Las Noticias de hoy 3 Septiembre 2022

Enviado por adminideas el Sáb, 03/09/2022 - 12:30

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Ideas Claras

DE INTERES PARA HOY    sábado, 03 de septiembre de 2022      

Indice:

ROME REPORTS

Catequesis del Papa: ¿Qué significa discernir?

 El Papa: “La Palabra de Dios hoy despierta el estupor de ser Iglesia”

El Papa en L’Aquila: “La misericordia es saberse amado en la miseria”

LA FE DE SANTA MARÍA : Francisco Fernandez Carbajal

Evangelio del sábado: el Hijo del Hombre es señor del sábado

“Está allí, con su Carne y con su Sangre” : San Josemaria

Retiro de septiembre #DesdeCasa (2022)

Os he llamado amigos (I): ¿Dios tiene amigos? : Giulio Maspero y Andrés Cárdenas

La Belleza de la Liturgia (9). Ofrecer culto perfecto : José Martínez Colín.

Luis Alberto Rosales: “La labor de CARF sale adelante porque hay tres santos muy empeñados en ello”

El catecismo más antiguo de la historia cristiana data del siglo I – La Didaché

Conocimiento científico y libre albedrío : Manuel Ribes

Matar nunca es un derecho

Eutanasia a personas con tetraplejia: un nuevo atentado a la dignidad humana : Julio Tudela, Cristina Castillo

Vida. :    José Luis Velayos

 Nadar contracorriente: Jorge Hernández Mollar

Todos : Jesús Martínez Madrid

La delicadeza del amor : Jesús Domingo Martínez

El doctorado de Edith Stein : Pedro García

El “pájaro” de la Moncloa va a la América Española : Antonio García Fuentes

 

ROME REPORTS

 

Catequesis del Papa: ¿Qué significa discernir?

El discernimiento es un acto importante que concierne a todos

 

© Vatican Medi

 

 

 

 

 

La Audiencia General de este miércoles 31 de agosto de 2022, se celebró a las 9:00 horas en el Aula Pablo VI, donde el Santo Padre Francisco se reunió con grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.

En su discurso en italiano, el Papa, iniciando un nuevo ciclo de catequesis sobre el Discernimiento, centró su meditación en el tema: ¿Qué significa discernir? (Lectura: Mt 13:44, 47-48).
Después de resumir su catequesis en las diferentes lenguas, el Santo Padre dirigió expresiones especiales de saludo a los fieles presentes. A continuación, hizo un llamamiento por la Jornada Mundial de Oración por la Creación que se celebrará mañana y por los acontecimientos violentos que han tenido lugar en Bagdad en los últimos días.

La Audiencia General concluyó con el rezo del Pater Noster y la Bendición Apostólica.

A continuación, sigue la catequesis completa del Papa Francisco:

***

Catequesis sobre el discernimiento 1. ¿Qué significa discernir?

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

Hoy comenzamos un nuevo ciclo de catequesis: hemos terminado la catequesis sobre la vejez, ahora iniciamos un nuevo clico sobre el tema del discernimiento. El discernimiento es un acto importante que concierne a todos, porque las elecciones son una parte esencial de la vida. Discernir las decisiones. Uno elige la comida, la ropa, un curso de estudio, un trabajo, una relación. En todos ellos se realiza un proyecto de vida, y también se concreta nuestra relación con Dios.

En el Evangelio, Jesús habla del discernimiento con imágenes tomadas de la vida ordinaria; por ejemplo, describe al pescador que selecciona los peces buenos y descarta los malos; o al mercader que sabe identificar, entre muchas perlas, la de mayor valor. O el que, arando un campo, encuentra algo que resulta ser un tesoro (cf. Mt 13,44-48).

A la luz de estos ejemplos, el discernimiento se presenta como un ejercicio de inteligencia, y también de habilidad y también de voluntad, para aprovechar el momento favorable: son condiciones para hacer una buena elección. Es necesario inteligencia, habilidad y también voluntad para hacer una buena elección. Y también hay un coste necesario para que el discernimiento sea operativo. Para desempeñar su oficio lo mejor posible, el pescador tiene en cuenta la fatiga, las largas noches en el mar y el descarte de una parte de las capturas, aceptando una pérdida de ganancias por el bien de los destinatarios. El comerciante de perlas no duda en gastar todo para comprar esa perla; y lo mismo hace el hombre que ha tropezado con un tesoro. Situaciones inesperadas e imprevistas en las que es imprescindible reconocer la importancia y la urgencia de una decisión que hay que tomar. Cada uno debe tomar sus decisiones; no hay nadie que las tome por nosotros. En un momento determinado los adultos, libres, pueden pedir consejo, pensar, pero la decisión es propia; no se puede decir: “He perdido esto, porque lo ha decidido mi marido, mi mujer, mi hermano”: ¡no! Tienes que decidir tú, todo el mundo tiene que decidir, y por eso es importante saber discernir: para decidir bien, hay que saber discernir.

El Evangelio sugiere otro aspecto importante del discernimiento: implica los afectos. El que ha encontrado el tesoro no siente ninguna dificultad en venderlo todo, tan grande es su alegría (cf. Mt 13,44). El término utilizado por el evangelista Mateo indica una alegría muy especial, que ninguna realidad humana puede dar; y de hecho vuelve a aparecer en muy pocos otros pasajes del Evangelio, todos ellos referidos al encuentro con Dios. Es la alegría de los Magos cuando, tras un largo y penoso viaje, vuelven a ver la estrella (cf. Mt 2,10); es la alegría de las mujeres que regresan del sepulcro vacío tras escuchar el anuncio de la resurrección por parte del ángel (cf. Mt 28,8). Es la alegría de los que han encontrado al Señor. Tomar una bella decisión, una decisión correcta, siempre te lleva a esa alegría final; quizás en el camino tengas que sufrir un poco de incertidumbre, pensar, buscar, pero al final la decisión correcta te beneficia con la alegría.

En el Juicio Final, Dios obrará el discernimiento —el gran discernimiento—hacia nosotros. Las imágenes del agricultor, el pescador y el mercader son ejemplos de lo que ocurre en el Reino de los Cielos, un Reino que se manifiesta en las acciones ordinarias de la vida, que nos exigen tomar posición. Por eso es tan importante saber discernir: las grandes elecciones pueden surgir de circunstancias que a primera vista parecen secundarias, pero que resultan ser decisivas. Por ejemplo, pensemos en el primer encuentro de Andrés y Juan con Jesús, un encuentro que nace de una simple pregunta: «Rabí, ¿dónde vives?» — «Venid y veréis» (cf. Jn 1,38-39), dice Jesús. Un intercambio muy breve, pero es el comienzo de un cambio que, paso a paso, marcará toda una vida. Años después, el evangelista seguirá recordando aquel encuentro que le cambió para siempre, también recordará la hora: «Eran como las cuatro de la tarde» (v. 39). Es la hora en que el tiempo y lo eterno se encontraron en su vida. Y en una decisión buena, correcta, se encuentra la voluntad de Dios con nuestra voluntad; se encuentra el camino presente con el eterno. Tomar una decisión correcta, después de un camino de discernimiento, es hacer este encuentro: el tiempo con lo eterno.

Por lo tanto: el conocimiento, la experiencia, el afecto, la voluntad: son algunos elementos indispensables del discernimiento. A lo largo de estas catequesis veremos otras, igualmente importantes.

El discernimiento —como he dicho— implica un esfuerzo. Según la Biblia, no encontramos ante nosotros, ya empaquetada, la vida que hemos de vivir: ¡No! Tenemos que decidirlo todo el tiempo, según las realidades que se presenten. Dios nos invita a evaluar y elegir: nos ha creado libres y quiere que ejerzamos nuestra libertad. Por lo tanto, discernir es arduo.

A menudo hemos tenido esta experiencia: elegir algo que nos parecía bueno y en cambio no lo era. O saber cuál era nuestro verdadero bien y no elegirlo. El hombre, a diferencia de los animales, puede equivocarse, puede no querer elegir correctamente. La Biblia lo demuestra desde sus primeras páginas. Dios da al hombre una instrucción precisa: si quieres vivir, si quieres disfrutar de la vida, recuerda que eres una criatura, que no eres el criterio del bien y del mal, y que las elecciones que hagas tendrán una consecuencia, para ti, para los demás y para el mundo (cf. Gn 2,16-17); puedes hacer de la tierra un magnífico jardín o puedes convertirla en un desierto de muerte. Una enseñanza fundamental: no es casualidad que sea el primer diálogo entre Dios y el hombre. El diálogo es: el Señor da la misión, tú debes hacer esto y esto; y el hombre a cada paso que da debe discernir qué decisión tomar. El discernimiento es esa reflexión de la mente, del corazón que debemos hacer antes de tomar una decisión.

El discernimiento es agotador pero indispensable para vivir. Requiere que me conozca a mí mismo, que sepa lo que es bueno para mí aquí y ahora. Sobre todo, requiere una relación filial con Dios. Dios es Padre y no nos deja solos, siempre está dispuesto a aconsejarnos, a animarnos, a acogernos. Pero nunca impone su voluntad. ¿Por qué? Porque quiere ser amado y no temido. Y Dios también quiere que seamos hijos y no esclavos: hijos libres. Y el amor sólo puede vivirse en libertad. Para aprender a vivir hay que aprender a amar, y para ello es necesario discernir: ¿Qué puedo hacer ahora, ante esta alternativa? Que sea un signo de más amor, de más madurez en el amor. ¡Pidamos, que el Espíritu Santo nos guíe! Invoquémosle cada día, especialmente cuando tengamos que tomar decisiones. Gracias.


Saludos:

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Hay tantos mexicanos aquí; uruguayos, colombianos, salteños, argentinos. Quiero expresar mi cercanía de modo especial a todos los que el día de ayer celebraron a Santa Rosa de Lima como su patrona, particularmente a los enfermeros y enfermeras del Perú. Pidamos al Señor que nos dé la gracia de saber discernir con libertad y amor, en los acontecimientos de la vida diaria. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

LLAMAMIENTOS

Mañana celebraremos la Jornada Mundial de Oración por la Creación, y el inicio del Tiempo de la Creación, que finalizará el 4 de octubre, fiesta de San Francisco de Asís. Que el tema de este año, “Escucha la voz de la creación”, fomente en todos un esfuerzo concreto para cuidar nuestra casa común. A merced de nuestros excesos consumistas, la hermana madre tierra gime y nos ruega que detengamos nuestros abusos y su destrucción. Durante este Tiempo de la Creación, recemos para que las cumbres COP27 y COP15 de la ONU puedan unir a la familia humana para hacer frente resueltamente a la doble crisis del clima y de la disminución de la biodiversidad.

* * *

Sigo con preocupación los acontecimientos violentos que han tenido lugar en Bagdad en los últimos días. Pidamos a Dios en la oración que dé paz al pueblo iraquí. El año pasado tuve la alegría de visitarlo, y sentí de cerca el gran deseo de normalidad y convivencia pacífica entre las diversas comunidades religiosas que lo componen. El diálogo y la fraternidad son el principal camino para afrontar las dificultades actuales y alcanzar este objetivo.


Resumen leído por el Santo Padre en español

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy iniciamos un nuevo ciclo de catequesis sobre el tema del discernimiento. Jesús nos lo presenta con imágenes de la vida ordinaria: el hombre que trabaja en el campo, los pescadores que seleccionan los peces. Estas parábolas nos presentan el discernimiento como ejercicio de la inteligencia y de la voluntad, en el que también se involucran los afectos. El hombre, al haber encontrado el tesoro, se llena de alegría y, por tal motivo, habiendo sopesado bien la situación, vende todo lo que tiene y compra el campo.

Es muy importante aprender a discernir, porque cada acción que realizamos, especialmente en los momentos cruciales de nuestra vida, tienen consecuencias trascendentes para uno mismo, para los otros y para el mundo. Así aprendemos a conocernos, y a conocer y amar lo que es bueno en cada momento. Dios quiere que ejercitemos la libertad que Él mismo nos ha dado, construyendo nuestra vida con cada decisión, lo que se convierte en una tarea exigente. Él nos sostiene en este camino, y quiere ser amado desde la libertad, y no imponiendo su voluntad.

 

 

 

 

 

 

El Papa: “La Palabra de Dios hoy despierta el estupor de ser Iglesia”

El Santo Padre celebró ayer por la tarde la Santa Misa en la Basílica de San Pedro

 

©Vatican Media

©Vatican Media

 

Ayer a las 17:30 horas se celebró la Santa Misa del Santo Padre con los nuevos cardenales y el Colegio cardenalicio en la Basílica de San Pedro. Con este acto se dan por acabadas las jornadas en las que se reunieron para reflexionar sobre la reforma de la Curia.

***

Homilía del Papa Francisco

Las lecturas de esta celebración —propias del formulario “por la Iglesia”— nos presentan un doble estupor: el de Pablo ante el designio de salvación de Dios (cf. Ef 1,3-14) y el de los discípulos —entre los cuales está también el mismo Mateo— en el encuentro con Jesús resucitado, que los envía a la misión (cf. Mt 28,16-20). Doble estupor. Adentrémonos en estos dos escenarios, donde sopla con fuerza el viento del Espíritu Santo, de modo que podamos salir de esta celebración, y de esta convocación cardenalicia, más capaces de “anunciar a todos los pueblos las maravillas del Señor” (cf. Salmo responsorial).

El himno con el que comienza la Carta a los Efesios surge de la contemplación del proyecto salvífico de Dios en la historia. Así como permanecemos encantados frente al universo que nos rodea, de la misma manera nos invade el estupor considerando la historia de la salvación. Y si en el cosmos cada cosa se mueve o está quieta según la intangible fuerza de gravedad, en el designio de Dios a través de los tiempos todo encuentra su origen, existencia, meta y fin en Cristo.

En el himno paulino, esta expresión —«en Cristo» o «en Él»— es el eje que rige todas las etapas de la historia de la salvación: en Cristo hemos sido bendecidos antes de la creación; en Él hemos sido llamados; en Él hemos sido redimidos; en Él toda criatura es conducida nuevamente a la unidad, y todos, los cercanos y los alejados, los primeros y los últimos, estamos destinados, gracias a la obra del Espíritu Santo, a ser alabanza para la gloria de Dios.

Frente a este designio, nos corresponde —como dice la liturgia— aclamar al Señor «que merece la alabanza» (Responsorio Laudes lunes IV semana): alabanza, bendición, adoración y gratitud que reconoce la obra de Dios. Una alabanza que vive de estupor, y está preservada del riesgo de caer en la rutina siempre que se inspire en la maravilla, siempre que se alimente de esta actitud fundamental del corazón y del espíritu: el estupor. Yo quisiera preguntar a cada uno de nosotros, a ustedes queridos hermanos Cardenales, a ustedes obispos, sacerdotes, consagrados, consagradas, pueblo de Dios: ¿Cómo va su estupor? ¿Siente ese estupor alguna vez? ¿O se ha olvidado lo que significa?

Este clima de estupor es el clima que respiramos adentrándonos en el escenario del himno paulino.

Si después entramos en el breve pero denso relato evangélico, si junto con los discípulos respondemos a la llamada del Señor y nos dirigimos a Galilea —cada uno de nosotros tiene su Galilea dentro de la propia historia, aquella Galilea en la que sentimos la llamada del Señor, la mirada del Señor que nos llamó; volver a aquella Galilea—, si volvemos a aquella Galilea, al monte que Él había indicado, experimentaremos un nuevo estupor. Esta vez, lo que nos maravilla no es el plan de salvación en sí mismo, sino el hecho —aún más sorprendente— de que Dios nos involucre en este designio suyo. Es la realidad de la misión de los apóstoles con Cristo resucitado. En efecto, apenas podemos imaginar el estado de ánimo con el que los «once discípulos» escucharon esas palabras del Señor: «Vayan […] hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado» (Mt 28,19-20); y después la promesa final que infunde esperanza y consuelo —hoy [en la reunión de esta mañana] hemos hablado de esperanza—: «Yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo» (v. 20). Estas palabras del Resucitado tienen aún, a dos mil años de distancia, la fuerza de hacer vibrar nuestros corazones. No termina de asombrarnos la insondable decisión divina de evangelizar el mundo a partir de ese insignificante grupo de discípulos, que —como advierte el evangelista— todavía dudaban (cf. v. 17). Pero, en definitiva, no es distinta la maravilla que nos causa si nos miramos a nosotros mismos, reunidos hoy aquí, a quienes el Señor ha repetido las mismas palabras, el mismo envío. A cada uno de nosotros, y todos nosotros como comunidad, como Colegio.

Hermanos, este estupor es una vía de salvación. Que Dios lo conserve siempre vivo en nosotros, porque eso nos libera de la tentación de sentirnos “a la altura”, de sentirnos “eminentísimos”, de alimentar la falsa seguridad de que la situación actual es en realidad distinta a la de aquellos comienzos, y de que hoy la Iglesia es grande, la Iglesia es sólida, y nosotros estamos colocados en los grados eminentes de su jerarquía —nos llaman “eminencias”—… Sí, hay algo de cierto en esto, pero también hay mucho de engaño, con el que el Mentiroso de siempre busca mundanizar a los seguidores de Cristo y hacerlos inocuos. Esta llamada está bajo la tentación de la mundanidad, que poco a poco te roba la fuerza, te roba la esperanza; te impide de ver la mirada de Jesús que nos llama por nombre y nos envía. Esta es la carcoma de la mundanidad espiritual.

En verdad, la Palabra de Dios hoy despierta en nosotros el estupor de estar en la Iglesia, el estupor de ser Iglesia. Volvamos a este estupor inicial, bautismal. Y es esto lo que vuelve atrayente la comunidad de los creyentes, en primer lugar para ellos mismos y después para todos los demás: el doble misterio de ser bendecidos en Cristo y de ir con Cristo por el mundo. Y tal estupor no disminuye en nosotros con el pasar de los años, no decae con el aumento de nuestras responsabilidades en la Iglesia. Gracias a Dios no. Se refuerza, se profundiza. Estoy seguro de que es así también para ustedes, queridos hermanos, que han entrado a formar parte del Colegio de los Cardenales.

Y nos da alegría el hecho de que este sentimiento de gratitud nos une a todos, a todos nosotros bautizados. Debemos estar muy agradecidos al Papa san Pablo VI, que ha sabido transmitirnos ese amor por la Iglesia, un amor que es ante todo gratitud, maravilla agradecida por su misterio y por el don no sólo de habernos admitido, sino de habernos implicado, hecho partícipes, es más, de hacernos corresponsables. En el Prólogo de la Encíclica Ecclesiam suam —que fue programática, escrita durante el Concilio— el primer pensamiento que anima al Papa es —cito— «que ésta es la hora en que la Iglesia debe profundizar en la conciencia de sí misma, […] de su propio origen, de su propia naturaleza, de su propia misión»; y hace referencia precisamente a la Carta a los Efesios, a «“la dispensación del misterio escondido por siglos en Dios… a fin de que venga a ser conocida… a través de la Iglesia” (Ef 3,9-10)».

Esto, queridos hermanos y hermanas, es un ministro de la Iglesia: alguien que sabe maravillarse ante el designio de Dios y con este espíritu ama apasionadamente a la Iglesia, pronto para servir en su misión donde y como quiera el Espíritu Santo. Así era Pablo apóstol —lo vemos en sus Cartas—, en quien el ímpetu apostólico y la preocupación por las comunidades están siempre acompañados, es más, precedidos por una bendición llena de grata admiración: “Bendito sea Dios…”, y llena de estupor. Y esta puede que sea la medida, el termómetro de nuestra vida espiritual. Repito la pregunta, querido hermano, querida hermana —estamos todos juntos aquí—: ¿Cómo se encuentra su capacidad de admirarte? ¿O está tan habituado, tan habituada, que la ha perdido? ¿Es todavía capaz de asombrarse?

¡Que pueda ser así también para nosotros! Asombrarnos ¡Que sea así para cada uno de ustedes, queridos hermanos Cardenales! Que nos obtenga esta gracia la intercesión de la Virgen María, Madre de la Iglesia, que guardaba y llevaba todas las cosas admirables en su corazón. Que así sea.

 

 

El Papa en L’Aquila: “La misericordia es saberse amado en la miseria”

Homilía del Papa

 

Homilía del Papa © Vatican Media

 

Alas 10 de la mañana, de este domingo, 28 de agosto de 2022, el Santo Padre Francisco presidió la Santa Misa en la plaza de la Basílica de Santa María in Collemaggio (L’Aquila).

Al final de la celebración eucarística, el Papa dirigió el rezo del Ángelus, al que siguió el rito de la apertura de la Puerta Santa, que da inicio a la 728ª Perdonanza Celestiniana, que
se celebra del 23 al 30 de agosto en la capital de los Abruzos. A continuación, el Papa Francisco, acompañado por el Eminentísimo Cardenal Giuseppe Petrocchi, Arzobispo Metropolitano de L’Aquila, pasó por delante de el mausoleo de Celestino V, donde se detuvo en oración silenciosa.

Al final de la visita, el Santo Padre se despidió de las Autoridades que le recibieron a su llegada y se trasladó en coche al Campo de Atletismo de la Plaza D’Armi, desde donde -alrededor de las 12.23 horas- salió y regresó al Vaticano.

Publicamos a continuación la Homilía que el Santo Padre pronunció durante la Celebración eucarística y palabras del Papa en el rezo del Ángelus:

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Homilía del Santo Padre

Los santos son una explicación fascinante del Evangelio. Sus vidas son un punto de vista privilegiado desde el que podemos vislumbrar la buena noticia que Jesús vino a proclamar: que Dios es nuestro Padre y que cada uno de nosotros es amado por él. Este es el corazón del Evangelio, y Jesús es la prueba de este Amor: su encarnación, su rostro.

Hoy celebramos la Eucaristía en un día especial para esta ciudad y esta Iglesia: el Perdón Celeste. Aquí se conservan las reliquias del Papa Celestino V. Este hombre parece haber cumplido completamente lo que hemos escuchado en la primera lectura: «Cuanto más grande seas, más debes humillarte; así encontrarás gracia ante el Señor» (Sir 3,18). Recordamos erróneamente a Celestino V como «el que hizo un gran rechazo», según la expresión que utilizó Dante en su Divina Comedia. Pero Celestino V no fue un hombre que dijo «no», sino un hombre que dijo «sí».

De hecho, no existe otro modo de cumplir la voluntad de Dios que asumir la fuerza de los humildes, no hay otro modo. Precisamente por serlo, los humildes aparecen como débiles y como perdedores a los ojos de los hombres, mientras que en realidad son los verdaderos vencedores, porque son los que se confían completamente al Señor y conocen su voluntad. En efecto, «a los humildes Dios les revela sus secretos, y por los humildes es glorificado» (cf. Sir 3,19-20). En el espíritu del mundo dominado por el orgullo, la Palabra de Dios para hoy nos invita a ser humildes y mansos. La humildad no consiste en menospreciarnos a nosotros mismos, sino en ese sano realismo que nos hace reconocer tanto nuestras potencialidades como nuestra miseria. Partiendo de nuestra miseria, la humildad nos hace apartar la mirada de nosotros mismos para dirigirla a Dios, a Aquel que todo lo puede y que incluso nos consigue lo que no lograríamos obtener por nosotros mismos. «Todo se puede hacer para el que cree» (Mc 9,23).

La fuerza de los humildes es el Señor, no las estrategias, los medios humanos, la lógica de este mundo, los cálculos. No, es el Señor. En ese sentido, Celestino V fue un valiente testigo del Evangelio porque no hubo lógica ni poder que pudiera apresarlo o controlarlo. En él, admiramos una Iglesia libre de la lógica mundana, que testimonia completamente ese nombre de Dios que es Misericordia. Este es el corazón mismo del Evangelio, porque la misericordia es saberse amado en la miseria. Van juntos. No se puede entender la misericordia sin comprender la propia miseria. Ser creyentes no significa acercarse a un Dios oscuro y aterrador. La Carta a los Hebreos nos lo recuerda: «Porque no os habéis acercado a lo que se puede tocar, a un fuego abrasador y a las tinieblas y a la tempestad y al sonido de una trompeta y a una voz cuyas palabras hacían rogar a los oyentes que no se les hablara más» (12,18-19). No. Queridos hermanos y hermanas, nos hemos acercado a Jesús, el Hijo de Dios, que es la Misericordia del Padre y el Amor que salva. Él es misericordia, y sólo con su misericordia puede hablar a nuestra miseria. Si uno de nosotros piensa que puede llegar a la misericordia de otra manera que no sea a través de su propia miseria, ha tomado el camino equivocado. Por eso es importante comprender la propia realidad.

Durante siglos, L’Aquila ha mantenido vivo el don que el mismo Papa Celestino V le dejó. Ese don es el privilegio de recordar a todos que con la misericordia, y sólo con la misericordia, se puede vivir con alegría la vida de cada hombre y de cada mujer. La misericordia es la experiencia de sentirse acogido, puesto en pie, fortalecido, curado, animado. Ser perdonado es experimentar aquí y ahora lo más parecido a la resurrección. El perdón es el paso de la muerte a la vida, de la experiencia de la angustia y la culpa a la de la libertad y la alegría. Que esta iglesia sea siempre un lugar en el que las personas puedan reconciliarse y experimentar esa Gracia que nos pone de nuevo en pie y nos da otra oportunidad. Nuestro Dios es el Dios de las segundas oportunidades: «¿Cuántas veces, Señor? ¿Una? ¿Siete?» – «Setenta veces siete». Es Dios quien siempre te da otra oportunidad. Que sea una iglesia del perdón, no una vez al año, sino siempre, todos los días. Porque así se construye la paz, a través del perdón que se recibe y se da.

Empezando por la propia miseria y mirando eso, tratando de encontrar cómo llegar al perdón, porque incluso en la propia miseria siempre encontraremos una luz que es el camino para ir al Señor. Él nos da luz en nuestra miseria. Esta mañana, por ejemplo, he pensado en esto cuando, mientras llegábamos a L’Aquila y no podíamos aterrizar – niebla espesa, todo estaba oscuro, no se podía aterrizar. El piloto del helicóptero daba vueltas, vueltas, vueltas…. Al final, vio un pequeño agujero y pasó por allí – lo consiguió, un maestro-piloto. Y pensé en esta miseria y en cómo ocurre lo mismo con nuestra propia miseria. Cuántas veces miramos lo que somos -nada, menos que nada- y damos vueltas, …. Pero a veces, el Señor nos hace un pequeño hueco. Métete ahí, ¡son las heridas del Señor! Ahí está la misericordia, pero está en tu miseria. Hay un agujero en tu miseria que el Señor hace para entrar en ella. Misericordia que entra en ti, en mi, en nuestra miseria.

Queridos hermanos y queridas hermanas, habéis sufrido mucho a causa del terremoto. Y como población, estáis intentando levantaros y volver a poneros en pie. Pero los que han sufrido deben ser capaces de crear un tesoro a partir de su propio sufrimiento, deben comprender que en la oscuridad que experimentaron también recibieron el don de comprender el sufrimiento de los demás. Puedes atesorar el don de la misericordia porque sabes lo que significa perderlo todo, ver desmoronarse todo lo que se había construido, dejar todo lo que te era querido, sentir el hueco que deja la ausencia de los que amabas. Puedes atesorar la misericordia porque has experimentado la misericordia.

En su vida, todo el mundo, incluso sin vivir un terremoto, puede experimentar un «terremoto del alma», por así decirlo, que nos pone en contacto con nuestra propia fragilidad, nuestras propias limitaciones, nuestra propia miseria. En esta experiencia, podemos perderlo todo, pero también podemos aprender la verdadera humildad. En esa circunstancia, podemos permitir que la vida nos amargue, o podemos aprender la mansedumbre. Así, la humildad y la mansedumbre son las características de quienes tienen la misión de atesorar y testimoniar la misericordia. Sí, porque la misericordia, cuando viene a nosotros y porque la atesoramos, también podemos dar testimonio de esta misericordia. La misericordia es un don para mí, para mi miseria, pero esta misericordia también debe ser transmitida a los demás como un don del Señor.

Sin embargo, hay una llamada de atención que nos indica si vamos por el camino equivocado. El Evangelio de hoy nos lo recuerda (cf. Lc 14,1.7-14). Jesús es invitado a cenar, según oímos, en casa de un fariseo, y observa atentamente cómo muchos corren para conseguir los mejores asientos en la mesa. Esto le da pie para contar una parábola que sigue siendo válida incluso para nosotros hoy: «Cuando seas invitado por alguien a un banquete de bodas, no te sientes en un lugar de honor, no sea que alguien más distinguido que tú sea invitado por él, y el que os invitó a los dos venga y os diga: «Por favor, deja tu lugar a esta persona y vuelve allí». Y entonces empezaréis con vergüenza a ocupar el lugar más bajo» (vv. 8-9). Demasiadas veces la gente basa su valor en el lugar que ocupa en el mundo. Una persona no es la posición que ocupa. Una persona es la libertad de la que es capaz y que se manifiesta plenamente cuando ocupa el último lugar, o cuando se le reserva un lugar en la Cruz.

El cristiano sabe que su vida no es una carrera a la manera del mundo, sino una carrera a la manera de Cristo, que dijo de sí mismo que había venido a servir y no a ser servido (cf. Mc 10,45). Si no comprendemos que la revolución del Evangelio está contenida en este tipo de libertad, seguiremos asistiendo a la guerra, la violencia y la injusticia, que no son más que los síntomas externos de una falta de libertad interior. Donde no hay libertad interior, se abren paso el egoísmo, el individualismo, el interés personal y la opresión, y todas esas miserias. Y la miseria toma el control.

Hermanos y hermanas, que L’Aquila sea realmente la capital del perdón, la capital de la paz y de la reconciliación. Que L’Aquila sepa ofrecer a todos esa transformación a la que canta María en el Magnificat: «Ha derribado a los poderosos de sus tronos y ha exaltado a los humildes» (Lc 1,52), la transformación que Jesús nos ha recordado en el Evangelio de hoy: «Todo el que se exalta será humillado, y el que se humilla será exaltado» (Lc 14,11). Y precisamente a María, a la que veneráis bajo el título de Salvación del Pueblo de L’Aquila, queremos confiarle el propósito de vivir según el Evangelio. Que su intercesión materna obtenga el perdón y la paz para el mundo entero. La conciencia de la propia miseria y la belleza de la misericordia.

Palabras en el rezo del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas!

Al final de esta celebración, nos dirigimos a la Virgen María con la oración del Ángelus.

Pero antes quiero saludar a todos los que han participado, incluso a los que han tenido que hacerlo a distancia, en casa o en el hospital o en la cárcel. Agradezco a las autoridades civiles su presencia y el esfuerzo organizativo. Doy las gracias de corazón al Cardenal Arzobispo y a los demás Obispos, a los sacerdotes, a las consagradas, a los consagrados, a las familias, al coro y a todos los voluntarios, así como a la policía y a la Protección Civil.

En este lugar, que ha sufrido una grave calamidad, quiero asegurar mi cercanía al pueblo de Pakistán afectado por las inundaciones de proporciones desastrosas. Rezo por las numerosas víctimas, los heridos y los desplazados, y para que sea rápida y generosa la solidaridad internacional.

Y ahora invoquemos a la Virgen para que, como dije al final de la homilía, obtenga el perdón y la paz para el mundo entero. Recemos por el pueblo ucraniano y por todos los pueblos que sufren a causa de las guerras. Que el Dios de la paz reavive en los corazones de los dirigentes de las naciones el sentido humano y cristiano de piedad, de misericordia. María, Madre de la Misericordia y Reina de la Paz, ruega por nosotros.

 

 

LA FE DE SANTA MARÍA

— El sábado, un día dedicado a la Virgen. Honrarla especialmente y meditar sus virtudes.

— La obediencia de la fe.

— Vida de fe de Santa María.

I. Hoy, sábado, es un día apropiado para que meditemos la vida de fe de la Virgen y le pidamos su ayuda para crecer más y más en esta virtud teologal. Desde los primeros siglos, los cristianos han dedicado este día de la semana a honrar de modo muy particular a Nuestra Señora. Algunos teólogos, antiguos y recientes, señalan razones de conveniencia para honrar en este día a nuestra Madre del Cielo. Entre otras, porque el sábado fue para Dios el día de descanso, y la Virgen fue aquella en la que –como escribe San Pedro Damián– «por el misterio de la Encarnación, Dios descansó como en un lecho sacratísimo»1; el sábado es también preparación y camino del domingo, símbolo y signo de la fiesta del Cielo, y la Virgen Santísima es la preparación y el camino hacia Cristo, puerta de la felicidad eterna2. Santo Tomás señala que dedicamos el sábado a nuestra Madre porque «conservó en ese día la fe en el misterio de Cristo mientras Él estaba muerto»3. Y además está el argumento de amor: los cristianos necesitamos un día particular para honrar a Santa María.

Desde muy antiguo, en iglesias, capillas, ermitas y oratorios se reza o se canta la Salve, u otras preces marianas, en la tarde del sábado. Y muchos cristianos procuran esmerarse este día en honrar a la Reina del Cielo: escogen una jaculatoria para repetírsela muchas veces en el día, hacen una visita a alguna persona enferma o sola o necesitada, ofrecen una mortificación que marca ese día mariano, acuden a rezar a alguna ermita o iglesia dedicada a la Virgen, ponen más atención en las oraciones que le dirigen: Santo Rosario, Ángelus o Regina Coeli, la Salve...

Existen muchas devociones marianas, y el cristiano no tiene por qué vivirlas todas, pero «no posee la plenitud de la fe quien no vive alguna de ellas, quien no manifiesta de algún modo su amor a María.

»Los que consideran superadas las devociones a la Virgen Santísima, dan señales de que han perdido el hondo sentido cristiano que encierran, de que han olvidado la fuente de donde nacen: la fe en la voluntad salvadora de Dios Padre, el amor a Dios Hijo que se hizo realmente hombre y nació de una mujer, la confianza en Dios Espíritu Santo que nos santifica con su gracia»4.

«Si buscas a María, encontrarás “necesariamente” a Jesús, y aprenderás –siempre con mayor profundidad– lo que hay en el Corazón de Dios»5. Consideremos cómo vivimos el sábado habitualmente, y si tenemos específicos detalles de cariño hacia la Virgen.

II. Busquemos hoy a Nuestra Señora meditando su fe grande, mayor que la de cualquier otra criatura. Antes de que el Ángel anunciara a la Virgen que había sido elegida para ser la Madre de Dios, Ella meditaba la Sagrada Escritura y profundizaba en su conocimiento como nunca lo hizo otra inteligencia humana. Su entendimiento, que nunca había estado afectado por los daños del pecado, y además esclarecido por la fe y los dones del Espíritu Santo, meditaría con hondura las profecías referentes al Mesías. Esta luz divina, y su amor sin límites a Dios y a los hombres, le hacían anhelar y clamar por la venida del Salvador con mayor vehemencia que los Patriarcas y todos los justos que la habían precedido. Y el Señor se complacía en esa oración llena de fe y de esperanza. Ella, con esa oración, daba más gloria a Dios que el universo entero con todas las demás criaturas.

Cuando llegó la plenitud de los tiempos, bajo la mirada amorosa de la Santísima Trinidad, ante la expectación de los ángeles del Cielo, la Virgen recibe la embajada del Ángel: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres6. Narra San Lucas que la Virgen se turbó al escuchar el mensaje del Ángel, y se puso a considerar qué significaría tal salutación7. En su alma nada se resiste, nada se opone, todo está abierto a la acción directa de Dios. En Ella no hay limitación alguna al querer divino. Dios había preparado su corazón llenándola de gracia, y su libre cooperación a estos dones la convierte en buena tierra para recibir la semilla divina. Inmediatamente prestó su asentimiento pleno, abandonada en el Señor: fiat mihi secundum verbum tuum, hágase en mí según tu palabra.

«En la Anunciación María se ha abandonado en Dios completamente, manifestando “la obediencia de la fe” a aquel que le hablaba a través de su mensajero y prestando “el homenaje del entendimiento y de la voluntad” (Const. Dei Verbum, 5). Ha respondido, por tanto, con todo su “yo” humano, femenino, y en esta respuesta de fe estaban contenidas una cooperación perfecta con “la gracia de Dios que previene y socorre” y una disponibilidad perfecta a la acción del Espíritu Santo, que “perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones” (Ibídem, 5; cfr. Const. Lumen gentium, 56)»8. En la Anunciación tiene lugar el momento culminante de la fe de María: tiene realidad lo que tantas veces había meditado en la intimidad de su corazón; «pero es además el punto de partida, de donde inicia todo su “camino hacia Dios”, todo su camino de fe»9.

Esta es la primera consecuencia de la fe de Santa María en su vida: una plena obediencia a los planes de Dios, que Ella ve con especial hondura. Mirando a nuestra Madre del Cielo vemos nosotros si la fe nos mueve a llevar a cabo la voluntad de Dios, sin poner límites; a querer lo que Él quiere, cuando quiera y del modo que quiera. Examinemos cómo aceptamos las contrariedades normales de la jornada, cómo amamos la enfermedad, el dolor, los planes que hemos de cambiar por circunstancias imprevistas, el fracaso, todo aquello que es contrario a los propios planes o modos de actuar... Pensemos si realmente los resultados positivos y también estas realidades penosas o difíciles de llevar nos santifican, o si, por el contrario, nos alejan del Señor.

III. La vida de Nuestra Señora no fue fácil. No le fueron ahorradas pruebas y dificultades, pero su fe saldrá siempre victoriosa y fortalecida, convirtiéndose en modelo para todos nosotros. «Como Madre, enseña; y, también como Madre, sus lecciones no son ruidosas. Es preciso tener en el alma una base de finura, un toque de delicadeza, para comprender lo que nos manifiesta, más que con promesas, con obras.

»Maestra de fe. ¡Bienaventurada tú, que has creído! (Lc 1, 45), así la saluda Isabel, su prima, cuando Nuestra Señora sube a la montaña para visitarla. Había sido maravilloso aquel acto de fe de Santa María: he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra (Lc 1, 38). En el Nacimiento de su Hijo contempla las grandezas de Dios en la tierra: hay un coro de ángeles, y tanto los pastores como los poderosos de la tierra vienen a adorar al Niño. Pero después la Sagrada Familia ha de huir a Egipto, para escapar de los intentos criminales de Herodes. Luego, el silencio: treinta largos años de vida sencilla, ordinaria, como la de un hogar más de un pequeño pueblo de Galilea»10.

En los años de Nazaret brilla en silencio la fe de la Virgen. El Hijo que Dios le ha dado es un niño que crece y se desarrolla como el resto de los seres humanos, que aprende a hablar, a caminar y a trabajar como los demás. Pero sabe que aquel niño es el Hijo de Dios, el Mesías esperado durante siglos. Cuando lo contempla inerme en sus brazos, sabe que es el Omnipotente. Sus relaciones con Él están llenas de amor, porque es su hijo, y de respeto, porque es su Dios. Cuando salen de su boca las primeras palabras entrecortadas, lo mira como a la Sabiduría infinita; cuando lo ve entretenido en sus juegos de niño, o fatigado –después de una jornada de trabajo junto a José, cuando ya es un adolescente–, reconoce en Él al Creador del cielo y de la tierra.

La Virgen actualizaba su fe en los pequeños sucesos de los días normales; se encendía en el trato íntimo con Jesús, y fue creciendo de día en día con esa oración continua que era la relación permanente con su Hijo, enfocando con visión sobrenatural los pequeños y grandes acontecimientos de su vida, santificando «lo más menudo, lo que muchos consideran erróneamente como intrascendente y sin valor: el trabajo de cada día, los detalles de atención hacia las personas queridas, las conversaciones y las visitas con motivo de parentesco o de amistad»11.

La fe de Santa María alcanzó su punto culminante iuxta crucem Iesu. Sin palabras, con su sola presencia en el Calvario por designio divino12, manifiesta que la luz de la fe alumbra con esplendor incomparable en su corazón.

Toda la vida de María fue una obediencia a la fe. Contemplándola se comprende que «creer quiere decir “abandonarse” en la verdad misma de la palabra de Dios viviente, sabiendo y reconociendo humildemente “¡cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos!” (Rom 11, 33). María, que por la eterna voluntad del Altísimo se ha encontrado, puede decirse, en el centro mismo de aquellos “inescrutables caminos” y de los “insondables designios” de Dios, se conforma a ellos en la penumbra de la fe, aceptando plenamente y con corazón abierto todo lo que está dispuesto en el designio divino»13.

«Nos falta fe. El día en que vivamos esta virtud –confiando en Dios y en su Madre–, seremos valientes y leales. Dios, que es el Dios de siempre, obrará milagros por nuestras manos.

»—¡Dame, oh Jesús, esa fe, que de verdad deseo! Madre mía y Señora mía, María Santísima, ¡haz que yo crea!»14, que sepa enfocar y dirigir todos los acontecimientos con una fe serena e inconmovible.

1 San Pedro Damián, Opúsculo 33, De bono sufragiorum, PL 145, 566. — 2 Cfr. G. Roschini, La Madre de Dios, Madrid 1958, vol. II, p. 596. — 3 Santo Tomás, Sobre los mandamientos, en Escritos de Catequesis, p. 239. — 4 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 142. — 5 ídem, Forja, n. 661. — 6 Lc 1, 28. — 7 Lc 1, 29. — 8 Juan Pablo II, Enc. Redemptoris Mater, 25-III-1987, 13. — 9 Ibídem, 14. — 10 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 284. — 11 ídem, Es Cristo que pasa, 148. — 12 Cfr. Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 58. — 13 Juan Pablo II, o. c., 14. — 14 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 235.

 

Evangelio del sábado: el Hijo del Hombre es señor del sábado

Comentario del sábado de la 22.ª semana del tiempo ordinario. “El Hijo del Hombre es señor del sábado”. Para los cristianos, el descanso, y especialmente el domingo, son una invitación a considerar que todo lo que existe es un gran don de Dios.

03/09/2022

Evangelio (Lc 6, 1-5)

Un sábado pasaba él por entre unos sembrados, y sus discípulos arrancaban espigas, las desgranaban con las manos y se las comían. Algunos fariseos les dijeron:

—¿Por qué hacéis en sábado lo que no es lícito?

Y Jesús respondiéndoles dijo:

—¿No habéis leído lo que hizo David, cuando tuvieron hambre él y los que le acompañaban? ¿Cómo entró en la Casa de Dios, tomó los panes de la proposición y comió y dio a los que le acompañaban, a pesar de que sólo a los sacerdotes les es lícito comerlos?

Y les decía:

—El Hijo del Hombre es señor del sábado.


Comentario

El evangelio de la misa de hoy, como el de ayer, nos recuerda otra controversia de algunos fariseos con Jesús. Estas controversias giraban en torno a elementos fundamentales de la religiosidad judía y Jesús tenía mucho interés en que sus interlocutores purificaran su forma de entenderlas. Cuando Dios pidió al pueblo de Israel vivir el sábado, y lo hizo de una forma especialmente solemne, no le impuso una carga, sino que le dio un don, porque la ley de Dios no es imposición sino una gracia, una ayuda singular dada a quien se ama de un modo especial. Pero el don es inferior al donador. Si no cuidamos los dones y profundizamos en su sentido, somos capaces de empequeñecer el don haciéndolo superior a su donador.

Para los cristianos, el precepto dominical es un don. La idea de dedicar ese día de un modo particular a dar centralidad a la Eucaristía y a dar gracias a Dios a través del descanso y el carácter festivo no es imponer, sino animar a considerar que todo lo que existe es regalo de Dios para nosotros, para que lo cuidemos, cosa que solo podremos hacer si lo miramos con agradecimiento. Al mismo tiempo, cuando este mundo pase, quien quedará es el Señor, nuestro verdadero Descanso, no el domingo, pues el domingo está al servicio del Señor. Ese es su sentido.

Dios anima a los fariseos a que no se escondan en preceptos, por muy importantes que sean, para no vivir el fundamental, el que resume toda la ley: amar a Dios con todo el corazón y amar al prójimo como a uno mismo. Si uno ama a Dios con todo el corazón, vivirá con alegría el precepto del sábado o del domingo, y comprenderá su sentido. Jesús se dirige también a nosotros a través de estas controversias, y nos pide que amamos sinceramente lo que vivimos. Que no seamos cumplidores externos. Y amar sinceramente no es sencillo, porque amar así significa implicarnos con toda nuestra persona en el objeto de nuestro amor, esto es, ponernos a su servicio: “No he venido a ser servido, sino a servir” (Mt 20,28).

 

 

“Está allí, con su Carne y con su Sangre”

"Este es mi Cuerpo...", y Jesús se inmoló, ocultándose bajo las especies de pan. Ahora está allí, con su Carne y con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad: lo mismo que el día en el que Tomás metió los dedos en sus Llagas gloriosas. Sin embargo, en tantas ocasiones, tú cruzas de largo, sin esbozar ni un breve saludo de simple cortesía, como haces con cualquier persona conocida que encuentras al paso. –¡Tienes bastante menos fe que Tomás! (Surco, 684)

3 de septiembre

El Creador se ha desbordado en cariño por sus criaturas. Nuestro Señor Jesucristo, como si aún no fueran suficientes todas las otras pruebas de su misericordia, instituye la Eucaristía para que podamos tenerle siempre cerca y ‑en lo que nos es posible entender‑ porque, movido por su Amor, quien no necesita nada, no quiere prescindir de nosotros. La Trinidad se ha enamorado del hombre, elevado al orden de la gracia y hecho a su imagen y semejanza; lo ha redimido del pecado ‑del pecado de Adán que sobre toda su descendencia recayó, y de los pecados personales de cada uno‑ y desea vivamente morar en el alma nuestra: el que me ama observará mi doctrina y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos mansión dentro de él.

Esta corriente trinitaria de amor por los hombres se perpetúa de manera sublime en la Eucaristía. Hace muchos años, aprendimos todos en el catecismo que la Sagrada Eucaristía puede ser considerada como Sacrificio y como Sacramento; y que el Sacramento se nos muestra como Comunión y como un tesoro en el altar: en el Sagrario. La Iglesia dedica otra fiesta al misterio eucarístico, al Cuerpo de Cristo ‑Corpus Christi‑ presente en todos los tabernáculos del mundo. (Es Cristo que pasa, nn. 84-85)

 

 

 

Retiro de septiembre #DesdeCasa (2022)

Esta guía es una ayuda para hacer por tu cuenta el retiro mensual, allí dónde te encuentres, especialmente en caso de dificultad de asistir en el oratorio o iglesia donde habitualmente nos reunimos para orar.

Retiro mensual de la página web del Opus Dei

01/09/2022

∙ Descarga el retiro mensual #DesdeCasa (PDF)
1. Introducción.
2. Meditación I. El encuentro con la samaritana.
3. Meditación II. Zaqueo.
4. Charla.
5. Lectura espiritual.
6. Examen de conciencia.

Retiro de septiembre #DesdeCasa (2022) from Opus Dei


Dios siempre ofrece nuevos horizontes

Introducción

“A menudo, la novedad nos da miedo, también la novedad que Dios nos trae, la novedad que Dios nos pide. Somos como los apóstoles del Evangelio: muchas veces preferimos mantener nuestras seguridades, pararnos ante una tumba, pensando en el difunto, que en definitiva sólo vive en el recuerdo de la historia, como los grandes personajes del pasado. Tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Queridos hermanos y hermanas, en nuestra vida, tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Él nos sorprende siempre. Dios es así.

Hermanos y hermanas, no nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a nuestras vidas. ¿Estamos acaso con frecuencia cansados, decepcionados, tristes; sentimos el peso de nuestros pecados, pensamos no lo podemos conseguir? No nos encerremos en nosotros mismos, no perdamos la confianza, nunca nos resignemos: no hay situaciones que Dios no pueda cambiar, no hay pecado que no pueda perdonar si nos abrimos a él.

(...) Acepta entonces que Jesús Resucitado entre en tu vida, acógelo como amigo, con confianza: ¡Él es la vida! Si hasta ahora has estado lejos de él, da un pequeño paso: te acogerá con los brazos abiertos. Si eres indiferente, acepta arriesgar: no quedarás decepcionado. Si te parece difícil seguirlo, no tengas miedo, confía en él, ten la seguridad de que él está cerca de ti, está contigo, y te dará la paz que buscas y la fuerza para vivir como él quiere.

(...) Pidamos al Señor que nos haga partícipes de su resurrección: nos abra a su novedad que trasforma, a las sorpresas de Dios, tan bellas; que nos haga hombres y mujeres capaces de hacer memoria de lo que él hace en nuestra historia personal y la del mundo; que nos haga capaces de sentirlo como el Viviente, vivo y actuando en medio de nosotros; que nos enseñe cada día, queridos hermanos y hermanas, a no buscar entre los muertos a Aquel que vive. Amén.”

Papa Francisco, Homilía de la Vigilia Pascual, año 2013.

Primera meditación

Opción 1. Meditación: El encuentro con la samaritana

Opción 2: Comentario al pasaje de la mujer samaritana en el Evangelio de san Juan.

Segunda meditación

Opción 1. Meditación: Zaqueo

Opción 2: San Josemaría. La pobreza en la familia. Conversaciones, nn 110-111.

Charla

A imagen y semejanza de Dios, nuestra felicidad consiste en amar. Texto de José Manuel Antuña, Muy humanos, muy divinos.

Lectura

Papa Francisco, Carta Apostólica Desiderio desideravisobre la formación litúrgica del pueblo de Dios.

El asombro ante el amor que Dios nos tiene y habernos dejado los modos de participar de ese amor. Publicada el 29 de junio de 2022.

Examen de conciencia

Acto de presencia de Dios

1. «Jesús, fatigado del viaje, se había sentado en el pozo (…). Vino una mujer de Samaría a sacar agua. Jesús le dijo: “Dame de beber”» (Jn 4, 6-7). ¿Soy consciente de que Jesús también está en mi camino «haciéndose el encontradizo» (Es Cristo que pasa, n. 156) para darme de beber? ¿Sé que está a mi lado, en mi familia, en mi trabajo, en los momentos de descanso, tanto cuando estoy solo como cuando estoy con los demás?

2. La samaritana le dijo a Jesús: «Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla» (Jn 4, 15). ¿Cómo me alimento con el agua viva de su Palabra, con el deseo de conocerle cada día mejor para amarle más? ¿Al leer y escuchar el Evangelio procuro descubrir lo que Dios quiere decirme?

3. «Si conocieras el don de Dios» (Jn 4, 10). ¿Me ilusiona acompañar a mis amigos hacia un encuentro personal con Cristo? ¿De qué manera secundo la inspiración del Espíritu Santo a abrirme «en abanico para llegar a todas las almas» (Surco, n. 193)?

4. Contemplar la delicadeza de Jesús con la samaritana, ¿me lleva a fomentar el amor por los míos y a tener una actitud de respeto y de comprensión? ¿Cómo lleno mi corazón de buenos deseos, afectos y sentimientos para cultivar ese amor y para custodiarlo en momentos de dificultad, tentación o duda?

5. «Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me quede en tu casa» (Lc 19, 5) ¿Me ilusiona hospedar a Dios en la vida de mi familia? ¿Intento que en mi casa se refleje un estilo de vida cristiano (caridad, justicia, pobreza, magnanimidad, etc.)?

6. «Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he defraudado en algo a alguien le devuelvo cuatro veces más» (Lc 19, 8). ¿Soy generoso al poner al servicio de los demás lo que soy y lo que tengo? ¿Cómo fomento esta generosidad en mis hijos desde que son pequeños?

7. ¿Procuro agradecer a Dios la posibilidad de contribuir con mis talentos, mi tiempo, mi dinero, etc. al cuidado de los demás? ¿Busco activamente el desprendimiento de aquello que me impide seguir al Señor con libertad?

Acto de contrición

 

Os he llamado amigos (I): ¿Dios tiene amigos?

Dios siempre ha buscado activamente la amistad con los hombres, ofreciéndonos vivir en comunión con Él. Ni la debilidad humana ni el polvo del camino le han hecho cambiar de opinión. Dejarnos abrazar por ese Amor incondicional nos llena de luz y de fuerza para ofrecerlo a los demás.

15/05/2020

Escucha el artículo Os he llamado amigos (I): ¿Dios tiene amigos?


Una pregunta frecuente que seguramente se encuentre entre nuestros mensajes en el teléfono móvil es: «¿Dónde estás?». También la habremos enviado a nuestros amigos y familiares buscando su compañía, aunque sea a distancia, o simplemente por traer a la otra persona a nuestra imaginación de una manera más concreta. ¿Dónde estás? ¿Qué haces? ¿Todo va bien? Esa pregunta es también una de las primeras frases que Dios, mientras «paseaba por el jardín a la hora de la brisa» (Gn 3,8-9), dirige al hombre. El Creador, desde el inicio de los tiempos, quería caminar junto a Adán y Eva; podríamos pensar, con cierto atrevimiento, que Dios buscaba su amistad –y ahora la nuestra– para contemplar plenamente realizada su creación.

Una novedad que va in crescendo

Esta idea, que tal vez no es totalmente nueva para nosotros, ha causado bastante extrañeza en la historia del pensamiento humano. De hecho, en uno de sus momentos de mayor esplendor, se había aceptado con resignación la imposibilidad para el ser humano de ser amigo de Dios. La razón era que entre ambos media una absoluta desproporción, son demasiado distintos[1]. Se pensaba que podría haber, como mucho, una relación de sometimiento a la que, en el mejor de los casos, podríamos acceder lejanamente a través de ciertos ritos o de ciertos conocimientos. Pero una relación de amistad era inimaginable.

Sin embargo, la Escritura presenta una y otra vez nuestra relación con Dios en términos de amistad. El libro del Éxodo no deja lugar a dudas: «El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como se habla con un amigo» (Ex 33,11). En el libro del Cantar de los Cantares, que recoge de manera poética la relación entre Dios y el alma que lo busca, a esta última la llama continuamente «amiga mía» (cfr. Ct 1,15 y otros). También el libro de la Sabiduría señala que Dios «se comunica a las almas santas de cada generación y las convierte en amigos» (Sb 7,27). Es importante notar que en todos los casos la iniciativa proviene del mismo Dios; la alianza que ha sellado con su creación no es simétrica, como podría ser un contrato entre iguales, sino más bien es asimétrica: nos ha sido regalada la desconcertante posibilidad de hablar de tú a tú con nuestro propio creador.

LA ESCRITURA ESTÁ LLENA DE EJEMPLOS QUE MUESTRAN LA LA BÚSQUEDA CONSTANTE POR PARTE DE DIOS DE ESTABLECER UNA RELACIÓN DE AMISTAD CON LOS HOMBRES

Esta manifestación de la amistad que nos ofrece Dios, la comunicación de esta novedad, continuó in crescendo a lo largo de la historia de la salvación. Todo lo que nos había dicho por medio de la alianza se ilumina definitivamente con la vida del Hijo de Dios en la tierra: «Dios nos ama no solo como criaturas, sino también como hijos a los que, en Cristo, ofrece una verdadera amistad»[2]. Toda la vida de Jesús es una invitación a la amistad con su Padre. Y uno de los momentos más intensos en los que nos transmite esta buena noticia es durante la Última Cena. Allí, en el Cenáculo, con cada uno de sus gestos, Jesús abre su corazón para llevar a sus discípulos –y a nosotros con ellos– a la verdadera amistad con Dios.

Del polvo a la vida

El evangelio de san Juan se divide en dos partes claras: la primera se centra en la predicación y en los milagros de Cristo, la segunda en su pasión, muerte y resurrección. El puente que las une es el siguiente versículo, que nos adentra en el Cenáculo: «Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, como amase a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin» (Jn 13,1). Allí estaban Pedro y Juan, Tomás y Felipe, todos los doce juntos, apoyados cada uno hacia un costado, como era costumbre en la época. Por los sucesos que se narran, probablemente era una mesa de tres lados –con forma de U– en la que Jesús se encontraba casi en un extremo, el importante, y Pedro en el opuesto, el del sirviente; es posible que estuvieran frente a frente. Jesús, en un determinado momento, a pesar de que no era una tarea que le correspondía a quien estaba situado en ese lugar preferencial, se puso de pie para realizar un gesto que quizá su Madre habría realizado muchas veces con él: tomó una toalla y se la ciñó a la cintura para quitar el polvo de los pies de sus amigos.

La imagen del polvo está presente desde el inicio en la Sagrada Escritura. En la historia sobre la creación se nos cuenta que «el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra» (Gn 2,7). Entonces, para que dejara de ser algo inanimado, muerto e incapaz de relacionarse, Dios «insufló en sus narices aliento de vida y el hombre se convirtió en un ser vivo» (Gn 2,7). Desde ese momento, el hombre experimentará una tensión que proviene de ser polvo y espíritu, una tensión entre sus límites radicales y sus deseos infinitos. Pero Dios es más fuerte que nuestra debilidad y que cualquiera de nuestras traiciones.

Ahora, en el Cenáculo, el polvo del hombre vuelve a aparecer. Cristo se dobla sobre el polvo de los pies de sus amigos, para recrearlos, devolviéndoles la relación con el Padre. Jesús nos lava los pies y, divinizando el polvo del que estamos hechos, nos regala la amistad íntima que tiene con su Padre. En medio de la emoción que le embarga, con los ojos de todos sus discípulos fijos en él, dice: «A vosotros, en cambio, os he llamado amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer» (Jn 15,15). Dios quiere compartirlo todo. Jesús nos comparte su vida, su capacidad de amar, de perdonar, de ser amigos hasta el fin.

EN EL HOMBRE COEXISTEN EL POLVO Y EL ESPÍRITU. DIOS LO SABE Y SALE A NUESTRO ENCUENTRO

Todos hemos tenido la experiencia de cómo las buenas relaciones de amistad nos han cambiado; tal vez no seríamos los mismos si no hubiésemos encontrado esas relaciones en nuestra vida. También ser amigos de Dios transforma nuestro modo de ser amigos de quienes nos rodean. Así, como Cristo, podremos lavar los pies de todos, sentarnos a la mesa de quien nos podría traicionar, ofrecer nuestro cariño a quien no nos comprende o incluso no acepta nuestra amistad. La misión de un cristiano en medio del mundo es precisamente «abrirse en abanico»[3] a todos, porque Dios sigue infundiendo su aliento al polvo del que estamos hechos y actúa en esas relaciones enviándonos su luz.

Dejarnos llevar hacia la comunión

Hemos visto que la amistad que nos ofrece Jesucristo es un acto de confianza incondicional de Dios en nosotros, que no termina nunca. A distancia de veinte siglos, en nuestra existencia diaria, Cristo nos cuenta todo lo que sabe sobre el Padre para continuar atrayéndonos a su amistad. Sin embargo, aunque esto no nos faltará, será siempre una parte, ya que «a esta amistad correspondemos uniendo nuestra voluntad a la suya»[4].

Los verdaderos amigos viven en comunión: en el fondo de su alma quieren las mismas cosas, se desean la felicidad el uno al otro, a veces ni siquiera necesitan utilizar palabras para comprenderse mutuamente; se ha dicho incluso que reírse de las mismas cosas es una de las mayores manifestaciones de compartir intimidad. Esta comunión, en el caso de Dios, más que un agotador esfuerzo en tratar de cumplir ciertos requisitos –esto no sucede entre amigos– se trata igualmente de estar el uno con el otro, de acompañarse mutuamente.

Un buen ejemplo puede ser precisamente el de san Juan, el cuarto evangelista: dejó que Jesús se acercara y le lavara los pies, se recostó tranquilamente en su pecho durante la Cena y, finalmente –tal vez sin comprender completamente lo que sucedía–, no se despegó de su mejor amigo para acompañarlo en los mayores sufrimientos. El discípulo amado se dejó transformar por Jesucristo y, de esa manera, Dios fue quitando poco a poco el polvo de su corazón: «En esta comunión de voluntades se realiza nuestra redención: ser amigos de Jesús, convertirse en amigos de Jesús. Cuanto más amamos a Jesús, cuanto más lo conocemos, tanto más crece nuestra verdadera libertad»[5].

LA COMUNIÓN ENTRE DOS AMIGOS SE MANIFIESTA, FUNDAMENTALMENTE, EN EL DESEO MUTUO DE ESTAR JUNTOS, DE ACOMPAÑARSE, DE DEJARSE TRANSFORMAR POR EL OTRO

Jesús, en esa Última Cena, nos muestra que el secreto de la amistad está en permanecer con Él: «Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí» (Jn 15,4). Es Jesús quien quiere amar en nosotros. Sin él no podemos ser amigos hasta el fin. «Por mucho que ames, nunca querrás bastante», señala san Josemaría. Pero inmediatamente añade: «Si amas al Señor, no habrá criatura que no encuentre sitio en tu corazón»[6].

***

«¿Dónde estás?» son las palabras que Dios, mientras paseaba por aquella espléndida creación que había salido de sus manos, dirigió al hombre. También ahora quiere entrar en diálogo con nosotros. Nadie, ni siquiera el más brillante de los pensadores, podía imaginar un Dios que pidiese nuestra compañía, que mendigase nuestra amistad hasta el extremo de dejarse clavar en una cruz para así no cerrarnos nunca sus brazos. Habiendo entrado en esa locura de amor, nos veremos impulsados también nosotros a abrirlos sin condiciones a todas las personas que nos rodean. Nos preguntaremos mutuamente: ¿Dónde estás? ¿Todo va bien? Y a través de esa amistad podremos devolver la belleza a la creación.

Giulio Maspero y Andrés Cárdenas


[1] Cfr. Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1159a, 4-5.

[2] F. Ocáriz, Carta pastoral 1-XI-2019, n. 2.

[3] Cfr. San Josemaría, Surco, n. 193.

[4] F. Ocáriz, Carta pastoral 1-XI-2019, n.2.

[5] Joseph Ratzinger, Homilía en la Misa pro eligendo pontifice, 18-IV-2005.

[6] San Josemaría, Via Crucis, VIII estación, n. 5.

Photo: Alex Bertha, on Unsplash

 

 

La Belleza de la Liturgia (9). Ofrecer culto perfecto

Escrito por José Martínez Colín.

Todos los hombres podemos rendir un culto digno a Dios si nos unimos a Cristo por el Bautismo.

1) Para saber

En la Biblia se presentan relatos sobre hechos históricos, pero estos además pueden ser proféticos. A estos se les suele denominar como “figuras” o “tipos” de una realidad espiritual futura. Muchas se refieren a la venida de Cristo. Por ejemplo, cuando Moisés sacrifica un cordero y su sangre sirve para librarse de la muerte. Ello es figura de Cristo que es sacrificado en la Cruz y su sangre derramada es salvación para todos. Una de esas figuras es Adán, que se denomina “tipo” de Cristo. A ella hace referencia el papa Francisco mostrando el paralelismo que se da entre Adán y Cristo: en el Antiguo Testamento se relata que cuando Dios creó a Adán, lo hizo caer en un sueño, y de su costado formó a Eva. Ahora, en el Nuevo Testamento, de Cristo dormido en el sueño de la muerte, de su costado abierto nace la nueva Eva que es la Iglesia.

Dice el papa que el paralelismo entre el primer y el nuevo Adán es sorprendente: cuando Adán ve por primera vez a Eva expresa la unidad con ella: “Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Ahora Cristo, el nuevo Adán, hace suyas esas palabras mirando a la Iglesia, a nosotros, y nos convierte en “hueso de sus huesos, en carne de su carne”. Gracias al Bautismo formamos con Cristo un solo Cuerpo, que es la Iglesia. Por ello a la Iglesia se le denomina como “Cuerpo Místico de Cristo”. Gracias a esta “incorporación” a Cristo podemos ofrecer la plenitud del culto a Dios.

2) Para pensar

Un símbolo de los Juegos Olímpicos es la antorcha que enciende la Llama Olímpica, que significa la luz del conocimiento. Para encenderla se escoge a un atleta digno. Así, en el ámbito espiritual, el hombre necesita de alguien digno que le presente a Dios nuestra adoración y nuestras peticiones. No hay, ni puede haber alguien más digno que Jesucristo. Con Cristo se da el culto perfecto, pleno y más digno. Jesús presentó a Dios Padre el acto de culto perfecto y agradable, su obediencia hasta la muerte en la Cruz. Y todos los hombres podemos rendir un culto digno a Dios si nos unimos a Cristo por el Bautismo. En la Liturgia, quien actúa es el Cuerpo Místico de Cristo, del que forman parte todos los bautizados.

3) Para vivir

A veces algunas personas piensan que no requieren de la Iglesia, y a veces ni de Jesucristo, para ser gratos a Dios, y pretenden ofrecerle un culto “directamente”. Comentan: “Yo sí creo en Dios y rezo, pero no voy a la Iglesia”. Pero ese culto no alcanza, por mucho, la perfección ni es pleno. Podría ayudar a irse acercando a Dios, pero al prescindir de Cristo, se queda lejos.

Nuestro Señor nos lo advierte: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no da fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí, y yo en él, este da mucho fruto; porque sin mí no podéis hacer nada” (Jn, 15, 4-5). Agradezcamos el don del Bautismo que nos permite unirnos al Señor y nos da la posibilidad de que nuestro culto sea grato a los ojos de Dios.

 

 

Luis Alberto Rosales: “La labor de CARF sale adelante porque hay tres santos muy empeñados en ello”

Luis Alberto Rosales es el director general de la Fundación Centro Académico Romano (CARF) que, desde 1989, ayuda a la formación de sacerdotes y seminaristas de todo el mundo en las facultades eclesiásticas de la Universidad de Navarra y en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma.

Maria José Atienza·31 de agosto de 2022·Tiempo de lectura: 6 minutos

Luis alberto CARF

Foto: Luis Alberto Rosales en la sede de la Fundación Centro Académico Romano

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Gracias a la labor de la Fundación Centro Académico Romano en sus poco más de 30 años de vida, más de 40.000 personas entre sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas han podido ampliar su formación en estas facultades para servir a la Iglesia en más de 130 países.

La realidad de este proyecto “que haría estallar la cabeza de cualquier economista”, destaca Luis A. Rosales, “es posible gracias a muchos pequeños donantes. Muchas veces no sabemos cómo van a salir las cosas y salen y yo siempre digo que es porque tenemos tres santos empeñados en esto”

La Fundación CARF nació hace ya más de 30 años. ¿Cuál fue la razón de este proyecto?

–En relación al nacimiento de CARF podemos hablar de dos orígenes: uno más cercano, el establecimiento, como tal, de la Fundación el 14 de febrero de 1989 y uno lejano. El lejano comenzó en 1978, cuando Juan Pablo II es elegido Papa. Una vez en la sede de Pedro, Juan Pablo II habló con Álvaro del Portillo, a quien conocía de las sesiones del Concilio Vaticano II y que había sucedido a Josemaría Escrivá al frente del Opus Dei, para indicarle que el Opus Dei debía establecer una universidad en Roma.

San Juan Pablo II era consciente de un punto clave del espíritu del Opus Dei que defendía san Josemaría, fallecido poco antes, era el amor a la Iglesia, al Papa y a los sacerdotes. Álvaro del Portillo le respondió que estaban las facultades eclesiásticas de Pamplona; pero Juan Pablo II insistió en la necesidad de la presencia de una universidad en Roma. Y le señaló además dos características que tenía que tener: por una parte, solidez de doctrina y además, estudios de comunicación, porque los sacerdotes tenía que saber de comunicación. A esto se sumaba la necesidad de solucionar la residencia de los sacerdotes y seminaristas que fueran a estudiar a Roma y Pamplona. Es decir, habría que hacer un seminario en Roma y otro en Pamplona y residencias…

Comenzaron entonces la búsqueda de un edificio para la universidad en Roma y para un seminario en Roma y otro en Pamplona; y comenzaron también las gestiones de créditos, alquileres, contratación de personal, servicios… Hasta que, en 1984 arranca lo que hoy es la Universidad Pontificia de la Santa Cruz.

Comenzaron a llegar los estudiantes: sacerdotes, seminaristas, religiosas y religiosos… y, en pocos años, se produjo un colapso económico. La razón es sencilla: en España, por ejemplo, tenemos muy claro “cuanto cuesta” un sacerdote; seguridad social, los sueldos… etc., pero en países como Brasil, Benin, Kenia o Nigeria, un sacerdote “cuesta” muchísimo menos, son cantidades ridículas para la Italia o la España también de entonces. Las cantidades que aportaban los superiores y obispos para sus alumnos eran ésas y, evidentemente, con lo que se puede destinar a un sacerdote en esos países no se paga una universidad privada, ni una residencia en Roma o Pamplona… Se produjo, pues, un colapso: no se podían pagar las nóminas, los servicios…

Ante este panorama, se vio la necesidad de una fundación y nace lo que hoy conocemos como CARF.

Pero no es sólo económica la razón de ser de CARF…

–No. De hecho, Álvaro del Portillo quiso que esta fundación tuviera dos misiones clave: la primera es que CARF debía difundir el buen nombre de los sacerdotes y fomentar las vocaciones sacerdotales… y la segunda, que fuera viable: que los obispos de todo el mundo pudieran tener la oportunidad de enviar a sacerdotes y seminaristas, o los superiores de órdenes religiosas a sus hermanos y hermanas, a realizar estudios en estas dos facultades eclesiásticas.

Don Álvaro, que era consultor de varias congregaciones vaticanas, era consciente de que había sacerdotes que tenían mal comportamiento, pero también de que, por cada uno de estos que actuaba mal, otros miles se dejaban la vida por los demás, y no sólo en países lejanos sino en Nueva York, en Roma o en Berlín y no había derecho a la mala imagen que, ya entonces, tenían los sacerdotes y la Iglesia.

Por esta razón, aunque siempre se necesita ayuda económica, el primer fin de CARF es fomentar las vocaciones y difundir el buen nombre de los sacerdotes por lo que si alguien no puede dar dinero, puede ayudar difundiendo la labor de CARF.

En este sentido, ¿cómo ayuda CARF a quienes quieren estudiar en estas facultades de Roma o Pamplona?

–El funcionamiento es el siguiente: los superiores religiosos (masculinos o femeninos) y obispos interesados se dirigen a las facultades eclesiásticas de la Universidad de Navarra o a la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, pidiendo plaza y, posteriormente, si no se puede asumir el coste de estos estudios, piden una beca.

Desde CARF pedimos que, al menos, aporten lo que costaría su mantenimiento en los países de origen porque el “todo gratis” no es formativo. Hay ocasiones en las que nos encontramos con el problema de las plazas, porque no siempre hay sitio en las residencias y los seminarios. En Roma se cubren, en cierta medida, con los Colegios nacionales, pero no es lo mismo. En las residencias y seminarios internacionales se les cuida muchísimo, es una familia y ellos lo aprecian de manera especial.

¿De qué países proceden los estudiantes? ¿Todos son becados?

–En las facultades eclesiásticas de la Universidad de Navarra y en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz encontramos estudiantes de más de un centenar de nacionalidades. De hecho, el tercer país con mayor número de alumnos es Estados Unidos. Lógicamente, a un estadounidense, un alemán o un español que pueda costearse los estudios no se le da una beca.

¿Qué tipo de persona colabora con CARF?

–CARF es una fundación española. Aunque apoye a estudiantes de 133 nacionalidades, la mayor parte de nuestros socios son españoles. Es verdad que cada vez hay más variedad, ya que a través de internet se llega a todas partes.

Nuestros cauces son el boletín, nuestro sitio web y las redes sociales, por las que han entrado donaciones de otros países. La mayoría son donativos “humildes”: muchísimas personas que dan 5 euros al mes o 20 euros año. La inmensa mayoría, el 80%, son de este tipo de pequeñas aportaciones. Esto es muy bonito. Evidentemente se necesitan donativos importantes porque si no, esto no es viable, pero la mayoría son de pequeñas cantidades.

En CARF no admitimos donaciones anónimas. Todas tienen nombre y apellidos; aunque no conocemos al 90% de quienes realizan estos donativos. Son muchas personas buenas, que ven el Boletín en su parroquia o alguna publicación en las redes sociales. Una vez que nos ayudan se intenta mantener más o menos un pequeño seguimiento desde la fundación por si surgiera algún tema. Podemos decir que no hay una relación causa-efecto de nuestro trabajo a lo que sucede, y las cosas salen. Yo lo achaco a que hay tres santos (san Juan Pablo II, san Josemaría y el beato Álvaro del Portillo) muy empeñados en que esto salga adelante, porque es asombroso. En cualquier actividad comercial se conoce el negocio y aquí no sabemos de dónde viene la mayor parte.

Las Facultades Eclesiásticas de Navarra y la Universidad de la Santa Cruz están ligadas al Opus Dei ¿Cómo conocen CARF y su labor fuera del ámbito de la Obra?

–La realidad es que el 85 % de los becados no tienen relación con el Opus Dei. En nuestra historia hemos trabajado con más de 1.200 diócesis y centenares de congregaciones religiosas. Esto supone que CARF es muy conocido entre los obispos y superiores religiosos de todo el mundo. El prestigio de las universidades de Navarra y la Santa Cruz es muy grande también. Los obispos y superiores eligen estas facultades por muchos motivos y, con la ayuda de CARF, solucionan también temas como el alojamiento o la atención de los estudiantes.

Con más de 30 años de camino recorrido, ¿qué balance hace de la labor desarrollada por CARF?

–Estamos muy contentos. Cuando el hoy beato Álvaro del Portillo confió a esta fundación la misión que tiene, todo era un sueño. Es una alegría y un motivo para dar gracias a Dios. Realmente es una maravilla ver donde se ha llegado. Y mirando al futuro, dónde se llegará será donde Dios quiera.

Ningún plan de marca hubiera soñado esto: ser conocidos y ayudar a gente del mundo entero… y menos aún sin tener certeza de cómo puede salir este dinero, que es mucho, y, a pesar de todo al final, la cosas salen. Salen porque allí arriba tenemos tres pares de manos que nos ayudan.

Algunas cifras

En su Memoria 2021, la Fundación Centro Académico Romano recoge algunos de los principales números de su tarea.

El pasado año la fundación obtuvo 9.715.000 euros a través de donaciones periódicas, testamentos, donaciones puntuales e ingresos derivados de patrimonio. De esta cifra un 75,04% se destinó a la formación de sacerdotes y seminaristas y un 0,8% al patronato de acción social.

En Roma

Los sacerdotes y seminaristas que realizan sus estudios en Roma acuden a la Universidad Pontificia de la Santa Cruz que dispone de cuatro facultades eclesiásticas: Teología, Filosofía, Derecho Canónico y Comunicación Social Institucional, y de un Instituto Superior de Ciencias Religiosas.

En en plano residencial, en Roma se encuentran el Seminario Internacional Sedes Sapientiae y los Colegios Sacerdotales Altomonte y Tiberino

España

Las Facultades Eclesiásticas de la Universidad de Navarra se componen de las facultades de Teología, Filosofía, Derecho Canónico, y del Instituto Superior de Ciencias Religiosas.

En Pamplona, los estudiantes pueden residir en el Seminario Internacional Bidasoa y también en los Colegios mayores Echalar, Aralar y Albáizar, junto con la residencia Los Tilos.

Un estudiante conlleva unos 18.000 euros de gasto por curso: 11.000 euros aproximadamente de alojamiento y manutención, 3.500 de complemento por formación académica, unos 2.700 de matrícula universitaria y 800 de formación humana y espiritual.

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El catecismo más antiguo de la historia cristiana data del siglo I – La Didaché

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LA DIDACHÉ O ENSEÑANZA DE LOS DOCE APÓSTOLES

Y es un tratado anónimo que los Padres de la Iglesia tenían en la más alta estima.

Según la mayoría de los estudiosos, La Didaché (un breve tratado cristiano anónimo, considerado el catecismo cristiano más antiguo de la historia) fue escrito entre los años 65 y 80.

También conocido como “la Enseñanza de los Doce Apóstoles” o simplemente “La Enseñanza ”(Didaché significa“ enseñanza ”en griego), la Didaché es una carta perteneciente al primer corpus cristiano de producción literaria. Se considera el primer y más antiguo catecismo escrito, y como tal ha sido respetado y conservado hasta el día de hoy.

 

Didache

 

Se desconoce tanto el autor como el lugar donde se escribió la Didaché. El texto original de la Didaché sobrevivió en un solo manuscrito, conocido como Codex Hierosolymitanus. Algunos eruditos argumentan que el texto fue elaborado por un editor (en lugar de un autor) que también podría haber escrito algunas enseñanzas directamente de la predicación apostólica, ya sea en Siria o Egipto.

Después de que el texto se perdió durante años, el Metropolitano de Estambul, Philoteos Bryennios, encontró una copia griega en 1873 y la publicó en 1883. La copia que encontró el Metropolitano databa de 1056.

Este breve tratado nos proporciona datos extrabíblicos sobre las instituciones y la vida de las primeras comunidades cristianas. La Didaché codifica las disposiciones morales, litúrgicas y legales de la Iglesia primitiva que se consideraban convenientes y necesarias en ese momento. Consiste casi exclusivamente en enseñanzas “prácticas”, dejando de lado cualquier discusión sobre los contenidos dogmáticos de la fe, excepto por un solo capítulo.

Apenas hay citas del Antiguo Testamento en la Didaché; en cambio, el autor habla del “Evangelio del Señor” (sin especificar a cuál de los sinópticos se refiere), y cita y alude a alrededor de 20 dichos o declaraciones de Jesucristo. El autor parece ignorar el Evangelio de Juan y no se cita formalmente ninguna de las epístolas de San Pablo.

La Didaché contiene las primeras instrucciones conocidas para la celebración tanto del Bautismo como de la Eucaristía, así como una de las tres primeras formas conocidas del Padre Nuestro. Teniendo en cuenta las diversas traducciones de la obra, la dispersión geográfica de los fragmentos encontrados y la lista de obras posteriores que dependen de ella, la Didaché debería ser más conocida entre los cristianos de hoy.

 

 

Conocimiento científico y libre albedrío

Por OBSERVATORIO DE BIOETICA UCV|29 julio, 2022|BioéticaInformesTop News

El determinismo mecánico

El ser humano reconoce un profundo sentimiento de libertad en sus actuaciones y por ello el libre albedrío es un componente fundamental de las humanidades, las ciencias sociales y, en términos más generales, de las instituciones centrales de la sociedad. Sin libre albedrío, la subjetividad, la racionalidad y la responsabilidad son nociones vacías. Pero la interpretación científica de la realidad, que ha ido evolucionando a lo largo de la historia, ha proporcionado argumentos en contra de ese libre albedrío. Nos podemos remontar al siglo IV a.C., en que Epicuro trató de conciliar nuestra aparente libertad de actuar con la idea de Demócrito de que el mundo está compuesto de átomos que se mueven según leyes inmutables.

Laplace, en el siglo XVIII, llevando al límite la mecánica newtoniana, manifestó el determinismo causal mediante el conocido experimento mental que denominamos el demonio de Laplace: si algún hipotético ser ultra inteligente, o demonio, pudiera de alguna manera conocer la posición de cada átomo en el universo en un instante del tiempo, junto con todas las leyes que gobiernan sus interacciones, podría predecir el futuro en su totalidad.

Según esta visión, que muchos científicos mantienen en la actualidad, se niega la existencia de la libre voluntad. Todo, absolutamente todo lo que vemos a nuestro alrededor: rocas, plantas, animales así como todos los tejidos que componen el cuerpo humano, incluido nuestro propio cerebro, está constituido por quarks y electrones.  El comportamiento de las partículas y los campos cuando conducen a la formación de átomos. La interacción de los átomos conduce causalmente a la formación de moléculas que, a su vez, conducen a sistemas más complejos que llegan hasta las máquinas o los ecosistemas, y los seres humanos. Para comprender la mente humana necesitamos empezar por comprender la física subyacente: partículas y campos.  Desde este punto de vista, la causalidad es un proceso totalmente ascendente. El comportamiento de las partículas y campos dicta el comportamiento de los átomos y moléculas que, a su vez, dicta el comportamiento de las células, y así sucesivamente. De ahí el término “causalidad ascendente”.

Como la física de partículas se considera totalmente determinista nos lleva a concluir que nuestros pensamientos, lo que estamos pensando en este preciso instante, estaba ya predeterminado desde el comienzo del universo, ya que dependería de las variables físicas de esas partículas en el instante inicial del universo.

Tampoco la incertidumbre cuántica rompe la cadena determinista

Sin embargo, el principio de incertidumbre de Heisenberg indica que los eventos en las escalas más pequeñas son genuinamente aleatorios, lo que impediría hablar de un determinismo transmitido hacia escalas superiores. No obstante, es una opinión extendida que la aleatoriedad en los niveles cuánticos no debe tener ningún efecto en el nivel de la física clásica, porque toda esa borrosidad que produce debe ser absorbida o promediada en el sistema y no pasar a niveles más altos, por lo que el comportamiento del sistema en los niveles clásicos aún puede considerarse determinista[1]. Incluso hay quienes afirman, como Sabine Hossenfelder, que existen variables escondidas que son la causa de que no podamos predecir el resultado de las mediciones cuánticas. Hossenfelder llama al libre albedrío “tonterías lógicamente incoherentes”.[2]

La causalidad descendente introduce la indeterminación

Pero se ha desarrollado en los últimos 30 años otra forma de pensar que da pie a la existencia del libre albedrío. Existe una visión común de que el mundo está dividido en «niveles» estratificados de organización; y a la existencia de la “causalidad ascendente” cabe añadir lo que se ha denominado “causalidad descendente”, que parte de la idea de que los niveles más altos de complejidad permiten cualidades genuinamente nuevas. El periodista científico John Horgan lo expresa así: lo que los humanos pueden hacer no es simplemente una versión más compleja de lo que pueden hacer las amebas, que a su vez, se supone constituyen una versión más compleja de lo que pueden hacer los electrones. Una mayor complejidad puede implicar cualidades genuinamente nuevas[3]. La cantidad y variedad de estudios realizados en este campo permiten afirmar que la causalidad de arriba hacia abajo no es una forma rara y sospechosa de causalidad, sino que es omnipresente en los sistemas físicos y biológicos por igual[4].

La causalidad descendente en biología es necesaria, ya que los organismos necesitan adaptarse al entorno. El entorno envía información al organismo y este cambia su estructura o su comportamiento, o ambos[5]. En los contextos biológicos, la información es una entidad existente de forma independiente que los sistemas transmiten, adquieren, asimilan, decodifican y manipulan; y, al hacerlo, generan significado[6].  La vida es información, es codificación: el ADN es un elemento indispensable de la vida. Y esta información no le viene de las partículas que constituyen la materia; la información es algo real pero no es algo físico, no está constituida por partículas. El ADN puede codificar cualquier estructura de proteína sin que la física determine el resultado, por lo que ya no hablamos de física sino de biología, con reglas diferentes.

Estos procesos de causalidad descendente introducen la aleatoriedad, una característica presente en la biología molecular. Así lo explica George Ellis en su artículo Del caos al libre albedrío[7] que tiene en cuenta las conclusiones de Peter Hoffmann en su libro El trinquete de la vida: cómo las máquinas moleculares extraen el orden del caos[8] y que afirma que, a escala molecular, el movimiento caótico debido a miles de millones de colisiones entre moléculas cada segundo es lo que evita el micro determinismo en la práctica. Así mismo se apoya en las ideas expuestas por Raymond Noble y Denis Noble en su libro Aprovechando la estocasticidad: ¿Cómo toman decisiones los organismos?[9], que concluyen que la aleatoriedad molecular brinda a los mecanismos celulares la opción de elegir los resultados que desean y descartar los que no. Este poder de elección permite que los sistemas fisiológicos, como el corazón y el cerebro, funcionen de una manera que no esté esclavizada por las interacciones de nivel inferior, sino que elija los resultados de las interacciones preferidas entre una multitud de opciones. Esta no es una prueba concluyente de la existencia del libre albedrío, pero al menos abre un camino para que exista.

Entender la relación mente cerebro

Para comprender cómo una entidad abstracta como la información produce un efecto causal sobre la biología, sobre el cerebro humano, Ellis ha propuesto fijarnos en cómo ocurren las cosas en un ordenador, que es algo que sí conocemos bien[10]. No se trata de comparar el funcionamiento del cerebro con el de una computadora, eso no tiene sentido, sino simplemente percibir cómo un ente abstracto puede influir en el comportamiento biológico.

En una computadora digital podemos observar diferentes niveles: en su nivel básico existen una serie de puertas lógicas, transistores unidos por cables, ensamblados con un teclado y una pantalla, y así sucesivamente. En el nivel más bajo, los electrones fluyen a través de las puertas de una manera particular y eso es lo que controla lo que sucede en la pantalla. Esto constituye el hardware, que no hace nada hasta que se carga con un programa, y lo que hace un mismo hardware es completamente diferente dependiendo del software que se cargue. El hardware, per se, no determina lo que sucede. Lo que lo determina es el programa que ejecuta. Y aquí hay que plantearse cuál es la naturaleza de un programa de computadora: es una entidad abstracta. No es una cosa física, aunque se contenga físicamente en un CD o en cualquier otro medio similar. La lógica abstracta del programa se traslada a todas las capas de estructura: está el lenguaje de máquina, el lenguaje ensamblador, está el lenguaje del sistema operativo, está el lenguaje de alto nivel, y lo que es clave aquí es que hay una lógica en el programa de computadora. Exactamente la misma lógica está presente en todos los niveles, pero se representa de manera diferente con reglas diferentes, y en el nivel inferior se convierte en instrucciones en la puerta y se convierte en estados electrónicos en las puertas. El programa informático es algo abstracto, pero ¿tiene poder causal? Sí, hace que las cosas sucedan. Las entidades abstractas están impulsando la física en el nivel inferior. La física no está controlando lo que sucede.

Se establece una correlación entre ciertas alteraciones en el cerebro y el consumo de pornografíaEstamos muy lejos de comprender el funcionamiento del cerebro. Y existe una gran diversidad de teorías para explicar el significado del mismo. Pero numerosos filósofos y neurocientíficos han ido corroborando a lo largo del siglo XX la visión de Descartes de una separación entre la mente y el cerebro. En la lista de filósofos que han abundado y perfeccionado esta tesis están Karl Popper o Richard Swimburne y, en el campo de la investigación científica, destacan los neurocientíficos galardonados con el premio Nobel Charles Sherrington y John Eccles, además de otros reconocidos como Benjamin Libet o Wilder Penfield. El neurocientífico Roger Sperry, investigador del Instituto Tecnológico de California y premio Nobel de Medicina en 1981 por sus estudios de las funciones especializadas del cerebro humano, no fue tan contundente, pero sí que afirmó: “Nuestra interpretación de los hechos tiende a devolver a la mente su antigua posición privilegiada sobre la materia, porque muestra que los fenómenos mentales trascienden los de la fisiología y la bioquímica”.[11]

La comunicadora y neurocientífica Caroline Leaf resume así lo que la ciencia nos dice sobre la mente y el cerebro: “La mente trabaja a través del cerebro pero está separada del cerebro. La mente usa el cerebro, y el cerebro responde a la mente. La mente también cambia el cerebro. Las personas eligen sus acciones, sus cerebros no las obligan a hacer nada. No habría experiencia consciente sin el cerebro, pero la experiencia no puede reducirse a las acciones del cerebro. Tu mente es cómo tú, de manera específica, experimentas la vida. Es responsable de cómo piensas, sientes y eliges.”[12]

Y volviendo al razonamiento de Ellis: “Está la mente y el cerebro, y la mente habita el cerebro… o pensamientos, los pensamientos habitan el cerebro y los pensamientos no son cosas físicas. Los pensamientos son cosas abstractas que se representan de forma física”.[13]

El final del determinismo

Han transcurrido muchos siglos en los que el conocimiento científico parecía indicar, en contra de la sensación humana, la imposibilidad de la existencia del libre albedrío. Y ello como consecuencia de la idea de que el ser humano y su cerebro está compuesto de partículas materiales que en sí mismas son deterministas. Pero el desarrollo de la biología y el estudio de la causalidad descendente, en los últimos años, ha dado paso a una nueva forma de entender cómo la introducción de información, no determinista, produce efectos en la mente y el cerebro permitiendo la existencia del libre albedrío.

 

Manuel Ribes

Observatorio de Bioética

 

Matar nunca es un derecho

Por OBSERVATORIO DE BIOETICA UCV|1 agosto, 2022|AbortoBIOÉTICA PRESSNoticiasTop News

El Parlamento Europeo pide incluir el aborto en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea. La resolución, de carácter no vinculante, cuenta con 324 votos a favor, 155 en contra y 38 abstenciones.

La Eurocámara afirma que “toda persona tiene derecho a un aborto seguro y legal”, y muestra su apoyo y solidaridad a las mujeres de Estados Unidos y a quienes colaboran en la defensa y prestación de una asistencia legal y segura tras la derogación de Roe Vs. Wade. Además, muestra su preocupación por si los grupos antiabortistas reciben fondos para su financiación.

La resolución pide que los países de la UE aseguren el acceso al aborto seguro, legal y gratuito y reclama a los países miembros que garanticen la planificación familiar, métodos anticonceptivos y asistencia sanitaria prenatal y materna.

Cabe recordar que en enero de este año Emmanuel Macron ya pidió que el aborto fuera incluido como derecho fundamental y que en junio de 2021 la Eurocámara declaró el aborto como “derecho humano” en el Informe Matić.

En todo caso, es improbable que finalmente consigan incluir el aborto como “derecho fundamental”, ya que la Carta de Derechos Fundamental de la Unión Europea solo puede ser modificada por unanimidad.

Valoración bioética

Como hemos publicado previamente, el primer artículo de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea proclama el derecho a la vida, que entra en colisión frontal con este supuesto “derecho al aborto” que implica necesariamente atentar contra el derecho a la vida del nasciturus. Esta es la primera contradicción grave del posicionamiento actual de la mayoría del Parlamento Europeo. La segunda contradicción, que invalida sus argumentos, es la no existencia de aborto seguro. Promover el aborto es multiplicar el riesgo de las mujeres que se someten a él. El aborto constituye una agresión física contra la situación fisiológica de la mujer gestante, en la que se producen cambios violentos destinados a terminar con la vida de su hijo, y que tendrán consecuencias sobre su propia salud, tanto de forma inmediata con complicaciones asociadas, como diferida, en forma de un incremento en el riesgo de padecer trastornos psíquicos en el futuro, como se ha documentado suficientemente. Además, la exposición repetida al aborto, a la que conduce el reconocimiento del aborto como derecho, multiplica alarmantemente el riesgo de padecer estos trastornos, que pueden llegar a comprometer la vida de las implicadas.

Matar nunca es un derecho, y la agresión que supone un aborto tampoco puede asociarse a la “salud reproductiva”. El aborto mata y hace enfermar. Ni es un derecho ni es saludable.

 

 

Eutanasia a personas con tetraplejia: un nuevo atentado a la dignidad humana

Por OBSERVATORIO DE BIOETICA UCV|8 julio, 2022|BIOÉTICA PRESSEutanasiaInformesTop News

Un hombre tetrapléjico, de nacionalidad italiana de 46 años, se ha convertido en el segundo caso de eutanasia autorizado en su país, en el que no están legalizados la eutanasia ni el suicidio asistido, tras pasar los últimos 18 años inmovilizado. Ha sido el propio paciente el que ha elegido el método para causarle la muerte, la sedación profunda, ante la falta de respuesta de las autoridades sanitarias sobre el fármaco que debía serle suministrado (ver más).

El primer caso fue Federico Carboni, de 44 años, tetrapléjico desde 2010 por un accidente de tráfico, que accedió al suicidio asistido, tras una sentencia del Tribunal Constitucional, en su casa de Senigallia (provincia de Ancona) el pasado mes de noviembre.

Tras manifestar su deseo de quitarse la vida, el Comité de Ética de la Sanidad pública italiana decidió autorizarle por cumplir todas las condiciones incluidas en la mencionada sentencia que estableció ese derecho en 2019.

Hasta ese momento, la ley italiana castigaba la ayuda al suicidio con una pena de entre 5 a 12 años de cárcel. Sin embargo, el Tribunal Constitucional, la más alta instancia jurídica en Italia, introdujo una excepción para «los pacientes mantenidos en vida con tratamientos […] y con una patología irreversible, fuente de sufrimiento físico y psicológico que consideran intolerable, aunque son plenamente capaces de tomar decisiones libres y conscientes».

Según ha narrado la Asociación Luca Coscioni, que acompañó a Carboni en su lucha, “Federico murió en su casa después de haberse autosuministrado el fármaco letal a través de un aparato para tal fin, que costó unos 5000 euros, que estuvieron totalmente a su cargo y para los que la asociación había lanzado una colecta de fondos”. El procedimiento ocurrió bajo la supervisión de Mario Riccio, médico anestesista que también fue consultor de Carboni durante el proceso judicial emprendido para morir.

Una ley controvertida

El Parlamento italiano comenzó en diciembre pasado a estudiar un proyecto de ley que permitirá a determinados enfermos someterse a una forma de suicidio asistido, un texto que divide a los partidos políticos y cuya discusión se prolongará durante meses.

De manera análoga, según informa el diario El Debate en España, la juez del Juzgado de Instrucción 5 de Tarragona ha avalado la eutanasia solicitada por el exvigilante de seguridad que disparó a sus excompañeros de una empresa de seguridad y a un policía, sufriendo una lesión medular tras recibir un disparo al ser reducido, y que hace dos semanas pidió que se le aplicara la eutanasia.

Aunque el Hospital Penitenciario de Terrassa en el que se encuentra ingresado autorizó la eutanasia, dos de las víctimas del tiroteo -entre ellas el agente de la policía catalana herido- pidieron al juzgado que paralizara el procedimiento, aduciendo que un presunto asesino no puede esquivar ni el juicio ni una condena mediante una eutanasia.

En su escrito, la magistrada resuelve que no procede «la interrupción» del proceso de eutanasia, puesto que la Ley de Eutanasia «no atribuye ninguna competencia al juez de instrucción para decidir sobre el proceso».

Tras el aval de la juez instructora, será ahora la Comisión de Garantía y Evaluación, un organismo multidisciplinar dependiente de la Generalitat, la que evalúe el proceso de eutanasia solicitado por el preso.

Eutanasia y discapacidad

La manifestación por parte de una persona que sufre tetraplejia del deseo de morir por considerar que su sufrimiento es insoportable, parece ser suficiente para la aplicación de la eutanasia en España, donde está legalizada, y también en Italia, donde no lo está.

No se trata, en el caso de la tetraplejia, de una enfermedad terminal o acompañada de dolor u otros síntomas incontrolables clínicamente, sino más bien de un sufrimiento psíquico originado por la situación de extrema dependencia e incapacidad que parece alejar de los demandantes de la eutanasia todo sentido para seguir viviendo.

Muchos tetrapléjicos sobrellevan su situación de limitación y dependencia extrema sin desear que se les aplique la eutanasia. Porque siguen teniendo razones para vivir. Pero es la ausencia de estas razones la que conduce a pedir ser matados.

Y nadie parece haber planteado que estos pacientes tetrapléjicos quizás necesitan ser ayudados a encontrar razones para seguir viviendo, porque siguen siendo personas dignas, capaces de relacionarse con otros, susceptibles de ser cuidados como exige esa dignidad.

La situación que plantean estos dos casos no es diferente de aquellos que intentan suicidarse, porque la vida se ha convertido para ellos en un sufrimiento insoportable, tal como lo define la Ley de Eutanasia en España. Pero a un suicida que falla en su intento, no se le ayuda a morir, sino a vivir y se le aplica el tratamiento necesario para tratar de que abandone su conducta autolítica. Y es lo que debe hacerse, pero no deja de ser contradictorio con las posturas eutanásicas que justifican el matar al tetrapléjico que lo solicita porque vivir en su condición supone un sufrimiento insoportable, como el suicida.

Y después serán los niños, o los enfermos psiquiátricos o, simplemente, las personas sanas cansadas de vivir. ¿Qué argumento esgrimirán las Comisiones de Garantías que evalúan los casos para la aplicación de la eutanasia para negarla a aquellos que gozando de una salud de hierro aleguen que seguir viviendo les supone un sufrimiento insoportable por carecer sus vidas de todo sentido? ¿Ayudaremos los demás a que encuentren este sentido o nos limitaremos a quitarlos de en medio?

Tal como ya hemos afirmado previamente, son sin duda, los signos de la decadencia de una civilización.

 

 

 

Vida.

La vida significa movimiento, y específicamente, automoción, movimiento que viene del interior, de dentro, interno, no externo. Movimiento de los metabolitos, del torrente circulatorio, de los impulsos encefálicos, de las corrientes nerviosas, etc.

La vida empieza en el momento de la fecundación del óvulo por el espermatozoide, instante en que se instaura una “revolución biológica”, un salto cualitativo que explica que la “maquinaria biológica”, en muchos casos, esté en funcionamiento durante una porción de años. En el caso del hombre se trata de una vida humana y en consecuencia, respetable absolutamente. El aborto, o la eutanasia, significan la muerte de un hombre, la eliminación de la vida de un ser humano.

La defensa de la vida no es un asunto exclusivo de católicos, como dicen algunos, pues protestantes, ortodoxos, judíos, musulmanes, agnósticos, sean blancos, negros, amarillos, cobrizos, todos consideran que en el vientre de una mujer embarazada hay un ser vivo humano (o, algunos dicen, un proyecto humano). No se trata de un tema religioso, filosófico, cultural, político o ideológico. No es lógico un “derecho al aborto”. La vida no profesa ninguna ideología.

A veces, el partidario del aborto dice que “la Ciencia ha demostrado que el óvulo fecundado no es un ser humano”. Pero esta afirmación no es verdad: claramente, fehacientemente,  la Ciencia ha comprobado que las características biológicas del nuevo ser son de modalidad humana (en sus cromosomas, en su físico-química, en su genética, incluso en su aspecto morfológico, etc.). Por tanto, se puede concluir que si es un ser y es humano, es un ser humano (aunque parezca una tautología).

El nuevo ser es dependiente (todos somos siempre dependientes), pero distinto que la madre (y que el padre), individual, diferente, sexuado, hombre o mujer, con su personal derecho a vivir.

 

 

   José Luis Velayos

 

Nadar contracorriente

Las cosas muertas pueden ser arrastradas por la corriente (Chesterton)

Desde la atalaya que ofrecen las intensas vivencias de los muchos años transcurridos, creo que la simple observación de la realidad cotidiana proporciona una forma de captar y percibir el mundo desde tu propia historia personal, influida naturalmente por la educación recibida, los valores y las creencias arraigados y las emociones o percepciones disfrutadas o sufridas.

Y esta simple observación conduce a no cometer el error del que nos advertía el famoso boxeador y hombre polifacético Muhammad Ali: “Si uno mira el mundo a los 50 años, de la misma forma en que lo miró cuando tenía 20 años de edad, tiró 30 años de su vida”. Es por eso que contemplo el mundo de hoy como una esperanzadora continuidad de los grandes avances que un gran número de generaciones protagonizamos y experimentamos en el pasado siglo.

En julio de 1969 Neil Armstrong fue el primer hombre  en pisar la luna y ese “gran paso para la humanidad” televisado mundialmente, supuso la consolidación de unos importantes avances tecnológicos que hoy disfrutamos. Después de muchos años de investigación, al inicio de este siglo se ha conseguido contar con el primer genoma que permite investigar si las causas de una enfermedad podría estar en los cambios del genoma de las personas que la sufren, además de otros sorprendentes descubrimientos de la ciencia médica. Por otra parte de las operadoras telefónicas que nos conectaban a distancia a veces con largos tiempos de espera, hemos pasado a los Smartphone  que nos comunican, en fracción de segundos, con el rincón del planeta más recóndito…

Todos estos y otros grandes avances de la humanidad que se aceleraron especialmente desde la segunda mitad del pasado siglo, sin embargo no están exentos de peligrosos riesgos que  están aflorando en la sociedad actual y que pueden afectar seriamente a las futuras generaciones. Tengo el convencimiento de que el hombre de hoy debe plantearse un reto urgente : cómo salir de la caverna imaginaria en la que vive y contemplar el mundo real tal como es. Un mundo donde se recupere el pensamiento y la reflexión frente a la imagen y la inmediatez; un  mundo donde la palabra y la conversación no sea sustituida por algoritmos y memes que son la pura imitación de sentimientos y un mundo donde el sentido inmanente de la vida supere al creciente endiosamiento tecnológico.

Se está alejando peligrosamente a las jóvenes generaciones de sus raíces culturales y religiosas seduciéndolos en un falso mundo virtual en el que se manipula ideológicamente el lenguaje y se exaltan los sentimientos más perversos que impregnan negativamente a la sociedad. Chesterton decía “que las cosas muertas pueden ser arrastradas por la corriente, solo algo vivo puede ir contracorriente”. Afortunadamente una parte de nuestra sociedad sigue viva y dispuesta a nadar contracorriente

Jorge Hernández Mollar

 

Todos

Pienso que no parece justificable, sobre la cuestión del aborto, decir que "todos" se refiere a todas las personas humanas, y no se adquiriría la condición de persona hasta después del nacimiento y posterior inscripción en el Registro civil (Código de Derecho Civil, art. 30). De todos modos lo que se le atribuye es la personalidad jurídica, no la condición de persona.

Es importante recordar que en el proceso parlamentario de elaboración del art. 15 de la Constitución, la ponencia sustituyó "la persona tiene derecho a la vida" por "todos tienen derecho a la vida", para evitar que si se aplicara el concepto de "persona" según el art. 30 del Código de Derecho Civil, solo sería persona el "feto que tuviere figura humana y viviera veinticuatro horas enteramente desprendido del seno materno", y por tanto no se consideraría persona, y no tendría derecho a la vida, el nasciturus.  Así pues, se puede concluir que, teniendo en cuenta el proceso de elaboración del texto constitucional,  la "mente del legislador", con la introducción del adjetivo sustantivado "todos", como sujetos del derecho a la vida,  pretendía atribuir tanto a los nacidos como a los no nacidos la titularidad de este derecho fundamental.

La existencia real de vida humana es previa al requisito del trámite necesario para adquirir la personalidad jurídica, y este requisito de mero derecho positivo -prudencial y no absoluto-  no debe anular la realidad biológica de la vida del nasciturus. Por otra parte el nasciturus puede ser nombrado heredero, y se prescinde de que no tenga ni personalidad ni capacidad jurídica; y se le reconocen otros derechos propios de los ya nacidos (Código de Derecho Civil, art. 29). Y obviamente  poder ser heredero y poder se abortado son hechos incompatibles.

Por otra parte, ¿sería razonable también decir que "todos tienen derecho a la vida", en realidad quiere decir "todos menos los concebidos no nacidos tienen derecho a la vida"; o "todos tienen derecho a la vida a partir de un determinado mes del embarazo"; o "todos tienen derecho a la vida excepto los que nacerían con determinadas enfermedades congénitas?", etc.

El Derecho, si es coherente con los derechos humanos fundamentales, debe ser una garantía del respeto a la vida. Por tanto, sería un derecho incompatible con los derechos humanos negar el derecho a la vida del concebido no nacido; con más motivo si el texto constitucional no recoge expresamente el derecho a abortar.

Jesús Martínez Madrid

 

 

La delicadeza del amor

Tras el trato durante años con mucha gente, entre los que más han abundado ha sido con hombres casados, he visto con cierta claridad que en el matrimonio es necesario cultivar constantemente el amor. Es decir, sería una equivocación grandísima pensar que, porque hemos tenido un noviazgo muy bonito, ahora ya está todo hecho. Más bien lo mejor que puede ocurrir en el matrimonio es que haya dos personas empeñadas en quererse cada día un poco más. Ese empeño mantenido durante años es la mejor manifestación del auténtico amor y, por lo tanto, lo más parecido al cielo.

Nos dice Mariolina Ceriotti: “Existe, en primer lugar, una ternura ‘fácil’. Es aquel sentimiento dulce y natural que despierta en nosotros todo lo que nos parece muy valioso y al mismo tiempo vulnerable vivo y nuevo”. Pero la experiencia dice que no siempre se ven las cosas con tanta claridad y que hay momentos en que puede costar un poco más el detalle de ternura, de delicadeza, de auténtico amor.

“Las personas que están pendientes de sí mismas -dice San Josemaría-, que actúan buscando ante todo la propia satisfacción, ponen en juegos su salvación eterna, y ya ahora son inevitablemente infelices y desgraciadas”. O sea, es bastante evidente que hace infeliz el egoísmo, y que hace felices a las personas, y por lo tanto a los casados, la entrega, la generosidad, el darse al otro.

“La ternura sirve como una puerta que da paso a todas las relaciones valiosas, y puede ayudarnos a intuir la distancia ‘justa’ que es necesario mantener en los gestos, en las palabras, en las miradas. Esa distancia ‘de respeto’ que permite que el otro se sienta amado, sin verse fagocitado o anulado por nuestro amor”. Y, por lo tanto, la delicadeza del amor es camino de felicidad, de unión con el esposo/sa, con amigos, de unión con Dios.

Jesús Domingo Martínez

 

 

El doctorado de Edith Stein 

Y es que a Edith Stein el constante estudio de la persona (desde las ciencias naturales, las ciencias humanistas, la filosofía y la teología) le llevó a un dato elemental que hoy parece olvidado: partir de la evidencia, dejar fuera las composiciones de lugar que uno mismo se procura para acercarse a la realidad con una mirada libre de prejuicios. Comprendió así que nuestra condición ontológica se estructura y expresa (fisiológica, sensible, psíquica, anímica y espiritualmente) de dos modos: como varón y como mujer. Reconoció que el fragor de la lucha feminista negaba en algunos supuestos la especificidad femenina. Y pasó a vindicar la dignidad de la mujer formando a las jóvenes sobre su papel en la vida pública, laboral y familiar, tanto en las aulas como a través de multitud de conferencias y escritos que guardan una absoluta actualidad. «Nuestra posición no es insegura porque estamos sobre un fundamento de roca, nuestro norte no es un ideal de hombre o mujer condicionado por el tiempo, sino uno que fue generado antes de todos los tiempos y para todos los tiempos», señaló.                 

Con todo, su gran acción en favor de la mujer (y del hombre) es su condición de buscadora, pensadora y amante, que le llevó a vestirse el hábito de carmelita y a cambiar su nombre por el de Teresa Benedicta de la Cruz, a pasar del prestigio intelectual a asumir el cargo de tornera, a encerrarse entre los muros de un convento para aprender a moverse por el castillo de su alma. Defendió la libertad hasta sus últimas consecuencias.

El 2 de agosto de 1942, a las cinco de la tarde, estando en oración en el coro del Carmelo de Echt, dos miembros de las SS le conminaron a marchar con ellos. Edith fue trasladada primero a un campo de concentración al norte de Holanda y, días después, al de Auschwitz, donde murió en una cámara de gas. Fue investida así con el único doctorado que vale la pena: la imitación del Cordero inmolado. 

Pedro García

 

 

El “pájaro” de la Moncloa va a la América Española

 

                                Y va a pasar a la triste historia española, de forma parecida a como pasó el canalla del “rey felón” (Fernando VII) por la cantidad de desastres que realizó como indeseable gobernante de un país como España, que en su época era inmenso, pero que lo destruyó. Sean las palabras de un biógrafo, las que retraten a aquel indeseable canalla, que como éste, “le tocó por sorteos indignos”, a los españoles de su época, como a nosotros nos ha tocado éste.

            “En palabras de un reciente biógrafo, Rafael Sánchez Mantero: Si en algo se caracteriza la imagen que Fernando VII ha dejado a la posteridad es en el unánime juicio negativo que ha merecido a los historiadores de ayer y de hoy, que han estudiado su reinado (...) Resulta lógico entender que la historiografía liberal fuese inmisericorde con aquel que intentó acabar con los principios y leyes triunfantes en las Cortes gaditanas (...) La historiografía sobre Fernando VII ha ido evolucionando de tal manera que los estudios recientes, han abandonado las diatribas decimonónicas para presentar un panorama más equilibrado (...) La Historia reciente... considera a Fernando VII simplemente como un rey con muy escasa capacidad para enfrentarse a los tiempos en los que le tocó reinar. Con todo, resulta difícil encontrar algún estudio, ya sea del pasado o del presente, en el que la figura de este monarca genere la más mínima simpatía o atractivo. Sin duda, ha sido el monarca que peor trato ha recibido por parte de la historiografía en toda la Historia de España”.

            De las “enfermedades cancerígenas que dejó aquel canalla, han ido sucediendo empeoramientos continuos, que por simplificar llegan encadenados hasta el actual regidor del gobierno español, puesto que los odios y resentimientos de hace ya doscientos años, aún no han cicatrizado, y los canallas de hoy, los quieren seguir alargando con sus, “memorias históricas”, sus malos y peores gobiernos y sus particulares rapiñas de todo tipo, que no se pueden ni esbozar en un apretadísimo boceto, puesto que ello es imposible; pero el que lo dude, que lea de buenos historiadores, la repelente historia del rey felón, hasta los hechos del indeseable que hoy padecemos; y que juzgue u opine por sí mismo, si es capaz de ello”, pues datos sobrados los tiene en Internet.

            Así pues, actualmente, el “nuevo señor de la Moncloa”, se marcha a Bogotá para ofrecer, a aquellos hispano americanos, arbitrar y ayudarles a que se entiendan entre ellos y las bandas de rebeldes o asesinos que allí imperan (“parecido es aquí con los separatistas y asesinos terroristas de diferentes partes de la persistente dividida España, en la que cada cual gobierna como le sale de “las pelotas”; y en la Moncloa, siguen mirando el vuelo de las moscas y poco más) a los que ofrece, ayudas de todo tipo, para que se entiendan aquellos americanos, que en realidad, a nosotros el pueblo, nos importan dos cojones, puesto que si problemas tienen allí, aquí es que nos sobran problemas por solucionar; y hay que practicar necesariamente aquello tan sabio que recomienda, “arreglar la casa propia mucho antes que preocuparse de la del vecino; y no hablemos si esos vecinos, están al otro lado del océano”.

            Pero no, los políticos españoles (y sálvese el que pueda, si es que se puede salvar alguno) siguen sólo preocupados por los problemas que según ellos les atañan a ellos mismos; han olvidado totalmente que las elecciones se celebran para solucionar problemas generales y que nos afectan a todos; es por lo que cada vez votará menos gente y los que votan, principalmente son los que esperan algo particular que les venga a sus bolsillos si ganan “los suyos”, algunos despistados que votan sin ni siquiera saber el por qué lo hacen, algunos otros esperanzados en que de verdad, entre “gente que sepa gobernar”, otros que votan no a favor de, sino en contra de, y el resto que ya no se fía de nadie y prefiere no perder el tiempo en dejar un voto en unas urnas, que a la vista está, no sirven para nada de una utilidad que satisfaga ni siquiera medianamente.

            Y sí, va pasando el tiempo en una lentitud ya agotadora, o incluso asfixiante, mientras llega el momento del plebiscito, en el que esperamos que como mínimo, a los actuales “desgobernantes de todas las categorías”, los echen de sus cómodas poltronas, sus grandes sueldos y sus muchas prebendas y sinecuras; esperando que de verdad aparezcan españoles que de verdad y sin cuento, simplemente quieran Y SEPAN GOBERNAR ESPAÑA, DESDE LA MONCLOA, HASTA LA ÚLTIMA PEDANÍA DEL PAÍS.

                                Ya no hay tiempo de espera, ya estamos “en las últimas”.

 

NOTA: El diario ABC del 25-08-2022, nos da en dos páginas, “las andanzas”, de este “pájaro”, por parte de la zona caribeña, de esa América que hoy habla el idioma Español, mejor que nosotros, pero que social y económicamente, “van de culo”, o sea igual que nosotros, “al fin y al cabo, aprendieron nuestra escuela y la han perfeccionado, pero canallescamente”: Amén.

 

Antonio García Fuentes

(Escritor y filósofo)

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