Ideas Claras
DE INTERES PARA HOY sábado, 11 de junio de 2022
Indice:
Catequesis del Papa: “¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo?”
El Papa: “La familia es la escuela de la paz”
El Papa: El Espíritu nos hace ver todo, según la mirada de Jesús
SAN BERNABÉ, APÓSTOL* : Francisco Fernandez Carbajal
11 de junio: san Bernabé, apóstol
"La tentación del cansancio" : San Josemaria
Muy humanos, muy divinos (XIV): Para dar luz, palabras verdaderas :
Retiro de junio #DesdeCasa (2022)
En la Fiesta de Pentecostés. El Espíritu Santo nos enseña a amar : José Martínez Colín.
Solemnidad de la Santísima Trinidad
Ancianos: Una guía para ayudarles a no estar solos : Ignasi de Bofarull
Cuándo sabes que necesitas ayuda y cómo actuar : Sheila Morataya
LA VIRGEN EN EUROPA : Carlota Sedeño Martinez
Mes del orgullo : Mario Arroyo.
Cien días de guerra en Europa : Jorge Hernández Mollar
Falsa alternativa despotismo-anarquía : Acción Familia
Suecia y Finlandia: algunas reflexiones ante una nueva ampliación de la OTAN : Salvador Sánchez Tapia
Sobre Dios : Josefa Romo
El deber de posicionarse a favor de la vida: Jesús Martínez Madrid
Más fácil y lógico pensar en la eternidad de Dios : Jesús Domingo Martínez
Juzgar a Sánchez con objetividad : JD Mez Madrid
El Versalles alemán y el… “rey loco” (y II) : Antonio García Fuentes
Catequesis del Papa: “¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo?”
Catequesis sobre la vejez. Nicodemo
© Vatican Media
En la catequesis de hoy, miércoles, 8 de junio de 2022, el Papa Francisco desde la Plaza San Pedro, ha reflexionado sobre Juan, 3,4. “¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo?”
“Entre las figuras de ancianos más relevantes en los Evangelios dijo el Papa, está Nicodemo —uno de los jefes de los Judíos— el cual, queriendo conocer a Jesús, pero a escondidas, fue donde él por la noche. Jesús dice a Nicodemo que para ‘ver el reino de Dios’ es necesario ‘renacer de lo alto’”
A continuación, sigue la catequesis completa del Obispo de Roma, ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
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Catequesis sobre la vejez 13. Nicodemo. “¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo?” (Jn 3,4)
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Entre las figuras de ancianos más relevantes en los Evangelios está Nicodemo —uno de los jefes de los Judíos— el cual, queriendo conocer a Jesús, pero a escondidas, fue donde él por la noche (cfr. Jn 3,1-21). En la conversación de Jesús con Nicodemo emerge el corazón de la revelación de Jesús y de su misión redentora, cuando dice: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (v. 16).
Jesús dice a Nicodemo que para “ver el reino de Dios” es necesario “renacer de lo alto” (cfr. v. 3). No se trata de empezar de nuevo a nacer, de repetir nuestra venida al mundo, esperando que una nueva reencarnación abra de nuevo nuestra posibilidad de una vida mejor. Esta repetición no tiene sentido. Es más, vaciaría de todo significado la vida vivida, cancelándola como si fuera un experimento fallido, un valor caducado, un envase desechable. No, no es esto, este nacer de nuevo, del que habla Jesús, es otra cosa. Esta vida es valiosa a los ojos de Dios: nos identifica como criaturas amadas por Él con ternura. El “nacimiento de lo alto”, que nos consiente “entrar” en el reino de Dios, es una generación en el Espíritu, un paso entre las aguas hacia la tierra prometida de una creación reconciliada con el amor de Dios. Es un renacimiento de lo alto, con la gracia de Dios. No es un renacer físicamente otra vez.
Nicodemo malinterpreta este nacimiento, y cuestiona la vejez como evidencia de su imposibilidad: el ser humano envejece inevitablemente, el sueño de una eterna juventud se aleja definitivamente, la consumación es el puerto de llegada de cualquier nacimiento en el tiempo. ¿Cómo puede imaginarse un destino que tiene forma de nacimiento? Nicodemo piensa así y no encuentra la forma de entender las palabras de Jesús. ¿Qué es este renacer?
La objeción de Nicodemo es muy instructiva para nosotros. En efecto, podemos invertirla, a la luz de la palabra de Jesús, en el descubrimiento de una misión propia de la vejez. De hecho, ser viejos no sólo no es un obstáculo para el nacimiento de lo alto del que habla Jesús, sino que se convierte en el tiempo oportuno para iluminarlo, deshaciendo el equívoco de una esperanza perdida. Nuestra época y nuestra cultura, que muestran una preocupante tendencia a considerar el nacimiento de un hijo como una simple cuestión de producción y de reproducción biológica del ser humano, cultivan el mito de la eterna juventud como la obsesión —desesperada— de una carne incorruptible. ¿Por qué la vejez es despreciada de tantas maneras? Porque lleva la evidencia irrefutable de la destitución de este mito, que quisiera hacernos volver al vientre de la madre, para volver siempre jóvenes en el cuerpo.
La técnica se deja atraer por este mito en todos los sentidos: esperando vencer a la muerte, podemos mantener vivo el cuerpo con la medicina y los cosméticos, que ralentizan, esconden, eliminan la vejez. Naturalmente, una cosa es el bienestar, otra cosa es la alimentación del mito. No se puede negar, sin embargo, que la confusión entre los dos aspectos nos está creando una cierta confusión mental. Confundir el bienestar con la alimentación del mito de la eterna juventud. Se hace mucho para tener de nuevo siempre esta juventud: muchos maquillajes, muchas operaciones quirúrgicas para parecer más jóvenes. Me vienen a la mente las palabras de una sabia actriz italiana, la Magnani, cuando le dijeron que tenía que quitarse las arrugas, y ella dijo: “¡No, no las toques! Han hecho falta muchos años para tenerlas: ¡no las toques!”. Es esto: las arrugas son un símbolo de la experiencia, un símbolo de la vida, un símbolo de la madurez, un símbolo de haber hecho un camino. No tocarlas para resultar jóvenes, pero jóvenes de cara: lo que interesa es toda la personalidad, lo que interesa es el corazón, y el corazón permanece con esa juventud del vino bueno, que cuanto más envejece mejor es.
La vida en la carne mortal es una bellísima “incompleta”: como ciertas obras de arte que precisamente en su ser incompletas tienen un encanto único. Porque la vida aquí abajo es “iniciación”, no cumplimiento: venimos al mundo así, como personas reales, como personas que progresan con la edad, pero son para siempre reales. Pero la vida en la carne mortal es un espacio y un tiempo demasiado pequeño para custodiar intacta y llevar a cumplimiento la parte más valiosa de nuestra existencia en el tiempo del mundo. La fe, que acoge el anuncio evangélico del reino de Dios al cual estamos destinados, tiene un primer efecto extraordinario, dice Jesús. Esta consiente “ver” el reino de Dios. Nosotros nos volvemos capaces de ver realmente las muchas señales de aproximación de nuestra esperanza de cumplimiento de lo que, en nuestra vida, lleva la señal del destino para la eternidad de Dios.
Las señales son las del amor evangélico, de muchas maneras iluminadas por Jesús. Y si las podemos “ver”, podemos también “entrar” en el reino, con el paso del Espíritu a través del agua que regenera.
La vejez es la condición, concedida a muchos de nosotros, en la cual el milagro de este nacimiento de lo alto puede ser asimilado íntimamente y hecho creíble para la comunidad humana: no comunica nostalgia del nacimiento en el tiempo, sino amor por el destino final. En esta perspectiva la vejez tiene una belleza única: caminamos hacia el Eterno. Nadie puede volver a entrar en el vientre de la madre, ni siquiera en su sustituto tecnológico y consumista. Esto no da sabiduría, esto no da camino cumplido, esto es artificial. Sería triste, incluso si fuera posible. El viejo camina hacia adelante, el viejo camina hacia el destino, hacia el cielo de Dios, el viejo camina con su sabiduría vivida durante la vida. La vejez por eso es un tiempo especial para disolver el futuro de la ilusión tecnocrática de una supervivencia biológica y robótica, pero sobre todo porque abre a la ternura del vientre creador y generador de Dios. Aquí, yo quisiera subrayar esta palabra: la ternura de los ancianos. Observad a un abuelo o una abuela cómo miran a los nietos, cómo acarician a los nietos: esa ternura, libre de toda prueba humana, que ha vencido las pruebas humanas y es capaz de dar gratuitamente el amor, la cercanía amorosa del uno por los otros. Esta ternura abre la puerta a entender la ternura de Dios. No olvidemos que el Espíritu de Dios es cercanía, compasión y ternura. Dios es así, sabe acariciar. Y la vejez nos ayuda a entender esta dimensión de Dios que es la ternura. La vejez es el tiempo especial para disolver el futuro de la ilusión tecnocrática, es el tiempo de la ternura de Dios que crea, crea un camino para todos nosotros. Que el Espíritu nos conceda la reapertura de esta misión espiritual —y cultural— de la vejez, que nos reconcilia con el nacimiento de lo alto. Cuando nosotros pensamos en la vejez así, después decimos: ¿por qué esta cultura del descarte decide descartar a los ancianos, considerándoles inútiles? Los ancianos son los mensajeros del futuro, los ancianos son los mensajeros de la ternura, los ancianos son los mensajeros de la sabiduría de una vida vivida. Vamos adelante y miremos a los ancianos.
Saludos:
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Los invito a releer el diálogo de Jesús con Nicodemo y a preguntarnos cómo estamos viviendo la llamada a “nacer de nuevo”. Pidamos al Señor que el Espíritu Santo nos haga transmisores de amor y esperanza para quienes nos rodean. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
Resumen leído por el Santo Padre en español
Queridos hermanos y hermanas:
En la catequesis de hoy reflexionamos sobre la importante figura de un anciano del Nuevo Testamento: Nicodemo, a quien Jesús le dice que para “ver el Reino de Dios” hay que “renacer de lo alto”” Nicodemo no entiende sus palabras, y le plantea la imposibilidad de volver a nacer cuando uno ya es viejo. Pero Jesús se refiere a un nuevo nacimiento en el Espíritu, para el cual la ancianidad no es obstáculo, y a que nos dejemos abrazar por la ternura del amor creador de Dios.
En esta época que vivimos el mito de la eterna juventud es una obsesión. La vejez se desprecia, olvidando que la vida terrenal es un “inicio” y no una “conclusión”; caminamos hacia la eternidad. En este camino, la fe nos permite “ver” el Reino de Dios. En este sentido, quienes atraviesan la etapa de la ancianidad pueden descubrir, a la luz del Evangelio, una nueva misión: ser signos e instrumentos del amor de Dios que señalan cuál es la meta definitiva a la que estamos llamados.
© Librería Editora Vaticana
El Papa: “La familia es la escuela de la paz”
Mensaje a las Familias Católicas en Europa
Familias católicas © Vatican Media
Este viernes, 10 de junio de 2022, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano, el Santo Padre ha recibido en audiencia a la Federación de las Asociaciones de Familias Católicas en Europa, a quienes agradeció por la acogida a los refugiados ucranianos, por el compromiso con la paz y el trabajo que realizan. La institución celebra 25 años de fundación.
A continuación sigue el mensaje del Papa:
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Mensaje del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!
Agradezco al Presidente su saludo y presentación. Esta reunión es un jubileo: estáis celebrando 25 años, y es bueno celebrarlo y dar las gracias. Desgraciadamente en este momento Europa, y yo diría que especialmente las familias de Europa están viviendo un momento que para muchos es trágico y para todos es dramático por la guerra de Ucrania. Estoy de acuerdo con su afirmación: “Las madres y los padres, independientemente de su nacionalidad, no quieren la guerra. La familia es la escuela de la paz” (Consejo de Presidencia de la FAFCE, 6 de mayo de 2022). Las familias y las redes familiares han estado y están en la vanguardia de la acogida de refugiados, especialmente en Lituania, Polonia y Hungría.
En su compromiso diario con las familias, ustedes prestan un doble servicio: llevan su voz a las instituciones europeas y trabajan para formar redes familiares en toda Europa. Esta misión está en plena consonancia con el camino sinodal que estamos viviendo, para que la Iglesia sea más una familia de familias.
Le agradezco el seminario que ha organizado en colaboración con el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, centrado en el testimonio de la belleza de la familia. Anticipándose unos días al Encuentro Mundial de las Familias, usted llama la atención sobre la escasez de nacimientos en Europa y especialmente en Italia. Este invierno demográfico es serio; ¡tenga cuidado! Es muy grave. Hay un vínculo muy estrecho entre esta pobreza generadora y el sentido de la belleza de la familia: “El testimonio de la dignidad social del matrimonio se hará persuasivo precisamente por este camino, el del testimonio que atrae” (Catequesis, 29 de abril de 2015).
Renovando la exhortación que os dirigí hace cinco años (1 de junio de 2017), os animo a seguir trabajando para favorecer el nacimiento y la consolidación de las redes familiares. Es un servicio valioso, porque hacen falta lugares, encuentros, comunidades donde las parejas y las familias se sientan acogidas, acompañadas, nunca solas. Es urgente que las Iglesias locales, en Europa y fuera de ella, se abran a la acción de los laicos y de las familias que acompañan a las familias.
Vivimos -esto está claro- no sólo una época de cambios, sino un cambio de época. Su trabajo tiene lugar en este cambio, que a veces puede provocar el riesgo de desánimo. Pero, con la gracia de Dios, estamos llamados a trabajar con esperanza y confianza, en comunión efectiva con la Iglesia. En este sentido, ejemplos recientes son el Memorándum de Entendimiento firmado el año pasado por su Federación con el Consejo de Conferencias Episcopales Europeas y para la cooperación con la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea, en cuyas oficinas se encuentra su Secretaría General en Bruselas.
Los retos son grandes y están todos interconectados. Por ejemplo, “no se puede hablar de desarrollo sostenible sin solidaridad entre las generaciones” (Enc. Laudato si’, 159), y esta solidaridad presupone un equilibrio; pero precisamente este equilibrio falta en nuestra Europa actual. Una Europa que envejece y que no es generativa es una Europa que no puede permitirse hablar de sostenibilidad y a la que le resulta cada vez más difícil ser solidaria. Por ello, usted suele insistir en que las políticas familiares no deben considerarse instrumentos del poder estatal, sino que se fundamentan principalmente en el interés de las propias familias. Los Estados tienen la tarea de eliminar los obstáculos a la generatividad de las familias y de reconocer que la familia es un bien común que hay que recompensar, con consecuencias naturales positivas para todos.
Además, como nos recuerda una de sus recientes resoluciones, “tener hijos nunca debe considerarse una falta de responsabilidad hacia la creación o sus recursos naturales. El concepto de “huella ecológica” no puede aplicarse a los niños, ya que son un recurso indispensable para el futuro. Por el contrario, hay que hacer frente al consumismo y al individualismo, mirando a las familias como el mejor ejemplo de optimización de recursos” (FAFCE, Familias por un Desarrollo Integral y Sostenible, 26 de octubre de 2021).
Hablamos también de la plaga de la pornografía, que ahora se difunde por todas partes a través de Internet: hay que denunciarla como un ataque permanente a la dignidad del hombre y de la mujer. No se trata sólo de proteger a los niños -una tarea urgente para las autoridades y para todos nosotros-, sino también de declarar la pornografía como una amenaza para la salud pública. “Sería una grave ilusión pensar que una sociedad en la que el consumo anómalo de sexo en la red se extiende entre los adultos es luego capaz de proteger eficazmente a los menores” (Discurso a los participantes en el Congreso “La dignidad del niño en el mundo digital”, 6 de octubre de 2017). Las redes familiares, en colaboración con las escuelas y las comunidades locales, son cruciales para prevenir, para combatir esta lacra, para curar las heridas de quienes se encuentran en la vorágine de la adicción.
La dignidad de hombres y mujeres también se ve amenazada por la práctica inhumana y cada vez más extendida del “vientres de alquiler”, en la que se explota a las mujeres, casi siempre pobres, y se trata a los niños como mercancía.
Su Federación también tiene la responsabilidad de dar testimonio de la unidad y de trabajar por una paz que es la gran paz, en este momento de la historia en el que, por desgracia, hay muchas amenazas y debemos centrarnos en lo que une y no en lo que divide. En este sentido, le agradezco que en los últimos cinco años su Federación haya acogido a diez nuevas organizaciones familiares y a cuatro nuevos países europeos, entre ellos Ucrania.
Por último -y este es quizás el reto que está detrás de todos los demás- la pandemia ha puesto de manifiesto otra pandemia más oculta, de la que se habla poco: la pandemia de la soledad. Si muchas familias se han redescubierto como Iglesias domésticas, también es cierto que demasiadas familias han experimentado la soledad, y su relación con los Sacramentos se ha convertido a menudo en algo meramente virtual. Las redes familiares son un antídoto contra la soledad. De hecho, por su propia naturaleza, están llamados a no dejar a nadie atrás, en comunión con los pastores y las Iglesias locales.
“El amor mutuo entre el hombre y la mujer es un reflejo del amor absoluto e indefectible con el que Dios ama al ser humano, destinado a ser fecundo y a realizarse en la obra común del orden social y de la custodia de la creación” (A los participantes en la Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, 29 de abril de 2022). La familia fundada en el matrimonio es, por tanto, el centro. Es la primera célula de nuestras comunidades y debe ser reconocida como tal, en su función generadora, única e inalienable. No porque sea una entidad ideal y perfecta, no porque sea un modelo ideológico, sino porque representa el lugar natural de las primeras relaciones y de la generación: “Cuando la familia acoge y se acerca a los demás, especialmente a los pobres y abandonados, es un símbolo, un testimonio, una participación en la maternidad de la Iglesia” (Exhortación Apostólica Amoris laetitia, 324).
Queridos hermanos y hermanas, ¡adelante con vuestro servicio! Asegúrese de que su organización es todo un servicio, lo más “ligero” posible y está preparado para responder a las exigencias del Evangelio. Que el Señor os bendiga y que la Virgen os guarde. Os bendigo a todos de corazón y os pido por favor que recéis por mí. Gracias.
© Librería Editora Vaticana
El Papa: El Espíritu nos hace ver todo, según la mirada de Jesús
Homilía del Santo Padre en la fiesta de Pentecostés
Homilia Papa Francisco © Vatican Media
Alas 10 de la mañana de hoy, domingo de Pentecostés, Su Eminencia el Card. Giovanni Battista Re, Decano del Colegio de Cardenales, presidió la celebración eucarística en la Basílica de Pedro, en presencia del Papa Francisco.
“El Espíritu nos hace ver todo de un modo nuevo, según la mirada de Jesús”, dijo el Santo Padre en la homilía de la Misa de este domingo, 5 de junio de 2022.
Francisco remitió a la frase final del Evangelio en la que Jesús “hace una afirmación que nos da esperanza y al mismo tiempo nos lleva a reflexionar. Dice a los discípulos: ‘El Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho’ (Jn 14,26). Nos impacta ese ‘todo’, y nos preguntamos, ¿en qué sentido el Espíritu da esta comprensión nueva y plena a quienes lo reciben? No es una cuestión de cantidad sino de calidad.
“El Espíritu nos hace ver todo de un modo nuevo, según la mirada de Jesús”, añadió el Papa. “Yo lo diría de esta manera: en el gran viaje de la vida, Él nos enseña por dónde empezar, qué caminos tomar y cómo caminar. En primer lugar, por dónde empezar ‘Si me aman, cumplirán mis mandamientos’. Si me aman, cumplirán; esta es la lógica del Espíritu. Nosotros a menudo pensamos al revés: si cumplimos, amamos.
Estamos acostumbrados a pensar que el amor proceda esencialmente de nuestro cumplimiento, talento y religiosidad. En cambio, el Espíritu nos recuerda que, sin el amor en el centro, todo lo demás es vano. Y que este amor no nace tanto de nuestras capacidades, sino que es un don suyo. El Espíritu de amor es el que nos infunde el amor, Él es quien nos hace sentir amados y nos enseña a amar. Él es el ‘motor’ de nuestra vida espiritual”.
Asimismo, el Pontífice remarcó que “el Espíritu no sólo nos recuerda por dónde empezar, sino que también nos enseña qué caminos tomar. Nos lo dice la segunda Lectura, donde san Pablo explica que ‘quienes se dejan conducir por el Espíritu de Dios’(Rm 8,14) caminan ‘según el Espíritu y no según la carne’”.
Este es el texto publicado por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:
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Homilía del Santo Padre
En la frase final del Evangelio que hemos escuchado, Jesús hace una afirmación que nos da esperanza y al mismo tiempo nos lleva a reflexionar. Dice a los discípulos: “El Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho” (Jn 14,26). Nos impacta ese “todo”, y nos preguntamos, ¿en qué sentido el Espíritu da esta comprensión nueva y plena a quienes lo reciben? No es una cuestión de cantidad, Dios no quiere convertirnos en enciclopedias o en eruditos. No. Es una cuestión de calidad, de perspectiva.
El Espíritu nos hace ver todo de un modo nuevo, según la mirada de Jesús. Yo lo diría de esta manera: en el gran viaje de la vida, Él nos enseña por dónde empezar, qué caminos tomar y cómo caminar.
En primer lugar, por dónde empezar. El Espíritu, en efecto, nos indica el punto de partida de la vida espiritual. ¿Cuál es? Jesús habla de ello en el primer versículo de hoy, cuando dice: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos” (v. 15). Si me aman, cumplirán; esta es la lógica del Espíritu.
Nosotros a menudo pensamos al revés: si cumplimos, amamos. Estamos acostumbrados a pensar que el amor proceda esencialmente de nuestro cumplimiento, talento y religiosidad. En cambio, el Espíritu nos recuerda que, sin el amor en el centro, todo lo demás es vano. Y que este amor no nace tanto de nuestras capacidades, sino que es un don suyo. El Espíritu de amor es el que nos infunde el amor, Él es quien nos hace sentir amados y nos enseña a amar. Él es el “motor” de nuestra vida espiritual.
Él mismo nos lo recuerda, porque es la memoria de Dios, Aquel que nos recuerda todas las palabras de Jesús (cf. v. 26). El Espíritu Santo es una memoria activa, que enciende y reaviva el amor de Dios en nuestro corazón. Hemos experimentado su presencia en el perdón de los pecados, cuando nos hemos sentido llenos de su paz, de su libertad y de su consolación. Alimentar esta memoria espiritual es esencial. Siempre recordamos lo que va mal, con frecuencia resuena en nosotros esa voz que nos recuerda los fracasos y las deficiencias, que nos dice: “Ves, otra caída, otra desilusión, nunca lo conseguirás, no eres capaz”. El Espíritu Santo, en cambio, nos recuerda todo lo contrario: “Eres hijo, eres hija de Dios, eres una criatura única, elegida, preciosa, siempre amada; aunque hayas perdido la confianza en ti mismo, Dios confía en ti”.
Sin embargo, tú podrías objetar: son sólo bonitas palabras; yo tengo muchos problemas, heridas y preocupaciones que no se resuelven con consuelos fáciles. Pues bien, es precisamente ahí que el Espíritu pide poder entrar. Porque Él, el Consolador, es espíritu de sanación y de resurrección, y puede transformar esas heridas que te queman por dentro. Él nos enseña a no suprimir los recuerdos de las personas y de las situaciones que nos han hecho mal, sino a dejarlos habitar por su presencia. Así hizo con los Apóstoles y con sus fallas. Habían abandonado a Jesús antes de la Pasión, Pedro lo había negado, Pablo había perseguido a los cristianos. ¡Cuántos errores, cuántos sentimientos de culpa! Por sí mismos no podían encontrar una salida. Solos no; con el Consolador sí.
Porque el Espíritu sana los recuerdos. ¿Cómo? Dándole importancia a lo que cuenta, es decir, el recuerdo del amor de Dios y su mirada sobre nosotros. De este modo pone orden en la vida; nos enseña a acogernos, a perdonarnos a nosotros mismos y a reconciliarnos con el pasado. A volver a empezar.
El Espíritu no sólo nos recuerda por dónde empezar, sino que también nos enseña qué caminos tomar. Nos lo dice la segunda Lectura, donde san Pablo explica que “quienes se dejan conducir por el Espíritu de Dios” (Rm 8,14) caminan “según el Espíritu y no según la carne»”(v. 4). En otras palabras, el Espíritu, frente a las encrucijadas de la existencia, nos sugiere el mejor camino a recorrer. Por eso es importante saber discernir su voz de la del espíritu del mal.
Pongamos algunos ejemplos: el Espíritu Santo nunca te dirá que en tu camino va todo bien. No, te corrige, te lleva también a llorar por los pecados, y te anima a cambiar, a combatir contra tus falsedades e hipocresías, aun cuando eso implique esfuerzo, lucha interior y sacrificio. El mal espíritu, en cambio, te empuja a hacer siempre lo que tú quieras y te guste; te lleva a creer que tienes derecho a usar tu libertad como te parezca. Pero después, cuando te quedas vacío interiormente, te acusa y te tira al suelo. El Espíritu Santo, que te corrige a lo largo del camino, nunca te deja tirado en el suelo, sino que siempre te toma de la mano, te consuela y te alienta.
Cuando veas que la amargura, el pesimismo y los pensamientos tristes se agitan dentro de ti, es bueno saber que eso nunca viene del Espíritu Santo, sino que viene del mal, que se siente cómodo en la negatividad y usa a menudo esta estrategia: alimenta la impaciencia, el victimismo, hace sentir la necesidad de autocompadecernos y de reaccionar a los problemas criticando, y echando toda la culpa a los demás. Nos vuelve nerviosos, desconfiados y quejosos. El Espíritu Santo, por el contrario, nos invita a no perder nunca la confianza y a volver a empezar siempre.
¿Cómo? Haciendo que tomemos la iniciativa, sin esperar que sea otro el que comience. Y luego, llevando esperanza y alegría a quienes encontremos, no quejas; no envidiando nunca a los demás, sino alegrándonos por sus éxitos.
Además, el Espíritu Santo es concreto, no idealista; quiere que nos concentremos en el aquí y ahora, porque el sitio donde estamos y el tiempo en que vivimos son los lugares de la gracia. El espíritu del mal, en cambio, quiere distraernos del aquí y del ahora, y llevarnos con la cabeza a otra parte. Con frecuencia nos ancla en el pasado, en los remordimientos, en las nostalgias y en aquello que la vida no nos ha dado; o bien nos proyecta hacia el futuro, alimentando temores, miedos, ilusiones y falsas esperanzas. El Espíritu Santo, en cambio, nos lleva a amar el aquí y el ahora, no un mundo ideal, ni una Iglesia ideal, sino la realidad, a la luz del sol, en la transparencia y la sencillez. ¡Qué diferencia con el maligno, que fomenta las cosas dichas a las espaldas, las habladurías y los chismorreos!
El Espíritu nos quiere juntos, nos funda como Iglesia y hoy —tercer y último aspecto— enseña a la Iglesia cómo caminar. Los discípulos estaban escondidos en el cenáculo, después el Espíritu descendió e hizo que salieran. Sin el Espíritu estaban encerrados en ellos mismos, con el Espíritu se abrieron a todos. En cada época, el Espíritu le da vuelta a nuestros esquemas y nos abre a su novedad; siempre enseña a la Iglesia la necesidad vital de salir, la exigencia fisiológica de anunciar, de no quedarse encerrada en sí misma, de no ser un rebaño que refuerza el recinto, sino un prado abierto para que todos puedan alimentarse de la belleza de Dios, una casa acogedora sin muros divisorios. El Espíritu mundano nos presiona para que sólo nos concentremos en nuestros problemas e intereses, en la necesidad de ser relevantes, en la defensa tenaz de nuestras pertenencias nacionales y de grupo. El Espíritu Santo no. Él nos invita a olvidarnos de nosotros mismos y a abrirnos a todos. Y así rejuvenece a la Iglesia. Pero pongamos atención, es Él quien la rejuvenece, no nosotros. Porque la Iglesia no se programa, y los proyectos de renovación no bastan.
El Espíritu nos libera de obsesionarnos con las urgencias, y nos invita a recorrer caminos antiguos y siempre nuevos, los del testimonio, la pobreza y la misión, para liberarnos de nosotros mismos y enviarnos al mundo.
Hermanos y hermanas, entremos en la escuela del Espíritu Santo, para que nos enseñe todo. Invoquémoslo cada día, para que nos recuerde que debemos partir siempre de la mirada de Dios sobre nosotros, tomar decisiones escuchando su voz, y caminar juntos, como Iglesia, dóciles a Él y abiertos al mundo.
Memoria
— Corazón grande en el apostolado.
— Saber comprender para poder ayudar.
— Alegría y espíritu positivo en el apostolado con nuestros amigos.
I. Bernabé significa hijo de la consolación, y le fue impuesto por los Apóstoles como sobrenombre a José, levita y chipriota de nacimiento1. Su espíritu conciliador y su simpatía habrían inspirado este apelativo, según comenta San Juan Crisóstomo2.
Después del martirio de Esteban y de la persecución posterior, algunos cristianos llegaron hasta Antioquía, adonde llevaron consigo su fe en Jesucristo. Al conocerse en Jerusalén las maravillas que operaba el Espíritu Santo, enviaron a Bernabé3. Su celo por la extensión del Reino le llevó a buscar los instrumentos idóneos para aquella ingente labor que se presentaba. Por eso se dirigió a Tarso, para buscar a Pablo, y lo condujo a Antioquía. Estuvieron juntos en aquella Iglesia durante un año entero y adoctrinaron a una gran muchedumbre4. Supo descubrir en el recién convertido aquellas cualidades que la gracia transformaría en el Apóstol de las gentes. Bernabé había sido el que presentó a Pablo a los Apóstoles en Jerusalén poco tiempo antes, cuando muchos cristianos recelaban de su antiguo perseguidor5.
Con el Apóstol realizará el primer viaje misional, que tenía como objetivo la isla de Chipre6. Les acompañaba también Marcos, su primo, quien les abandonó a la mitad del camino, en Perge, y se volvió a Jerusalén. Cuando San Pablo proyectó el segundo gran viaje misional, Bernabé quería llevar de nuevo a Marcos, pero Pablo consideraba que no debía llevar consigo al que se había apartado de ellos en Panfilia y no les había acompañado en la tarea7. Esto produjo una disensión tan fuerte entre ambos que se separaron el uno del otro...8.
Bernabé no dejó a un lado a su primo Marcos, quizá entonces muy joven, después de aquella defección, en la que le fallaron las fuerzas. Supo reanimarlo y fortalecerlo, y hacer de él un gran evangelizador y un colaborador eficacísimo de San Pedro y del mismo San Pablo, con el que Bernabé siguió unido9. Más tarde demostrará Pablo para Marcos la mayor estima10, «como si viera reflejarse en él la simpatía y los gratos recuerdos de Bernabé, el amigo de la juventud»11.
San Bernabé nos invita hoy a tener un corazón grande en el apostolado, que nos llevará a no desanimarnos fácilmente ante los defectos y retrocesos de aquellos amigos o parientes que queremos llevar hasta el Señor, a no dejarlos a un lado cuando flaquean o quizá no responden a nuestras atenciones y a nuestra oración.
La posible falta de correspondencia, a veces aparente, ante nuestros desvelos ha de llevarnos a excedernos en tratar a nuestros amigos aún con más afecto, con una sonrisa más abierta, con más medios sobrenaturales.
II. Id y proclamad que el reino de Dios está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios... Este mandato del Señor, que leemos en el Evangelio de la Misa12, debe resonar en el corazón de todos los cristianos. Es el apostolado que ha de llevar a cabo cada uno personalmente en el lugar en el que se va desarrollando su vida: el pueblo, el barrio, la empresa, la Universidad... Encontraremos a muertos, que hemos de llevar al sacramento de la Penitencia para que recobren la vida sobrenatural; enfermos, que no pueden valerse por sí mismos y es preciso ayudar para que se acerquen a Cristo; leprosos, que quedarán limpios por la gracia a través de nuestra amistad; endemoniados, cuya curación nos exigirá una particular oración y penitencia...
Además de la constancia –no podemos olvidar que «las almas se mejoran con el tiempo»13– debemos tener en cuenta las diversas situaciones y circunstancias por las que atraviesan las personas que precisan nuestra ayuda. De San Bernabé se nos dice que era un hombre bueno, que mereció el sobrenombre de hijo de la consolación, que llevó la paz a muchos corazones. De su grandeza de corazón, manifestada en su generosidad y desprendimiento, nos hablan los Hechos de los Apóstoles en la primera noticia que de él tenemos: tenía un campo, lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los Apóstoles14. Así pudo seguir más libremente al Señor. Un alma generosa y desprendida está en condiciones de acoger a todos y de comprender el verdadero estado en que se encuentran las almas. Cuando alguien se siente comprendido es más fácil que se deje ayudar. La mejor arma del cristiano en el apostolado es precisamente esa actitud abierta, acogedora, que sabe hacerse cargo de la situación de los demás, apreciándolos de verdad, pues «nadie puede ser conocido sino en función de la amistad que se le tiene»15.
Para comprender es preciso mirar a los demás en lo mucho que tienen de positivo, y ver sus fallos solo en un contexto de buenas cualidades, reales o posibles, y con el deseo de ayudarles. «Procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas que viéremos en los otros, y tapar sus defectos con nuestros grandes pecados»16, aconsejaba Santa Teresa de Jesús. Y San Bernardo exhortaba vivamente: «aunque vierais algo malo, no juzguéis al instante a vuestro prójimo, sino más bien excusadle en vuestro interior. Excusad la intención, si no podéis excusar la acción. Pensad que lo habrá hecho por ignorancia, o por sorpresa, o por desgracia. Si la cosa es tan clara que no podéis disimularla, aun entonces procurad creerlo así, y decid para vuestros adentros: la tentación habrá sido muy fuerte»17.
Del Señor hemos de aprender a saber convivir con todos, a no tener demasiado en cuenta las faltas de correspondencia, de educación o de generosidad de quienes nos rodean, fruto muchas veces de su ignorancia, de su soledad o de su cansancio. El bien que pretendemos llevar a cabo está por encima de esas pequeñeces que, en la presencia de Dios, dejan de tener importancia. «Frecuentas el trato de ese compañero que apenas te da los buenos días..., y te cuesta.
»-Persevera y no le juzgues; tendrá “sus motivos”, de la misma manera que tú alimentas los tuyos para encomendarle más cada jornada»18. Esos «motivos» nuestros que tienen su origen y su centro en el Sagrario.
III. Tocad la citara para el Señor, // suenen los instrumentos: // con clarines y son de trompetas // aclamad al Rey y Señor...19.
Es posible que algunos cristianos, al ver el ambiente alejado de Dios y los modos de vida que adoptan muchos que quizá tendrían que ser ejemplares, se dejen llevar por un «celo amargo», tratando de hacer el bien pero con una continua lamentación del mal evidente, con frecuentes reproches a la sociedad, a quienes –según ellos– tendrían que tomar medidas drásticas para atajar esos males... No nos quiere el Señor así: Él dio su vida en la Cruz, con serenidad y paz, por todos los hombres. Sería un gran fracaso que los cristianos adoptaran una actitud negativa ante el mundo que han de salvar. A las gentes de las primeras generaciones que siguieron a Cristo se las ve llenas de alegría, a pesar de las frecuentes tribulaciones que hubieron de sufrir. San Lucas, cuando en los Hechos de los Apóstoles trata de hacer un resumen de las pequeñas comunidades que iban apareciendo por todas partes, señala que la Iglesia se consolidaba y caminaba en el temor del Señor y crecía con el consuelo del Espíritu Santo20. Es la paz del Señor, que nunca nos faltará si le seguimos de cerca; es la paz que hemos de dar a todos.
Imitando al Señor, debemos huir de actitudes condenatorias, adustas, con dejes de amargura. Si los cristianos llevamos la alegría al mundo, ¿cómo vamos a presentar la Buena Nueva de modo antipático y triste?, ¿cómo vamos a juzgar a los demás si no tenemos los elementos de juicio necesarios y, sobre todo, si nadie nos ha dado esa misión? Nuestra postura ante todos es siempre de salvación, de paz, de comprensión, de alegría..., incluso con aquellos que en algún momento nos han podido tratar injustamente. «Comprensión, caridad real. Cuando de veras la hayas conseguido, tendrás el corazón grande con todos, sin discriminaciones, y vivirás –también con los que te han maltratado– el consejo de Jesús: “venid a mí todos los que andáis agobiados..., que Yo os aliviaré”»21. Cada cristiano es «Cristo que pasa» en medio de los suyos, que los aligera de sus cargas y les muestra el camino de la salvación.
Al terminar nuestra oración le pedimos al Señor, con la liturgia de la Misa, aquel amor ardiente, que impulsó al apóstol Bernabé a llevar a las naciones la luz del Evangelio22. Nos lo concederá antes si lo pedimos además a través de Nuestra Señora: Sancta Maria, Regina Apostolorum, ora pro nobis..., ayúdanos en la tarea apostólica que queremos llevar a cabo con nuestros parientes, amigos y conocidos.
1 Cfr. Hech 4, 36. — 2 Cfr. San Juan Crisóstomo, Homilías sobre los Hechos de los Apóstoles, 21. — 3 Hech 11, 23 — 4 Hch 11, 26. — 5 Cfr. Hech 9, 26. — 6 Cfr. Hech 13, 14. — 7 Hech 15, 38. — 8 Hech 15, 40. — 9 Cfr. 1 Cor 9, 5-6. — 10 Cfr. Col 4, 10; Fil 24; 2 Tim 4, 11. — 11 J. Prado, en Gran Enciclopedia Rialp, 5ª ed. Madrid 1989, voz Bernabé, vol. IV, p. 91. — 12 Mt 10, 7-13. — 13 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 78. — 14 Hech 4, 37. — 15 San Agustín, Sermón 83. — 16 Santa Teresa, Vida, 13, 6. — 17 San Bernardo, Sermón 40 sobre el Cantar de los Cantares. — 18 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 843. — 19 Salmo responsorial. Sal 98, 5-6. — 20 Hech 9, 31. — 21 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 867. — 22 Misal Romano, Oración sobre las ofrendas de la Misa del día.
Natural de Chipre, se cuenta entre los primeros fieles de Jerusalén. Fue quien presentó a los Apóstoles a San Pablo, después de su conversión; le acompañó luego en su primer viaje apostólico. Intervino en el Concilio de Jerusalén y fue una figura de gran importancia en la Iglesia de Antioquía, el primer núcleo cristiano numeroso fuera de Jerusalén. Era pariente de Marcos, en quien ejerció una influencia decisiva. Vuelto a su patria, la evangelizó y murió mártir hacia el año 63. Su nombre figura en la Plegaria Eucarística, I (o Canon Romano).
11 de junio: san Bernabé, apóstol
Comentario de la memoria de san Bernabé, apóstol. “Id y predicad: «El Reino de los Cielos está cerca»”. La misión apostólica no se reduce a la transmisión de una información o de una doctrina. El apóstol transmite el mensaje de Jesús viviendo como su Señor.
11/06/2022
Evangelio (Mt 10, 7-13)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
“Id y predicad: «El Reino de los Cielos está cerca». Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, sanad a los leprosos, expulsad los demonios. Gratuitamente lo recibisteis, dadlo gratuitamente. No llevéis oro, ni plata, ni dinero en vuestras bolsas, ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón, porque el que trabaja merece su sustento.
En cualquier ciudad o aldea en que entréis, informaos sobre quién hay en ella que sea digno; y quedaos allí hasta que os vayáis. Al entrar en una casa dadle vuestro saludo. Si la casa fuera digna, venga vuestra paz sobre ella; pero si no fuera digna, que vuestra paz vuelva a vosotros”.
Comentario
El evangelio de hoy, fiesta del apóstol san Bernabé, nos presenta de manera sintética algunas de las características del mensaje que Jesús quiere que sus enviados transmitan.
Lo que deben predicar, de manera esencial, es que el Reino de los Cielos está cerca. Sin embargo, acto seguido, Jesús les da una serie de indicaciones que dejan claro que la misión apostólica no se reduce a la transmisión de una información o de una doctrina.
En la versión de san Lucas se nos ofrece también una orientación útil: “el Reino de Dios no viene con espectáculo; ni se podrá decir: «Mirad, está aquí», o «está allí»; porque, daos cuenta de que el Reino de Dios está ya en medio de vosotros” (Lucas 17, 20-21). El Reino de Dios es Jesús mismo.
Por lo tanto, el Señor envía a sus apóstoles con un mensaje que está destinado a convertirse en vida. La misión no es una campaña publicitaria: es la encarnación del mensaje del Verbo Encarnado. Por eso, los signos que acompañan esta embajada son la caridad (curar, resucitar, sanar, exorcizar), la pobreza (no hace falta oro, ni siquiera sandalias), el trabajo honrado que se gana el salario justamente y el deseo de paz para los hogares que visitan.
En resumen: el apóstol transmite el mensaje de Jesús viviendo como su Señor.
La vida de san Bernabé es un ejemplo muy atractivo de cómo hacer realidad esa llamada de Cristo. Nos dice la primera lectura que era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe (Hechos 11, 24). Esas cualidades se hicieron particularmente evidentes con un gesto que cambió para siempre la historia de la Iglesia: “llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera realmente discípulo. Entonces Bernabé se lo presentó a los apóstoles” (Hechos 9, 26).
Fue el apóstol que celebramos hoy el que introdujo en la vida eclesial a Pablo, el futuro Apóstol de las gentes. Y lo hizo porque estaba lleno de Espíritu Santo y de fe. De él podemos aprender que la misión apostólica solamente la llevaremos a cabo si estamos llenos de la presencia del Paráclito, y su fruto más evidente siempre será la caridad con que tratemos a cada alma, tal como lo hizo Jesús.
"La tentación del cansancio"
Quiero prevenirte ante una dificultad que quizá puede presentarse: la tentación del cansancio, del desaliento. –¿No está fresco aún el recuerdo de una vida –la tuya– sin rumbo, sin meta, sin salero, que la luz de Dios y tu entrega han encauzado y llenado de alegría? –No cambies tontamente esto por aquello. (Forja, 286)
Si notas que no puedes, por el motivo que sea, dile, abandonándote en Él: ¡Señor, confío en Ti, me abandono en Ti, pero ayuda mi debilidad!
Y lleno de confianza, repítele: mírame, Jesús, soy un trapo sucio; la experiencia de mi vida es tan triste, no merezco ser hijo tuyo. Díselo...; y díselo muchas veces.
–No tardarás en oír su voz: «ne timeas!» –¡no temas!; o también: «surge et ambula!» –¡levántate y anda! (Forja, 287)
Me comentabas, todavía indeciso: ¡cómo se notan esos tiempos en los que el Señor me pide más!
–Sólo se me ocurrió recordarte: me asegurabas que únicamente querías identificarte con Él, ¿por qué te resistes? (Forja, 288)
Ojalá sepas cumplir ese propósito que te has fijado: "morir un poco a mí mismo, cada día". (Forja, 289)
Muy humanos, muy divinos (XIV): Para dar luz, palabras verdaderas
Jesús y los primeros discípulos demostraron un gran amor a la verdad, con la seguridad de quien transmite una noticia que llena la vida de alegría.
10/06/2022
«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño» (Jn 1,47). El elogio que Jesús hizo de Natanael podían también aplicárselo a él todos los que le escuchaban. El Maestro pronunciaba solo palabras verdaderas, y vivía profundamente de acuerdo con ellas. En las palabras de Jesús se manifiesta siempre el deseo ardiente de darnos lo mejor que tiene. Y ese amor hace que lo que dice sea siempre transparente, orientado a entregarnos su verdad y su misericordia. Por eso, entonces como ahora, su vida y su testimonio deslumbran, aunque a veces también asusten o desestabilicen.
Sin miedo a la verdad
Un momento en el que se percibe claramente este talante del Maestro es el capítulo sexto de san Juan. Poco después de haber dejado a la multitud sorprendida con la multiplicación de unos pocos panes y peces, de los que todos comen hasta saciarse, lo vemos decidido a revelar una verdad importante. Jesús sabe bien que a aquellos miles que lo han seguido hasta allí les va a costar mucho comprenderla. Pero no se va a ahorrar ninguna palabra, ni aliviará el mensaje para hacerlo más aceptable: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna» (Jn 6,54). Casi todos se despiden de él, precisamente por lo desconcertante de sus palabras: «Crudo es este lenguaje ¿quién puede aceptarlo?» (Jn 6,60).
Se podría decir, con lenguaje de red social, que en este momento su exceso de audacia le ha llevado a perder más de cinco mil seguidores. Para el Maestro, sin embargo, este fracaso es solo efímero y aparente: ni lo detiene ni lo condiciona… Tanto es así que, al descubrir el desánimo y el desengaño en los rostros de los doce, les pregunta también: «Y vosotros… ¿también queréis iros?» (Jn 6,67). Paradójicamente, para quedarse con nosotros, Jesús prefiere pagar el precio de la soledad: no está dispuesto, por asegurar un éxito pasajero, a dejar de alimentarnos y amarnos con el pan eucarístico a través de los siglos. Para Jesús, como para su Iglesia, la verdad es el amor por nosotros. Sabe que es decisivo manifestarse de modo auténtico, para que «todos los hombres se salven, es decir, que lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2,4). Y la verdad muchas veces duele. «La verdad no es en absoluto barata. Es exigente, y quema», decía una vez Joseph Ratzinger. «El mensaje de Jesús también incluye el desafío que encontramos en esa pugna con sus contemporáneos (…). Quien no quiera dejarse quemar, quien no esté dispuesto a ello, tampoco se acercará a Él»[1].
Jesús dice lo que tiene que decir, como tiene que decirlo, cuando tiene que decirlo. Unos días antes de ser condenado a muerte por aquellos mismos que le están escuchando en el Templo de Jerusalén, después de haberlos acusado ante el pueblo como «guías ciegos, hipócritas, (…) sepulcros blanqueados» (Mt 23,27), los increpa así, también públicamente: «¡Serpientes! ¡Raza de víboras! ¿Cómo vais a escapar del castigo del infierno?» (Mt 23,33). Son palabras que nos pueden impresionar. Jesús no habla tan duramente con quienes están en el error, o con los pecadores… sino más bien con quienes, creyéndose justos, impiden que los demás se acerquen a Dios (Mt 23,13). Sabe perfectamente que sus palabras azuzan la antipatía de quienes ya piensan en darle muerte. Pero eso no le importa. Ni siquiera le frena el temor de que sus discípulos se puedan convertir en víctimas indirectas de su encendido discurso... Porque el amor a la verdad y a los hombres está por encima de la vida terrena. San Josemaría sintetiza muy bien esta actitud de Jesús: «no tengas miedo a la verdad, aunque la verdad te acarree la muerte»[2]. Con esas palabras ásperas y crudas que dirige a los fariseos, Jesús está defendiendo del error y de la mentira al pequeño rebaño que con el correr de los años —Él ya lo sabe— sufrirá también el martirio por amor a Dios y por defender esa misma verdad. Porque la verdad es la primera y la última palabra amorosa de los mártires cristianos.
Son muchos los pasajes de la vida del Señor en los que prevalece ese amor a la verdad. Como Él mismo afirma en su juicio ante Pilatos, «Yo para esto he nacido y he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad» (cfr. Jn 18,37). Y también los cristianos hemos sido bautizados y confirmados para ser testigos de aquel que es «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14,6), ante los intentos de someter la realidad a cálculos, intereses o ideologías. Testigos: eso significa la palabra mártir. Aunque Dios no llame a todos los cristianos a verter su sangre por la fe, sí espera que estemos dispuestos a dejarnos la vida, gota a gota, por esa misma fe; a ser «mártires sin espectáculo», como quien «gasta sus años trabajando sin otra mira que servir a la Iglesia y a las almas, y envejece sonriendo, y pasa inadvertido...»[3]. Porque, a fin de cuentas, «la existencia temporal —tanto de las personas como de la sociedad— sólo es importante precisamente como etapa hacia la eternidad. Por eso la vida terrena es solo relativamente importante, y no es un bien absoluto. Lo que importa absolutamente es que seas feliz, que te salves»[4].
No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto
¡Qué bello reflejo de la actitud valiente de Jesucristo contemplamos en sus primeros discípulos! Tras el fuego de Pentecostés, asombra escuchar la predicación de los apóstoles, que hablan ya sin miedo. Así lo han aprendido del Maestro. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, vemos a Pedro y a Juan llevados presos ante el Sanedrín por exponer públicamente la verdad de la resurrección de nuestro Señor, y para dar explicaciones sobre la curación de un hombre cojo. Tras una noche en prisión, son sometidos a un interrogatorio, al que también asiste ese hombre sanado. Los ancianos y escribas les preguntan: «¿Con qué poder, o con ayuda de quién hacéis esto vosotros?» (Hch 4,7). La respuesta de Pedro es taxativa. Ya no queda ni medio asomo de la cobardía que le llevó a mentir y a negar al Señor durante la oscura noche de la pasión: «Que os quede claro a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel: por el Nombre de Jesucristo el Nazareno, al que vosotros crucificasteis, al que Dios despertó de entre los muertos, gracias a él se presenta sano este ante vosotros» (Hch 4,10). La libertad con la que hablan Pedro y Juan los deja estupefactos. No saben qué hacer, salvo ordenarles no volver a enseñar ni a hacer nada en el Nombre de Jesús. La respuesta de Pedro y Juan pone en evidencia la arbitrariedad de lo que les están pidiendo: «Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios; porque nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hch 4,19-20).
Estos ejemplos de la vida de Jesús y de los primeros discípulos nos proporcionan la medida adecuada de nuestro comportamiento a la hora de proclamar la verdad de Jesucristo. Una falsa prudencia podría llevarnos a fabricar discursos complacientes, o a callar cuando debemos hablar. Desde luego, evangelizar no significa entrar siempre al conflicto, pero tampoco puede consistir en evitarlo permanentemente, haciendo compromisos con la verdad. En este sentido, escribía san Josemaría: «¿Contemporizar? —Es palabra que solo se encuentra —¡hay que contemporizar!— en el léxico de los que no tienen gana de lucha —comodones, cucos o cobardes—, porque de antemano se saben vencidos»[5]. A la vez, sería también demasiado cómodo pensar que la fe se puede transmitir sin plantearse la solidez de nuestro discurso, o sin atender a los problemas, los anhelos y la sensibilidad de cada momento, de cada persona.
En todo caso, cuando un cristiano quiere vivir de acuerdo con su identidad, a veces tendrá que sobreponerse al miedo al ridículo, al «qué dirán». Hoy quizá sea menos frecuente que los discípulos de Jesús acaben entre los leones o en una celda, como sucedió a Pedro y Juan y a tantos santos que nos han precedido en la custodia y testimonio de la fe. Puede suceder, sin embargo, que nuestra imagen pública se resienta, o incluso que seamos perseguidos a causa de nuestra defensa de la dignidad humana y de la libertad de las conciencias, que se encuentran en la base del ejercicio de la fe, del respeto de la vida, y de tantas otras realidades irrenunciables.
La vida de los cristianos, escribe san Josemaría, no es «antinada»: es «afirmación, optimismo, juventud, alegría y paz»[6]. Pero precisamente por eso debemos tener «la valentía de vivir pública y constantemente conforme a nuestra santa fe»[7]: no podemos permitir que pierda fuerza en nuestras vidas el amor a Dios y a la verdad, porque sin ese amor y esa verdad no tendríamos ya nada que anunciar al mundo. Junto a eso, es importante buscar la manera de hacer el mayor bien posible en cada situación, teniendo en cuenta que la transmisión de la verdad no depende solo de que digamos las cosas, sino también de que quienes nos oyen entiendan. También Jesús a veces optó por callarse (Cfr. Lc 4,28-30; Mt 26,63); y, si muchas veces hablaba sin rodeos, siempre buscaba el modo de hacerse entender por unos y otros. En ese sentido, sucederá que a veces sea contraproducente insistir en una idea, y convenga en cambio esperar a otra ocasión, o repensar nuestras razones; y también, como parte de ese trabajo, tendremos que esforzarnos por comprender las razones de los demás, que muchas veces nos podrán dar luces para entender mejor nuestra fe y las carencias de nuestro discurso.
En su primera carta, la que podríamos llamar la primera encíclica de la historia, san Pedro presenta en pocos trazos todo este programa apostólico: «Glorificad a Cristo en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza; pero con mansedumbre y respeto, y teniendo limpia la conciencia, para que quienes calumnian vuestra buena conducta en Cristo, queden confundidos en aquello que os critican» (1 Pe 3,15-16).
En los areópagos de nuestro siglo
El desafío de evangelizar no solo exige valentía, sino también preparación intelectual y teológica —la que cada uno pueda obtener—, don de lenguas y empatía con la cultura contemporánea, que es la nuestra. Ver al propio san Pablo en Atenas puede ayudarnos a entender cómo manifestarnos en los areópagos de nuestro siglo (cfr. Hch 17,16ss). Primero observamos a un Pablo que se consumía en su interior al observar una ciudad entregada a la idolatría. Sin embargo, su ardor no le lleva a hablar con amargura, o de malos modos[8]. Explora el terreno y escucha: primero a sus hermanos judíos en la sinagoga y, después, en la calle, a los filósofos epicúreos y estoicos, con los que entabla conversación y manifiesta sus ideas sobre Dios y sobre la vida. Además de contemplar con interés la arquitectura de la ciudad, san Pablo demuestra un buen conocimiento de su literatura; eso le permite adaptar su mensaje a aquel auditorio que ha mostrado curiosidad por sus palabras. San Pablo conforma su predicación a este auditorio, de por sí difícil, pero ni degrada ni atenúa el evangelio. El discurso que pronuncia en el Areópago permanece como un modelo, que vale la pena releer de vez en cuando.
En un primer momento, san Pablo alaba la belleza de un altar construido al Dios desconocido, que ha descubierto paseando por la ciudad. Esa referencia cultural lo acerca a sus interlocutores y le permite hablar sobre ese Dios misterioso, al que él dice conocer. Con diversas referencias literarias de los poetas griegos, san Pablo dirige empáticamente el discurso hacia la verdad que quiere transmitir: que todos somos criaturas de ese Dios desconocido, porque él es el Creador y el Señor de todas las cosas. Les explica además cómo ese Dios se ha hecho presente entre nosotros, no a través de ídolos construidos por mano de hombre, sino encarnándose, y ofreciendo como prueba de su divinidad su resurrección entre los muertos…
San Pablo consigue hacer brillar con todo su resplandor la autenticidad del kerygma, el corazón de la fe, ante un pueblo culto y pagano. Es cierto que, como le sucedió al Señor en el discurso del Pan de vida, la mayor parte del auditorio abandona educadamente: «Otra vez te escucharemos sobre esto» (Hch 17,32).No todos los oídos están preparados para aceptar la palabra de Dios a la primera. Pero algunos se quedan: el relato añade que ese día abrazaron la fe Dionisio el Areopagita, una mujer llamada Dámaris y unos cuantos más. La valentía, la preparación intelectual y el don de gentes de Pablo, como el de tantos cristianos, es madera que permite al Espíritu Santo encender el fuego de Jesucristo en muchos corazones. Este pasaje de la vida de san Pablo, en fin, enseña mucho sobre cómo proceder en una cultura que a veces ha perdido hasta el mismo lenguaje para nombrar a Dios.
Todo para todos
Las palabras y la vida de un cristiano puedan resultar a veces escandalosas, no porque haga nada malo, sino por contraste con lo que se considera como socialmente aceptable. Ciertamente, su modo de vivir puede poner en evidencia, aun sin pretenderlo, la forma de vida de muchas personas: en sus relaciones afectivas, en ciertos hábitos profesionales, en modos de divertirse. Formas y hábitos que no solo reciben la aprobación del sentir común, sino que a veces se han convertido en derechos exigibles jurídicamente.
En este contexto, es factible que una persona se pueda sentir juzgada y despreciada en su corazón ante una afirmación como esta de san Pablo: «No os dejéis engañar: ni fornicarios, ni idólatras, ni afeminados, ni sodomitas, ni ladrones, ni avaros, ni borrachos, ni insultadores, ni saqueadores heredarán el reino de Dios» (1 Co 6,9). Estas palabras pudieron escandalizar a algunos de los corintios que las recibieron, y seguramente siguen haciéndolo hoy. Los cristianos vivimos de afirmación, y los modos de hablar pueden cambiar en función de los momentos o de los interlocutores; pero no podemos hacer como aquellos maestros que dicen lo que cada uno querría oír (2 Tm 4,4). Ya el profeta Isaías escribía «¡Ay de los que llaman bien al mal y mal al bien, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo! (Is 5,20).
A la vez, nuestro testimonio de la verdad no se puede reducir a la denuncia del mal: el Evangelio es ante todo anuncio del amor incondicional de Dios por cada uno. Las mismas palabras de san Pablo no se limitan a una enunciación condenatoria de vicios y pecados; tras esas líneas fuertes, añade: «Así erais algunos de vosotros: pero os lavasteis y fuisteis santificados y fuisteis justificados gracias al nombre de Jesucristo y gracias al Espíritu de nuestro Dios» (1 Co 6,10-11).
Quizá hoy más que nunca percibimos cómo «la tarea evangelizadora se mueve entre los límites del lenguaje y de las circunstancias. Procura siempre comunicar mejor la verdad del Evangelio en un contexto determinado, sin renunciar a la verdad, al bien y a la luz que pueda aportar cuando la perfección no es posible. Un corazón misionero sabe de esos límites y se hace “débil con los débiles […] todo para todos” (1 Co 9,22)»[9]. Quien vive de una profunda amistad con Dios y con los demás puede dejarse conquistar por la verdad y manifestarla libremente y con cariño, acompañando a los demás por un plano inclinado. Es verdad, «el santo, para la vida de tantos, es “incómodo”. Pero eso no significa que haya de ser insoportable. —Su celo nunca debe ser amargo; su corrección nunca debe ser hiriente; su ejemplo nunca debe ser una bofetada moral, arrogante, en la cara del prójimo»[10].
Hoy como ayer, para acceder a la misericordia de Dios es necesario golpearse el pecho y reconocerse pecador, cosa que requiere a veces un recorrido lento y paciente, primero en cada uno de nosotros… Qué importante es que, a lo largo de la vida, todos podamos tener al lado amigos que, a la vez que nos comprenden, nos iluminan con palabras verdaderas. Porque solo la verdad nos hace libres; solo ella puede liberarnos el corazón (cf. Jn 8,32), solo con ella viene realmente la alegría. Y eso es lo que significa evangelizar: «se trata siempre de hacer feliz, muy feliz, a la gente», porque «la Verdad es inseparable de la auténtica alegría»[11].
[1] J. Ratzinger, Dios y el mundo, Círculo de lectores, Barcelona 2011, 209-211.
[2] San Josemaría, Camino, n. 34.
[3] San Josemaría, Via Crucis, 7.4.
[4] San Josemaría, Cartas, VI.1973, n.12.
[5] Camino, n. 54.
[6] Forja, n. 103.
[7] San Josemaría, Surco, n. 46.
[8] Cfr. Camino, nn. 396 y 397.
[9] Francisco, Ex. Ap. Evangelii gaudium, n. 44.
[10] Forja, n. 578.
[11] Surco, n. 185.
Un cristiano que da la vida por sus amigos ha llegado a descubrir en Jesucristo la verdad más profunda de su existencia, y nada ni nadie podrá arrebatarle jamás esta certeza. Su vida no necesita largas argumentaciones para convencer, suscita en nosotros una gran fe, esperanza y caridad.
08/06/2022
Sumario
- ¿Qué es un mártir?
- Martirio y Amor.
- ¿De dónde nace la fuerza para afrontar el martirio?
- ¿Quién fue el primer mártir?
- ¿Existen mártires hoy?
1. ¿Qué es un mártir?
“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará”. (Lc 9, 23-34)
Los mártires son cristianos que dan su vida por mantenerse fieles en el seguimiento de Jesucristo. La palabra griega «mártir» significa “testigo”.
En el martirio se da testimonio de la fe en Cristo, porque se está dispuesto a morir antes que abandonar la fe en tiempos de persecución. El Catecismo de la Iglesia enseña que “el deber de los cristianos de tomar parte en la vida de la Iglesia, los impulsa a actuar como testigos del Evangelio y de las obligaciones que de él se derivan. Este testimonio es transmisión de la fe en palabras y obras. El testimonio es un acto de justicia que establece o da a conocer la verdad (cfr. Mt 18, 16)”. [1]
Meditar con san Josemaría
Sabed que fuisteis rescatados de vuestra vana conducta…, no con plata u oro, que son cosas perecederas, sino con la sangre preciosa de Cristo (1 Pt 1, 18-19). No nos pertenecemos. Jesucristo nos ha comprado con su Pasión y con su Muerte. Somos vida suya. Ya sólo hay un único modo de vivir en la tierra: morir con Cristo para resucitar con Él, hasta que podamos decir con el Apóstol: no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí (Gal 2,20) (Via Crucis XIV estación).
2. Martirio y Amor
“Nadie tiene un amor mayor que este: que uno dé su vida por sus amigos.” (Jn 15,13)
La constitución dogmática Lumen Gentium, tomando estas palabras del Evangelio, reafirma que el martirio es supremo testimonio de amor ante todos, ya que Cristo mismo, el Hijo de Dios, manifestó su amor entregando su vida en la Cruz por nosotros. Los mártires, al dar su vida, se asemejan al Maestro, “que aceptó libremente la muerte por la salvación del mundo”.
Si bien, el martirio es un don que Dios concede a algunas personas, todos los cristianos estamos llamados a confesar a Cristo ante el mundo “y a seguirle, por el camino de la Cruz, en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia”. (cfr. LG 42)
Los mártires, que han sido llamados a tal acto supremo, han transitado el camino de seguimiento de Cristo por medio de la práctica de las virtudes. Y es por eso que han sido capaces de llegar al punto de dar su vida por Cristo como Él lo hizo: “quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho” (Lc 16,10).
Son numerosas las virtudes que destacan en ellos, principalmentelas virtudes teologales -fe, esperanza y caridad- , que son don de Dios y fundamento de los actos heroicos. Luego otras virtudes que distinguen a los mártires son la justicia, porque no están dispuestos a renunciar a la verdad; la fortaleza, que les permite resistir en defensa de la misma; y la magnanimidad, porque elevan su mirada valientemente por encima de los obstáculos.
En definitiva, vivieron y murieron con “la esperanza cierta de que nada ni nadie les podía separar del amor de Dios que nos ha sido donado en Jesucristo”. (Papa Francisco, Audiencia 28-VI-2017)
Meditar con san Josemaría
Qué buena razón la de aquel sacerdote, cuando predicaba así: “Jesús me ha perdonado toda la muchedumbre de mis pecados - ¡cuánta generosidad!-, a pesar de mi ingratitud. Y, si a María Magdalena le fueron perdonados muchos pecados, porque amó mucho, a mí, que todavía me ha perdonado más, ¡qué gran deuda de amor me queda!” ¡Jesús, hasta la locura y el heroísmo! Con tu gracia, Señor, aunque me sea preciso morir por Ti, ya no te abandonaré. Forja 210
¡Cuántos que se dejarían enclavar en una cruz, ante la mirada atónita de millares de espectadores, no saben sufrir cristianamente los alfilerazos de cada día! —Piensa, entonces, qué es lo más heroico. Camino 204
3. ¿De dónde nace la fuerza para afrontar el martirio?
El Papa Benedicto XVI responde diciendo: “De la profunda e íntima unión con Cristo, porque el martirio y la vocación al martirio no son el resultado de un esfuerzo humano, sino la respuesta a una iniciativa y a una llamada de Dios; son un don de su gracia, que nos hace capaces de dar la propia vida por amor a Cristo y a la Iglesia, y así al mundo. Si leemos la vida de los mártires quedamos sorprendidos por la serenidad y la valentía a la hora de afrontar el sufrimiento y la muerte: el poder de Dios se manifiesta plenamente en la debilidad, en la pobreza de quien se encomienda a él y sólo en él pone su esperanza (cfr. 2 Co 12, 9). Pero es importante subrayar que la gracia de Dios no suprime o sofoca la libertad de quien afronta el martirio, sino, al contrario, la enriquece y la exalta: el mártir es una persona sumamente libre, libre respecto del poder, del mundo: una persona libre, que en un único acto definitivo entrega toda su vida a Dios, y en un acto supremo de fe, de esperanza y de caridad se abandona en las manos de su Creador y Redentor; sacrifica su vida para ser asociado de modo total al sacrificio de Cristo en la cruz. En una palabra, el martirio es un gran acto de amor en respuesta al inmenso amor de Dios”. [2]
Meditar con san Josemaría
En alguna ocasión me he preguntado qué martirio es mayor: el del que recibe la muerte por la fe, de manos de los enemigos de Dios; o el del que gasta sus años trabajando sin otra mira que servir a la Iglesia y a las almas, y envejece sonriendo, y pasa inadvertido…
Para mí, el martirio sin espectáculo es más heroico... Ese es el camino tuyo. Via Crucis VII estación, punto IV
Me comentabas, todavía indeciso: ¡cómo se notan esos tiempos en los que el Señor me pide más!
- Sólo se me ocurrió recordarte: me asegurabas que únicamente querías identificarte con Él, ¿por qué te resistes? Forja 288
4. ¿Quién fue el primer mártir?
El libro de los Hechos de los Apóstoles relata la muerte de San Esteban, el primer discípulo en dar la vida por Cristo.
Su predicación valiente y llena de fe generó el rechazo de algunos judíos, hasta el punto de que decidieran quitarle la vida por lapidación. Se nos dice que Esteban estaba lleno del Espíritu Santo, y es ahí de donde saca su fuerza para enfrentar el martirio, a la vez que perdona y pide a Dios el perdón de sus acusadores. (cfr. Hch 7, 54-60)
No es casual que la fiesta de San Esteban se celebre el 26 de diciembre. Después del nacimiento de Cristo, la Iglesia nos invita a mirar al primer hombre que ha seguido los pasos del Salvador en entregar su vida hasta la muerte.
El Papa Francisco nos enseña que “En la escuela de san Esteban, que se asemejó a su Maestro tanto en la vida como en la muerte, también nosotros fijamos los ojos en Jesús, testigo fiel del Padre. Aprendemos que la gloria del Cielo, la gloria que dura para la vida eterna, no está hecha de riqueza y poder, sino de amor y de entrega de uno mismo”. [3]
Meditar con san Josemaría
Ojalá sepas cumplir ese propósito que te has fijado: “morir un poco a mí mismo, cada día”. Forja 289
5. ¿Existen mártires hoy?
Hoy en día, en muchos lugares, hay cristianos perseguidos que sufren el martirio por causa de la fe. Siempre los habrá y la Iglesia los necesita.
En los primeros tiempos, las persecuciones a los cristianos eran más explícitas, pero con el paso del tiempo cesaron; sin embargo, como el mismo Jesús anunció, el martirio no es algo del pasado: “si el mundo os odia, sabéis que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí de entre el mundo, por eso el mundo os odia” (Jn 15, 18-19).
Una vez más, el Papa nos recuerda: “Cuántas veces, en momentos difíciles de la historia, se ha escuchado decir: “Hoy la patria necesita héroes”. El mártir puede ser pensado como un héroe, pero lo fundamental del mártir es que ha sido un “salvado”: es la gracia de Dios, no la valentía, lo que nos hace mártires. Hoy, de la misma manera se nos puede preguntar: “¿Qué necesita la Iglesia hoy?”. Mártires, testigos, es decir santos de todos los días. Porque la Iglesia la llevan adelante los santos. Los santos: sin ellos, la Iglesia no puede ir adelante. La Iglesia necesita santos de todos los días, los de la vida ordinaria, llevada adelante con coherencia; pero también aquellos que tienen el valor de aceptar la gracia de ser testigos hasta el final, hasta la muerte. Todos aquellos son la sangre viva de la Iglesia. Son los testigos que llevan adelante la Iglesia; aquellos que demuestran que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo, y lo demuestran con la coherencia de vida y con la fuerza del Espíritu Santo que han recibido como don”. [4]
“Que Dios nos done siempre la fortaleza de ser sus testigos. Nos done el vivir la esperanza cristiana sobre todo en el martirio escondido de hacer el bien y con amor nuestros deberes de cada día”. [5]
Meditar con san Josemaría
Quieres ser mártir. —Yo te pondré un martirio al alcance de la mano: ser apóstol y no llamarte apóstol, ser misionero —con misión— y no llamarte misionero, ser hombre de Dios y parecer hombre de mundo: ¡pasar oculto! Camino 848
“La alegría, el optimismo sobrenatural y humano, son compatibles con el cansancio físico, con el dolor, con las lágrimas - porque tenemos corazón-, con las dificultades en nuestra vida interior o en la tarea apostólica. Él, ¨perfectus Deus, perfectus Homo¨- perfecto Dios y perfecto Hombre-, que tenía toda la felicidad del Cielo, quiso experimentar la fatiga y el cansancio, el llanto y el dolor…, para que entendamos que ser sobrenaturales supone ser muy humanos”. Forja 290
Si consientes en que Dios señoree sobre tu nave, que Él sea el amo, ¡qué seguridad!..., también cuando parece que se ausenta, que se queda adormecido, que se despreocupa, y se levanta la tormenta en medio de las tinieblas más oscuras. Relata San Marcos que en esas circunstancias se encontraban los Apóstoles; y Jesús, al verles remar con gran fatiga —por cuanto el viento les era contrario—, a eso de la cuarta hora nocturna, vino hacia ellos caminando sobre el mar... Cobrad ánimo, soy yo, no tenéis nada que temer. Y se metió con ellos en la barca, y cesó el viento. (cfr. Mc 4, 39)
Hijos míos, ¡ocurren tantas cosas en la tierra...! Os podría contar de penas, de sufrimientos, de malos tratos, de martirios —no le quito ni una letra—, del heroísmo de muchas almas. Ante nuestros ojos, en nuestra inteligencia brota a veces la impresión de que Jesús duerme, de que no nos oye; pero San Lucas narra cómo se comporta el Señor con los suyos: mientras ellos —los discípulos— iban navegando, se durmió Jesús, al tiempo que un viento recio alborotó las olas, de manera que, llenándose de agua la barca, corrían riesgo. Con esto, se acercaron a Él, y le despertaron, gritando: ¡Maestro, que perecemos! Puesto Jesús en pie, mandó al viento y a la tormenta que se calmasen, e inmediatamente cesaron, y siguió una gran bonanza. Entonces les preguntó: ¿dónde está vuestra fe? (cfr. Lc 8, 24)
Si nos damos, Él se nos da. Hay que confiar plenamente en el Maestro, hay que abandonarse en sus manos sin cicaterías; manifestarle, con nuestras obras, que la barca es suya; que queremos que disponga a su antojo de todo lo que nos pertenece. Amigos de Dios 22
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1. Catecismo de la Iglesia Católica, 2472
2. Audiencia Benedicto XVI, 11-VIII-2010
4. Homilía del Papa Francisco, 22-IV-2021
5. Audiencia Papa Francisco, 28-VI-2017
Retiro de junio #DesdeCasa (2022)
Esta guía es una ayuda para hacer por tu cuenta el retiro mensual, allí dónde te encuentres, especialmente en caso de dificultad de asistir en el oratorio o iglesia donde habitualmente nos reunimos para orar.
02/06/2022
∙ Descarga el retiro mensual #DesdeCasa (PDF)
1. Introducción.
2. Meditación I. La Eucaristía en la vida cristiana.
3. Meditación II. Familia: fraternidad y filiación.
4. Charla.
5. Lectura espiritual.
6. Examen de conciencia.
Retiro de junio #DesdeCasa (2022) from Opus Dei
Introducción
Unidos en la Eucaristía y en la familia
Por el Sacramento eucarístico Jesús (...) nos muestra la unión que ha querido establecer entre Él y nosotros, entre su persona y la Iglesia. En efecto, Cristo mismo, en el sacrificio de la cruz, ha engendrado a la Iglesia como su esposa y su cuerpo. Contemplar «al que atravesaron» (Jn 19,37) nos lleva a considerar la unión causal entre el sacrificio de Cristo, la Eucaristía y la Iglesia. En efecto, la Iglesia «vive de la Eucaristía». La Eucaristía es Cristo que se nos entrega, edificándonos continuamente como su cuerpo. Por tanto, en la sugestiva correlación entre la Eucaristía que edifica la Iglesia y la Iglesia que hace a su vez la Eucaristía, la primera afirmación expresa la causa primaria: la Iglesia puede celebrar y adorar el misterio de Cristo presente en la Eucaristía precisamente porque el mismo Cristo se ha entregado antes a ella en el sacrificio de la Cruz. La posibilidad que tiene la Iglesia de «hacer» la Eucaristía tiene su raíz en la donación que Cristo le ha hecho de sí mismo. Descubrimos también aquí un aspecto elocuente de la fórmula de san Juan: «Él nos ha amado primero» (1Jn 4,19). Él es quien eternamente nos ama primero.
Por eso la antigüedad cristiana designó con las mismas palabras Corpus Christi el Cuerpo nacido de la Virgen María, el Cuerpo eucarístico y el Cuerpo eclesial de Cristo. Este dato, muy presente en la tradición, ayuda a aumentar en nosotros la conciencia de que no se puede separar a Cristo de la Iglesia. El Señor Jesús, ofreciéndose a sí mismo en sacrificio por nosotros, anunció eficazmente en su donación el misterio de la Iglesia. Es significativo que en la segunda plegaria eucarística, al invocar al Paráclito, se formule de este modo la oración por la unidad de la Iglesia: «que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo». La Eucaristía se muestra así en las raíces de la Iglesia como misterio de comunión.
El consentimiento recíproco que marido y mujer se dan en Cristo, y que los constituye en comunidad de vida y amor, tiene también una dimensión eucarística. En efecto, en la teología paulina, el amor esponsal es signo sacramental del amor de Cristo a su Iglesia, un amor que alcanza su punto culminante en la Cruz, expresión de sus «nupcias» con la humanidad y, al mismo tiempo, origen y centro de la Eucaristía. Por eso, la Iglesia manifiesta una cercanía espiritual particular a todos los que han fundado sus familias en el sacramento del Matrimonio. La familia —iglesia doméstica— es un ámbito primario de la vida de la Iglesia, especialmente por el papel decisivo respecto a la educación cristiana de los hijos. En este contexto, el Sínodo ha recomendado también destacar la misión singular de la mujer en la familia y en la sociedad, una misión que debe ser defendida, salvaguardada y promovida. Ser esposa y madre es una realidad imprescindible que nunca debe ser menospreciada.
Papa Benedicto XVI, Ex, Ap. Sacramentum caritatis sobre la eucaristía fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia, nn. 14-15 y 27.
Primera meditación
Opción 1: Meditación. La Eucaristía en la vida cristiana.
Opción 2: La Eucaristía, misterio de fe y de amor. Homilía de san Josemaría publicada en Es Cristo que pasa. (Audio y texto)
Segunda meditación
Opción 1: Meditación. Familia: fraternidad y filiación.
Opción 2: Os he llamado amigos (IV): El mejor seguro de vida. Texto de Andrés Cárdenas sobre vidas ejemplares de fraternidad (Audio y texto).
Charla
Todos somos Iglesia. Papa Francisco, Audiencia general, 25 de junio de 2014. Y también: La Iglesia como familia de Dios. Papa Francisco, Audiencia general, 29 de mayo de 2013.
Lectura espiritual
Nueve preguntas para entender qué es la Iglesia (añade algunos textos de san Josemaría para meditar).
Examen de conciencia
Acto de presencia de Dios
1. «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado» (Lc 24, 29). Jesucristo se ha quedado en la Eucaristía por amor a los hombres. ¿Acudo a rezar ante el sagrario con el deseo de los discípulos de Emaús?
2. «Yo soy el Pan de Vida; el que viene a mí no tendrá hambre, el que cree en mí no tendrá nunca sed» (Jn 6, 35). ¿Cómo podría vivir mejor la Eucaristía, ya que es ahí en donde encuentro las fuerzas para llevar adelante mi vida?
3. «Te adoro con devoción Dios escondido» (Himno Adoro te devote) ¿Procuro adorar al Señor presente en la Eucaristía? ¿Cómo puedo hacer partícipe de este deseo a mis familiares y amigos?
4. «Haz que yo crea más y más en ti, que en ti espere, que te ame» (Himno Adoro te devote). ¿Cómo trato de vivir de fe, esperanza y caridad en mi familia y en las ocupaciones del día a día?
5. «Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor alcanza en nosotros su perfección» (1 Jn 4, 12) ¿De qué modo podría crecer en cariño con los que me rodean? ¿Cómo necesitan ellos que les comprenda y aliente?
6. La fraternidad pide expresarse en una amistad, que llega a su plenitud cuando se desea el bien para el otro, su felicidad, su fidelidad y su santidad (cfr. Del Padre, Carta pastoral, 1-XI-2019, n. 14). ¿Cómo se expresa mi amistad: tiempo, oración, conocimiento mutuo, cariño, etc.?
7. San Josemaría nos decía a sus hijos que nos quería «con corazón de padre y de madre» (Carta 6-V-1945, n. 23). ¿Me siento arropado por su cariño e intercesión? ¿Intento acompañar a los demás con este afecto y cercanía? ¿Conozco sus necesidades?
Acto de contrición
En la Fiesta de Pentecostés. El Espíritu Santo nos enseña a amar
Escrito por José Martínez Colín.
Podemos pensar si somos conscientes de la presencia del Espíritu Santo en nuestras almas y si actuamos en consecuencia.
1) Para saber
En las últimas décadas del siglo XX se popularizó una canción del grupo español Mocedades escrita por el compositor Juan Carlos Calderón. Sólo en los Estados Unidos vendió más de un millón de copias: Se trata de Eres tú. Algunas estrofas se le podrían dirigir al Espíritu Santo. Por ejemplo: “Como una promesa eres tú”; “Toda mi esperanza, eres tú”; “Como fuerte brisa, eres tú” o “Algo así como el fuego de mi hoguera”. Se habla de promesa, fuego, aire… Imágenes atribuidas al Espíritu Santo.
El papa Francisco señala que antes de partir, Jesús promete al Espíritu Santo, para que acompañe y guíe. La promesa se verificó en Pentecostés, a través de un viento impetuoso y de lenguas de fuego. Jesús no nos deja solos, se hace cercano con su Espíritu. Es una presencia que no restringe nuestra libertad, porque el verdadero amor es una cercanía que no aplasta, no es posesiva. Podríamos aprender a amar así, dejando ser libres.
2) Para pensar
Narraba san Josemaría Escrivá, en una reunión con mucha gente, la siguiente anécdota.
Un hombre, a orillas de la carretera, hacía señas a los automovilistas que pasaban para que lo llevaran en esa dirección. En eso se detuvo un enorme camión y el conductor le indicó amablemente que subiera, que él lo llevaría.
“Gracias —dijo el individuo mientras trepaba a la cabina—. ¿Va usted sólo?” le preguntó al conductor. Éste dudó un instante y luego respondió: “…pues sí…, sí voy solo”. Entonces el otro, intrigado por la respuesta dubitativa, le volvió a preguntar: “Pero, ¿me podría decir por qué dudó cuando le pregunté si iba solo?”. El conductor le respondió: “Bueno, porque en realidad yo nunca voy solo: voy siempre con Dios aquí, dentro de mi alma. El Espíritu Santo habita en mí”. El hombre guardó silencio unos instantes. A continuación dijo con energía: “Deténgase, pare usted. Mire, yo soy el párroco del pueblo que hemos dejado atrás. Iba huyendo, abandonándolo todo. Pero lo que acaba de decir me ha hecho percatarme de mi error. Quiero volver a mi lugar”.
Podemos pensar si somos conscientes de la presencia del Espíritu Santo en nuestras almas y si actuamos en consecuencia.
3) Para vivir
El Espíritu se manifestó “como un «viento impetuoso». Fue una experiencia real, pero también simbólica. Ese viento fuerte y libre, simboliza que nos trae fuerza y nos trae libertad. Y es que siendo el Espíritu Santo el amor de Dios, un amor verdadero también es fuerte y libre. Tan fuerte que es capaz de comprometerse libremente para toda la vida como sucede con el matrimonio.
El Espíritu nos hace nuevas criaturas, como lo hizo con los Apóstoles: quienes ya no volvieron a ser como antes, sino que salieron sin temor y comenzaron a predicar que Jesús ha resucitado. El Espíritu cambia el corazón, ensancha la mirada de los discípulos, los hace capaces de comunicar a todos las grandes obras de Dios, realiza la unidad y universalidad de la Iglesia. Él derrota todas nuestras vacilaciones, desmantela nuestras falsas certezas.
La canción aludida también afirma: “Como una sonrisa, eres tú”. Podemos vivir con la conciencia de que el Espíritu Santo es la sonrisa de Dios, quien con dulce mirar, siempre nos contempla.
Solemnidad de la Santísima Trinidad
Este domingo celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad. Proponemos algunos textos del Evangelio, del Magisterio y de san Josemaría, más algunos textos para meditar, que pueden ayudar en la preparación de esta fiesta.
10/06/2022
Para orar en la solemnidad de la Santísima Trinidad
∙ Comentario al Evangelio: Santísima Trinidad
∙ La Santísima Trinidad (Textos de san Josemaría Escrivá)
∙ Beato Álvaro del Portillo: «La Santísima Trinidad, misterio que colma nuestra vida de cristianos».
∙ Devocionario: Oraciones a la Santísima Trinidad (Descarga el devocionario móvil).
Una de las oraciones a la Santísima Trinidad del devocionario.
Textos para profundizar en la Santísima Trinidad
∙ Resúmenes de fe cristiana: Tema 5. La Santísima Trinidad
∙ Esa corriente trinitaria de Amor (editorial de la serie La luz de la fe): El Misterio de la Trinidad cambia en profundidad nuestra mirada sobre el mundo, porque revela cómo el Amor es el tejido mismo de la realidad.
∙ Preguntas sobre la fe cristiana: ¿Creo en Dios, Uno y Trino? La Santísima Trinidad es el misterio de Dios en sí mismo, el misterio central de la fe y de la vida cristiana. ¿Qué significa en la práctica decir “Creo en Dios Uno y Trino”? ¿Cómo distinguir y tratar a cada una de las Tres Personas divinas?
∙ 'Creo, creemos', libro electrónico de Mons. Javier Echevarría: El Credo constituye el hilo conductor de “Creo, creemos", ebook compuesto por fragmentos de las Cartas Pastorales que Mons. Javier Echevarría escribió durante el Año de la fe.
Las enseñanzas de la Iglesia católica sobre la Santísima Trinidad
1. ¿Cuál es el misterio central de la fe y de la vida cristiana?
El misterio central de la fe y de la vida cristiana es el misterio de la Santísima Trinidad. Los cristianos son bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
2. ¿Puede la razón humana conocer, por sí sola, el misterio de la Santísima Trinidad?
Dios ha dejado huellas de su ser trinitario en la creación y en el Antiguo Testamento, pero la intimidad de su ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón humana e incluso a la fe de Israel, antes de la Encarnación del Hijo de Dios y del envío del Espíritu Santo. Este misterio ha sido revelado por Jesucristo, y es la fuente de todos los demás misterios.
3. ¿Cómo expresa la Iglesia su fe trinitaria?
La Iglesia expresa su fe trinitaria confesando un solo Dios en tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las tres divinas Personas son un solo Dios porque cada una de ellas es idéntica a la plenitud de la única e indivisible naturaleza divina. Las tres son realmente distintas entre sí, por sus relaciones recíprocas: el Padre engendra al Hijo, el Hijo es engendrado por el Padre, el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo.
4. ¿Cómo obran las tres divinas Personas?
Inseparables en su única sustancia, las divinas Personas son también inseparables en su obrar: la Trinidad tiene una sola y misma operación. Pero en el único obrar divino, cada Persona se hace presente según el modo que le es propio en la Trinidad. «Dios mío, Trinidad a quien adoro... pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora» (Beata Isabel de la Trinidad)
∙ Libro electrónico gratuito: el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica.
Ancianos: Una guía para ayudarles a no estar solos
Una investigación señala que sentirse solos y ser un estorbo es el punto de partida para empeorar en salud, en bienestar
“La más terrible pobreza es la soledad y el sentimiento de no ser amado […]. La más grande enfermedad hoy en día no es la lepra ni la tuberculosis, sino el sentimiento de no ser reconocido[…]. Hay más hambre en el mundo por amor y por ser apreciado, que por pan” (Teresa de Calcuta)
Por supuesto que una buena salud (ausencia de tabaco, de alcohol, dietas sanas,actividad fisca, etc.) promueve un envejecimiento saludable, pero progresivamente los estudios en gerontología subrayan el plano humano, personal, las actividades alentadoras, la ausencia de soledad y el contacto con los amigos.
Se insiste mucho en que la soledad y la ausencia de amigos es letal: este es el eje de nuestro artículo. Los mayores quieren ser socialmente activos, relacionarse, estar con gente de su edad y con personas de otras generaciones. Se ha dicho en numerosas ocasiones: quieren encuentros sociales en los que se cuente con ellos, en los que se les escuche y donde también ellos escuchan y aprendan.
Por supuesto que es bueno acompañar individualmente a un mayor pero el sentimiento de esta persona podría llegar a ser: “Mira que persona tan amable: cómo me hace compañía. Me está dedicando su tiempo”.No es suficiente: no existe suficiente reciprocidad. Uno cuida y el otro es cuidado. El mayor también puede cuidar a los amigos y como veremos a los hijos y a los nietos mayores. Los mayores son sabios, tienen una amplia experiencia de la vida en el plano humano, convivencial y una formación profesional a menudo muy útil.
No solo se trata de que se conviertan en asesores para jóvenes profesionales algunas horas al día, o que sean el insustituible paño de lágrimas para su esposa, hijos o amigos. El objetivo es repensar la vejez desde otros parámetros más innovadores. Lanzar una nueva mirada sobre los mayores en la que se les percibe como actores en una sociedad cambiante en la que los roles no están tan compartimentados como hace unas décadas. Ahora los roles fluyen, y los roles de los mayores pueden fluir para bien.
Los mayores pueden emprender y ofrecer su punto de vista en muchos planos. La literatura científica señala que les gusta reunirse en grupos (es importante que sea regularmente) y dialogar sobre distintos temas, ir al teatro y por supuesto viajar. Sobre todo estar juntos. La amistad es vital. Pero los mayores también quieren estar implicados en tareas útiles.
Ese es el otro elemento de la vejez: quieren ser conscientes que todavía son capaces de aportar su grano de arena, a otro ritmo,en un plano sosegado. No lo olvidemos, a lo largo de la humanidad el anciano, la venerable ancianidad,ha sido fuente de consejo, sabiduría, de prudencia y visión aquilatada de la vida. Hoy para muchos son un estorbo (y ellos lo notan)y su presencia pesa sobre los hijos y la familia, y sobre la sanidad y las pensiones de un modo a veces complejo y oneroso: la creciente esperanza de vida alta está incidiendo progresivamente en estos asuntos.
Además, la reciprocidad intergeneracional queda absorbida o simplemente anulada por el frenético estilo de vida actual y los mayores quedan no únicamente solos sino sintiéndose un peso, un estorbo. La investigación señala que sentirse solos y ser un estorbo es el punto de partida para empeorar en salud, en bienestar.
Se ha creado un nuevo concepto quele da la vuelta al envejecimiento y habla ya no solo de envejecimiento activo sino de envejecimiento exitoso. Es decir: ante el más común envejecimiento usual que todo podemos imaginarnos,con sus achaques y sus alegrías, destaca otro envejecimiento no tan usual. Es el envejecimiento exitoso en el que concurren una serie de factores que hacen que cumplir añosseaproceso razonablementesaludable pero sobre todo muy interesante.
Este envejecimiento exitoso consiste en envejecercon un grado de salud alto y en entornos cargados de iniciativa y de sentido. Entonces estar integrados en marcos psico-sociablemente saludables generaun círculo virtuoso en paralelo con la salud biológica
La salud garantizada por la Sanidad Pública no es suficiente, el envejecimiento activo, no cubre todas las expectativas de un mayor.Un mayor necesita sentirse apreciado por los suyos y por otras generaciones. No es solo el cuerpo, la biología, es el alma y el corazón. Y el alma quiere alimentos delicados en belleza, arte, reflexión, en experiencias enriquecedoras y en la aportación del propio saber.
Estamos ante una nueva mirada sobre los mayores tal como se la plantea Joseph F. Coughlin, en su libro La economía de la longevidad (2017). Habla de un mercado creciente, sobre todo en el Occidente más desarrollado (también China e India), y que a la vez está muy desatendido. Los mayores aumentan y tienen más posibilidades y poder adquisitivo gracias a los ahorros, los planes de pensiones privadosy las pensiones públicas más que razonables de muchos países.
Y estas realidades le hace pensar a Coughlin en lo que efectivamente necesitan los mayores.Y lo piensa con un mirada nos solo económica sino también psicosocial. Y descubre nuevas dimensiones muy interesantes en la vida de los mayores. Los mira con otros ojos y piensa en lo que a ellos verdaderamenteles interesa. Y a los mayores no les interesauna vida estereotipada, repetitiva,en función de nuestra mirada tradicional del mayor.Coughlinse hace cargo, creativamente, sobre cuáles son los deseos y anhelos de los jubilados para hacer negocio pero también para que sean felices.
Nuestra visión no busca pensar en la monetización de los deseos de este segmento creciente de mercado. Pero, insistimos,el mercado es muy perspicaz y quiere darle al mayor lo que más le va a satisfacer: visibilidad, sentido, iniciativa, emprendimiento.Coughlin repasa, por ejemplo, el consumo que los mayores hacen de Airbdb, plataforma digital de oferta de alojamientos entreparticulares. Ahí los mayores son más ágiles que nunca. Es una nueva idea dinamizadora sobre la vida de los mayores pero eso es poco desde nuestra perspectiva.Ofrezcamos unas propuestas:
1 VIVIR Y HABLAR DE CULTURA
Hay actividades menos rentables que elevan el alma de los mayores: la cultura, la lectura,ver y hablar de cine, salir al teatro,leer y reconstruir las percepciones de lo leído en grupos de lectura. Andar en grupo, formar grupos de encuentro: insistimos construiruna vida de amistad regular. No de pascuas a ramos sino en reuniones semanales. O quizá pasar un fin de semanatres matrimonios y una viuda en un hotel cercano lleno de encanto al que se llega en una hora de coche: y allí relajarse y compartir experiencias auténticamente vitales.
2 LA ACCIÓN: VOLUNTARIADO SOCIAL
El voluntariado es un capítulo que se integra en este magma de actividades que despliega el mayor con gusto y emprendimiento.El voluntariado formal, regular, comprometido es un capítulo muy estudiado entre mayores. Los hace salir de casa y hace de ellos personas activas y útiles que ayudan en variadísimos planos: hospitales, geriátricos, recogida y entrega de alimentos. Y todo ello es envejecimiento exitoso.
3 MAYORES QUE FORMAN A LOS MÁS JÓVENES
Pero vayamos a launa propuesta más osada y socialmente muy rica. Los mayores, los abuelos,no sólo han de cuidar nietos pequeños, que es a menudo tan necesario como físicamente exigente, sino formar a adolescentes, a jóvenes, a adultos que son hijos (entre 30 y 40)y nietos con más de 14 años. Reunirse y debatir sobre la vida para que, de la sabiduría de los abuelos, hijos y nietos extraigan lecciones para la vida.
Esta es una auténtica iniciativa de solidaridad intergeneracional intrafamiliar: unos mayores que toman la palabra y ofrecen su sabia visión del mundo a unos hijos y nietos que les escuchan atentamente y les preguntan respetuosamente. En reuniones individuales y/o grupales. Los mayores cuidan de los hijos y nietos asesorándolos. Hijos y nietos reconocen a sus mayores, los escuchan con reverencia, los estiman con su presencia que ha de ser regular: “Cada dos semanatenemos reunión con los abuelos que nos ayudan mucho a ver los problemas de cada día con su perspectiva desapasionada, serena y sabia”.
Y esas reuniones han de estar presididas de mucho respeto y muy pocas prisas, de mucha escucha y sosiego. Este plan exige formación.No es espontáneo: debe ser programado. Las familias deben ser formadas pues es un modelo muy claro de solidaridad intergeneracional que no surge de la nada. Entonces los mayores sacan lo mejor de sí y caminan en esa dirección del envejecimiento exitoso con más autoestima, más optimismo y más sentido. Estamos hablando de las siguientes consecuencias: 1) de un mejor funcionamiento cognitivo, 2) una mayor satisfacción vital y 3) un importante compromiso social.
4 ESPIRITUALIDAD POSITIVA Y RESILIENCIA
Este es el último capítulo que la ciencia médica está investigando: la presencia de una espiritualidad positiva que acompaña al mayor con un tono reconciliador, con una perspectiva espiritual ante la muerte, con un sosiego ante la percepción de los últimos años de la vida. Los mayores de nuevo deben trabajar en grupo, sobre la base de la amistad, apoyándose socialmente, con regularidad. O pueden ser dirigidos por religiosos. Reuniones en los hogares o en el templo, son condición de posibilidad para alcanzar una paz que la vida no puede dar. La resiliencia, en un plano más laico, habla de temas semejantes:gratitud, optimismo, sentido de la vida, amistad, apoyo social.
Por Ignasi de Bofarull
Cuándo sabes que necesitas ayuda y cómo actuar
Notamos que necesitamos ayuda por tres razones. En este artículo las analizamos y vemos cuál es la decisión más conveniente para avanzar
Mientras escribo, pienso en las consultas que tuve esta semana con personas de diferentes lugares y países en el mundo… En las cartas que me llegan después de escuchar algún episodio de mi podcast que ha tocado su corazón o quizá un artículo. ¿Por qué la gente busca ayuda? Y ¿en qué momento la buscamos?, ¿qué significa cuidar de nuestra salud mental así como cuidamos nuestra salud física?
Hay, entre muchas, tres razones que -dentro de mi experiencia- quiero compartir en un mes que es tan importante para todos:
1 UNA PERSONA BUSCA AYUDA PORQUE NO SABE CÓMO CAMINAR EN LA OSCURIDAD.
Se camina en la oscuridad cuando se tiene miedo. Se camina en la oscuridad cuando no se sabe qué dirección tomar. Se camina en la oscuridad cuando la persona no se conoce a sí misma. Se camina en la oscuridad cuando llega a la vida una crisis personal. Caminar en la oscuridad llena a la persona de miedo, de incertidumbre, de ansiedad, de fobias. La persona busca la luz y necesita una lámpara, que es el psicólogo o psicoterapeuta. Lo decía muy bien el psicólogo Carl Jung : “ Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad». Esto es lo que se vive y descubre en un proceso de psicoterapia.
2 UNA PERSONA BUSCA AYUDA PORQUE ALGO LE DUELE.
La traición de una amiga; la traición de una pareja; la muerte de un ser querido; la pérdida repentina de un empleo; la incapacidad para creer en uno mismo. Hay algo que duele y no se sabe qué hacer para que no duela. Es dolor emocional. Muchas veces son aquellas experiencias de la infancia que no se han podido superar.
Entonces, se hace necesario buscar un acompañante para un camino hasta entonces desconocido. Ese acompañante te ayudará a descubrir tus heridas, te enseñará a curarlas y todo lo que vivas junto a él o ella, servirá para conocerte, para cambiar cosas en ti que pueden mejorar y para alcanzar una madurez necesaria. Una mente clara y segura.
3 UNA PERSONA BUSCA AYUDA PARA CONOCERSE.
En la mayoría de los casos, las personas que buscan ayuda no se conocen. No saben de dónde proviene su inseguridad y su poca autoestima. Por lo que si te preguntas, ¿para qué existo?, ¿cuál es el propósito de mi vida?, ¿qué decisión puedo tomar?, ¿por qué tengo miedo?, ¿cómo puedo creer en mí? Estás caminando por la región del autoconocimiento. Las personas podemos profundizar en conocimiento propio cuando somos acompañados por un psicoterapeuta, un guía espiritual, un coach de vida o un poeta. Ser acompañado por una persona así puede ayudarte a evitar tipos de sufrimiento que son innecesarios.
Buscar ayuda no quiere decir que eres débil
Sin duda alguna y después de muchos años de dedicarme acompañar a personas, por el camino del autoconocimiento propio, las heridas, la búsqueda de la identidad, la comprensión del dolor, etc…, estas son sólo alguna de las razones por las que una persona busca ayuda.
Ayuda para su depresión, ayuda para su ansiedad, ayuda para sus problemas de comunicación con la pareja, ayuda para comprender a sus hijos adolescentes, ayuda para entender a Dios, ayuda para encontrar el sentido de su vida. Ayuda para sus miedos y sus inseguridades. Todo esto no quiere decir que eres débil. Es simplemente que eso que vives, te sobrepasa.
Hay momentos en que se hace necesario contar con una voz diferente a la nuestra.
Cuando llega el momento en que se reconoce que se necesita ayuda para desmantelar las dudas, los miedos, las ansiedades, los dolores emocionales, estamos frente a esa sabiduría interior que nos habita. Cada uno y cada una tiene la capacidad de gobernar su propia vida, Dios nos ha otorgado este poder. Sin embargo, hay momentos en que se hace necesario contar con una voz diferente a la nuestra. Esto requiere humildad. Una humildad quizá no descubierta y hasta entonces no practicada que dice: “ Necesito que alguien me escuche”. Alguien que te escucha sin juzgar y que está ahí para mostrarte tu propia luz.
Sheila Morataya
LA VIRGEN EN EUROPA
Somos europeos pero, quizá, la gran mayoría no sepa el origen de la bandera que nos une a todos los europeos, esa bandera de color azul que contiene una corona de doce estrellas. Tiene una historia que, a unos asombrará y a otros conmoverá, posiblemente. En 1950, el Consejo de Europa convocó un concurso para diseñar su bandera común. El artista Arsene Heitz, de Estrasburgo, fue el autor de la bandera que resultó elegida. En aquellos momentos, él estaba leyendo la historia de las apariciones de la Virgen en la Rue du Bac, de París. La Virgen se mostró a la francesa Cathèrine Labouré, Hija de la Caridad, en el año 1830. Es la imagen que conocemos como la Medalla Milagrosa. En el reverso de dicha medalla aparece una corona de doce estrellas. Por otra parte, en el Apocalipsis, de San Juan, se lee: “En esto apareció un gran prodigio en el cielo, una mujer vestida de sol y la luna debajo de sus pies, y en su cabeza, una corona de doce estrellas”. Arsene Heitz se sintió inspirado a utilizar los símbolos de la corona de doce estrellas y el fondo azul, con los que se representa el misterio de la Inmaculada Concepción. Este artista quedó asombrado de ser elegido entre tantos que concursaron. Llama la atención que la bandera fuese aprobada por el Consejo de Europa el 8 de diciembre de 1955, día de la Inmaculada Concepción.
La Medalla Milagrosa es conocida en el mundo entero y, de hecho, gente de todo el mundo continúa visitando, desde hace cerca de dos siglos, el lugar de estas apariciones, en Rue du Bac, 140, en París. Es asombroso comprobar que las oleadas de peregrinos siguen afluyendo sin cesar a lo largo de todo el año, diariamente. Es una de las más imponentes (y discretas) peregrinaciones de Europa. Parece ser que se llega a cerca de dos millones de visitantes al año, procedentes de muchos países. Lo que, también, se suele ignorar es que estas apariciones de la Virgen prepararon los grandes acontecimientos de Lourdes en 1858. La vidente de Lourdes, Bernadette Soubirous, dijo: “La Señora de la gruta se me ha aparecido tal como está representada en la Medalla Milagrosa”. Bernadette llevaba al cuello dicha medalla. La invocación de la medalla: ”Oh, María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos”, difundida por todas partes, suscitó el gran movimiento de fe que había conducido al Papa Pío lX, en 1854, a definir el dogma de la Inmaculada Concepción. Cuatro años después, en 1858, la aparición de la Virgen en Lourdes confirmaba, de manera inesperada, la definición de Roma ya que unas palabras aparecieron claramente en la gruta: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.
Ya en el siglo XX, en 1917, la Virgen se vuelve a mostrar en tierras portuguesas: en Fátima. Elige a tres niños y les revela acontecimientos futuros, hechos que les superaban totalmente. En su última aparición les dijo: “Soy la Virgen del Rosario” y les pidió que rezasen todos los días el rosario para obtener la paz del mundo (estaba en curso la primera guerra mundial). Lo que sucedió en Fátima fue de tal magnitud que la prensa de la época se hizo eco ampliamente, aunque fuese, en algunos casos, para atacar. De los muchos libros escritos, parece ser que el mejor y más completo es el editado en Francia, en 1962, y su autor es C. Barthas. Posteriormente, muchos tuvimos ocasión de ver lo que sucedió a San Juan Pablo II el 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro.
De lo que estoy segura es de que la gran mayoría de personas desconoce las apariciones de la Virgen en Bélgica, entre 1932 y 1933, en Beauraing y Banneux, ambas reconocidas por la Iglesia. Si alguien desea saber algo sobre ellas, y sobre muchos otros acontecimientos, recomiendo un libro del periodista y escritor italiano Vittorio Messori que se titula “Hipótesis sobre María” con el subtítulo de Hechos. Indicios, Enigmas. Es fruto de años de minuciosa investigación en distintos lugares del mundo. Se entrelazan puntos de vista de científicos y literatos, de santos y pecadores, de inquisidores y herejes, de emperadores y campesinos.
Existe un lugar en Bosnia-Herzegovina (en la antigua Yugoslavia) que se llama Medjugorge y en donde, al parecer, la Virgen se apareció a seis adolescentes y niños, en 1981 y estas apariciones se han continuado hasta el año en que nos encontramos: 2022. La Iglesia no se ha pronunciado todavía sobre el carácter sobrenatural de estos hechos, tan dilatados en el tiempo. No hay precedentes. El Papa Francisco sí ha decidido que haya una atención pastoral sobre las multitudes de personas que se trasladan allí desde todos los puntos de la tierra. En miles de personas se ha producido tal cambio en sus vidas que ha repercutido en bien de otras muchas personas en sus respectivos países.
Es cierto que las apariciones de la Virgen no son indispensables para la fe pero como dijo en su día el cardenal Ratzinger: “Muestran, entre otras cosas, que la Revelación – aun siendo única, plena y, por consiguiente, insuperable – no es algo muerto, es viva y vital.”
Europa está invadida por un consumismo manipulador, por un individualismo insolidario y por nacionalismos feroces que originaron guerras fratricidas en el siglo XX y, ahora, en pleno siglo XXl, tenemos otra guerra, en Ucrania, en medio de esta civilización que se cree muy avanzada en derechos humanos y en donde la violencia no cesa. El papa Francisco, al poco de comenzar esta nueva guerra y, en unión con todos los obispos del mundo, consagró a Rusia y a Ucrania al Inmaculado Corazón de la Virgen María, pidiendo que cese este cruel enfrentamiento.
Carlota Sedeño Martinez
Escrito por Mario Arroyo.
Con periódica cadencia, el calendario no falla, llegamos al mes de junio, en el cual se nos recordará, por activa y por pasiva, que se trata del mes del orgullo gay.
Con periódica cadencia, el calendario no falla, llegamos al mes de junio, en el cual se nos recordará, por activa y por pasiva, que se trata del mes del orgullo gay. Ello invita a realizar una somera reflexión al respecto, porque, querámoslo o no, nos toca vivirlo.
Desde una perspectiva sociológica, me parece que las personas con inclinación sexual homosexual sí tienen bastante que celebrar. En un lapso de pocos decenios, han pasado de ser proscritos socialmente a estar de moda. De ser recriminados a ser intocables. Eso, nadie lo puede negar, es un triunfo social para estas personas, pero no solo para ellas. La sociedad entera se beneficia de eso, porque sus normas se han flexibilizado, y nadie se ve orillado a simular lo que no es, a aparentar una realidad ficticia. Ahora las personas con inclinación homosexual no tienen por qué esconderse o disimular su condición, sino que con orgullo la pueden manifestar públicamente. Esto solo constituye un ejercicio de sinceridad social importante: lo que cuenta es la realidad, no guardar las apariencias.
En este sentido, el reconocimiento a las personas con inclinación homosexual es análogo al que han tenido las personas de color o las mujeres, con la diferencia de que ni las personas de color ni las mujeres tienen todo un mes para recordárnoslos a los demás. Y quizá ese sea el pecado del “mes del orgullo”, que muy probablemente, sin quererlo seguramente, llega a atosigar, a cansar, por su repetitiva e insistente cadencia. Es decir, “ok, te has beneficiado de un reconocido ascenso social, celébralo como se merece”; pero, podríamos agregar “un día nada más, o dos, como las mujeres, pero, ¡¿todo el mes?!”
No es, por tanto, el contenido de la celebración, sino su omnipresencia, su ubicuidad, la que llega a cansar a amplios sectores de la sociedad que, ya sea por oportunismo o por miedo, no se atreven a expresarlo abiertamente. El segundo “pecado” del “orgullo” está en la forma en la que se celebra. Y es un pecado que afecta a las personas con inclinación homosexual, pues muchas de ellas, la mayoría me atrevería a decir, buscarían una forma más sobria y discreta de celebrar. Sucede que los desfiles del orgullo suelen estar, ¿cómo decirlo sin agraviar?, muy estereotipados. Frecuentemente pecan de impúdicos, soeces y a veces agresivos, particularmente con la religión, que ningún mal les ha hecho. Es decir, perdón por ser tan explícito, pero ver personas en la calle desfilando semidesnudas o incluso teniendo sexo en la vía pública, no tiene por qué ser la forma de celebrar civilizadamente.
Y ese sería el tercer pecado del mes del orgullo que, en aras de la celebración, suelen saltarse las normas que rigen en la vida normal de la sociedad, pareciera que como manifestación de desafío y prepotencia. Sucede algo análogo a lo que pasa los días de la mujer, donde muchas de ellas se consideran eximidas de respetar la vía pública y la propiedad privada, haciendo destrozos, ante la mirada pasiva y cómplice de la autoridad competente. Si cualquier ciudadano de a pie hiciera lo mismo, sería rápidamente detenido, si en otro contexto alguien circulara en la calle con la escasa ropa de algunos participantes en el desfile del orgullo, sería detenido, pero ese día parece que las leyes se suspenden y por un día “todo se vale”.
El cuarto pecado es el de la exclusión. El temor a no entrar en la fiesta. Todas las empresas, todas las instituciones, todas las autoridades, todas las iglesias, deben ser “gay friendly” o atenerse a las consecuencias. Eso infla desproporcionadamente la dimensión de la celebración, pues gobiernos enteros se someten a tal servidumbre, dando la impresión de una enorme burbuja, la cual tarde o temprano, se tendrá que pichar, no por otro motivo, sino por exagerada, y falsa en último término. La autenticidad que se ganó con la conmemoración del orgullo, se perdió al celebrarse desmesuradamente. Las cosas, espero que más pronto que tarde, deben volver a su equilibrio, a la normalidad, a no ser una consigna que arbitrariamente se impone desde Disney hasta el Gobierno de los Estados Unidos. Solo de esa manera el “día del orgullo” será motivo de orgullo, sin apisonar al resto de la sociedad.
Biden y Putin agitan a Europa como una peonza
Andaba yo en una de esas tertulias recuperadas después de la estigmatizante pandemia del Covid, cuando uno de sus más ilustres contertulios puso sobre la mesa el debate sobre el liberalismo, el capitalismo, el comunismo, y demás movimientos o ideologías que alimentaron la vida política de Europa y del mundo durante casi cien años.
Después de un rápido repaso por los pensadores y filósofos que inspiraron a los grandes partidos que protagonizaron el devenir de los grandes sucesos y acontecimientos que forman parte de los anales de la historia del siglo pasado, al llegar mi turno de intervención planteé una serie de interrogantes que me sugerían la tragedia que hoy vive la sociedad europea y que he considerado interesante trasladar a mis lectores para su reflexión:
¿Cómo Rusia, después de haberse liberado de la tiranía comunista, puede estar en manos de oligarcas y personajes como Putin que la han vuelto a sovietizar? ¿cómo la Unión Europea no desarrolló desde su ampliación en el 2006, una “real politik” de cara a países que como Ucrania y la misma Rusia, son sus principales graneros y proveedores de gas y petróleo? ¿cómo pretende la Unión Europea enfrentarse a una grave crisis bélica, energética y económica internacional como la actual, sin una arquitectura y un alma política que le permita ser reconocida como la potencia que teóricamente quiere representar?
Al hilo de esta última pregunta llama poderosamente la atención que en la última cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno celebrada en Bruselas se acordara “coordinar” la adquisición conjunta de armamento por la Unión Europea. La razón es que los Estados han sacrificado sus inversiones de defensa en función de priorizar otras más sociales o políticamente más rentables. ¿Se va a comprar armamento como las vacunas del Covid con contratos tan poco transparentes como aquellos?. No es fácil entender que, sin una política común de defensa y exteriores, se haga desde la Comisión y el Consejo Europeo este planteamiento, entre otras cosas porque los Estados miembros no están dispuestos a ceder ni un ápice de soberanía en este terreno.
Por otra parte no hay que ser un lince para darse cuenta de que una vez más Europa vuelve a depender de los EEUU para garantizar la paz en su territorio, sea a través de su acción directa o de la misma OTAN. La realidad es que tanto Biden como Putin agitan a Europa como una peonza en función de sus intereses nacionales.
Nada es de extrañar que ocurra esto, cuando un líder europeo como Pedro Sánchez se dispone a acoger en España una importante cumbre de la Alianza Atlántica, mientras ministros y ministras comunistas de su Gobierno, vociferan y se oponen a la visita de sus mismos invitados. Todo un símbolo de fortaleza frente a Rusia.
Jorge Hernández Mollar
Falsa alternativa despotismo-anarquía
Las leyes laicistas de Émile Combes, expulsaron de Francia a casi todas las congregaciones religiosas, especialmente a las que se dedicaban a la educación: entre 1902 y 1903 cerraron sus puertas en torno a 12.500 establecimientos escolares religiosos
El movimiento liberal, a despecho de sus tentativas de colaboración con los católicos, dominó Europa y realizó sus objetivos esenciales: la descristianizó, la laicizó, disolvió la familia y el Estado, y arrastró al mundo contemporáneo por un camino en que llegó a dos dedos de la anarquía.
Habitualmente se presenta como solución a los problemas sociales la falsa alternativa despotismo-anarquía. Es decir, un liberalismo que, bajo pretexto de libertad, demuele la autoridad y conduce a la anarquía; o un régimen totalitario que promete orden pero que inhibe las legítimas libertades. Por más que parezcan contradictorias, ambas posiciones tienen una raíz común. La sociedad individualista y permisiva de hoy está abriendo camino a nuevos tipos de tiranía.
La larga lucha de la Iglesia contra los liberales en el siglo XIX se puede, al menos desde un punto de vista, resumir en unas pocas líneas. Recelosos de los excesos del poder público, los liberales disminuyeron de tal modo los poderes de la autoridad que la tornaron impotente, no sólo para contener las ilegalidades, sino incluso para mantener el orden público. Esto es un mal, enseñaba la Iglesia. Nadie tiene el derecho de practicar el mal. Así, toda constitución política que retire al Estado el poder de reprimir pronta y completamente el mal, está errada en su propia base. Los hechos comprobaron, con trágica elocuencia, la enseñanza de la Iglesia.
Basta leer las constituciones políticas de la mayor parte de las naciones occidentales en ese siglo, y aún en las primeras décadas del siglo XX: todas ataban de tal manera al poder público que éste, impotente para contener la creciente anarquía, no tenía otro remedio sino asistir de brazos cruzados al naufragio lento e inexorable del orden social.
Bien estudiada la causa de este error, esta se reduce a la idea de que no es posible organizar tan bien al Estado que éste reprima el mal sin, al mismo tiempo, sacrificar la libertad de hacer el bien. Y ante esta afirmación inicial, los liberales, prefiriendo la anarquía al despotismo, dejaron deslizar los intereses públicos por las rampas del liberalismo y de la disolución de toda la vida social.
Creo que nunca se vio bien este punto, que es el verdadero nervio de las cuestiones suscitadas entre católicos y liberales. Muchos han pensado erróneamente que ante la inevitable alternativa entre el exceso de libertad o el abuso de la autoridad, el liberal era partidario de la primera y la Iglesia de la segunda.
Persecución religiosa en México, a comienzos del siglo XX
De hecho, sin embargo, la tesis de la Iglesia es otra. Ella contesta el valor científico de la alternativa anarquía‒despotismo. Una vez que Dios dispone con tan admirable sabiduría el orden universal en lo que dice respecto a los seres inanimados e irracionales, sería monstruoso imaginar que El lo hubiese organizado de modo imperfecto en lo que dice respecto al hombre.
La “dictadura de la tolerancia”
Tiene que haber en el hombre cualidades en estado potencial, que lo habiliten a constituir la sociedad humana de modo aún más perfecto que el que se observa entre los seres irracionales, entre las abejas o las hormigas, por ejemplo. De lo contrario, el hombre no sería la obra prima de Dios.
Siendo así, no es posible que la condición normal de la sociedad humana sólo pueda encontrarse en una de estas trágicas alternativas: caminar hacia la anarquía, o yacer bajo el peso del despotismo. Tiene que existir y existe la posibilidad de organizar de modo estable, durable y normal a la sociedad humana en un punto de equilibrio que no tienda hacia cualquiera de estos dos extremos.
Es precisamente por esto que la Iglesia condena a los liberales que prefieren el camino de la anarquía. Ella se niega a escoger entre las dos vías de perdición: entre los abismos que se abren en uno y otro lado. Ella señala a la humanidad el camino verdadero, que no tiende a la anarquía ni al despotismo. Este camino es el orden cristiano.
* * *
Durante muchos decenios el liberalismo trató de engañar a la Iglesia. El monstruo liberal tenían mil caras para todos los gustos. Una de ellas sonreía a la Iglesia, tratando de atraer y fascinar a sus hijos ingenuos. Otra miraba a la Iglesia con una fisonomía aprehensiva y con el ceño fruncido, con la finalidad de paralizar a los católicos medrosos. Otra, aún, miraba a la Iglesia con la suspicacia, el tedio, el mal humor con el que el hijo pródigo miraba la casa paterna en el momento de la despedida: se trataba de una simple maniobra para desanimar la reacción de los católicos auténticos, que temiesen una apostasía masiva de sus hermanos, los católicos liberales.
Y dicho todo esto, no está agotada la descripción de la hidra. Con mil otras cabezas, con mil otros aspectos ‒anticlericalismo, libre pensamiento, anarquismo‒ ella incitaba al asalto de las iglesias, a la violación de los tabernáculos, a la profanación de las imágenes, al asesinato de los sacerdotes y de las vírgenes consagradas, de los reyes y jefes de Estado, a esa turbamulta de nihilistas, incendiarios, carbonarios, bandidos, que desde 1789 hasta nuestros días, no ha cesado de operar, aquí o allá.
Es claro que, a tan disparatadas actitudes en el campo liberal, habría de corresponder una gran diversidad de tendencias sobre el modo de encarar a la hidra y de combatirla en el campo católico.
Eran pocos los que percibían todas esas caras. De éstos, más escasos aún eran los que comprendían que esta pluralidad de rostros no era la imagen externa de una íntima vacilación de tendencias de la gran hidra. Que todo cuanto era sonrisa, era mentira; y todo cuanto era blasfemia, era verdad. Que, a pesar de sus aparentes incertidumbres y contradicciones, el liberalismo era lógico, inflexible, invariable, en su marcha hacia la anarquía y el ateísmo.
A tantos rostros deberían corresponder otros tantos lenguajes diversos. No todo lo que el liberalismo proponía era forzosamente condenable en sí mismo, en el campo de la pura doctrina.
Así, era posible concordar con algunas reivindicaciones liberales, sin profesar implícitamente una doctrina condenada por la Iglesia.
¿Qué hacer? ¿Concordar con lo que era posible, para después amansar la fiera? ¿O atacarla desde luego, inmediatamente, con fuerza y sin vacilación?
Se intentó un poco de todo. Y, al fin, considerada la evolución de Europa en el siglo XIX, una sola verdad aparece claramente. El movimiento liberal, a despecho de sus tentativas de colaboración con los católicos, dominó Europa y realizó sus objetivos esenciales: la descristianizó, la laicizó, disolvió la familia y el Estado, y arrastró al mundo contemporáneo por un camino en que llegó a dos dedos de la anarquía.
El terror imprevisto de esta anarquía fue el sentimiento de cuya fuerza propulsora nació la reacción contraria: el fascismo y el nazismo.
* * *
Los totalitarios de todos los matices prefirieron el despotismo para reaccionar contra a la anarquía.
Ante esa falsa alternativa «despotismo-anarquía», los totalitarios de todos los matices prefirieron el despotismo para reaccionar contra a la anarquía.
¿Tendrían razón? Está claro que no. Porque una vez más no supieron liberarse de la alternativa equivocada. Se mantuvieron dentro de ella y, huyendo del liberalismo, resbalaron del vértice del dilema hasta el fondo del abismo. No comprendieron que no se trataba de escoger uno de los dos precipicios. Sino de encontrar el Camino que no conduce a los abismos, sino al Cielo.
De esta manera, la reacción contra la anarquía, en lugar de llevarnos a la Civilización Cristiana, nos llevó a otro desastre: el Estado Moloch. *
Sea dicho esto para que se comprenda muy bien que existe una raíz común en el liberalismo y el despotismo. ¿Qué despotismo? Las cuestiones de tono político no interesan. Sea su bandera parda, roja, negra, es siempre el despotismo. Y si ese despotismo fuere blando, benigno, suave, aún así, será siempre despotismo.
El socialismo de hoy, como el nazismo de ayer, como anteayer el liberalismo, ostenta mil rostros, sonríe con una cara a la Iglesia, amenaza con la otra, y hace discursos contra ella aún con otra.
Contra este nuevo socialismo, como otrora contra el liberalismo, la actitud de los católicos en el mundo entero, pero sobre todo en Europa, sólo puede ser una: combate decidido, franco, inflexible, valiente.
El socialismo no es un animal salvaje, susceptible de ser domado y domesticado. Es un monstruo apocalíptico, que reúne la falsedad del zorro a la violencia del tigre. No nos olvidemos de esto, porque si no los hechos acabarán por enseñárnoslo de modo muy doloroso…
Suecia y Finlandia: algunas reflexiones ante una nueva ampliación de la OTAN
03 | 06 | 2022
Texto Salvador Sánchez Tapia
Vista desde el sur del territorio OTAN, la entrada de los dos países desplaza el centro de gravedad de la Alianza aún más al norte de lo que ya está
En la imagen
Celebración en el Teatro Real de Madrid del 40º aniversario de la adhesión de España a la OTAN, con presencia del Rey Felipe VI y Jens Stoltenberg [Pool Moncloa/Fernando Calvo]
[The Conversation ha publicado una versión reducida de este texto]
La invasión rusa de Ucrania a la que asistimos desde finales del pasado mes de febrero está produciendo unas sacudidas en el entorno de seguridad europeo cuyo alcance a largo plazo únicamente podrá ser vislumbrado cuando la niebla de la guerra se haya disipado y se tenga una cierta perspectiva temporal. Lo que ya se sabe es que la guerra ha hecho anidar entre los europeos una sensación de inseguridad compartida, más intensamente sentida a mayor proximidad de Moscú.
La solicitud de acceso a la OTAN formalizada el día 18 de mayo por Suecia y Finlandia ante el secretario general de la organización no es sino una manifestación de la creciente inquietud con que dos naciones nórdicas geográficamente próximas a Rusia contemplan la guerra iniciada por Putin[1]. La preocupación de estos dos países por el comportamiento ruso no es nueva; se remonta, al menos, al período posterior a la Segunda Guerra Mundial. Ahora, sin embargo, por causa de la invasión de Ucrania, ha renacido con la fuerza suficiente para operar un cambio histórico en sus respectivas culturas estratégicas, llevándolos a llamar a la puerta de una Alianza Atlántica en cuya periferia han permanecido durante décadas por elección propia; siempre cerca, pero siempre rechazando cruzar el umbral de la plena participación.
Para Helsinki y Estocolmo, la neutralidad ha sido, tradicionalmente, una calculada estrategia. En el caso de Finlandia, adoptada para asegurar su independencia frente a Rusia, país con el que comparte más de 1300 kilómetros de frontera terrestre. En el de Suecia, para seguir una tradición de rechazo a la guerra inaugurada tras el período napoleónico. Ambos la mantuvieron consistentemente durante los años de la Guerra Fría como la mejor forma, desde su punto de vista, de garantizar su seguridad y su integridad territorial.
El estado de postración en que quedó Rusia tras la caída del comunismo a finales del siglo pasado hizo menos acuciante el imperativo de neutralidad a ultranza, y tanto Suecia como Finlandia iniciaron un proceso de aproximación a la órbita de prosperidad de Europa Occidental, integrándose en 1995 en la Unión Europea. La entrada en la Unión supuso a las dos naciones asumir la cláusula de defensa mutua del Artículo 42 (7) del Tratado de Lisboa, aunque conviene resaltar que, precisamente para salvaguardar la neutralidad de, entre otros, Suecia y Finlandia, la redacción final dada en el Tratado a esa cláusula se mantuvo cuidadosamente ambigua, evitando explicitar que la ayuda debida a otro estado miembro en caso de agresión armada en su territorio deba ser militar.
Se produjo también en este momento un acercamiento a la OTAN, materializado en el ingreso en 1994 de los dos países en el programa Partnership for Peace (PfP), específicamente diseñado para acercar a sus afiliados al ámbito de la OTAN sin llegar al acceso. También en esta época, ambos comenzaron una larga andadura de leal participación en varias de las operaciones multinacionales lideradas por la Alianza en escenarios como Afganistán o Kosovo.
La cooperación de estos dos países con la OTAN no ha hecho sino crecer desde el momento de su ingreso en la PfP, alcanzando unas cotas de tal altura en áreas tan importantes como el adiestramiento, la normalización de equipo y material, o la doctrina que, a menudo se dice de ellos que son “aliados virtuales”. No es una exageración decir que, tanto Suecia como Finlandia, convergen con la OTAN, sus principios y procedimientos, más que algunos de los miembros de la Alianza. A pesar de ello, nunca hasta ahora habían dado el paso de vincularse jurídicamente a la cláusula de defensa colectiva del Tratado de Washington lo que, si bien es cierto que habría situado a ambos bajo el paraguas protector de la Alianza, también les habría obligado a implicarse fuera de sus fronteras en la defensa de otros; una posibilidad no bien recibida por sus ciudadanos[2].
En resumen, durante los años posteriores a la caída del Muro de Berlín, cuando la amenaza rusa era percibida como baja, Suecia y Finlandia se atrevieron a participar más estrechamente en la esfera de prosperidad y en las instituciones occidentales, contribuyendo a ellas significativamente, pero sin dar el paso de integrarse en la OTAN. La idea detrás de esta política parecería ser la de que, en el clima de seguridad que se vivía en ese momento, un acercamiento estrecho a la OTAN que se quedara a las puertas de la plena participación produciría el efecto benéfico de disuadir a Rusia de iniciar ninguna acción hostil contra estos países, sin tener que comprometerse formalmente en la eventual defensa de otros aliados.
El entorno de seguridad ha cambiado desde entonces –marcadamente, desde 2008– y el esquema antes descrito ya no resulta satisfactorio para los intereses de suecos y finlandeses. La presión de Putin ha obrado el milagro de revertir décadas de neutralidad, y ambas naciones se preparan ya para convertirse en nuevos miembros de la OTAN.
El ingreso no se producirá de forma inmediata. Una vez manifestado formalmente el interés por acceder, la incorporación precisa la aquiescencia de todos los aliados sin excepción; obtenerla es un proceso que puede alargarse por algunos meses. A pesar de que los dos países cumplen sobradamente los requisitos de índole política y de calidad democrática que demanda la OTAN a cualquier candidato, un acceso rápido parece descartado a la vista de las reticencias a la integración mostradas por Turquía.
Mientras se logra la concurrencia de todos los aliados, Suecia y Finlandia permanecen en una suerte de limbo fuera del paraguas del Artículo 5, y expuestos a una eventual reacción de Moscú. Afortunadamente para ellos, algunos países, entre los que destacan Estados Unidos y el Reino Unido, ya han mostrado su disposición de apuntalar la seguridad de los aspirantes durante este período transitorio.
Como cabía esperar, la reacción inicial de Rusia al anuncio sueco-finlandés ha sido airada, dejando bien a las claras su contrariedad. El viceministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Ryabkov, ha calificado la decisión de “grave error” que traerá “consecuencias de largo alcance”. Poco después, el propio presidente Putin ha matizado esta valoración diciendo que Rusia no tiene problema con el acceso de estos países a la OTAN, pero que no tolerará la expansión de la infraestructura de la Alianza a territorio sueco o finlandés.
Cuando, como es previsible, el ingreso se consume finalmente, la OTAN se habrá reforzado con una significativa contribución. Suecia y Finlandia cuentan con unas fuerzas armadas que, aunque relativamente reducidas, son eficaces y operativas y, sobre todo, totalmente interoperables con las del resto de los aliados. Ambas están orientadas a la defensa territorial –de forma más acusada en el caso de Finlandia, no tanto en el de Suecia, que ha desarrollado una importante capacidad expedicionaria–; basadas en el servicio militar obligatorio (reintroducido en Suecia en 2017), y en un sistema ágil y contrastado de activación de reservistas que les permite crecer, en el caso de Finlandia, de los 19.000 a los 280.000 efectivos; tecnológicamente muy dotadas y apoyadas por una interesante industria de defensa; y adiestradas de acuerdo con los más altos estándares.
La entrada de ambos países en la Alianza Atlántica debe ser saludada como un gesto que refuerza al conjunto con dos miembros muy capaces lo que, por sí mismo, constituye un beneficio para todos los aliados. Además, su incorporación contribuye a fortalecer el pilar europeo de la OTAN, dado que los dos son también miembros de la Unión Europea. Si Putin pretendía debilitar a la OTAN, puede decirse que ha conseguido lo contrario, despertándola de la situación de “muerte cerebral” en que, según el presidente Macron, se encontraba, contribuyendo, además, con su acción, a realzar el liderazgo de Estados Unidos sobre el mundo libre, mortecino desde la presidencia de Donald Trump. Por último, el acceso produce el salutífero efecto de forzar a suecos y fineses a ser más solidarios con las preocupaciones de seguridad ajenas, alejándoles definitivamente del vano sueño de la neutralidad.
Si el hecho es, en sí, indudable e indiscutiblemente positivo, se produce en un momento en que la tensión entre Rusia y Occidente se encuentra a niveles no vividos desde los años de la Guerra Fría. Evidentemente, es por ello, precisamente, por lo que Suecia y Finlandia han visto claramente el interés de abandonar su proverbial neutralidad, y se apresuran a buscar la protección de la OTAN. Conviene ser consciente, sin embargo, de que, al menos a corto plazo, su ingreso va a servir para aumentar las tensiones con Rusia, y de que esto implica para la OTAN asumir un problema que podría haberse evitado si la decisión se hubiera tomado en un período de mayor distensión. Oportunidades para ello las ha habido.
La idea ha servido también para introducir en la OTAN la semilla de la discordia. Como ya se ha mencionado, sin haberse atrevido a rechazarla tajantemente, Turquía ha manifestado su opinión negativa a la entrada, argumentándola con la actitud que estos países muestran dando asilo a refugiados kurdos del PKK, grupo considerado por Turquía, pero también por la Unión Europea, como terrorista. Sin duda ninguna, el período de detente que vive Turquía con Rusia desde la guerra de Siria, reforzado por el giro de política exterior introducido por Erdogan, han sido también elementos que han podido jugar un cierto papel en la postura turca. Aunque finalmente acepte el acceso de los dos países, ha quedado perfectamente claro qué piensa Turquía de sus dos nuevos aliados. No puede descartarse, además, que Turquía no esté tan solo como parece. Es posible que otros aliados vean la decisión con un recelo similar al turco, aunque no lo hayan hecho patente, y hayan preferido dejar a Ankara el desgaste de hacer pública su oposición.
Vista desde el punto de vista de los países del sur de la Alianza, la entrada de Finlandia y Suecia desplaza el centro de gravedad de la OTAN aún más al norte de lo que ya está. Evidentemente, por su inminencia, el problema ruso merece una atención prioritaria de la Alianza en este momento. Sin embargo, este foco en el Este no debe ir en detrimento de la atención debida a otros problemas de seguridad, importante para muchos de los aliados, ni apuntalar la sensación de que, aunque a nivel declarativo se ponga cuidado en asegurar que la OTAN atiende a la seguridad de todos en todas las direcciones, la realidad es que el Este y el Sur no reciben el mismo nivel de atención y dedicación de esfuerzos.
Acoger a dos democracias gravemente preocupadas por una amenaza real a su seguridad es, además de una cuestión de solidaridad, un deber de índole moral, incluso si éstas han declinado durante décadas compartir la carga que implica mutualizar la seguridad a través de la cláusula de defensa colectiva del Tratado de Washington. Suecia y Finlandia deben ser aceptadas en la Alianza Atlántica con los brazos abiertos, pero también con la plena consciencia de las implicaciones que para la seguridad continental tiene recibirlos en un momento en el que Rusia libra una guerra contra Ucrania y, más allá de ello, contra un Occidente encarnado, a los ojos de Putin, por la OTAN y por Estados Unidos.
La ampliación que se avecina no debe servir para reducir la sensibilidad de la Alianza hacia retos de seguridad diferentes al que plantea Rusia, ni hacia problemas como el de la no inclusión de Ceuta y Melilla en el espacio geográfico definido por el Artículo 6 el Tratado de Washington. El resultado de la incorporación de Suecia y Finlandia a la OTAN debe ser más seguridad para todos; no menos.
[1] Técnicamente, los estados no solicitan formalmente su adhesión a la Alianza Atlántica. Según el Artículo 10 del Tratado de Washington, son invitados a unirse a la OTAN si hay un acuerdo unánime entre los aliados.
[2] Como muestra, una encuesta sobre defensa comisionada por el ministerio finlandés del ramo, y publicada en 2007, mostró que, casi el 70% de los finlandeses rechazaba la integración de Finlandia en la OTAN. El 40% de esa amplia mayoría, adujo como principal razón a la negativa, la de que, de hacerlo, los finlandeses tendrían que “combatir en guerras fuera de Finlandia”.
Como un eco del tiempo Pascual, el 12 de mayo se celebra el Domingo de la Santísima Trinidad. Esta fiesta viene del siglo XIV, la introdujo el Papa Juan XXII para toda la Iglesia. Son muchas las “Trini” y menos los Trinitario. ! Felicidades a todos!
Quisiera escribir sobre Dios; pero…¿cómo expresar la maravilla de Dios, Creador del mundo y Sumo Bien, Amor de verdad que no huye del pecador y lo busca hasta encontrarle, porque es Padre? ¿Cómo escribir sobre Quien es el TODO, quien es la NADA? Hablar de Dios en un mundo materialista, lo hace más difícil. Lo intentaré como un balbuceo. Pese al materialismo asfixiante, muchos creen en Él, con una Fe que transforma su vida y la llena de sentido. Porque si la Fe no llega a la vida, es hueca y no sirve. “Los demonios también creen y tiemblan” ( Santiago 2, 19), no practican ni aman.
La Fe cristiana nos habla del Padre, Creador; del Hijo, el Redentor; del Espíritu Santo, el Amor, que procede del Padre y del Hijo y es el santificador de las almas, quien todo lo hace nuevo. Son las Tres personas de la Santísima Trinidad, distintas entre sí y, sin embargo, “un solo Dios y Padre” ( 1 Corintios, 8:6). Este misterio es demasiado grande, lo entenderemos en el Cielo. Las Tres Personas Divinas son al mismo tiempo, y su tiempo no tiene principio y es Eterno.
Es sorprendente: tantos testimonios de conversión en nuestros días. Porque Dios es Padre amoroso, sale al encuentro de muchos que no saben de su existencia y de su amor, y se acerca al humilde. Dice mucho la canción del “El Senderito”, de las Carmelitas del Cerro de los Ángeles: Sólo sé una verdad y esa me hace feliz: Dios es Amor, su oficio es amar,/ el tuyo esperar en Él;/ Él cuidará de ti y tú déjale hacer./ (…)Dios es poder,/ suma bondad, sumo entender./Y en ese amor y esa ternura/ y esa grandeza de mi Dios/ descanso yo”.
Josefa Romo
El deber de posicionarse a favor de la vida
Todo el texto para la futura ley del aborto parte de “la falacia” de presentar el aborto como un derecho, decía el secretario general del episcopado, quien reclamaba una mayor movilización en defensa del derecho a la vida, este sí reconocido y consagrado, al menos sobre el papel. Otra línea en la que trabajarán los obispos es la defensa de la objeción de conciencia.
Este es el encargo que hacía recientemente el Papa Francisco a la presidencia de la Conferencia Episcopal. Ante los ataques contra la vida que supone la banalización del aborto o la legislación de la eutanasia, el Pontífice pedía al episcopado español dar un paso más, y no limitarse a recordar el derecho a la objeción, sino a promoverlo activamente, desde una acción evangelizadora que de forma clara y rotunda ponga “una línea roja ante determinados comportamientos” y recuerde a los católicos su deber de posicionarse a favor de la vida.
Jesús Martínez Madrid
Más fácil y lógico pensar en la eternidad de Dios
La expansión del universo, seguramente desconcertó a muchos científicos y filósofos: El universo está en constante dilatación. Eso sólo es debido a la creación. La física no tiene ya nada que decir sobre esto. Al menos deben admitirlo los físicos y quedarse al margen para que intervengan los expertos desde la filosofía y la teología. Los griegos no tenían ningún argumento para pensar en un principio, pero la Biblia empieza con ese dato, “en el principio creo Dios el cielo y la tierra”. Y dado que no parece admisible pensar en la eternidad del universo, es más fácil y lógico pensar en la eternidad de Dios.
Aunque el proyecto no lo veamos, su resultado salta a la vista: ahí están los seres vivos, con toda su abrumadora complejidad. Además, que algo escape a la investigación científica no significa que no exista. Sócrates reconoce que “si no tuviera huesos ni músculos no podría moverme, pero decir que ellos son la causa de mis acciones me parece una necedad”. Esta es la cuestión, bastante elemental, y que está en los razonamientos de personas normales, científicos, creyentes, excepto en esos personajes atrapados por las ideologías.
Y por si tuviera que convencerme, el autor de “Orígenes” explica: “Los elementos químicos no explican por completo al ser vivo, como las piedras no explican el arco y sus dovelas. Si mañana un terremoto echara abajo el acueducto de Segovia, el montón de escombros estaría formado por los mismos sillares que vemos hoy airosamente levantados. Pero solo serían piedras, no acueducto. ¿Qué se añade a la piedra para que se sostenga en el arco? es preciso afirmar que se añade un orden particular”. O sea ¿quién ha puesto el orden?
Jesús Domingo Martínez
Juzgar a Sánchez con objetividad
Cuando en las encuestas de intención de voto sale eso de la valoración de los líderes, es evidente que esa evaluación tiene una enorme carga de subjetividad y es muy posible que esa subjetividad impida, de alguna forma, hacer un análisis real y objetivo de la gestión de unos personajes públicos que pueden caer mejor o peor a los ciudadanos, en función de unos parámetros alejados de la realidad.
En cualquier planteamiento político, responda a la ideología que responda, la gestión de Sánchez, sus alianzas, sus coaliciones, su visión del problema del separatismo, sus concesiones a los proetarras, sus desvaríos en política económica, sus desafueros con la demolición de las Instituciones básicas del Estado, incluida la Monarquía, y su errática política exterior, serían más que suficientes -con una sola de esas actuaciones bastaría- para que Sánchez hubiera dimitido, incluso sin convocar elecciones y dejando paso a alguien del PSOE como partido más votado.
Pero ocurre que todo lo que conlleva un juicio a Sánchez, a lo que Sánchez ha perpetrado y sigue perpetrando, adolece de una gran subjetividad. No una subjetividad del que juzga o valora, que también, sino fundamentalmente una subjetividad del analizado, porque es muy difícil hacerlo sin tener en cuenta su chulería impostada, su prepotencia de guardarropía, su falsedad constante, sus deslealtades a unos y a otros, su suficiencia fingida y hasta su pretendida solvencia como dirigente
Sus declaraciones y comparecencias, sus despilfarros, sus viajes, su nepotismo con familiares y amigos, sus maneras y hasta su vestimenta (ahora estamos en la etapa de los trajes azul clarito y de las corbatas menos oscuras) han terminado por calar en la opinión pública y, de alguna manera, esas apreciaciones pueden estar impidiendo un juicio sereno y objetivo de lo que debería ser la verdadera preocupación del electorado y de quienes pretenden sustituir a Sánchez en La Moncloa.
JD Mez Madrid
El Versalles alemán y el… “rey loco” (y II)
Visitamos el palacio, el que está atendido y vigilado por el personal encargado de ello, Teresa nos va dando un detallado relato de las habitaciones y estancias por donde podemos pasar; nos lleva incluso a una parte del mismo, donde quedó, "el tajo de las obras", puesto que como ya dije, la obra no pudo ser terminada, si bien quedó en estado muy avanzado y totalmente terminadas las ostentosas dependencias destinadas a Luis II, el que curiosamente... "sólo pasó aquí nueve días y estuvo totalmente solo... salvo la servidumbre que lo atendió"...?
Es de destacar -repito- la suntuosidad de las estancias reales, acabadas siguiendo el capricho o los delirios de grandeza de un pobre rey (o "rey pobre", ya que solo lo fue de la pequeña Baviera) que posiblemente creyó, haber nacido en tiempo posterior a sus íntimos deseos de "absolutismo real", ya que en este palacio rindió culto ostentoso a Luis XIV y a Luis XV de Francia y en general, a la monarquía absolutista de "los Borbones franceses" (representados amplísimamente en todos los salones del palacio, incluso frente a... la propia cama de Luis II "el rey loco") los que con mayor poder y riquezas, que las que pudo tener este "pobre loco", lograron lo que él, pienso que deseaba, o sea... "pasar a la historia con grandes letras" y quizá esa fuese su obsesión; o sea, creer que con sus palacios (y el apoyo a Wagner) pasaría a esa posteridad con el grado de "grandeza" y por ello dilapidó el gran capital que gastó o consumió en todo ello y sin poder acabar; "su gran obra"... se suicidó y esto último, quizá también, para cerrar con una muerte trágica, lo que no pudo cerrar con dinero y poder... en fin, otro triste y absurdo "drama real", que protagonizó un individuo de la especie "homo sapiens u hormiga humana". Luis II de Baviera, murió (loco) a la edad de cuarenta y un años y no dejó ni amor ni descendencia... y el que curiosamente fue sucedido por su hermano menor "Otón I", el que tampoco pudo reinar, por incapaz e imbécil y por tanto, tuvo igualmente que ser, "apartado de la corona bávara".
¿Qué Luis II fuera homosexual o no?... la verdad es que no se le llegaron a conocer "amores de ningún tipo", salvo los que sintiera por sí mismo, puesto que ese "narcisismo", sí que late y destaca enormemente en la obra de este palacio, lo que es notado simplemente observando un poco todo cuanto allí se hizo construir; y que culmina en el suntuoso baño, "rodeado de espejos" y otros muchos detalles que lo resaltan.
De cualquier forma consiguió pasar a ser "figura mítica"; y que hoy explotada, es rentable para "su Baviera", gracias a ese fenómeno conocido como "el turismo" y por cuanto hoy... "todo o casi todo, se vende o es... vendible". Y la prueba la tenemos hoy mismo aquí, donde nos encontramos un autocar, “lleno” de españoles, oriundos de Andalucía y que incluso pasan una frontera, para ver los delirios de aquel loco.
Terminada la visita a este palacio "versallesco" (fue construido queriendo imitar en todo lo posible al de Versalles francés) salimos por la entrada principal, cuya amplísima explanada y bosques cercanos, presentan una estampa maravillosa; por ello pido a un compañero del grupo, que con mi máquina, me tome una fotografía, pero tomando como fondo esa estampa natural ya descrita y que se muestra, "salvajemente bella", debido a la nevada que está cayendo en estos momentos y puesto que tomar la fachada palaciega, como fondo... la verdad, no me interesa en absoluto. Efectuadas las diferentes tomas fotográficas, que casi todos efectuamos, emprendemos de nuevo el camino de regreso y bajo la nieve y el frío, que no ceden.
Tardamos más tiempo en el regreso del que empleamos al venir; incluso el grupo se va disgregando y quedan personas rezagadas, que no pueden seguir un mayor ritmo al andar; el que puede abrevia y acelera el paso y aun así, llegamos todos al embarcadero... "ateridos de frío", donde tenemos que aguardar al barco, puesto que allí no se encuentra; nos refugiamos en un cobertizo anexo y que sirve de "sala de espera", pero en el que por ser de tipo "túnel", seguimos padeciendo el congelador frío.
Pese a todo ello, salgo de este refugio y me acerco a la orilla y borde del embarcadero y observo a los patos y cisnes, los que en total quietud, aguantan en el agua la nevada que está cayendo. Recuerdo que en el bolsillo traigo unos trozos de pan, recogidos de la mesa esta mañana pensando en alguna ocasión así, puesto que ayer no pudimos echar nada a aquellos otros "patos y cisnes" del lago de St. Wolfgang, los que hambrientos nos pedían algo de comer y ello de forma ostensible. Empiezo a tirar trocitos de pan al agua y de inmediato, aquellas quietas o "semi-paralizadas" aves, acuden en tropel y se disputan la comida, dando grandes gritos o graznidos y peleándose entre ellos... "qué carrera tan horrible debe ser el hambre" (pienso) mientras lamento el no haberme traído, todo el pan que sobró en las mesas esta mañana (siempre sobra pan, puesto que "engorda").
Por fin viene "el Berta" (me acuerdo en este momento, del gigantesco y famoso cañón prusiano, de igual nombre y de triste recuerdo, el que en 1918 bombardeaba París, desde 100 km. de distancia).
De inmediato a que amarra al muelle esta embarcación, subimos a ella con rapidez para refugiarnos de las inclemencias que venimos padeciendo y deseando regresar al punto de partida cuanto antes, lo que hacemos de similar forma a la ya descrita, si bien el regreso lo hacemos sobre un lago mucho más gris y tétrico; y en el que sigue cayendo abundante nieve.
Cercano al muelle existe un complejo hotelero y en el mismo diferentes restaurantes; comemos en uno de ellos y lo hacemos bien, ya que se trata de una comida especial ("codillo de cerdo, al horno", es el plato fuerte) que hemos pagado como servicio extra, puesto que no entraba en las del "paquete turístico", el que fue contratado en régimen de "media pensión" (cama, cena y desayuno).
Esta fuerte comida nos ha venido "de perlas", para recuperar las muchas calorías que hemos consumido esta mañana, soportando un frío que en nada debe diferir del de las estepas siberianas.
A las 13,25 h. estamos subiendo al autocar y yo lo hago con mi "cigarro puro ya encendido", el que me iré fumando mientras pienso y medito, ya que "este trabajo" me relaja y "aclara la mente, de forma muy notable" y todo ello, lo iré realizando mientras sigo viendo el grandioso espectáculo ya descrito y reiterado; y todo ello... mientras realizamos la última etapa de nuestro viaje de hoy, cuyo final será la ciudad de "Innsbruck", de vuelta en Austria, pero también famosa ciudad que fuera capital olímpica en 1964 y 1976 y donde seguro que nos llevarán para ver algunas de sus instalaciones olímpicas.
A las 14,15 h. cruzamos de nuevo la frontera austro-germana y por tanto dejamos tras nosotros Alemania y regresamos a Austria. Nieva aún, pero ello será por poco tiempo, ya que en breve, encontraremos al Sol en los valles austriacos por donde discurre la autopista y ese tiempo "claro", nos va a acompañar durante el resto del día y la "fría noche" siguiente.
En algunos espacios de este recorrido y mientras vamos viendo el paisaje, Teresa nos va hablando de su país y entre otras cosas nos dice que... "El Tirol es muy rico" y en él, aún viven en el campo el cincuenta por ciento de la población, la que se dedica a la agricultura, ganadería y al bosque (maderas y derivados forestales) dedicándose el otro cincuenta por ciento al sector turístico y deportes de nieve y montaña, junto a una también notable y variada industria dedicada a múltiples fabricados o transformaciones de "materias primas", amén de a los servicios administrativos propios de cualquier Estado.
También nos va contando Teresa, las costumbres, fiestas, conmemoraciones, curiosidades y otros relatos del pueblo llano o de la historia del país, todo lo cual es ameno y resulta grato de oír y por tanto son de agradecer estos aportes culturales. No olvidemos que el turismo es una muy buena Universidad para adquirir saberes importantes y necesarios, sobre todo a aquellos inclinados, “al saber más que al tener”.
A las 15,15 h. estamos entrando en la capital del Tirol (Innsbruck) y lo hacemos con sol y sin nieve, que incluso hemos dejado muy atrás en los campos y la que tampoco encontramos en la ciudad, salvo en las altas montañas que "cierran" este valle y en las que sí que se aprecia gran cantidad de nieve, si bien no hay ni una sola nube en las alturas, por lo que incluso podemos apreciar ciertas lejanas instalaciones, que deben ser estaciones de alta montaña y donde indudablemente, se estará esquiando en estos momentos.
Nuestra guía dirige el autocar y nos lleva en primer lugar, a las instalaciones deportivas, donde se celebraron hace solo unos años, dos olimpiadas de la nieve o "juegos de invierno", pudiendo llegar en autocar hasta muy cerca de las mismas y recorriendo a pie el resto, hasta llegar donde están instalados los "famosos anillos olímpicos" y las grandes planchas de bronce, donde constan los nombres de todos los ganadores de las diferentes pruebas celebradas en los ya referidos juegos "mundiales"... Desde esta soberbia atalaya, tomamos diferentes fotografías y podemos apreciar aún mejor este valle y sus grandes montañas, totalmente blancas por la nieve y las que aún iluminan el sol en sus crestas o altas cumbres.
Regresamos donde nos aguarda el autocar y al paso, visitamos una gigantesca estatua, dedicada a un "héroe tirolés", cuyas gestas nos relata Teresa. Se trata de la dedicada a Andreas Hofer y la que conmemora las luchas por la independencia del Tirol... "nacionalista", que trajo en jaque al "Imperio"; y el que murió fusilado, por querer la independencia de su país. Y seguiremos haciendo “turismo en Austria”.
Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
www.jaen-ciudad.es (Aquí mucho más)
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