Las Noticias de hoy 13 Junio 2022

Enviado por adminideas el Lun, 13/06/2022 - 12:00

Doménico Cieri Estrada: El abandono en dios es un don

Ideas  Claras

DE INTERES PARA HOY    lunes, 13 de junio de 2022       

Indice:

ROME REPORTS

El Papa: no nos acostumbremos a esta trágica realidad de la guerra

El Papa en el Ángelus: La Trinidad nos estimula a vivir con y para los demás

El Papa pide la gracia para la paz entre Rusia y Ucrania

LA VIDA DE LA GRACIA : Francisco Fernandez Carbajal

Evangelio del lunes: romper los ciclos del odio

“Has de ir al paso de Dios; no al tuyo” : San Josemaria

La centralidad de la Eucaristía en la vida de la Iglesia : Card. José SARAIVA M

Eucaristía y vida cristiana : Mons. Javier Echevarría

Trabajar bien, trabajar por amor (XII): Santificación del trabajo y cristianización de la sociedad

El liberalismo se derrumba, ¿dónde buscar soluciones? : John Horvat 

Divorcio y felicidad conyugal : Paul Feval

Una  campaña serena y tranquila : Jorge Hernández Mollar

Matanza de católicos en Nigeria en plena Misa de Pentecostés

Frases que un adolescente necesita escuchar de sus padres : LaFamilia.info 

Niños, adolescentes y pornografía: el vacío que dejan los padres lo llena Internet : Cecilia Galatolo

Verano: Tiempo de colaborar : encuentra.com

Las cifras son elocuentes: Domingo Martínez Madrid

No compartir no es odiar : Pedro García

Jornada completa en los colegios : Jesús Domingo Martínez

Una de las verdades de Fe : Pedro García

En la imposible España hablar de memoria histórica : Antonio García Fuentes

 

ROME REPORTS

 

 

El Papa: no nos acostumbremos a esta trágica realidad de la guerra

En sus saludos después de rezar la oración del Ángelus, el Santo Padre invitó a “que el paso del tiempo no enfríe nuestro dolor y preocupación por el pueblo de Ucrania y a que no nos acostumbremos a esta trágica realidad”.

Vatican News

“Esta siempre vivo en mi corazón el pensamiento por el pueblo de Ucrania, afligido por la guerra. Que el paso del tiempo no enfríe nuestro dolor y preocupación por estas personas atormentadas”, lo dijo el Papa Francisco después de rezar la oración mariana del Ángelus de este domingo, 12 de junio, solemnidad de la Santísima Trinidad. Asimismo, el Pontífice pidió que, “por favor, no nos acostumbremos a esta trágica realidad. Tengámoslo siempre en nuestro corazón. Recemos y luchemos por la paz”

Saludos a los peregrinos

En sus saludos a los romanos y peregrinos de Italia y de muchos países, el Santo Padre se dirigió de modo especial, a los fieles de España, de Polonia; a la Banda de Música de San Giorgio di Castel Condino, a la que espero escuchar tocar al final; a la Fundación Hierusalem Menor de Verona, a los catequistas de Grottammare, a los confirmandos de Castelfranco Veneto y a los fieles de Mestrino. A continuación, saludo al grupo AVIS de Codogno y expreso mi agradecimiento a quienes donan sangre, un simple y noble gesto de solidaridad. Saludo a todos, ¡también a los chicos de la Inmaculada!

 

El Papa en el Ángelus: La Trinidad nos estimula a vivir con y para los demás

“Nuestra vida refleja el Dios en el que creemos: yo, que profeso la fe en Dios Padre e Hijo y Espíritu Santo, ¿creo verdaderamente que para vivir necesito a los demás, necesito entregarme a los demás, necesito servir a los demás?”, fueron las preguntas que guiaron la reflexión del Santo Padre en su alocución antes de rezar la oración del Ángelus de este domingo, 12 de junio, Solemnidad de la Santísima Trinidad.

 

Renato Martinez - Ciudad del Vaticano

“La Trinidad nos enseña que no se puede estar nunca sin el otro. No somos islas, estamos en el mundo para vivir a imagen de Dios: abiertos, necesitados de los demás y necesitados de ayudar a los demás”, lo dijo el Papa Francisco en su alocución antes de rezar la oración mariana del Ángelus de este domingo 12 de junio, Solemnidad de la Santísima Trinidad, ante los fieles y peregrinos que se dieron cita en la Plaza de San Pedro.

Jesús presenta a las otras dos Personas divinas

Al comentar el Evangelio según San Juan, que la liturgia propone para esta Solemnidad, el Santo Padre señaló que, “Jesús nos presenta en el Evangelio a las otras dos Personas divinas, al Padre y al Espíritu Santo”. Del Espíritu dice: «No hablará de sí mismo, sino que recibirá de lo mío y se los comunicará a ustedes». Y luego, respecto al Padre, dice: «Todo lo que tiene el Padre es mío». “Vemos – indicó el Pontífice – que el Espíritu habla, pero no de sí mismo: anuncia a Jesús y revela al Padre. Y vemos que el Padre, que posee todo porque es el origen de todo, le da al Hijo todo lo que posee, no se queda con nada para sí mismo y se dona enteramente al Hijo”.

Las cosas de las que hablamos y lo que poseemos

Después de reflexionar sobre las relaciones intratrinitarias, el Santo Padre invitó a pasar a nosotros, a las cosas de las que hablamos y a lo que poseemos. “Cuando hablamos, queremos siempre que se hable bien de nosotros y a menudo hablamos de nosotros y de lo que hacemos. ¡Qué diferencia respecto al Espíritu Santo, que habla anunciando a los otros! Y, sobre lo que poseemos – afirmó el Papa –, ¡qué celosos somos y cuánto nos cuesta compartirlo con los demás, incluso con los que carecen de lo necesario! De palabra es fácil, pero luego en la práctica es muy difícil”.

La Santísima Trinidad revolución de nuestra manera de vivir

Por ello, celebrar la Santísima Trinidad, subrayó el Papa Francisco, no es solo un ejercicio teológico, sino una revolución de nuestra manera de vivir. “Dios, en quién cada Persona vive para la otra, no para sí misma, nos estimula a vivir con los demás y para los demás. Hoy – indicó el Pontífice – podemos preguntarnos si nuestra vida refleja el Dios en el que creemos: yo, que profeso la fe en Dios Padre e Hijo y Espíritu Santo, ¿creo verdaderamente que para vivir necesito a los demás, necesito entregarme a los demás, necesito servir a los demás? ¿Lo afirmo de palabra o con la vida?”.

Mostrar al Dios-Amor con los hechos antes que con las palabras

Es por ello, que al Dios trino y uno, indicó el Santo Padre, hay que mostrarlo así, con los hechos antes que con las palabras. “Dios, que es el autor de la vida, se transmite menos a través de los libros y más a través del testimonio de vida. Él, que como escribe el evangelista Juan, «es amor», se revela a través del amor. Pensemos en las personas buenas, generosas, mansas que hemos conocido – señaló el Pontífice – recordando su manera de pensar y actuar podemos tener un pequeño reflejo de Dios-Amor. Y, ¿qué quiere decir amar? No sólo apreciar y hacer el bien, sino antes incluso, en la raíz, acoger a los otros, hacer sitio a los otros, dejar espacio a los otros”.

En cada nombre está la presencia del otro

Para entender mejor esta revelación de Dios-Amor, el Papa Francisco invitó a pensar en los nombres de las Personas divinas que pronunciamos cada vez que hacemos la señal de la cruz: en cada nombre está la presencia del otro. El Padre, por ejemplo, no sería tal sin el Hijo; del mismo modo el Hijo no puede ser pensado por sí solo, sino siempre como Hijo del Padre. Y el Espíritu Santo, a su vez, es Espíritu del Padre y del Hijo.

La Trinidad nos enseña vivir a imagen de Dios: abiertos

“En resumen – concluyó el Papa – la Trinidad nos enseña que no se puede estar nunca sin el otro. No somos islas, estamos en el mundo para vivir a imagen de Dios: abiertos, necesitados de los demás y necesitados de ayudar a los demás”. Así pues, hagámonos esta última pregunta: ¿Soy un reflejo de la Trinidad en la vida de todos los días? ¿Se queda la señal de la cruz que hago cada día en un mero gesto ocioso o inspira mi manera de hablar, conocer, responder, juzgar, perdonar? Para poder responder a estas preguntas, el Santo Padre pidió a la Virgen María, hija del Padre, madre del Hijo y esposa del Espíritu, que nos ayude a acoger y testimoniar en la vida el misterio de Dios-Amor.

 

El Papa pide la gracia para la paz entre Rusia y Ucrania

En su saludo a los participantes en la peregrinación Macerata-Loreto, en Italia, el Papa Francisco invocó el fin de la guerra, pidiéndoles que recen a María. Alrededor de dos mil participantes en la peregrinación, que ha finalizado esta mañana con la llegada a la Piazza della Madonna, frente a la Basílica de la Santa Casa.

 

Vatican News

“Se pida a la Virgen la gracia de la paz para el pueblo ucraniano”. El Papa Francisco, en una conexión telefónica con los participantes en la peregrinación a pie Macerata-Loreto, reunidos anoche en el Sferisterio de Macerata, dirige su pensamiento a la guerra en curso:

“Pidan a la Virgen la gracia de la paz, aprendamos a vivir en paz, pidan que esta guerra termine y que el pueblo ucraniano no sufra más, los acompaño con este pensamiento y esta petición a la Virgen. Y recen también por mí, por favor”

Zuppi, el amor es más fuerte que el mal

La 44ª peregrinación, titulada "¡A Dios todo es posible!", que vuelve a tener presencia tras la pandemia de dos años, ha contado con la participación de unas dos mil personas, que han llegado a Loreto en la madrugada de hoy, después de haber recorrido unos treinta kilómetros durante la noche para llegar al Santuario de la Santa Casa. La celebración Eucarística, presidida por el cardenal Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, dio el pistoletazo de salida al acto de anoche y explicó cómo el miedo "quiere persuadirnos de que es mejor quedarse quietos", induciéndonos a pensar "en nosotros mismos sin los demás, para salvarnos". "Todo puede cambiar", fue la indicación del cardenal, "el amor es más fuerte que el mal y se convierte en la construcción de ese mundo de "Fratelli tutti" que es la única manera de que el mundo no se destruya".

 

 

LA VIDA DE LA GRACIA

— Una vida nueva. Dignidad del cristiano.

— La gracia santificante, participación en la naturaleza divina.

— La gracia nos lleva a la identificación con Cristo: docilidad, vida de oración, amor a la Cruz.

I. Los cristianos, desde el momento en que se nos infunde la gracia santificante en el Bautismo, tenemos una nueva vida sobrenatural, distinta de la existencia común de los hombres; es una vida particular y exclusiva de quienes creen en Cristo, de aquellos que nacen no de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de querer de hombre, sino que nacen de Dios1. En el Bautismo, el cristiano comienza a vivir la misma vida de Cristo2. Entre Él y nosotros se ha establecido una comunión de vida distinta, superior y más fuerte e íntima que la de los miembros de la sociedad humana. La unión con el Señor es tan profunda que transforma radicalmente la existencia del cristiano, y hace posible que la vida de Dios se desarrolle como algo propio en el interior del alma. Nuestro Señor habla de la vid y los sarmientos3, San Pablo la compara a la unión entre el cuerpo y la cabeza4, pues una misma savia y una misma sangre recorren la cabeza y los miembros.

La primera consecuencia de esta realidad es la dicha incomparable de hacernos hijos de Dios; la filiación divina no es un mero título. Cuando alguien adopta a otro como hijo le da su apellido y sus bienes, le ofrece su cariño, pero no es capaz de comunicarle algo de su propia naturaleza ni de su propia vida. La adopción humana es algo externo: no cambia a la persona ni le añade perfecciones o cualidades que no sean meramente externas (mejores vestidos, más medios para aumentar su cultura...). En la adopción divina es distinto: se trata de un nuevo nacimiento, que produce una admirable mejora de la naturaleza de quien es adoptado. Carísimos -escribe San Juan-, nosotros somos ya ahora hijos de Dios5. No es una ficción, no es otorgar un título honorífico, porque el mismo Espíritu de Dios está dando testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios6. Es una realidad tan grande y tan alegre que le hace escribir a San Pablo: no sois extraños ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios7.

¡Cuánto bien hará a nuestra alma considerar a menudo que Cristo es la fuente de la que mana a raudales esta nueva vida que se nos ha dado! Por Él -escribe San Pedro- Dios nos ha dado las grandes y preciosas gracias que había prometido, para hacernos partícipes por medio de estas mismas gracias de la naturaleza divina8.

Ante tal dignidad, la cabeza y el corazón se inclinan para dar continuas gracias al Señor, que ha querido poner en nosotros tanta riqueza, y nos decidimos a vivir conscientes de las joyas preciosas que hemos recibido. Los ángeles miran al alma en gracia llenos de respeto y de admiración. Y nosotros, ¿cómo vemos a nuestros hermanos los hombres, que han recibido o están llamados a recibir esa misma dignidad? ¿Cómo nos comportamos, llevando un tesoro de tan altísimo valor? ¿Sabemos de verdad lo que vale nuestra alma, y lo manifestamos en la conducta, en la delicadeza con que evitamos aun lo más pequeño que desdiga de la dignidad de nuestra condición de cristianos?

II. Al principio, después de la primera creación, la criatura era nueva, perfecta, según la había hecho Dios. Pero el pecado la envejeció y causó en ellas grandes estragos. Por eso, Dios hizo otra nueva creación9: la gracia santificante, una participación limitada de la naturaleza divina, por la que el hombre, sin dejar de ser criatura, es semejante a Dios, participa íntimamente en la vida divina.

Es una realidad interior que produce «una especie de resplandor y luz que limpia todas las manchas de nuestras almas y las torna hermosísimas y muy brillantes»10. Esta gracia es la que une nuestra alma con Dios en un estrechísimo lazo de amor11. ¡Cómo deberemos protegerla, convencidos de que es el mayor bien que tenemos! La Sagrada Escritura la compara a una prenda que Dios pone en los corazones de los fieles12, a una semilla que echa sus raíces en el interior del hombre13, a un manantial de aguas que manará sin cesar hasta la vida eterna14.

La gracia santificante no es un don pasajero y transitorio, como ocurre con esos impulsos y mociones para realizar u omitir alguna acción, a los que llamamos gracias actuales; es «un principio permanente de vida sobrenatural»15, una disposición estable radicada en la misma esencia del alma. Porque determina un modo de ser estable y permanente –aunque se puede perder por el pecado mortal–, se la llama también gracia habitual.

La gracia no violenta el orden natural, sino que lo supone, lo eleva y perfecciona, y ambos órdenes se prestan mutua ayuda, porque uno y otro de Dios proceden16. Por eso, el cristiano, lejos de renunciar a las obras de la vida terrena –al trabajo, a la familia...–, las desarrolla y las perfecciona, coordinándolas con la vida sobrenatural, hasta el punto de ennoblecer la misma vida natural17.

Con esta dignidad hemos de vivir y de comportarnos en todas nuestras acciones; en ningún momento del día debemos olvidar los dones con que hemos sido favorecidos. Nuestra existencia será bien diferente si en medio de los quehaceres diarios tenemos presente el honor que nos ha hecho nuestro Padre Dios: que –por la gracia– nos llamemos hijos suyos, y que de verdad lo seamos18.

III. La gracia santificante diviniza al cristiano y le convierte en hijo de Dios y en templo de la Trinidad Santísima. Esta semejanza en el ser debe reflejarse necesariamente en nuestro obrar: en pensamientos, acciones y deseos –a medida que progresamos en la lucha ascética–, de modo que la vida puramente humana vaya dejando paso a la vida de Cristo. Se ha de cumplir en nuestras almas aquel proceso interior que indican las palabras del Bautista: conviene que él crezca y yo mengüe19. Hemos de pedir al Señor que se haga cada vez más firme en nosotros esta aspiración: tener en el corazón los mismos sentimientos que tuvo Jesucristo en el suyo20; y desterrar el egoísmo, el pensar excesivamente en nosotros mismos, cualquier síntoma de aburguesamiento... Por esto, quienes se ufanan de llevar el nombre de cristianos, no solo han de contemplar al Maestro como un perfectísimo Modelo de todas las virtudes, sino que han de reproducir de tal manera en sus costumbres la doctrina y la vida de Jesucristo que sean semejantes a Él21, en el modo de tratar a los demás, en la compasión por el dolor ajeno, en la perfección del trabajo profesional, imitando los treinta años de vida oculta en Nazaret...

Así se repetirá la vida de Jesús en la nuestra, en una configuración creciente con Él que realiza de modo admirable el Espíritu Santo, y que tiene como término la plena semejanza y unión, que se consumará en el Cielo. Pero, considerémoslo serenamente en nuestra oración, para llegar a esa identificación con Cristo se precisa una orientación muy clara de toda nuestra vida: colaborar con el Señor en la tarea de la propia santificación, quitando obstáculos a la acción del Paráclito y procurando hacer en todo lo que más agrada a Dios, de tal manera que podamos decir, como Jesús: Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y dar cumplimiento a su obra22. Esta correspondencia a la gracia –que se ha de hacer realidad día tras día, minuto a minuto– se podría resumir en tres puntos principales: ser dóciles a las inspiraciones del Espíritu Santo, mantener en toda circunstancia la vida de oración, a través de las prácticas de devoción que hemos concretado en la dirección espiritual, y cultivar un constante espíritu de penitencia.

Docilidad, porque el Espíritu Santo «es quien nos empuja a adherirnos a la doctrina de Cristo y a asimilarla con profundidad, quien nos da luz para tomar conciencia de nuestra vocación personal y fuerza para realizar todo lo que Dios espera»23 en nuestro personal crecimiento interior y en el abundante apostolado que hemos de ejercer entre nuestros amigos, parientes y colegas.

Vida de oración, «porque la entrega, la obediencia, la mansedumbre del cristiano nacen del amor y al amor se encaminan. Y el amor lleva al trato, a la conversación, a la amistad. La vida cristiana requiere un diálogo constante con Dios Uno y Trino, y es a esa intimidad a donde nos conduce el Espíritu Santo»24.

Unión con la Cruz, «porque en la vida de Cristo el Calvario precedió a la Resurrección y a la Pentecostés, y ese mismo proceso debe reproducirse en la vida de cada cristiano»25, aceptando en primer lugar las contradicciones, grandes o pequeñas, que nos llegan, y ofreciendo al Señor cada día otras muchas pequeñas mortificaciones a través de las cuales nos unimos a la Cruz con sentido de corredención, purificamos nuestra vida y nos disponemos para un diálogo íntimo y profundo con Dios.

Examinemos hoy, al terminar nuestra oración, cómo es nuestra correspondencia a la gracia en estos tres puntos, porque de ella depende el desarrollo de la vida de la gracia en nosotros. Le decimos al Señor que no queremos contentarnos con el nivel alcanzado en la oración, en la presencia de Dios, en el sacrificio...; que, con su gracia y con la protección de Santa María, no nos detendremos hasta llegar a la meta que da sentido a nuestra vida: la plena identificación con Jesucristo.

1 Jn 1, 13. — 2 Cfr. Gal 3, 27. — 3 Jn 15, 1-6. — 4 1 Cor 12, 27.  5 1 Jn 3, 2. — 6 Rom 8, 16. — 7 Ef 2, 19. — 8 2 Pdr 1, 4. — 9 Cfr. Santo Tomás, Comentario a la Segunda Carta a los Corintios, IV, 192. — 10 Catecismo Romano, II, 2, n. 50. — 11 Cfr. ibídem, I, 9, n. 8.  12 Cfr. 2 Cor 5, 5.  13 Cfr. 1 Jn 3, 9. — 14 Jn 4, 14. — 15 Pío XI, Enc. Casti connubii, 31-XII-1930. — 16 Cfr. ídem, Enc. Divini illius Magistri, 31-XII-1929. — 17 Cfr. ibídem; cfr. Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 40. — 18 Cfr. 1 Jn 3, 1. — 19 Jn 3, 30. — 20 Flp 2, 5. — 21 Cfr. Pío XII, Enc. Mystici Corporis, 29-VI-1943. — 22 Jn 4, 24. — 23 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 135. — 24 Ibídem, 136. — 25 Ibídem, 137.

 

Evangelio del lunes: romper los ciclos del odio

Comentario del lunes de la 11° semana del tiempo ordinario. “Al que quiera entrar en pleito contigo para quitarte la túnica, déjale también el manto. A quien te fuerce a andar una milla, vete con él dos”. Vivir la ley de Cristo en plenitud implica saber perdonar, renunciando si es necesario a exigir que se aplique “milimétricamente” la justicia cuando alguien nos ha causado un daño.

13/06/2022

Evangelio (Mt 5,38-42)

»Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: no repliquéis al malvado; por el contrario, si alguien te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiera entrar en pleito contigo para quitarte la túnica, déjale también el manto. A quien te fuerce a andar una milla, vete con él dos. A quien te pida, dale; y no rehúyas al que quiera de ti algo prestado.


Comentario

En el Evangelio de hoy, el Señor nos hace ver que para ser sal de la tierra y luz del mundo hemos de vivificar la justicia por el amor. Vivir la ley de Cristo en plenitud implica saber perdonar, renunciando si es necesario a exigir que se aplique “milimétricamente” la justicia cuando alguien nos ha causado un daño.

En sus palabras, Jesús hace una alusión a la ley del talión: ojo por ojo y diente por diente. En el libro del Éxodo, se menciona esta ley para regular el modo en que se hacía justicia, evitando que se convierta en una venganza desproporcionada: nadie podía excederse, cobrándose el doble, o siete o diez veces más, sino que el castigo sería igual a la ofensa. Ese mismo libro hace una larga lista de posibles agravios (dejar tuerto a alguien, golpear a un esclavo, recibir la cornada de un buey, etc.) y de cómo tendría que ser la reparación.

La solución que nos propone Jesús está por encima de toda casuística. Es una ley de amor, que nos indica el camino para que alcancemos una justicia duradera. Este camino es el perdón. Lógicamente, en la medida de lo posible se debe reparar el daño. Pero en ocasiones, aunque el otro está arrepentido, no está en condiciones de reparar todos sus errores. Y podría suceder que al exigir sin clemencia justicia para nosotros perdamos la capacidad de sanar la relación y perpetuemos los ciclos del odio.

El Señor nos invita a mirar la situación de cada uno. Muchas veces, para conseguir su conversión, será mejor dejarle el manto de nuestra misericordia, que cubre sus defectos, y seguir andando con él pacientemente las millas que hagan falta para que recapacite.

 

“Has de ir al paso de Dios; no al tuyo”

Me dices que sí, que estás firmemente decidido a seguir a Cristo. –¡Pues has de ir al paso de Dios; no al tuyo! (Forja, 531)

¿Que cuál es el fundamento de nuestra fidelidad?

–Te diría, a grandes rasgos, que se basa en el amor de Dios, que hace vencer todos los obstáculos: el egoísmo, la soberbia, el cansancio, la impaciencia...

–Un hombre que ama se pisotea a sí mismo; le consta que, aun amando con toda su alma, todavía no sabe amar bastante. (Forja, 532)

En la vida interior, como en el amor humano, es preciso ser perseverante.

Sí, has de meditar muchas veces los mismos argumentos, insistiendo hasta descubrir un nuevo Mediterráneo.

–¿Y cómo no habré visto antes esto así de claro?, te preguntarás sorprendido. –Sencillamente, porque a veces somos como las piedras, que dejan resbalar el agua, sin absorber ni una gota.

–Por eso, es necesario volver a discurrir sobre lo mismo, ¡que no es lo mismo!, para empaparnos de las bendiciones de Dios. (Forja, 540)

Dios no se deja ganar en generosidad, y –¡tenlo por bien cierto!– concede la fidelidad a quien se le rinde. (Forja, 623)

 

 

La centralidad de la Eucaristía
en la vida de la Iglesia

El pasado día 17 de abril, durante la santa misa In Cena Domini, el Santo Padre Juan Pablo II firmó la carta encíclica Ecclesia de Eucharistia sobre el sacramento de la Eucaristía en su relación con la Iglesia. Se trata de un documento de gran relevancia eclesial, tanto por su importancia como por la urgente actualidad de su rico contenido doctrinal y pastoral. Debe considerarse un nuevo don del Papa hecho a la Iglesia al inicio del nuevo milenio, en el vigésimo quinto aniversario de su fecundo pontificado.

Esta nueva encíclica ofrece magníficas pistas de reflexión y orientaciones seguras a quien quiera profundizar y vivir cada vez con mayor intensidad el Mysterium fidei, que el Señor nos dejó como su testamento más valioso.

1. Una nueva encíclica sobre la Eucaristía

La Eucaristía es la presencia salvífica de Cristo, muerto y resucitado, en medio de su pueblo, el cual quiso quedarse con nosotros, de modo especial, en el sacramento eucarístico. Precisamente por eso, la Eucaristía ocupa un lugar central en la vida del nuevo pueblo mesiánico. Esta centralidad es lo que la encíclica Ecclesia de Eucharistia subraya con vigor. Como sacramento por excelencia del misterio pascual -se lee en ella-, "la Eucaristía (...) está en el centro de la vida eclesial" (n. 3); y también:  "la Eucaristía  es  centro  y cumbre de la vida de la Iglesia" (n. 31). Eso significa que "la Eucaristía edifica la Iglesia y la Iglesia hace la Eucaristía" (n. 26).

La centralidad del sacramento del altar en la vida de la Iglesia explica la solícita atención que ha dedicado al sacramento eucarístico. Recordemos, por ejemplo, los decretos doctrinales tridentinos al respecto, que han guiado, a lo largo de los siglos sucesivos, tanto la reflexión teológica como la catequesis, y que siguen siendo hoy un punto de referencia dogmático válido en el campo de la renovación y del crecimiento de los fieles en la devoción a la Eucaristía (cf. n. 9). En tiempos más cercanos a nosotros, cabe mencionar las tres grandes encíclicas eucarísticas:  la Mirae caritatis de León XIII, la Mediator Dei de Pío XII y la Mysterium fidei de Pablo VI. El contenido de esas encíclicas confluyó luego en los documentos del concilio Vaticano II, sobre todo en la Lumen gentium y en la Sacrosanctum Concilium.

En este marco se inserta el magisterio eucarístico del actual Pontífice. Ya en los primeros años de su ministerio petrino, había tratado, en la carta apostólica Dominicae Cenae, publicada el 24 de febrero de 1980, algunos aspectos del misterio eucarístico y su influjo en la vida de sus ministros.
En esta encíclica recoge el hilo de ese discurso para esclarecer algunos puntos y disipar algunas dudas, surgidas en diversas partes, con respecto al misterio eucarístico.

No cabe duda de que existen hoy muchos signos positivos de fe y amor a la Eucaristía. En efecto, se nota una participación más consciente y activa de los fieles en la celebración de la Eucaristía, fruto de la reforma litúrgica promovida por el concilio Vaticano II; se reserva cada vez mayor espacio diariamente a la adoración eucarística; y es cada vez mayor el número de participantes en la procesión eucarística del Corpus Christi, que la convierte, cada año, en una conmovedora profesión pública de amor a Jesús Eucaristía.

Pero es preciso admitir que "desgraciadamente, junto a estas luces, no faltan sombras" (n. 10) y, entre ellas, el Papa destaca sobre todo las siguientes:  un progresivo abandono, en algunos lugares, del culto de adoración eucarística; ciertos abusos, en algunos ambientes, que contribuyen a deformar la doctrina católica genuina sobre la Eucaristía; a veces, una comprensión muy reductiva del misterio eucarístico, que tiende a despojarlo de su valor sacrificial intrínseco, considerándolo más bien como un simple banquete fraterno. A eso se añaden un cierto oscurecimiento de la naturaleza y la necesidad del sacerdocio ministerial. Por último, no faltan, en diversos ambientes eclesiales, iniciativas ecuménicas que, "aun siendo generosas en su intención, transigen con prácticas eucarísticas contrarias a la disciplina con la cual la Iglesia expresa su fe" (ib.).

Ahora bien, la nueva encíclica tiene precisamente como finalidad directa e inmediata "contribuir eficazmente a disipar las sombras de doctrinas y prácticas no aceptables, para que la Eucaristía siga brillando con todo el esplendor de su misterio" (ib.).

2. "La Iglesia vive de la Eucaristía"

La centralidad del sacramento eucarístico en la vida de la comunidad eclesial, que es, como hemos dicho, la idea clave de la encíclica, se expresa ante todo en el hecho indiscutible de que "la Iglesia vive de la Eucaristía" (n. 1). Es muy significativo que estas sean las primeras palabras del texto, que, por lo demás, constituyen el título mismo del documento. La afirmación se repite con distintas palabras más adelante:  "La Iglesia vive del Cristo eucarístico, de él se alimenta y por él es iluminada" (n. 6; cf. n. 7).

La encíclica habla, obviamente, de la Eucaristía considerada en sus dos aspectos fundamentales, sacrificio y banquete, que, por lo demás, son absolutamente inseparables, porque pertenecen a la naturaleza misma de la Eucaristía. Es un sacrificio convival o, si preferimos, un banquete sacrificial. La Eucaristía es, por su naturaleza, cena y cruz, mesa y altar; altar que es mesa; mesa que es altar. Separar los dos elementos, ignorando o subestimando uno u otro, sería deformar completamente el misterio eucarístico. El Catecismo de la Iglesia católica nos lo recuerda cuando dice:  "La misa es, a la vez e inseparablemente, el memorial sacrificial en que se perpetúa el sacrificio de la cruz, y el banquete sagrado de la comunión en el Cuerpo y la Sangre del Señor" (n. 1382). Es lo que subraya también el Papa en su encíclica, cuando dice que Jesús "no afirmó solamente que lo que les daba de comer y beber era su cuerpo y su sangre, sino que manifestó su valor sacrificial, haciendo presente de modo sacramental su sacrificio, que cumpliría después en la cruz algunas horas más tarde por la salvación de todos" (n. 12).

La Eucaristía, sacrificio y banquete, es lo más valioso que la Iglesia tiene en su camino como peregrina en el tiempo y en la historia; es el don más valioso recibido de su Señor, "el don por excelencia, porque es don de sí mismo, de su persona en su santa humanidad, así como de su obra de salvación" (n. 11), porque es "fuente y cima de toda la vida cristiana" (Lumen gentium11; cf. Ecclesia de Eucharistia, 1).

En efecto, la Eucaristía es la fuente de toda gracia concedida por Dios. Es verdad que todos los sacramentos, como actos de culto santificantes de Cristo y de la Iglesia, son fuentes inagotables de gracia para los que los reciben con fe. Pero también es verdad que la Eucaristía es la fuente de toda gracia, en cuanto que toda gracia, en la actual economía de la salvación, siempre tiene relación, explícita o implícita, con la Eucaristía. Lo dice expresamente santo Tomás de Aquino, "teólogo eximio y, al mismo tiempo, cantor apasionado de Cristo eucarístico" (n. 62):  "Nec aliquis habet gratiam ante susceptionem huius sacramenti nisi ex aliquali voto ipsius" (Summa Theol., III, q. 79, a. 1, ad 1). Ese deseo ("voto") se halla contenido en la recepción de los demás sacramentos, los cuales están ordenados a la Eucaristía como a su fin. Por tanto se puede decir que, en la actual economía de la salvación, toda gracia es cristiana, sacramental y eucarística, en cuanto que guarda relación, al menos implícita, con Cristo, con los sacramentos y con la Eucaristía, verdadero centro de gravitación del nuevo pueblo mesiánico.

Y la Eucaristía es la fuente de toda gracia porque "contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de vida, que da la vida a los hombres por medio de su carne vivificada por el Espíritu Santo" (Ecclesia de Eucharistia1, citando Presbyterorum ordinis, 5). O sea, contiene al autor mismo de la gracia, al que está "lleno de gracia y de verdad" (Jn 1, 14), es decir, al que es la gracia fontal.

3. La Eucaristía "fuerza generadora" de la comunión eclesial

La Eucaristía, en la que actúan conjuntamente el Hijo y el Espíritu Santo (cf. n. 23), es también la fuente de la unidad de la Iglesia. La encíclica habla, al respecto, de "eficacia unificadora de la participación en el banquete eucarístico" (ib.) y de "fuerza generadora de unidad del cuerpo de Cristo" (ib., 24).

Al expresarse así, el texto no hace más que retomar, subrayándolo, el pensamiento del Concilio, según el cual, "el sacramento del pan eucarístico representa y al mismo tiempo realiza la unidad de los fieles, que forman un solo cuerpo en Cristo (cf. 1 Co 10, 17)" (Lumen gentium, 3; cf. Ecclesia de Eucharistia, 21).

Así pues, la Eucaristía es el sacramento  de  la  koinonía  cristiana, el "sacramentum unitatis" como lo llama el Doctor Angélico (cf. Supplementum, q. 71, a. 9).

La última Cena, de la que la Eucaristía no es más que una actualización en el tiempo, se desarrolló ciertamente en un clima de unidad, de una íntima comunión de amor. Esto se deduce claramente de las circunstancias en que tuvo lugar, así como de las palabras y los gestos de Jesús en esa solemne ocasión:  el gran deseo de comer con sus discípulos el cordero pascual antes de la pasión, el ejemplo de humildad y caridad que les dio con el lavatorio de los pies, la oración por la unidad de sus discípulos y de cuantos creyeran en él... Todo esto expresa la voluntad de Cristo de que su última cena estuviera animada y vivificada por un amor sincero, por una unión íntima de los corazones. La gravedad del pecado de Judas consistió precisamente en que, al traicionar a Cristo, no sólo se alejó del Mesías, sino también de la comunión de todo el pueblo mesiánico, y precisamente en el momento en que estaba a punto de ser definitiva.

El clima de la última Cena debe ser también el clima propio de toda celebración eucarística. En efecto, la última Cena fue la primera eucaristía cristiana. En realidad, la Iglesia -fiel al mandato recibido:  "Haced esto en conmemoración mía"- no hace más que repetir de generación en generación, por medio del ministerio sacerdotal, lo que aconteció en el Cenáculo (cf. n. 5). Y, al repetirlo, lo hace presente, de modo misterioso pero real, para que todos puedan participar de él.

Más en particular, la Eucaristía es fuente de la unidad de los cristianos porque en ella esa unidad no sólo es representada, sino también producida (cf. n. 21). La Eucaristía es el principio, la raíz de la unidad. La Iglesia es una porque es una la Eucaristía. San Pablo es muy explícito al respecto; escribiendo a los fieles de Corinto, dice:  "Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Porque el pan es uno, nosotros, aun siendo muchos, somos un solo cuerpo, pues todos participamos de un solo pan" (1 Co 10, 16-17).

La unidad como efecto de la Eucaristía aparece también en el discurso de la promesa, referido por san Juan. En la comunión eucarística Cristo comunica su propia vida a quien lo recibe bajo las especies del pan y del vino:  "El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. (...) El que me coma vivirá por mí" (Jn 6, 56-57). Ahora bien, los que viven la misma vida, la de Cristo, no pueden por menos de estar unidos entre sí, formando un único cuerpo:  el de Cristo, que es la Iglesia.

Los santos Padres afirman con fuerza la "eficacia unificadora" de la participación en la Eucaristía, usando para ello figuras y expresiones muy hermosas y precisas. Pero tal vez nadie ha insistido tanto en esta vis unitiva del "sacramentum amoris" como san Agustín. "La virtud propia de este alimento -dice- es la unidad:  una unidad tal que, reunidos en su cuerpo y convertidos en miembros suyos, somos lo que recibimos. (...) Por eso, es necesario ver en este alimento y en esta bebida la sociedad de su cuerpo y de sus miembros, es decir, la santa Iglesia" (Sermo 57:  PL 38, 389).
Antes de abandonar este mundo, Cristo oró al Padre por la unidad de todos sus discípulos (cf. Jn 17, 21). Eso se realiza plenamente en la Eucaristía. Las primeras comunidades cristianas tenían "un solo corazón y una sola alma" porque participaban en el "banquete del Señor" (cf. 1 Co 10, 21) y en la "fracción del pan" (cf. Hch 2, 42; Ecclesia de Eucharistia3).

A este propósito, recordemos las palabras de un gran teólogo de la Eucaristía, De la Taille:  "Cristo, después de la institución de la cena, dejó el mandato de la caridad fraterna como el nuevo mandamiento, su mandamiento, porque él mismo en la Eucaristía es el nuevo principio generador de caridad fraterna y nueva razón obligante que exige por sí y por los miembros, en virtud de su incorporación, una sola caridad. Si hieres la caridad, ofendes la Eucaristía. Si buscas la caridad, la encuentras en la Eucaristía. Esta es la ley del Nuevo Testamento, edificada (...) sobre el Cuerpo-hostia, consagrado a Dios en la Cena y distribuido a los discípulos" (Mysterium fidei, 487).

4. Un banquete de acción de gracias

La nueva encíclica del Santo Padre subraya la dimensión esencialmente pascual de la Eucaristía. Fue instituida en el Cenáculo, durante la última Cena (cf. Ecclesia de Eucharistia5). Con ella Jesús quiso celebrar con los Doce la Pascua judía, o sea, del Éxodo. Por tanto, fue su cena pascual.

Ahora bien, la Pascua del Éxodo era un misterio que implicaba a todos los hijos de Israel, los cuales se reunían para recordar su liberación de la esclavitud de Egipto y dar gracias a Yahveh por el don de la libertad. En el Haggldhlh ("narración", ceremonial judío para la celebración de la tarde de Pascua), introduciendo el canto del Hallel, se dice:  "En toda generación cada uno tiene el deber de considerarse como si él mismo hubiera salido de Egipto, (...) porque el Santo -¡bendito sea!- no sólo liberó a nuestros padres, sino que también nos liberó a nosotros juntamente con ellos. Por tanto, tenemos el deber de dar gracias, alabar, celebrar, glorificar, exaltar, ensalzar (...) a Aquel que hizo todos estos prodigios en favor de nosotros y de nuestros padres, a Aquel que nos sacó de la esclavitud a la libertad, de la sujeción a la redención, del dolor a la alegría, del luto a la fiesta, de las tinieblas a la luz esplendorosa. Digamos, pues, ante él:  Aleluya" (Haggldhlh, 34, 40).

La alegría, la alabanza y la acción de gracias por el don de la liberación eran, por consiguiente, las notas características de la Pascua judía. Estos son también, en un contexto totalmente nuevo, los sentimientos propios de la Pascua cristiana, comenzando por la que celebró Jesús con sus discípulos en el Cenáculo.

De hecho, como se deduce de los relatos de la institución de la Eucaristía, Jesús "tomó el cáliz, dio gracias y se lo dio" (Mc 14, 23).

El motivo por el cual Jesús, en ese momento solemne dio gracias al Padre es evidente:  la redención de los que le habían sido encomendados, el don de la salvación mesiánica, predicha por los profetas, finalmente y de manera definitiva, otorgada a la humanidad. Así pues, da gracias porque ya se ha producido lo que se esperaba, se ha realizado lo que había sido prometido, se había consumado lo que había sido prefigurado en el Antiguo Testamento. Los últimos tiempos, de plenitud, de gracia, de intimidad divina, ya han iniciado. La historia humana ha sido renovada radicalmente. Un mundo nuevo, profundamente marcado por la presencia en él del Verbo de Dios encarnado, ha comenzado. Por todo esto, Jesús da gracias en la última Cena, que fue la primera celebración eucarística (cf. Ecclesia de Eucharistia, 2).

Esto es, también hoy, la Eucaristía celebrada, a lo largo de los siglos, en las iglesias de las comunidades cristianas. Como actualización de la última Cena, la Eucaristía es esencialmente un banquete de alegría y de acción de gracias al Señor por el don de la liberación de la esclavitud del pecado. La misma liturgia subraya con fuerza este aspecto fundamental de la Eucaristía. El celebrante invita a los fieles a "dar gracias al Señor nuestro Dios":  "En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno" (Prefacio, Misal Romano).

Todo el nuevo pueblo de Dios se reúne en el amor para dar gracias, con alegría íntima e incontenible, por la deseada venida de la redención mesiánica. Y al hacerlo así, prolonga en el tiempo y en la historia la acción de gracias de Cristo en la última Cena con sus discípulos "priusquam pateretur".

Con todo lo dicho hemos puesto de relieve la relación, íntima y profunda, inseparable, entre la Eucaristía y la Iglesia. La Eucaristía es realmente el centro vital y dinámico de la Iglesia. Es su "corazón" mismo. Sí. La Iglesia tiene un corazón esencialmente eucarístico. La Eucaristía, como memorial de la Pascua de Cristo, forma parte de su vida, pertenece a su identidad misma. Verdaderamente "la Eucaristía edifica la Iglesia y la Iglesia hace la Eucaristía" (n. 26).

Este es el Mysterium fidei que la comunidad eclesial está llamada a vivir con renovado empeño en el alba del nuevo milenio, cada vez más consciente de que la Eucaristía es el mayor tesoro de la Iglesia, porque en ella lo tiene todo:  el sacrificio redentor de Cristo, su resurrección, el don del Espíritu; porque en ella, bajo la forma de las humildes especies eucarísticas, es el mismo Cristo quien camina con su Esposa, aún peregrina en la tierra, iluminándola y haciéndola testigo de inquebrantable esperanza para sus hijos y para el mundo; porque es la prenda de la meta que todo hombre, aunque sea de forma inconsciente, anhela (cf. nn. 59 y 62):  en efecto, la Eucaristía tiene una dimensión esencialmente escatológica, subrayada con fuerza por la encíclica.

Para vivir cada vez con mayor profundidad e intensidad el misterio de la Eucaristía, el Sumo Pontífice nos invita a seguir "la enseñanza de los santos, grandes intérpretes de la verdadera piedad eucarística. En ellos la teología de la Eucaristía adquiere todo el esplendor de la experiencia vivida, nos contagia y, por así decir, nos enciende" (n. 62). Pero el Papa nos invita sobre todo a ponernos "a la escucha de María santísima, en quien el Misterio eucarístico se muestra, más que en ningún otro, como misterio de luz. Mirándola a ella conocemos la fuerza trasformadora que tiene la Eucaristía" (ib.), la cual no es más que la fuerza transformadora y renovadora de Aquel que vino "para hacer nuevas todas las cosas".

 

Card. José SARAIVA M., c.m.f.
Prefecto de la Congregación para las causas de los santos

 

Eucaristía y vida cristiana

El libro de Mons. Javier Echevarría 'Eucaristía y vida cristiana' nos invita a "adentrarnos con mayor hondura en la actualidad de la Encarnación, en ese pasar de Jesús por la tierra para conversar con los hombres".

Eucaristía y vida cristiana

04/10/2005

Después de "Itinerarios de vida cristiana" y "Getsemaní", Mons. Javier Echevarría acaba de publicar un libro sobre la Eucaristía. Tiene por título "Eucaristía y vida cristiana", y su objeto, en palabras del autor, es: "...intentar adentrarnos con mayor hondura en la actualidad de la Encarnación, en ese pasar de Jesús por la tierra para conversar con los hombres. También es una invitación a profundizar con agradecimiento en la maravillosa realidad de nuestro ser hijos de Dios”.

Ofrecemos a continuación algunos fragmentos de este libro.

"Ahí tenéis a nuestro Dios"

El cristianismo es cercanía de Dios al hombre; entraña amistad, trato, intimidad del hombre con Dios; expresa la familiaridad de un hijo amadísimo, acogido con indecible alegría, con músicas, fiestas, y un gran banquete (cfr. Lc 15, 22-24). Esta realidad de contenido, sobre todo espiritual, tiene también una dimensión sensible, que encuentra su fulcro en la carne de Cristo.

«El Verbo se ha hecho carne», escribe san Juan (Jn 1, 14) resumiendo todo el designio de salvación que el Padre ha fijado por medio de su Palabra. La cercanía de Dios no significa sólo que mueva y gobierne todo; la Alianza no se limita sólo a un pacto jurídico, del que se conservan algunos papeles como testimonios. Lleva consigo cercanía personal que se ha hecho sensible, tangible. El Hijo de Dios ha asumido nuestra naturaleza y desde entonces «la carne es quicio de la salvación», con palabras de Tertuliano .

Aprender a amar

Es preciso que miremos con sinceridad nuestro propio interior, ir al fondo de las situaciones o reacciones, y reconocer que el problema se reduce en definitiva a un problema de correspondencia.

El amor constituye la sustancia de la felicidad: amar y saberse amados componen la única respuesta verdadera a las ansias últimas del corazón humano. Y, en definitiva, buscamos esta finalidad en todo cuanto nos ocupa: un "querer" que no muera, que no pase, que no traicione, que sacie el alma.

Agustín de Hipona lo dejó escrito con frase brevísima: «Pondus meus, amor meus» . Mi amor es mi peso, lo que me confiere solidez, lo que me atrae y me exalta, me transmite altura y profundidad, el origen de mi paz. También lo propuso con la consideración de que nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en Dios: porque sólo en Él se encuentra la verdadera caridad que proporciona densidad y sentido a todo, que libra de la superficialidad y de lo provisorio .

Nazaret y Belén: con Cristo en el propio hogar

La comunión de vida que instaura el matrimonio encuentra su centro fundamental en el Misterio eucarístico. Jesús continúa entregándose a su Esposa en el Sacrificio de la Misa; y, a través de la Eucaristía, continúa dando a los esposos la luz y la fuerza para que se amen como Él ha amado a su Iglesia, para que den a su Padre nuevos hijos por medio de su amor fiel y fecundo. Para los esposos cristianos, el Sagrario se yergue siempre como la referencia emblemática de su amor.

Cristo une, no separa. Al mismo tiempo, la caridad y el cariño añaden categoría al respeto por el otro y valoran sabiamente sus necesidades, de modo que el propio comportamiento espiritual no suponga un peso; evita, por ejemplo, apartarse para rezar cuando lo que urge es reparar una puerta que no cierra, atender una visita, o preparar la cena, puesto que estas mismas actividades se transforman en ocasión de encuentro con Dios, es decir, pueden convertirse en oración.

Lo que separa a los hombres entre sí, lo que lleva un matrimonio al naufragio, suele proceder de la soberbia que pretende enrocarse en “su” razón, y de este modo resiste al don de Dios y aísla al interesado de los demás. He aquí un consejo de san Josemaría a los esposos: «Evitad la soberbia, que es el mayor enemigo de vuestro trato conyugal: en vuestras pequeñas reyertas, ninguno de los dos tiene razón. El que está más sereno ha de decir una palabra, que contenga el mal humor hasta más tarde. Y más tarde —a solas— reñid, que ya haréis en seguida las paces» .

Descanso y filiación divina: la enseñanza de Jesús

Al hablar del descanso auténtico, Jesús nos está enseñando a conducirnos como hijos de Dios. Los mismo que un padre de la tierra se preocupa de la alimentación, del vestido, del desarrollo armónico de sus hijos, así Dios obra con nosotros; o, para expresarlo de modo más exacto, la paternidad en la tierra es un reflejo de la paternidad divina.

Nos encontramos ante un aspecto de capital importancia para entender quién es nuestro Padre Dios y cómo nos trata. En grave error se caería al imaginarlo como un ser tremendo y lejano, que habita en el cielo infinito, desentendido de las criaturas que Él mismo ha puesto en la existencia.

A pesar de que deseamos sinceramente comportarnos como cristianos, ese peligro nos ronda. «Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. —Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado.

"El que a vosotros oye, a mí me oye": la razón de la eficacia apostólica

El secreto del afán apostólico de un discípulo de Cristo radica en su amor al Maestro: eso es lo que le impulsa a dar la vida por los demás, a gastarla en ayudarles a conocer la Palabra divina y a vivir según los imperativos del Amor de Dios. Su celo por las almas nace de un amor a Cristo que persigue, como todo amor verdadero, la identificación con el amado.

En esto se centra la razón de su eficacia, porque entonces se cumplen las palabras de Jesús: «El que a vosotros oye, a mí me oye» (Lc 10, 16).

¿Cómo se alcanza esa identificación? Es el Espíritu Santo quien obra la incorporación del discípulo al Maestro; por eso, también al Paráclito preside y mueve toda la actividad de los Apóstoles, y la llena de eficacia.

Sin la asistencia del Espíritu Santo, la criatura no puede acoger la Palabra de Dios, no puede creer; así lo ha enseñado siempre la Iglesia, contra las diversas formas de autosuficiencia humana ante las metas divinas.

Tampoco puede vivir según esa Palabra si el Paráclito no lo sostiene constantemente con su gracia: no puede esperar en Dios, no puede amar como Cristo. Sin el auxilio de este Consolador, las lecciones del Maestro y el ejemplo del Modelo no nos aprovecharían: querríamos conducirnos según sus enseñanzas y no podríamos, intentaríamos imitar sus ejemplos y no lo conseguiríamos.

San Ireneo lo explicaba así: «El Señor prometió que enviaría al Paráclito para que nos conformara con Dios. De la misma manera que sin agua no se puede lograr con trigo seco una masa compacta ni un único pan, nosotros, que somos muchos, no podríamos hacernos uno en Cristo Jesús sin esta Agua que viene del Cielo. Y así como la tierra árida no fructifica si no recibe agua, nosotros, que anteriormente éramos leña seca (cfr. Lc 23, 31), no hubiéramos producido fruto a no ser por esta lluvia que libremente nos baja de lo alto».

 

 

Trabajar bien, trabajar por amor (XII): Santificación del trabajo y cristianización de la sociedad

Este editorial sobre el trabajo desarrolla el mensaje principal de san Josemaría: que la propia tarea bien hecha y ofrecida al Señor es medio para acercarse a Dios y cristianizar la sociedad.

Foto: Ferrie (cc)

13/10/2014Las luces y sombras de la época que vivimos están patentes a los ojos de todos. El desarrollo humano y las plagas que lo infectan; el progreso civil en muchos aspectos y la barbarie en otros...: son contrastes que tanto san Juan Pablo II como sus sucesores han señalado repetidas veces[1], animando a los cristianos a iluminar la sociedad con la luz del Evangelio.

Sin embargo, aunque todos estamos llamados a transformar la sociedad según el querer de Dios, muchos no saben cómo hacerlo. Piensan que esa tarea depende casi exclusivamente de quienes gobiernan o tienen capacidad de influir por su posición social o económica y que ellos sólo pueden hacer de espectadores: aplaudir o silbar, pero sin entrar en el terreno de juego, sin intervenir en la partida.

No ha de ser esa la actitud del cristiano, porque no responde a la realidad de la vocación a la que está llamado. Quiere el Señor que seamos nosotros, los cristianos —porque tenemos la responsabilidad sobrenatural de cooperar con el poder de Dios, ya que El así lo ha dispuesto en su misericordia infinita—, quienes procuremos restablecer el orden quebrantado y devolver a las estructuras temporales, en todas las naciones, su función natural de instrumento para el progreso de la humanidad, y su función sobrenatural de medio para llegar a Dios, para la Redención[2].

No somos espectadores. Al contrario, es misión específica de los laicos santificar el mundo «desde dentro»[3]orientar con sentido cristiano las profesiones, las instituciones y las estructuras humanas[4]. Como enseña el Concilio Vaticano II, los laicos han de «iluminar y ordenar todos los asuntos temporales a los que están estrechamente vinculados, de tal manera que se realicen constantemente según Cristo y se desarrollen y sean para la gloria del Creador y del Redentor»[5]. En una palabra: cristianizar desde dentro el mundo entero, mostrando que Jesucristo ha redimido a toda la humanidad: ésa es la misión del cristiano[6].

Y para esto los cristianos tenemos el poder necesario, aunque no tengamos poder humano. Nuestra fuerza es la oración y las obras convertidas en oración. La oración es el arma más poderosa del cristiano. La oración nos hace eficaces. La oración nos hace felices. La oración nos da toda la fuerza necesaria, para cumplir los mandatos de Dios[7]. Concretamente, el arma específica que poseen la mayoría de cristianos para transformar la sociedad es el trabajo convertido en oración. No simplemente el trabajo, sino el trabajo santificado.

Dios se lo hizo comprender a San Josemaría en un momento preciso, el 7 de agosto de 1931, durante la Santa Misa. Al llegar a la elevación, trajo a su alma con fuerza extraordinaria las palabras de Jesús: cuando seré levantado en alto sobre la tierra, todo lo atraeré hacia mí[8]Lo entendí perfectamente. El Señor nos decía: ¡si vosotros me ponéis en la entraña de todas las actividades de la tierra, cumpliendo el deber de cada momento, siendo mi testimonio en lo que parece grande y en lo que parece pequeño..., entonces omnia traham ad meipsum! ¡Mi reino entre vosotros será una realidad![9]

Cristianizar la sociedad

Dios ha confiado al hombre la tarea de edificar la sociedad al servicio de su bien temporal y eterno, de modo acorde con su dignidad[10]: una sociedad en la que las leyes, las costumbres y las instituciones que la conforman y estructuran, favorezcan el bien integral de las personas con todas sus exigencias; una sociedad en la que cada uno se perfeccione buscando el bien de los demás, ya que el hombre «no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a os demás»[11].

Sin embargo, todo se ha trastocado a causa del pecado del primer hombre y de la sucesiva proliferación de los pecados que —como enseña el Catecismo de la Iglesia— hacen «reinar entre los hombres la concupiscencia, la violencia y la injusticia. Los pecados provocan situaciones sociales e instituciones contrarias a la bondad divina. Las "estructuras de pecado" son expresión y efecto de los pecados personales»[12].

El Hijo de Dios hecho hombre, Jesucristo nuestro Señor, ha venido al mundo para redimirnos del pecado y de sus consecuencias. Cristianizar la sociedad no es otra cosa que liberarla de esas consecuencias que el Catecismo resume con las palabras que acabamos de leer. Es, por una parte, liberarla de las estructuras de pecado —por ejemplo, de las leyes civiles y de las costumbres contrarias a la ley moral—, y por otra, más a fondo, procurar que las relaciones humanas estén presididas por el amor de Cristo, y no viciadas por el egoísmo de la concupiscencia, la violencia y la injusticiaEsta es tu tarea de ciudadano cristiano: contribuir a que el amor y la libertad de Cristo presidan todas las manifestaciones de la vida moderna: la cultura y la economía, el trabajo y el descanso, la vida de familia y la convivencia social[13].

Cristianizar la sociedad no es imponer a nadie la fe verdadera. Precisamente el espíritu cristiano reclama el respeto del derecho a la libertad social y civil en materia religiosa, de modo que no se debe impedir a nadie que practique su religión, según su conciencia, aun cuando estuviera en el error, siempre que respete las exigencias del orden público, de la paz y la moralidad pública, que el Estado tiene obligación de tutelar[14]. A quienes están en el error hay que procurar que conozcan la verdad, que sólo se encuentra plenamente en la fe católica, enseñándoles y convenciéndoles con el ejemplo y con la palabra, pero nunca con la coacción. El acto de fe sólo puede ser auténtico si es libre.

Pero cuando un cristiano intenta que la ley civil promueva el respeto de la vida humana desde el momento de la concepción, la estabilidad de la familia a través del reconocimiento de la indisolubilidad del matrimonio, los derechos de los padres en la educación de los hijos tanto en escuelas públicas como en privadas, la verdad en la información, la moralidad pública, la justicia en las relaciones laborales, etc., no está pretendiendo imponer su fe a los demás, sino cumpliendo con su deber de ciudadano y contribuyendo a edificar, en lo que está de su parte, una sociedad mejor, conforme a la dignidad de la persona humana. Ciertamente, el cristiano, gracias a la Revelación divina, posee una especial certeza sobre la importancia que esos principios y verdades poseen para edificar una sociedad más justa; pero estos están al alcance de la razón humana, y por eso cualquier persona, independientemente de su fe, puede apreciar el valor e importancia que esos principios tienen para la vida social.

Esfuérzate para que las instituciones y las estructuras humanas, en las que trabajas y te mueves con pleno derecho de ciudadano, se conformen con los principios que rigen una concepción cristiana de la vida. Así, no lo dudes, aseguras a los hombres los medios para vivir de acuerdo con su dignidad, y facilitarás a muchas almas que, con la gracia de Dios, puedan responder personalmente a la vocación cristiana[15]. Se trata de «sanear las estructuras y los ambientes del mundo (...) de modo que favorezcan la práctica de las virtudes en vez de impedirla»[16]. La fe cristiana hace sentir hondamente la aspiración, propia de todo ciudadano, de buscar el bien común de la sociedad. Un bien común que no se reduce al desarrollo económico, aunque ciertamente lo incluye. Son también, y antes —en sentido cualitativo, no siempre en el de urgencia temporal—, las mejores condiciones posibles de libertad, de justicia y de vida moral, en todos sus aspectos, y de paz, que corresponden a la dignidad de la persona humana.

Cuando un cristiano hace lo posible para configurar de este modo la sociedad lo hace en virtud de su fe, no en nombre de una ideología opinable de partido político. Actúa como actuaron los primeros cristianos. No tenían, por razón de su vocación sobrenatural, programas sociales ni humanos que cumplir; pero estaban penetrados de un espíritu, de una concepción de la vida y del mundo, que no podía dejar de tener consecuencias en la sociedad en la que se movían[17]La tarea apostólica que Cristo ha encomendado a todos sus discípulos produce, por tanto, resultados concretos en el ámbito social. No es admisible pensar que, para ser cristiano, haya que dar la espalda al mundo, ser un derrotista de la naturaleza humana[18].

Es necesario procurar sanear las estructuras de la sociedad para empaparlas de espíritu cristiano, pero no es suficiente. Aunque parezca una meta muy alta, no pasa de ser una exigencia básica. Hace falta mucho más: procurar sobre todo que las personas sean cristianas, que cada uno irradie a su alrededor, en su conducta diaria, la luz y el amor de Cristo, el buen olor de Jesucristo[19]. El fin no es que las estructuras sean sanas, sino que las personas sean santas. Tan equivocado sería despreocuparse de que las leyes y las costumbres de la sociedad fueran conformes al espíritu cristiano, como conformarse sólo con esto. Porque además, en ese mismo momento peligrarían de nuevo las mismas estructuras sanas. Siempre hay que estar recomenzando. «No hay humanidad nueva, si antes no hay hombres nuevos, con la novedad del bautismo y de la vida según el Evangelio»[20].

Por medio del trabajo

De que tú y yo nos portemos como Dios quiere –no lo olvides– dependen muchas cosas grandes[21] Si queremos cristianizar la sociedad,lo primero es la santidad personal, nuestra unión con Dios. Hemos de ser, cada uno de nosotros, alter Christus, ipse Christus, otro Cristo, el mismo Cristo. Sólo así podremos emprender esa empresa grande, inmensa, interminable: santificar desde dentro todas las estructuras temporales, llevando allí el fermento de la Redención[22]. Es necesario que no perdamos la sal, la luz y el fuego que Dios ha puesto dentro de nosotros para transformar el ambiente que nos rodea. El Papa san Juan Pablo II ha señalado que «es un cometido que exige valentía y paciencia»[23]: valentía porque no hay que tener miedo a chocar con el ambiente cuando es necesario; y paciencia, porque cambiar la sociedad desde dentro requiere tiempo, y mientras tanto no hay que acostumbrarse a la presencia del mal cristalizado en la sociedad, porque acostumbrarse a una enfermedad mortal es tanto como sucumbir a ella. El cristiano ha de encontrarse siempre dispuesto a santificar la sociedad "desde dentro", estando plenamente en el mundo, pero no siendo del mundo, en lo que tiene —no por característica real, sino por defecto voluntario, por el pecado— de negación de Dios, de oposición a su amable voluntad salvífica[24].

Dios quiere que infundamos espíritu cristiano a la sociedad a través de la santificación del trabajo profesional, ya que por el trabajo, somete el cristiano la creación (cfr. Gn 1,28) y la ordena a Cristo Jesús, centro en el que están destinadas a recapitularse todas las cosas[25]. El trabajo profesional es, concretamente, medio imprescindible para el progreso de la sociedad y el ordenamiento cada vez más justo de las relaciones entre los hombres[26].

Cada uno se ha de proponer la tarea de cristianizar la sociedad a través de su trabajo: primero mediante en el afán de acercar a Dios a sus colegas y a las personas con las que entra en contacto profesional, para que también ellos lleguen a santificar su trabajo y a dar el tono cristiano a la sociedad; y después, e inseparablemente, mediante el empeño por cristianizar las estructuras del propio ambiente profesional, procurando que sean conformes a la ley moral. Quien se dedica a la empresa, a la profesión farmacéutica, a la abogacía, a la información o a la publicidad..., debe tratar de influir cristianamente en su ambiente: en las relaciones y en las instituciones profesionales y laborales. No es suficiente no mancharse con prácticas inmorales; hay que proponerse limpiar el propio ámbito profesional, hacerlo conforme a la dignidad humana y cristiana.

Para todo esto debemos recibir una formación tal que suscite en nuestras almas, a la hora de acometer el trabajo profesional de cada uno, el instinto y la sana inquietud de conformar esa tarea a las exigencias de la conciencia cristiana, a los imperativos divinos que deben regir en la sociedad y en las actividades de los hombres[27].

Las posibilidades de contribuir a la cristianización de la sociedad en virtud del trabajo profesional van más allá de lo que puede realizarse en el estricto ambiente de trabajo. La condición de ciudadano que ejerce una profesión en la sociedad es un título para emprender o colaborar en iniciativas de diverso género, junto con otros ciudadanos que comparten los mismos ideales: iniciativas educativas de la juventud —escuelas donde se imparta una formación humana y cristiana, tan necesarias y urgentes en nuestro tiempo—, iniciativas asistenciales, asociaciones para promover el respeto a la vida, o la verdad en la información, o el derecho a un ambiente moral sano... Todo realizado con la mentalidad profesional de los hijos de Dios llamados a santificarse en medio del mundo.

Que entreguemos plenamente nuestras vidas al Señor Dios Nuestro, trabajando con perfección, cada uno en su tarea profesional y en su estado, sin olvidar que debemos tener una sola aspiración, en todas nuestras obras: poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades de los hombres[28].


[1] Cfr. Juan Pablo II, Exhort. apost. Ecclesia in Europa, 28-VI-2003, c. I.

[2] San Josemaría, Carta 30-IV-1946, n. 19, en E. Burkhart, J. López, Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josemaría, I, Rialp, Madrid 2010, p. 420.

[3] Conc. Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 31.

[4] San Josemaría, Carta 9-I-1959, n. 17, en E. Burkhart, J. López, Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josemaría, I, Rialp, Madrid 2010.

[5] Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 31.

[6] San Josemaría, Conversaciones, n. 112.

[7] San Josemaría, Forja, n. 439.

[8] Jn 12, 32.

[9] San Josemaría, Apuntes de una meditación, 27-X-1963, en E. Burkhart, J. López, Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josemaría, I, Rialp, Madrid 2010, pp. 426-427:

[10] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 353, 1929, 1930.

[11] Conc. Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, n. 24.

[12] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1869..

[13] San Josemaría, Surco, n. 302.

[14] Cfr. Conc. vaticano II, Decr. Dignitatis humanae, nn. 1, 2 y 7.

[15] San Josemaría, Forja, n. 718.

[16] Conc. Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 36.

[17] San Josemaría, Carta 9-I-1959, n. 22, en E. Burkhart, J. López, Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josemaría, I, Rialp, Madrid 2010, p. 418.

[18] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 125.

[19] Cfr. 2 Cor 2, 15.

[20] Pablo VI, Exhort. apost. Evangelii nuntiandi, 8-XII-1975, n. 18.

[21] San Josemaría, Camino, n. 755.

[22] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 183.

[23] Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 1-V-1991, n. 38.

[24] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 125.

[25] San Josemaría, Carta 6-V-1945, n. 14, en E. Burkhart, J. López, Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josemaría, I, Rialp, Madrid 2010, p. 425.

[26] Conversaciones, n. 10.

[27] San Josemaría, Carta 6-V-1945, n. 15, en E. Burkhart, J. López, Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josemaría, III, Rialp, Madrid 2013, p. 574.

[28] San Josemaría, Carta 15-X-1948, n. 41 en E. Burkhart, J. López, Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josemaría, I, Rialp, Madrid 2010, p. 428. Cfr Forja, n. 678.

    

 

El liberalismo se derrumba, ¿dónde buscar soluciones?

Ambrogio Lorenzetti – Efectos del Buen Gobierno en la ciudad (1290-1348)

 

El liberalismo secularizó y desacralizó la sociedad al instaurar la ficción de vivir en un mundo sin Dios. Creó un sistema práctico y amoral, que simultáneamente vivía del orden y los frutos de la civilización cristiana, y al mismo tiempo lo socavaba. Su crisis levanta la alternativa: más liberalismo o civilización cristiana.

La modernidad presenta al liberalismo como el comienzo de la historia. Antes del liberalismo, afirman los liberales, no había nada más que ignorancia, oscuridad y crujir de dientes. Al liberalismo se le atribuye todo el progreso y la seguridad en el mundo moderno. Su reinado apareció repentinamente como la creación del mundo.

Por lo tanto, a medida que el liberalismo se derrumba y se desmorona, la mayoría de los liberales automáticamente excluyen lo que le precedió como una posible solución. Sus planes para un mundo pos-liberal se basan en las fantasías pos-modernas que él mismo engendró.

El liberalismo también ha generado su propia oposición, quienes suscriben el “anti-liberalismo” de la autocracia. Los dos bandos se basan en premisas similares y ahora están enfrascados en la batalla por un futuro oscuro.

Así, los liberales presentan una visión simplificada de la historia que limita las soluciones a los problemas del mundo a los estrechos términos de un falso dilema. En el esfuerzo por mirar más allá del liberalismo, la mayoría no se atreve a echar un vistazo a lo que lo precedió por temor a que pueda invocar anhelos por un mundo perdido de mito y sacralidad.

Lo que existía antes del liberalismo

Contenidos

Por supuesto, algo notable existió antes del liberalismo. Era la cristiandad medieval. Esta civilización cristiana transformó a Occidente en un modelo de caridad y orden. En su encíclica Immortale Dei, León XIII describió esta sociedad pre-liberal como

“una época en la que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. En esa época, la influencia de la sabiduría cristiana y su virtud divina impregnaba las leyes, instituciones y costumbres de los pueblos, todas las categorías y todas las relaciones de la sociedad civil”.

Lejos de ser un sistema opuesto al progreso, la civilización cristiana avanzó en todos los campos. La cristiandad fue la primera civilización en dar origen a hospitales y universidades. Es responsable del gobierno representativo y del estado de derecho. Las artes y la música florecieron bajo su influencia. Por primera vez en la historia, se abolió la esclavitud en Occidente. (Esta se reintrodujo durante el Renacimiento y la Ilustración neopaganos).

Dentro de esta sociedad, las instituciones de la familia, la comunidad y la Iglesia ayudaron a establecer el equilibrio, la estabilidad y la virtud para que ocurriera el verdadero progreso. Grandes hombres y santos impulsaron a la sociedad hacia arriba con sus ejemplos.

“Así organizada”, continúa León XIII, “la sociedad civil dio frutos superiores a todas las expectativas”.

Todo este avance forma parte de la investigación histórica para quien quiera verlo. Los historiadores honestos ahora están redescubriendo los asombrosos logros de esta era con muchos libros y artículos. La cristiandad no era perfecta, pero reconoció y trabajó dentro de los límites de la naturaleza humana caída. Estaba firmemente basada en la realidad, no en la fantasía. Por lo tanto, floreció por la gracia de Dios y proveyó para las necesidades materiales y espirituales de quienes vivían bajo su influencia.

El liberalismo destruye la civilización cristiana

Si el liberalismo progresó, fue porque la civilización cristiana proporcionó la base moral para esta prosperidad. Si la civilización cristiana declinó, fue porque errores modernos como el liberalismo conspiraron para destruirla.

Sobre las causas de la decadencia de la civilización cristiana, bajar el libro gratuito Revolución y Contra-Revolución

Cuando el liberalismo surgió de la Ilustración y de los horrores de la Revolución Francesa, dio lugar a un siglo de agitación, industrialización masiva y materialismo. Los movimientos políticos liberales persiguieron a la Iglesia, cercenando su libertad y confiscando sus bienes. Sus gobiernos absorbieron las funciones caritativas de la Iglesia en sus frías burocracias, haciendo todo lo posible para limitar su alcance.

El liberalismo secularizó y desacralizó la sociedad al instaurar la ficción de vivir en un mundo sin Dios. Creó un sistema práctico y amoral que simultáneamente socavaba y vivía del orden y los frutos de la civilización cristiana.

La modernidad pagó un alto precio por mantener esta ficción. El sistema ateo dio lugar a terribles guerras e ideologías antinaturales. También produjo los ídolos del hiper-individualismo y los estilos de vida narcisistas. Hoy, el liberalismo se desmorona porque ha derrochado pródigamente todo el capital moral que heredó. Está en quiebra. Sus contradicciones internas están destruyendo todas las estructuras de orden restantes.

Cambiar las premisas

Por lo tanto, no sirve de nada mirar más allá del liberalismo cuando se buscan soluciones a la crisis resultante. Solo producirá versiones extremas de sí mismo. Es mucho mejor ver lo que había antes del liberalismo y así volver a las raíces y al manantial de la civilización cristiana.

Los liberales descartan automáticamente tal plan porque detestan sus premisas cristianas. Piensan que todos usan las mismas premisas defectuosas que ellos siguen. Los liberales que imponen su ideología a los demás piensan que los cristianos deben hacer lo mismo.

Sin embargo, la civilización cristiana nace de un conjunto diferente de premisas. Trabaja con la naturaleza humana, no contra ella. Así, el sistema se apoya en soluciones orgánicas que se desarrollan natural y espontáneamente dentro de un orden social orientado hacia el bien común. Las costumbres, los buenos hábitos y las asociaciones diversas permiten a los individuos perseguir la perfección de su naturaleza esencialmente social.

Esta práctica de subsidiariedad proporciona una cantidad increíble de libertad a medida que las unidades sociales buscan ayuda para sus necesidades y ayudan a otros en sus deficiencias. Así, por ejemplo, la familia alcanza la plenitud de su acción e influencia como unidad fundamental de la sociedad. Los grupos profesionales, sociales y demás intermediarios entre el individuo y el Estado ejercen libremente sus actividades según sus propias formas y derechos. Todo tiene ese toque humano que favorece la caridad y la concordia tan ajeno al individualismo radical de hoy.

El papel de Dios y de la iglesia

En esta sociedad, las personas dependen de la Providencia Amorosa de Dios para satisfacer sus necesidades. Todo tiene sentido dentro de un universo que refleja la gloria de Dios. Tal visión satisface los deseos humanos naturales por aquellas cosas que son sublimes, buenas, verdaderas y hermosas.

Una civilización cristiana no es una teocracia, como afirman los liberales. Más bien, las esferas temporal y espiritual se ocupan cada una de sus respectivas actividades y áreas de responsabilidad. Sin embargo, para servir mejor a la sociedad, los dos poderes establecen puentes de cooperación, no cortinas de hierro de separación.

La sociedad colabora con la acción de la gracia de Dios. Los fieles participan por la gracia de la Vida Divina de Cristo y así pueden realizar obras que están por encima de la naturaleza humana. En esta sociedad, la Iglesia tiene una influencia santificadora en las estructuras de la sociedad y la economía.

Cuando practica la virtud, tal sociedad puede florecer económica y políticamente y ayudar a guiar las almas a la salvación y la santificación. Esta orientación promueve una unidad increíble que da propósito y significado a la vida más allá de la adoración del interés propio del liberalismo.

Rechazo liberal

A medida que el liberalismo se desmorona y se derrumba, estas ideas refrescantes y estimulantes deberían al menos tener un lugar en la mesa para discutir el futuro de la nación. Sin embargo, la exclusión automática de la civilización cristiana revela una obstinada negativa a admitir errores inhumanos y abrazar la verdad.

Muchos liberales prefieren insistir en que un hombre puede ser una mujer y una mujer puede ser un hombre, en lugar de admitir la maravillosa realidad de la naturaleza humana creada por Dios. Prefieren perseguir una fantasía delirante a vivir en una libertad ordenada siguiendo la ley moral natural.

Por lo tanto, la única salida para quienes todavía creen en la verdad, la tradición y Dios es abandonar la narrativa liberal y sus premisas dañinas. El camino a seguir debe inspirarse en lo que vino antes, no en lo que sigue al liberalismo y su canto de sirena que causa naufragios. Los fieles deben buscar soluciones fuera de la receta liberal y volver a esa verdad y belleza cristiana, siempre antigua, siempre nueva, que llama a las almas.

Por John Horvat 

 

Divorcio y felicidad conyugal

Con una ley que multiplica los matrimonios irreflexivos que conducen a la disolución, aumentan las desgracias conyugales.

«Todo lo que no eran más que molestias en el matrimonio indisoluble, se transforma en algo insoportable en el matrimonio que puede ser disuelto»

Louis de Bonald

La ley de Divorcio destruye la confianza entre los cónyuges y es fuente de discordias

El primer factor de la felicidad conyugal es una buena elección recíproca de los que aspiran a recorrer juntos el camino de la vida. Y una buena elección es naturalmente el fruto de la reflexión. ¿Qué hace el divorcio? Sacando a la unión conyugal su carácter definitivo, abandona a la juventud a todas las sorpresas de su irreflexión. Es la tendencia a multiplicar los matrimonios precipitados y a inaugurar los enlaces de ensayo.

17.- ¿Por qué el divorcio causa la infelicidad de los cónyuges?

Contenidos

Con una ley que multiplica los matrimonios irreflexivos que conducen a la disolución, aumentan las desgracias conyugales.

18.- ¿Cuáles son los motivos que pueden deshacer un matrimonio?

La unión moral se deshace por la aversión interior o por una atracción de fuera. Si los cónyuges están unidos para siempre, ellos se esforzarán por hacer la propia convivencia recíprocamente más amena. En esta atmósfera sana de la moralidad, crecen los hijos, temperando sus almas en la virtud, con el ejemplo de un hogar en que el egoísmo no prevaleció.

19.- ¿Por qué el divorcio aumenta las fricciones entre los cónyuges?

Agente del desorden, «todo lo que no era más que molestia en el matrimonio indisoluble, se transforma en algo insoportable en el matrimonio que puede ser disuelto» (De Bonald).

La familia tradicional proporciona amparo y unión. El divorcio genera soledad y abandono

Cuando los hombres ven en cada mujer una posible esposa, y las esposas en cada hombre un marido probable, se exaltan los impulsos de la sensualidad, disminuye la reserva defensiva del pudor, se entrega la estabilidad de las familias al capricho de las pasiones. Esta mentalidad creada y difundida naturalmente por el divorcio es la ruina inevitable de la seguridad y tranquilidad de la familia.

20.- ¿Cómo el divorcio aumenta los factores de división en una familia?

El divorcio, disminuyendo psicológicamente la reacción de la virtud contra las tendencias inferiores, provoca y exaspera las disidencias inevitables entre seres imperfectos.

No hay bajeza del alma a la cual el divorcio no extienda la mano amiga de la complicidad.

En síntesis, para todas las dificultades conyugales, el divorcio sugiere la solución menos digna, menos noble. Es el aliado natural de todas las pasiones, el consejero de todas las capitulaciones vergonzosas.

La indisolubilidad es la victoria del deber, el divorcio la soberanía del placer. Por esto, el divorcio entra en la legislación y en las costumbres de un pueblo como producto de una moralidad decadente.

21.- ¿Por qué la mujer es la principal víctima del divorcio?

Antes de todo en el divorcio la mujer es víctima de una injusticia. «En caso de separación, no son iguales los resultados. El hombre sale con toda su autoridad, la mujer no sale con toda su dignidad, y de todo lo que ella llevó para el casamiento, pureza virginal, juventud, belleza, fecundidad, consideración, fortuna, en caso de disolución, sólo podrá retomar su dinero». (De Bonald).

En el casamiento indisoluble, la mujer dominará por el afecto, por el respeto y por la virtud, que no acaban; en el divorcio ella sólo podrá lucir por la belleza, que es fugaz.

El divorcio, con su tendencia endógena a esterilizar y desestabilizar la familia, va de a poco destruyendo la veneración a la madre y la deferencia hacia la esposa. Queda sólo la mujer, «la mujer juguete, la mujer máquina de placer, la mujer maniquí de joyas y vestidos» (Peixoto). Es muy poco y muy bajo.

«Fuera del casamiento indisoluble, el hombre es un tirano, la mujer una cosa, el hijo un esclavo»

Paul Feval

 

Una  campaña serena y tranquila

El modelo de Pedro Sánchez en Andalucía produce alarma social

Después de una larga trayectoria política, creo que uno se puede permitir el lujo de guiarse más por el olfato y sensaciones que por los números demoscópicos que, además de adolecer de la “perspectiva de género”, terminan cocinándose a gusto del chef contratado a tal efecto. Desde esa óptica me propongo analizar algunos de los aspectos de la campaña que,  como la de Andalucía, van a ser el preludio de un  resultado de gran trascendencia. También para España.

Del primer debate en RTVE que tuve la paciente curiosidad de seguirlo, deduje que hasta el 19 de Junio, si Juanma Moreno, sigue encarando la campaña con positividad y  desde la confianza que transmite el resultado de su buena gestión como Presidente de la Junta, puede alcanzar la meta final con  el éxito de una indudable victoria. A  mi entender solo debería añadir un plus de respuesta a algunas infundadas acusaciones de la “oposición electoral.”

 Los aspirantes de las otras formaciones políticas, salvo lógicamente  Juan Marín de Cs, se están dedicando como hicieron en el debate, a intentar arrancar inútilmente del actual presidente de la Junta, algún gesto o palabras que lo aproxime a posiciones radicales de derecha o a las de la desnortada izquierda sociocomunista.

Que Juan Espadas, representante del Partido Socialista, invoque la figura de Pedro Sánchez como modelo del cambio que dice pretender en la gobernabilidad de Andalucía para los próximos cuatro años, produce una auténtica alarma social.  Que asuste a los electores con un pacto del PP con Vox, cuando ellos gobiernan  España, apoyándose en quienes son la voz de quienes asesinaron a más de ciento veinte andaluces, resulta cuanto menos escalofriante.

La brillante Abogado del Estado Macarena Olana no ha terminado de reciclarse para ejercer el oficio de la política. Su mente sigue imbuida de los tics de la élite profesional de la que forma parte en la Administración del Estado, muy respetable por otra parte y especialmente por el que suscribe, pero su vis política deja mucho que desear. Aspirar a que Juanma Moreno sea su vicepresidente, además del intento de humillarlo, es un manifiesto acto de soberbia que la aleja de la idiosincrasia y sentir del realismo andaluz. Adornarse con un traje de faralaes no es suficiente, mas le valdría reflexionar sobre el fracaso de Arrimadas cuando abandonó Cataluña…

Finalmente el escenario lo completan el “totum revolutum” de la izquierda más ultra que representan Teresa Rodríguez e Inmaculada Nieto. Sus mensajes del “terrorismo machista”  que  nos invade o de la condena eterna para aquellos que no comulguen con su religiosa ideología de género, el aborto exprés o la eutanasia liberadora del cuerpo que oprime al ser humano, no cuelan en la Andalucía devota de romerías y cofradías. El 19 de junio hasta Juanma Moreno se sorprenderá, cuestión de olfato…

Jorge Hernández Mollar

 

Matanza de católicos en Nigeria en plena Misa de Pentecostés

Nigeria – Medio centenar de católicos son asesinados

Al menos 50 personas han sido asesinadas en Nigeria en un ataque llevado a cabo por hombres armados en plena misa de Pentecostés en la iglesia de San Francisco Javier, en el estado sureño de Ondo.

         Según los testigos

un grupo de cinco personas comenzó a disparar de modo indiscriminado tanto dentro del templo como en los alrededores, y explosionó una bomba, antes de secuestrar al sacerdote celebrante y a un puñado de fieles. El balance hasta el momento es medio centenar de muertos y numerosos heridos,según han informado fuentes médicas a las agencias de noticias.

Ningún grupo ha reivindicado aún el brutal ataque. Nigeria es objeto de frecuentes atentados yihadistas contra cristianos, pero estos se limitan casi siempre al norte del país de mayoría musulmana.

La mayor parte de los 98 millones de cristianos -en una población de poco más de 200 millones- viven en el sur de Nigeria, donde sí es frecuente la acción de bandas criminales y de grupos armados separatistas.

Un diputado local, Olayemi Adeyemi, ha acusado del asalto a pastores de la etnia fulani, que querrían así protestar contra las restrictivas políticas ganaderas y de pastoreo establecidas por el gobernador del estado de Ondo, Rotimi Akeredolu, según declaraciones recogidas por el portal ‘People’s Gazette’.

Las características del ataque –centrado en los fieles católicos, en una de las celebraciones religiosas más importantes del año– no da mucha consistencia a esa tesis.

El odio religioso que muestra la masacre es sin embargo más propio de los grupos yihadistas que operan en el nordeste de Nigeria, en particular el más sanguinario, Boko Haram, que trata de amedrentar así a las poblaciones cristianas para que huyan antes de proclamar un ‘califato’ en ese territorio.

          Según Pew Research Center,

el cristianismo crece en África más que en ningún otro continente del mundo. Hoy, tres de los diez países con más cristianos en el mundo están en África si no cambia la tendencia, en 2060 habrá seis en la lista de «top ten».

Matanza de católicos en Nigeria en plena Misa de Pentecostés 5

Al fenómeno sociológico, que amenaza los actuales equilibrios del poder, se suma el traslado a tierras del Sahel y norte de África de células y recursos yihadistas que han perdido –hoy por hoy– la batalla por el ‘califato’ en Irak y en Siria.

Viejos y nuevos grupos armados que predican la «guerra santa» causan estragos en un inmenso triángulo que comprende Nigeria, Niger, Chad, Burkina Fasso, Camerún y Mali, y se ceban en poblaciones de civiles cristianas e indefensas.

 

Frases que un adolescente necesita escuchar de sus padres

Por LaFamilia.info 

 
foto: drobotdean

Es posible que tu hijo sepa cuánto lo quieres y que estás ahí para cuando te necesite, ¿pero se lo has dicho? ¿Con qué frecuencia? ¿En qué circunstancias?

Tal vez las fricciones causadas por la edad, dejan de lado la parte cariñosa y cercana que todo padre debe brindar.

Todos hemos tenido momentos en que necesitamos una voz de aliento, unas palabras que nos reconforten; lo mismo sucede con los hijos, en especial cuando son adolescentes. En esta etapa, cargada de turbulencias emocionales, los hijos piden a gritos la presencia, el cariño y la autoridad paterna; así demuestren lo contrario.

Las siguientes son frases que empoderan a los chicos y les recuerdan que siempre se busca lo mejor para ellos pues el amor que se siente hacia un hijo es infinito e inexplicable. Las palabras son muy poderosas, y más cuando vienen de los padres, así que ¡manos a la obra! 

1. “¡Tú puedes!”

La adolescencia es una etapa de crisis, en la cual la seguridad y la autoconfianza brillan por su ausencia. Aunque no todos los chicos son iguales, son rasgos que se presentan con frecuencia. Por lo tanto los hijos necesitan saber que sus padres creen en ellos, creen en sus capacidades y los consideran más capaces de lo que ellos piensan; de esta manera los haces más fuertes y valientes.

2. “Todo en la vida requiere un esfuerzo”

No existe nada fácil en la vida, y si algún día descubren algo fácil pues es muy factible que sea incorrecto. Esto lo deben tener muy claro los hijos y no hay que esperar que sean adolescentes para hacérselo saber. Desde pequeños hay que inculcarles que toda recompensa lleva un trabajo detrás, que el artista o el futbolista que tanto admiran, tuvo que luchar bastante para ganarse ese puesto, y cuando las cosas se las pintan fáciles, pues simplemente hay “gato encerrado”.

Hazle conocer el mundo adulto –que es el mundo real– sin pintárselo de forma trágica ni tenebrosa, pero hazle saber que la vida implica retos y responsabilidades las cuales estará en plena capacidad de asumir.

3. “Aprende de los errores”

“Los errores son aprendizajes y como padres te perdonamos”.  Y si quieres puedes añadirle: “confiamos en que no lo volverás hacer, pues eres un chico(a) muy capaz e inteligente!” Con esta poderosa frase le depositas nuevamente la confianza y es muy posible que salga arrepentido, además se dará cuenta de los padres tan valiosos que tiene.

Pero también deberá saber que toda acción genera una consecuencia negativa o positiva, dependiendo del caso. Explícale que por ley de vida, cuando se falta a una norma o a un acuerdo, siempre pasará algo. Lo mismo sucede en casa, si el chico ha fallado en su desempeño escolar a causa de su descuido o ha quebrantado las reglas de familia -como por ejemplo llegar más tarde de lo permitido-, debe asumir los efectos de dicho comportamiento.  

4. “Te amamos y por eso te corregimos”

Cuando los padres se abren realmente de corazón es algo que genera un impacto muy positivo en los adolescentes. Nunca sobrará recordarles cuánto los quieren y todo lo que significa en sus vidas. Este ejercicio genera una conexión única y muchas veces es un paso determinante en la superación de los conflictos familiares.

5. “Valora cada momento y cada cosa que tienes”

Algunos chicos dan por sentado que el “mundo ideal” durará por siempre y además así lo exigen. Pues no. Si tienen un estudio, un techo, una familia que los espera, una deliciosa cena, es porque son privilegiados y deben sentirse inmensamente agradecidos. Sin necesidad de recriminarles ni echarles en cara los esfuerzos que como padre has hecho por ellos, es necesario que se los digas, pues muchos niños no han tenido su suerte.

No hace falta aprenderse este artículo a modo de libreto para recitárselo a los hijos; basta con tomar las ideas generales que desde LaFamilia.info te proponemos para adaptarlas a la situación de cada quien. Vale aclarar además que todo lo anterior, debe ir acompañado de un tono cálido, un ambiente tranquilo, armonioso y privado: de padre a hijo, de corazón a corazón. 

 

 

Niños, adolescentes y pornografía: el vacío que dejan los padres lo llena Internet

Por Cecilia Galatolo/FamilyandMedia - 26.05.2022

 
foto: freepik

En nuestro portal hemos hablado a menudo de los efectos nocivos de la pornografía. Ahora queremos abordar otro problema: la exposición de los niños a contenidos sexualmente explícitos, a los que pueden acceder en YouTube, en la televisión y a través de los chats de Internet.

¿Qué peligro corren nuestros hijos al encontrarse con imágenes pornográficas que no son capaces de procesar? ¿Es un problema real y potencialmente cercano a nosotros?

No hace mucho, una mujer me contó un problema que surgió en la clase de su hija. Un niño (estamos hablando de 10 - 11 años) empezó a utilizar contenidos pornográficos en su teléfono móvil y comenzó a comportarse de forma inapropiada con sus compañeras. Se dirigía a ellas con expresiones vulgares, las invitaba a ir al baño con él, de hecho las acosaba, incluso físicamente. La situación se hizo tan insostenible que se discutió en los consejos de clase.

De hecho, las chicas estaban alteradas, asustadas; sus compañeros se dejaron arrastrar.

Y lo que más sorprendió a la mujer que me lo contaba fue que el niño en cuestión "venía de una buena familia", no tenía ninguna situación parental aparentemente problemática y los "padres no eran ignorantes", es más, era hijo de una respetada profesora de liceo.

Otro padre, cuya hija tiene 12 años, me contó que surgió una discusión entre los padres de esa clase porque en el chat privado del grupo de compañeros, los niños eran supuestamente abordados por pedófilos al abrir un enlace. Los padres de los niños se enzarzaron en una espiral de acusaciones mutuas buscando al "culpable".

Y estos son sólo ejemplos concretos, muy cercanos a mí (están en un radio de 2-10 km de donde vivo) y que he escuchado con mis propios oídos.

Lo cierto es que en una época hipertecnológica como la nuestra, aumenta exponencialmente el riesgo de que los niños reciban estímulos no adecuados para su edad o caigan ingenuamente en las trampas. Y, al vivir en una sociedad hipersexualizada, es mucho más probable que empiecen a investigar sobre estos temas porque están intrigados.

Un estudio de búsqueda en la red que investiga el comportamiento de niños y jóvenes en Internet revela que "sexo" y "porno" están entre las palabras más buscadas por niños y adolescentes.

La empresa de seguridad informática Symantec -analizando 3,5 millones de búsquedas a través de su servicio de seguridad familiar OnlineFamily.Norton, que vigila el uso que hacen los niños y adolescentes de Internet- identificó las 100 búsquedas más frecuentes entre febrero y julio. En el top 10, las palabras "sexo" y "porno" aparecen en cuarto y octavo lugar.

¿Qué nos dice esto?

Hace dos años fui a un centro que trata varios tipos de adicción para entrevistar a dos terapeutas sobre el trastorno específico de la adicción al sexo. Uno de los temas fue la hipersexualización de la sociedad y la falta de implicación de los padres en el proceso de descubrimiento del cuerpo en los niños.

Uno de los médicos me dijo concretamente:

"Los niños tienen preguntas y es normal. Quieren descubrir su cuerpo, su afectividad. El problema no son las preguntas, ni el hecho de que busquen respuestas. El problema es dónde van a buscarlos. Hay de todo en la red, y ciertamente muchos contenidos no son una respuesta adecuada a sus "cómos" y "porqués": sólo provocan una sobreexcitación que no pueden manejar. Sin embargo, ¿por qué acuden a la web para buscar estas cosas? Porque en casa falta un diálogo tranquilo, relajado y abierto sobre estos temas. El sexo suele considerarse un tabú, los padres se avergüenzan, por lo que el joven no siente que pueda hablar de ello con sus padres y va a buscar respuestas en la web o con sus compañeros”.

En definitiva, Internet nos está sustituyendo como adultos de referencia y esto ocurre muy a menudo, aunque apenas seamos conscientes de ello (una encuesta revela que el 95% de los padres no tiene ni idea de que su hijo está utilizando contenidos sexualmente explícitos de alguna manera).

Más adelante intentaremos ofrecer consejos prácticos para evitar que nuestros hijos acaben en lugares virtuales que no son apropiados para su edad y nivel de desarrollo.

Por el momento, nos limitaremos a reflexionar con usted sobre esto: es importante responsabilizarse del crecimiento emocional de nuestros hijos. Si los dejamos a merced de ellos mismos, no los estamos dejando libres, en realidad somos culpables de dejar un vacío.

 

Verano: Tiempo de colaborar

Tener una responsabilidad en casa, es un medio para que los hijos, chicos y grandes, aprendan a servir a los demás, valoren el trabajo en equipo y contribuyan al buen funcionamiento del hogar.

Educar en la convivencia familiar es todo un arte. Consiste en demostrar a los niños y adolescentes que todo lo que hacemos o dejamos de hacer afecta a los demás, que la generosidad no sólo implica servir sino que reconocer, valorar y agradecer el servicio de los demás.

Los encargos o pequeñas tareas domésticas son un eficaz medio de educar para la convivencia. Y las vacaciones, la época propicia para poner en marcha un plan de acción familiar. Pero no se trata simple y llanamente de repartir tareas y luego regañar si no las sacan adelante: asignar y supervisar encargos también es un arte porque implica saber qué y a quién encargar algo.

En una escena del libro El principito, un rey plantea: «Si le ordeno a un general que dé vueltas volando alrededor de una flor como si fuera una mariposa, y él no cumple la orden, ¿de quién es la culpa, del general o de quién le dio una orden imposible de cumplir?” Con este ejemplo tan sencillo el autor enseña que quien está a la cabeza de un equipo tiene por principal misión organizarlo para que todo marche bien: para ello debe conocer muy bien a cada miembro de su grupo, saber cuáles son sus talentos y flaquezas, y pedirle aquello que hará bien o que le hará bien.

En el caso de una familia ocurre lo mismo: los padres son la cabeza del equipo y deben organizarlo para lograr, como objetivo inmediato, que la convivencia sea agradable para todos, y como objetivos de mediano y largo plazo, que esa convivencia permita formar seres humanos íntegros, expertos en el arte de convivir con otros.

Junto con el verano y las vacaciones escolares, los horarios se relajan, cambia la rutina familiar y se multiplica el trabajo de la casa. Se pone a prueba la convivencia familiar porque se pasa mucho más tiempo juntos y compartiendo un espacio que no siempre es grande. Por ello, al preparar los meses de vacaciones, les proponemos un concreto y práctico “plan de acción” para distribuir encargos familiares con los que se lograrán dos objetivos: en el corto plazo, distribuir el trabajo entre todos y minimizar con ello el desorden y la sobrecarga de tareas que generalmente pone más cansada y gruñona a la mamá; en el mediano y largo plazo, hacer crecer a los hijos en generosidad y fortalecerles para enfrentar luego la vida.

Antes de desarrollar el plan de acción, hay que hacer una aclaración: nada de esto resulta si la mamá o el papá considera que «es más fácil que yo haga todo», o «yo lo hago más rápido y mejor». Coordinar, motivar, supervisar y corregir es mucho más importante que «tener una casa que funcione como reloj». Por eso, si bien el plan de acción exige constancia y responsabilidad por parte de los hijos, también exige paciencia y vista gorda por parte de los padres: tal vez a los niños no les quede tan bien cortado el pasto, pero si lo han cortado con esmero, tiene mucho valor.

La casa podría convertirse en una pensión, donde todo está siempre a punto sin que se sepa cómo ni quién lo hace.

Después de la comida familiar, pida que entre todos vayan nombrando lo que hubo que hacer ese día: abrir cortinas, hacer camas, colgar toallas, poner la mesa del desayuno, contestar el teléfono, pagar al panadero, sacar la basura, dar de comer al perro… Pida a un hijo «secretario» que vaya tomando nota. Sin duda resultará una larga lista que les ayudará a ver todo lo que hay tras el buen funcionamiento de una casa.

Asumir pequeñas tareas familiares y cumplirlas con responsabilidad ayuda a vivir los buenos instintos que surgen a esta edad: sentido de justicia, afán de superación, deseo de ayudar y colaborar con los demás.

Estimule a sus hijos a elegir tareas de esa lista que ellos podrían comprometerse a hacer. No dé como motivo que la mamá está cansada, o que con todos los niños en la casa hay más trabajo o que no hay ayuda doméstica. El gran motivo es adquirir un compromiso con la familia, sentirse parte fundamental de un equipo.

Es importante demostrar que las tareas de la casa no son responsabilidad de las mujeres sino de todos quienes viven en ella.

Lo importante es distribuir la lista de encargos según los intereses que cada cual mostró. Existen gustos y capacidades personales. Asigne las tareas pensando cuál puede ser más educativa para cada hijo según su carácter y aptitudes personales.

Los encargos tienen un gran valor formativo, pues fomentan la preocupación por los demás, el espíritu de servicio y la conciencia de ser útil a los demás. Este sentimiento es muy importante cuando los hijos llegan a la adolescencia.

No caiga en la tentación de remunerar los encargos o establecer un cierto tipo de trueque: si recoges tu toalla, podrás salir a patinar con tus amigas. Al contrario, motívelos con frases como «Somos un equipo», «Lo que hagas o dejes de hacer afecta a los demás», «No a la pensión – Sí al hogar», «No ayudo por cumplir sino por servir», que puede escribir en una cartulina a la vista de todos o de cada uno… Cada familia tiene su estilo y en algunos hogares estos lemas pueden causar mucha risa. Para los hijos «chistosos» o burlones es infalible el lema de una abuela: «el que no coopera, no come».

SATISFACCIÓN DEL TRABAJO BIEN HECHO

Al confeccionar y distribuir la lista verifique que las tareas sean acordes a la edad de los hijos, para que ellos puedan cumplirlas bien. Sería frustrante que nunca lograran hacer bien la recámara, porque son muy chicos, o regar bien porque pasan resfriados. Se debe buscar algo factible de realizar, cuyo cumplimiento favorezca la estima y seguridad personal. También es importante poner un plazo de inicio y fin al encargo, para que el hijo sepa por cuánto tiempo será responsabilidad única de él.

Comprometerse con un encargo es algo serio y personal, y aunque sea pequeño, grafica muy bien que todos los trabajos son necesarios y por ello dignos de reconocimiento.

Cuando la lista ya esté distribuida es importante que cada uno se comprometa en voz alta a cumplirla por el plazo acordado. Explique a cada hijo personalmente las consecuencias que podría tener no cumplir con su respectivo encargo: si tu no repones el papel del baño…. si tú no cuelgas a secar las toallas en la mañana… si tú no abres el buzón de las cartas…. si tú no cierras las cortinas en la tarde…, si tú no avisas a tiempo que queda sólo un litro de leche…

A través de los encargos el niño descubre que un trabajo exige preparación y adiestramiento, y que cada día puede superarse haciéndolo mejor y más rápido.

Cuando el plan de acción ya comienza a implementarse, usted debe retirarse de escena: no ande como policía verificando el cumplimiento de cada encargo, ni haciendo usted lo que corresponde a otro. Por ello hay que hacer la vista gorda si la cama no queda tan bien hecha, o los tomates mejor pelados. Es muy desmotivante para el niño darse cuenta que usted no valora lo que él hizo. Tiene que dejar la cama así hasta que él solo aprenda a hacerla mejor, y comerse los tomates aunque estén a medio pelar. Distinto es la supervisión: recordar que deben hacer sus encargos cuando vea que no están cumpliendo con el acuerdo. Pero en esto también hay que ser claro: si de tres hermanos, dos están cumpliendo con sus encargos, hay que dejar en evidencia que quien no está haciendo el suyo perjudica a todos.

Aprender a identificar obstáculos es parte importante de las lecciones que pueden sacarse de un plan de encargos familiares.

FLEXIBLES PARA CAMBIAR

Hay que permitir que los mismos hijos vayan detectando las dificultades con que se encuentran a la hora de realizar su encargo. Tal vez uno o dos días después ellos mismos harán comentarios como «me cuesta sacar la bolsa de basura porque el tarro es muy chico», «sería más fácil para mí colgar las toallas si no las dejaran botadas en los pasillos», o «se me cae la sal de golpe al aliñar porque está roto el salero». Estas no son quejas ni excusas, sino la confirmación práctica de que todo trabajo se realiza con herramientas y por eso es que los papás destinan recursos al hogar en vez de gastar sólo en los que hijos podrían pensar que es mejor: vacaciones, ropa, panoramas.

Reconocer las propias limitaciones a la hora de cumplir con un encargo también es una lección importante.

Los papás deben ser flexibles para cambiar un encargo siempre que no sea la «lata» o la flojera lo que impida al hijo cumplirlo. Si se ve que no puede hacerlo por horario (el hijo que debía poner la mesa en vacaciones juega tenis de doce a una y siempre llega a la casa… cuando usted ya la puso); por capacidad, (porque le tiene miedo al perro y no es capaz de llenarle el plato de agua), o porque interfiere en otros panoramas (el hijo que está en una escuela de fútbol, no puede ayudar con el aseo). A veces las limitaciones no sólo son externas a los hijos, sino propias. Hay alguno que preferiría contestar el teléfono, pero si justo es el que no sabe escribir, olvidará nombres y recados.

La mejor motivación para enfrentar una nueva tarea es darse cuenta que antes se fue capaz de sacar adelante otra tarea.

Valore y felicite personalmente a cada hijo (y con frecuencia) por el esfuerzo que ha puesto en el cumplimiento de su encargo (aunque no haya sido hecho a la perfección). No hay nada que desmotive más a un niño que la mamá o el papá arreglen lo que él hizo como encargo personal. Pensarán: Igual lo hacen ellos después.

ENCARGOS PERSONALES PARA VACACIONES

Los realiza cada hijo, siempre y todos los días

– Hacer su cama.

– Ordenar la pieza y el baño.

– Ordenar sus juguetes, ropa y escritorio.

– Avisar los desperfectos de su ropa y pedir ayuda para arreglarlos (coser el botón, comprar un parche para el pantalón).

– Sí come fuera del horario familiar, limpiar lo que se ensució, lavar y guardar.

– Apagar las luces que no se usan.

– Guardar el vídeo que vio, el disco que escuchó, el diario que leyó.

REQUISITOS DE UN ENCARGO

Que lo pueda hacer el hijo solo, que sea periódico y que sea supervisable.

Los encargos no son para aliviar la carga de los padres ni para aprovechar el tiempo libre de los hijos; son para hacerlos más fuertes para enfrentar la vida:

Encargos diarios

Se distribuyen entre los hermanos y pueden cambiarse a la semana o cada quince días.

– Ayudar a confeccionar el menú de comidas.

– Poner y sacar la mesa.

– Poner el pan y el agua.

– Aliñar las ensaladas.

– Ayudar con el aseo (en una tarea concreta: vaciar los basureros, pasar el paño de sacudir, pasar la aspiradora…

– Contestar el teléfono.

– Regar las plantas.

– Ordenar los sillones.

– Poner el canasto de la ropa sucia y luego llevarlo al lavadero.

– Apagar luces y poner llaves a las puertas.

– Regar el jardín.

– Cuidar y alimentar al perro, gato o canario.

– Recoger el correo.

– Bajar y subir persianas.

– Apagar las luces.

Encargos semanales

También se distribuyen entre los hermanos, pero como no hay que hacerlos todos los días, son de más larga duración:

– Sacar la basura.

– Poner papel higiénico en los baños.

– Juntar diarios o botellas viejas para desechar.

– Revisar lo que falta en la despensa.

– Hacer el menú semanal.

– Distribuir la ropa del planchado sobre cada cama.

 

Las cifras son elocuentes

Creo muy importante tener en cuenta la acción social de la Iglesia. Las últimas cifras son elocuentes. Más de cuatro millones de personas fueron atendidas ese año en los nueve mil centros asistenciales y sanitarios de la Iglesia. Dos millones trescientas mil personas se beneficiaron de las ayudas económicas canalizadas por la Iglesia. Los sacerdotes, religiosos y seglares dedicaron en ese año más de cuarenta y un millones de horas a la actividad pastoral. La actividad educativa de la Iglesia, a través de la red de centros católicos concertados, supone un ahorro de tres mil ochocientos millones de euros al Estado. Son números que reflejan el influjo social de una Iglesia que, frente a lo que se suele pensar, no es un poder sino un servicio que nace de la fe en Jesús resucitado, vivida por una comunidad llena de heridas, como es la Iglesia, cuya presencia hace que nuestros pueblos y ciudades sean lugares más humanos y luminosos. Gracias.

Domingo Martínez Madrid

 

No compartir no es odiar

No necesariamente, ni mucho menos, significa odiar a nadie manifestar públicamente que no se comparten sus ideas ni sus argumentos. Acusarles de odio acaba resultando un chantaje intelectual. Como, a sensu contrario, el de la mayoría de quienes invocan su conciencia contra la aplicación de leyes civiles que consideran injustas.

Si hay algo difícil de tipificar jurídicamente son los delitos de odio y la objeción de conciencia. El Tribunal Constitucional español ha sido favorable a ésta en algún caso, como defensa de derechos o libertades reconocidos en la carta magna vigente, más allá del único artículo que la menciona, referido al servicio militar (dejó de ser obligatorio en tiempos de Aznar). Es muy distinta de la cláusula de conciencia, con un carácter técnico preciso en el derecho de la información.

Pero si uno lee el larguísimo y, por tanto, impreciso artículo 510 del código penal español, no se acaba de entender cómo y a quién se podrá aplicar: tal vez sólo se propone disuadir al ciudadano de opinar, por lo que pueda ocurrirle si cae en manos de un fiscal comprometido... Espero que se pueda decir que los redactores –sin nada que ver con un grupo social- son técnica y lingüísticamente muy deficientes. Algo habrá cuando la Fiscalía general del Estado tuvo que enviar una circular con más de cuarenta páginas del BOE sobre pautas para interpretar los delitos de odio tipificados en ese artículo.

Al cabo, tanto arsenal legislativo para proteger a las víctimas de los discursos de odio, viene a convertirse en fuego, supuestamente amigo, contra los defensores de una libertad de expresión adquirida no sin heridas de guerra, como muestra la historia del siglo XX en España.

Pedro García

 

Jornada completa en los colegios

Cada vez es más frecuente que niños y jóvenes solo tengan jornada de mañana en los colegios. En mi opinión, no es bueno ni para ellos ni para la familia. Pasar más tiempo en el colegio mejora el rendimiento, reduce el estrés y les ayuda a socializar. Con los niños en casa, los padres se ven obligados a modificar su horario laboral. Lo suelen hacer las madres. Si los niños no van al colegio, se reducen los ingresos de cada hogar. Sufren, como siempre, los que menos renta tienen. Una familia media sin colegio por la tarde pierde más de 9.000 euros de ingresos al año.

Si se quiere invertir la tendencia de que los colegios y las Comunidades Autónomas recurran a la jornada de mañana, es necesario reforzar a los profesores y dar más becas de comedor. La inversión en educación es la más necesaria en este momento. Considero que es muy contraproducente hablar de esta cuestión solo para enfrentar posiciones ideológicas.

Jesús Domingo Martínez

 

Una de las verdades de Fe

Para seguir las actuales reflexiones sobre el peligro que el espíritu de mundanidad pueda penetrar entre todos los fieles de la Iglesia, laicos, religiosos, sacerdotes, obispos, cardenales, y el daño que puede acarrear, además del ansia de poder y de dinero, nos conviene no perder nunca de vista, y tenerla siempre presente, la misión de la Iglesia.

En pocas palabras la podemos resumir así: “predicar el Evangelio a toda criatura”, y por tanto, transmitir a todo el mundo, a todas las civilizaciones y culturas en las que el Evangelio sea predicado, y anunciar a todas las religiones con las que se encuentre en su caminar por la historia, que Cristo es el Salvador del mundo, el Único salvador, siendo Dios y hombre verdadero; y que al ser “Camino, Verdad y Vida”,  todos los seres humanos a quienes llegue la predicación del Evangelio, hemos de vivir la Fe  y la Moral que la Iglesia ha ido viviendo a lo largo de los dos mil años de su historia sobre la tierra. Misión que, como nos recordó el Vaticano II en la constitución dogmática Dei Verbum, la Iglesia la lleva a cabo aunando Sagrada Escritura, Sagrada Tradición y Magisterio de la Iglesia. Y el mismo documento hace una aclaración que conviene subrayar:

“Pero el Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído” (n. 10).

Y una de las verdades de Fe, que la Iglesia ha recordado a lo largo de los siglos, en todos los lugares donde el nombre de Cristo ha sido anunciado, es la realidad del Pecado.

Pedro García

 

En la imposible España hablar de memoria histórica

                                “Es perder el tiempo”; puesto que “en general y sálvese el que pueda”, los españolitos de hoy, son muy parecidos a los “celtíberos”, de la época cartaginesa y romana; donde las múltiples tribus debido a su “furor independentista”, sólo sirvieron para hacerle “el caldo gordo”, a los “asdrúbales hasta Aníbal” y a los que los derrotaron, o sea, a los romanos, que fueron los que, “aparentemente, los romanizaron”; pero ni ellos pudieron eliminar, “ese veneno separatista”, que hoy existe en lo que se sigue llamando España, que nunca lo fue, como hoy mismo sigue; “no siéndolo”; y de ahí todas las penurias y miserias, de un territorio, que debiendo estar bien unido, sería algo muy importante en el planeta y no esa especie de, “mamporrero político que dentro y fuera, protagonizan, los caudillillos de siempre”; puesto que a caudillo no ha llegado ninguno, ni siquiera Franco, con todo lo que le lisonjeen sus adictos, pues Franco, sólo lo fue, de una parte de España y de “los franquistas”.

                                Pero dicho ello; hay que seguir hablando de memoria histórica, por si alguna vez, “en las duras molleras hispanas”, entran lo que se dice sirve la historia, o sea para reconocer errores y aprender de ellos, para lograr un futuro mucho mejor; y es por lo que hoy voy recordar, unas “pinceladas” de un buen español, del que se habla poco, puesto que como “perdedor de aquella maldita guerra”, no se le tiene en cuenta para nada, salvo quizá para vilipendiarlo, cosa muy practicada en la “cainita Iberia”.

                                Me refiero hoy a Manuel Azaña, el que fuera presidente de la II República Española; y el que yace enterrado en suelo francés, tras ser cubierto su cuerpo por, ¡la bandera mejicana! Y tras las penurias que sufriera junto a su esposa y resto de familia, en aquel éxodo; que debió ser tan amargo como es de imaginar.

                                Pero dejó escritos y sobre todo sus últimas palabras, que como las que pronunciara Cristo en la cruz, debiéramos conocer todos los, “celtíberos actuales”, puesto que fueron estas… “Paz.. Piedad…Perdón”¸y las que aparte de en idioma español, figuran grabadas en su tumba, en idioma francés, para que los nativos de allí, puedan leerlas en su propio idioma también.

                                Leamos algo de lo mucho que dejó escrito este buen hombre…

       

  Azaña,  presidente de la            República, escribió en su libro "Velada en Benicarló":

"... había gobiernitos de cabecillas independientes en Puigcerdá, La Seo, Lérida, Fraga, Hospitalet, Port de la Selva, etc. Debajo de eso, la gente común, el vecindario pacífico, suspirando por un general que mande, y que se lleve la autonomía, el orden público, la FAI en el mismo escobazo". 

Añade también Azaña, presidente de la República: "... Cuando empezó la guerra, cada ciudad, cada provincia quiso hacer su guerra particular. Barcelona quiso conquistar las Baleares y Aragón, para formar con la gloria de la conquista, como si operase sobre territorio extranjero, la gran Cataluña. Vasconia quería conquistar Navarra; Oviedo, León; Málaga y Almería quisieron conquistar Granada; Valencia, Teruel; Cartagena, Córdoba. Y así otros. Los diputados iban al Ministerio de la Guerra a pedir un avión para su distrito, "que estaba muy abandonado", como antes pedían una estafeta o una escuela. ¡Y a veces se lo daban! En el fondo, provincianismo fatuo, ignorancia, frivolidad de la mente española, sin excluir en ciertos casos doblez, codicia, deslealtad, cobarde altanería delante del Estado inerme, inconsciencia, traición. La Generalidad se ha alzado con todo. El improvisado gobierno vasco hace política internacional. En Valencia, comistrajos y enjunques de todos conocidos, partearon un gobiernito. En Aragón surge otro, y en Santander, con ministro de Asuntos Exteriores y todo. ¡Pues si es en el ejército! Nadie quería rehacerlo, excepto unas cuantas personas, que no fueron oídas. Cada partido, cada provincia, cada sindical, ha querido tener su ejército. En las columnas de combatientes, los batallones de un grupo no congeniaban con los de otro, se hacían daño, se arrebataban víveres, las municiones..... " 

"En Valencia, todos los pueblos armados montaban grandes guardias, entorpecían el tránsito, consumían paellas, pero los hombres con fusil no iban al frente cuando estaba a quinientos kilómetros. Se reservaban para defender su tierra. Los catalanes en Aragón han hecho estragos. Peticiones de Aragón han llegado al gobierno para que se lleve de allí las columnas catalanas. He oído decir a uno de los improvisados representantes aragoneses que no estaba dispuesto a consentir que Aragón fuese "presa de guerra".... En los talleres, incluso en los de guerra, predominaba el espíritu sindical. Prieto ha hecho público que mientras en Madrid no había aviones de caza, los obreros del taller de reparación de Los Alcázares se negaban a prolongar la jornada y trabajar los domingos... Después del cañoneo sobre Elizalde, en Barcelona, no quieren trabajar de noche. Valencia estuvo a punto de recibir a tiros al gobierno cuando se fue de Madrid. Les molestaba su presencia porque temían que atrajese los bombardeos. Hasta entonces no habían sentido la guerra. Reciben mal a los refugiados porque consumen víveres. No piensan que están en pie gracias a Madrid." ("Velada en Benicarló", Manuel Azaña)”.

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                                A la vista de todo lo que antecede, a Franco se lo dejaron, todo con la facilidad que hay que imaginar; por lo que y resumiendo, “no tuvo nada más que ir recogiendo el fruto ya cosechado y envuelto en sus embalajes mortuorios para ser enterrados y destruidos”.

                                ¡¿Y que ahora vengan “los nuevos canallas e inútiles totales a contarnos los cuentos y mentiras que quieren que aceptemos como verdades históricas”, es como para correrlos, “a escobazos y echarlos a las basuras de donde proceden”?!

                                Lo terrible es que, “los horizontes de la Celtiberia actual, siguen mostrando más nubes, tormentas, rayos y truenos, que cielos limpios y esperanzadores de futuros mejores; y en esas incertidumbres tenemos que seguir viviendo, en espera de que vengan aquellos estadistas (“machos o hembras”) que se canta en el poema del Cid, con aquel lamento que dice, más o menos… “Qué buenos vasallos para que encontrasen el buen Señor”. Más o menos pues cito de memoria, pero añadiéndole un AMÉN.

 

Antonio García Fuentes

(Escritor y filósofo)

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