Ideas Claras
DE INTERES PARA HOY sábado, 15 de julio de 2023
Indice:
El Papa: Dios-amor se haga cada vez más luminoso en nosotros y a través de nosotros
El Papa: expresó su dolor por la nueva violencia que ha estallado en Oriente Medio
AMOR A LA VERDAD : Francisco Fernandez Carbajal
Evangelio del sábado: no temáis, contamos con nuestro Padre Dios
“Procura atenerte a un plan de vida” : San Josemaria
16 de julio: fiesta de la Virgen del Carmen
Isidoro Zorzano, el santo de mi puerta de enfrente
Es justo y necesario: la justicia (I)
Por qué hay que comprender más y juzgar menos : Gema Sánchez Cuevas
El nacionalismo: un pasado ambiguo y un futuro sangriento : Holm-Detlev Kóhler
Detrás de los niños adictos al porno : Lydia Cacho
«No todo lo que se puede hacer en Medicina se debe hacer»
LA “BOCA DE LA VERDAD”. ACTITUD ABIERTA A LA REALIDAD : José Martínez Colí
Aprender a vivir : Ana Teresa López de Llergo
Claves para superar la tristeza : Lucía Legorreta
El totalitarismo actual: Un paralelismo inquietante : Roberto Celemín
La civilización del espectáculo : Pedro García
Ya procuran hacerlo lo mejor posible : José Morales Martín
El necesario control de la IA : Domingo Martínez Madrid
Eduardo Verástegui: “El tráfico de niños empieza por la pornografía” : Paloma López Campos
El Papa: Dios-amor se haga cada vez más luminoso en nosotros y a través de nosotros
Palabras del santo Padre antes del Ángelus
Vatican Media
Alas 12 del mediodía de hoy, 9 de julio de 2023, el Santo Padre Francisco se asomó a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro.
En el XIV Domingo del Tiempo Ordinario, el Santo Padre advierte del riesgo de que “nuestro corazón pueda acostumbrarse y permanecer indiferente, o curioso pero incapaz de asombrarse, de dejarse “impresionar” por las obras de Dios”.
«Un corazón cerrado, un corazón blindado, no tiene capacidad para sorprenderse. ‘Impresionar’ es un bonito verbo que hace pensar en la película de un fotógrafo. Esta es la actitud correcta ante las obras de Dios: fotografiar en la mente sus obras para que se impriman en el corazón, a fin de revelarlas en la vida mediante muchos gestos de bien, de modo que la “fotografía” de Dios-amor se haga cada vez más luminosa en nosotros y a través de nosotros, añadió el Papa».
A continuación, siguen las palabras del Papa al introducir la oración mariana, ofrecidas por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:
***
Palabras del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, el Evangelio contiene una oración muy hermosa de Jesús, que se dirige al Padre diciendo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños» (Mt 11,25). ¿A qué cosas se refiere Jesús? ¿Y quiénes son estos pequeños a los que tales cosas han sido reveladas? Detengámonos en esto: en las cosas por las que Jesús alaba al Padre y en los pequeños que saben acogerlas.
Las cosas por las que Jesús alaba al Padre. Poco antes, el Señor ha recordado algunas de sus obras: «Los ciegos ven […] los leprosos son purificados […] y la Buena Noticia es anunciada a los pobres» (Mt 11,5); y ha revelado su significado diciendo que son los signos del obrar de Dios en el mundo. El mensaje, entonces, está claro: Dios se revela liberando y sanando al hombre -no olvidemos esto: Dios se revela liberando y sanando al hombre- y lo hace con un amor gratuito, un amor que salva. Por esto Jesús alaba al Padre, porque su grandeza consiste en el amor y no actúa nunca fuera del amor. Pero esta grandeza en el amor no es comprendida por quien presume de ser grande y se fabrica un dios a su propia imagen: un dios potente, inflexible, vengativo. En otras palabras, estos presuntuosos no consiguen acoger a Dios como Padre; quien es orgulloso y está lleno de sí mismo, preocupado solo por sus propios intereses -estos son los presuntuosos-, está convencido de que no necesita a nadie. Jesús nombra, a este respecto, a los habitantes de tres ciudades ricas de aquel tiempo: Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm, donde ha realizado numerosas curaciones, pero cuyos habitantes han permanecido indiferentes a su predicación. Para ellos, los milagros han sido tan solo eventos espectaculares, útiles para ser noticia y alimentar las charlas; una vez agotado este interés pasajero, los han dejado de lado, quizá para ocuparse de otra novedad del momento. No han sabido acoger las grandes cosas de Dios
Los pequeños, en cambio, saben acogerlas, y Jesús alaba al Padre por ellos: “Te alabo” -dice- porque has revelado el Reino de los Cielos a los pequeños. Lo alaba por los simples, que tienen el corazón libre de la presunción y del amor propio. Los pequeños son aquellos que, como los niños, se sienten necesitados y no autosuficientes, están abiertos a Dios y dejan que sus obras los asombren. ¡Ellos saben leer sus signos y maravillarse por los milagros de su amor! Yo os pregunto a cada uno de vosotros, y también a mí mismo: ¿nosotros sabemos maravillarnos de las cosas de Dios, o las tomamos como cosas pasajeras?
Hermanos y hermanas, nuestra vida, si lo pensamos bien, está llena de milagros: llena de gestos de amor, signos de la bondad de Dios. Sin embargo, ante ellos, también nuestro corazón puede acostumbrarse y permanecer indiferente, curioso pero incapaz de asombrarse, de dejarse “impresionar”. Un corazón cerrado, un corazón blindado, no tiene capacidad para sorprenderse. ‘Impresionar’ es un bonito verbo que hace pensar en la película de un fotógrafo. Esta es la actitud correcta ante las obras de Dios: fotografiar en la mente sus obras para que se impriman en el corazón, a fin de revelarlas en la vida mediante muchos gestos de bien, de modo que la “fotografía” de Dios-amor se haga cada vez más luminosa en nosotros y a través de nosotros.
Y ahora preguntémonos, todos nosotros: en la marea de noticias que nos sumerge, ¿sé detenerme en las grandes cosas de Dios, las que Dios hace, como nos muestra Jesús hoy? ¿He perdido la capacidad de asombrarme? ¿Me dejo maravillar como un niño por el bien que cambia el mundo silenciosamente, o he perdido la capacidad de asombrarme? ¿Y bendigo al Padre cada día por sus obras? Que María, que exultó en el Señor, nos haga capaces de asombrarnos de su amor y de alabarlo con simplicidad.
El Papa: expresó su dolor por la nueva violencia que ha estallado en Oriente Medio
Palabras del santo Padre después del Ángelus
© Vatican Media
Al final de la oración mariana, el Pontífice miró a los acontecimientos mundiales y expresó su dolor por la nueva violencia que ha estallado en Oriente Medio, al tiempo que pidió un nuevo diálogo entre las partes. También se renovó el llamamiento al fin de las hostilidades en Ucrania. En el Día del Mar, cercanía a los marineros y a sus familias y a todos los que trabajan para salvar de la muerte a los emigrantes.
Estas fueron las palabras del Papa después de la oración mariana, ofrecidas por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:
***
Palabras del Papa
Queridos hermanos y hermanas:
he sabido con dolor que de nuevo se ha derramado sangre en Tierra Santa. Espero que las autoridades israelíes y palestinas puedan retomar un diálogo directo con el fin de terminar con la violencia y abrir caminos de reconciliación y de paz.
Hoy se celebra el Domingo del mar, dedicado a cuantos trabajan en las naves, en los puertos y en el ambiente marítimo. Doy gracias a los marineros que custodian el mar frente a las diversas formas de contaminación -además de realizar su trabajo- y sacan del mar la suciedad que tiramos, el plástico… Una vez, los pescadores de San Benedetto del Tronto me hablaron de las toneladas de plástico que quitan del mar, como hemos visto hace poco en el programa “A su imagen”. Doy las gracias a los capellanes y a los voluntarios del apostolado del mar, y encomiendo a todos a la protección de María Stella maris. Quisiera también recordar con gratitud a cuantos operan con Mediterranea Saving Humans en el salvamento de migrantes en el mar: ¡muchas gracias, hermanos y hermanas!
Y ahora os saludo a vosotros, romanos y peregrinos, que a pesar del calor del mes de julio estáis aquí en la plaza. ¡Un aplauso a todos vosotros! Me alegro de saludar en especial a las scout y a los estudiantes universitarios de Leópolis, en Ucrania: os doy mi bendición y la extiendo a vuestros seres queridos y a vuestro pueblo, que sufre numerosas pruebas. Oremos por este pueblo que sufre tanto. Saludo a los polacos, y recuerdo la gran peregrinación que tiene lugar hoy en el Santuario de Jasna Góra en Częstochowa.
Saludo a los jóvenes del movimiento Regnum Christi, a los scouts de Modica, al coro parroquial de Santo Stefano Quisquina – Agrigento, a los jóvenes de la diócesis de Pistoia y a los fieles de Sacile.
Y ahora quisiera anunciar que el próximo 30 de septiembre celebraré un Consistorio para el nombramiento de nuevos Cardenales. Su procedencia expresa la universalidad de la Iglesia, que sigue anunciando el amor misericordioso de Dios a todos los hombres de la tierra. La inserción de los nuevos Cardenales en la diócesis de Roma manifiesta el vínculo indisoluble entre la sede de Pedro y las Iglesias particulares extendidas en el mundo.
Estos son los nombres de los nuevos Cardenales:
S.E. Mons. Robert Francis PREVOST, O.S.A., Prefecto del Dicasterio para los Obispos
S.E. Mons. Claudio GUGEROTTI, Prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales
S.E. Mons. Víctor Manuel FERNÁNDEZ, Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe
S.E. Mons. Emil Paul TSCHERRIG, Nuncio Apostólico
S.E. Mons. Christophe Louis Yves Georges PIERRE, Nuncio Apostólico
S.B. Pierbattista PIZZABALLA, Patriarca Latino di Jerusalén
S.E. Mons. Stephen BRISLIN, Arzobispo de Ciudad del Cabo (Kaapstad)
S.E. Mons. Ángel Sixto ROSSI, S.J., Arzobispo de Córdoba
S.E. Mons. Luis José RUEDA APARICIO, Arzobispo de Bogotá
S.E. Mons. Grzegorz RYŚ, Arzobispo de Łódź,
S.E. Mons. Stephen Ameyu Martin MULLA, Arzobispo de Juba
S.E. Mons. José COBO CANO, Arzobispo de Madrid
S.E. Mons. Protase RUGAMBWA, Arzobispo coadjutor de Tabora
S.E. Mons. Sebastian FRANCIS, Obispo de Penang
S.E. Mons. Stephen CHOW SAU-YAN, S.J., Obispo de Hong Kong
S.E. Mons. François-Xavier BUSTILLO, O.F.M. Conv., Obispo de Ajaccio
S.E. Mons. Américo Manuel ALVES AGUIAR, Obispo auxiliar de Lisboa
Rvdo. P. Ángel FERNÁNDEZ ARTIME, S.D.B., Rector mayor de los Salesianos
Junto a ellos, uniré a los miembros del Colegio Cardenalicio a dos arzobispos y a un religioso que se han distinguido por su servicio a la Iglesia:
S.E. Mons. Agostino MARCHETTO, Nuncio Apostólico
S.E. Mons. Diego Rafael PADRÓN SÁNCHEZ, Arzobispo emérito de Cumaná
P. Luis Pascual DRI, OFM Cap., confesor en el Santuario de Nuestra Señora de Pompeya de Buenos Aires.
Oremos por los nuevos Cardenales, para que, confirmando su adhesión a Cristo, Sumo Sacerdote misericordioso y fiel (cfr. Hb 2,17), me ayuden en mi ministerio de Obispo de Roma para el bien de todo el Santo Pueblo fiel de Dios.
Os deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta la vista.
— Hablar de Dios y de su doctrina con claridad y firmeza, sin miedos.
— Actuar según la conciencia. Sinceridad con uno mismo.
— Decir siempre la verdad: en lo importante y en lo que parece pequeño.
I. El Evangelio de la Misa1 es una nueva invitación del Señor a llevar una vida veraz, resultado de la fe que llevamos en el corazón, sin miedo a los contratiempos y a las murmuraciones que en ocasiones llevará consigo el seguir de cerca a Cristo. Le basta al discípulo llegar a ser como su maestro y al siervo como su señor. Si al amo de la casa le han llamado Beelzebul, cuánto más a los de su casa. No les tengáis miedo...
Puede ocurrir que en algunas situaciones tengamos que sufrir la calumnia o la difamación –o sencillamente una contrariedad– por ser veraces, por ser fieles a la verdad; en otras, serán quizá mal interpretadas nuestras palabras o nuestras actuaciones. Y el Señor quiere de sus discípulos, de nosotros, que hablemos siempre con claridad, abiertamente: Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a plena luz; y lo que escuchasteis al oído, pregonadlo desde los terrados. Con una pedagogía divina, Jesús había hablado a las muchedumbres en parábolas y les había descubierto poco a poco su verdadera personalidad y las verdades del Reino. Jamás disfrazó su doctrina. Después de la venida del Espíritu Santo, quienes le sigan han de proclamar la verdad a plena luz, desde los terrados, sin temor a que la doctrina que enseñan sea opuesta a las que están de moda o imperan en el ambiente. ¿De qué otra forma vamos a convertir el mundo en el que estamos inmersos?
Algunos piensan, por táctica o por cobardía, que la vida de los cristianos y su concepción del mundo, del hombre y de la sociedad, deberían pasar inadvertidas cuando las circunstancias son adversas o comprometidas; estos cristianos quedarían entonces como «emboscados» en medio de una sociedad que parece haber orientado sus objetivos en otro sentido radicalmente distinto; no tendría entonces ninguna resonancia el hecho de ser hombres y mujeres que miran a Cristo como el ideal supremo. No es esa la doctrina del Señor. «“Ego palam locutus sum mundo”: Yo he predicado públicamente delante de todo el mundo, responde Jesús a Caifás, cuando se acerca el momento de dar su vida por nosotros.
»—Y, sin embargo, hay cristianos que se avergüenzan de manifestar “palam” –patentemente– veneración al Señor»2.
En la sociedad en la que vivimos habremos de hablar con seguridad, con la firmeza que da siempre la verdad, de muchos temas de gran trascendencia para la familia, la sociedad y la dignidad de la persona: indisolubilidad del matrimonio, libertad de enseñanza, doctrina de la Iglesia sobre la transmisión de la vida humana, dignidad y belleza de la pureza, sentido grandioso de la virginidad y del celibato por amor a Cristo, consecuencias de la justicia social en relación a gastos inconsiderados, a salarios injustos... Quizá en alguna ocasión, por prudencia o por caridad, deberemos callar. Pero ni la prudencia ni la caridad nacen de la cobardía o de la comodidad. Nunca será prudente callar cuando se da lugar al escándalo o al desconcierto, o cuando esa postura debilita la fe de otros.
Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a plena luz... El Señor se está dirigiendo a nosotros, pues son muchos los enemigos de Dios y de la verdad, que desearían, y ponen los medios para conseguirlo, que los cristianos no seamos ni sal ni luz en medio de las tareas seculares.
II. Hay un episodio en el Evangelio3 que nos presenta la manera de actuar de unos fariseos que no se caracterizaban por su amor a la verdad. Mientras pasaba Jesús por los atrios del Templo, se le acercaron los príncipes de los sacerdotes, los escribas y los ancianos para preguntarle: ¿Con qué potestad haces esas cosas? ¿Quién te ha dado poder? El Señor está dispuesto a contestar a su pregunta si ellos muestran sinceridad de corazón. Les pide su opinión acerca del bautismo de Juan: si era del Cielo, y por tanto gozaba de la aprobación divina, o si solo era de los hombres, y como tal no merecía mayor consideración. Pero ellos no le dan su opinión auténtica, su opinión en conciencia. No se preguntan la verdad sobre esta cuestión, el juicio que merece en su corazón. Analizan más bien las consecuencias de sus posibles respuestas, procurando la que más convenga a la situación presente: «Si decimos del Cielo –piensan– dirá: ¿por qué no habéis creído en él? Pero si decimos que el bautismo del Precursor era de los hombres, la muchedumbre se nos echaría encima», porque todos tenían a Juan por un verdadero profeta.
A pesar de ser líderes religiosos, no son hombres de principios firmes capaces de informar sus palabras y sus obras. «Son hombres “prácticos”, se dedican a hacer “política”. En lo que atañe a su interés o comodidad, su razonamiento es inteligente. Pero no están dispuestos a ir más allá en su razonar: son hombres en quienes la comodidad ha sustituido a la conciencia»4. Su norma de conducta era seguir lo más oportuno y lo más conveniente en cada ocasión. No actúan según verdad. Por eso dicen: No lo sabemos. No les interesaba saberlo y mucho menos decirlo. La reacción de Jesús es muy significativa: Entonces tampoco Yo os digo con qué autoridad hago estas cosas. Es como si les dijera: si no estáis dispuestos a ser sinceros, a mirar en vuestros corazones y enfrentaros con la verdad, es inútil el diálogo. Yo no puedo hablar con vosotros ni vosotros conmigo. No nos entenderíamos. Lo mismo ocurre cada día. «La persona cuya vida no esté regida por la sinceridad, por una disposición habitual de enfrentarse con la verdad o con las exigencias de la conciencia –por incómodas o duras que sean–, se aparta rotundamente de toda posibilidad de comunicación divina. El que tiene miedo a enfrentarse a su conciencia tiene miedo de enfrentarse a Dios, y solo los que afrontan el estar cara a cara con Dios pueden tener verdadero trato con Él»5. No es posible encontrar a Dios sin este amor radical a la verdad. Tampoco es posible entenderse con los hombres en una auténtica convivencia.
El amor a la verdad nos llevará a ser sinceros en primer lugar con nosotros mismos, a mantener una conciencia clara, sin engaños, a no permitir que se empañe con errores admitidos, con ignorancias culpables, con miedos a profundizar en las exigencias personales que la verdad lleva consigo. Si, con la ayuda de la gracia, somos sinceros con nosotros mismos, lo seremos con Dios, y nuestra vida se llena de claridad, de paz y de fortaleza. «Leías en aquel diccionario los sinónimos de insincero: “ambiguo, ladino, disimulado, taimado, astuto”... —Cerraste el libro, mientras pedías al Señor que nunca pudiesen aplicarte esos calificativos, y te propusiste afinar aún más en esta virtud sobrenatural y humana de la sinceridad»6.
III. En un mundo en que tantas veces la mentira y el disimulo es el modo de comportamiento habitual de muchos, debemos los cristianos ser hombres veraces, que huyen siempre hasta de la mentira más pequeña. Así nos han de conocer quienes nos tratan: hombres y mujeres que no mienten jamás, ni en asuntos de poca importancia, que rechazan de sus vidas lo que tiene sabor de disimulo, de hipocresía, de falsedad, que saben rectificar cuando se han equivocado. Nuestra vida será entonces de una gran fecundidad apostólica, pues se confía siempre en la persona íntegra, que sabe decir la verdad con caridad, sin herir, con comprensión hacia todos.
«¡Cuántas debilidades, cuánto oportunismo, cuánto conformismo, cuánta vileza!»7, decía el Papa Pablo VI refiriéndose «a esas buenas personas, que olvidan la belleza y la gravedad de los compromisos que les unen a la Iglesia». Esta misma situación, que quizá en estos años se ha puesto más de manifiesto, nos llevará a aborrecer la falsedad, por pequeña que nos pueda parecer, porque «la mentira se opone a la verdad como la luz se opone a las tinieblas, la piedad a la impiedad, la justicia a la iniquidad, la bondad al pecado, la salud a la enfermedad y la vida a la muerte. Por tanto, cuanto más amemos la verdad, tanto más debemos aborrecer la mentira»8. No se trata de saber hasta qué punto se pueden decir cosas falsas sin incurrir en falta grave. Se trata de aborrecer la mentira en todas sus formas, de decir la verdad entera; y cuando por prudencia o caridad no se pueda, entonces callaremos, pero no inventaremos recursos formalistas que tranquilicen falsamente la conciencia9. Debemos amar la verdad en sí misma y por sí misma, y no solo en cuanto afecta al daño o al provecho propio o del prójimo. Debemos aborrecer la mentira como algo torpe e innoble, cualquiera que sea el fin con que se la emplee. Debemos aborrecerla porque es una ofensa a Dios, suma Verdad.
Fácilmente se cree lo que se desea. Y así, por ejemplo, muchos enemigos de la Iglesia se encuentran siempre inclinados a tener por ciertos todos los rumores injuriosos, juzgando sin indicios suficientes, informando incluso a la opinión pública sobre esa base. Lo que, en definitiva, se equipara a la mentira, por su origen y por sus consecuencias. Contra la mentira, fríamente empleada tantas veces, nosotros tenemos la verdad, la claridad, la sinceridad sin equívocos ni ambigüedades: la práctica firme de una veracidad en las relaciones personales diarias, en los negocios, en la familia, en los estudios y en los órganos de la opinión pública cuando tengamos acceso a ellos. No sabemos responder a una mentira con otra mentira.
La oración litúrgica nos invita a clamar: que nuestra voz, Señor, nuestro espíritu y toda nuestra vida sean una continua alabanza en tu honor...10. Que nuestra conversación sea siempre veraz, propia de un hijo de Dios.
1 Mt 10, 24-33. — 2 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 50. — 3 Mc 11, 27-33. — 4 C. Burke, Conciencia y libertad, Rialp, Madrid 1976, p. 51, nota 7. — 5 Ibídem. — 6 San Josemaría Escrivá, o. c., n. 337.— 7 Pablo VI, Alocución 17-II-1965. — 8 San Agustín, Contra la mentira, 3, 4. — 9 Cfr. San Francisco de Sales, Introducción a la vida devota, III, 30. — 10 Liturgia de las horas, Oración de Laudes de la 2ª. Semana.
Evangelio del sábado: no temáis, contamos con nuestro Padre Dios
Comentario del sábado de la 14.ª semana del tiempo ordinario. “No tengáis miedo”. Ante los posibles miedos a dar a conocer nuestra fe, Jesús nos enseña a buscar al Padre como hijos de Dios.
15/07/2023
Evangelio (Mt 10, 24-33)
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos “No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo. Ya le basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su amo. Si al dueño de la casa le han llamado Beelzebul, ¡cuánto más a sus criados! «No les tengáis miedo. Pues no hay nada encubierto que no llegue a descubrirse, ni oculto que no llegue a saberse. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde la azotea.
«No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. ¿No se venden dos pajarillos por un céntimo? Pues bien, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre.
En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos. «Todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos.
Comentario
En este pasaje, Jesús nos habla de nuestros miedos. “No tengáis miedo” de proclamar el Evangelio. Nos llama a no ser cristianos en la oscuridad, sino cristianos a plena luz. Hoy día, existe el peligro de reducir la fe al ámbito privado, a pensar que mi fe la practico por mi cuenta, desvinculada de mi relación con los demás. La sociedad moderna nos presiona para que no difundamos el Evangelio, que lo mantengamos en nuestro fuero interno. Tenemos el peligro de convertirnos en cristianos de puertas adentro, de que nuestra vida cristiana no se vea reflejada en nuestra vida social y profesional. Jesús, en cambio, nos muestra un camino muy diverso “Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz”. Nos llama a ser testigos suyos en el mundo, a llevar su mensaje a todos los lugares de la tierra. A dar luz a los hombres, a llevar a Cristo en medio de todas nuestras circunstancias ordinarias del día a día, a todas las personas que nos rodean.
Otro de nuestros miedos, es el miedo a las personas que pretenden arrinconarnos a los cristianos. “No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. Los dueños de nuestra alma somos nosotros mismos, gobernamos nuestra propia vida, nuestro propio camino. Tan solo, debemos temer a los que buscan que caigamos en el pecado.
Jesús nos da la clave para superar nuestros miedos: el valor de ser hijos de Dios. No solo somos valiosos por ser imagen y semejanza de Dios, sino que Él nos ha hecho Sus hijos. Y al ser hijos, somos amados de forma absoluta por Dios. Queridos no por lo que hacemos, ni por cómo lo hacemos, sino por lo que somos: hijos amadísimos de Dios.
Esa confianza con nuestro Padre Dios, nos hace capaces de llevar a la oración con Dios todas nuestras realidades: nuestras fatigas, nuestros sufrimientos, nuestro compromiso cotidiano por ser cristianos. Todas nuestras actividades ordinarias son importantes para Dios “hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados”. Con esa cercanía de un hijo con Su Padre, los miedos desaparecen. Esa certeza de ser amados nos lleva a ser capaces de dar testimonio de Jesús en el mundo.
“Procura atenerte a un plan de vida”
Eso de sujetarse a un plan de vida, a un horario –me dijiste–, ¡es tan monótono! Y te contesté: hay monotonía porque falta Amor. (Camino, 77)
15 de julio
Prcura atenerte a un plan de vida, con constancia: unos minutos de oración mental; la asistencia a la Santa Misa –diaria, si te es posible– y la Comunión frecuente; acudir regularmente al Santo Sacramento del Perdón –aunque tu conciencia no te acuse de falta mortal–; la visita a Jesús en el Sagrario; el rezo y la contemplación de los misterios del Santo Rosario, y tantas prácticas estupendas que tú conoces o puedes aprender.
No han de convertirse en normas rígidas, como compartimentos estancos; señalan un itinerario flexible, acomodado a tu condición de hombre que vive en medio de la calle, con un trabajo profesional intenso, y con unos deberes y relaciones sociales que no has de descuidar, porque en esos quehaceres continúa tu encuentro con Dios. Tu plan de vida ha de ser como ese guante de goma que se adapta con perfección a la mano que lo usa.
Tampoco me olvides que lo importante no consiste en hacer muchas cosas; limítate con generosidad a aquellas que puedas cumplir cada jornada, con ganas o sin ganas. Esas prácticas te llevarán, casi sin darte cuenta, a la oración contemplativa. Brotarán de tu alma más actos de amor, jaculatorias, acciones de gracias, actos de desagravio, comuniones espirituales. Y esto, mientras atiendes tus obligaciones: al descolgar el teléfono, al subir a un medio de transporte, al cerrar o abrir una puerta, al pasar ante una iglesia, al comenzar una nueva tarea, al realizarla y al concluirla; todo lo referirás a tu Padre Dios. (Amigos de Dios, 149)
16 de julio: fiesta de la Virgen del Carmen
San Josemaría afirmaba sobre esta advocación de la Virgen María, que “pocas devociones marianas tienen tanto arraigo entre los fieles y tantas bendiciones de los Pontífices”.
Virgen del Carmen. Foto: Flickr (archivalladolid CC)
El escapulario del Carmen es una manifestación de la protección de la Madre de Dios a sus devotos. El 16 de julio de 1251 la Virgen se apareció a San Simón Stock, y le dijo: “El que muera con él no padecerá el fuego eterno”.
Alude a este hecho el Papa Pío XII cuando dice: “No se trata de un asunto de poca importancia, sino de la consecución de la vida eterna en virtud de la promesa hecha, según la tradición, por la Santísima Virgen”.
También reconocida por Pío XII, existe la tradición de que la Virgen, a los que mueran con el Santo Escapulario y expíen en el Purgatorio sus culpas, con su intercesión hará que alcancen la patria celestial lo antes posible, o, a más tardar, el sábado siguiente a su muerte. El escapulario del Carmen es un sacramental.
Homilía del fundador del Opus Dei sobre la Virgen María
Cinco recursos para fomentar la devoción a la Virgen del Carmen
1. El escapulario de la Virgen del Carmen (Rezar con san Josemaría).
2. Comentario al Evangelio en el día de la Virgen del Carmen
3. Oración de San Simón Stock a Nuestra Señora del Carmen.
4. Novena a la Virgen del Carmen (Portal Carmelitano).
5. El escapulario del Carmen y el rito de bendición (sitio web de la Orden Carmelita).
Cinco textos de san Josemaría para la fiesta de la Virgen del Carmen
Madre! -Llámala fuerte, fuerte. -Te escucha, te ve en peligro quizá, y te brinda, tu Madre Santa María, con la gracia de su Hijo, el consuelo de su regazo, la ternura de sus caricias: y te encontrarás reconfortado para la nueva lucha.
Lleva sobre tu pecho el santo escapulario del Carmen. —Pocas devociones —hay muchas y muy buenas devociones marianas— tienen tanto arraigo entre los fieles, y tantas bendiciones de los Pontífices. —Además ¡es tan maternal ese privilegio sabatino!
No estás solo. -Lleva con alegría la tribulación. -No sientes en tu mano, pobre niño, la mano de tu Madre: es verdad. -Pero... ¿has visto a las madres de la tierra, con los brazos extendidos, seguir a sus pequeños, cuando se aventuran, temblorosos, a dar sin ayuda de nadie los primeros pasos? -No estás solo: María está junto a ti.
Permíteme un consejo, para que lo pongas en práctica a diario. Cuando el corazón te haga notar sus bajas tendencias, reza despacio a la Virgen Inmaculada: ¡mírame con compasión, no me dejes, Madre mía! -Y aconséjalo a otros.
Nuestra Madre es modelo de correspondencia a la gracia y, al contemplar su vida, el Señor nos dará luz para que sepamos divinizar nuestra existencia ordinaria. A lo largo del año, cuando celebramos las fiestas marianas, y en bastantes momentos de cada jornada corriente, los cristianos pensamos muchas veces en la Virgen. Si aprovechamos esos instantes, imaginando cómo se conduciría Nuestra Madre en las tareas que nosotros hemos de realizar, poco a poco iremos aprendiendo: y acabaremos pareciéndonos a Ella, como los hijos se parecen a su madre.
Imitar, en primer lugar, su amor. La caridad no se queda en sentimientos: ha de estar en las palabras, pero sobre todo en las obras. La Virgen no sólo dijo fiat, sino que cumplió en todo momento esa decisión firme e irrevocable. Así nosotros: cuando nos aguijonee el amor de Dios y conozcamos lo que Él quiere, debemos comprometernos a ser fieles, leales, y a serlo efectivamente. Porque no todo aquel que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos; sino aquel que hace la voluntad de mi Padre celestial.
Hemos de imitar su natural y sobrenatural elegancia. Ella es una criatura privilegiada de la historia de la salvación: en María, "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros". Fue testigo delicado, que pasa oculto; no le gustó recibir alabanzas, porque no ambicionó su propia gloria. María asiste a los misterios de la infancia de su Hijo, misterios, si cabe hablar así, normales: a la hora de los grandes milagros y de las aclamaciones de las masas, desaparece. En Jerusalén, cuando Cristo —cabalgando un borriquito— es vitoreado como Rey, no está María. Pero reaparece junto a la Cruz, cuando todos huyen. Este modo de comportarse tiene el sabor, no buscado, de la grandeza, de la profundidad, de la santidad de su alma.
Tratemos de aprender, siguiendo su ejemplo en la obediencia a Dios, en esa delicada combinación de esclavitud y de señorío. En María no hay nada de aquella actitud de las vírgenes necias, que obedecen, pero alocadamente. Nuestra Señora oye con atención lo que Dios quiere, pondera lo que no entiende, pregunta lo que no sabe. Luego, se entrega toda al cumplimiento de la voluntad divina: "he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". ¿Veis la maravilla? Santa María, maestra de toda nuestra conducta, nos enseña ahora que la obediencia a Dios no es servilismo, no sojuzga la conciencia: nos mueve íntimamente a que descubramos la libertad de los hijos de Dios.
Isidoro Zorzano, el santo de mi puerta de enfrente
En este episodio de la serie 'Fragmentos de historia', Enrique Muñiz, autor del libro Isidoro 100%, nos sumerge en la vida de Isidoro Zorzano, uno de los primeros miembros del Opus Dei. A lo largo de su narración Muñiz presenta tres aspectos que definieron la vida de Isidoro: su vocación, su profunda preocupación por los demás y su inquebrantable optimismo.
14/07/2023El Papa Francisco ha hecho popular la expresión «el santo de la puerta de al lado». Me parece que es un concepto bastante ilustrativo. Por un lado de tantos buenos ejemplos de personas santas que tenemos muy cerca, mucho más cerca de lo que imaginamos, no necesitamos buscar sus nombres en el santoral, sino que conocemos personalmente a muchas personas que con seguridad están en el cielo.
Por otro lado, la expresión «el santo de la puerta de al lado», es una llamada a cada uno a buscar la santidad en las oportunidades ordinarias que nos ofrece la vida, sin buscar fabulosas oportunidades extraordinarias que raramente se presentan.
🎙 Enlace relacionado: “Fragmentos de historia, un podcast sobre el Opus Dei y la vida de san Josemaría”
En la introducción de mi libro titulado Isidoro 100%, hablo del santo de mi puerta de enfrente, no de la de al lado, y explico que Isidoro vivió en la casa en la que yo vivo ahora y ocupó precisamente la habitación que está frente a la mía.
No lo hago sólo para presumir sino, también, para introducir algunas consideraciones sobre las muchas personas que tienen motivos para sentir que Isidoro es su santo de la puerta de al lado, para sentir que son cercanos. Por ejemplo, los vecinos de la avenida Corrientes con Riobamba, la patria chica del tango y el lugar donde nació Isidoro; o los parroquianos de san Alberto Magno, en Vallecas (Madrid), donde reposan sus restos; todos los malagueños, pues en esa ciudad trabajó como profesor y como ingeniero, además de recorrerla con la sociedad excursionista, y se empeñó en numerosas actividades de voluntariado; o no digamos los trabajadores de ferrocarriles, sus colegas.
En fin, esto es una parte, también hay muchos otros motivos para sentirse cercano a él. Era migrante —tanto en Argentina, por ser hijo de españoles, como en España por haber nacido en Argentina—, y creo que estas son realidades muy actuales; estudiaba con el sudor de su frente —sus profesores dudaban de que fuera a terminar el Bachillerato y le costó tres años aprobar el ingreso en la Escuela de Ingenieros—; perdió a su padre a los nueve años; su abuela que vivía con ellos falleció en la pandemia conocida como la gripe española de 1918; murió su hermano Fernando el día de Reyes de 1920 por unas fiebres tifoideas y su hermano Paco en la batalla de Brunete, durante la guerra civil española; su familia se arruinó por la quiebra del Banco Español del Río de la Plata.
Hay más: era de familia numerosa —cinco hermanos—, sus padres tenían una mercería —eran lo que hoy llamaríamos autónomos emprendedores—; le gustaba coleccionar sellos de Correos; sabía hacer receptores caseros de radio galena; le gustaba dar clases; le apasionaba la educación; era riguroso para llevar la contabilidad de su casa —y la del Opus Dei—; era bajito (1,63 m. al tallarse en 1923) y usaba gafas; hacía excursiones de montaña y murió de un cáncer en 1943, poco antes de cumplir 41 años.
En este episodio no es posible desarrollar cada uno de esos temas. He escogido tres: su vocación al Opus Dei, su preocupación por los demás y su optimismo. Vamos allá.
Vocación de Isidoro Zorzano
Isidoro es el primero del Opus Dei. Bueno, el primero es san Josemaría; incluso hay dos más, José Romeo y Norberto Rodríguez, que en un primer momento ven su vocación a la Obra y por diversas causas no siguen adelante. Isidoro es el primero que persevera en su vocación.
Me parece interesante situar en su contexto la vocación de Zorzano, que fue compañero de Bachillerato del fundador del Opus Dei. Ambos nacieron en 1902. San Josemaría en Barbastro e Isidoro en Buenos Aires. Sus padres son unos riojanos que han hecho una cierta fortuna en América y vuelven a España en 1905 con idea de encarrilar los estudios de sus hijos y regresar a la Argentina para continuar allí sus negocios, pero en 1912 muere su padre y optan por permanecer en Logroño. No voy a detenerme en demasiados detalles de la infancia y juventud de san Josemaría, pero sí en su llegada a Logroño el curso 1915/16. El fundador de la Obra era entonces un adolescente, disgustado por la ruina de su familia y la muerte de sus hermanas pequeñas. Cambió de ciudad, de amigos y de colegio y allí conoció a Isidoro.
Fueron compañeros en cuarto, quinto y sexto de bachillerato.
No sabemos de esos años más que su amistad. Probablemente serían, también, amigas las madres. Sería muy interesante tener el testimonio de la madre de Isidoro y de la madre de san Josemaría sobre el otro. Cómo le satisfacía el que fueran amigos, los planes que hacían para el futuro de ambos, si accedía o no a la nevera de la casa del otro, que esta es la señal de la incorporación total a una familia de un amigo.
Lo cierto es que tras 1918 sus vidas se separan: san Josemaría se va a Zaragoza al seminario y a hacer Derecho e Isidoro se va a Madrid a hacer Industriales.
No es raro que las amistades que nacen en esas edades duren toda la vida. Por aquel entonces la distancia entre Madrid y Zaragoza era idéntica a la actual en cuanto a la geografía, pero no había ni mensajería instantánea, ni tren de alta velocidad.
Algún contacto debieron tener durante los años que van de 1918 a 1930, en los que ellos tenían de 16 a 28 años, pero poco sabemos de ese tiempo, salvo que durante unos meses, ambos coincidieron viviendo en Madrid —san Josemaría llegó a la capital en abril de 1927, donde Isidoro permaneció hasta que marchó a Cádiz en noviembre de 1928: apenas mes y medio más tarde se trasladó a Málaga—: en ese año y medio intercambiaron alguna correspondencia y tuvieron que verse alguna vez.
En fin, en 1930, cuando los dos tienen 28 años Isidoro está en Málaga, trabaja como ingeniero de ferrocarriles, pero tiene una inquietud, tiene dudas. Algunos dicen que se va a hacer cura, tiene claro que quiere ser ingeniero (aunque no congenia con su jefe y los ferrocarriles Andaluces no van muy bien), y necesita ganar dinero para sacar adelante a su familia. Pero lo cierto es que Isidoro evita echarse novia.
San Josemaría busca gente para la Obra, reza y pide oraciones, sobre todo a los enfermos que trata en el Patronato de Enfermos, y le pone un tarjetón: «Querido Isidoro: cuando vengas por Madrid no dejes de venir a verme. Tengo cosas muy interesantes que contarte. Un abrazo de tu buen amigo». El tarjetón se los envía a través de su madre que vivía en Madrid y le hace llegar el tarjetón a Isidoro y éste responde: «Espero ir pronto a ésa» (se refiere a Madrid, la capital), «tal vez a fin de mes, en cuyo caso ni qué decir tiene que mi primera visita será para ti»
El 24 de agosto de 1930, día de San Bartolomé, Isidoro va a Madrid y en unas circunstancias llenas de casualidades se encuentran. Isidoro va al Patronato de Enfermos, allí no estaba san Josemaría, se va a dar una vuelta, san Josemaría estaba en otro sitio sin saber muy bien por qué va al patronato y sin encontrarse en un punto que coincidían los recorridos que ambos estaban haciendo sino un poco más allá se encuentran. Isidoro le cuenta sus inquietudes, y san Josemaría le explica el Opus Dei.
Isidoro nota que Dios le pide algo y que a la vez quiere ser ingeniero 100%. San Josemaría busca gente que entienda la santidad en medio del mundo. Si se me permite una comparación un poco bestia: un pirómano con una caja de cerillas acaba de encontrar un tanque de gasolina: el fundador busca gente como Isidoro e Isidoro tiene preguntas a las que responde la vocación al Opus Dei.
Esa misma tarde pide la admisión, pasa unas semanas con su familia en Logroño y vuelve a Málaga.
O sea, el primero que entiende en profundidad el mensaje del Opus Dei, vive a poco más de 500 kilómetros del fundador. San Josemaría tiene mucho interés en darle esa primera formación para que se incorpore al Opus Dei como locomotora y no como vagón.
Desde entonces, Isidoro consigue viajar a Madrid más o menos dos veces al mes. El fin de semana de dos días no se estilaba entonces. Se trabajaba también los sábados. Normalmente Isidoro viajaba el sábado por la noche a Madrid y se quedaba hasta el domingo por la noche para llegar a trabajar el lunes por la mañana.
La buena noticia es que esas distancias obligan a que gran parte de la tarea de acompañamiento espiritual que san Josemaría realiza con Isidoro en esos primeros años de su vocación se realiza por carta, y muchas de esas cartas se conservan.
Por ejemplo, en una carta del 19 de septiembre escribe Isidoro: «Me encuentro ahora completamente confortado; mi espíritu lo encuentro ahora invadido de un bienestar, de una paz, que no había sentido hasta ahora». Se confirma, el Opus Dei era lo que estaba buscando.
Isidoro en Málaga
En Málaga Isidoro es era Secretario de la Asociación de Ingenieros Industriales, germen del Colegio de Ingenieros; aceptó el encargo de proyectar una central hidráulica para una fábrica de miel en el pueblo de Frigiliana —que proporcionaría luz eléctrica a buen precio a todo el pueblo—; a finales de 1930 y comienzos de 1931, con algunos de sus alumnos, creó la delegación malagueña de la Federación de estudiantes católicos, de la que es presidente honorario. También formó parte, como tesorero, de la primera junta diocesana de Acción Católica.
Con motivo de la quema de conventos de abril del 31 (algo que fue especialmente agudo en Málaga), conoció a algunas Adoratrices que se habían refugiado en casa de su amigo Ángel Herrero —una de ellas era su hermana— y comenzó a colaborar con ellas. Particularmente, a partir de entonces pedía dinero cada año a sus amistades para regalar juguetes en la fiesta de los Reyes Magos a las niñas acogidas por estas religiosas.
En esos años colaboró con la Casa del Niño Jesús, una especie de asilo para chavales, en el que da clases y ayuda. Aquello estaba dirigido por un jesuita, el padre Aicardo.
A todo esto, trabaja en los ferrocarriles y da clase en la escuela industrial. En esa misma época lo nombran tesorero del Patronato local de Formación Profesional de Málaga.
Bueno, y más cosas: participa de la Sociedad Excursionista de Málaga, se apunta en un gimnasio.
¿Qué le dice san Josemaría mientras está Isidoro metido en tantas actividades? Pues san Josemaría, en las cartas que conservamos, no recorta su actividad, pero le pide que lo fundamente todo en la oración, que ofrezca las dificultades. He mencionado la quema de conventos, y él participa de organizaciones católicas que no simplemente son vistas por algunas personas con antipatía sino con verdadera agresividad. Le dice que sea constante en lo que se propone, que procure comulgar a diario. En fin, esto consta que Isidoro tuvo una notable devoción a la Eucaristía y de hecho siendo niño consiguió recibir la primera comunión antes de lo que le tocaba, pero el hecho es que en 1930 cuando pide la admisión al Opus Dei iba a misa los domingos únicamente; y hasta finales del 31 no hablan las cartas de la comunión diaria.
Preocupación por los demás
He tenido la suerte de leer los testimonios de la gente que le trataron. Testimonios que se encargó de recoger san Josemaría cuando falleció. Llama la atención como unos y otros hacen referencia a los detalles de servicio que tuvo con ellos: daba clases particulares a sus sobrinos, se ponía el mono para ayudar a los obreros de los ferrocarriles -algo muy poco frecuente en un ingeniero-; preparaba, a los que estaban a los estaban haciendo tesis doctorales y oposiciones académicas, gráficos; a los de letras que estaban en situaciones parecida les limpiaba los zapatos para que se presentarán ante el tribunal de una manera aceptable.
Durante la guerra civil visitaba a unos y a otros, incluso a los que estaban en prisión. Se encargaba de la instalación de los centros de la Obra, buscar fontaneros, electricistas, carpinteros, proveedores de distintos tipos. Luego hay anécdotas pequeñas de encargarse de una gestión funeraria de la novia de un amigo; de ir a recoger a la familia de un amigo a la estación; facilitaba gestiones burocráticas; llevaba contabilidades.
Y todo con una sonrisa y un marcado carácter de ingeniero, que se manifestaba especialmente en el trato con otros ingenieros o estudiantes de ingeniería.
Hay un testimonio de José Ramón Madurga, estudiante de ingeniería industrial, escribió lo siguiente: «En un caso concreto (...) me dijo, medio en serio medio en broma, pero sacándole punta sobrenatural al tema, lo siguiente: “La vida es una suma de mortificaciones pequeñas de orden diferencial; y la integral de la expresión diferencial de la mortificación, es la santidad”».
También hay muchos testimonios de los que le acompañaron durante su enfermedad. Gente que iba a estar atenta del enfermo y salía con la sensación de ser él el atendido.
Pero no quiero leer más testimonios sobre lo servicial que era, que es un tema que he escogido para animar a acudir a su intercesión. Creo que es muy interesante tener la seguridad de que a la persona que uno acude es muy servicial y muy detallista.
Su optimismo
He dicho que iba a decir algo sobre su optimismo. Y un trato es un trato. Solamente un recuerdo, un testimonio de Eduardo Alastrué. Él estuvo alojado junto al fundador del Opus Dei en la legación de Honduras y en la segunda mitad 1938, junto a Álvaro del Portillo y alguno más, dejaron la Legación con la intención de alistarse en el ejército republicano con la intención de ser destinados al frente y pasarse al otro bando. Eduardo tiene el siguiente recuerdo:
«Isidoro venía a comer con nosotros al cuartel, en los días que pasamos en Madrid, ya fuera de la Embajada, pendientes de nuestra incorporación al Ejército. Una tarde nos tocó comer en el cuartel que había frente a la Basílica de Atocha, en el Pacífico y volvimos los dos solos hacia el centro, dando un largo paseo, por la calle de Alfonso XII. Comentábamos los desastres y las ventajas de la guerra e Isidoro empezó a hacer el recuento de los bienes que nos traía y nos había traído. La veía de un modo totalmente sobrenatural, como una oportunidad magnífica que Dios nos deparaba para santificarnos; y lleno de alegría iba enumerando las virtudes —sobre todo, la caridad y unión fraterna— que con aquellas circunstancias y por la bondad de Dios se afirmaban en nosotros. Cuando llegamos a casa, recuerdo que estábamos rebosantes de alegría y dábamos gracias interiormente a Dios de todo corazón por tantos regalos como nos colmaba en aquel tiempo. Estas conversaciones sobrenaturales, hablando de Dios, de la Obra y sus rasgos principales, del futuro del Opus Dei, eran muy frecuentes entre nosotros. Nos encendían de entusiasmo y alegría y agradecimiento a Dios y nos elevaban muy por encima de las dificultades y peligros que nos rodeaban. Isidoro las provocaba a menudo y las circunstancias se prestaban a que estuviesen llenas de naturalidad. Al comentar las cosas grandes que presenciábamos ya y que nos esperaban, recuerdo que repetía a menudo, como no pudiendo expresar de otro modo su admiración: “¡Es admirable! ¡Es extraordinario!”».
No quiero terminar sin animar a profundizar en la vida de Isidoro. Es muy fácil encontrar mi libro, que está disponible gratis en audio y en formatos electrónicos. Allí también se enlaza a una biografía más amplia y a un vídeo en Youtube
Es justo y necesario: la justicia (I)
La justicia empieza por nuestra relación con Dios, que encuentra su enfoque exacto en una actitud clave: agradecimiento. Editorial de la serie sobre virtudes “Muy humanos, muy divinos”.
28/06/2023
Jesús habla para todos. Los pescadores escuchan con gusto hablar de una red barredera (Mt 13,47-52), los agricultores se entretienen discerniendo cuáles son los criterios para que una semilla dé un fruto duradero (Mt 13,2-9) y cualquier ama de casa sintoniza con la historia de la mujer que pierde una moneda en casa, porque conoce ese agobio (Lc 15,8-10). Con las imágenes más cotidianas, Cristo sabe iluminar las verdades más trascendentes. Sin embargo, hay también parábolas que nos pueden dejar perplejos; aunque están formuladas en un lenguaje sencillo, nos sitúan ante paradojas que nos obligan a reflexionar. «Mis pensamientos no son vuestros pensamientos» (Is 55,8), parece querer decirnos a veces Jesús.
Quizás una de las historias del maestro que más perplejidad despierta es la del dueño de una propiedad que sale temprano a contratar jornaleros para que trabajen en su viña (Mt 20,1-16). La narración comienza como cabría esperar: el dueño acuerda con los obreros el salario para la jornada, un denario, y los envía a trabajar. Al principio parece que estemos simplemente ante una consideración sobre el aprovechamiento del tiempo y la rendición de frutos. Avanza la parábola, sin embargo, y el propietario decide contratar a nuevos obreros en horarios más tardíos, por lo que trabajarán una cantidad inferior de horas. A ellos, en lugar de asegurarles un salario determinado, les promete que les pagará «lo que sea justo» (Mt 20,4).
«Lo que sea justo». Con esta expresión se generan necesariamente expectativas en los oyentes y en los lectores. Uno supone que quienes empezaron a trabajar más tarde recibirán menos dinero que quienes se esforzaron desde el amanecer. Por eso, cuando los de la última hora reciben la paga de un denario, pensamos que los más madrugadores obtendrán una recompensa mayor por su trabajo. Sin embargo, el propietario desconcierta a todos: en primer lugar, a los que trabajaron pocas horas, porque reciben la misma paga que los demás obreros; pero también a los de la primera hora, porque se esperarían un suplemento análogo sobre el sueldo acordado. Los más sorprendidos, con todo, quizá somos nosotros mismos, ante una concepción tan poco convencional de la justicia. «¿No puedo yo hacer con lo mío lo que quiero?», pregunta el amo de la viña (Mt 20,15). Quizás tampoco nosotros sepamos cómo interpretar estas palabras.
Es justo y necesario
A Jesús no le interesa ocuparse de cuestiones económicas o políticas: con esta parábola no pretende, por ejemplo, discernir las características de un concepto tan complejo como el de sueldo justo. El Señor quiere, ante todo, elevar nuestra mirada hacia la actitud misericordiosa de Dios, que acoge a todos, aunque acudan o se encuentren con él a última hora, como el buen ladrón (cfr. Lc 23,43). Sin embargo, junto a este sentido fundamental, la parábola del Maestro nos proporciona un marco narrativo para hacernos reflexionar sobre los distintos ámbitos de la virtud de la justicia en nuestra vida.
Si, como se afirma de modo clásico, la justicia consiste en dar a cada uno lo suyo, lo que le corresponde, estamos ante una disposición interior que resalta nuestra dimensión relacional. Conviene entonces preguntarse, en primer lugar, qué le debemos a Dios o cómo será una relación justa con quien es la Fuente de todos los bienes, empezando por el de nuestra misma existencia.
La plegaria eucarística de la santa Misa nos proporciona un buen punto de partida. Así reza el breve diálogo entre sacerdote y fieles con el que comienza siempre el prefacio: «—Demos gracias, al Señor nuestro Dios. —Es justo y necesario»[1]. En un principio, la gratitud y la justicia parecen contraponerse: un regalo se caracteriza precisamente por ser un don inmerecido. El agradecimiento es el reconocimiento de que una persona ha ido más allá de lo estrictamente debido. Sin embargo, ante Dios cambian radicalmente las coordenadas, porque él es el origen de todo lo que somos y poseemos. Como dice san Pablo, «¿tienes algo que no hayas recibido?» (1 Co 4,7). Nuestra vida en cuanto tal es puro don inmerecido; de ahí que, respecto a Dios, el agradecimiento sea un deber profundo. Nunca podremos devolverle lo que hace por nosotros, y no hay en esto nada de injusto. Pero sí hay algo profundamente debido, profundamente justo: agradecérselo todo.
Descubrir que nuestra relación con Dios está condicionada por su donación gratuita y tierna nos lleva a disfrutar de la vida como sus hijos y nos libera de una concepción de la fe exageradamente centrada en la letra de los mandamientos. En vez de agobiarnos ante lo que puede presentarse como una lista infinita de propósitos o preceptos a través de los cuales, de algún modo, pagaríamos el precio de nuestra redención, podemos visualizar nuestra correspondencia al amor de Dios como una disposición a regalarle todos los instantes de nuestra vida, convencidos de que nunca conseguiremos agradecerle suficientemente todo lo que nos da. Así, por ejemplo, la fidelidad a un plan de vida espiritual puede percibirse, más que como un peso de conciencia ante unos compromisos adquiridos, como la manifestación más directa de nuestra gratitud al amor que Dios vuelca sobre cada uno. «Vosotros, si de veras os esforzáis en ser justos, consideraréis frecuentemente vuestra dependencia de Dios —porque ¿qué cosa tienes tú que no hayas recibido?—, para llenaros de agradecimiento y de deseos de corresponder a un Padre que nos ama hasta la locura»[2].
Su justicia es más grande que la nuestra
Por otra parte, una actitud de profundo agradecimiento a Dios nos libera de un deseo excesivo de juzgar su manera de actuar. A veces, ante acontecimientos personales o sociales, cuando nos vemos enfrentados de pronto con una situación que no esperábamos, puede suceder que nos hagamos preguntas de este estilo: «¿Cómo puede Dios permitir algo así?». Quizá creemos que otras personas son más bendecidas que nosotros o que Dios parece no oír lo que le pedimos en nuestras oraciones, y pensamos: «Qué injusto». Nos comportamos entonces como aquellos jornaleros que trabajaron todo el día y que no encajaron la generosidad desmesurada del propietario hacia quienes había contratado al caer la tarde. En vez de alegrarse porque esos obreros iban a tener algo de dinero para comer, se entristecieron por la decepción de sus expectativas de recibir una gracia mayor.
Por lo demás, no tiene sentido echar la culpa de los males al Señor. Muchos de ellos son resultado de la libertad humana, de las acciones y omisiones propias y ajenas. Junto a eso, es necesario convencernos en nuestra oración de que Dios es el Señor de nuestra vida y de la historia; también de que, aunque en realidad no nos debe nada, puesto que él es Amor, siempre está buscando lo mejor para cada uno, a veces transformando el mal en bien de modos sorprendentes. San Juan Pablo II decía que «en un cierto modo la justicia es más grande que el hombre, más grande que las dimensiones de su vida terrena, más grande que las posibilidades de establecer en esta vida relaciones plenamente justas entre todos»[3].
La oración de quienes se saben hijos de Dios está marcada por la confianza en quien nos ama infinitamente y siempre quiere lo mejor para nosotros. Así reza Jesús en el huerto de los olivos: «que pase de mí este cáliz…, pero no se haga mi voluntad sino la tuya» (Lc 22,42). Ante las situaciones que no acabamos de entender y que quizá nos causan sufrimiento, al tiempo que tratamos de buscar soluciones, podemos decirle al Señor: «que se haga tu justicia y no la mía. Sé que estoy en buenas manos y que al final todo será para bien».
La justicia es un deseo y un misterio. Un deseo profundamente enraizado en nosotros, pero también un misterio que nos supera, en el sentido de que corresponde solo a Dios la última palabra acerca de lo que es justo y de los modos concretos de restablecer la justicia. Por eso tampoco sería una actitud cristiana desear el castigo de nuestros enemigos, como si nos correspondiera a nosotros determinarlo, o referirse demasiado fácilmente a la justicia divina para amonestar a las personas que actúan de forma inmoral o basan sus vidas en valores muy distintos a los nuestros.
Sí, por supuesto que la fe en la justicia divina nos debería dar consuelo cuando sufrimos una injusticia o cuando nos entristecemos por una evolución negativa del mundo. «Existe una justicia. Existe la “revocación” del sufrimiento pasado, la reparación que restablece el derecho»[4]. Como el propietario de la parábola, Dios cumple su promesa y recompensa a quien ha trabajado bien. Pero la revelación que Dios ha hecho de sí mismo nos lleva a confiar, al mismo tiempo, en que su misericordia le lleva a dar siempre nuevas oportunidades de conversión a quien hace el mal. «No es una estricta justicia sin más, basada en cálculos teóricos, la que llevó al Hijo de Dios a pedir perdón a su Padre en nuestro nombre, sino un amor gratuito, que solo tiene en cuenta lo que puede hacer por los demás»[5]. De ahí que el dueño de la viña no se quede de brazos cruzados tras contratar a los obreros madrugadores, sino que incluso en la hora undécima quiera dar trabajo a quienes están a punto de perder una jornada completa. En definitiva, como escribe san Josemaría, «Dios no se deja ganar en generosidad»[6].
Los demás son libres
Cuando se reflexiona sobre la justicia como virtud que debería modelar nuestras relaciones con los demás, muchas veces se afirma que se trata tan solo de un requisito mínimo para la convivencia: respetar al otro en su alteridad[7]. La justicia podría interpretarse entonces como una actitud fría, que resalta más las diferencias entre las personas que lo que tienen en común. Mientras la caridad busca la unidad, la justicia subrayaría la separación. Sin embargo, si observamos con atención, la relación entre caridad y justicia es más sutil.
El hecho de que a cada uno se le otorgue lo que le corresponde, como exige la justicia, guarda una relación intrínseca con la debida repartición de los bienes, con el cumplimiento de los contratos y de la palabra, y con el respeto que debemos a cada persona. Podría decirse, pues, que la justicia nos ayuda verdaderamente a llevar una vida social pacífica, con reglas del juego claras y sin molestarnos los unos a los otros.
Basta esta consideración para darse cuenta de que no es poco y ni siquiera tan trivial reconocer la alteridad de los demás y el derecho que tienen a ser como ellos quieren. Así nos lo hace considerar san Josemaría: «Estamos obligados a defender la libertad personal de todos, sabiendo que Jesucristo es el que nos ha adquirido esa libertad; si no actuamos así, ¿con qué derecho reclamaremos la nuestra?»[8]. Precisamente esto es lo que reprocha el amo de la viña a los obreros madrugadores, que se sienten estafados: «Amigo, no te hago ninguna injusticia; ¿acaso no conviniste conmigo en un denario? Toma lo tuyo y vete; quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿No puedo yo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O es que vas a ver con malos ojos que yo sea bueno?» (Mt 20,13-15).
A veces podemos sentir la tentación de descalificar de antemano las opiniones de alguien que tiene una forma distinta de comprender el mundo o se guía por otros valores. Acentuamos entonces excesivamente la dimensión unitiva de la caridad, creyendo que cualquier diferencia debería ser superada para dar cabida al verdadero amor, y confundimos la justicia con la mera igualdad. Sin embargo, «la justicia es la primera vía de la caridad, (…) parte integrante de ese amor»[9]. Esta virtud nos recuerda, en primer lugar, que todos tenemos derecho a ser como queramos, a manifestar esa forma de ser hacia afuera y a gozar de nuestros propios bienes. Como escribe el Papa Francisco, «ningún individuo o grupo humano se puede considerar omnipotente, autorizado a pasar por encima de la dignidad y de los derechos de las otras personas singulares o de sus agrupaciones sociales»[10].
San Josemaría hablaba con frecuencia del numerador diversísimo del que gozaban las personas que le seguían: los distintos caracteres, las libres opiniones y opciones personales de cada una, de cada uno, en materias políticas, culturales, científicas, artísticas, profesionales, etc. Lo distinguía de un denominador común, muy pequeño en comparación, que eran las cuestiones fundamentales de la fe y del carisma que compartían. Nos hace mucho bien valorar, respetar y amar las diferencias legítimas con las personas que conviven con nosotros; «quien ama la libertad logra ver lo que tiene de positivo y amable lo que otros piensan y hacen en esos amplios ámbitos»[11].
Pensar de otro modo supondría caer en la sutil tentación de querer ayudar a los demás desde nuestros parámetros, sin discernir lo que en realidad necesitan y, sobre todo, lo que les debemos. Sería injusto, por ejemplo, pagar a un dependiente un sueldo menor del que corresponde al trabajo que ha realizado, simplemente porque se piensa que es mejor regalarle un premio que compense la diferencia. En ese sentido, el dueño de la viña no peca contra la justicia al pagar lo mismo a todos; quizás se puede pensar que tiene un criterio peculiar de la retribución, pero en ningún momento falta a su palabra: los que acordaron un denario, recibieron exactamente lo estipulado; y los demás recibieron lo que al amo le pareció justo. Así es Dios: justo cumplidor de sus promesas, pero también Padre generoso, a quien «basta una sonrisa, una palabra, un gesto, un poco de amor para derramar copiosamente su gracia sobre el alma del amigo»[12].
[1] Cfr. Misal Romano, Plegaria Eucarística.
[2] San Josemaría, Amigos de Dios, n. 167.
[3] San Juan Pablo II, Audiencia, 8-XI-1978.
[4] Benedicto XVI, Spe Salvi, n. 43.
[5] F. Ocáriz, Carta pastoral, 16-II-2023, n. 8.
[6] San Josemaría, Forja, n. 623.
[7] Acerca de la alteridad como dimensión fundamental de la justicia cfr. J. Pieper, Las Virtudes fundamentales, Rialp, Madrid 1990, pp. 100ss.
[8] Amigos de Dios, n. 171.
[9] Benedicto XVI, Caritas in veritate, n. 6.
[10] Francisco, Fratelli tutti, n. 171.
[11] F. Ocáriz, Carta pastoral, 9-I-2018, n. 13.
[12] San Josemaría, Via Crucis, 5ª estación.
Por qué hay que comprender más y juzgar menos
Escrito por Gema Sánchez Cuevas
Publicado: 02 Junio 2023
Juzgar demasiado severamente indicia que no nos encontramos en paz, además de no saber ponernos en el lugar del otro y de, probablemente, equivocarnos.
Todos hemos caído alguna vez en la trampa de crear juicios sobre los demás, ya sea un familiar, un amigo, nuestra pareja o un compañero de trabajo. Incluso, a veces, realizamos juicios sobre personas que ni siquiera conocemos. Somos bastante rápidos en juzgar, en tratar de adivinar las intenciones de los demás y el porqué de sus actos -o al menos eso pensamos-.
Solo hacen falta un par de segundos para que, casi de forma automática, interpretemos por qué esa persona ha dicho tal cosa, ha actuado de esa manera y no de otra o cuáles son los motivos que la han llevado a gesticular de ese modo. Incluso, también nos juzgamos a nosotros mismos y no solemos salir bien parados. Todo lo contrario. Nos exigimos tanto que, al final, cualquier cosa que hagamos carece de valor o es insuficiente.
Ahora bien, ¿hasta qué punto estas historias que nos contamos coinciden con la realidad? Todo parece indicar que hay más ficción que verdad en cada una de ellas.
El mal hábito de suponer
Cuando emitimos un juicio sobre otra persona, lo que estamos haciendo es interpretar la realidad de un modo determinado. Dirigimos nuestra atención hacia los detalles y aspectos que consideramos más importantes y el resto quedan relegados. Es decir, no tenemos en cuenta toda la información, sino una ínfima parte. Por lo tanto, lo que hacemos es generar hipótesis sobre una situación o persona, que no son más que un conjunto de suposiciones y nos olvidamos de que existen otras posibilidades.
Así, creamos historias que apenas se sostienen, aunque nosotros las cataloguemos como verdad. Sin embargo, el problema no es solo que nos contemos cuentos, sino que además, en muchas ocasiones, dejamos que esas historias nos influyan hasta llegar al punto de reaccionar ante ellas o tomar decisiones. Y así es como la mayoría de las veces ocurren los conflictos y malentendidos: a partir de ficciones.
Nuestra mente, en un intento por tranquilizarnos, rellena los huecos vacíos con informaciones poco o nada contrastadas. Por ejemplo, podemos dejar de hablar a una persona porque interpretamos que su gesto o su comentario iban contra nosotros o nos enfadamos con nuestra pareja porque creemos que no nos ha llamado porque no ha querido. Eludimos que había más gente en la sala y que nosotros somos más susceptibles a comentarios relacionados con nuestra profesión porque en el pasado nos dijeron que esa carrera no serviría para nada y que nunca conseguiríamos dedicarnos a ello o que nuestro pareja tuvo una reunión y hasta que no salió no nos pudo avisar.
Tenemos la mala costumbre de jugar a los adivinos y lo peor de todo es que ni nos damos cuenta de ello. Soportamos tan poco la incertidumbre, ese no controlar la situación o no saber qué pasará, que nuestra mente, en un intento por tranquilizarnos, rellena los huecos vacíos con informaciones poco o nada contrastadas, expectativas y suposiciones. Visto así, juzgar es un mecanismo de supervivencia.
A esto hay que sumarle el miedo, las heridas que arrastramos del pasado y el orgullo que, a veces, nos gobierna y que nos impide dirigirnos al otro para preguntarle, darle la oportunidad de explicarse o simplemente para ponernos en su lugar y tener en cuenta que es posible mirar al mundo desde otra perspectiva. De ahí que a veces nos quedemos con nuestras conjeturas.
Hay una historia detrás de cada persona
Uno de nuestros mayores errores cuando nos relacionamos con los demás es olvidar su historia personal. Es decir, tener en cuenta que no han vivido lo mismo que nosotros, no han experimentado las mismas experiencias y tampoco se ha encontrado con las mismas personas, por lo tanto es bastante complicado que coincidamos 100 % con ellos.
No obstante, eso no quita que nos pasemos casi la mitad de nuestra vida tratando de averiguar qué impulsa a los demás a actuar y la otra mitad a juzgar sus comportamientos.
Si ya es difícil conocerse a uno mismo, ¿cómo es posible que adivinemos las intenciones de los demás?
Lo cierto es que todo lo que ocurre a nuestro alrededor nos matiza desde nuestros primeros años de vida, tanto a nivel de pensamiento como de emociones y conductas. A veces, nos percatamos de ello y otras no tanto, pero eso no implica que no nos influya y que configure nuestra forma de mirar al mundo.
Por lo tanto, si ya es complicado adentrarnos en nuestras profundidades, conocernos y contactar con nosotros mismos, ¿cómo es posible que sepamos cuáles son las intenciones de los demás? De hecho, ¿cuántas veces no nos ha pasado que ante una misma situación nuestra pareja percibe lo ocurrido de una forma muy distinta a la nuestra?
Opinar de forma distinta, observar el mundo desde otras perspectivas es normal. No tenemos el mismo bagaje que los demás: nuestros valores, experiencias, pensamientos, sentimientos, etc. son diferentes. Entonces, ¿por qué tanto juzgar?
El arte de comprender: la empatía
Se trata de comprender más y juzgar menos, de ponerse en el lugar de los demás y evitar los juicios como soluciones rápidas a nuestras dudas e incertidumbres. La mayoría de nosotros no actúa con mala intención ni para hacer daño, sino de la mejor manera que puede.
Tan solo hay que salirse de la zona de confort, de la comodidad de querer llevar la razón, de ver el mundo desde nuestra mirada y ponerse en el lugar de los demás, pero desde su perspectiva, no de la nuestra.
La mayoría de nosotros no actúa con mala intención ni para hacer daño, sino de la mejor manera que puede
El hecho de juzgar tanto también indica algo y es que no nos encontramos en paz ni en armonía con nosotros mismos. De hecho, si analizamos nuestros juicios, quejas y críticas sobre los demás es muy probable que identifiquemos aspectos nuestros en ellos. Pues quien juzga a los demás duramente también lo hace consigo mismo.
Por tanto, se trata de comprender las circunstancias de los demás, teniendo en cuenta su historia de vida. De decidir no hacer juicios rápidos, sino intentar conocer su perspectiva. Porque si una persona ha vivida profundamente una experiencia de abandono es normal que se ponga a la defensiva cuando crea que no cuenten con ella, si no ha sanado sus heridas o si por ejemplo alguien fue muy criticado y exigido en su infancia es probable que esté alerta cuando hablen sobre él.
Hay que ser más humildes, compasivos y reflexionar más para intentar ponerse en el lugar de los demás y detener esos hábitos automáticos que nos llevan a suponer y crear ficciones sobre ellos. Hay que cultivar la aceptación y la flexibilidad y no olvidar que hay una historia detrás de cada persona.
Gema Sánchez Cuevas
El nacionalismo: un pasado ambiguo y un futuro sangriento
Escrito por Holm-Detlev Kóhler
Publicado: 08 Junio 2023
The happiest women, like the happiest nations, have no histoty. (George Eliot)
«Amo demasiado a mi país para ser nacionalista.» (Albert Camus, Cartas a un amigo alemán)
El «resurgir» del nacionalismo
La caída del muro de Berlín ha tenido un efecto acelerador en el resurgir de algo que la mayoría de la gente y de los académicos relacionaban ya con un pasado superado: los nacionalismos. Para muchos significa «el gran desafío a la cultura democrática» (Mario Vargas Llosa, El País, 1-9-1996). El nuevo orden mundial, la transición de la bipolaridad a la multipolaridad, está pasando por un profundo desorden de las relaciones internacionales, debido en gran parte a la imposibilidad de arreglar las fronteras derrumbadas por la cuestión nacional. El fin de siglo se parece a su comienzo. El derrumbe de los imperios lleva al surgir de viejas y nuevas naciones para luchar por el poder y el territorio.
«Unos quince Estados nuevos se han levantado sobre las ruinas de los imperios soviético y etiópico y cuatro más han surgido de los fracasos de los estados federales de Yugoslavia y Checoslovaquia» (Smith, 1996, pág. 577).
Además, los nuevos nacionalismos se visten de forma tribal y pre-moderna reivindicando algo eterno, esencial y mítico, la salvación del hombre frente a las amenazas de una modernidad incapaz de crear su propia racionalidad de progreso.
«El nacionalismo como ideología política se erigió en las ruinas físicas e intelectuales de los Imperios» (Kamenka, 1986, pág. 591).
De todas formas, la palabra «resurgir» no corresponde a una realidad en la cual los clásicos estados-naciones del Occidente pierden su peso dentro de una mundialización cultural, económica y, en mucho menor medida, política; el nacionalismo se convierte en el principio político dominante en la gran mayoría del mundo donde hasta hace poco tiempo no conocían ni el sentido de su palabra.
«De las doscientas naciones que hoy constituyen las Naciones Unidas, sólo una veintena de ellas, casi todas europeas o americanas, poseían conciencia nacional antes de 1914» (pág. 1993, pág. 26).
frente a esta realidad histórica se extiende con una fuerza asombrosa la ideología del nacionalismo como orden natural de la humanidad, dividida eternamente en naciones.
«Los mitos fundadores de una nación tienen la piel dura: aun desahuciados por la crítica demoledora de sus falsificaciones sucesivas e interpolaciones flagrantes, siguen ofuscando a algunos historiadores contemporáneos y se perpetúan» (Juan Goytisolo, El País, 14-9-1996).
La modernidad fue caracterizada por muchos como un proceso de formación nacional, de «nacionalización de las masas» o de transformación de grupos étnicos y comunidades tradicionales en naciones. En estos conceptos progresistas de la nación ésta aparece como un proceso racionalizador de las estructuras sociales. Hay que aclarar que este tipo de conceptualización del nacionalismo dentro de la modernización es un fenómeno del siglo XX mientras en el siglo XIX -frecuentemente llamado el siglo del nacionalismo- todos los teóricos clásicos de la modernidad miraban al nacionalismo como algo pasajero con poco futuro [1]. El liberalismo y el socialismo eran ideas progresistas universales. Ni Marx ni Durkheim daban mucho futuro al nacionalismo. La economía política clásica no reconocía ninguna autoridad por encima del individuo, propietario o de la empresa privada. Aunque Adam Smith hablaba de «la riqueza de las naciones» no tenia ninguna idea de la nación, y la trataba como un grupo de individuos de un territorio sin más [2]. Incluso para el nacionalismo económico del siglo pasado como la Escuela Histórica de la Economía Nacional alemana, el principio de la nacionalidad sólo tenía un sentido unificador de pequeñas unidades hacia una gran nación e -igual que el nacionalista italiano Mazzini- rechazaban cualquier separatismo, «balcanización», etc., en pequeños Estados nacionales sin grandes territorios y recursos. El principio de la etnicidad no cabía ni para estos «nacionalistas».
La cuestión nacional empezó a ocupar un lugar importante en los debates ideo lógicos no antes de los años ochenta del siglo XIX cuando determinaba las estrategias políticas y la base social de los grupos políticos (véase p. ej. los debates en la II Internacional). Esto corresponde al hecho de que el nacionalismo se había convertido desde una ideología revolucionaria universalista en la fuente principal de legitimidad de los Estados autoritarios.
Frente a estas tendencias actuales resulta urgente recordar la realidad del nacionalismo como ideología de unos movimientos sociales modernos sin raíces en el ser humano ni el origen de los pueblos sino algo posterior a la Revolución Francesa. Todo lo demás, las búsquedas de un «potencial etno-nacional» (Llobera, 1996), es pura especulación interesada o tautología en el sentido de que cualquier fenómeno histórico es el resultado de un proceso histórico y cualquier comunidad humana se basa en algún tipo de identidad colectiva. Aquí pretendemos no confundir las señales de humo con el «world wide web» de la comunidad internet aunque se pueda buscar un nivel de abstracción donde son la misma cosa.
Conceptos de la «nación»
«Sabemos desde el siglo XVIII, gracias a la Ilustración y el empeño posterior de los historiadores críticos, que todas las historias nacionales y credos patrióticos se fundan en mitos (...), ya que estos mitos, manejados sin escrúpulo como un arma ofensiva para proscribir la razón y falsificar la historia, pueden favorecer y cohesionar la afirmación de "hechos diferenciales" insalvables, identidades de calidad agresivas y, a la postre, glorificaciones irracionales de lo propio y denigraciones sistemáticas de lo ajeno.
Como dice el lúcido e incisivo ensayista serbio lván Colovic, refiriéndose al discurso oficial del nacionalismo étnico, el escenario iconográfico político "evoca y recrea un conjunto de personajes, sucesos y lugares míticos con miras a crear un espacio-tiempo, igualmente mítico, en el que los ascendientes y los contemporáneos, los muertos y los vivos, dirigidos por los jefes y héroes, participen en un acontecimiento primordial y fundador: la muerte y resurrección de la patria"» (Juan Goytisolo, El País, 14-9-1996)
Este hecho explica también que no existe y no puede existir una definición generalmente aceptada de los términos «nación» y nacionalismo (cfr. Hall, 1993, pág. 90), sino que sus contenidos y connotaciones están sujetos a una continua lucha entre el rigor científico en su evolución y los intentos de instrumentalización por los movimientos y grupos político-sociales.
Constatar la «confusión» en el debate sobre el nacionalismo parece como único consenso dentro de una variedad casi infinita de definiciones y conceptualizaciones (cfr. Dogan, 1993). La disputa entre dos marxistas revolucionarios representa los polos opuestos de los intentos para encontrar alguna definición objetiva de la nación. Mientras la polaca Rosa Luxemburgo negaba esa posibilidad y denunciaba al Estado nacional y al nacionalismo como «sobres vacíos en los que cada clase aporta, en cada circunstancia, un contenido material particular», el georgiano Josep Stalin, encargado por Lenin de responder a esta pregunta, contestaba en 1913: «La nación es una comunidad humana, estable, históricamente constituida, de idioma, territorio, vida económica y formación psíquica que se traduce en una comunidad de cultura.»
Frente a la imposibilidad de una definición objetiva y empírica, el gran sociólogo alemán e ideólogo del estado guillenniano Max Weber (1976, pág. 528), siguiendo al clásico y políticamente más ilustrado y menos nacionalista Emest Renan, situó la nación en el sentido de solidaridad subjetiva de grupos humanos frente a otros. Esto no significa la ausencia de cualquier factor objetivo como el idioma, el territorio, la historia, la cultura o el Estado sino la insuficiencia de estos factores para explicar el hecho nacional.
«Los factores que suelen emplearse para definir a la nación [son la] homogeneidad étnica, una lengua común, una memoria colectiva y una tradición comunes, un territorio compartido, una misma religión y un largo etcétera (...). La nación implica una dimensión política propia. (...) Si me siento a la vez y sin problema gallego y español, aragonés y español, es que concibo a Galicia o Aragón como regiones. Si, en cambio, por considerarme miembro de la nación catalana, o de la nación vasca, resulta incompatible con la pertenencia a la nación española, la idea de la nación es excluyente.» (Ignacio Sotelo, El País, 25-11-1996)
Aunque los conceptos esencialistas de nación como sujetos eternos que caminan por la historia auto-realizándose finalmente en un estado-nación o una nación cultural no resistieron al más mínimo esfuerzo histórico científico, algunos todavía intentan darle una vida duradera más allá de las coyunturas políticas históricas como fenómenos de «longue durée» (Smith, 1996, pág. 589), construyendo las naciones como etnias transformadas. Contra estos intentos Hans-Jürgen Puhle (1994, pág. 19) reclama acertadamente que «la etnicidad es un "'artefacto" del mismo tipo que la nación: es creada, construida e inventada» (cfr. también Hobsbawm, 1994, pág. 38). Frente a la imposibilidad de explicar las naciones sólo por factores objetivos o subjetivos queda como resultado provisional del repaso por los conceptos de la nación una serie de factores «proto-nacionalistas» que en determinadas circunstancias pueden convertirse en elementos de procesos contingentes de formación nacional. Los más destacados son:
l. La modernización del Estado: La existencia de un Estado central, monopolizando el poder coercitivo y los recursos militares y administrativos aparece como condición de las naciones modernas incluso en los casos poscoloniales de la posguerra, donde la estructura de un Estado colonial configura la oposición antiimperialista. Así afirma el filósofo indio Rabindranath Tagore el impacto del Estado colonial inglés:
«El nacionalismo es un peligro grave. Desde hace años es la causa de todos los sufrimientos de la India. Y como estamos gobernados y dominados por una nación cuya actitud es exclusivamente política, hemos intentado, a pesar de nuestra herencia del pasado, de adoptar la creencia de que nosotros también podemos tener una misión política» (cita en Alter, 1994, pág. 53).
El Estado imperialista ocupa ahí la función del Estado absolutista en la Europa del siglo XVIII. En el mundo moderno, en todo caso, el Estado se transformó en algo casi omnipotente y omnipresente.
«A medida que el Estado intervino más y más en los asuntos de sus súbditos, pareció que, paradójicamente, se separaba más de ellos (...). El Estado pareció adquirir vida propia. (...) La evidente separación entre Estado y sociedad planteó el problema de cómo se conectaban ambas entre sí. Al tratar de responder a ese problema, la idea de nación adquirió entonces una importancia notable. (...) De este modo, la sociedad dejó de ser considerada como un grupo fragmentado de intereses privados, unidos sólo por el Estado, y fue vista más bien como una unidad, cuya esencia se expresaba en el concepto de nación y que, en consecuencia, debía configurar el Estado» (Breuilly, J 990, págs. 58 y SS.).
2. La modernización social: Como explica Ernest Gellner en sus ya clásicos estudios del nacionalismo, la industrialización y el nuevo orden socioeconómico constituyen el contexto de la formación nacional en Europa. Una sociedad industrial exige una lengua, una cultura, un derecho comunes dentro de sus unidades nucleares de mercado y aporta las tecnologías para crear una red de comunicación nacional homogeneizadora. Mientras la «intelligentsia» se convierte en el grupo pionero de los movimientos nacionalistas, las nuevas clases sociales, sobre todo la pequeña burguesía, aportan la base social para su masificación. En los casos de los movimientos nacionalistas románticos anti-modernistas, los cambios socioeconómicos sirven como ejemplo contrario de negación pero no dejan de ser decisivos. Las nuevas técnicas de comunicación y el surgir de una sociedad civil con asociaciones, fiestas populares, medios de comunicación y transporte, grandes aglomeraciones urbanas, etc., facilita en todos los casos la formación y extensión de movimientos nacionalistas. Benedict Anderson (1993) es el representante más radical de este concepto erigiéndose la imprenta, la prensa y la literatura popular, en condicionante para la creación nacional como «comunidad imaginaria». La revolución de la imprenta invitó a las masas a ingresar en la historia.
Las teorías sobre el nacionalismo parten en su mayoría de un concepto de modernización basada en la distinción de Ferdinand Tönnies entre Gemeinschaft (comunidad) y Gesellschafl (sociedad). El nacionalismo aparece como un proceso de modernización desde la comunidad hacia la sociedad, «la transición de la aldea a la ciudad, del taller a la fábrica, de la sociedad tradicional a la moderna. ( ...) A los efectos anónimos de la industrialización se iba a contraponer afirmaciones enfáticas de identidad nacional» (Robertson, 1988, pág. 123 y s.).
3. Vinculado de forma inmediata a la modernización social, el capitalismo con su lógica de crear mercados de creciente extensión territorial, derribando las fronteras arancelarias, fue un empujón decisivo para la formación nacional. El mercado y la economía nacional sirvieron de motor para el Estado nacional moderno.
4. La movilización política de la sociedad: Este factor, íntimamente relacionado con los tres anteriores, pone el concepto de la soberanía popular de la nación, e induce a la participación de todos los ciudadanos en la política nacional. Este contenido esencial de las revoluciones burguesas y de la Ilustración llevo directamente a los conceptos de la nación como pueblo político, la otra cara de la pérdida de vitalidad de las sociedades tradicionales.
5. Guerras: Como sabía bien el gran teórico de la guerra Carl von Clausewitz, la guerra moderna ha vuelto a convertirse «en el asunto de todo el pueblo» (Hall, 1993, pág. 92) y juega un papel central en la creación de una identidad nacional apoyándose en la construcción de enemigos exteriores comunes. Las guerras de unificación alemana llevadas a cabo por Prusia contra Dinamarca, Austria y Francia no son ninguna excepción e incluso en casos extra-europeos corno el de los EE.UU. la guerra contra Inglaterra y la posterior guerra civil comprueban la importancia de conflictos bélicos para la unificación nacional.
Mientras los factores «políticos» hasta aquí expuestos tienen un impacto inmediato en el fomento de los nacionalismos, otros factores de carácter «cultural» tienen un carácter más ambiguo.
6. La religión: En algunos casos como Polonia, Serbia o Croacia figura en el centro de los nacionalismos mientras en otros como Italia significa más bien una barrera para la unificación nacional. En principio el carácter universalista, no-excluyente de las religiones choca con los nacionalismos pero su capacidad de crear identidades colectivas abstractas está utilizado con mucho éxito en varios casos. La aportación más importante de la religión a los nacionalismos han sido los símbolos, ritos y mitos como la tierra bíblica, el pueblo elegido, etc. Para muchos el nacionalismo es la religión secular de la modernidad sustituyendo la lealtad de los súbditos hacia los representantes de Dios por la lealtad a la nación. La idea del sacrificio está en el lema nacional de «morir por la patria» o «todo por la patria» que en realidad significa siempre «matar por la nación». La nación sustituye la religión «como entidad sacra anterior a nosotros en la historia y posterior a nuestra muerte. Es la tierra prometida, el edén común, merecedora del sacrificio supremo: dulce et decorum est pro patria mori» (Giner, 1996, pág. 4). La España de la Inquisición representa un caso ejemplar de la instrumentalización de la Iglesia para fines estatales proto-nacionales imponiendo la unidad entre religión y Estado, mientras en Alemania la «lucha cultural» entre protestantismo y catolicismo contribuyó a la «solución pequeña» de una Alemania prusiana excluyendo Austria.
7. El idioma: La homogeneización lingüística en forma de la imposición de un dialecto sobre todos los demás o la creación de una nueva lengua artificial es un factor muy limitado a pequeñas elites hasta el establecimiento de sistemas escolares nacionales. Los idiomas tradicionales eran sistemas de comunicación internacionales para el clero y la aristocracia como el latín, mientras el pueblo hablaba una variedad infinita de dialectos locales. A partir del auge del nacionalismo romántico a mediados del siglo XIX, este factor ocupa un lugar más importante en algunos movimientos nacionalistas.
Otros factores culturales como la «etnicidad», tradiciones, etc., son igualmente, como los factores racistas (la descendencia, la sangre común, etc.), puros inventos de los nacionalistas. Desde luego, ninguno de estos factores y ninguna combinación lleva automáticamente a la nación. Para entender su fuerza relativa y las características de los nacionalismos hay que detenerse con más detalle en los procesos históricos de formación nacional.
La formación de las naciones
Existe una interesante característica historiográfica del nacionalismo: La formación nacional es el ámbito donde la influencia de los historiadores ha sido mayor que en cualquier otro ámbito social. «En cierto sentido son los historiadores los que crean las naciones» (Lodovici, 1992, pág. 191). En muchos casos, los historiadores (Geofrrey de Monmouth ya en el siglo x11 en Inglaterra, von Treitschke en Prusia, Cesare Balbo en la Italia del Risorgimento, Jules Michelet en Francia, Frantisek Palacky en Bohemia/Chequia, Joachim Lelewel en Polonia) o los estudiosos de historia se convirtieron en intelectuales orgánicos de los movimientos nacionalistas aportando una base esencial de su ideología: la invención de una historia nacional para fomentar una memoria colectiva. Muy escasas veces, los historiadores ocupan un papel tan central en la historia real. Para eso, estos historiadores tenían que olvidar su rigor científico y convertirse en autores y propagandistas de ciencia ficción. Los historiadores del nacionalismo reinventaron un mundo nuevo de derechos históricos, tierras prometidas, etnias eternas, leyendas heroicas, etc., una nueva materia prima para la construcción de una memoria colectiva. Por eso dijo Hobsbawm (1991, pág. 20): «Ningún historiador serio de las naciones y el nacionalismo puede ser un nacionalista político comprometido.» Hasta la actualidad los historiadores nacionalistas han tenido que inventar unos pasados nacionalistas para justificar los crímenes y masacres del presente.
«La Historia es el producto más peligroso que la química intelectual haya inventado. Suscita sueños, embriaga a los pueblos, les hace engendrar recuerdos falsos, exagera los reflejos, alimenta viejas heridas, los atormenta durante el reposo, los lleva al delirio de grandezas o al de la persecución y hace que las naciones se agrien y se vuelvan insoportables y vanas.» (Paul Valery, cita en Forné, 1995, pág. 19).
En cualquier caso empírico nos encontramos con una combinación específica de factores subjetivos y objetivos. Esta configuración nacional es el resultado de un proceso de nacionalización, de luchas para imponer un carácter nacional a la población de un territorio y de las actitudes y resistencias o rechazos a esto. La afirmación de Riquer (1990, pág. 124) de que «historiar España implica dedicarse sobre todo al estudio de las representaciones mentales de algunos políticos e intelectuales y no al análisis de una realidad histórica» no es ninguna peculiaridad sino algo válido para cualquier nación. Cualquier intento serio, en consecuencia, de entender y analizar la nación pasa por la reconstrucción de la formación nacional como proceso contingente sin ninguna esencia o idea por detrás. Juan Pablo Fusi (1990, pág. 132), basándose en algunos de los teóricos fundamentales del nacionalismo actual, resume los elementos «de un largo proceso de asimilación e integración nacionales»:
«La creación de un mercado nacional, la urbanización del país, la creación de un sistema nacional de educación, la expansión de los medios de comunicación de masas, la aparición de una opinión pública, y la progresiva socialización de la política.»
Cabe preguntarse por qué se le escapó uno de los más fundamentales: la violen cia represiva del Estado con el papel de los cuarteles como factor disciplinario y homogeneizador a través del cumplimiento del servicio militar.
La historia de las naciones modernas es muy reciente aunque se divida muy pronto en épocas claramente diferenciadas. «Al principio estaban los Estados, no las naciones» (Puhle, 1994, pág. 14). El liberador de Polonia, coronel Pilsudski, dice acertadamente: «Es el Estado el que hace la nación y no la nación al Estado» (cita en Hobsbawm, 1991, pág. 53).
La primera fase parte de Estados absolutistas claramente establecidos como en Inglaterra y Francia. Las reformas británicas, producto de las rebeliones del siglo XVII, y la Revolución Francesa crearon las condiciones políticas y mentales para la posterior formación nacional. Pero la idea nacional de la Revolución Francesa no fue un Estado de los franceses, descendentes de los francos (una pequeña minoría de la población como todos los demás grupos étnicos), sino el «citoyen», el ciudadano participante en la voluntad general y representado en el parlamento, independientemente de su origen étnico. La idea étnica de la nación como una realidad orgánica natural surgió después; p. ej. en el movimiento nacionalista alemán donde aparece como reacción antirrevolucionaria, o como la inyección posterior de la etnicidad al nacionalismo en el caso francés.
La formación política de la nación moderna tiene su ejemplo paradigmático en la Revolución Francesa. La nación como encamación de la voluntad general, como orden político basado en la solidaridad voluntaria de los ciudadanos, exigía la libertad individual como primer elemento revolucionario. Los derechos humanos y civiles y la igualdad de todos los ciudadanos aparecen como condición prioritaria para la realización nacional. La otra cara de la moneda era la represión brutal de todas las organizaciones corporativas y tendencias regionalistas y localistas. El segundo elemento revolucionario radica en la masificación de la política con las elecciones generales en el centro. La política deja de ser un ejercicio exclusivo de las elites privilegiadas. Cualquier política se ve obligada a legitimarse como una aportación al bienestar nacional por encima de los intereses particulares, y los políticos tienen que presentarse como representantes nacionales. Un ejemplo ilustrativo son las «naciones de clase» (Lepsius, 1982), los inventos de las naciones socialistas en los países de órbita soviética. Junto al segundo hay que destacar el tercer elemento revolucionario de la idea nacional de la Revolución Francesa, la movilización de masas a favor de objetivos nacionales de carácter general o estatal con la movilización popular para la guerra como ejemplo más significativo [3]. Esta triple tendencia revolucionaria de la individualización y civilización, de la masificación de la política y de la movilización nacional a favor de objetivos generales marca la historia a partir de la Revolución Francesa.
Desde su comienzo, la violencia estatal fue el instrumento clave de la transformación de los pueblos en naciones. La escolarización obligatoria con el francés como único idioma oficial acompañada por una represión brutal de todas las lenguas habladas fue una de las medidas, otras eran los cuarteles (auténticas «escuelas de la nación»), la invención de tradiciones (Hobsbawm) como himnos, banderas, fiestas, folclore, etc., todas dirigidas a erradicar las culturas y tradiciones de los pueblos existentes. Al contrario de lo sostenido por las ideologías nacionalistas, ni la lengua ni la cultura ni la historia común existían al comienzo de la nación sino en un Estado que introdujo e impuso una lengua, cultura e historia nacionales mediante su nuevo monopolio de violencia central destruyendo las culturas existentes y falsificando la historia real e inventando una ficción nacional.
La movilización de la población y la expansión del Estado son los dos procesos complementarios de los nacionalismos dirigidos por los Estados. Grandes ejércitos permanentes sustituyen a las tropas de mercenarios y filibusteros, los gobiernos concentran recursos mediante la hacienda, sistemas de impuestos, educación pública, el control de la población por una burocracia administrativa (empadronamiento, visados, pasaportes, registros) y sistemas judiciales en vez de los gobiernos indirectos por terratenientes, clérigos y autoridades locales (cfr. Tilly, 1993). Posteriormente, los Estados crean símbolos, muscos, arte, fiestas y deportes nacionales, un proceso de estatalización de la sociedad que llega hasta nuestros días. La movilización anti-napoleónica de Prusia después de la derrota traumática de Jena y Auerstedt en 1806 es el primer gran ejemplo de la formación nacional autoritaria contrarrevolucionaria. La educación nacional del pueblo mediante asociaciones culturales, grupos de gimnasia, de tiradores, de cazadores, símbolos inventados de un pasado heroico, etcétera, debería preparar al pueblo para la primera guerra nacional después del fracaso del ejército profesional contra el pueblo francés en armas. La nación alemana se formó mediante la espada (Clausewitz), la unidad de «sangre e hierro» (Bismarck), una posibilidad tanto más real cuanto que las guerrillas españolas de 1808 sirvieron como primer ejemplo de cómo un pueblo podía ganar a la Francia napoleónica.
Estas prácticas estatales de la politización y articulación de la vida social se exportan en nuestro siglo al resto del mundo «subdesarrollado» lo que explica el auge del nacionalismo en estas sociedades a pesar de no contar con ninguno de sus requisitos «proto-nacionalistas» y la imposibilidad de organizar el territorio según criterios nacionalistas. Las guerras civiles se convierten en una historia interminable en estas condiciones en las que el desarrollo económico y social impide la estructuración social en unidades superiores a los grupos gremiales o a la comunidad.
La creación de poblaciones mono-étnicas, mono-lingüísticas y mono-culturales como contenido esencial de todos los Estados nacionales a partir de mediados del siglo x,x sólo se puede conseguir por cuatro tipos de política (cfr. Hobsbawm, 1994, pág. 43): la asimilación forzada mediante la coerción estatal, la expulsión masiva de grandes poblaciones (limpieza étnica), el genocidio, o las políticas de «apartheid»; las que convierten a todos los que no forman parte del grupo dominante en extranjeros o ciudadanos de segunda clase. La formación de las naciones fue un proceso destructor sin parangón de culturas, lenguas y tradiciones populares.
La imposición de los idiomas nacionales es un buen ejemplo de violencia en la homogeneización nacional. Ni un 10 por 100 de la población francesa hablaba francés o entendía las declaraciones revolucionarias, y el primer parlamento italiano de Torino (1860) hablaba francés porque ni un 3 por 100 de la Italia del Risorgimiento hablaba el dialecto de la Toscana, que posteriormente se convirtió en el italiano. Cuando Nicolás Maquiavelo, en su famoso capítulo 26 de El Príncipe, en 1513 había llamado a la liberación nacional de Italia frente a los bárbaros, nadie entendía todavía lo que era Italia. La férrea disciplina de los cuarteles y escuelas tardaría aún generaciones en matar las lenguas populares e imponer un solo dialecto como lengua nacional, un proceso que duró en todos los casos hasta el siglo XX, realizando de esta forma lo que Antonio de Nebrija ya había procurado con su primera gramática castellana: hacer del idioma un arma del imperio.
Con posterioridad al período de la formación nacional impulsada por la Revolución Francesa, una segunda fase se caracterizaría por una doble vertiente: Por un lado la transformación de los nacionalismos en fuentes de legitimidad de los Estados en manos de la derecha política; por otro lado el surgir de un nuevo tipo de nacionalismos en contra de los grandes imperios multinacionales austro-húngaro, ruso y otomano. A partir de 1830, los habsburgos toleraban ciertas actividades culturales, siguiendo con la represión de cualquier actividad política opositora. Mientras la primera fase reconocía solamente naciones grandes, basadas en principios universalistas como los derechos humanos y la soberanía de los ciudadanos, ahora empiezan a surgir nacionalismos cada vez más pequeños y excluyentes que se convierten en una amenaza mortal para los grandes imperios del centro y este de Europa.
Las fuerzas dominantes habían aprendido de los movimientos revolucionarios las técnicas de movilización popular. La oposición social, protagonizada por la clase obrera, había que excluirla tachándola de «traidora a la patria» o incorporándola en la comunidad nacional mediante el paternalismo social. Esta clase obrera había surgido como un fuerte enemigo del nacionalismo en el poder. Así, la socialdemocracia austriaca intentó en mayo de 1868 salvar el Imperio Austro-Húngaro frente a las tendencias secesionistas de los movimientos nacionalistas, considerando los grandes imperios multinacionales como el mejor terreno para la lucha de clases, dirigiendo un «manifiesto al pueblo trabajador en Austria», redactado en alemán, checo, polaco, rumano, italiano y húngaro:
«La época de las secesiones nacionalistas ha pasado. El principio nacional, hoy día, sólo queda en la agenda de los reaccionarios. (...) El mercado laboral no reconoce fronteras nacionales! el comercio mundial pasa por encima de las fronteras lingüísticas. Al capital dominante en todos los sitios no preocupa la descendencia» (cita en Alter, 1985, pág. 93).
Dos años más tarde el periódico La Solidaridad (1870) manifestaba:
«La idea de patria es una idea mezquina, indigna de la noble inteligencia de la clase trabajadora. ¡La Patria! La Patria del obrero es el taller; el taller de los hijos del trabajo es el mundo entero» (cita en Vilar, 1984, pág. 11).
Al mismo tiempo, sin embargo, el académico suizo Johann Caspar Buntschli (1879, pág. 89 y ss.) proclamó el principio moderno de la nacionalidad que marcaría las políticas nacionales hasta nuestros días:
«Cada nación tiene la vocación y el derecho para formar un Estado. La nación es el dispositivo natural y cultural hacia el pueblo político. (...) Del mismo modo que la humanidad está dividida en un número determinado de naciones, así también el mundo debería estar dividido en un número igual de Estados.»
Este principio de la nación significó la ruptura con las ideas que habían marcado los revolucionarios y humanistas hasta entonces. De hecho no sólo en Francia, sino también en Italia el filósofo nacionalista Guiseppe Mazzini y los revolucionarios del 1848/49 en Alemania habían pensado en la nación como un pacto voluntario basado en valores universales, en una idea de la república universal.
A este periodo de cambios cualitativos siguió una tercera fase a finales del siglo XIX, que culmina con la victoria del principio nacionalista en la I Guerra Mundial y que se caracterizaría por el giro final hacia la derecha política y la radicalización de las ideologías nacionalistas, preparando el terreno para los ultra-nacionalismos fascistas, y la pérdida del carácter universal y emancipador. Xenofobia, racismo, irracionalismo y, en los casos de Francia, Austria y Alemania, un antisemitismo político, forman parte integral de los nacionalismos de esta época. «Tú no eres nada, tu pueblo es todo», apuntó el fundador de la Action Fracaise Charles Maurras (1898) ejemplarizando este principio totalizador del nacionalismo de fin de siécle. Los enemigos ya no son primordialmente los regímenes antiguos, sino los movimientos internacionalistas del liberalismo burgués y del socialismo proletario. Gran parte de la burguesía, particularmente después de los fracasos revolucionarios del 1848/49, formó nuevas alianzas reaccionarias, proteccionistas y nacionalistas con la aristocracia y el clero tradicional en búsqueda del mantenimiento del poder frente a los cambios de la modernidad.
Mientras la Europa occidental vivía esta derechización del nacionalismo, el derrumbe de los grandes imperios orientales dio paso al surgimiento de un número creciente de pequeñas naciones en búsqueda de un Estado propio. Estas naciones siguieron un proceso diferente de formación nacional, dirigido no por el Estado sino contra el Estado imperial creando primero identidades culturales colectivas. En esta tercera fase no sólo se nacionaliza la política sino la sociedad entera, la cultura, el deporte los medios de comunicación, todos los símbolos se convierten en elementos de la nacionalidad.
Con la victoria del principio de «autodeterminación nacional», proclamado por el presidente de EE.UU. Woodrow Wilson a final de la I Guerra Mundial, siguiendo la idea de Buntschli, y el derrumbe de las utopías y movimientos internacionalistas, la legitimidad política pasa definitivamente desde principios universalistas democráticos hacia la nación. La idea de identidad entre las fronteras culturales, étnicas y lingüísticas con las fronteras estatales sirve desde entonces como movilizador de enfrentamientos bélicos en todo el mundo.
La idea absurda de una nación va a causar mucha más sangre todavía y, desde su subida al trono político de la modernidad, se ha multiplicado el número de Estados. Pero, con todo, el empeño sangriento no se va a acercar nunca al ideal de
«a cada nación un Estado» para garantizar el derecho de «auto-determinación» de hecho, existen al menos 3.000 idiomas y más de un millar de categorías étnicas, muchas de ellas muy dispersas en varios Estados en el mundo. El principio nacionalista, por otra parte, también determinó el proceso descolonizador, dado que la nación se había convertido en un principio mundial de orden internacional. El mundo actual se mueve alrededor de procesos de formación nacional, la mayoría de ellos destinados al fracaso y todos pendientes de su fuerza militar y política. Un ejemplo clarificador expone lmmanuel Wallerstein:
«¿Existe una nación saharaui? Si se le pregunta al movimiento de liberación nacional, al Frente Polisario, dirá que sí, y añadirá que lo es desde hace mil años. Si se le pregunta a los marroquíes, nunca ha existido una nación saharaui, y la gente que vive en la antigua colonia del Sahara español siempre formó parte de la nación marroquí. ¿Cómo podemos resolver intelectualmente esta diferencia? La respuesta es que no hay solución. Sí en el año 2000, o tal vez 2020, el Polisario vence en la guerra en curso, habrá existido una nación saharaui; si vence Marruecos, no habrá existido» (Wallerstein en Wallcrstcin/Balibar, 1991, pág. 127 y ss.)
Conclusiones
El asesor del canciller austriaco Mettemich, arquitecto de la Santa Alianza de Viena (1815), Friedrich von Gentz, escribió en 1819 que una victoria del nacionalismo en Europa dejaría un desierto salvaje de ruinas sangrientas como única herencia para nuestra descendencia (cfr. Schulze, 1994, pág. 210). Frente al panorama actual en el centro y este de Europa su visión de principios del siglo XIX mantiene cierta actualidad para el comienzo del siglo XXI. Allí donde los valores democráticos y civiles universalistas perdieron o no consiguieron nunca la suficiente fuerza para circunscribir el nacionalismo se ha establecido el principio del poder militar con el arma ideológica del nacionalismo étnico.
En el mundo actual existen unas 250 minorías bajo amenaza y se habla unas 8.000 lenguas. Si la formación de unidades nacionales fuera la solución, el reducir este número hasta el establecimiento de un sistema internacional de estados-naciones sería una solución muy sangrienta y darwiana. En ningún caso un pueblo grande tiene una historia nacional, una considerable antigüedad o una continuidad histórica u homogeneidad étnica. En estas circunstancias la nación es un invento tan absurdo como de gran trascendencia histórica.
Utilizando el concepto clásico marxiano de reificación (o cosificación), la nación empieza en todos los casos empíricos como un movimiento social revolucionario o contrarrevolucionario para cambiar o reestabilizar el orden social existente. Al principio es un proyecto diseñado por un pequeño grupo de intelectuales. En unas condiciones sociales favorables, este proyecto se convierte en una idea orientativa de un grupo más amplio con capacidad de liderazgo cultural-político hasta extenderse en un movimiento de masas. Este movimiento puede estar dirigido por un Estado o contra un Estado existente. Durante este proceso el proyecto inicial se cosifica en una serie de instituciones e ideas esenciales. El proceso de formación histórica desaparece en la conciencia de los implicados para convertirse en algo «objetivo», eterno. La nacionalización de la sociedad resulta, una vez cantada la victoria sobre el enemigo (cultural, social, político, interno o externo) como proceso culminador y contenido continuo de esta forma de dominación. Todos los fenómenos sociales se interpretan como nacionales; las instituciones, valores, fuentes de legitimidad, símbolos, productos económicos u obras culturales; no hay apenas nada que se escape del proceso nacionalizador. La unidad nacional funciona como religión civil por encima de cualquier otro objetivo social o político.
La libertad individual de todos los ciudadanos garantizada en la proclamación de los derechos humanos, pone de manifiesto la dialéctica de la revolución burguesa, incapaz de realizar materialmente sus promesas revolucionarias. Los derechos humanos fueron proclamados como derechos individuales y universales contra todo tipo de dominio, como derechos superiores a cualquier intervención estatal en la esfera privada y como recurso contra la represión estatal. En la práctica, la idea de la nación se convierte en un principio de extensión ilimitada del poder absoluto estatal sobre el individuo. Los derechos civiles se ven sistemáticamente subordinados al «interés nacional» con el cual se disfraza la policía, la hacienda o el juez. El factor más importante de desmovilización e incorporación del movimiento obrero a la sociedad burguesa radicó en su calificación como «enemigo de la nación» y, en este sentido, la Primera Guerra Mundial marca el comienzo de su declive y no el comienzo de su época gloriosa, como sostenían los apologistas de la Revolución Rusa.
La nación, en esta perspectiva, es un fenómeno profundamente ambiguo, en la medida en que combina la liberación revolucionaria como realización de la idea de la comunidad de ciudadanos libres e iguales, con una forma moderna del dominio autoritario, excluyente y clasista. Quien no habla, piensa o actúa en concordancia con el proclamado interés nacional se ve privado de cualquier derecho y perseguido por todo un aparato represivo. La invención de una cultura nacional es un proceso de destrucción de la variedad cultural existente.
Todas las definiciones y conceptos que hacen de la nación un sujeto homogéneo con frases como «la nación tiene derecho a...», o «la autodeterminación de la nación» no sólo son pura ideología al construir una entidad imaginaria homogénea y capaz de actuar, sino que además incorporan a personas y grupos en contra de su voluntad en este organismo. Una persona se convierte en ciudadano no por un derecho individual y civil, sino por formar parte del organismo nacional. El intento continuo de ordenar el mundo según este principio absurdo sólo puede llevar a una eterna lucha sangrienta.
La nacionalidad no estaba presente en las culturas y lenguas populares hasta mediados del siglo XIX y constituyó un ingrediente exclusivo de las casas aristócratas dominantes. En la segunda mitad, estas clases dominantes formaron alianzas con capas burguesas y medias contra las fuerzas internacionalistas o cosmopolitas. En esta época los movimientos nacionalistas inventaron la absurda idea nacional según la cual un pueblo renacido se forma en una nación mediante una guerra, matando, expulsando, sometiendo o asimilando a la población «ajena» para, finalmente, llegar a su estado «natural» o «normal» de un estado-nación étnicamente homogéneo. Esta leyenda nacionalista que hasta hoy obsesiona a muchas cabezas en todo el mundo sirve como legitimación para masacres, torturas y los crímenes más brutales contra la humanidad tanto por parte de los Estados como por parte de sus adversarios (cfr. Lodovico, 1992).
Durante el siglo XIX, para muchos el siglo del nacionalismo, no existía ningún Estado, que cumpliese, ni siquiera hasta cierto punto, los requisitos de un Estado nacional homogéneo. Este siglo, sin embargo, vivió el auge del nacionalismo como una ideología de las clases medias y un pacto implícito entre las viejas y nuevas elites contra la amenaza del internacionalismo proletario. Con la victoria del nacionalismo sobre el internacionalismo en 1914-18 empezó su exportación masiva al este y sureste de Europa y al resto del mundo. A partir de entonces, en ninguna parte existen posibilidades de establecer fronteras nacionales y todos los propagandistas de la auto-determinación nacional son defensores de guerras sangrientas y limpiezas étnicas eternas. La «autodeterminación» y la «nación» son hermanos bíblicos donde uno mata al otro; esperamos que sea un día la auto-determinación que mate a la nación. Dos filósofos alemanes en su intento de superar la tremenda experiencia nazi y aprender algo de la historia real en contra de las historias inventadas llegan a las siguientes conclusiones:
«La idea del estado-nación es, hoy día, la gran desgracia de Europa y de todos los continentes. Mientras esta idea representa hoy la fuerza destructiva omnipotente en el mundo, nosotros podríamos empezar por analizarla y superarla desde sus raíces» (Karl Jaspers: Libertad y reunificación: sobre las tareas de la política alemana, Münich, 1960, pág. 53).
«Lo verdadero y mejor en cualquier pueblo es más bien lo que no se inserta en el sujeto colectivo e incluso se resista a ello» (Theodor W. Adorno: «Sobre la pregunta: ¿Qué es lo alemán?», Obras, vol. 10.2, pág. 691).
Holm-Detlev Kóhler en https://dialnet.unirioja.es/
Detrás de los niños adictos al porno
Escrito por Lydia Cacho
Publicado: 30 Junio 2023
“Me daba miedo verlo y tenía pesadillas, pero no podía dejar de mirar”
Manuel es el reflejo de cómo la tecnología puede convertirse en un escaparate accidental de sexo para los pequeños y de las consecuencias que acarrea esta sobreexposición en sus pensamientos, actitudes y comportamientos, en un país en el que se comienza a consumir pornografía de media a los 12 años
Manuel tiene 13 años, vive en las afueras Madrid y asegura que desde los 11 años era adicto al porno, que ahora está en terapia y “ya no consume”, gracias a que pudo hablarlo con sus padres. El niño habla con claridad. Su padre está a un lado durante la entrevista. Manuel parece menos nervioso que el adulto. “Yo qué sé cómo empezó todo esto. Sólo sé que yo juego en mi móvil y en mi iPad, que a veces esas aplicaciones te piden que aceptes cookies y yo le doy. Dale, dale, lo que quiero es jugar. No, no tienen nada sexual esos juegos, son de carreras de coches y fútbol, de guerras y así”.
Manuel no sabe de qué forma llegó el porno a él; nunca a los 11 años buscó sexo explícito en los navegadores de sus aparatos. “Empezaron a aparecer recomendaciones en Instagram y TikTok con los chicos que subimos cosas de esos juegos que nos gustan. Un chico del grupo dijo que había unos de anime 3D. A mí no me gustó porque no era de acción, solo tenías que perseguir a unas chicas para atraparlas y después, ya sabes, hacer sexo”. Respira un poco y piensa antes de hablar. “Una vez salió el TikTok de una chica y yo lo abrí. Decía que era gamer, que te enseñaba las tetas si entrabas a su cuenta; un amigo dijo que entrásemos y después, ya no sé cómo, estábamos todos en un grupo de WhatsApp donde subían porno de todo, o sea, de adultos y de chicas que estaban enseñando todo”.
Ante la pregunta de si él prefería ver a adultos teniendo relaciones sexuales o a chicas de su edad, Manuel confiesa que es lógico que prefiere ver a chicas y a chicos, así se aprende cómo es de verdad “porque los adultos saben mucho y los chicos no”. También es consciente de que la pornografía infantil es un delito, lo aprendió en la escuela. No tiene claro en cuánto tiempo desarrolló una “obsesión” por mirar vídeos de sexo explícito. Su padre tampoco lo sabe, lo más que puede hacer son cálculos basado en el recuento del niño con su terapeuta.
Le pregunto si se siente preparado a los 13 años para tener sexo y Manuel responde que no, que él piensa que hasta que sea mayor no se va a sentir seguro para ello.
Pesadillas durante dos años
Manuel descubrió que tenía que pasar cada vez más horas antes de dormir mirando esos vídeos. “Como a los dos meses de verlo todas las noches ya quería algo más y me metí a un sitio donde había de todo. Me daba miedo verlo, pero no podía dejar de mirar. Todas las noches tenía pesadillas, pero no podía dejarlo”. “Había chicas como de 15 años con tíos muy mayores, como de la edad de mi padre (39), eso no me gustaba. Había uno de simulador como dibujos animados que no son personas reales, es como un videojuego pero en lugar de perseguir y así, pues tú eres el que…eso, hace eso (sexo) con la chica que se parece a Chun-Li de Street Fighter”. Ante la pregunta de qué fue lo que más le angustió, revela que fueron los vídeos de hermanos mayores teniendo sexo con hermanas menores o con la nanny y los de padrastros con hijas.
Durante casi dos años Manuel tuvo pesadillas, no puede explicarlas. Solo explica que no podía dormir, que todo era muy violento, veía sangre y gente que se mataba y se ahorcaba. “No eran pesadillas de sexo, no, eran de gente haciéndose daño”, dice. “Luego por las mañanas veía a mis padres y pensaba que ellos tal vez se hacían daño también”.
Hay una terrible vergüenza cuando descubres que tu hijo está expuesto a eso, te sientes culpable y a la vez no sabes cómo manejarlo. Lo único que quieres es salvarlo
Su padre interviene por primera vez para decir que cuando su hijo les explicó que tenía miedo y no sabían que hacer, ellos encontraron en Internet una Guía específica para padres y madres en la página de Save the Children España. Gracias a ello pudieron pedir ayuda y comprender cómo hablar con su hijo sin re-victimizarlo. Ya estaba sufriendo suficiente mirando algo que no podía manejar. “Hay una terrible vergüenza cuando descubres que tu hijo está expuesto a eso, te sientes culpable y a la vez no sabes cómo manejarlo. Lo único que quieres es salvarlo”, asegura.
“Sentí mucha rabia –sigue hablando el padre de Manuel– porque yo mismo era de los que pensaban que esos chicos que aparecen en las estadísticas de los informativos debían ser unos pervertidos, tener unos padres irresponsables o adictos ellos mismos al porno. Uno se siente fatal porque quisiera que sus hijos no sufran. Encima te sientes un imbécil por no entender cómo funcionan en realidad las tecnologías”.
Manuel es parte de la estadística oficial, en España los chicos comienzan a consumir pornografía de media a los 12 años, aunque un 54% de los adolescentes situaron su primer contacto con contenidos porno antes de esa edad, según el informe (Des)información sexual: pornografía y adolescencia' elaborado por Save the Children. Casi el 9% de quienes participaron en este estudio admitieron haberlo hecho antes de los 10, y una investigación de la Universitat de les Illes Balears situaba ese umbral en los ocho años.
Casi 7 de cada 10 menores (el 68,2%) consume porno de forma frecuente, según el trabajo de Save the Children, que resalta que un 17% de los menores se encontraron por primera vez con pornografía de forma accidental en su navegación por internet. El 45% de niños de 11 años en España tiene su propio teléfono móvil, y con 13 ese porcentaje se dispara al 85%, de acuerdo con la última estadística del INE.
Nada es casual: el algoritmo
Bajo la mirada de las chicas, Manuel seguramente sería considerado un chico inmoral “guarro”, “machista”, “obsesionado con el sexo”, como me han dicho niñas entrevistadas al respecto. Pero nada más lejos de la verdad; la gran mayoría de niños menores de 16 años que consumen pornografía en España han sido inducidos por la industria y por los algoritmos que están hechos para vincular a personas con intereses similares y patrones de comportamiento (como los videojuegos), para crear nichos de consumo que se ligan a industrias que ofertan productos y servicios para adolescentes. Un estudio demuestra que en 130.000 películas pornográficas las palabras “teen”, “niñas” y “adolescente” son los ganchos más comunes que llevarán a tu buscador a un vídeo de sexo explícito de producción pornográfica industrial. Una vez que has visto un vídeo de esta naturaleza, los algoritmos de diferentes aplicaciones harán lo suyo.
En junio 2023 el diario The Wall Street Journal publicó un estudio del Observatorio de Internet de la Universidad de Stanford, en él descubrieron a 405 vendedores de material de pornografía infantil en Instagram y 128 cuentas que ofrecen venta de material pornográfico en Twitter. Todo esto sucede gracias a las recomendación por algoritmo creada por el grupo Meta Inc., propietario de Instagram, Facebook y WhatsApp. Ya desde 2007 las respuestas de la empresa Meta Inc., fueron elusivas, pero una vez que se les presentó evidencia recopilada de los miles de vídeos de pornografía infantil que circulaban en sus redes, tuvieron que aceptar el problema.
En el caso del consumo de pornografía por parte de adolescentes definitivamente todo está en la programación: el algoritmo es amoral, le da igual si son adolescentes, lo importante es que consuman.
Meta se ha vengado de los investigadores, pues las cuentas de algunos de los expertos que buscaban evidencia fueron bloqueadas, canceladas e incluso dos de ellos fueron amenazados por Meta Inc., de que serían reportados a las autoridades por compilar imágenes que constituyen un acto delictivo. Es decir, la gente que documentaba la pornografía infantil que circulaba en Facebook e Instagram desde hacía meses fue acusada de cometer el delito en que la plataforma incurre sistemáticamente. Nada de esto es casual. Según el Fiscal de Distrito responsable del caso y el abogado David J. Kennedy, estos casos están relacionados con acciones puntuales en el uso y creación de algoritmos dirigidos a determinadas audiencias, es decir a la segregación de la población para que reciba la información de creadores de contenidos y anunciantes que Facebook recomienda a través de sus algoritmos “Objetivo por Similitud” o “Lookalike Targeting”. Una publicidad lleva a otra y a otra, encadenando el consumo.
Los documentos entregados por el Departamento de Justicia de Delaware expresan en los alegatos que Facebook e Instagram tienen más de 3 .000 millones de usuarios y que en el momento en que estos usuarios entregan su información para hacer uso de la red social y sus apps, Meta Inc., compila esta información para utilizarla comercialmente. En 2022 Facebook e Instagram tuvieron ganancias de 113.000 millones de euros por la publicidad dirigida a usuarios. El juez aseguró que para lograr esta estrategia la empresa ha diseñado una serie de algoritmos personalizados que permiten que sean Facebook e Instagram quienes decidan qué anuncios y contenidos llegarán a cada usuaria y usuario.
Desde hace seis años Pornhub comenzó a integrar en sus banners y pop-ups simuladores basados en videojuegos; las imágenes de las chicas son caricaturas hiperrealistas sexualizadas, siguen el modelo de gamers de aventuras y acción; esto es targetting puro
Para explicarlo mejor entrevisté a Mark, un programador que trabajó para Meta Inc., durante cinco años y que ha sido testigo en este y otros casos. “Yo estaba contratado para supervisar la aplicación de algoritmos basado en preferencias de edad, estatus económico, raza y gustos de consumidores. Lo que la gente no entiende es que usamos proyecciones predictivas para modelar el comportamiento de los consumidores. En el caso del consumo de pornografía por parte de adolescentes definitivamente todo está en la programación. Con una sola búsqueda entran en patrones de comportamiento y pierden el control, el algoritmo es amoral, le da igual si son adolescentes, lo importante es que consuman”.
Mark explica que es así como funcionan los algoritmos de las principales páginas comerciales de pornografía. “Desde hace seis años Pornhub comenzó a integrar en sus banners y pop-ups simuladores de juegos basados en videojuegos, las imágenes de las chicas son caricaturas hiperrealistas sexualizadas, siguen el modelo de gamers de aventuras y acción; esto es targetting puro”. Mark asegura que el Parlamento Europeo podría hacer mucho para regular esto. Todo parece indicar que no hay intenciones de enfrentar a la industria de la pornografía, además vinculada a la trata sexual de personas.
Lo buscan “para aprender”
Para comprender quiénes están detrás de los vídeos de sexo explícito que los menores de entre 11 y 18 años están consumiendo en España, es preciso mirar directamente a la industria. Si bien es cierto que muchos de estos niños buscan activamente los vídeos, ninguno espera volverse adicto y ni siquiera va en busca excitación. Diez niños entrevistados reconocen que en cuanto descubren sus primeras erecciones en la pubertad necesitan muy poco para sentirse excitados. Explican que lo buscan para aprender. O que lo ven en los móviles de algún amigo, porque los otros chicos y chicas dicen que es cool saber qué hacer durante las relaciones sexuales. Todos admiten que imitan los patrones de comportamiento del porno como un juego.
Una vez que satisfacen su curiosidad inicial, es la industria quien utiliza los algoritmos y los busca como consumidores para promover de forma estratégica la adicción consumista, en este caso, a una forma de sexualidad basada en la sumisión y plagada de violencia.
El Grupo de Estudios Avanzados en Violencia (GEAV), afincado en Barcelona publicó un estudio en 2020 sobre violencia sexual que reporta evidencia de 400 mil actos de violencia sexual cada año en España. Si analizamos los patrones de comportamiento sexual y consumo de material 'formativo' del porno, encontramos que el 93% de los hombres españoles aseguran que consumían pornografía en la adolescencia y el 62% de mujeres ahora comienzan a consumirla entre los 12 y los 16 años. Desde España se hacen 115 millones de visitas a sitios porno.
Llama la atención que se ponga más la mirada y el juicio en los menores consumidores y no en los productores y comerciantes de la industria que ha elegido a la niñez como público cautivo. Manuel, como millones de niños de 11 años, no tuvo que pagar ni un euro para entrar en el mundo de la pornografía, y tampoco tuvo acceso a programas públicos integrales de educación sexual que contrarresten el poder formativo de la industria del sexo comercial, que incluye buscar consumidores cautivos de pornografía, explotación sexual y trata de personas.
Lydia Cacho
«No todo lo que se puede hacer en Medicina se debe hacer»
Por OBSERVATORIO DE BIOETICA UCV|26 junio, 2023|Bioética, BIOÉTICA PRESS, Informes
El intensivista José María Domínguez Roldán (Carmona, 1957), Miembro del Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia, es el nuevo presidente de la federación temática sobre ética médica en la Unión Europea de Médicos Especialistas, una iniciativa española con la que pretende dar la relevancia “que se merece” a la ética en la Medicina. No sólo eso, el doctor Domínguez es también el presidente de la Comisión Central de Deontología del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos, que presentó a finales de marzo el nuevo Código de Deontología Médica, y además, también preside la Comisión de Ética y Deontología Médica del Colegio de Médicos de Sevilla.
–¿Qué es exactamente lo que hace la Unión Europea de Médicos Especialistas?
–Es una organización oficial que se encarga de regular todo lo que es la especialización médica en Europa.
–Llega a la presidencia de la comisión de ética de la Unión Europea de Médicos Especialistas como el primer facultativo español en conseguirlo. ¿Qué cree que le ha llevado al cargo?
–Pues creo que ha sido nuestro trabajo por que la ética médica sea considerada como un área de conocimiento. Lo hemos conseguido gracias a nuestro trabajo desde España y por eso se ha creado una comisión que se ha llamado Federación Temática de Ética Médica en la Unión Europea de Médicos Especialistas. Posteriormente hubo elecciones, en las que participaron más de veinte países, y así fui elegido, probablemente, por la iniciativa que yo había tomado para la creación de esta comisión.
–¿Qué implica que la presida un médico español?
–Implica trabajar desde España, donde hemos mostrado mucho interés en que la ética forme parte, no sólo como una asignatura o temario en la facultad, sino también en que cada especialidad médica en su programa formativo y de certificación incluya temas de ética muy específicos. Por ejemplo, un ginecólogo tendrá que saber mucho de ética relacionado con el principio de la vida o un médico de Cuidados Intensivos, tendrá que conocer muy bien lo que es el final de la vida y todo lo que ello implica.
–¿Qué valor tiene la ética en la profesión médica?
–Yo aquí diría varias ideas. En Medicina, no todo lo que se puede hacer se debe hacer. Ese es uno de los principios de la ética. Pongo un ejemplo, yo soy médico intensivista y en la UCI, con la maquinaria disponible, podemos hacer muchas cosas, pero la pregunta es: ¿todo eso se debe hacer? Pues, posiblemente, no. En determinadas situaciones, lo que se hace es prolongar una vida de modo innecesario, incluso, cruel. Por otro lado, también explica el hecho de que no es lo mismo ser un buen médico que un médico bueno. Lo que nosotros decimos desde la ética es que hay que ser las dos cosas. Hay que ser un buen médico porque hay que conocer todos los aspectos técnicos y estar actualizado y, además, ser un médico bueno, que sabe entender perfectamente el lugar del paciente. Es decir, ver, no sólo los principios científicos, sino también los principios morales de la Medicina. Y eso es lo que hace un médico integral. Medicina científica y humanismo, combinados, hacen un cóctel extraordinario.
–¿Hay unas especialidades en las que es más importante la ética que en otras?
–Sí, sobre todo, en aquellas que están relacionadas con el principio o el final de la vida porque ahí las decisiones científicas pueden ser relativamente fáciles, pero las decisiones éticas no necesariamente lo son. Por citar ejemplos, Cuidados Paliativos, Medicina Interna, Cuidados Intensivos, Pediatría o Ginecología. Especialidades con un marcado aspecto ético en su toma de decisiones.
–¿En qué punto se encuentra la aplicación de la Ley de la Eutanasia?
–Se puso en marcha en España en marzo de 2021 y realmente se está desarrollando de modo asimétrico en las distintas Comunidades Autónomas. Yo siempre digo que la ley hay que cumplirla, pero que no necesariamente lo que dice la ley es los ético y lo correcto.
–Explíquese…
–Las leyes se nutren de la opinión de un Parlamento, mientras que la Medicina se nutre de los principios universales de la Medicina. Hay aspectos, como el Código de Deontología Médica basado en esos principios que dice que el médico no participará ni provocará la muerte del paciente. Por el contrario, en España hay una ley que dice que la eutanasia es legal. Ética y leyes no son necesariamente sinónimos y las fuentes de las que se nutren son distintas.
–¿Qué queda por hacer?
–Yo creo que fomentar la ética en todos los ambientes es muy importante. Es una de nuestras apuestas desde la presidencia de la federación temática de Ética Médica de la Unión Europea. Vamos a fomentar la formación en ética en todos los médicos, pero también fomentar los valores y derechos éticos en la población. Conseguir que los pacientes declaren sus voluntades previas o hablen con sus médicos sobre cuáles serían sus deseos concretos en caso de enfermedad es una tarea que tenemos pendiente de hacer que cale más en la sociedad.
–¿Qué retos espera cumplir durante su mandado?
–El principal es conseguir que todos los médicos en Europa consideren la ética un área obligatoria de conocimiento y de desarrollo. Y, por otra parte, a nivel más local, intentar hacer que en España, todas las facultades de Medicina consideren la ética como una asignatura primordial. Si consigo esos dos logros estaría plenamente satisfecho.
LA “BOCA DE LA VERDAD”. ACTITUD ABIERTA A LA REALIDAD
José Martínez Colí
1) Para saber
“Una necedad, aunque la repitan millones de bocas, no deja de ser una necedad”, decía el escritor francés Anatole France. Cuando algo se afirma por muchas personas, está el peligro de aceptarlo sin verificar si es verdadero. El papa Francisco comentaba que el filósofo Pascal se mostró siempre como un infatigable buscador de la verdad sin dejarse llevar por lo que dice la mayoría. Pues es importante saber en qué se apoyan las propias opiniones. Para darle valor a las afirmaciones, interesa saber si quien hace una afirmación es una persona conocedora y, además, si es una persona digna de confianza.
En su reciente Carta Apostólica dedicada al pensador Blaise Pascal, el papa Francisco resalta su actitud abierta en su búsqueda de la verdad, y la nombra como una “asombrada apertura a la realidad”. Es una apertura a los demás, a la sociedad.
2) Para pensar
En Roma se encuentra una gran piedra empotrada en una pared en que se ha esculpido una cara que tiene la boca abierta. Se le conoce como “La boca de la verdad” (Bocca della verità). Está ubicada en el pórtico de una iglesia, Santa Maria in Cosmendi. Se cuenta que si un mentiroso mete la mano en la boca, se la morderá. Hay una escena simpática en una película clásica, muy recomendada, llamada “Vacaciones en Roma” o “La princesa que quería vivir” (Roman Holiday) donde el protagonista (Gregory Peck) mete la mano en la boca ante la mirada temerosa de Audrey Hepburn.
Para discernir sobre la verdad de una afirmación, no se cuenta con esa “Boca de la verdad”, pero podemos decir que quien la busca con sinceridad y empeño, la encontrará. A veces la pereza es un peligroso enemigo, pues es más fácil y cómodo creer lo que dicen otros sin comprobarlo, o peor aún, no la buscamos porque sabemos que no nos conviene alcanzarla, pues nos comprometería y realmente no queremos cambiar.
Por ello la figura de Pascal nos la presenta el papa Francisco como ejemplo de estar abiertos a la realidad para alcanzar la verdad. Pensemos si tenemos esa misma actitud.
3) Para vivir
Pascal no sólo fue un gran pensador, sino también estaba preocupado por las necesidades de los demás. Así lo manifestó poco antes de morir, a sus 39 años, al escribir: “Y si los médicos dicen verdad y Dios permite que salga de esta enfermedad, estoy resuelto a no tener más ocupaciones ni otro empleo del resto de mis días que el servicio de los pobres”.
Es conmovedor constatar que, en los últimos días de su vida, un pensador tan brillante como Blaise Pascal no viera mayor urgencia que dedicar su energía a las obras de misericordia. Es un estímulo a todos nuestros contemporáneos de buena voluntad en la búsqueda de la verdadera felicidad: “Cuatro siglos después de su nacimiento, Pascal sigue siendo para nosotros el compañero de camino que acompaña nuestra búsqueda de la verdadera felicidad y, según el don de la fe, nuestro reconocimiento humilde y gozoso del Señor muerto y resucitado”, concluyó el papa Francisco.
Cuando se trata el tema de la educación, este vocablo implícitamente encierra la idea de aprender. El aprendizaje en los seres humanos implica una serie de pasos secuenciales y cada uno está preparando el siguiente. La apertura del educando es muy importante para que la influencia perfectiva tenga resultados. El interés es un factor indispensable y se debe estimular.
Aprender es adquirir conocimientos para saber cómo son las cosas con la finalidad de conservarlas y aprovecharlas. También para conocerse y conocer a los demás, para integrarse a un grupo, cooperar, ayudar, convivir, inventar, edificar. Sobre todo, para aprender mediante el intercambio de saberes teóricos y prácticos.
La educación persigue una finalidad con la intención de preparar a las personas a desempeñar una profesión y con ella conseguir los recursos para desempeñarse y poder realizar un trabajo con el cual se gane la vida y saque adelante a su familia. De hecho, una profesión completa la razón de ser de alguien y da idea de los servicios que puede ofrecer en una sociedad.
Con el paso del tiempo y la experiencia acumulada se han organizado las instituciones educativas. Las hay de enseñanza básica en donde se reciben los rudimentos para incorporarse a la sociedad: aprendizaje del uso correcto del lenguaje para saber expresarse; de la aritmética para llevar el control económico; de la historia para conocer las propias raíces y las de otros; la geografía para ubicarse en el mundo y hacer uso de los recursos; etc.
En la enseñanza media se profundiza en los conocimientos de la enseñanza básica y muchas veces hay una capacitación para realizar servicios técnicos. Muchas personas al llegar a este nivel se integran a la sociedad realizando multitud se tareas sub profesionales imprescindibles. Por ejemplo, servicios mecánicos, de costura, de preparación de alimentos, y un amplio abanico.
El nivel universitario ofrece los conocimientos para ejercer una profesión y los títulos garantizan haber terminado satisfactoriamente esa preparación. Dados los avances científicos y tecnológicos, actualmente es imprescindible realizar postgrados para mantenerse al día. Y quienes alcanzan un nivel profesional más alto requieren los grados de maestría y de doctorado.
Pero hay un aprendizaje más incisivo y común para todos los seres humanos, habiten en cualquier sitio del planeta o pertenezcan a cualquier grupo. Se trata de aprender a vivir. Porque la vida es muy compleja y lo inmediato es aprender a integrarse, experimentar la secuencia de bienes y males con la finalidad de aportar bienes, saber combatir los males y perdonarlos. Hay límites y caducidad.
La educación para la vida lleva a entender que el entorno no es perfecto, pero sí perfectible. Cada uno puede optar por el bien si se abre a la educación o por el mal si se cierra. La educación para la vida se aprende de modo natural al convivir e imitar a los seres queridos en el seno de la familia. El modo natural consiste en el amor y el buen ejemplo de los mayores con su prole.
El problema contemporáneo está en la complicación de funciones del padre y la madre. Las oportunidades son próximas y tentadoras, las prioridades confusas. Las carencias para solucionar las necesidades son demasiado complejas. Por todo ello la integración familiar se resquebraja y obviamente la cercanía de los adultos con sus hijos desaparece y aprender a vivir se esfuma.
Tal vez ese sea el motivo por el cual los jóvenes ya no ven la razón de formar una familia, tampoco desean tener hijos. Esta postura pretende evitar problemas y allí está el error craso. Aislarse no es la solución, el individualismo atrofia la natural e indispensable sociabilidad. El reto de la felicidad es asumir las dificultades para ayudar a los demás. Y la vida comprende las dificultades.
Al desechar a la familia automáticamente se desecha la convivencia con las personas más cercanas, más íntimas y por estos motivos, más connaturales para amar. Pero el precio del amor a los miembros de la familia consiste en saber padecer las diferencias hasta llegar a comprender esas diferencias y llegar a amar tales diferencias.
Esta actitud madura a las personas pues entienden que el amor no es uniformidad, mucho menos es tratar de imponer los propios puntos de vista ni los modos de asumir los asuntos. La felicidad que lleva al amor es convivir con los diferentes y aprender que eso enriquece. Sin embargo, los puntos de vista diferentes han de ser buenos. La diferencia no está entre lo bueno y lo malo sino en los variados enfoques del bien.
Aceptar las diferencias en el marco del bien es el modo de aprender a vivir en libertad. Mientras más distintos sean los enfoques, pero cada uno de ellos dentro del bien, el muestrario de vivir la libertad crece y las elecciones serán más amplias y, paradójicamente todas en libertad pues se asientan en hacerlo bien y hacer el bien.
Erróneamente se ha entendido la libertad con elegir todo con tal de que sea diferente a lo de los demás. La esencia de la libertad es la relación con el bien. Por eso si se elige algo que eligió otro y es bueno la elección es libre. Como libre es la elección distinta a la del otro, pero si ambas son buenas también cada una será libre.
Actualmente las oportunidades se han multiplicado y la facilidad de alcanzarlas es mayor. Esto es bueno, pero también complica pues es necesario saber discernir. La facilidad no es sinónimo de elegirlo todo. La buena elección consiste en optar por lo que realmente hace falta y además si se mejorará el modo de relacionarse con los demás. Si aísla no es bueno.
La conclusión está en advertir a quienes van a formar una familia la importancia de asumir su papel de educadores para la vida, allí se realiza el perfeccionamiento más importante de la persona: se desarrollan las capacidades potenciales originales. Así se capacitan personas para buscar el bien, hacer el bien e impedir el mal.
Claves para superar la tristeza
Cuatro son las emociones más comunes: miedo, enojo alegría y tristeza. Vamos a platicar un poco de esta última.
La tristeza puede llegar por diferentes motivos:
– El fracaso de algún proyecto: nos decepcionamos, los sueños se truncan y podemos llegar a pensar que somos fracasados. Empiezan los pensamientos negativos porque falló el proyecto.
– La pérdida de un objeto valioso: que te roban, deja de funcional, cambio de casa, de trabajo, ya no será lo mismo que antes.
– Muerte de una persona: familiar, amigo, conocido.
– Terminación de una relación significativa: amistad, amor. Puede aparecer un sentimiento de culpabilidad.
Ahora bien, ¿qué sucede en nuestro cerebro cuando estamos tristes?
– Aparece un decaimiento emocional: piensas que no vas a salir adelante; desconoces tus recursos. Cuando esta situación se prologa es una señal de alarma y puede convertirse en depresión.
– Aparecen las actitudes negativas: crees que la causa eres tú mismo, que no va a mejorar la situación, que no vas a tener éxito. Empiezas a realizar actividades solo por el deber, no por el gusto.
– Empezamos a aislarnos de todo y de todos: familia, amigos. Queremos estar a solas.
– Nuestro cuerpo se transforma: voz, movimientos, rostro. Expresamos tristeza.
Comparto contigo algunos consejos para superar la tristeza:
– Aprovecha la tristeza como oportunidad de crecimiento personal.
– Date oportunidad de vivir la tristeza: no es malo sentirte triste, llora, vívela. Es importante reconocer que tenemos derecho a sentirnos tristes.
– Identifica con claridad lo que está pasando. Define el motivo de tu tristeza.
– ¿Qué aprendo de mi tristeza? Puede ser una oportunidad para reflexionar, para hacer un alto en el camino, para valorar más lo que tengo, para mejorar como persona.
– Recuerda siempre el sentido de tu vida, que tienes un propósito a realizar.
– Trabaja a favor de la comunidad: sirve a los demás
– Ama a tu cuerpo: es una emoción tan fuerte que puede afectarlo: haz ejercicio, come sanamente, duerme lo suficiente y busca momentos para relajarte y disfrutar.
– Habla de tu tristeza con alguien que esté dispuesto a escucharte. Te hará sentirte mejor y tener una experiencia positiva. No vivas en solitario tu pena ni te aísles.
– Y si la tristeza se convierte en algo crónico, no dejes pasar el tiempo, busca ayuda profesional.
El totalitarismo actual: Un paralelismo inquietante
Roberto Celemín
Desde su publicación en 1949, la novela "1984" de George Orwell ha cautivado a los lectores con su visión sombría y perturbadora de una sociedad controlada por un régimen totalitario. Orwell nos transporta a un futuro distópico donde el Partido Único ejerce un poder absoluto sobre la vida de sus ciudadanos, aniquilando la libertad individual, manipulando la verdad y sembrando un pensamiento único en la mente de las masas.
En este oscuro mundo distópico, nos enfrentamos a una sociedad opresiva y deshumanizadora, donde la ilusión de la libertad se desvanece y la verdad se convierte en una herramienta maleable al servicio del Estado. A pesar de haber sido escrita en un contexto histórico diferente, resulta inquietante la relevancia que adquiere en nuestra realidad actual, ya que podemos identificar similitudes con aspectos del totalitarismo contemporáneo que no deben ser ignorados.
En la realidad presente, nos encontramos con una forma más sutil de totalitarismo, enmascarada bajo una apariencia de apertura y tolerancia, pero que en el fondo busca imponer una visión uniforme del mundo. Nos hallamos en un momento en el que los medios de comunicación y las redes sociales son utilizados como herramientas para moldear y manipular la opinión pública, restringiendo así la diversidad de pensamiento y perspectivas.
El concepto de pensamiento único cobra relevancia en este contexto, ya que observamos cómo la censura y la cancelación se convierten en armas poderosas de aquellos que buscan imponer su narrativa y silenciar cualquier forma de disidencia. Aquellos que se atreven a expresar ideas contrarias al discurso dominante son etiquetados, marginados y, en algunos casos, excluidos de la esfera pública. Este clima de autocensura y temor crea un ambiente en el que muchos optan por el silencio en lugar de enfrentar las consecuencias de expresar opiniones contrarias.
El ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios, y parte esencial de esa semejanza radica en la capacidad de elegir y tomar decisiones por sí mismo. La libertad nos otorga la facultad de actuar y pensar de acuerdo con nuestra propia voluntad y conciencia, lo cual implica una gran responsabilidad. A través de la libertad, somos capaces de expresar nuestra individualidad, desarrollar nuestro potencial y perseguir nuestras metas y aspiraciones. Además, la libertad nos brinda la posibilidad de tomar decisiones éticas y morales, de ejercer la compasión, la justicia y el amor hacia los demás. Es precisamente en el ejercicio responsable de la libertad donde encontramos la trascendencia y el propósito de nuestra existencia, permitiéndonos vivir de acuerdo con nuestros valores y contribuir al bienestar de la sociedad. Por tanto, la libertad es un don sagrado que nos invita a vivir con autenticidad, consciencia y respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás.
Otro principio fundamental que es propio de nuestra naturaleza humana es el principio de subsidiaridad. Este principio sostiene que las decisiones y acciones deben ser tomadas y llevadas a cabo en el nivel más cercano posible a aquellos a quienes afectan. Reconoce que cada individuo y comunidad tiene la capacidad y responsabilidad de tomar decisiones y ejercer su autonomía en asuntos que les conciernen directamente. La subsidiaridad promueve la participación activa de los individuos y las comunidades en la toma de decisiones y en la resolución de sus propios problemas, evitando la concentración excesiva de poder y la imposición de decisiones desde instancias superiores. Este principio reconoce la importancia de la diversidad, la autonomía y la colaboración en la construcción de una sociedad justa y equitativa. Al aplicar el principio de subsidiaridad, se busca fortalecer la capacidad de las personas y comunidades para tomar decisiones y asumir su propio desarrollo, promoviendo así una mayor dignidad humana y el respeto por la libertad y la autonomía de cada individuo.
En última instancia, es crucial recordar que la verdad nos hará libres. En un mundo dominado por la manipulación y la imposición de un pensamiento uniforme, buscar y defender la verdad se convierte en un acto de resistencia. La verdad nos libera de las cadenas de la mentira, nos empodera para cuestionar el status quo y nos permite vivir con autenticidad y plenitud.
Al seguir el ejemplo de Jesucristo, quien se identificó como "el camino, la verdad y la vida", podemos encontrar la verdadera libertad. Al buscar la verdad en todas las áreas de nuestra vida, incluyendo la política, la cultura y la sociedad, podemos desafiar las estructuras opresivas y construir un mundo más justo y humano.
En un tiempo donde la desinformación y la manipulación están a la orden del día, es nuestra responsabilidad como individuos informarnos de manera crítica, buscar fuentes confiables y estar dispuestos a cuestionar las narrativas dominantes. Solo a través de la búsqueda de la verdad y el respeto a la diversidad de pensamiento podremos romper las cadenas del pensamiento único y construir un futuro basado en la libertad y la justicia para todos.
La civilización del espectáculo
Con razón de la 57ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, la Conferencia Episcopal Española ha emitido un comunicado en el que celebra el posible final de la telebasura en España. Sería lo deseable, por las razones que esgrimen, pero dudo que este producto televisivo se extinga. Primero, porque da dinero y el dinero manda. Segundo, porque vivimos en la civilización del espectáculo, como describe lúcidamente Mario Vargas Llosa es su ensayo homónimo.
El literato peruano plantea por qué la cultura dentro de la que nos movemos se ha ido banalizando hasta convertirse, en muchos casos, en un pálido remedo de lo que nuestros padres y abuelos entendían por esa palabra.
Explica también cómo el deterioro que han ido sufriendo las artes y las letras -que han pasado a ser un poco más que formas secundarias de ocio, animadas por el lucro- se ha contagiado a la política, al periodismo, a las instituciones… La conclusión es que la cultura, entendida como una especie de conciencia que impedía dar la espalda a la realidad, está a punto de desaparecer. De lo que se trata ahora es de divertir, evadir, entretener.
Su argumentación podría apoyarse en ejemplos recientes. Así, la última campaña electoral ha confirmado la tendencia a sobreactuar en los gestos y en las formas, a lo que se han sumado algunas tramas que hacen sospechar si se guionizan para ganar audiencia/votantes.
Por eso, el peligro de la política actual no es sólo haber aparcado la ética (que ha llevado, entre otras consecuencias, a contar con candidatos que no condenan a la banda terrorista ETA) sino haber sido desnaturalizada, pues ahora actúa como mecanismo de distracción.
Pedro García
Ya procuran hacerlo lo mejor posible
En muchas parroquias he visto que existe un reloj en algún lugar de las paredes o columnas de la iglesia, para que lo vea el celebrante, pero no el público. Es un medio acertado, porque para el predicador es muy difícil saber cuánto tiempo lleva, y no sería lógico que anduviera mirando el reloj.
Debería haber algún técnico de la diócesis que hicieran recorridos por parroquias para juzgar lo que ve y dar algún consejo amable al clero de cada lugar, porque uno mismo no se da mucha cuenta, no es nada fácil. Pero si un amigo le dice al sacerdote “oye que tu homilía daba toda la impresión de no estar preparada, parecía que estabas improvisando”, de algo le serviría.
Y si alguien pudiera decirle al párroco “mire, ese coro es bastante malo, desafinan y las voces no están armonizadas”. O “ese coro cantan bien y gritan mucho, pero no transmiten devoción, no llevan a vivir bien la misa…”. Es difícil que se pudiera instituir una figura así, un corrector de liturgias, pero podría ser muy útil.
Me decía una señora joven “cuando quiero confesar, vengo aquí a misa, porque en mi parroquia no hay forma”. Es indudable que es uno de los motivos por los que hay muchos fieles, de todas las edades, que abarrotan ciertas iglesias, porque aprovechan la misa dominical para acceder a otro sacramento tan importante como el de la penitencia. Y quizá llegan un poco antes para confesarse antes de que empiece la misa, pero si se encuentran una cola larga, no dejarán por eso de confesarse, aunque haya empezado la celebración.
Los párrocos procuran hacerlo lo mejor posible, aun cuando la rutina puede hacer que alguien se despiste, pero los fieles también pueden hacer sugerencias, no solo asistiendo, que no es poco.
José Morales Martín
El necesario control de la IA
Entre los peligros denunciados que comporta la Inteligencia Artificial (IA) se habla de la suplantación de profesionales de numerosos ámbitos por robots autónomos, la provocación de accidentes, los usos perversos por parte de desaprensivos y, sobre todo, a la proliferación de nuevas armas.
La Santa Sede ya propuso en el seno de la ONU la fundación de un organismo mundial que analice y controle esta nueva tecnología y el Papa Francisco ha pedido mucha cautela a la hora de confiar juicios a algoritmos que procesan datos recogidos sobre las personas.
La Inteligencia Artificial ofrecerá, sin duda, muchas aportaciones positivas en numerosos campos, y no debemos cultivar la nostalgia de un mundo sin máquinas. Se trata de no convertirla en un ídolo ni en una realidad que escape de cualquier instancia ética y, en mi opinión, del necesario control democrático.
Domingo Martínez Madrid
Eduardo Verástegui: “El tráfico de niños empieza por la pornografía”
Eduardo Verástegui es el productor de la película “Sound of freedom”, que se estrena el próximo 4 de julio. En esta entrevista con Omnes habla sobre el tráfico de niños en el mundo, la inspiración tras la película y su decisión personal de entregar su vida para defender a los más pequeños.
Paloma López Campos·30 de junio de 2023·Tiempo de lectura: 6 minutos
Eduardo Verástegui grabando una película (CNS photo / courtesy Metanoia Films)
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Eduardo Verástegui es un actor y productor de cine mexicano que se convirtió al catolicismo hace unos años. Desde entonces, dedica sus proyectos a la promoción de los valores cristianos. Considera que el arte “tiene poder para inspirar” y por eso participa en películas que supongan “una diferencia en la vida de los demás”.
Su última gran iniciativa es “Sound of freedom” (“Sonido de libertad”, en español), una película que se estrena el 4 de julio. Está protagonizada por Jim Caviezel, aquel actor que todos conocen por hacer el papel de Jesucristo en la cinta de Mel Gibson, “La pasión de Cristo”.
“Sonido de libertad” es un drama que trata sobre la industria del tráfico de niños para la explotación sexual. Inspirado en la labor de Timothy Ballard, un activista estadounidense, Verástegui lleva ocho años con este proyecto en el corazón. En esta entrevista con Omnes habla sobre las razones por las que decidió emprender una iniciativa tan difícil, los frutos que espera de ella y su encuentro con Ballard.
¿Por qué empiezas este proyecto?
– Normalmente, nosotros, como cineastas, estamos buscando proyectos de alto impacto, que tengan, por un lado, el potencial de entretener, y por otro, de suponer una diferencia en la vida de los demás. Asumiendo la responsabilidad de saber que cualquier cosa que hagas, te guste o no, va a tener un impacto en la manera de pensar de las personas, para bien o para mal. Para nosotros es muy importante involucrarnos en proyectos que ayuden a la audiencia a amar más, a perdonar más, a quejarse menos, a querer convertirse en la mejor versión de ellos mismos, a alcanzar su máximo potencial para hacer de este mundo un mejor lugar…
Yo creo que con el arte puedes motivar y emocionar a la gente. Les puedes animar a querer hacer cosas grandes. El arte tiene ese poder de inspirar. Creo que no hay nada más bonito que salir inspirado después de leer un libro, de leer una poesía, de escuchar una canción, ver una película… Que algo te inspire es increíble. Es como sentirte vivo. Te sientes, incluso, hasta amado. Cuando algo te inspira sientes amor y quieres dar ese amor.
Entonces, normalmente, estamos buscando proyectos que tengan todos esos ingredientes. Pero, de pronto, esta película “Sound of freedom”, nos encontró a nosotros. No fuimos hacia ella, sino que yo estaba trabajando en la presentación de “Little boy”, mi última película, y llegó una persona que al finalizar me dijo que quería hablar conmigo. Esta persona me presentó a Tim Ballard hace ocho años en Los Ángeles (California). Allí empezó todo.
¿Qué ocurrió en ese encuentro con Tim Ballard? ¿Cómo inspiró esta película?
– Cuando descubrí lo que hacía Ballard con su equipo, esos ex “navy SEAL”, ex agentes del FBI, antiguos militares, jóvenes que viajan encubiertos por diferentes partes del mundo visitando los lugares más oscuros del planeta, rescatando niños secuestrados para la explotación sexual… Yo me quedé en shock, no podía decir nada. Luego empecé a hacer muchas preguntas. Quería saber si todo eso era real, en qué lugares estaba sucediendo, si eran casos aislados o no. Necesitaba saber si cuando usaban la palabra “niños” se referían a adolescentes o a niños pequeños…
Entonces me explicaron con detalle lo que sucede con millones de niños en todo el mundo, principalmente en Estados Unidos y México. Estados Unidos es el consumidor número uno de sexo con niños , y mi país, México, es su proveedor principal. Del consumo de la pornografía infantil en el mundo, principalmente en Estados Unidos, el 60 % se produce en México. Un país católico, un país donde celebramos la familia y los valores, cosas buenas y bellas, tradiciones preciosas… ¿Cómo puede ser esto cierto?
¿Cuál fue tu respuesta ante todo lo que te contaron?
– Me pregunté: ¿Qué voy a hacer? Ahora que lo sé, ¿qué voy a hacer? Podía cruzarme de brazos, mirar a otro lado como si no estuviera pasando nada… Pero la realidad es que el mal triunfa cuando la gente se queda callada.
En ese momento me quedó claro que yo no me iba a quedar callado, no iba a ser indiferente a esto. Cerré los ojos y me imaginé que una víctima de la trata era mi propio hijo. ¿Y si mi hijo desapareciera? ¿Qué pasaría si llego un día a mi casa y, al abrir la puerta de su cuarto, descubro que la cama está vacía? ¿Y si las probabilidades de que le encontrara fueran casi nulas? El 99 % de las víctimas no aparecen.
Me volví loco. De solo pensarlo e imaginarlo se me saltaron las lágrimas. Mi corazón empezó a llorar y no ha parado en estos últimos ocho años.
Me dije a mí mismo que soy cineasta y eso significa que tengo un arma muy poderosa, el cine. Es un arma de instrucción y de inspiración masiva. Decidí hacer una película de un capítulo de la vida de Tim Ballard.
Esta película me ha sacado muchas lágrimas y la realidad es que te complica la vida. Pero o te quedas sin hacer nada, deprimido, o haces algo que dé esperanza. A mí Tim Ballard me dio esperanza.
La trama de la película es muy dura, pero el título es muy esperanzador. ¿Por qué habéis elegido ese nombre?
– Cuando el director de la película, Alejandro Monteverde, y yo entrevistamos a Tim Ballard, le preguntamos por su rescate más peligroso y exitoso. Este sucedió en Cartagena, Colombia. Ballard nos habló de una isla alquilada en la que iba a haber una fiesta con niños. Él y su equipo iban encubiertos para que, cuando los traficantes llegaran, pudieran arrestar a todos los involucrados.
Cuando rescataron a los niños, los pequeños estaban llorando. Pero empezaron a cantar. Estaban celebrando su libertad. Tim Ballard estaba arrestado, porque seguía en su papel encubierto, y dijo que en ese momento, el canto de los niños era un sonido de libertad. De ahí nació el título de la película.
¿Cuál es tu sueño con esta película?
– Nosotros lo que queremos hacer es dar esperanza, a pesar de que el tema sea tan doloroso. Es algo que está lastimando a miles de niños, pero hay esperanza. Hay muchos niños rescatados, que gracias al trabajo que hacen muchas fundaciones en todo el mundo, se rehabilitan, sanan sus heridas, y se integran en la sociedad.
Yo quiero que llegue un día en el que ya no tengamos que rescatar a ningún niño más, quiero que ya no haya alguien a quien rescatar, porque el tráfico de personas desaparezca. Soy optimista y soñador. Creo que si todos cooperamos y hacemos lo que Dios nos pide, imaginando que esos niños son nuestros hijos, podemos terminar con esta terrible realidad. Sin embargo, la verdad es que hay muchos frentes abiertos.
¿De qué frentes estamos hablando? ¿A qué nos enfrentamos?
– Lo primero que debemos hacer es terminar con la pornografía. La pornografía es la que nos lleva a esto, pero la gente no se da cuenta. Cuando tú entras a ver pornografía, empiezas a generar una adicción.
Cuando uno empieza con la pornografía, no solo quedan sus familias y sus matrimonios destruidos, sino que estas personas se van enganchando a cosas más perversas, como la pornografía infantil. Tras volverse adictos a la pornografía infantil, se convierten en clientes. Hay una demanda tremenda y la industria sigue creciendo y creciendo.
Tenemos que tener cuidado con lo que vemos. Todos somos el público objetivo. Hay que estar vigilantes, porque somos seres frágiles y vulnerables. Las tentaciones están por todas partes, incluso si son pequeñas. Sin embargo, el que es infiel en lo pequeño también lo es en lo grande.
El proceso se parece al de las drogas. Empiezas fumando un cigarro y después destruyes tu vida con las jeringas. Aquí es igual. Comienzas viendo a la mujer como un objeto, en lugar de respetar su dignidad. Los hombres estamos para proteger a las mujeres, no para usarlas.
En el momento en que reducimos a la mujer a un objeto o símbolo sexual, lo siguiente es necesitar todavía más. No podemos faltar al respeto a la mujer porque es hija de Dios y a Dios se le respeta. Quien lastime a una hija de Dios tendrá que verse con Él y rendirle cuentas.
Estáis en la industria del cine, donde el abuso de niños es muy frecuente. Teniendo en cuenta que os habéis metido en la boca del lobo, ¿qué esperáis de la película?
– Es ahí donde tenemos que entrar. La luz hay que meterla en la oscuridad. Donde hay oscuridad hay que prender una vela. Yo espero que esta película la vea todo el mundo, incluso los criminales, delincuentes y bandidos que están involucrados en este crimen.
Espero que después de ver la película pase algo dentro de ellos y se arrepientan de tanto mal que han hecho. Para los que no se arrepientan y sigan con estas actividades, espero que la película despierte a un ejército de gente valiente que vaya a por los delincuentes. Yo no soy legislador, pero castigaría a cien años de cárcel, por lo menos, a todo aquel que abuse sexualmente de un niño.
Yo creo que este movimiento de concienciación global que está detonando la película va a hacer mucho bien. Tanto a niños como a adultos. Quiero que haga bien también a los más vulnerables, a los que no tienen voz y no se pueden defender.
Estoy dando mi vida en este proyecto. Los hijos de Dios son mis hijos, y por ellos doy la vida. Ese es el principio universal que sigo.
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