Ideas Claras
DE INTERES PARA HOY martes, 18 de abril de 2023
Indice:
El Papa: Nosotros, ¿dónde buscamos al Resucitado?
El Papa: Imploremos a Dios el don de la paz en Myanmar
Pascua en Oriente, el deseo de Francisco para que acabe la atrocidad de las guerras
PRIMEROS CRISTIANOS. UNIDAD :Francisco Fernandez Carbajal
Evangelio del martes: la serpiente de Moisés y la Cruz de Jesús
“Que os queráis, que os ayudéis” : San Josemaria
Mensaje del Prelado (17 abril 2023)
«La formación que recibo en la Obra es fundamental para mi vida»
El tiempo de una presencia (V): Pascua, he resucitado y aún estoy contigo : Félix María Arocena
PARA VIVIR COMO RESUCITADOS… CON LA GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO : Alberto García-Mina Freire
La familia, última trinchera ante las ideologías: 6 pasos para hacer de tu casa un «hogar católico» : José María Carrera
San José Obrero: quién fue José de Nazaret, el padre de Jesús : Fundacion CARF
“El Papa es considerado una autoridad moral en mi país” : Marta Santín,
Los siete pecados (y las siete neurosis) capitales : John Zmirak
Noviazgo: Qué hacer con las heridas emocionales que lleva cada uno : María Álvarez de las Asturias
Las pandillas : Pedro García
Toda ley “integral” : JD Mez Madrid
Se maravilló de la imagen de la mujer : Domingo Martínez Madrid
Algo que les “solucionase” la vida : Jesús D Mez Madrid
La maternidad subrogada, de nuevo a escena : Javier Nanclares Valle
El Papa: Nosotros, ¿dónde buscamos al Resucitado?
El Papa Francisco en su alocución previa al Regina Coeli, recuerda el Evangelio de Hoy, domingo de la Divina Misericordia, que narra dos apariciones de Jesús resucitado a los discípulos y en particular a Tomás, el “apóstol incrédulo”. Tomás pide una señal extraordinaria y Jesús le muestra sus llagas, yendo delante de todos, en la comunidad.
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
En su alocución previa al Regina Coeli, de hoy 16 de abril 2023, Domingo de la Divina Misericordia, Francisco reflexionó sobre las dos apariciones de Jesús resucitado a los discípulos y a Tomás, quien para creer, pide una “señal extraordinaria: tocar las llagas”. Jesús se las muestra, pero de forma ordinaria, yendo delante de todos, en la comunidad. Como diciéndole, afirma el Papa, “si quieres encontrarme no busques lejos, quédate en la comunidad, con los otros; no te vayas, reza con ellos, parte con ellos el pan”.
Le muestra sus llagas. Las pruebas de su amor
Jesús complace a Tomás, aparece de nuevo en medio de sus discípulos y le muestra sus llagas, las pruebas de su amor, los canales siempre abiertos de su misericordia. En la comunidad, porque es allí donde se le encuentra a Jesús, señaló el Papa.
Es en la comunidad donde Tomás descubrirá su rostro, mientras con los hermanos Tomás comparte momentos de oscuridad y de miedo.
Nosotros, ¿dónde buscamos al Resucitado?
“Queridos hermanos y hermanas, la invitación hecha a Tomás es válida también para nosotros. Nosotros, ¿dónde buscamos al Resucitado? ¿En algún evento especial, en alguna manifestación religiosa espectacular o sorprendente, únicamente en nuestras emociones o sensaciones?”
¿O en la comunidad, en la Iglesia, aceptando el desafío de quedarnos, aunque no sea perfecta? Pregunta Francisco, una comunidad donde, no obstante, todos sus límites y sus caídas, que son nuestros límites y nuestras caídas, dijo.
“Nuestra Madre Iglesia es el Cuerpo de Cristo; y está ahí, en el Cuerpo de Cristo, que se encuentran impresas, todavía y para siempre, las señales más grandes de su amor”.
Luego, nos pregunta el Pontífice, si cada uno de nosotros, en nombre de este amor, en nombre de las llagas de Jesús, estamos dispuestos a abrir los brazos a quien está herido por la vida, sin excluir a nadie de la misericordia de Dios, sino acogiendo a todos, señaló, cada uno como un hermano, como una hermana.
No siempre es fácil creer
En su alocución, el Santo Padre, afirma que, como Tomás, también cada uno de nosotros, siente la dificultad en creer.
“De hecho, no siempre es fácil creer, especialmente cuando, como en su caso, se ha sufrido una gran decepción. Tomás ha seguido a Jesús durante años, corriendo riesgos y soportando penalidades, pero el Maestro fue crucificado como un delincuente y nadie lo ha liberado, ¡nadie ha hecho nada! Ha muerto y todos tienen miedo. ¿Cómo fiarse todavía?”
Cuando Tomás se aleja, Jesús se aparece por primera vez a los discípulos la noche de Pascua, y puede recuperar esa ocasión volviendo con los otros, volviendo allí, afirmó Francisco, en esa familia que ha dejado asustada y triste. Cuando lo hace, cuando vuelve, le dicen que Jesús ha venido, pero a él le cuesta creer; quisiera ver sus llagas. Y Jesús le complace.
Sus llagas, canales abiertos de su misericordia
En la comunidad, podemos encontrar a Jesús, es ahí, dijo el Papa, que Jesús nos muestra, “impresas en su cuerpo, las señales de las llagas: las señales del Amor que vence el odio, del Perdón que desarma la venganza, de la Vida que derrota la muerte”.
El Papa: Imploremos a Dios el don de la paz en Myanmar
El Papa recibió en audiencia en el Aula Pablo VI a los peregrinos de la diócesis italiana de Crema. El Obispo de Roma invitó a rezar por el país asiático, tierra del martirio del Beato Padre Alfredo Cremonesi: "Encarnó la piedad robusta, el trabajo generoso, la vida sencilla y el fervor misionero, virtudes sólidas de su tierra".
Andrea De Angelis - Ciudad del Vaticano
Humildad, alegría y estupor. Estas son las tres virtudes del misionero que el Papa destaca al dirigirse a los más de dos mil fieles venidos en peregrinación desde la diócesis de Crema. Encabezándolos estaba monseñor Daniele Gianotti, obispo de la ciudad lombarda desde 2017. Francisco recuerda cómo este encuentro "previsto desde hace tiempo" fue aplazado "a causa de la pandemia", un aplazamiento que sin embargo coincide con el 70 aniversario del martirio del beato padre Alfredo Cremonesi, misionero de Cremona, asesinado en Myanmar el 7 de febrero de 1953.
Rezar por la paz en Myanmar
El Papa cita a continuación el lugar del martirio del Beato cremonés, Donoku -hoy Khyaukpon-, y es "en ese pueblo de montaña donde el padre Cremonesi trabajó la mayor parte de su vida", un lugar al que regresó muchas veces "a pesar de mil dificultades y peligros, para estar cerca de su pueblo y construir y reconstruir lo que la guerra y la violencia seguían destruyendo". Una violencia que todavía destroza la vida del pueblo birmano, al que se dirige el pensamiento del Papa:
Como saben esta es una tierra atribulada, que llevo en el corazón y por la que les invito a rezar, implorando de Dios el don de la paz.
Un hombre universal, para todos
Francisco traza las características del beato, a partir de lo que emerge con fuerza de su carácter, de un carisma que presenta muchas virtudes típicas de su tierra:
Llama la atención, del padre Alfredo, la tenacidad con la que ejerció su ministerio, entregándose sin cálculo y sin escatimar por el bien de las personas a él confiadas, creyentes y no creyentes, católicos y no católicos. Un hombre universal, para todos. Sin duda encarnó así, de manera ejemplar, las sólidas virtudes de su tierra cremasca: piedad robusta, trabajo generoso, vida sencilla y fervor misionero.
A continuación, el obispo de Roma destaca la valentía del beato, su amor por los más pequeños, su capacidad para seguir trabajando por el bien, incluso hasta el martirio:
Se desvivió por la educación de los jóvenes y no se dejó intimidar ni desanimar por incomprensiones y oposiciones violentas, hasta el ametrallamiento que lo abatió.
El Papa Francisco y monseñor Daniele Gianotti, obispo de Crema
Un legado confiado a todos los cristianos
El Papa destaca además que incluso la violencia extrema, el asesinato del padre Cremonesi, no impidió que difundiera su mensaje de paz, no silenció su voz:
De hecho, ha seguido hablando a través de quienes han seguido sus huellas: entre estos misioneros se encuentra hoy el padre Andrea Mandonico y, aunque no haya podido estar aquí con nosotros, no olvidemos al padre Pierluigi Maccalli, durante dos años prisionero en Níger y en Mali, ¡por cuya liberación tanto han rezado! Pero la voz misionera del padre Alfredo no está confiada sólo a ellos: está confiada a todos nosotros, a todos ustedes, a sus palabras y sobre todo a su experiencia de comunidad cristiana.
Las características del misionero
Citando una frase de los escritos dejados por el Beato sobre el espíritu misionero, donde la "visión de las almas que se convierten " es definida como " el mayor de todos los milagros ", Francisco invita a reflexionar sobre algunas características importantes del misionero:
La humilde conciencia de ser un pequeño instrumento en las grandes manos de Dios; la alegría de realizar una "maravilloso trabajo" acercando a los hermanos a Jesús; el asombro ante lo que el mismo Señor obra en quienes le encuentran y acogen. Humildad, alegría y asombro: tres hermosos rasgos de nuestro apostolado, en toda condición y estado de vida.
Los dones de los peregrinos de Crema al Papa
Pobres y ricos ante Dios
Cada creyente, todos los fieles juntos contribuyen a lo que el Papa llama "el tesoro de la Iglesia":
Parafraseando a San Lorenzo, diácono y mártir de la Iglesia de Roma, podemos decir que éste es el tesoro de la Iglesia: el tesoro de la Iglesia sí, son ustedes, somos nosotros, todos pobres ante Dios y todos ricos de su amor infinito, que se refleja singularmente en los ojos de cada uno, y del que somos testigos y misioneros.
Camino comunitario
Por último, el aliento a continuar en este "camino comunitario, todos juntos", un recorrido en el que la invitación es a "no tener miedo de traducir valores antiguos en lenguaje moderno", a ser "custodios de la creación", con la mirada puesta en los más débiles:
No olviden a los ancianos, a los más débiles, especialmente a los pobres y a los enfermos; los invito a escucharlos, porque hay mucho que aprender de quienes saben lo que es la vida, el trabajo y el sufrimiento.
Pascua en Oriente, el deseo de Francisco para que acabe la atrocidad de las guerras
En el Regina Caeli del Domingo de la Misericordia, la cercanía del Papa a quienes, especialmente en Oriente, celebran la Pascua. Un pensamiento velado por el dolor por los conflictos que "siguen sembrando la muerte bajo formas espantosas". A los hermanos y hermanas de Rusia y Ucrania, la oración para que "el Señor esté cerca de ellos y les ayude a hacer la paz".
Antonella Palermo - Ciudad del Vaticano
"¡Que el Señor Resucitado esté con vosotros y os colme de su Espíritu Santo! Feliz Pascua a todos".
Este es el deseo expresado en el Regina Caeli por el Papa Francisco para los fieles de las Iglesias orientales que siguen el calendario juliano. Un deseo que vuelve amargamente considerando los conflictos que todavía inflaman diversas partes del mundo y cosechan víctimas y dolor. Estas son las palabras del Pontífice:
Y por desgracia, en fuerte contraste con el mensaje pascual, las guerras continúan y siguen sembrando la muerte en formas espantosas. Lloremos por estas atrocidades y recemos por sus víctimas, pidiendo a Dios que el mundo no experimente ya la consternación de la muerte violenta a manos del hombre, sino el asombro de la vida que Él da y renueva con su gracia.
El pensamiento del Papa se dirige también a "nuestros hermanos y hermanas de Rusia y Ucrania, que hoy celebran la Pascua. Que el Señor esté cerca de ellos y les ayude a hacer la paz!".
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Un misil ruso alcanza la iglesia de San Miguel en Zaporizhzhia
Las celebraciones de la Pascua ortodoxa se ven sacudidas por los combates en Ucrania. Por la noche, el ejército ruso disparó misiles S-300 que causaron la destrucción de la iglesia ortodoxa ucraniana de San Miguel Arcángel en Kushuhum, en la región de Zaporizhzhia. Así lo informó un corresponsal de Ukrinform. "Por la noche, un misil ruso alcanzó la iglesia de San Miguel Arcángel, construida en 1906. En ese momento no hubo servicio ni bendición de la comida de Pascua en la iglesia, que suele estar muy concurrida la noche de Pascua", dijo el jefe de la comunidad, Yurii Karapetian. "Había una orden de no celebrar servicios nocturnos debido a la amenaza del ataque con misiles", relató el sacerdote Volodymyr.
En el atentado de Donetsk cerca de la catedral ortodoxa
Una persona murió y dos resultaron heridas en el atentado con bomba que tuvo lugar durante la noche en el centro de Donetsk, especialmente cerca de la catedral de la Transfiguración. Así lo ha informado Tass, citando a la administración del distrito Voroshilovsky de la ciudad gobernada por las fuerzas prorrusas. En el momento de la explosión del cohete en el edificio religioso, se estaba celebrando la Vigilia de Pascua ortodoxa. Y precisamente con motivo de la festividad ortodoxa, según un vídeo publicado el domingo por el fundador del grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin, al menos 100 prisioneros de guerra ucranianos fueron enviados a las fuerzas ucranianas.
— La unidad entre los cristianos, querida por Cristo, es un don de Dios. Pedirla.
— Lo que rompe la unidad fraterna.
— La caridad une, la soberbia separa. La fraternidad de los primeros cristianos. Evitar lo que pueda dañar la unidad.
I. La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma1. Estas palabras de los Hechos de los Apóstoles son como un resumen de la profunda unidad y del amor fraterno de los primeros cristianos, que tanto llamó la atención de sus conciudadanos. «Los discípulos daban testimonio de la Resurrección no solo con la palabra sino también con sus virtudes»2. Brilla entre ellos la actitud –nacida de la caridad– que busca siempre la concordia.
La unidad de la Iglesia, manifestada desde sus mismos comienzos, es voluntad expresa de Cristo. Él nos habla de un solo pastor3, pone de relieve la unidad de un reino que no puede estar dividido4, de un edificio que tiene un único cimiento5... Esta unidad se fundamentó siempre en la profesión de una sola fe, en la práctica de un mismo culto y en la adhesión profunda a la única autoridad jerárquica, constituida por el mismo Jesucristo. «No hay más que una Iglesia de Jesucristo -enseñaba Juan Pablo II en su catequesis por España-, la cual es como un gran árbol en el que estamos injertados. Se trata de una unidad profunda, vital, que es un don de Dios. No es solamente ni sobre todo unidad exterior, es un misterio y un don (...).
»La unidad se manifiesta, pues, en torno a aquel que, en cada diócesis, ha sido constituido pastor, el obispo. Y en el conjunto de la Iglesia se manifiesta en torno al Papa, sucesor de Pedro»6.
La unidad de fe era entre los primeros cristianos el soporte de la fortaleza y de la vida que se desbordaba hacia afuera. La misma vida cristiana es vivida desde entonces por gentes muy diferentes, cada una con sus peculiares características individuales y sociales, raciales y lingüísticas. Allí donde hubiese cristianos, «participaban, expresaban y transmitían una sola doctrina con la misma alma, con el mismo corazón y con idéntica voz»7.
Los primeros fieles defendieron esta unidad llegando a afrontar persecuciones y el mismo martirio. La Iglesia ha impulsado constantemente a sus hijos a que velen y rueguen por ella. El Señor la pidió en la Última Cena para toda la Iglesia: Ut omnes unum sint... que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí y yo en Ti, que así ellos estén en nosotros8.
La unidad es un inmenso bien que debemos implorar cada día, pues todo reino dividido contra sí no permanecerá y toda ciudad o casa dividida contra sí no se mantendrá9. Y comenta San Juan Crisóstomo: «La casa y la ciudad, una vez divididas, se destruyen prontamente; y lo mismo un reino, que es lo más fuerte que existe, siendo la unión de los súbditos la que afirma los reinos y las casas»10. Unidad con el Papa, unidad con los obispos, unidad con nuestros hermanos en la fe y con todos los hombres para atraerlos a la fe de Cristo.
II. «Lo uno –enseña Santo Tomás– no se opone a lo múltiple, sino a la división, y la multitud tampoco excluye la unidad; lo que excluye es la división de cada cosa en sus componentes»11. Divide lo que separa de Cristo: cualquier pecado, aunque esa separación sea más tangible en las faltas de caridad que aíslan de los demás y en las faltas de obediencia a los pastores que Cristo ha constituido para regir la Iglesia. A la unidad no se opone la variedad de caracteres, de razas, de modos de ser... Por eso la Iglesia puede ser católica, universal, y ser una y la misma en cualquier tiempo y lugar. Es «esa unidad interior –afirmaba Pablo VI– (...) lo que le confiere la sorprendente capacidad de reunir a los hombres más diversos respetando, aún más, revalorizando, sus características específicas, con tal de que sean positivas, es decir, verdaderamente humanas; lo que le confiere la capacidad de ser católica, de ser universal»12.
Los Apóstoles y sus sucesores hubieron de sufrir el dolor que provocaban quienes difundían errores y divisiones. «Hablan de paz y hacen la guerra -se dolía San Ireneo-, se tragan el camello y cuelan el mosquito. Las reformas que predican jamás podrán curar los destrozos de la desunión»13.
Los primeros cristianos estaban persuadidos de que si su fe «gozaba de buena salud, no tenían nada que temer»14. Debemos pedir mucho la unidad para toda la Iglesia: que todos seamos uno, que seamos fieles a la fe recibida, que sepamos obedecer prontamente los mandatos y las indicaciones del Romano Pontífice y de los obispos en unión con él.
La unidad está estrechamente ligada a la lucha ascética personal por ser mejores, por estar más unidos a Cristo. «Muy poco podremos hacer en el trabajo por toda la Iglesia (...), si no hemos logrado esta intimidad estrecha con el Señor Jesús: si realmente no estamos con Él y como Él santificados en la verdad; si no guardamos su palabra en nosotros, tratando de descubrir cada día su riqueza escondida»15.
La unidad de la Iglesia, cuyo principio vital es el Espíritu Santo, tiene como punto central a la Sagrada Eucaristía, que es «signo de unidad y vínculo de amor»16. El alejar las discordias y pedir por la unidad «nunca se hace más oportunamente que cuando el cuerpo de Cristo que es la Iglesia, ofrece el mismo Cuerpo y la misma Sangre de Cristo en el sacramento del pan y del vino»17.
III. San Pablo hace frecuentes llamamientos a la unidad: Os ruego –pide a los cristianos de Éfeso– (...) que viváis una vida digna de la vocación a la que habéis sido llamados, con toda humildad y mansedumbre, con longanimidad, sobrellevándoos unos a otros con caridad, solícitos por conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz.
A continuación hace referencia a una antigua aclamación, posiblemente usada en la liturgia primitiva durante las ceremonias bautismales. En ella se pone de relieve la unidad de la Iglesia, como fruto de la unicidad de la esencia divina. A su vez, las tres personas de la Santísima Trinidad, que actúan en la Iglesia y son causa de su unidad, quedan reflejadas en el texto sagrado18. Siendo un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como habéis sido llamados a una sola esperanza, la de vuestra vocación. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos: el que es sobre todos los seres, por todos y en todos19.
San Pablo enumera diversas virtudes: humildad, mansedumbre, longanimidad..., manifestaciones diversas de la caridad, que es el vínculo de la unidad en la Iglesia. «El templo del Rey no está arruinado, ni agrietado, ni dividido; el cemento de las piedras vivas es la caridad»20. La caridad une, la soberbia separa.
Los primeros cristianos pusieron de manifiesto su amor a la Iglesia mediante la caridad, que superó todas las barreras sociales, económicas, de raza o cultura. El que tenía bienes materiales los compartía con quienes carecían de ellos21, y todos rezaban unos por otros, animándose a perseverar en la fe de Cristo. Uno de los primeros apologistas, en el siglo ii, describía así el proceder de los primeros cristianos: «se aman unos a otros, no desprecian a las viudas y libran al huérfano de quien le trata con violencia; y el que tiene, da sin envidia al que no tiene...»22.
Sin embargo, la mejor caridad se dirigía a fortalecer en la fe a los hermanos. Las Actas de los Mártires recogen casi en cada página detalles concretos de esta preocupación por la fidelidad de los demás. Verdaderamente «fue con amor como se abrieron paso en aquel mundo pagano y corrompido»23. Amor a los hermanos en la fe y amor a los paganos. También nosotros llevaremos nuestro mundo a Dios, si sabemos imitar a los primeros cristianos en nuestra comprensión y cariño por todos, aunque en ocasiones no sean correspondidos nuestros desvelos y nuestras atenciones por los demás. Y fortaleceremos en la fe a quienes flaquean, con el ejemplo, con la palabra y con nuestro trato siempre amable y acogedor: El hermano ayudado por su hermano es como una ciudad amurallada, enseña la Sagrada Escritura24.
Por amor a la Iglesia, pondremos los medios para no dañar, ni de lejos, la unidad de los cristianos: «Evita siempre la queja, la crítica, las murmuraciones...: evita a rajatabla todo lo que pueda introducir discordia entre hermanos»25. Por el contrario, fomentaremos siempre todo aquello que es ocasión de entendimiento mutuo y de concordia. Si alguna vez no podemos alabar, callaremos26. Y la liturgia pide al Señor: Que sepamos rechazar hoy el pecado de discordia y de envidia27.
Para aprender a vivir bien la unidad dentro de la Iglesia acudimos a nuestra Madre Santa María. «Ella, Madre del Amor y de la unidad, nos une profundamente para que, como la primera comunidad nacida del Cenáculo, seamos un solo corazón y una sola alma. Ella, “Madre de la unidad”, en cuyo seno el Hijo de Dios se unió a la humanidad, inaugurando místicamente la unión esponsalicia del Señor con todos los hombres, nos ayude para ser “uno” y para convertirnos en instrumentos de unidad entre los cristianos y entre todos los hombres»28.
1 Primera lectura de la Misa. Hech 4, 32. — 2 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre los Hechos de los Apóstoles, 11. — 3 Cfr. Jn 10, 16. — 4 Cfr. Mt 12, 25. — 5 Cfr. Mt 16, 18. — 6 Juan Pablo II, Homilía en la parroquia de Orcasitas. Madrid, 3-XI-1982. — 7 San Ireneo, Contra las herejías, 1, 10, 2. — 8 Jn 17, 21. — 9 Mt 12, 25. — 10 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 48. — 11 Santo Tomás, Suma Teológica, 1, q. 30, a. 3. — 12 Pablo VI, Alocución, 30-III-1965. — 13 San Ireneo, Contra las herejías, 4, 33, 7. — 14 Tertuliano, De praescr. haert., 2. — 15 Juan Pablo II, Mensaje para la Unión de los Cristianos, 23-I-1981. — 16 San Agustín, Trat. sobre el Evangelio de San Juan, 26. — 17 San Fulgencio de Ruspe, Liturgia de las Horas, Martes 2ª Semana de Pascua. Segunda lectura. — 18 Cfr. Sagrada Biblia, Epístolas de la cautividad, EUNSA, Pamplona 1986, p. 100. — 19 Ef 4, 1-6. — 20 San Agustín, Comentario sobre el salmo 44. — 21 Cfr. Hech 4, 32 ss. — 22 Arístides, Apología XV, 5-7. — 23 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 172. — 24 Prov 18, 19. — 25 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 918. — 26 ídem, Cfr. Camino, n. 443. — 27 Preces de laudes. Martes 2ª Semana de Pascua. — 28 Juan Pablo II, Homilía, 24-III-1980.
Evangelio del martes: la serpiente de Moisés y la Cruz de Jesús
Comentario del martes de la 2.ª semana de Pascua. “Igual que Moisés levantó la serpiente en el desierto, así debe ser levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea tenga vida eterna en él”. La cruz es una invitación a acoger la vida que Dios nos ofrece, y a ser curados de nuestras heridas y miserias.
18/04/2023
Evangelio (Juan 3, 5a. 7b-15)
Jesús contestó [a Nicodemo]:
— Debéis nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere y oyes su voz pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.
Respondió Nicodemo y le dijo:
—¿Y eso cómo puede ser?
Contestó Jesús:
—¿Tú eres maestro en Israel y lo ignoras? En verdad, en verdad te digo que hablamos de lo que sabemos, y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. Si os he hablado de cosas terrenas y no creéis ¿cómo ibais a creer si os hablara de cosas celestiales? Pues nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del Hombre. Igual que Moisés levantó la serpiente en el desierto, así debe ser levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea tenga vida eterna en él.
Comentario
La liturgia, en continuidad con el día de ayer, nos presenta la segunda parte de la conversación entre Nicodemo y Jesús. El Señor está invitando a este judío influyente a abandonar sus esquemas de pensamiento y a acoger el mensaje sobre un nuevo tipo de vida “según el espíritu”. Estas palabras, sin embargo, dejaron bastante desconcertado a Nicodemo y no puede más que preguntar: ¿y eso cómo puede ser?
Quizá con un poco de ironía, Jesús le responde que resulta curioso que un “maestro de Israel” quede tan desconcertado ante las cosas de Dios, que se supone son de su competencia. Pero no lo deja en la oscuridad y pasa a revelarle un gran misterio. En la primera parte de su conversación, Jesús señaló que la nueva Vida vendría a través del Espíritu Santo (cf. Jn 3,5). Ahora le enseña que esta Vida nos será donada también gracias a Él. Para mostrarle de qué modo sucedería esto, Jesús hace un paralelismo con la historia de Moisés y la serpiente de bronce (cf. Núm 21, 4-9).
En aquella ocasión, el pueblo, notando el peso de su peregrinar por el desierto, comenzó a sentir nostalgia de sus días en Egipto y a maldecir a Dios y a Moisés por su situación. Dios, en castigo por su ingratitud, envió unas serpientes venenosas que generaron un gran estrago en el pueblo. Pero Moisés intercedió por la gente ante el Señor, que le mandó hacer una serpiente de bronce y ponerla en alto a la vez que le indicaba: “todo el que haya sido mordido y la mire, vivirá” (Núm 21,8).
Este misterioso símbolo es retomado por Jesús para mostrar, pues, de qué modo Él nos daría la Vida Divina. Al igual que la Serpiente de bronce sanaba a los que se encontraban en el lecho de muerte por la mordedura de serpiente -evocando el drama del pecado de nuestros primeros padres- de igual modo daría Jesús la vida a todos aquellos que “mirasen al que traspasaron” en la Cruz (cf. Jn 19, 37).
El mensaje que Jesús anuncia a Nicodemo es una invitación a acoger la vida que Dios nos ofrece y, al igual que los Israelitas en el desierto, quedar curados de nuestras heridas y miserias. Para esto, es interesante entonces escuchar lo que el Señor nos enseña hoy: que la Vida con mayúscula es posible si miramos y tenemos puesto nuestro corazón en Jesús Crucificado.
“Que os queráis, que os ayudéis”
¡Con cuánta insistencia el Apóstol San Juan predicaba el “mandatum novum”! –“¡Que os améis los unos a los otros!” –Me pondría de rodillas, sin hacer comedia –me lo grita el corazón–, para pediros por amor de Dios que os queráis, que os ayudéis, que os deis la mano, que os sepáis perdonar. Por lo tanto, a rechazar la soberbia, a ser compasivos, a tener caridad; a prestaros mutuamente el auxilio de la oración y de la amistad sincera. (Forja, 454)
18 de abril
Sólo por volver a Él su hijo, después de traicionarle, prepara una fiesta: ¿qué nos otorgará, si siempre hemos procurado quedarnos a su lado?
Lejos de nuestra conducta, por tanto, el recuerdo de las ofensas que nos hayan hecho, de las humillaciones que hayamos padecido -por injustas, inciviles y toscas que hayan sido-, porque es impropio de un hijo de Dios tener preparado un registro, para presentar una lista de agravios. No podemos olvidar el ejemplo de Cristo, y nuestra fe cristiana no se cambia como un vestido: puede debilitarse o robustecerse o perderse. Con esta vida sobrenatural, la fe se vigoriza, y el alma se aterra al considerar la miserable desnudez humana, sin lo divino. Y perdona, y agradece: Dios mío, si contemplo mi pobre vida, no encuentro ningún motivo de vanidad y, menos, de soberbia: sólo encuentro abundantes razones para vivir siempre humilde y compungido. Sé bien que el mejor señorío es servir.
Me alzaré y rodearé la ciudad: por las calles y las plazas buscaré al que amo... Y no sólo la ciudad: correré de una parte a otra del mundo -por todas las naciones, por todos los pueblos, por senderos y trochas- para alcanzar la paz de mi alma. Y la descubro en las ocupaciones diarias, que no me son estorbo; que son -al contrario- vereda y motivo para amar más y más, y más y más unirme a Dios. (Amigos de Dios, nn. 309-310)
Mensaje del Prelado (17 abril 2023)
El prelado del Opus Dei agradece la oración y el trabajo de todas las personas que han contribuido al desarrollo del Congreso general extraordinario que acaba de concluir. Fue convocado para adaptar los estatutos de la prelatura al motu proprio “Ad charisma tuendum”.
17/04/2023
Queridísimos: ¡Que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
Acaba de terminar el Congreso general extraordinario y deseo escribiros estas líneas para agradeceros de nuevo vuestra oración. Han sido días en que hemos pedido de un modo especial la ayuda del Espíritu Santo. Hemos constatado una vez más los lazos de filiación y de fraternidad que nos unen, así como el amor a la Iglesia y al Santo Padre. Al mismo tiempo, en los ratos de familia que hemos vivido, resultaba fácil dar gracias a Dios por tantas iniciativas de evangelización y servicio a muchas almas en todo el mundo. Al confluir en Roma personas de tantos países, ha sido también natural tener muy presente todo el Opus Dei, a todos los cooperadores y amigos, rezar los unos por los otros y, especialmente, por los que vivís en naciones azotadas por la guerra, o por las distintas formas de pobreza y necesidad.
Durante los días pasados, vuestras hermanas y hermanos congresistas han podido trabajar a fondo sobre las sugerencias llegadas de todas las regiones y va quedando perfilada una propuesta de ajustes a los Estatutos que responde a la petición del Papa en el motu proprio Ad charisma tuendum, y que será entregada en los próximos meses a la Santa Sede.
Como os dije en el mensaje anterior, las sugerencias que no eran aplicables a lo que ahora pedía la Santa Sede se podrán estudiar durante las próximas Semanas de trabajo y como preparación del próximo Congreso general ordinario, que se celebrará en 2025. Como también os adelanté, a diferencia de otros congresos en que se fijan algunas prioridades apostólicas, el objeto único en este caso era preparar la propuesta antes mencionada. Por esta razón, el resultado final sólo se podrá conocer tras el estudio de la Santa Sede, a quien corresponde la última palabra.
En los trabajos de estos días nos han guiado dos criterios fundamentales: la fidelidad al carisma que recibió san Josemaría el 2 de octubre de 1928 y la filial adhesión a la voluntad expresada por el Santo Padre. Como pedía el Papa en el motu proprio, se ha procurado expresar con más claridad la dimensión carismática de la Obra (cfr. Ad charisma tuendum n. 4), que se vive y se realiza en comunión con las iglesias particulares y con los Obispos que las presiden. La Prelatura del Opus Dei es una familia fruto de unos vínculos de paternidad, filiación y fraternidad.
Estas jornadas del congreso se han caracterizado por un ambiente de serenidad y también de buen humor, y por una activa participación de todos y todas. Cada uno se ha podido manifestar con total libertad, tanto en los grupos de trabajo como en las sesiones plenarias. Además, deseo subrayar que, al estudiar las sugerencias, se ha advertido una gran sintonía entre muchas personas de procedencia muy diversa, y de variada formación y cultura. Ha sido una manifestación elocuente de unidad en torno al “don del Espíritu recibido por san Josemaría” (Ad charisma tuendum, preámbulo).
Con la alegría de la Pascua y con todo cariño, os bendice
vuestro Padre
Roma, 17 de abril de 2023
«La formación que recibo en la Obra es fundamental para mi vida»
Juan Eusebio trabaja en el campo de Mérida en tareas agrícolas y acoge, con su mujer, a niños saharauis que proceden de campos de refugiados.
17/04/2023
Soy Juan Eusebio Solís, vivo en Valverde de Mérida, un pueblecito de mil habitantes cercano a Mérida, de la provincia de Badajoz, y me dedico a la agricultura, tengo una pequeña explotación agrícola y también soy técnico comercial en una empresa de fertilizantes.
Soy supernumerario del Opus Dei desde hace tres años. El Opus Dei lo conozco desde mi juventud desde que tenía 18 años; ya tengo sesenta y la enseñanza y la formación que recibimos todas las personas que nos acercamos a la Obra es fundamental y es inmensamente rica; y eso deja poso en el alma y hace que tu vida se desarrolle de otra manera distinta, no a ras de suelo.
Acogida de niños saharauis
Mi labor con los niños saharauis empezó hace siete años más o menos. Nos trajimos un primer niño en un programa que se llama “Vacaciones en paz”. Están aquí un par de meses durante el verano, julio y agosto, y a partir de ahí conocimos a un primer niño, un año; después ya vino este segundo niño, Chefy: estuvo aquí solamente un año, pues después vino el periodo de pandemia.
Nuestra idea, una vez conocidos los programas que existen de colaboración con los saharauis, era traerlo a estudiar y después ya en septiembre -realmente en octubre-, llegó Chefy para hacer todo el curso escolar aquí, en España; él acude al Instituto de Mérida, está cursando primero de secundaria y la idea es que el niño haga todos sus estudios aquí en España.
La familia es el centro de mi vida
La familia ahora mismo es el núcleo de mi vida, el centro de mi vida donde me desarrollo en primer lugar y por la que hago todas las cosas en la vida ahora mismo; y en esa familia entra toda la relación con Dios y contigo mismo.
Mi mujer y yo éramos muy felices, felicísimos y seguimos siendo felices ahora con los niños. Pero la etapa en que hemos estado sin niños e intentando tener niños, y cuando no venían, ya diciendo: bueno, Dios ha querido que no tengamos niños, pero somos felices, nos queremos el uno al otro, formamos una familia perfectamente estructurada…
Nosotros estábamos perfectamente a gusto sin ruidos en casa. Ahora tenemos ruidos, tenemos problemas, pero estamos perfectamente con los niños y vemos que es una manera de santificarnos también ayudando a estos niños y ellos también nos ayudan a nosotros a santificarnos realmente.
En mi trabajo en las tareas agrícolas tengo presente al Señor
El trabajo, en gran parte son las labores en el campo, las labores agrícolas, con las cuales siempre puedes tener perfectamente presente al Señor, puesto que muchas de sus parábolas eran ejemplos de campo y cuando estás sembrando, tienes en la mente la siembra del Reino de Dios; cuando estás cosechando tienes presente la siega, y trabajando en el campo, siempre puedes tener presente en todo momento a Jesús.
El tiempo de una presencia (V): Pascua, he resucitado y aún estoy contigo
El tiempo de Pascua, estallido de alegría, se extiende desde la vigilia Pascual hasta el domingo de Pentecostés. En estos cincuenta días la Iglesia nos envuelve en su alegría por la victoria del Señor sobre la muerte. Cristo vive, y viene a nuestro encuentro.
08/04/2023
«Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo, aleluya»[1]. El tiempo pascual es un anticipo de la felicidad que Jesucristo nos ha ganado con su victoria sobre la muerte. El Señor «fue entregado por nuestros pecados» y resucitó «para nuestra justificación»[2]: para que, permaneciendo en Él, nuestra alegría sea completa[3].
«HE RESUCITADO Y AÚN ESTOY CONTIGO, HAS PUESTO TU MANO SOBRE MÍ; TU SABIDURÍA HA SIDO MARAVILLOSA» . ES LA EXPERIENCIA INEFABLE DE LA RESURRECCIÓN, VIVIDA POR EL SEÑOR EN LAS PRIMERAS LUCES DEL DOMINGO.
En el conjunto del Año litúrgico, el tiempo pascual es el “tiempo fuerte” por antonomasia, porque el mensaje cristiano es anuncio alegre que surge con fuerza de la salvación obrada por el Señor en su “pascua”, su tránsito de la muerte a la vida nueva. «El tiempo pascual es tiempo de alegría, de una alegría que no se limita a esa época del año litúrgico, sino que se asienta en todo momento en el corazón del cristiano. Porque Cristo vive: Cristo no es una figura que pasó, que existió en un tiempo y que se fue, dejándonos un recuerdo y un ejemplo maravillosos»[4].
Lo que sólo «unos pocos testigos elegidos de antemano por Dios»[5] pudieron experimentar en las apariciones del Resucitado, ahora se nos da en la liturgia, que nos hace revivir esos misterios Como predicaba el Papa san León Magno, «todas las cosas relativas a nuestro Redentor que antes eran visibles, ahora han pasado a ser ritos sacramentales»[6] Es expresiva la costumbre de los cristianos de Oriente que, conscientes de esta realidad, desde la mañana del domingo de Resurrección intercambian el beso pascual: «Christos anestē», Cristo ha resucitado; «alethōs anestē», verdaderamente ha resucitado.
La liturgia latina, que en la noche santa del sábado volcaba su alegría en el Exultet, en el domingo de Pascua la condensa en el hermoso introito Resurrexi: «he resucitado y aún estoy contigo, has puesto tu mano sobre mí; tu sabiduría ha sido maravillosa»[7]. Ponemos en labios del Señor, delicadamente, en términos de cálida oración filial al Padre, la experiencia inefable de la resurrección, vivida por Él en las primeras luces del domingo. Así nos animaba San Josemaría en su predicación a acercarnos a Cristo, sabiéndonos sus contemporáneos: «he querido recordar, aunque fuera brevemente, algunos de los aspectos de ese vivir actual de Cristo ―Iesus Christus heri et hodie; ipse et in sæcula―, porque ahí está el fundamento de toda la vida cristiana»[8]. El Señor quiere que le tratemos y hablemos de Él no en pasado, como se hace con un recuerdo, sino percibiendo su “hoy”, su actualidad, su viva compañía.
La Cincuentena pascual
MUCHO ANTES DE QUE EXISTIERA LA CUARESMA Y LOS OTROS TIEMPOS LITÚRGICOS, LA COMUNIDAD CRISTIANA CELEBRABA YA ESTA CINCUENTENA DE ALEGRÍA.
Mucho antes de que existiera la Cuaresma y los otros tiempos litúrgicos, la comunidad cristiana celebraba ya esta cincuentena de alegría. Quien durante estos días no expresara su júbilo era considerado como alguien que no había captado el núcleo de la fe, porque «con Jesucristo siempre nace y renace la alegría»[9]. Esta fiesta, tan prolongada, nos sugiere hasta qué punto «los padecimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria futura que se va a manifestar en nosotros»[10]. En este tiempo, la Iglesia vive ya el gozo que el Señor le depara: algo que «ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó por el corazón del hombre»[11].
Este sentido escatológico, de anticipo del cielo, se refleja desde hace siglos en la praxis litúrgica de suprimir las lecturas del Antiguo Testamento durante el tiempo pascual. Si toda la Antigua Alianza es preparación, la Cincuentena pascual celebra, en cambio, la realidad del reino de Dios ya presente En la Pascua todo ha sido renovado, y no cabe figura allí donde todo es cumplimiento Por eso, en el tiempo pascual la liturgia proclama, junto al cuarto Evangelio, los Hechos de los Apóstoles y el libro del Apocalipsis: libros luminosos que tienen una especial afinidad con la espiritualidad de este tiempo.
Los escritores del Oriente y del Occidente cristianos contemplaron el conjunto de la Cincuentena pascual como un único y extenso día de fiesta. Por eso, los domingos de este tiempo no se llaman segundo, tercero, cuarto… después de Pascua, sino, sencillamente, domingos de Pascua. Todo el tiempo pascual es como un solo gran domingo; el domingo que hizo domingos a todos los domingos. Del mismo modo se comprende el domingo de Pentecostés, que no es una nueva fiesta, sino el día conclusivo de la gran fiesta de la Pascua.
TODO EL TIEMPO PASCUAL ES COMO UN SOLO GRAN DOMINGO; EL DOMINGO QUE HIZO DOMINGOS A TODOS LOS DOMINGOS.
Cuando llegaba la Cuaresma algunos himnos de la tradición litúrgica de la Iglesia recitaban el aleluya con un tono de despedida. En contraste, la liturgia pascual se recrea en este canto, porque el aleluya es avance del cántico nuevo que entonarán en el cielo los bautizados[12], que ya ahora se saben resucitados con Cristo. Por eso, durante el tiempo pascual, tanto el estribillo del salmo responsorial como el final de las antífonas de la Misa repiten frecuentemente esta aclamación, que une el imperativo del verbo hebreo hallal –alabar- y Yahveh, el nombre de Dios.
«¡Feliz aquel aleluya que allí entonaremos! —dice san Agustín en una homilía— Será un aleluya seguro y sin temor, porque allí no habrá ningún enemigo, no se perderá ningún amigo. Allí, como ahora aquí, resonarán las alabanzas divinas; pero las de aquí proceden de los que están aún en dificultades, las de allá de los que ya están en seguridad; aquí de los que han de morir, allá de los que han de vivir para siempre; aquí de los que esperan, allá de los que ya poseen; aquí de los que están todavía en camino, allá de los que ya han llegado a la patria»[13]. San Jerónimo escribe que, durante los primeros siglos en Palestina, ese grito se había hecho tan habitual que quienes araban los campos decían de cuando en cuando: ¡aleluya! Y los que remaban en las barcas para trasladar a los viajeros de una a otra orilla de un río, cuando se cruzaban, exclamaban: ¡aleluya! «Un júbilo profundo y sereno embarga a la Iglesia en estas semanas del tiempo pascual; es el que nuestro Señor ha querido dejar en herencia a todos los cristianos (…); un contento lleno de contenido sobrenatural, que nada ni nadie nos podrá quitar, si nosotros no lo permitimos»[14].
La octava de Pascua
«Los ocho primeros días del tiempo pascual constituyen la “octava de Pascua”, y se celebran como solemnidades del Señor»[15]. Antiguamente, durante esta octava el obispo de Roma celebraba las stationes como un modo de introducir a los neófitos en el triunfo de aquellos santos especialmente significativos para la vida cristiana de la Urbe. Era una cierta “geografía de la fe”, en la que la Roma cristiana aparecía como una reconstrucción de la Jerusalén del Señor. Se visitaban varias basílicas romanas: la vigilia de Pascua la statio tenía lugar en San Juan de Letrán; el domingo en Santa María Mayor; el lunes en San Pedro del Vaticano; el martes en San Pablo Extramuros; el miércoles en San Lorenzo Extramuros; el jueves en la basílica de los Santos Apóstoles; el viernes en Santa María ad martyres; y el sábado, de nuevo, en San Juan de Letrán.
Las lecturas de esos días guardaban relación con el lugar de la celebración. Así, por ejemplo el miércoles la statio se celebraba en la basílica de San Lorenzo Extramuros. Allí el evangelio que se proclamaba era el pasaje de las brasas encendidas[16], en clara alusión a la tradición popular romana, que relata cómo el diácono Lorenzo fue martirizado sobre una parrilla. El sábado de la octava era el día en que los neófitos deponían el alba con la que se habían revestido en su bautismo durante la vigilia pascual. La primera lectura era por eso la exhortación de Pedro que comienza con las palabras «deponentes igitur omnem malitiam…»[17]: habiéndoos despojado de toda malicia…
Los Padres de la Iglesia hablaban con frecuencia del domingo como “octavo día”. Situado más allá de la sucesión septenaria de los días, el domingo evoca el inicio del tiempo y su final en el siglo futuro[18]. Por eso, los antiguos baptisterios, como el de san Juan de Letrán, tenían forma octogonal; los catecúmenos salían de la fuente bautismal para iniciar su vida nueva, abierta ya al octavo día, al domingo que no acaba. Cada domingo nos recuerda así que nuestra vida transcurre dentro del tiempo de la Resurrección.
Ascensión y Pentecostés
«Con su ascensión, el Señor resucitado atrae la mirada de los Apóstoles y también nuestra mirada a las alturas del cielo para mostrarnos que la meta de nuestro camino es el Padre»[19]. Empieza el tiempo de una presencia nueva del Señor: parece que está más escondido, pero en cierto modo está más cerca de nosotros; empieza el tiempo de la liturgia, que es toda ella una gran oración al Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo; una oración «en cauce manso y ancho»[20].
CON LA ASCENSIÓN EMPIEZA EL TIEMPO DE UNA PRESENCIA NUEVA DEL SEÑOR: PARECE QUE ESTÁ MÁS ESCONDIDO, PERO EN CIERTO MODO ESTÁ MÁS CERCA DE NOSOTROS.
Jesús desaparece de la vista de los apóstoles, que quizá se quedan taciturnos al principio. «No sabemos si en aquel momento se dieron cuenta de que precisamente ante ellos se estaba abriendo un horizonte magnífico, infinito, el punto de llegada definitivo de la peregrinación terrena del hombre. Tal vez lo comprendieron solamente el día de Pentecostés, iluminados por el Espíritu Santo»[21].
«Dios todopoderoso y eterno, que has querido incluir el sacramento de la Pascua en el misterio de los cincuenta días…»[22]. La Iglesia nos enseña a reconocer en esta cifra el lenguaje expresivo de la revelación. El número cincuenta tenía dos cadencias importantes en la vida religiosa de Israel: la fiesta de Pentecostés, siete semanas después de comenzar a meter la hoz en el trigo; y la fiesta del jubileo que declaraba santo el año cincuenta: un año dedicado a Dios en el que cada uno recobraba su propiedad, y cada cual podía regresar a su familia[23]. En el tiempo de la Iglesia, el «sacramento de la Pascua» incluye los cincuenta días después de la Resurrección del Señor, hasta la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Si, con el lenguaje de la liturgia, la Cuaresma significa la conversión a Dios con toda nuestra alma, con toda nuestra mente, con todo nuestro corazón, la Pascua significa nuestra vida nueva de “con-resucitados” con Cristo. «Igitur, si consurrexistis Christo, quæ sursum sunt quærite: así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios»[24]
Al cumplirse estos cincuenta días, «llegamos al culmen de los bienes y a la metrópolis de todas las fiestas»[25], pues, inseparable de la Pascua, es como la “Madre de todas las fiestas”. «Sumad —decía Tertuliano a los paganos de su tiempo— todas vuestras fiestas y no llegaréis a la cincuentena de Pentecostés»[26]. Pentecostés es, pues, un domingo conclusivo, de plenitud. En esta Solemnidad vivimos con admiración cómo Dios, a través del don de la liturgia, actualiza la donación del Espíritu que tuvo lugar en los albores de la Iglesia naciente.
SAN JOSEMARÍA VIVÍA Y NOS ANIMABA A VIVIR CON ESTE SENTIDO DE PRESENTE PERENNE: «AYÚDAME A PEDIR UNA NUEVA PENTECOSTÉS, QUE ABRASE OTRA VEZ LA TIERRA».
Si en la Ascensión Jesús «fue elevado al cielo para hacernos compartir su divinidad»[27], ahora, en el día de Pentecostés, el Señor, sentado a la derecha del Padre, comunica su vida divina a la Iglesia mediante la infusión del Paráclito, «fruto de la Cruz»[28]. San Josemaría vivía y nos animaba a vivir con este sentido de presente perenne: «Ayúdame a pedir una nueva Pentecostés, que abrase otra vez la tierra»[29].
Se comprende también por eso que San Josemaría quisiera comenzar algunos medios de formación de la Obra rezando una oración tradicional en la Iglesia que se encuentra, por ejemplo, en la Misa votiva del Espíritu Santo: «Deus, qui corda fidelium Sancti Spiritus illustratione docuisti, da nobis in eodem Spiritu recta sapere, et de eius semper consolatione gaudere»[30]. Con palabras de la liturgia, imploramos a Dios Padre que el Espíritu Santo nos haga capaces de apreciar, de saborear, el sentido de las cosas de Dios; y pedimos también disfrutar del consuelo alentador del «Gran Desconocido»[31]. Porque «el mundo tiene necesidad del valor, de la esperanza, de la fe y de la perseverancia de los discípulos de Cristo. El mundo necesita los frutos, los dones del Espíritu Santo, como enumera san Pablo: “amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí” (Ga 5, 22). El don del Espíritu Santo ha sido dado en abundancia a la Iglesia y a cada uno de nosotros, para que podamos vivir con fe genuina y caridad operante, para que podamos difundir la semilla de la reconciliación y de la paz»[32].
Félix María Arocena
[1] Misal Romano, Miércoles de la Octava de Pascua, Antífona de entrada. Cfr. Mt 25, 34.
[2] Rm 4, 25.
[3] Cfr. Jn 15, 9-11.
[4] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 102.
[5] Hch 10, 41.
[6] San León Magno, Sermo 74, 2 (PL 54, 398).
[7] Misal Romano, Domingo de Resurrección, Antífona de entrada. Cfr. Sal 138 (139), 18.5-6.
[8] Es Cristo que pasa, n. 104. Cfr. Hb 13, 8.
[9] Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 24-XI-2013, n. 1.
[10] Rm 8, 18.
[11] 1 Co 2, 9.
[12] Cfr. Ap 5,9
[13] San Agustín, Sermo 256, 3 (PL 38, 1193).
[14] Beato Álvaro, Caminar con Jesús, Cristiandad: Madrid, 2014, 197.
[15] Misal Romano, Normas universales del año litúrgico, 24.
[16] Jn 21, 9.
[17] 1 P 2, 1.
[18] Cfr. San Juan Pablo II, Carta Apostólica Dies Domini, 31-V-1998, n. 26.
[19] Francisco, Regina Coeli, 1-VI-2014.
[20] Camino, 145.
[21] Benedicto XVI, Homilía, 28-V-2006.
[22] Misal Romano, Vigilia del Domingo de Pentecostés, colecta.
[23] Cfr. Lv 23, 15-22; Nm 28, 26-31; Lv 25, 1-22.
[24] Col 3, 1.
[25] San Juan Crisóstomo, Homilia II de Sancta Pentecoste (PG 50, 463).
[26] Tertuliano, De idolatria 14 (PL 1, 683).
[27] Misal Romano, Ascensión del Señor, prefacio.
[28] Es Cristo que pasa, n. 96.
[29] San Josemaría, Surco, n. 213.
[30] Misal Romano, Misa votiva del Espíritu Santo, colecta.
[31] Cfr. Es Cristo que pasa, nn. 127-138.
[32] Francisco, Homilía en la Solemnidad de Pentecostés, 24-V-2015.
PARA VIVIR COMO RESUCITADOS… CON LA GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO
Cristo ha resucitado verdaderamente, aleluya. Esta es la verdad que fundamenta nuestra fe. Estamos en Pascua. La Iglesia nos brinda cincuenta días para celebrarlo como un único y extenso día de fiesta: desde la vigilia Pascual hasta el domingo de Pentecostés, día conclusivo de la Pascua. Y cada domingo del año honramos la Resurrección del Señor al participar en la santa Misa, “el memorial del Misterio pascual de Cristo. Cristo nos hace partícipes de su victoria sobre el pecado y la muerte, y da significado pleno a nuestra vida”[1]. Podemos decir que el domingo de Pascua hizo domingo todos los domingos. La resurrección de Cristo cambia todo, transforma nuestra vida. San Pablo, al hablar del bautismo, dice: “Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva” (Romanos 6, 4). Ante esta realidad, la acción de gracias a Cristo, que nos ha resucitado con él, se manifiesta en una alegría especial y en un compromiso de llevar esa vida digna a Cristo triunfante.
La fe en la Resurrección nos compromete a vivir como resucitados. Cristo nos ha resucitado con él para “caminar en la vida nueva”. “No sirve de nada saber que el Resucitado está vivo si no vivimos como resucitados” [2]. Cada domingo celebramos el día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal. Es una Pascua semanal en la que Dios nos invita a dar un paso adelante en nuestra vida nueva. ¿Cómo será posible corresponder a su llamada? “Es el Espíritu el que hace que Jesús viva y renazca en nosotros, el que nos resucita por dentro” (ref. nota 2). “A través de la celebración eucarística, la acción del Espíritu Santo nos hace partícipes de la misma vida de Dios, que transforma todo nuestro ser mortal y nos llena de su eternidad” (ref. nota 1). A pesar de nuestra poca cosa, somos barro, llegaremos a vivir como resucitados, aquí en la tierra, si frecuentamos el trato con el Espíritu Santo y somos dóciles a su acción en nosotros. “El Espíritu Santo constituye el alma, la savia vital de la Iglesia y de cada cristiano”[3].
El Espíritu Santo es el Don de Dios
Es el momento de la despedida, el Jueves Santo. Jesús consuela el ánimo de los apóstoles que estaban entristecidos con el anuncio de su muerte, de su partida: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros eternamente” (Juan 14, 16). Y más adelante, afirmará: “más yo os digo la verdad: os conviene que me vaya, pues si no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros. En cambio, si yo me voy os lo enviaré” (Juan 16, 7). Por cinco veces les promete el don del Espíritu Santo.
A los apóstoles les resultaría increíble escuchar esta afirmación de Jesús: “os conviene que me vaya”. ¿Quién es ese personaje tan importante, que con su presencia compense la pérdida del Maestro? Sabemos que es el Amor divino, el sublime don que se hacen el Padre y el Hijo. "Dios es Amor" (1 Juan 4, 16) y ha querido compartirlo con los hombres que lo acepten libremente; es el gran regalo, que contiene en sí todos los dones. Y "Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Romanos 5, 5).
En la tarde del Domingo de Pascua, el Resucitado se presenta en el Cenáculo donde estaban los apóstoles y discípulos reunidos e infunde el Espíritu prometido el Jueves Santo: “¡Recibid el Espíritu Santo!” (Juan 20, 22). También les dirá: “Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad (Jerusalén) hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto” (Lucas 24, 49). Cincuenta días después, en la fiesta de Pentecostés, otra vez en el Cenáculo, el Espíritu Santo irrumpe con sus gracias y “se llenaron todos de Espíritu Santo” (Hechos 2, 4). Los allí reunidos fueron transformados por “el poder de lo alto”. “Los discípulos, que al principio estaban llenos de miedo, atrincherados con las puertas cerradas también después de la resurrección del Maestro, son transformados por el Espíritu y <dan testimonio de Jesús> (cf. Juan 15, 27). De vacilantes pasan a ser valientes y, dejando Jerusalén, van hasta los confines del mundo. Llenos de temor cuando Jesús estaba con ellos; son valientes sin él, porque el Espíritu cambió sus corazones”[4]. Esta es nuestra fe y esperanza: invocar al Espíritu Santo, abrir el alma a sus dones, ser dóciles a sus inspiraciones. Buscar la sinergia con Dios, que nos hace más buenos y bellos, mejores. Y la vida, amable.
Pentecostés, réplica de la Navidad
En la Navidad Dios se hizo hombre. En la persona de Jesús, divinidad y humanidad se unieron misteriosamente. “Jesucristo, a causa de su amor superabundante, se ha convertido en lo que somos para convertirnos en lo que Él es”[5]. El Hijo de Dios vino al mundo para conceder a los que le reciban y crean en Él, “el poder de ser hijos de Dios” (Juan 1, 12). San Pablo afirma que en Cristo “habita la plenitud de la divinidad corporalmente, y por él, habéis obtenido vuestra plenitud” (Colosenses 2, 9-10); que el hombre regenerado por el Espíritu Santo “es templo de Dios y mora en nuestra alma” (ref. 1 Corintios 6, 19).
En Pentecostés se cumplió visiblemente la misión que Jesús ha venido a realizar. Los discípulos se llenaron de Espíritu Santo, y unos tres mil de los que oyeron aceptaron el anuncio de Pedro y recibieron el bautismo “en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2, 38). Se cumplió la profecía: “os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos” (Ezequiel 36, 26-27). En Pentecostés Dios derramó el Espíritu Santo que tomó posesión del mundo entero, y así recibió la salvación que Cristo resucitado nos mereció. Su gracia actúa en nosotros haciéndonos agradables a los ojos de Dios, al descubrir la imagen de su Hijo predilecto, Jesús, en nuestro interior. Su gracia nos llena del amor con que Dios nos ama y con el que nos hace capaces de amarle a Él y al prójimo. Dios no es amo, sino Padre, y los demás, hermanos en Cristo. Es una capacidad nueva de amar. El cristiano no es movido por el temor al castigo divino, sino por el amor incondicional y fiel de Dios. Es atraído, no coaccionado.
“En la Navidad celebramos el nacimiento humano del Hijo de Dios; en Pentecostés, el nacimiento de los hombres a la vida divina. Navidad: fiesta del Hombre-Dios; Pentecostés, fiesta de la humanidad divinizada”[6]. Dios envía su Espíritu para recrear a los hijos de Adán y Eva, elevándolos a la dignidad de hijos adoptivos de Dios. Es el milagro que Cristo conquistó: a nosotros, esclavos del pecado, nos hizo libres, nos curó. Soy libre, soy hijo, el Padre me ama y yo amo al Padre. Admirémonos de tal suerte, “conoce, oh cristiano, tu dignidad” (San León Magno), ¡considerad el honor que se os hace en este misterio! (San Máximo). Esta es la santidad de vida a la que estamos convocados: “la santidad no es una prerrogativa sólo de algunos: la santidad es un don ofrecido a todos, ninguno excluido, por lo cual constituye el carácter distintivo de todo cristiano”[7].
Es la labor de santificación, de divinización del Espíritu Santo en el bautizado: “su acción, que penetra lo íntimo del alma, hace apto al hombre para responder a aquel precepto de Cristo: <Sed perfectos como también es perfecto vuestro Padre celeste> (cf Mateo 5, 48)”[8]. “Preguntar a un catecúmeno, <¿quieres recibir el Bautismo?>, significa al mismo tiempo preguntarle, <¿quieres ser santo?> Significa ponerle en el camino del Sermón de la Montaña: <Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial> (Mateo 5, 48)”[9]. Vivir como resucitados es la vida bautismal “en serio”, no solo pensada y creída, sino vivida y anunciada con el testimonio y las palabras. No solo en teoría, sino en la práctica diaria. “¡No pensemos que es algo difícil, que es más fácil ser delincuentes que santos! No. Se puede ser santos porque nos ayuda el Señor”[10].
El Espíritu Santo, dador de vida
Al rezar el Credo afirmamos del Espíritu Santo que da la vida. ¿Qué vida nos da? Es la vida divina, la vida de Cristo. Una vida sobre natural, no una vida natural plus. Seguimos siendo pecadores pero capaces de ser hijos de Dios en Cristo y vivir como tales. “Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios” (Romanos 8, 14). Nos recrea a una vida nueva en la tierra que alcanzará su plenitud en el Cielo.
A lo mejor habéis escuchado el siguiente relato. Un personaje decide investigar quién es el más fuerte. Pensó en el hierro y le preguntó: ¿Eres el más fuerte? Este dice: no, es más fuerte el fuego porque me funde en la fragua. Pregunta al fuego, y dice: no, es el agua porque me apaga con sus gotas. Pregunta al agua, y dice: no, es el sol porque me evapora con su calor. Pregunta al sol, y dice: no, es la nube porque neutraliza mis rayos. Pregunta a la nube, y dice: no, es la montaña porque me divide si intento atravesarla. Pregunta a la montaña; y dice: no, es el hombre porque me escala y conquista, y demuele con sus herramientas. Pregunta al hombre, y dice: no; es la muerte porque ella da fin a mi vida. Pregunta a la muerte, y sorprendentemente dice: lo fui, pero desde hace siglos, no. Interrogada explica que un hombre que era Dios le despojó de su poder. Ese hombre se llama Jesús, concluyó. Jesús con su muerte en la Cruz ha destruido nuestra muerte, con su resurrección gloriosa restauró la vida[11].
San Pablo habla del Cristo que debe “formarse” en nosotros (Gálatas 4, 19). Dice también que, en el bautismo, el cristiano “se reviste de Cristo” (Romanos 13, 14); tiene lugar un 2º nacimiento, a la vida sobrenatural en Cristo. En las aguas del bautismo morimos al pecado para renacer a la vida del Espíritu. Es una acción misteriosa pero real. El alma recibe un sello imborrable. Somos hechos cristianos, propiedad de Dios, hijos suyos. La gracia del Paráclito nos hace “graciosos” ante la mirada de Dios. “La gracia santificante en el alma hace que Dios, de una manera grande y misteriosa, se vea en nosotros y, en consecuencia, nos ame. Y puesto que esta gracia nos ha sido ganada por Jesucristo y por ella estamos unidos a Él, la compartimos con Cristo, y Dios, en consecuencia, nos ve como a su Hijo, y cada uno de nosotros se hace hijo de Dios”[12]. San Pablo afirma: “la prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!” (Gálatas 4, 6). Los bautizados somos invitados a entrar en el hogar divino y experimentar el infinito amor que reina: “¡Alegrémonos y demos gracias: hemos sido hechos no solamente cristianos, sino Cristo (…). Pasmaos y alegraos: hemos sido hechos Cristo!” (san Agustín). De derecho, por gracia de adopción, somos hijos, pero de hecho lo llegamos a ser gracias a la acción del Espíritu Santo que continúa en la vida. En Pascua, desea renovar esa vida en nosotros; llama a la puerta del alma para entrar y llenarnos de sus dones.
¿Dónde nos da el Espíritu Santo tal vida?
En los sacramentos principalmente, donde el Espíritu Santo nos pone en Comunión con Cristo. El Paráclito es “el artífice de las <obras maestras de Dios> que son los sacramentos de la Nueva Alianza”[13]. Por eso, la Iglesia nos manda unos mínimos para que no nos quedemos sin la gracia del Espíritu Santo: oír misa entera los domingos y fiestas de guardar; confesar los pecados mortales al menos una vez cada año, en peligro de muerte o si se ha de comulgar; comulgar al menos por Pascua de Resurrección. Sin la Eucaristía, sin la Confesión… sin la Confirmación, sin la Unción de enfermos, sin el Matrimonio, llevar una vida de resucitados es insostenible, está fuera del alcance de nuestras solas fuerzas.
En la Palabra de Dios, que Él ha inspirado. En la oración, en la que nos acompaña con sus luces e inspiraciones e intercede por nosotros. En el sufrimiento aceptado en la unión con Cristo, en el que Él nos fortalece y consuela. En la Tradición, de la que los Padres de la Iglesia son testigos siempre actuales. En el Magisterio de la Iglesia, al que Él asiste para que enseñe la Verdad. En el testimonio de los santos, donde Él manifiesta su santidad y continúa la obra de la salvación. En los carismas y ministerios mediante los que se edifica la Iglesia. En los signos de vida apostólica y misionera[14].
En su acción inesperada. Nuestro mundo post-cristiano se parece al mundo pre-cristiano en el que nuestros primeros hermanos vivieron su fe y la anunciaron. Por eso no extraña que el Espíritu Santo actúe en muchos por caminos extraordinarios, es decir, diferentes a los que antes señalamos. Las historias de conversiones son abundantes ahora como lo fueron entonces; algunas han sido objeto de libros, otras, las más, de relatos breves o videos que se encuentran en internet[15]. Conocerlas nos ayudan a elevar el corazón en acción de gracias; a renovar la fe y la esperanza en que “la mano del Señor no es tan débil que no pueda salvar, ni su oído tan duro que no pueda oír” (Isaías 59, 1); a tratar asiduamente al Espíritu Santo para que con su luz y fuerza conozca, ame e imite libremente a Cristo. Que el sentido de mi vida sea ese.
Una petición del papa Francisco
“Me gustaría hacerles una pregunta a todos ustedes: ¿Cuántos de ustedes rezan cada día al Espíritu Santo, eh? ¡Serán pocos, pocos, unos pocos, pero nosotros tenemos que cumplir este deseo de Jesús y orar cada día al Espíritu Santo para que abra nuestros corazones a Jesús. Invoquémosle con más frecuencia, para que nos guíe en el camino de los discípulos de Cristo. Invoquémosle todos los días. Les hago esta propuesta: invoquemos cada día al Espíritu Santo. ¿Lo harán? No oigo, eh, ¡todos los días! Y así el Espíritu nos acercará a Jesucristo”[16]. Para facilitarlo, a continuación incluyo algunas oraciones al Espíritu Santo. Si las meditamos aprenderemos cómo el Maestro divino actúa en el alma. Podemos recitarlas, completa o parcialmente, y así, tratarle y aceptar sus dones. Dejará de ser el gran desconocido de la Trinidad.
Secuencia Ven Espíritu Santo: Ven, Espíritu Santo, y envía del Cielo un rayo de tu luz. Ven, padre de los pobres, ven dador de gracias, ven luz de los corazones. Consolador magnífico, dulce huésped del alma, su dulce refrigerio. Descanso en la fatiga, brisa en el estío, consuelo en el llanto. ¡Oh luz santísima! llena lo más íntimo de los corazones de tus fieles. Sin tu ayuda, nada hay en el hombre, nada que sea bueno. Lava lo que está manchado, riega lo que está árido, sana lo que está herido. Dobla lo que está rígido, calienta lo que está frío, endereza lo que está extraviado. Concede a tus fieles, que en Ti confían tus siete sagrados dones. Dales el mérito de la virtud, dales el puerto de la salvación, dales la felicidad eterna.
Oración al Espíritu Santo: ¡Ven oh Santo Espíritu!, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu y serán creados. Y renovarás la faz de la tierra. Oración: ¡Oh Dios que has instruido los corazones de los fieles con la luz del Espíritu Santo!, concédenos según el mismo Espíritu conocer las cosas rectas y gozar siempre de sus divinos consuelos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Himno Veni Creator: Ven, Espíritu Creador, visita las almas de tus fieles y llena de la divina gracia los corazones, que tú mismo creaste. Tú eres nuestro Consolador, don de Dios Altísimo, fuente viva, fuego, caridad y espiritual unción. Tú derramas sobre nosotros los siete dones; tú, el dedo de la mano de Dios; tú, el prometido del Padre; tú, que pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra. Enciende con tu luz nuestros sentidos; infunde tu amor en nuestros corazones; y, con tu perpetuo auxilio, fortalece nuestra débil carne. Aleja de nosotros al enemigo, danos pronto la paz, sé tú mismo nuestro guía, y puestos bajo tu dirección, evitaremos todo lo nocivo. Por ti conozcamos al Padre, y también al Hijo; y que en ti, Espíritu de entrambos, creamos en todo tiempo. Gloria a Dios Padre, y al Hijo que resucitó, y al Espíritu Consolador, por los siglos infinitos. Amén.
Oración compuesta por san Josemaría Escrivá (abril de 1934): ¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad. He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después…, mañana. “Nunc cœpi!” ¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte. ¡Oh, Espíritu de verdad y sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y paz!: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras…
Oración compuesta por el cardenal Verdier: Oh Espíritu Santo, Amor del Padre, y del Hijo, inspírame siempre lo que debo pensar, lo que debo decir, cómo debo decirlo, lo que debo callar, cómo debo actuar, lo que debo hacer, para gloria de Dios, bien de las almas y mi propia Santificación. Espíritu Santo, dame agudeza para entender, capacidad para retener, método y facultad para aprender, sutileza para interpretar, gracia y eficacia para hablar. Dame acierto al empezar dirección al progresar y perfección al acabar. Amén.
Ojalá vislumbremos el gran poder que Dios nos da a través de la acción amorosa del Espíritu Santo: vivir como resucitados. Si le tratamos, si somos dóciles a su acción, Dios-en-nosotros, nos llena de vida, de la vida de Cristo; seremos “cristoactivos”, conformados con Cristo y portadores de Cristo. San Pablo lo dice claramente: “Ya no soy yo quien vivo. Es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2, 20). El fruto incomparable que el Espíritu Santo, en unión con el Padre y el Hijo, ha producido en esta tierra es la Santísima Humanidad de Cristo. Jesús es nuestro modelo. Esa unión con él a través del Espíritu Santo es el regalo del Resucitado. Identificados con Jesús, viviendo conforme al espíritu de las bienaventuranzas, dejaremos con nuestra vida ese buen olor de Cristo. Eso es la santidad. Es el gran poder de los cristianos que conlleva una gran responsabilidad, transformar este valle de lágrimas en jardín de Dios. “Es el gran regalo que cada uno de nosotros puede devolver al mundo”[17].
[1] Francisco, Audiencia (22.11.2017).
[2] Francisco, homilía fiesta de Pentecostés (9.06.2019).
[3] Francisco, Audiencia (9.04.2014).
[4] Francisco, homilía fiesta de Pentecostés (20.05.2018).
[5] San Ireneo de Lyon, prefacio del Libro V contra la herejías
[6] Georges Chevrot, La victoria de la Pascua capítulo XXVII.
[7] Francisco, Audiencia (19.11.2014).
[8] San Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios n. 13 (30.VI.1968).
[9] San Juan Pablo II, carta apostólica “Al comienzo del nuevo milenio” n. 31 (6.01.2001).
[10] Francisco, Audiencia (21.06.2017).
[11] Ref. Prefacio I de Pascua.
[12] Leo J. Trese, La Fe explicada.
[13] Catecismo de la Iglesia Católica n. 1091.
[14] Catecismo de la Iglesia Católica n. 688.
[15] Marcos Felipe, un joven de 21 años de Picanya (Valencia), recibió el bautismo en la pasada Vigilia de Pascua. Fue testigo de cómo una simple invitación puede cambiar "toda una vida por completo".https://www.religionenlibertad.com/personajes/875056824/fue-hora-santa-hakuna-bautizo-sabado-santo.html. Raquel, de San Fernando (Cádiz), casada, madre de dos hijos. Su vida dio un giro radical cuando un lama, un maestro espiritual del budismo, le dijo que tenía que ir a Misa todos los días. https://opusdei.org/es-es/article/lama-budismo-misa-conversion/
[16] Francisco, Audiencia (15.05.2013).
[17] Francisco, Audiencia (21.06.2017).
La familia, última trinchera ante las ideologías: 6 pasos para hacer de tu casa un «hogar católico»
Chiti Hoyos expone algunos sencillos puntos para que Cristo y la fe sean el centro del hogar católico.
José María Carrera
17 abril 2023 09:10
El felpudo de una casa puede decir mucho de lo que los visitantes van a encontrar. Los hay viejos y corroídos, otros tienen mensajes que "invitan a entrar" como "si pasas, que sea con cerveza", están los que parecen incluso una obra de arte o hay casas que ni los tienen. Para Chiti Hoyos pueden ser incluso una alegoría evangélica. Especialmente si se entiende desde la incipiente Teología del Hogar, disciplina nacida en Estados Unidos que encuentra en Carrie Gress y Noelle Mering dos de sus principales exponentes.
Con la reciente publicación de Dios bendiga esta casa. Pequeño compendio de Teología del Hogar (Nueva Eva) Hoyos es una de las responsables del aterrizaje de la Teología del Hogar en España. Si se ve de forma superficial el Theology of Home de sus colegas americanas, podría parecer reducirse a una revista de decoración de interiores. Lo cierto es que esta disciplina busca la belleza del hogar, pero no desde un punto de vista meramente estético, sino trascendental.
La teóloga Lina María Gaviria Forero la definió así en 2022: "Es la comprensión del hogar desde la fe cristiana, a la luz de la cual el creyente profundiza en su significado en el plan de Dios y reconoce el hogar como lugar de santificación para la familia".
Aunque de forma amable, la Teología del Hogar es una encarnizada trinchera en defensa de la fe frente a los atropellos de la posmodernidad. Cada vez son más los que contemplan cómo se adoctrina a los hijos sin posibilidad de réplica, cómo se descompone la familia o cómo nuevas ideologías penetran sutil o agresivamente hasta vaciarla de significado: el hogar, la familia, son "el último bastión", se dice. Pero ¿hay posibilidad de defenderse y hacerlo construyendo?
Desde las primeras páginas de Dios bendiga a esta casa, Hoyos expone como la misma historia de la Iglesia comenzó en un hogar, cuando a la Sagrada Familia se le negó el refugió y José y María hubieron de refugiarse en un pesebre que transformaron en la cuna de Dios, un hogar católico y acogedor.
Pero hoy, como para la Sagrada Familia, sigue sin ser sencillo encontrarlo o edificarlo. "¿Qué es lo que hace que un hogar sea católico?" es la primera pregunta que se hace la autora, licenciada en Derecho por la UNED, máster en Ciencias de Matrimonio y Familia por el Pontificio Instituto Juan Pablo II, esposa y madre de ocho hijos. En redes sociales se la conoce como La samaritana (@Damihibibere). Como respuesta, ofrece seis formas de lograr, o al menos identificar, el "hogar católico":
1º ¿Encontraría Dios su delicia en nuestra casa… o desorden y suciedad?
Hoyos parte de la base de que la fe "se muestra en la forma de cuidar de la casa y la familia" y de que el modo en que se aborda este cuidado depende mucho de si se contempla o no con los ojos de la fe.
"Mirando como Dios mira nuestro hogar podemos descubrir que Él se regocija en medio de sus creaturas. Un verdadero hogar católico es un hogar donde Dios se pasea, donde encuentra su delicia. Una casa llena de desorden o sociedad no muestra el gozo del paraíso. Se trata de aplicar la norma de San Benito, el ora et labora, y al terminar las tareas de la casa, gozar del trabajo bien hecho y de la compañía del Señor, que tan generoso ha sido a la hora de proporcionarnos un hogar donde se le da gloria", explica.
Consigue aquí "Dios bendiga esta casa. Pequeño compendio de Teología del hogar", de Chiti Hoyos.
2º Toda la familia rezando el rosario, anhelo del hogar católico
Medallas, detentes, rosarios, agua bendita, crucifijos en los cuartos, cuadros… Todo eso que en el cine se representa muchas veces como estrambótico es para Hoyos la materialización del primer mandamiento en el propio hogar… y "ayuda" en la vivencia de la fe.
"Como somos frágiles, un católico necesita llenar sus casas de signos que recuerden su fe, pero no como mera decoración, sino para elevar el alma a Dios, avivar el espíritu y encender el corazón", explica. Hasta el punto de que recomienda, si es posible, tener un altar o un pequeño oratorio en casa, "con imágenes u objetos que muevan a la devoción" y la oración. Esta, añade, "es tan necesaria para un católico como la respiración" y es un rasgo especialmente distintivo del hogar católico que se rece en familia. "Las familias católicas guardan en su corazón el anhelo de ver a toda la familia junta rezando el rosario a diario, no todas lo consiguen, pero todas lo desean".
3º La liturgia doméstica, centro del hogar católico
Si la Santa Misa es el centro de la vida cristiana, la liturgia también debe serlo "del auténtico hogar católico". En él, dice la Teología del Hogar, se puede identificar cuando es Adviento, Cuaresma, Semana Santa o Pascua con sencillas costumbres como la corona, películas de la pasión o flores a la Virgen en sus fiestas. Se trata, dice Hoyos, de "caminar al ritmo de la Iglesia" desde el hogar, con una suerte de "liturgia doméstica" conformada por pequeñas rutinas como bendecir la mesa, rezar antes de acostarse o acariciar la imagen del Sagrado Corazón al entrar o salir de casa. Y como no hay liturgia sin ofrendas, agrega, estas son "las pequeñas tareas domésticas que hacemos pensando en el Señor: hacer las camas, limpiar el polvo o fregar el suelo son como las oraciones que se recitan en las letanías, gestos que apuntan al cielo".
4º Bendecir el hogar, mucho más que "agua bendita en el sofá"
Convencida no solo de que "Dios forma parte de la familia", sino de que "es tu familia", Hoyos invita a "darle una llave para que pueda entrar cuando quiera", y la mejor es la bendición del hogar. Hacerlo, dice, "es protegerlos del mal en virtud de la pasión de Cristo".
Pero bendecirlo con agua bendita "no es suficiente". "El demonio nunca se rinde. No puede soportar haber sido expulsado, así que espera pacientemente el momento óptimo para regresar. Por eso digo que no basta con que el sacerdote diga la bendición. Lo que verdaderamente nos protege es la gracia de Dios. Hace falta vivir el hogar de forma virtuosa, llevar en él una vida sacramental y de oración, perdonar y ser perdonados, que Cristo reine en el hogar, que la Virgen ejerza su maternidad espiritual sobre la familia y que San José nos custodie como hijos suyos. Hay que invitar a los tres a habitar bajo nuestro techo".
4º Que todo el que entre se sienta "como en casa"
Desde la Teología del Hogar, se contempla al hogar como "un refugio donde descansar y reponer fuerzas después de un día duro lleno de tentaciones, pruebas, caídas y sufrimientos". Por eso, dice Hoyos, "nuestra casa ha de dar acogida a las personas que habiten en ella y resultar acogedora para los que nos vistan", haciendo "todo lo posible para que se sientan cómodas". En definitiva, "que a todo el que venga, el entorno le de la suficiente confianza como para abrir el corazón, elevar el espíritu y descansar el alma".
5º Hogar católico, ergo "hermoso y bello"
En este Compendio de Teología del Hogar, la autora afirma que las familias católicas, vivan donde vivan, deben "aportar belleza" allí donde se encuentren. Y aquí entra en juego ese aparente manual de decoración que es Theology of Home: "No hace falta gastar mucho dinero. Unos jarrones, macetas de geranios en la ventana, unas velas y un edredón o una colcha sobre el sofá contribuyen a llenar de belleza una casa de forma muy simple y natural. Una habitación cambia completamente al volverla a pintar de otro color".
"Theology of Home" (Teología del hogar), de Carrie Gress y Noelle Merging es una de las primeras obras que articula esta novedosa propuesta.
6º Llevar palomitas o dejarse invitar: que el hogar hable de ti y sea único
Partiendo de la base de que "cada persona es única e irrepetible", Hoyos afirma que la fe católica en el hogar supone todo lo contrario a un hogar impersonal que no hable de los gustos de quien lo habita. Por eso, dice, "no vas a encontrar dos hogares católicos exactamente iguales, pero todos van a ser muy personales". Así, si hay sofisticadas sartenes de amantes de la cocina, lo lógico es aceptar las invitaciones que el anfitrión haga para cenar o si es cinéfilo, llevar palomitas.
Pero precisamente por esa personalidad única del hogar católico, Hoyos destaca la importancia de que si lo que se almacena en casa no expresa nada del anfitrión, es mejor deshacerse de ellos, ya que "crean un desorden innecesario y distraen de las cosas importantes". Como la gracia, dice, el hogar "cambia y crece con nosotros", por eso "mejor tirar lo que no nos representa y dejar espacio a lo que está por venir".
San José Obrero: quién fue José de Nazaret, el padre de Jesús
A san José, Dios le encomendó la enorme responsabilidad y privilegio de ser el fidelísimo esposo de la Virgen María y el custodio de la Sagrada Familia. Por eso es el santo que más cerca está de Jesús y de nuestra Madre María.
«Quiere mucho a san José, quiérele con toda tu alma, porque es la persona que, con Jesús, más ha amado a santa María y el que más ha tratado a Dios: el que más le ha amado, después de nuestra Madre. Se merece tu cariño, y te conviene tratarle, porque es Maestro de vida interior, y puede mucho ante el Señor y ante la Madre de Dios», Forja, 554.
Su fiesta es el 19 de marzo y el Papa Francisco siempre nos invita a que nos fijemos de forma especial en la figura de san José. Para eso, ha señalado cuáles son las dos virtudes únicas que definen al padre de Jesús: «José es el hombre que sabe acompañar en silencio» y es «el hombre de los sueños».
Biografía de san José de Nazaret
Tanto san Mateo como san Lucas nos hablan de san José como de un varón que descendía de una estirpe ilustre: la de David y Salomón, reyes de Israel. Los detalles de esta ascendencia son históricamente algo confusos: no sabemos cuál de las dos genealogías, que traen los evangelistas, corresponde a María y cuál a san José, que era su padre según la ley judía. Sabemos que su ciudad natal fue Belén, a donde se dirigió a empadronarse, pero en Nazaret, vivía y trabajaba.
Sabemos, en cambio, que no era una persona rica: era un trabajador, como millones de otros hombres en todo el mundo; ejercía el oficio fatigoso y humilde que Dios había escogido para sí, al tomar nuestra carne y al querer vivir treinta años como uno más entre nosotros.
La Sagrada Escritura dice que José era artesano. Varios Padres añaden que fue carpintero. San Justino, hablando de la vida de trabajo de Jesús, afirma que hacía arados y yugos (S. Justino, Dialogus cum Tryphone, 88, 2, 8 (PG 6, 687).); quizá, basándose en esas palabras, san Isidoro de Sevilla concluye que José era herrero. En todo caso, un obrero que trabajaba en servicio de sus conciudadanos, que tenía una habilidad manual, fruto de años de esfuerzo y de sudor.
De las narraciones evangélicas se desprende la gran personalidad humana de José: en ningún momento se nos aparece como un hombre apocado o asustado ante la vida; al contrario, sabe enfrentarse con los problemas, salir adelante en las situaciones difíciles, asumir con responsabilidad e iniciativa las tareas que se le encomiendan.
Quien fue san José de Nazaret en la Iglesia Católica
La Iglesia entera reconoce en san José a su protector y patrono. A lo largo de los siglos se ha hablado de él, subrayando diversos aspectos de su vida, continuamente fiel a la misión que Dios le había confiado.
- En el siglo XVII, el Papa Gregorio XV instituyó por primera vez una fiesta litúrgica en su nombre.
- En el siglo XVI, santa Teresa de Ávila, extendió su devoción que, hasta entonces, había permanecido en un discreto segundo plano.
- Durante 1870, el santo Papa Pío IX nombró a san José patrono universal de la Iglesia.
- A partir de entonces, León XIII dedicó una encíclica al santo patriarca
- A los 100 años de este documento, san Juan Pablo II escribió la exhortación apostólica Redemptoris custos.
- El papa Francisco publicó también una carta sobre san José en 2020, bajo el título Patris corde, corazón de padre.
En palabras de san Josemaría, san José es realmente «Padre y Señor, que protege y acompaña en su camino terreno a quienes le veneran, como protegió y acompañó a Jesús mientras crecía y se hacía hombre. Tratándole se descubre que el Santo Patriarca es, además, Maestro de vida interior: porque nos enseña a conocer a Jesús, a convivir con El, a sabernos parte de la familia de Dios. Este Santo nos da esas lecciones siendo, como fue, un hombre corriente, un padre de familia, un trabajador que se ganaba la vida con el esfuerzo de sus manos».
Oración mencionada en Patris corde (Con corazón de padre) y en el decreto con el que se concede el don de indulgencias especiales con ocasión del Año de san José.
Las virtudes de José de Nazaret
José obrero era un artesano de Galilea, un hombre como tantos otros. En su día solo había paternidad y trabajo, todos los días, siempre con el mismo esfuerzo. Y, al acabar la jornada, una casa pobre y pequeña, para reponer las fuerzas y recomenzar.
Pero el nombre de José significa, en hebreo, Dios añadirá. Dios añade, a la vida santa de los que cumplen su voluntad, dimensiones insospechadas: lo importante, lo que da su valor a todo, lo divino. Dios, a la vida humilde y santa de José, añadió la vida de la Virgen María y la de Jesús, Señor Nuestro.
Vivir de la fe, estas palabras se ven realizadas con creces en san José. Su cumplimiento de la voluntad de Dios es espontáneo y profundo.
Porque la historia del Santo Patriarca fue una vida sencilla, pero no una vida fácil. Después de momentos angustiosos, sabe que el Hijo de María ha sido concebido por obra del Espíritu Santo. Y ese Niño, Hijo de Dios, descendiente de David según la carne, nace en una cueva. Ángeles celebran su nacimiento y personalidades de tierras lejanas vienen a adorarle, pero el Rey de Judea desea su muerte y se hace necesario huir. El hijo de Dios es, en la apariencia, un niño indefenso, que vivirá en Egipto.
En su evangelio, san Mateo pone constantemente de relieve la fidelidad de José, que cumple los mandatos de Dios sin vacilaciones, aunque a veces el sentido de esos mandatos le pudiera parecer oscuro o se le ocultara su conexión con el resto de los planes divinos.
Fe, amor y esperanza
En muchas ocasiones los Padres de la Iglesia hacen resaltar esta firmeza de la fe de san José. La fe de José no vacila, su obediencia es siempre estricta y rápida.
Para comprender mejor esta lección que nos da aquí el Santo Patriarca, es bueno que consideremos que su fe es activa. Porque la fe cristiana es lo más opuesto al conformismo, o a la falta de actividad y de energía interiores.
En las diversas circunstancias de su vida, el Patriarca no renuncia a pensar, ni hace dejación de su responsabilidad. Al contrario: coloca al servicio de la fe toda su experiencia humana. Fe, amor, esperanza: estos son los ejes de la vida del santo y los de toda vida cristiana. La entrega de José de Nazaret aparece tejida de ese entrecruzarse de amor fiel, de fe amorosa, de esperanza confiada.
Eso nos enseña la vida de san José: sencilla, normal y ordinaria, hecha de años de trabajo siempre igual, de días humanamente monótonos, que se suceden los unos a los otros.
San José el padre de Jesús
«Tratad a José y encontraréis a Jesús» san Josemaría Escrivá de Balaguer. A través del ángel, Dios mismo le confía a José cuáles son sus planes y cómo cuenta con él para llevarlos adelante. José está llamado a ser padre de Jesús; esa va a ser su vocación, su misión.
José ha sido, en lo humano, maestro de Jesús; le ha tratado diariamente, con cariño delicado, y ha cuidado de Él con abnegación alegre. Con san José, aprendemos lo que es ser de Dios y estar plenamente entre los hombres, santificando el mundo. Tratad a José y encontraréis a Jesús. Tratad a José y encontraréis a María, que llenó siempre de paz el amable taller de Nazaret.
José de Nazaret cuidó del Hijo de Dios y, en cuanto a hombre, le introdujo en la esperanza del pueblo de Israel. Y eso mismo hace con nosotros: con su poderosa intercesión nos lleva hacia Jesús. san Josemaría, cuya devoción a san José fue creciendo a lo largo de su vida, decía que Él es realmente Padre y Señor, que protege y acompaña en su camino terreno a quienes le veneran, como protegió y acompañó a Jesús mientras crecía y se hacía hombre.
Dios exige continuamente más, y sus caminos no son nuestros humanos caminos. San José, como ningún hombre antes o después de él, ha aprendido de Jesús a estar atento y custodiarle para reconocer las maravillas de Dios, a tener el alma y el corazón abiertos.
El Papa explica su carta dedicada a san José en 2020.
La fiesta de san José
El 19 de marzo la Iglesia celebra la fiesta del santo Patriarca, patrono de la Iglesia y de la Obra, fecha en la que las personas del Opus Dei renuevan el compromiso de amor y fidelidad que les une al Señor.
La fiesta de San José pone ante nuestra mirada la belleza de una vida fiel. José se fiaba de Dios: por eso pudo ser su hombre de confianza en la tierra para cuidar de María y de Jesús, y es desde el cielo un padre bueno que cuida de la fidelidad cristiana.
Los siete domingos de san José
Son una costumbre de la Iglesia para preparar la fiesta del 19 de marzo. Dedicando al santo Patriarca los siete domingos anteriores a esa fiesta en recuerdo de los principales gozos y dolores de su vida.
La meditación de los «Dolores y gozos de san José» ayuda a conocer mejor al san José, y a recordar que también él afrontó alegrías y dificultades
Fue el Papa Gregorio XVI quien fomentó la devoción de los siete domingos de san José, concediéndole muchas indulgencias; pero Pío IX les dio actualidad perenne con su deseo de que se acudiera al santo, para aliviar la entonces aflictiva situación de la Iglesia universal.
Un día, alguien preguntó a san Josemaría cómo acercarse más a Jesús: «Piensa en aquel hombre maravilloso, escogido por Dios para hacerle de padre en la tierra; piensa en sus dolores y en sus gozos. ¿Haces los siete domingos? Si no, te aconsejo que los hagas».
«¡Qué grandeza adquiere la figura silenciosa y oculta de san José –decía san Juan XXIII– por el espíritu con que cumplió la misión que le fue confiada por Dios. Pues la verdadera dignidad del hombre no se mide por el oropel de los resultados llamativos, sino por las disposiciones interiores de orden y de buena voluntad».
Curiosidades de san José
Devoción del Papa Francisco
«Yo quisiera también decirles una cosa muy personal. Yo quiero mucho a san José. Porque es un hombre fuerte y de silencio. Y tengo en mi escritorio tengo una imagen de san José durmiendo. Y durmiendo cuida a la Iglesia. Sí, puede hacerlo. Nosotros no. Y cuando tengo un problema, una dificultad, yo escribo un papelito y lo pongo debajo de la figura del santo para que lo sueñe. Esto significa para que rece por ese problema».
La devoción de san Josemaría
San José es patrono de esta familia que es la Obra. En los primeros años, san Josemaría acudió especialmente a él para poder hacer presente a Jesús Sacramentado en uno de los primeros centros del Opus Dei. Por su intercesión, en marzo de 1935, fue posible tener al Señor reservado en el oratorio de la Academia-Residencia DYA, de la calle Ferraz, en Madrid. Desde entonces, el fundador de la Obra quiso que la llave de todos los sagrarios de los centros del Opus Dei tuviera una pequeña medalla de san José con la inscripción Ite ad Ioseph; el motivo es recordar que, de modo similar a como el José del Antiguo Testamento lo hace con su pueblo, el santo patriarca nos había facilitado el alimento más preciado: la Eucaristía.
El Santo del silencio
No conocemos palabras expresadas por él, tan solo conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de protección. Él protegió a la Inmaculada Madre de Dios y fue el padre de Jesús en la tierra. Sin embargo, no hay ninguna cita de él en los Evangelios. Más bien, fue un silencioso y humilde servidor de Dios que desempeñó su rol cabalmente.
Guardián del Señor y celebraciones en su honor
Uno de los primeros títulos que utilizaron para honrarlo fue nutritor Domini, se remonta al menos al siglo IX.
La solemnidad de san José es el 19 de marzo, y la fiesta de san José obrero (Día internacional del trabajo) es el 1 de mayo. También está incluido en la Fiesta de la Sagrada Familia (30 de diciembre) y sin duda forma parte de la historia de la Navidad.
San José y sus múltiples patronazgos
Es el patrón de la Iglesia Universal, la buena muerte, las familias, los padres, las mujeres embarazadas, viajeros, inmigrantes, artesanos, ingenieros y trabajadores. Es también el patrón de las Américas, Canadá, China, Croacia, México, Corea, Austria, Bélgica, Perú, Filipinas y Vietnam. Pidamos a San José que nos siga ayudando a acercarnos a Jesús Sacramentado, que es el alimento del que se nutre la Iglesia. Así lo hizo junto a María, en Nazaret, y así lo hará también con ella en nuestros hogares.
Bibliografía:
- Opusdei.org.
- Romereports.com.
- Corazones.org
“El Papa es considerado una autoridad moral en mi país”
Con motivo del viaje del papa Francisco a la República Democrática del Congo y a Sudán del Sur, del 31 de enero al 5 de febrero, compartimos los testimonios de Jean Baptiste Cyaba y Jean Bruno Kambala, dos sacerdotes congoleños que estudian actualmente en la Universidad de Navarra gracias a una beca de la Fundación CARF.
Tanto Jean Baptiste Cyaba, como Jean Bruno, pertenecen a la diócesis de Mbujimayi y están cursando la licenciatura de Teología en las Facultades Eclesiásticas de la Universidad de Navarra gracias a una beca de la Fundación CARF. Esperan con entusiasmo el viaje del papa Francisco al Congo. «Deseo un excelente viaje al Papa en mi país, y que Dios atienda y cumpla todas sus oraciones en favor de la paz, del bienestar, de la justicia, de la caridad, de la dignidad de todos los países de grandes lagos. Que reine siempre Jesucristo en los corazones y en las vidas de todos mis paisanos», afirma Jean Baptiste.
Los frutos del viaje del Papa Francisco al Congo y Sudán
— ¿Cómo esperan sus compatriotas la visita del papa Francisco? ¿Cómo cree que esta visita podría mejorar las condiciones del país? Muchos cristianos de confesiones no católicas también esperan con ilusión la visita del santo padre.
Cualquiera que sea la profesión religiosa de cada uno, el papa es considerado como una autoridad espiritual de mayor relevancia. Tiene a su disposición medios espirituales eficaces para lograr la paz y el bienestar común allí donde a veces los medios humanos y materiales han fracasado.
Por su capacidad para ser escuchado por todo el mundo, su palabra puede servir para juntar y poner de acuerdo aquellos horizontes divergentes entre personas visiblemente opuestas. Su fama espiritual mundial, su autoridad en la opinión pública como el sucesor de san Pedro van a contribuir obviamente a la escucha y seguimiento de su mensaje por parte de todos.
Necesidades apostólicas del Congo
— ¿Cuáles son las necesidades apostólicas más importantes de su diócesis?
Desde mi punto de vista, las necesidades apostólicas más importantes de mi diócesis son: seguir con el mantenimiento del clero y establecer y promover a los laicos comprometidos en la pastoral diocesana a una formación permanente y de calidad. En nuestra diócesis cunde un sectarismo violento que rechaza en bloque las posiciones oficiales de la Iglesia. Truncan la verdad sólo para atraer a la masa, mayoritariamente joven y con grandes dificultades para buscar la verdad por sí misma, en los manuales autorizados por la Iglesia que no tienen. Esta necesidad implica la creación de librerías diocesanas y el fortalecimiento de la editorial de nuestro centro pastoral, de nuestra biblioteca y de nuestros medios de comunicación para que el mensaje evangélico siga siendo escuchado mejor por el pueblo de Dios y todo el mundo.
La segunda necesidad es la de ir verdaderamente al encuentro de los más pobres de nuestra población, sobre todo en los pueblos lejanos de las ciudades, para aliviar en la medida de lo posible sus sufrimientos mediante el anuncio y la escucha de la palabra. Charlas formativas que les ayuden a descubrir las oportunidades que les ofrecen sus ámbitos de vida con el fin de sacarles provecho y poder así vivir dignamente como hijos e hijas del Padre celestial.
Las dos primeras necesidades son para mejorar el aspecto espiritual e interno de nuestra diócesis. Concibo la tercera necesidadcomo la de mejorar el aspecto físico de algunas iglesias parroquiales que carecen de infraestructuras dignas para revelar la belleza de la vida en Cristo que es la mayor meta de la Iglesia bajo el sol.
Necesidades de la Iglesia en el Congo
— ¿Y las necesidades de la Iglesia Católica del Congo?
En cuanto a la Iglesia del Congo, deseamos ver a los sucesores de los apóstoles vivir en verdadera cohesión y sin faltas en sus posiciones individuales o comunitarias, frente a las cuestiones sociales que a menudo oponen la Iglesia al Estado en interés del pueblo congoleño, sea cual sea su tendencia.
Separar la política de la religión
Pues sucede a menudo que algunas de sus posiciones, sobre todo individuales, pierden su objetividad al adoptar posturas claramente basadas en criterios no evangélicos y eclesiales, especialmente cuando se trata de la política y de lo temporal.
En definitiva, es necesario verlos sacrificarse en lugar de sacrificar la verdad para promover sólo la verdad del Evangelio, que es la única que puede oponerse a ellos mismos, al pueblo de Dios y a los políticos de cualquier horizonte, para que reine para siempre la realeza de Cristo.
La violencia terrorista
— El país vive un conflicto por amenazas terroristas del radicalismo islámico y otras cuestiones económicas debido a la riqueza del subsuelo. ¿Cuál es el papel de la Iglesia Católica para mediar en los conflictos sociales?
El papel de la Iglesia Católica desde mi punto de vista es el de recordar los principios de la Doctrina social de la Iglesia. Estos principios me parecen muy conocidos por los sacerdotes y poco divulgados en el pueblo de Dios, incluso entre los gobernantes políticos. La dignidad de la persona humana en cuanto criatura de Dios; la justicia social, fundada en una justa repartición de los bienes materiales; la subsidiaridad, según la cual el más rico tiene que ayudar al pobre, el más fuerte tiene que sostener al débil; todos ellos han de ser difundidos con mayor profundidad.
Para lograr esto, la Iglesia debe promover entre las naciones, en conflicto al Este de nuestro país, un dialogo sobre los verdaderos valores como las virtudes de la verdad, la justicia, la caridad, la paz, dando claramente razón al que la tiene y aconsejando al que no la tiene una manera de vivir más justa y solidaria.
Jean Bruno Kambala
Jean Bruno, que estudia el doctorado en Derecho Canónico, espera con ilusión el viaje del papa Francisco al Congo: «Los congoleños esperan la llegada del santo padre Francisco con todo corazón. Hacía tiempo que el país no recibía una visita apostólica desde que el papa Juan Pablo II nos visitó el 2 de mayo 1980. Yo ni había nacido. Por eso, podemos decir que es como la primera vez que recibimos al santo padre», afirma.
Para él, «esta visita apostólica es deseada no solo por los católicos, sino también por los cristianos de otras confesiones religiosas, porque el papa es pastor de los pastores y viene con un mensaje de reconciliación. Nos trae la paz y la concordia entre los pueblos. Necesitamos la paz de Dios a través de su enviado el santo padre Francisco y nada más».
Facilitar la evangelización
«Las necesidades apostólicas más importantes de nuestra diócesis de Mbuji-Mayi, y las de nuestro país del Congo, son muchas. Por citar algunas de ellas: en primer lugar, la única y la primera necesitad apostólica que tenemos a nivel de la diócesis y del país es la de la evangelización. Para facilitar esta evangelización, hay que tener acceso a los medios de comunicación (la televisión, la radio, el internet etc.); las infraestructuras (carreteras, puentes etc.) y también a los medios de transporte que es un problema grave para mi diócesis y para algunas otras del país».
Acceso a servicios sociales básicos
«En segundo lugar, no hay acceso para todos a los servicios sociales básicos como la educación (infraestructuras escolares y universitarias, la calidad de la enseñanza, la salud, los parques), porque ellos facilitan también la evangelización. No hay agua a disposición de todos ni electricidad. Sin electricidad, no podemos alcanzar todos estos medios de evangelización. La realización de todo eso facilitara la evangelización que es un deseo y necesitad apostólicos para nosotros».
Conflictos por la riqueza del subsuelo
En cuanto a los conflictos de su país, Jean Bruno considera que, más que por amenazas terroristas del radicalismo islámico, son debidos a la riqueza del subsuelo que está siendo utilizada por la política a nivel internacional. «Hemos perdido muchos de nuestros compatriotas a causa de esta riqueza. La sangre fluye hasta ahora como lo que ha pasado recientemente el 15 de enero en una iglesia pentecostal en el pueblo de Kasindi, situado más o menos a 80 kilómetros de la ciudad de Beni. Los actos terroristas se multiplican de día en día en la parte oriental del país. Hay muchos grupos rebeldes (M23, ADF, FDLR…) en esta parte del país apoyados por la mano extranjera que gana y disfruta. Cuando ellos ganan, los demás mueren cada día», se lamenta.
El papel de la Iglesia Católica tras la visita del Papa
Para este sacerdote, la Iglesia Católica, en medio del pueblo, debe jugar el papel de mediación para facilitar el acuerdo entre las partes en conflicto. «Nuestro presidente buscó el camino de la paz, pero sin éxito. Por eso, creemos que, con el viaje del papa Francisco al Congo, con su mensaje de reconciliación, el país tendrá la paz porque la verdadera paz viene de Dios. La Iglesia debe ser neutra y tomar sus responsabilidades, unir las partes como nos pide san Pablo en su primera carta a los Corintios (1cor. 1,10-11) para que no haya divisiones en medio de nosotros. La Iglesia no debe perder este sentido».
Para terminar, considera que la Iglesia del Congo tiene muchas dificultades y el único que puede realizar el cambio para que vaya adelante es el romano pontífice. «La Iglesia es la Iglesia de Cristo y no de alguien como lo piensan muchos. La Iglesia tiene su derecho, su legislación y tenemos que seguirlo», concluye.
Marta Santín,
Periodista especializada en información religiosa.
Los siete pecados (y las siete neurosis) capitales
La virtud se opone al vicio, pero también a la exageración anti vicio
Uno de los temas más populares de los libros sobre moral son los siete pecados capitales.
Este recuento de vicios, enumerados por primera vez por los monjes cristianos orientales, constituye tal cuidadoso modo de diagnosticar el comportamiento humano, que personas de todos los siglos y credos lo han tomado como base (positiva y negativa) para hablar de ello.
Pero yo he decidido hacer algo diferente.
Adopté algo que encontré en la forma en que santo Tomás trató estos males. Sí, él hablaba del pecado, y de la “virtud opuesta”.
Pero como buen aristotélico, sabía que el razonamiento moral no es una línea unidimensional que va de derecha a izquierda, con el pecado en un extremo y la virtud en el otro.
En cambio, el veía un triángulo, con un tipo de vicio en un extremo, un vicio contrario en el lado opuesto (o lo que en nuestros días llamaríamos una “neurosis”), y por encima de ellos, en la parte de arriba de la pirámide, la virtud que corona como la “medalla de oro”.
Cada pecado capital incluye el abuso o el uso perverso de una cosa buena hecha por Dios.
Pero hay más de una forma de abusar de algo, y en general hay una forma clara para que cada uno de nosotros (dependiendo de nuestro estado de vida) utilice bien ese algo.
Lujuria-castidad-frigidez
Por ejemplo, hablando de uno de los ejemplos que más le gusta a la gente, el sexo: uno podría caer en el pecado capital de la lujuria, y participar y u obsesionarse con el sexo ilícito.
Pero si logras vivir la castidad, colocarás el sexo en su contexto adecuado: el matrimonio.
O –y esto es lo bueno– si estás dominado por el miedo al pecado o por el desprecio a la creación carnal, podrías desarrollar una fobia hacia algo bueno que Dios ha hecho, y caer en la neurosis de la frigidez.
Los matrimonios sin sexo que terminan en divorcio surgen de este particular vicio. El célibe que mira con desprecio a los casados es igualmente culpable.
Lo mismo se puede aplicar a cada uno de los otros seis pecados capitales:
Avaricia-generosidad-despilfarro
El avaro tiene un apego demasiado fuerte a las cosas buenas que vienen del trabajo duro y la administración prudente.
El generoso ama la riqueza en su justa medida, y han dominado el arte de compartirla.
El manirroto, por su parte, trata la riqueza con desdén cansado y la desperdicia despreocupadamente, seguro de que de alguna le caerá aún más del cielo.
Gula-templanza-abstinencia desordenada
El glotón se harta de darse a sí mismo placeres carnales, como alimento o bebida, en cantidades erróneas o de forma equivocada, y no importa si eres fanático de la cantidad o de la calidad.
Una templanza sana mantiene los apetitos bajo el gobierno de la razón y del dominio de sí.
Pero la abstinencia de los gnósticos enseña a ver la comida como unidad nutricional intercambiable, y el vino como algo malo en sí mismo.
Ira-paciencia-servilismo
En el polo opuesto de la ira mortal no sólo está la santa paciencia, sino el servilismo masoquista, que nos enseña a dejar que gane el agresor y que triunfe el matón, a costa de la próxima víctima que se atreva a cruzarse en su camino.
Pereza-diligencia-fanatismo
La pereza no es tanto un pecado de dejadez, sino más bien de apatía, de la suerte que puede llevar a la desesperación.
El diligente aprende cómo dedicarse a algo con sana renuncia y con una apreciación realista de sus limitaciones y debilidades.
Y el fanático se lanza de cabeza contra la pared, atormentando a la gente que le quiere, y si no se autoinmolan, al final se queman y se hunden en… la apatía.
Orgullo-humildad-escrupulosidad
La vanagloria enseña a la gente a adorarse a sí misma y a estar orgullosa de cosas irreales, o de cosas de las que no tienen ningún mérito, como el que está orgulloso de ser guapo, o blanco, o alto.
Se puede contrarrestar este vicio mediante la práctica crudamente honrada de la humildad, que admite francamente sus méritos y sus deméritos.
O bien, puede entrar en pánico ante la posible perspectiva, aunque fuese remota, de estar orgulloso de algo, y aprender a despreciarse a sí mismo, haciéndose trizas mediante la escrupulosidad (ese fue el pecado que incitó a Martin Luther para dejar el sacerdocio).
Envidia-magnanimidad-pusilanimidad
Lo opuesto de la envidia, el pecado del diablo que odia el bien por ser bueno, no es la magnanimidad de las grandes almas, sino ese tímido y vacuo pecado llamado pusilanimidad, ese tipo de actitud que lleva al siervo a enterrar el tesoro de su amo en el jardín.
Por ello, lo opuesto al crudamente feo arte religioso moderno es el también feo arte devocional empalagoso.
El buen arte religioso logra encontrar la belleza en nuestro estado caído y trasciende a ambos, ya que sus creadores han elevado sus almas y perfeccionado sus técnicas.
Reacciones exageradas para sentirse seguros
Gran parte de los problemas y de las neurosis que encontramos en los círculos religiosos de la gente no vienen tanto de personas que hayan caído en pecados capitales –aunque también hay una parte de ello–.
Más bien vienen de personas bien intencionadas que sin darse cuenta han reaccionado de forma exagerada a un pecado abrazando el vicio opuesto, sólo por estar en el lado seguro (por poner ver un ejemplo aleccionador, recordemos cómo el Padre de la Iglesia Orígenes trató de acabar con la lujuria «cortando» el pecado en su raíz… extirpándose el miembro viril).
Tal vez la razón por la que vemos tanta mediocridad y murmuración neurótica en los círculos cristianos fieles es que hemos perdido de vista a santo Tomás, y su conciencia de que la virtud es compleja, frágil, y normalmente activa.
Tenemos que trabajar para formarnos adecuadamente, orar para tener una buena orientación, y utilizar la mente que Dios nos dio para averiguar -a la luz de la razón- lo que Dios realmente quiere de nosotros.
Puede que no sea exactamente lo que esperas. Dios está lleno de sorpresas.
Por John Zmirak
Noviazgo: Qué hacer con las heridas emocionales que lleva cada uno
Conocerse y darse a conocer. Son dos claves para que el noviazgo lleve a un matrimonio sólido. María Álvarez de las Asturias, del Instituto Coincidir, nos habla de ellas
En las últimas semanas he tenido la oportunidad de hablar con varios grupos de universitarios sobre noviazgo y matrimonio. Recorríamos el camino del amor que lleva a un chico y una chica desde el primer chispazo de atracción a iniciar una relación para conocerse, ir profundizando y creciendo en ese amor y valorar si quieren plantearse un proyecto de vida juntos.
En este itinerario, les hacía ver la importancia de dedicar tiempo a conocerse para poder vivir las relaciones de amor en la verdad. Y les mostraba cómo el amor no puede separarse de la verdad y la libertad.
Si no conozco a la otra persona, no puedo decidir libremente si quiero o no vivir mi vida con ella. Y en sentido inverso, si no me doy a conocer, la otra persona no podrá decidir con libertad si quiere unir su vida a mí.
La doble elección
Y es que, cuando nos estamos planteando el matrimonio, hacemos una doble elección:
- Elegimos a una persona: «Te elijo a ti y me entrego a ti», el amor nos lleva a querer compartir la vida con la persona a la que amamos.
- Elegimos la forma de relación en la que queremos vivir nuestro amor: ¿como pareja de hecho, como unión matrimonial civil o canónica? Es una decisión que es importante valorar y elegir, también desde la libertad.
Hablando de circunstancias que conviene tener en cuenta para poner unas buenas bases a la relación, les decía que es bueno ser conscientes de que todos tenemos heridas. Incluso si hemos vivido en una familia que nos ha querido mucho, siempre hay alguna herida -más o menos grande- causada por algo que nos han hecho o por algo que no nos han dado como necesitábamos.
Antes de poner ejemplos para entenderlo mejor, me gustaría aclarar que las heridas emocionales no necesariamente son consecuencia de hechos objetivamente graves. Pero es que cuando hablamos de sufrimiento emocional no hay que compararse: tal vez lo que te ha pasado a ti es más grave que lo que me ha ocurrido a mí. Pero eso no me quita mi dolor ni mi herida.
Como digo, las heridas pueden ser:
-por algo que nos han hecho (por ejemplo, cualquier tipo de abuso; pero también por cosas menos graves objetivamente -por ejemplo, comentarios sobre el aspecto físico- que nos han causado daño provocando inseguridad y falta de autoestima);
-por algo que no hemos tenido cuando lo necesitábamos (por ejemplo, la presencia de padre y madre en la infancia; pero también que nos manifestaran el cariño de una forma distinta a la que hemos recibido);
-o por algo que uno mismo ha hecho directa o indirectamente y le duele (por ejemplo, un aborto; pero también una traición a un amigo o amiga, una ruptura anterior…)
Que las heridas no nos determinen
Las heridas que tenemos indudablemente influyen en nuestra forma de ser y de querer; lo importante es que, aún influyendo, no nos determinen.
Volviendo a lo que decía sobre elegir a una persona y para vivir una relación de amor: si tengo una herida causada porque no he tenido a mi padre o a mi madre en la infancia, quizás esa carencia me lleve a buscar no una relación de pareja, de igual a igual, sino una persona que haga de padre o madre.
Por eso es recomendable que cada uno conozca sus heridas, grandes o pequeñas. Porque reconocerlas es el primer paso para curarlas. El segundo es poder expresarlas: contar a otra persona lo que sientes, lo que te duele, lo que te da miedo… es sanador. Tal vez, además, hará falta una ayuda especializada: depende de la herida. Pero siendo consciente de lo que te pasa, ya no determina tus decisiones. Y así podremos amar desde la libertad de ser uno mismo y no desde las carencias provocadas por heridas.
Por María Álvarez de las Asturias
Las pandillas y la trama violenta que las une y las enfrenta ya no es un problema de países centroamericanos y del Caribe, o de algunas zonas de Estados Unidos. La ciudad de Madrid, por ejemplo, como otras grandes ciudades españolas, registran en los últimos tiempos un número significativo de delitos vinculados a estos grupos. Se calcula que en España pueden estar operando alrededor de siete u ocho grupos perfectamente organizados.
La opinión pública suele vincular estos grupos a jóvenes varones de origen latinoamericano. Los datos que los expertos manejan apuntan, sin embargo, a un número creciente de jóvenes, chicos y chicas, con un porcentaje elevado de menores de edad que han nacido en España, o son hijos de familias de origen español. No todas sus actividades son violentas, pero la violencia se convierte en muchos casos en un modo de expresión que les permite ser socialmente reconocidos. La cuestión es que la violencia está directamente relacionada con la comisión de delitos por los que, tarde o temprano, van a acabar pagando.
Pedro García
Toda ley “integral” moderna que se precie, aparte de entrar a saco en infinidad de normas vigentes, crea un órgano administrativo, un observatorio, una agencia, un sistema de vigilancia y control, que suele añadirse a lo ya existente. Además, impone tareas inútiles a millones de personas, mientras siguen creciendo los males que se desean erradicar.
Así, una queja no infrecuente de los profesionales de la sanidad –pública y privada- es el exceso de tiempo burocrático, en detrimento de la función propia del cuidado de los enfermos. Desde luego, en la sanidad serán necesarias cada vez más personas, por el envejecimiento de la población y el progresivo aumento de la esperanza de vida. Se trata de profesiones hondamente vocacionales, que merecen de la sociedad y del estado más reconocimiento y apoyo, y no sólo aplausos admirativos. La persistencia de viejos modelos está en el origen de la exasperación de tantos facultativos que ha dado lugar a huelgas insólitas, como las de enfermeras británicas, por vez primera en su larga historia; o la de los médicos liberales franceses que cumplen con abnegación buena parte de la tarea que en España asumen los ambulatorios urbanos y los médicos rurales.
En el campo educativo, la pirámide demográfica explica la disminución de alumnos. El mundo desarrollado aseguró en el siglo XX la universalización de la enseñanza primaria. Más de uno recordará aquellos comienzos de curso en grandes ciudades en que, como consecuencia de las migraciones, fue preciso improvisar con barracones y prefabricados. Pero el problema comienza a ser el contrario: habrá que cerrar aulas y escuelas. No tengo datos de España, pero en la rentrèe francesa del próximo septiembre, se estima que habrá 70.000 alumnos menos, y se amortizarán 1.500 plazas de profesores. Un alivio quizá para las autoridades: las condiciones de trabajo atraen cada vez menos a los candidatos a completar los claustros.
JD Mez Madrid
Se maravilló de la imagen de la mujer
El problema del feminismo es anterior y más profundo a su evolución histórica o al hecho de que haya divisiones a la hora de enarbolarlo. Si bien ha alcanzado hitos importantes y necesarios, todavía no ha sido un éxito porque ha partido de una premisa incompleta.
En los albores, reclamó lo que Virginia Woolf llamaba una “habitación propia”, es decir, un horizonte de desarrollo personal, libertad para tener un boceto vital propio, responsable, adulto, unido la mayoría de las veces al proyecto más amplio de la familia. Una pretensión justa. Sin embargo, si en muchos casos no ha conseguido dar más felicidad a las mujeres es porque ha faltado una base antropológica. Para saber qué piden las mujeres necesitan saber quiénes son. Y para responder a esta pregunta es preciso el varón.
Quizás, lo que falta proclamar en un día como el “Día Internacional de la Mujer” éste es que hombres y mujeres somos maravillosamente diferentes y, por eso, ineludiblemente complementarios. Lo que ayuda a una mujer a descubrirse como tal es un hombre. Y viceversa. La complementariedad, por tanto, no se refiere a la relación amorosa, sino que tiene que ver con que a cualquier persona le hace falta el resto de la realidad. Es decir, no se aplica a un estado civil, sino a no vivir aislados, a reconocer que la propia existencia tiene sentido en medio del mundo.
Cuando Adán despertó de su sueño vio a Eva. Al contemplarla, descubrió que era carne de su carne y hueso de sus huesos, una carne y unos huesos distintos al resto de los seres vivos. Y se maravilló de la imagen de la mujer, que no sólo le reveló su identidad, sino que le evocó otra Imagen a la medida de la cual ambos habían sido creados.
Domingo Martínez Madrid
Algo que les “solucionase” la vida
Nunca me ha gustado la expresión “mercado de trabajo”. La ley de la oferta y la demanda no sirve para todo, ni menos aún para las circunstancias prevalentemente personales. Y la realidad es que están cambiando, a mi juicio para bien, muchos datos que estaban en el origen de las políticas sociales.
A la salida de la pandemia, se observa cómo crecen tendencias en las jóvenes generaciones. Una de estas es el rechazo del trabajo como fin en sí mismo, o con la única finalidad de conseguir dinero. Cada vez cuentan más las características del empleo, su componente completivo de la personalidad, la posibilidad de crecimiento humano, la satisfacción ante un servicio prestado con visión universal.
A los mayores nos asombra que tantos jóvenes cambien de trabajo con frecuencia y no tengan prisa por encontrar uno nuevo. Muchos querrían que sus hijos tuvieran algo que les “solucionase” la vida. No entienden –como tampoco gobernantes que apuestan por el mero trabajo indefinido- que la temporalidad es un signo de nuestro tiempo, facilitada además por las prestaciones propias del estado del bienestar: renta básica o mínima, cobertura del desempleo, sanidad universal, formación profesional gratuita, etc.
Además, quienes prefieren la seguridad a la antigua usanza, cuentan si quieren con la hipertrofia de las administraciones públicas y el consiguiente aumento de plazas de funcionarios, jurídicamente inamovibles. Por si fuera poco, y al margen de identidades políticas, se repite ahí el fenómeno del tránsito de lo interino a lo definitivo, sin apenas esfuerzo personal añadido, algo muy probablemente injusto.
Jesús D Mez Madrid
La maternidad subrogada, de nuevo a escena
31 DE MARZO DE 2023
Javier Nanclares Valle
Profesor de Derecho Civil y director del Máster de Derecho de Familia de la Universidad de Navarra
La reciente noticia de la maternidad de Ana Obregón merced al recurso a una gestación subrogada realizada en Estados Unidos ha generado un notable revuelo mediático, fruto de combinar la celebridad del personaje, un clásico de la prensa rosa a lo largo de las últimas décadas, con sus circunstancias personales y con la propia modalidad elegida para ser madre.
Parto de la base de que el deseo de tener descendencia me parece absolutamente respetable y legítimo. Pero no todos los medios empleados para lograr satisfacer ese deseo disfrutan de tal legitimidad. En este caso, el medio al que ha recurrido la actriz ha sido un contrato de gestación por sustitución suscrito a través de una agencia estadounidense dedicada a esta actividad, sin duda lucrativa.
Si Ana Obregón ha contratado en dicho país a una madre gestante para que geste, alumbre y renuncie a la hija nacida de una fecundación heteróloga es porque, por razones evidentes, no podía ser madre por naturaleza, y porque resultaba altísimamente improbable (por razones de edad, reflejadas en el art. 175.1 del Código civil) que pudiese satisfacer su deseo de maternidad por vía adoptiva. Si ha acudido al empleo de técnicas de reproducción humana asistida es para conseguir lo que no habría podido lograr ni por naturaleza ni por adopción. Y, más en concreto, si ha recurrido a una maternidad subrogada en Estados Unidos es para soslayar las limitaciones que le impone la legislación española, que se muestra contraria a dicha práctica.
En derecho español, los contratos de gestación por sustitución son nulos, al margen de que la mujer cobre o no una remuneración por ofrecer su cuerpo para gestar al hijo y por renunciar a su maternidad (artículo 10 de la Ley 14/2006 sobre técnicas de reproducción humana asistida). Lo anterior, como es natural, no significa que el hijo no tenga progenitores: será madre quien lo alumbre (omito aquí, por simplificar las cosas, las curiosas novedades que aporta la Ley trans 4/2023, que conducirían a admitir que puede ser un varón registral quien dé a luz a la criatura) y será padre quien biológicamente lo sea y logre quedar determinado como tal mediante sentencia firme. Quien sea pareja de éste, y también comitente, tendrá que recurrir a la adopción.
La oposición a los contratos de gestación por sustitución se ha visto reforzada recientemente por la Ley Orgánica 1/2023, de 28 de febrero, en cuya Exposición de Motivos se califica a esta práctica como ilegal y como una forma grave de violencia reproductiva, lo que conduce a que se prohíba su promoción comercial y se impulsen campañas institucionales para “desmitificarla”.
Hasta aquí, sintéticamente, lo que dicen las normas españolas. Otra cosa es su aplicación práctica cuando, como sucede en el caso de Ana Obregón, nos encontramos ante una maternidad subrogada realizada en un país donde está permitida. Surge la duda de si esa maternidad, legal en Estados Unidos, ha de ser reconocida por el Derecho español e inscrita en nuestro Registro civil. Y es entonces cuando nos encontramos con la diversidad de criterios de la Dirección General de Seguridad Jurídica y Fe Pública (encuadrada en el Ministerio de Justicia) y del Tribunal Supremo español.
Para la primera, si la determinación de la filiación a favor de los comitentes (en este caso, Ana Obregón) se realiza mediante una resolución judicial dictada por tribunal extranjero competente, esa filiación podrá ser reconocida e inscrita en España (Instrucción de 5 de octubre de 2010, ratificada por la Instrucción de 18 de febrero de 2019).
En cambio, para nuestro Tribunal Supremo, la gestación por sustitución es contraria al orden público, por constituir un atentado contra la dignidad del hijo (al que se cosifica y convierte en objeto de un negocio, disponiéndose de su estado civil) y de la madre gestante (cuyas funciones reproductivas son mercantilizadas y cuya situación, frecuentemente, de necesidad económica es aprovechada por terceros), lo que conduce a que la filiación a favor de quien contrató esa gestación por sustitución no puede ser inscrita por esta vía en el Registro Civil (Sentencia de 6 de febrero de 2014 y Auto de 2 de febrero de 2015). Esto llevará a aplicar el artículo 10 de la Ley 14/2006, antes citado: será madre la que alumbró al hijo, por mucho que no desee serlo. Y la actriz comitente deberá recurrir a la adopción de la niña, en el caso de que así lo estime oportuno la autoridad judicial y de que exista una situación de facto de cuidado de la pequeña, cuya preservación y juridificación por vía adoptiva se estime adecuada al interés superior de la niña.
Si, como parece más que probable, la comitente ha aportado el deseo de ser madre y el dinero para lograrlo, pero no sus óvulos, el supuesto de hecho se asemejará mucho al que dio lugar a la Sentencia del Tribunal Supremo de 31 de marzo de 2022, donde el tribunal, por unanimidad, rechazó la pretensión planteada y criticó duramente tanto tales prácticas (especialmente cuando, como en el caso de Ana Obregón, rayan la venta o tráfico de niños), como la inacción de las autoridades españolas frente al hecho de que un niño nacido en el extranjero fruto de una gestación por sustitución entre sin problemas en España y acabe integrado en un determinado núcleo familiar durante un tiempo prolongado, generando así una situación de hechos consumados que aboca a los jueces a decretar la adopción a favor de quien vulneró conscientemente la ley española.
El caso de Ana Obregón ha agitado un debate de fuerte contenido axiológico. De un lado, el irrestricto voluntarismo, azuzado por la técnica; de otro, el respeto de la dignidad humana y la oposición a la mercantilización de la vida y de la filiación. De momento, parece que la posición del legislador español y del Tribunal Supremo es clara al respecto. Veremos qué depara el futuro.
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