divorcio en Argentina, en: Jorge Scala y otros, Doce años de divorcio en Argentina, EDUCA, Bs. As. 1999; esp. pp. 119ss..

[5] Cf. Juan Pablo II, Familiaris consortio, n. 84.

[6] Cf. Humanae vitae, 12.

[7] Cf. Humanae vitae, 17.

[8] Tomo, con libertad, algunas ideas del libro de Paul-Eugène Charbonnaeu, Curso de preparación para el matrimonio, Herder, Barcelona 1984, pp. 188-197.

[9] San Agustín, Confesiones, X, 29, 40.

[10] Concilio de Trento, Decreto sobre la justificación, c. 11; DS 1536.

 

El drama de la infidelidad matrimonial: ¿puede evitarse?

 

 

El drama de la infidelidad matrimonial: ¿puede evitarse?

 

 

 

 

Pregunta:

 

 

 

La consulta ha llegado desde México: Estimado Padre… el motivo que me lleva a escribirle es el deseo de recibir alguna información de su parte en relación al trabajo que estoy desarrollando. Concretamente estoy acompañando pastoralmente algunas parejas y estas presentan algo en común: la infidelidad matrimonial, más por parte del hombre… Quisiera sugerirle que dentro del cuadro ‘el teólogo responde’, presentara alguna reflexión sobre la ‘infidelidad’.

Respuesta:

Hay que reconocer la infidelidad matrimonial es uno de los dramas conyugales más graves (aunque no el único) que afectan, en nuestro tiempo, a la institución matrimonial. La infidelidad dentro del marco del matrimonio se denomina ‘adulterio’, como enseña en Catecismo de la Iglesia Católica: ‘El adulterio. Esta palabra designa la infidelidad conyugal. Cuando un hombre y una mujer, de los cuales al menos uno está casado, establecen una relación sexual, aunque ocasional, cometen un adulterio. Cristo condena incluso el deseo del adulterio’[1].

El adulterio es un pecado grave que transgrede la ley natural y la ley divina: ‘El sexto mandamiento y el Nuevo Testamento prohíben absolutamente el adulterio. Los profetas denuncian su gravedad; ven en el adulterio la imagen del pecado de idolatría. El adulterio es una injusticia. El que lo comete falta a sus compromisos. Lesiona el signo de la Alianza que es el vínculo matrimonial. Quebranta el derecho del otro cónyuge y atenta contra la institución del matrimonio, violando el contrato que le da origen. Compromete el bien de la generación humana y de los hijos, que necesitan la unión estable de los padres’[2].

A pesar de ello se está constituyendo en una de las muchas plagas que azotan la desasosegada nuestra cultura. Algunos datos estadísticos, que hay que tomar con pinzas, arrojan cifras estremecedoras: el diario La Nación, en su edición del 19 de marzo de 1997, bajo el título ‘Adulterio: nuevo furor sobre un viejo pecado’, cita el estudio realizado por Shere Hite utilizando un cuestionario impreso en ‘Penthouse y otras revistas para adultos’ (es decir, una encuesta realizada entre un público libertino); en este estudio el 66% de los hombres y el 54% de las mujeres de Estados Unidos consultadas afirmaban haber tenido al menos una aventura adulterina. Se cita también el sondeo -hecho con técnicas de muestreo más confiables- de NORC (año 1994, también en Estados Unidos); éste señalaba una praxis del adulterio en el 21,2% de los hombres y en el 11% de las mujeres[3].

Sean cuales sean los datos reales, la situación es una lógica consecuencia del brete cultural en que nos encontramos metidos. Entre muchas causas quiero destacar dos.

La primera es la mentalidad divorcista que ha sumergido la institución matrimonial en una crisis agudísima que amenaza con sofocarlo. La experiencia de 12 años de divorcio en Argentina es elocuente: el divorcio ha engendrado más divorcios y separaciones, menos matrimonios, más concubinatos, menos hijos por matrimonio, más hijos fuera del matrimonio (un estudio del INDEC establecía que en 1995 el 45% de los argentinos nacieron fuera del matrimonio) y envejecimiento poblacional[4]. La situación de los divorciados vueltos a casar, aunque sea dolorosa y pastoralmente merezcan un cuidado singular por parte de la Iglesia[5], es, sin embargo, una situación de adulterio; el hecho de que el fenómeno se extienda cada vez más debe preocuparnos seriamente.

La segunda causa debemos buscarla en la incomprensión -por parte de muchos católicos incluso teólogos y pastores- de la enseñanza de la Humanae vitae sobre el acto conyugal. Muy sabio fue Pablo VI al defender la indisolubilidad de los dos significados o dimensiones del acto conyugal[6]. Éste, por su íntima naturaleza, es al mismo tiempo unitivo y procreador. Mantener la unidad de ambos aspectos es condición esencial para respetar la ‘totalidad’ de la entrega matrimonial. El matrimonio es ‘uno con una para siempre’, para ‘darse totalmente cada vez que se entregan en su relación conyugal’. El no comprender este segundo elemento puede conducir a la postre a no entender el sentido del primero. El robarle un significado al acto conyugal, como ocurre en el fenómeno de la anticoncepción (en la que se le despoja voluntariamente del valor procreador), implica una donación mezquina, un amor a medias, un regalo truncado. Quien se acostumbra a este modo (parcial) de darse, puede terminar por preguntarse qué mal hay en reservarse parte de sus sentimientos para compartir con alguien distinto de su cónyuge legítimo. Esto no es una cosa nueva. El mismo Pablo VI advirtió en la Humanae vitae que el uso generalizado de anticonceptivos conduciría a ‘la infidelidad conyugal y a la generalizada degradación de la moralidad’, y asimismo que el hombre perdería el respeto hacia la mujer y ‘ya no le importaría su equilibrio físico y psicológico’, hasta el punto en que él la consideraría ‘como un mero instrumento de disfrute egoísta, y ya no como su respetada y amada compañera’[7]; lo único que cabe agregar es que el mismo fenómeno se da hoy en muchas mujeres respecto de sus esposos. La mentalidad hedonista, con su conceptos tergiversados del sexo seguro, de las relaciones prematrimoniales, de los matrimonios a prueba, con su desprecio de la virginidad, etc., propagados con la complicidad de los medios masivos de información y de auténticas ‘multinacionales’ del sexo, han extendido inquietantemente este modo ponderar el amor y la sexualidad.

¿Qué hacer para remontar este clima de infidelidad? En general, lo que está a nuestro alcance, es el preparar a los futuros esposos para vivir la fidelidad en todas sus dimensiones, y predicar eso mismo a los hombres y mujeres en general, especialmente a los ya casados[8].

El verdadero amor exige espontáneamente la exclusividad. El universo del amor tiene dos polos; el amor verdadero tiene como característica la ‘suficiencia intrínseca’, es decir, que los que se aman no necesiten de nadie más. Si necesitan de ‘alguien’ de afuera para dar plenitud a su corazón, lo que está fallando es el amor.

Pero no solamente el amor exige la fidelidad, sino que la fidelidad ‘protege’ al amor. Todo esfuerzo por ser fiel, especialmente en los momentos de tentación fuerte, repercuten aumentando, purificando y transformando el amor de los esposos.

Normalmente a la infidelidad -en el sentido de ‘engaño’ del cónyuge con otro amante- es algo que sucede porque se entiende la fidelidad conyugal en un sentido restrictivo. La verdadera fidelidad implica tres dimensiones: es la fidelidad cordial, mental y carnal. Lamentablemente, muchos la identifican exclusivamente con esta última; y esta última, sola -sin las otras- no puede mantenerse en pie.

1) Fidelidad cordial, del corazón, quiere decir reservar el corazón para el cónyuge, y renovar constantemente la entrega que se le ha hecho la vez primera en que se declaró su amor. Dice Gustave Thibon: ‘La verdadera fidelidad consiste en hacer renacer a cada instante lo que nació una vez: estas pobres semillas de eternidad depositadas por Dios en el tiempo, que la infidelidad rechaza y la falsa fidelidad momifica’. Charbonneau añade: ‘el marido que deja dormir su corazón ya es infiel’. Fidelidad implica, por tanto:

-como dimensión positiva: reiterar la entrega del corazón; los esposos están obligados, en virtud de amor, a ser afectivos entre sí; demostrarse el cariño. Flor que no se riega se marchita; corazón que no ese alimentado, busca comida en otros platos.

-como dimensión negativa: evitar todo trato imprudente con personas de otro sexo. Entiendo por trato imprudente aquellas manifestaciones de afecto (a veces puramente a nivel de amistad) que pueden empezar a ablandar el corazón. La persona con quien no se convive, la que es tratada sólo esporádicamente, siempre revela menos defectos que aquella que comparte el propio hogar… Y… el prado del vecino siempre parece más verde… por el solo hecho de mirarlo de lejos. Así, de los tratos reblandecidos (lo que no quiere decir que todos debemos ser corteses y cordiales con el prójimo) pueden ser inicio de enamoramientos.

2) Fidelidad mental: no sólo es adulterio e infidelidad el contacto carnal con la persona ajena al matrimonio, sino también el pensar en ella y desearla. La fidelidad exige castidad de pensamientos, memoria y deseos. El que maquina, imagina, sueña despierto, ‘aventuras’, aunque no tenga intención de vivirlas en la realidad, ya es infiel, y esto prepara el terreno para la infidelidad en los hechos. En este sentido, difícilmente guardará la fidelidad conyugal quien mira o lee revistas o películas pornográficas, o con algún contenido pornográfico; quien no cuida la vista ante otras mujeres u hombres; quien asiste o frecuenta ambientes donde no se tiene el mínimo pudor en el vestir o en el hablar. La castidad exige, para poder ser vivida, un ‘ambiente casto’. Esto no es puritanismo; esto es simplemente lo ‘normal’, lo adecuado a la norma. Considero que la falta de seriedad en esta dimensión es causa principal de las infidelidades matrimoniales, y no se puede poner remedio a este problema si no se empieza por cortar con el caldo de cultivo de toda infidelidad que es la falta de castidad en las miradas, en el pensamiento y en el deseo.

3) Fidelidad carnal: es bastante claro y evidente por sí. La infidelidad carnal es siempre una profanación del cónyuge inocente, porque el matrimonio ha hecho de ellos una sola carne (Mt 19,5); al entregarse uno de ellos a una persona ajena al matrimonio, ensucia y rebaja la persona el cónyuge.

Finalmente, hay que tener siempre en cuenta que la fidelidad es una gracia; como tal, los esposos deben pedirla, es decir, rezar pidiendo a Dios no faltar nunca a la palabra dada en el matrimonio. Especialmente quienes se encuentran en situaciones más difíciles, ya sea por el ambiente en que viven o por hábitos desordenados largo tiempo consentido, deben recordar que la Iglesia nos enseña a orar con San Agustín: Da quod iubes et iube quod vis (da lo que mandas y manda lo que quieras)[9]. El Concilio de Trento completó esta afirmación con una expresión magnífica: ‘Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y a pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas’[10].

P. Miguel A. Fuentes, IVE


[1] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2380.

[2] Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2380-2381.

[3] Cf. La Nación, 19/03/1997; p. 17.

[4] Véase el estudio de Jorge Scala, Sociología de diez años de divorcio en Argentina, en: Jorge Scala y otros, Doce años de divorcio en Argentina, EDUCA, Bs. As. 1999; esp. pp. 119ss..

[5] Cf. Juan Pablo II, Familiaris consortio, n. 84.

[6] Cf. Humanae vitae, 12.

[7] Cf. Humanae vitae, 17.

[8] Tomo, con libertad, algunas ideas del libro de Paul-Eugène Charbonnaeu, Curso de preparación para el matrimonio, Herder, Barcelona 1984, pp. 188-197.

[9] San Agustín, Confesiones, X, 29, 40.

[10] Concilio de Trento, Decreto sobre la justificación, c. 11; DS 1536.

 

 

Clonación humana, ¿un progreso sin ética?

 

En el tema de la clonación muchas cuestiones –de ciencia y de conciencia, es decir, de ética- quedan en el tintero.

El pasado 21 de enero, la Cámara de los Lores del gobierno británico dio luz verde a la clonación de células humanas, con fines terapéuticos. El asunto no ha debido ser nada sencillo porque días antes de la votación, líderes religiosos de todo tipo –católicos, anglicanos, judíos, musulmanes, hindúes…- hicieron un llamamiento a la Cámara de los Lores y firmaron una declaración conjunta, mostrando su disconformidad con lo que estaba a punto de aprobarse. Al mismo tiempo, un editorial del 17 de enero en The Daily Telegraph, críticaba duramente al primer ministro británico, Blair, recriminándole su «actitud huidiza que, por cuatro veces, evitó reunirse con los firmantes de la declaración pública, a pesar de la incesante propaganda de su gabinete para aparecer como modelo de gobierno comprometido con una sociedad multicultural, multiétnica y multireligiosa». Al final, el gobierno pidió a los parlamentarios que votaran en conciencia. Algo serio andaba en juego cuando se apelaba expresamente a la libertad de conciencia en un foro político; ya se sabe que «cuando el río suena, agua lleva».

Después, a juzgar por algunos artículos de prensa, parece que el resultado de la votación hubiera hecho sonar la campana –como en las carreras de larga distancia, cuando sólo falta una vuelta-, para que otros gobiernos aprieten el paso y no lleguen los últimos a la meta. .

¿Dónde está el problema ? Es necesario saber primero lo que sucede, a nivel científico, en la clonación humana, para hacer después una valoración serena, a nivel ético, racional, del problema: hace falta ver claro en el hecho (qué pasa en la clonación), para después ver claro en el juicio conforme a derecho (de darle, o no, la luz verde). Por razones de espacio, las consideraciones que siguen serán muy resumidas.

Veamos, pues, en qué consiste clonar: es tanto como producir seres vivos, genéticamente idénticos a la célula de origen. Un hecho biológico parecido, pero no igual, es la escisión de gemelos que ya se había conseguido hace años, en el campo zootécnico, de la experimentación animal. Incluso, desde 1993, se conocen experimentos de escisión gemelar de embriones humanos de muy pocas células. Pero al ciudadano de a pie sólo le ha empezado a sonar el término «clonación», desde hace cuatro años, cuando la revista Nature publicaba el nacimiento de la oveja Dolly.

Estábamos, en efecto, ante un hecho nuevo, por un doble motivo: en primer lugar porque no se trataba ya de una escisión gemelar, sino de una verdadera y propia clonación: es decir, de la reproducción asexuada (sin la previa unión sexual), y agámica (sin el encuentro de los dos gametos, como sucede después de la unión sexual, si tiene lugar la fecundación). Está dirigida a producir individuos (Dolly) biológicamente idénticos al individuo adulto (la «madre de Dolly»), del que se recibe todo el patrimonio genético nuclear. Es decir, Dolly procedía de una célula somática, ya diferenciada, de su madre, y no de dos gametos sexuales. Y ahí radicaba la segunda gran novedad: en el hecho de que, hasta entonces, esta verdadera y propia clonación se consideraba imposible, porque parecía que el ADN (el ácido desoxirribonucleico, que forma el patrimonio genético) de las células adultas ya diferenciadas, habría perdido su pluripotencia inicial para originar diversos tejidos, y dirigir el desarrollo de un nuevo individuo. Este hecho enseguida hizo pensar en la posibilidad de su aplicación al hombre. Sobre todo, se vió la posibilidad de utilizar la clonación, no con una finalidad reproductiva –originar nuevos seres genéticamente idénticos al donante-, sino terapéutica. Posibilidad ésta, enormemente tentadora porque aparte de beneficios económicos, permitirá producir -a partir de las llamadas «células madres» del embrión clónico- cultivos de células diferenciadas, con vistas a trasplantes. Tendrán la ventaja de evitar problemas de rechazo por tratarse de células con idéntico patrimonio genético al del sujeto donante, que será, a su vez, el futuro beneficiario del trasplante. Además, se espera conseguir también tratamiento de enfermedades para las que hoy día carecemos de recursos eficaces: Alzheimer, Parkinson, etc…

Casi desde el primer momento, la comunidad científica internacional –comenzando por los investigadores que produjeron a Dolly-, rechazó la clonación humana con fines reproductivos; se calificó de «ofensiva» y «repugnante» para la especie humana. Son muchos los argumentos que justifican estos calificativos, aunque ahora no es posible entrar en ellos. Vamos a ocuparnos, en cambio, de la clonación con fines terapéuticos, objeto del debate y de la reciente aprobación por el gobierno británico. Ahora, comenzará a entreverse el problema ético; pero antes hay que llegar al fondo del hecho biológico y de lo que implica ese cultivo de «células madre».

Para conseguir esas células diferenciadas con vistas a la regeneración de tejidos y de futuros trasplantes, es preciso manipular al embrión; esto ya se viene haciendo desde hace algunos años, no con embriones clónicos, sino con los sobrantes de fecundaciones in vitro. Se trata de una operación de auténtico «desguace» del embrión aunque, eso sí, de alta biotecnología y precisión científica. Tal vez la palabra «desguace» sea el término más preciso, con la diferencia de que no estamos aprovechando los materiales de un viejo barco o desbastando un trozo de madera, sino una vida humana incipiente. Porque en eso consiste la operación: al embrión de pocos días de vida (en la llamada fase de blastocito) se le separan las células de su masa interna (las «células madre»), para multiplicarlas y, en un segundo momento, guiar su desarrollo para formar diversos tejidos con fines terapéuticos. En pocas palabras: se sacrifica al embrión. Esta es la realidad biológica y el dato científico, es decir, la verdad cruda y dura.

Ahí reside el nudo de la cuestión y el problema ético. Hay que preguntarse: ¿valen más los fines terapéuticos por buenos que sean, conseguidos a expensas de esa vida incipiente, que esta misma vida que ha de inmolarse? O, para decirlo en términos clásicos: ¿el fin justifica los medios?. Por supuesto, un fin bueno, pero a cambio de algo malo como el sacrificio de vidas nacientes. Dicho así, sin velos ni maquillajes que oculten la verdad, suena un poco fuerte; y en el fondo esto es lo que llevó, en 1984, a un gran debate sobre la licitud ética de experimentar con embriones humanos. No se trataba entonces de la clonación, porque aún no se había planteado; pero sí estaba en juego la condición necesaria para sacar partido terapéutico a la clonación: es decir, la destrucción de vidas nacientes. Fue necesario entonces tranquilizar la conciencia de la opinión pública y, por supuesto, de no pocos investigadores, que deseaban seguir adelante en la carrera emprendida. Y la «solución final» fue dictaminar –no porque así lo dijeran los datos de la biología, sino porque así convenía para seguir adelante sin detener la investigación-, que hasta el día 14, desde el momento de la fecundación, no podía hablarse propiamente de embrión ni considerar aquel cúmulo de células, como una vida humana en desarrollo. Me estoy refiriendo -lo sabe cualquier iniciado en esta materia- al famoso informe Warnock, que también vio la luz -como Dolly- en el Reino Unido.

Este último punto está en la base de todo el problema. Por eso, su dimensión biológica y su valoración ética requieren una consideración más detenida, que será objeto de un próximo artículo. A fin de cuentas, es la cuestión neurálgica de todo el asunto: la protección jurídica del embrión humano, frente a prometeicos objetivos, resultado de su manipulación. Importa pues saber si la vida humana comienza o no en el momento mismo de la fecundación; y, según sea la respuesta, si es o no éticamente lícito, experimentar con el fruto de esa fecundación, por muy buenos fines que nos propongamos.

Vemos que están cayendo las barreras éticas protectoras, aunque se siguen dando pasos hacia adelante, sin haber resuelto bien el punto de partida. Es mucho lo que nos estamos jugando, y no sería bueno que nos sucediera aquello que cuentan del nuevo presidente de cierto país. En el discurso de toma de posesión, dijo con tono dramático: «este país se encuentra al borde del abismo..» Y meses más tarde, en otro discurso sentenció: «hemos dado un gran paso hacia adelante, y seguiremos en la misma dirección». Sin ironías ni alarmismos que no son del caso, sino con un discurso racional y sereno –para seguir viendo claro en el hecho y después en el derecho-, concluyamos que un progreso sin rigurosa orientación ética llevará por fuerza a dar pasos en falso, contrarios a la dignidad humana, aunque sean pasos al frente.

CLONACIÓN HUMANA: ¿UN PROGRESO SIN ÉTICA? (y II)

Toda persona, tarde o temprano, ha de poner en juego su conciencia y su responsabilidad moral, especialmente ante los retos decisivos de nuestro tiempo. A este propósito cuenta Ratzinger un suceso protagonizado por el premio Nobel, Sajarov, en 1955. Había intervenido en importantes experimentos termonucleares, pero las sucesivas pruebas militares costaron la vida a un soldado y a una niña de dos años. Invitado a un banquete de celebración, Sajarov se permitió un brindis en el que manifestaba su esperanza de que las armas rusas nunca más explotaran sobre ciudades. Un alto oficial, director del programa, le replicó que esa cuestión no le competía, porque los científicos debían limitarse a perfeccionar las armas, y no a enjuiciar cómo debían emplearse. A lo que el premio Nobel repuso: «ningún hombre puede rechazar su parte de responsabilidad en aquellos asuntos de los que depende la existencia de la humanidad». Esto vale también para el tema de la clonación humana que ahora tratamos.

Aunque la clonación presenta aspectos propios, en el centro del problema están -como decíamos en el artículo precedente- los experimentos sobre embriones. Y que, por tanto, el punto clave residía en determinar si se puede o no hablar de vida humana -susceptible, en caso afirmativo, de protección jurídica-, en los primeros 14 días de vida del embrión. Este tema se debatió en 1984 por el Comité Warnock, nombrado por el gobierno británico. En el dictamen final –conocido como informe Warnock-, se sentenció (así: se «sentenció») que el comienzo de la vida humana no tenía lugar hasta el día 14, a partir de la fecundación. Para ello, hubo que inventar el término «pre-embrión» –no aún «individuo humano»- dando así vía libre a la experimentación. Posteriormente, en 1990, las Cámaras inglesas lo transformaron en ley. Sin embargo, todo esto se hizo arrinconando valoraciones éticas y, además, marginando datos biológicos que hablan en favor de que existe una vida humana desde el momento mismo de la fecundación. Como prueba de ello, basten algunos testimonios, tanto biológicos como de los propios científicos.

En primer lugar, varios miembros del propio Comité Warnock, reconocieron más tarde este hecho. Así, la embrióloga A. MacLaren, admitió honestamente que fue ella precisamente quien introdujo el término «pre-embrión», y que lo hizo por influjo de «cierta presión ajena a la comunidad científica»; y sabiendo, como reconoció D. Davies, miembro también del mismo Comité, que estaba «manipulando las palabras para polarizar una discusión ética» (D. Davies, Embryo research: Nature 320 (1986) 208). Huelga todo comentario. Pero el resultado final de ese subterfugio, fue el reconocimiento legal en no pocos países de la experimentación sobre embriones. Así se escribe la historia.., y es lo mismo que ahora desean hacer algunos a propósito de la clonación con fines terapéuticos: quieren que la historia se repita.

Pero sigamos con otros testimonios. Una voz importante en esta materia es el francés J. Testart, nada sospechoso de mogigatería a la hora de experimentos biomédicos, pues trabajó en el equipo que en 1982 hizo posible el nacimiento de Amandine, primer «bebé-probeta» de Francia. Testart, que tiempo después dejaría esos caminos, afirma en su libro «Los caprichosos catorce días del pre-embrión», que los embriólogos británicos responsables del informe Warnock «se vieron obligados a hacerlo para justificar un punto de vista extra-científico que les convenía: el Comité ético del Departamento de Sanidad y Educación norteamericano, sin referencia alguna a consideraciones biológicas, había decretado que se necesitaba un intervalo de catorce días tras la fecundación sin que el producto de la concepción adquiera status moral alguno». Por desgracia, la suerte para el embrión estaba echada…

En línea parecida a la de Testart, se expresan muchos otros científicos. El que fue mi profesor en la Facultad de Medicina de Madrid, Botella Llusiá, refiriéndose al embrión recién fecundado, escribe: «hay una cosa que como biólogo u objetivamente, por mi propio conocimiento, sí que puedo afirmar: …desde el momento mismo de la fusión de los gametos es ya una vida humana. No sólo podemos ver bajo el microscopio (…) unirse el espermio con el ovocito, sino que hoy día conocemos el genoma de cada uno de ellos y sabemos que, fundiendo sus moléculas de DNA, dan lugar a un nuevo ser, el embrión, cuyo genoma a su vez es propio, y diferente del padre y de la madre. Allí ha nacido, hoy ya la hemos visto nacer bajo nuestra vista, una nueva vida. (…) Y esta certeza biológica –que no antropológica, ni teológica- me permite a mí, y a los que me quieran seguir, condenar el aborto en cualquier momento que tenga lugar y sin limitación de tiempo. Y además es un argumento que sirve lo mismo a creyentes que a agnósticos». La razón científica desmiente, pues, el subterfugio del «pre-embrión».

El código genético que hemos sido cada uno de nosotros cuando sólo éramos una célula, y que se encuentra encerrado en el ADN de los cromosomas, lo compara Lejeune a una minicasete en la que hay escrita una sinfonía: la de la vida. Sobre los pequeñísimos minicasetes que son nuestros cromosomas están escritas diversas partituras de la obra que es nuestra sinfonía humana. Y una vez reunida la información necesaria para expresar toda la sinfonía (lo que sucede en el momento de la fusión de los gametos), «la sinfonía suena sola, es decir, un hombre nuevo comienza su carrera». Este lenguaje gráfico ayuda a que la verdad, que no tiene vuelta de hoja, sea más verosímil: es decir, que no sólo sea verdad , sino que también lo parezca.

A pesar de todo, algunos poderes políticos parecen empeñados en proseguir en la línea del gobierno británico. Por citar un ejemplo, Francia se ha propuesto recientemente modificar su legislación sobre bioética: se les queda pequeña para una libertad de investigación mal entendida. Se trata de justificar el uso de los embriones sobrantes de fecundaciones in vitro, para fines terapéuticos; y, como todo argumento, el primer ministro L. Jospin, se preguntaba: «¿Razones basadas en principios filosóficos, espirituales o religiosos deberían llevarnos a privar a la sociedad y a los enfermos de la posibilidad de avances terapéuticos?». La contestación debería ser: pues claro que sí; porque no se trata sólo de esas razones –que no deben quedar al margen-, sino porque también, y al mismo tiempo, esas razones están firmemente sustentadas en hechos biológicos, en análisis científicos, en pruebas experimentales. Y si hubiera que contestar con una respuesta menos académica y más contundente, habría que decir que cuando la eficiencia y los fines prácticos desplazan a los principios éticos, el final tiene un nombre: Auschwitz. Y es que con la verdad de los principios no se juega.

Los testimonios de científicos y los hechos biológicos expuestos, bastan para probar que, gracias a Dios, los Sajarov siguen vivos; y que no están dispuestos a doblegarse bajo el peso del poder económico o político, ni los de cierta investigación biomédica que, bajo capa de progreso, parece decidida a seguir dando pasos en falso.

Muchas cuestiones –de ciencia y de conciencia, es decir, de ética- quedan en el tintero. Y esto, sin haber dicho nada de una investigación que puede, y sin duda conducirá, a resultados óptimos en el campo biomédico y en sus aplicaciones prácticas: los experimentos con células madres procedentes de adultos. Tienen incluso ventajas sobre la clonación, tanto desde el punto de vista científico, como ético. El pasado año, esas células madres de adultos se han cultivado en el laboratorio en suficiente cantidad; y han mostrado su poder de transformación en diversos tejidos. Además, se trata de un progreso que no lesiona los valores éticos. Sin duda se está en la línea del mandato divino «dominad la tierra», pero bien entendido. Por lo mismo, no dejará de producir frutos abundantes sin perjuicio de los valores éticos, es decir sin el sacrificio de vidas humanas.

José Antonio García-Prieto Segura.
Sacerdote. Médico. Doctor en Filosofía 

 

Amor conyugal

El amor conyugal se construye desde el inicio de una relación. Generalmente no se piensa en los elementos necesarios para que esas dos palabras sean una realidad. El amor conyugal tiene unas características universales, pero cada pareja le da su sello peculiar. Esto último es muy importante pues algún matrimonio puede tender a imitar a otro pues lo ve ejemplar. Eso no resulta, cada unión es única, aunque se pueden adoptar algunos detalles.

Hace única la relación el modo de ser de cada persona y las características de la sensibilidad, la inteligencia y la voluntad de ella y de él. Decirlo es simple, la realidad es muy compleja porque además influyen las experiencias de vida previas al noviazgo y las de la época del noviazgo tanto las que viven juntos como aquellas que se viven durante su compromiso, pero por separado.

Básicamente conviene tener en cuenta lo siguiente: respecto a la sensibilidad es importante experimentar cierto atractivo hacia la otra persona, salvo casos verdaderamente excepcionales, cuando no se da o incluso hay cierta repugnancia, aunque se valoren otros aspectos, es mejor no arriesgarse y cortar a tiempo, esto quiere decir cortar al principio y no dar marcha atrás.

La explicación es simple. Cuando alguien decide amar a una persona y para toda la vida, seguramente ha elegido bien, pero esa elección no anula la realidad de poder sentir cierto atractivo hacia otras personas, simplemente porque somos humanos y descubrimos aspectos que nos agradan en otros. Realmente el amor se prueba cuando se descubre este fenómeno, pero es más fuerte la voluntad de sostenerse en la elección anterior.

Respecto a la aplicación de la inteligencia en la preparación al amor conyugal es importante considerar cómo es convivir siempre y bajo el mismo techo, pero también cada uno realizando su propio trabajo, generalmente en sitios diferentes y a veces distantes. Dedicando más tiempo a la actividad fuera del hogar, pero sin robarle el tiempo al hogar, asunto esencial.

Si el interés por estar en casa decrece, de inmediato ver por qué y poner remedio. Para evitar esta posibilidad, desde el noviazgo comprobar que hay más afinidad que diferencias en el modo de divertirse, en el modo de descansar. Tal vez alguno de los cónyuges ha descubierto un nuevo entretenimiento, no compartirlo puede ser una llamada de atención para rectificar.

La inteligencia sigue alimentándose durante el matrimonio y es bueno tratar temas de interés, no necesariamente coincidirán en todos, pero sí en algunos, y para las diferencias, apoyarse en el amor y entonces fomentar conversaciones para escuchar, aprender y respetar otros puntos de vista distintos.

En la vida profesional las personas deben actualizarse, conocer los adelantos y acudir a cursos o a congresos para tener un desempeño de punta. Todas esas actividades y nuevas experiencias desarrollan a las personas y, en la actualidad como ambos cónyuges tienen vida laboral extra familiar, si no comparten esos conocimientos podrían alejarse, y tener más cercanía con los compañeros del trabajo Aspecto delicadísimo porque podría fracturarse la fidelidad conyugal.

Por supuesto, entre los compañeros de trabajo y la cercanía con alguien del mismo equipo, se pueden descubrir afinidades en el modo de entender los asuntos y en la manera de resolverlos, y poco a poco hablar de asuntos más íntimos porque se está a gusto. La prudencia debió aparecer antes de la primera confidencia, pero si no se vivió, cuando se retrasa ir a la casa por este motivo, es urgente reaccionar.

Si no se pone el remedio a tiempo, el amor del otro cónyuge necesariamente notará algo extraño y la inquietud, la ignorancia, la suspicacia puede dificultar la buena relación e iniciar el distanciamiento. Esto es una injusticia, una falta de lealtad a la promesa mutua, unas consecuencias muy hirientes y muy injustas con la prole.

Con la inteligencia se puede saber que el haber elegido a alguien por compañero de toda la vida no excluye la realidad de encontrar mucho atractivo en otras personas y darse cuenta que si se les busca y se las frecuenta podrían aparecer rasgos de enamoramiento. El “don Juan” es tan inmaduro que no es capaz de profundizar en el trato con una sola persona, sino que mantiene la superficialidad con muchas. Pues ese peligro lo tenemos todos.

El papel de la voluntad es capital para afrontar muy bien estas posibilidades de desviación. Voluntariamente se tomó la decisión de elegir una compañía para toda la vida, y además hubo la promesa manifestada. Ante cualquier conflicto de esta índole la voluntad firme ha de sostenerse en la palabra dada y buscar todos los recursos para recuperar la buena relación.

Hay quien dice que este modo de proceder ya no es muestra de amor porque ven el amor como una especie de hipnosis que atrae irreflexivamente, pero eso es un error, eso no es amor, puede ser un síntoma para iniciar el amor, pero al nivel de la relación en la que estamos, ese estado no viene al caso, y la voluntad que se sostiene en la palabra dada es auténtico amor. Pasada la borrasca se experimenta un nivel más alto y más profundo.      

El papel de la voluntad en el amor conyugal consiste en recuperar, sanar, edificar y preservar. Estos pasos se ven con claridad cuando tienen la seguridad de haber elegido bien en el noviazgo y los practican cuando es necesario.  Pero al paso de los años de matrimonio es absurdo que ya no los vivan, y muchas veces es por la mala idea de pensar que a ese nivel ya no vienen al caso. Esto es una falsedad y un desconocimiento de los caminos del amor.  

En esta época de tantos descubrimientos, es necesario también recuperar la lozanía y sublimidad del cuidado de la relación humana más íntima y redituable que es la unión de uno con una y para toda la vida. Así es posible el mejor diseño personal de cada uno, pero en íntima compañía.

 

En el corazón de agosto

Pedro Paricio Aucejo

De Oriente a Occidente la Iglesia celebra, en el corazón del mes de agosto, la solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora, que, bajo distintas advocaciones locales (Virgen de la Paloma, de Gracia, de Begoña…), conmemora la glorificación del cuerpo de María y su partida, junto con el alma, al Cielo. Es una devoción que derriba las fronteras de las naciones y las une en su amor a la Madre de Dios y de los hombres. Ocurre en España e Hispanoamérica, pero también en más de una docena de países europeos e incluso en la trastienda simbólica de la Unión Europea y el Consejo de Europa.

El diseño de la bandera oficial de estas organizaciones internacionales, obra de Arsène Heitz (1908-1989), encierra enigmas históricos que trascienden las explicaciones oficiales de sus autoridades. El bosquejo de ese artista católico de Estrasburgo encontró su fuente de inspiración en la imagen de María representada en la Medalla Milagrosa que pendía de su cuello. Su proyecto se basó en el pasaje del Apocalipsis bíblico en el que se anuncia la coronación en el cielo con doce estrellas de la cabeza de una Mujer. La lectura de este texto en la liturgia del 15 de agosto suscitó en Heitz las ideas necesarias para su tarea creativa.

En nuestra patria, multitud de poblaciones la festejarán con diversidad de actos. Desde la mañana sonará el incesante tañer de las campanas hasta que el arrebol de la tarde ceda su paso a la penumbra del primer anochecer: envueltas en aroma de algarrobo y pino, sus alegres notas anunciarán el comienzo de la fiesta. La vida en su conjunto, entregada a su Patrona, peregrinará sobre un manto de murta y espliego. Al final de la procesión –tras la música, los vítores y las salvas pirotécnicas–, regueros de cera mostrarán la estela del fervor. Un aire de dulce sosiego envolverá la noche ya cerrada. Entretanto, en el interior del templo, las gentes orarán, se emocionarán y cantarán.

Aquí, en Valencia, la celebración se vestirá con la mediterránea musicalidad de nuestra tierra. Mientras el incienso flote al socaire de pétalos de rosas, se elevará al cielo la plegaria del pueblo fiel: “Al matí, cap al llevant, quan naix el dia,/ les campanes van dient: Ave Maria./ Alabat siga sempre el nom teu,/ Santa Maria, Mare de Déu!/ Sol ben alt i esplendorós, quan és migdia,/ les campanes van dient: Ave Maria./ Alabat siga sempre el nom teu,/ Santa Maria, Mare de Déu!/ Allà tard, cap al ponent, quan mor el dia,/ les campanes van dient: Ave Maria./ Alabat siga sempre el nom teu,/ Santa Maria, Mare de Déu!”.

La extendida evocación del misterio de la Asunción de la Virgen remite plenamente a la fe (la Sagrada Escritura no recoge el momento ni el escenario en que se produjo dicha exaltación de María) y al culto que, poco a poco, fue desarrollando la comunidad cristiana desde los primeros siglos, así como al contenido dogmático establecido por el Magisterio eclesial en 1950. Este arcano proclama una profunda vivencia del pueblo fiel: el asentimiento que, generación tras generación, ha encontrado en la Virgen el modelo en el constante anhelo de tender a Dios y cumplir su voluntad con una entrega absoluta.

Su adhesión a Él se dio antes y después de la Anunciación y no terminó con el nacimiento de Jesús. Perduró cada día de los largos treinta años de su vida oculta en Nazaret, en los momentos de dolor profetizados por el anciano Simeón, en la soledad posterior a la muerte de Cristo y en su definitiva afirmación de la Iglesia naciente. Es esta íntegra observancia de la fe la que explica su glorificación.

Pero, con esta festividad no solo se celebra un misterio mariano. Se solemniza igualmente “una realidad que –en palabras del Papa Benedicto XVI (1927-2022)– también nos toca a nosotros, porque nos indica de modo luminoso nuestro destino, el de la humanidad y el de la historia. En María contemplamos la realidad de gloria a la que [todos] estamos llamados”, pues el anhelo de peregrinación hacia la patria celestial anida en la intimidad del espíritu humano. ¡Incluso en pleno corazón de agosto!

 

 

Vacaciones 2023

Eran cuatro, las protagonistas de la novela sobre las vacaciones: “Abril encantado” que escribió, a principios del siglo pasado, Elizabeth von Arnim, pero al comienzo impera un cierto individualismo. No eran amigas antes, no se conocían, y lo que les apetece, en un principio, es la soledad. Ni siquiera es una soledad con Dios, como pueden tener tantas personas que se retiran unos días con el fin claro de rezar y de revisar su vida. Estas mujeres van a lo suyo.

“Permaneció sentada tan quieta que, al poco tiempo, las lagartijas comenzaron a pasar como flechas por encima de sus pies, y unos diminutos pájaros parecidos a pinzones, que al principio se habían espantado, regresaron de nuevo y revolotearon entre los arbustos que la rodeaban como si ella no estuviera allí. Qué hermoso era. Y para qué servía si no había nadie allí, nadie a quien le gustara estar con una, que le perteneciera, a quién se le pudiera decir: ¡Mira!”. Sorpresa, no tengo a nadie con quien hablar, a quien hacerle ver las maravillas que podemos gozar en este lugar.

La historia de esta buena novela da muchas vueltas y merece la pena leerla, pero seguramente encontrarse con una historia sobre la soledad, el individualismo y, en el fondo, el egoísmo, es siempre instructora. Ayuda a pensar en cómo y para qué son mis vacaciones. No hay más que ver como muchos, mayores y jóvenes, están totalmente enganchados con el móvil, lo que supone una tendencia peligrosísima al individualismo. Es uno de los reflejos que más ayudan a comprender como somos hoy en día. Horas y horas. Lo reconocen la mayoría sin tapujos: seis horas al día con el móvil. Esto en un día  normal de trabajo. ¿Qué ocurrirá en vacaciones?

Son peligros que están presentes hoy como hace un siglo, un riesgo grande de aislamiento, con lo que tiene de pobreza de intereses y de sentimientos.

Jesús Martínez Madrid

 

Lujo ante la conversión ecológica

Hace unos meses, la COP27 acordó evitar la doble penalización ecológica de los países menos desarrollados (como la de las clases populares en los países prósperos, en línea con la rebeldía de los “chalecos amarillos” en Francia). No se trata sólo de hacer pagar más a los que contaminan más, es decir, simplificando, los ricos. Habrá así quizá un reparto más proporcional de los recursos, pero sin incidir en las causas reales que ponen en peligro el futuro del planeta.

Cada día queda más patente que es decisivo conseguir armonizar los distintos relojes del crecimiento y, tal vez, diseñar criterios distintos a PIB o renta per cápita, para valorar el nivel de un desarrollo que debería ser más cualitativo y someterse de veras al bien presente y futuro de la persona. Habría que dejar de correr… hacia ninguna parte. Dar mayor realce a los fines que a los medios. Ser más, no tener más.

Por otra parte, ha caído el mito del progreso perenne e irreversible, la gran narrativa construida por la Ilustración y su fe en la ciencia y en la técnica. Ciertamente, los avances siguen siendo continuos, pero hoy somos conscientes de sus límites: basta pensar en quienes sienten pavor ante la inteligencia artificial, porque les evoca las derivas masivamente letales de la fusión nuclear. El dominio de los novísimos recursos técnicos no asegura la habitabilidad del planeta, la reducción de su deterioro, el mantenimiento de la biodiversidad.

Jesús Domingo Martínez

 

Promoción humana y desarrollo

Hace unos días se publicaba un Informe dedicado a las personas sin hogar en España y los efectos que la falta de vivienda provoca en quienes sufren esta carencia vital. Las cifras son alarmantes en la medida en que reflejan las dificultades, no solo para acceder a la vivienda, sino para participar activamente en la vida social. La inserción en la comunidad, el cuidado de la salud, la posibilidad real de encontrar empleo y el acceso a una formación de calidad son necesidades vitales que las personas sin hogar no ven satisfechas. Un número muy significativo de la población que carece de hogar lo constituyen jóvenes entre 18 y 29 años. De hecho, 2 de cada 10 personas que acceden a recursos públicos de albergues o comedores son jóvenes. Y de entre los jóvenes sin hogar, 7 de cada 10 son inmigrantes. La necesidad ha movido a utilizar los Fondos Europeos para crear en España 179 plazas para jóvenes sin hogar en 6 Comunidades Autónomas. Instituciones como Caritas, San Juan de Dios o las Hijas de la Caridad están detrás de iniciativas de esta naturaleza, sin duda hay que agradecérselo.

Jesús D Mez Madrid

 

El silencio

Muchos autores relevantes han escrito sobre la importancia del silencio, especialmente cuando hablamos de la piedad y el trato con Dios. Aun cuando teóricamente podamos tener cierto convencimiento de la relación silencio-Dios, no está de más que haya quien nos lo recuerde de vez en cuando, sobre todo cuando vivimos rodeados de mucho ruido, casi sin darnos cuenta. De hecho lo que realmente nos sorprende es la ausencia de ruido. Si subimos a un monte, llegamos a un punto un poco alto y nos paramos, nos quedamos admirados del silencio reinante. Eso es lo excepcional.

Y precisamente porque en la vida urbana es más complicado -urbana de grandes ciudades, no en los pueblos-, necesitamos buscarlo, investigar cómo podemos encontrar ese ambiente de silencio que nos permite pensar, reflexionar, y desde luego rezar. No es imposible hacer oración en medio de la calle, pero hay demasiadas cosas que nos distraen, y por eso buscamos el lugar más apropiado. No siempre es fácil.

Nos dice el Cardenal Sarah: “El silencio cuesta, pero hace al hombre capaz de dejarse guiar por Dios. Del silencio nace el silencio. A través del Dios silencioso podemos acceder al silencio. Y el hombre no deja de sorprenderse de la luz que brilla entonces. El silencio es más importante que cualquier otra obra humana. Porque manifiesta a Dios”. Y siguiendo en esta misma línea no tiene inconveniente en llamar la atención sobre el mucho ruido que hay en la liturgia africana, en su tierra, motivada por costumbres ancestrales.

En la oración se agradece el recogimiento que capacita para la reflexión, para ir al fondo del alma, para contrastar la propia vida con las palabras que se leen en la Sagrada Escritura o las que dice el sacerdote en la homilía. Hay también partes de la liturgia eucarística en las que la música puede ayudar. Una música piadosa, que es oración, que ayuda al fiel en su oración. Puede ser de guitarras, pero enseguida nos damos cuenta de cuando es melódica y cuando es un conjunto de gritos poco acogedores.

Pedro García

 

 

Los ovnis y la Iglesia

Extraterrestre no es sinónimo de increado

 

cathopic © Vanesa Guerrero rpm

 

 

 

 

 

Sorpresivamente, por primera vez en más de 50 años comparecieron ante el Congreso de los Estados Unidos dos funcionarios (Scott Bray y Ronald Moultrie), para mostrar evidencia de 400 casos de ovnis. Es decir, objetos voladores de los cuales no se tiene explicación alguna, detectados en su mayoría por aviones militares. No dijeron que su origen fuera extraterrestre, sino desconocido, aunque no se descarta la hipótesis mencionada. Lo más fuerte es la afirmación de André Carson: “Los ovnis no tienen explicación, es cierto. Pero son reales”. Es decir, no podemos vivir más tiempo dándole la espalda a estos fenómenos o, por lo menos, el Pentágono se los comienza a tomar en serio.

 

 

 

Frente a este tipo de aseveraciones, ¿qué opina la Iglesia? ¿Tienen algún impacto en la fe católica? ¿Cambiaría algo, o incluso la volvería obsoleta? Son preguntas que desde la fe nos hacemos, intentando elaborar un puente con la razón. Dicho de otra forma, si el Pentágono se toma en serio los ovnis como un tema de seguridad nacional, el Vaticano también debería tomárselos en serio, como un tema de claridad doctrinal.

Lo primero que debemos señalar es que, por lo pronto, no hay una postura oficial de la Iglesia al respecto. Es lógico, se trata de una cuestión prudencial: no pronunciarse sobre realidades misteriosas, qué no sabemos a ciencia cierta lo qué son. En este ámbito, la Iglesia ha aprendido a ir un paso atrás del avance científico, para no ponerse a pontificar en terrenos todavía opinables. Es decir, simple y llanamente, la Iglesia ni reconoce ni condena los ovnis, y está a la expectativa de lo que los científicos o, en este caso, los militares, puedan concretar como sólidamente establecido.

Cabe entonces la pregunta, ¿qué pasaría si finalmente se tuviera una prueba contundente del origen extraterrestre de los ovnis?, ¿qué sucedería si tuviéramos una evidencia indubitable de que es así, de que, nos guste o no, no estamos solos en el universo? ¿Tendría que modificar su doctrina la Iglesia?

Más que modificarla, pienso, haciendo un poco de “Teología Ficción”, tendría que adaptarla. El símil más cercano en su bimilenaria historia sería el descubrimiento de América, y las disputas teológicas que suscitó: que si eran humanos, que si tenían alma, que si podían esclavizarse y un largo etcétera. Si aparecieran extraterrestres tendríamos que hacernos preguntas análogas: que si son racionales, que si cuál es su especie, que si tienen alma, y que si son hijos de Dios o solo creaturas de Dios. Ahora no se puede adelantar una respuesta, porque el peso de la prueba recae en quien afirme su existencia. Y una vez asentada esta última, debería haber un nivel de intercambio lo suficientemente amplio, como para poder ir resolviendo progresivamente esas incógnitas.

No se puede negar que su descubrimiento cimbraría los cimientos, no solo de la Iglesia, sino de la entera civilización humana. Pero, lo que está claro, es que la Teología católica tiene un marco suficientemente amplio para integrar en él la existencia de vida extraterrestre. Partiríamos del hecho evidente de que serían creaturas de Dios, al igual que el resto de la creación. Extraterrestre no es sinónimo de increado; y si es creado, es dependiente también de Dios. Ni la Biblia ni el Catecismo afirman que seamos los únicos en el universo, lo cierto es que están hechos para nosotros. Con los datos que nos aporta la revelación deberíamos analizar el problema extraterrestre: si tienen pecado original, si gozarán de la bienaventuranza eterna, si tienen su propia economía de la salvación, independiente de la nuestra.

El ámbito de la caridad se extendería, seguramente, a los extraterrestres, y el respeto a ellos lo mismo que a la entera creación. La relación con Cristo también sería un interesante objeto de estudio teológico, pues la Creación entera, incluida la vida extraterrestre, ha sido hecha en Cristo y tiene su fin en Él. La centralidad cósmica de Jesucristo no se discutiría, pero tendría que precisarse su modo de relación con nuestros vecinos interestelares. En fin, el descubrimiento de vida extraterrestre supondría una explosión de incógnitas que la teología, poco a poco, pacientemente, tendría que ir dilucidando progresivamente.